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Sunday, February 11, 2018

Libro IV - Capítulo IV: CINCUENTA SOMBRAS DE GREY - CHRISTIAN Y ANASTASIA


Capítulo IV
Cuando te fuiste
Traducido y editado por María Teresa Camp Gozalbo

Cuando estés triste, mira de nuevo en tu corazón, y verás que en verdad estás llorando por lo que ha sido tu deleite.
Khalil Gibran

When you’re gone – The Cranberries



— Jack me llamó a la oficina, —murmura; inmediatamente me pongo rígido con su nombre—. Me dio dos horas para conseguirle el dinero, —continúa encogiéndose de hombros—. Tuve que irme y me pareció la mejor excusa.

Ana estuvo a punto de provocarle un ataque cardíaco a varias personas. Todavía estoy muy enojado y está apenas recuperándose. Recordando la angustia de los dos últimos días, mi boca se aprieta en una línea fina—. Y le diste a Sawyer esquinazo. También está enojado.

— ¿También? —Pregunta—. ¿Cree que estoy contenta por ello?

— Y yo también.

Con mano vacilante me toca la cara, recorriendo con sus dedos mi barba incipiente de dos días. He extrañado y ansiado su tacto por días. Cierro los ojos y me inclino sobre sus dedos. La necesito más que a mi siguiente respiración.


— No te enojes conmigo, por favor, —murmura. Enojo no es lo que cubre lo que siento. Intensa rabia loca, furia, impulsado a la violencia…

— Estoy tan enojado contigo. Lo que hiciste fue monumentalmente estúpido. Al borde de la locura.

— Te lo dije, no sabía que más hacer.

— Parece ser que no tienes ningún aprecio por tu seguridad. Y ahora ya no eres solo tú, —añado furiosamente. ¡También puso en peligro a nuestro bebé! Su labio tiembla. ¿Con preocupación? ¿Afectada?

Me sorprende cuando se abre la puerta repentinamente porque estoy concentrado en mi esposa.

— Buenas noches, señora Grey, soy la doctora Bartley, —se presenta. Anastasia observa a la joven doctora afroamericana de bata blanca sobre su uniforme gris—. Bienvenida de regreso. Ahora voy a examinarla, —dice y empieza a examinar a Anastasia meticulosamente. Examina su visión iluminando con una linterna sus ojos, su coordinación haciéndola tocar sus dedos, y tocando su nariz cerrando un ojo y luego el otro, y finalmente verifica todos sus reflejos. Cuando la enfermera Nora viene a ayudar a la doctora, me voy a una esquina del cuarto y llamo a papá y después a la mamá de Ana.

— ¿Christian? —Contesta ansiosamente el teléfono.

— ¡Hola Carla! ¡Ana está despierta!

Chilla con alegría en el teléfono y tengo que retirarlo de mi oído—. ¡Estoy tan contenta! ¿Está lo suficientemente bien para hablarme?

— Me temo que no. Acaba de despertar y su doctora la está examinando. No sé si ya está lo suficientemente fuerte, pero haré que te llame en la primera oportunidad que tenga. Solo quería asegurarme de que lo supieras.

— ¡Gracias a Dios que está consciente! ¡Gracias por informármelo! ¡Cuida a mi bebé! —Dice fervientemente—. ¿Cómo lo llevas?

— Ahora que está consciente estoy mil veces mejor, Carla. Gracias por preguntar, —digo y puedo oírla dar un suspiro de alivio.

— Yo también, —confiesa.

— Ahora te dejo ir Carla. Debo llamar a Ray y Kate para informarles. También están esperando ansiosos para saber de ella.

— Gracias por aliviar mi carga, Christian. He estado enferma de preocupación y llorando por mi bebé. Cuídala, por favor, —me pide.

— Definitivamente lo haré, —digo y cuelgo.

Después llamo a Kavanagh—. Hola Christian, —contesta fríamente.

— Kate, te llamo para informarte que Ana despertó.

— ¿Qué? ¿Cuándo? ¿Está bien? ¿Qué dicen los médicos? ¿Puedo hablar con ella? ¿Cuándo va a ser dada de alta? ¿Te ha dicho lo que sucedió? ¿Puedo ir a visitarla? ¡Vamos! ¡Contéstame! —Habla con la rapidez del rayo. Síp, está en el negocio correcto, pero necesita aprender a esperar las respuestas.

— Cuando me des oportunidad de articular una palabra, responderé, —digo y resopla—. Despertó hace muy poco tiempo, te llamo después de hacerlo con su madre, —digo con lo que me gano un ‘¡Ahh! ¡Gracias!’ de Kate—. La doctora la está examinando, así que no sé que dirá sobre su salud. No podrás hablar con ella ahora, porque como dije, está siendo examinada. Y sobre las visitas, no sé lo que su doctora tiene planeado para ella, o cuando se la llevarán para hacerle pruebas y exámenes. Desde luego puedes tratar pero no te garantizo que esté en su cuarto.

— ¡Oh! ¡De acuerdo! Gracias por informarme, Christian, —dice sorbiendo—. Te dejo con ella entonces. Significa mucho para mí que me hayas informado, —dice.

— Gracias. Puedes decírselo a Elliot. Todavía tengo que llamar a su papá, —digo.

— De acuerdo, —contesta.

El siguiente de la lista es Ray. Pero no contesta el teléfono. Le dejo un mensaje diciéndole que Ana está consciente. Mis ojos están puestos en Anastasia mientras la doctora está palpando sus costillas; hace un gesto de dolor. Aguanto la respiración y me fuerzo a permanecer en mi esquina. Sé que la doctora lo está haciendo por su bienestar, pero todos mis sentidos están alertas y listo para parar a la doctora, si es necesario por la fuerza.

— Están amoratadas, no fisuradas ni fracturadas. Tuvo mucha suerte, señora Grey. —Ana frunce el ceño. Fulmino a la doctora con la mirada.

— Insensata, —me dirijo a Anastasia.

— Le recetaré algunos analgésicos. Los necesitará para esto y para el dolor de cabeza que seguramente tiene. Pero todo se ve como debe ser, señora Grey. Le sugiero que duerma un poco. Dependiendo de cómo se sienta en la mañana, probablemente le permitamos irse a casa. Mi colega, la doctora Singh la atenderá entonces.

— Gracias.

Alguien toca la puerta y levanto la mirada. Taylor entra con una caja de cartón con el emblema color crema del Fairmont Olympic en un lado.

— ¿Comida? —Pregunta la doctora Bartley asombrada.

¡Dé un respiro a mi esposa! ¡No ha comido por cerca de dos días!—. La señora Grey tiene hambre. Esto es sopa de pollo, —contesto a su pregunta.
La doctora Bartley sonríe en respuesta—. La sopa está bien, solo el caldo. Nada pesado, —dice mirándonos a los dos intensamente. La miro. Ella y la enfermera Nora salen del cuarto.

Empujo la mesa de ruedas hasta la cama de Ana, y Taylor pone la caja encima—. Bienvenida de regreso, señora Grey —dice con voz ronca.

— Hola Taylor. Gracias.

— De nada, señora. —Taylor quiere decir algo más. Duda, incapaz de salir del cuarto. Se percibe como que tiene algo que  decirle a Ana—. Nos preocupó a todos señora Grey, —murmura con voz insegura. Lo miro intensamente. Levanta sus cejas.

— Lo siento, Taylor, —contesta Ana enojada. No quiero que Ana se enfade, pero lo que dice Taylor confirma lo que le dije—. No quiero estar fuera de línea, señora Grey. Pero por favor señora, si hay alguna otra vez; déjenos hacernos cargo del problema. Estamos entrenados para lidiar con ello. No sabe como hemos envejecido por la preocupación y temor por su bienestar, —dice y me mira. Los ojos de Ana se vuelvan hacia mí—. Gail, Sawyer y Ryan quieren que le diga que están muy contentos de que haya vuelto en sí, —dice tragando y mostrando una media sonrisa en su semblante. Mi esposa ha ganado el corazón de todos, pero también todo su enojo por sus heroicidades.

Destapo la caja, sacando un termo con la sopa caliente, tazón, plato, servilleta de tela, cuchara para sopa, canasta con rollos de pan, y salero y pimentero de plata y lo pongo en su charola. Ana mira su comida con hambre.

— Esto está fenomenal, Taylor, —dice con entusiasmo.

— ¿Es eso todo? —Pregunta.

— Sí, gracias, —añade Ana.

— ¿Algo más que quiera, señora Grey?

Anastasia mira mi ropa—. Solo ropa limpia para Christian, —dice.

Taylor le da una genuina sonrisa—. Sí, señora.

Miro mi camisa, perplejo.

— ¿Cuánto tiempo has usado esa camisa? —Pregunta.

— Desde el jueves por la mañana, —contesto, dándole una sonrisa torcida.
Taylor se va para ir por la ropa que ha pedido mi mujer.

— Taylor también está enojado contigo, —agrego gruñendo mientras desenrosco la tapa del termo para verter un poco de la sopa cremosa en el tazón.

— He acumulado muchos enojos, —murmura suavemente. Ana cierra los ojos e inhala el aroma del vapor de la sopa que campea por su superficie. Hunde la cuchara y la prueba, saboreándola.

— ¿Buena? —Pregunto sentándome en la cama una vez más.

Asiente con deleite, sin decir palabra, y continúa comiendo como si estuviera muriendo de hambre. Nunca la había visto tan voraz. Para y se limpia la boca con la servilleta de lino.

— Dime que pasó una vez que te diste cuenta de lo que estaba sucediendo, —exige. Recordando el dolor, siento que se me encoge el corazón y la exasperación vuelve a recorrerme nuevamente. Me paso la mano por el cabello otra vez y sacudo la cabeza. Ella continúa comiendo la sopa como si no hubiera un mañana. La vista de ello me llena de dicha.

— Oh, Ana, es bueno verte comer.

— Tengo hambre. Dime, —interroga otra vez.

Frunzo el ceño recordando el dolor—. Bueno, después que el banco llamó pensé que mi mundo se había hecho pedazos… —hago una pausa. El dolor es tan nuevo; sus preguntas me recuerdan la agonía clavando los cuchillos en las heridas no cicatrizadas de mi alma. Es insoportable. Deja de comer. Baja su cara—. No dejes de comer, o pararé de hablar, —susurro en tono firme. Pero apenas puedo mantener el semblante impávido sin romperme otra vez. Ella no come. La miro. Despacio mete la cuchara en el tazón, y vuelve a comer. Mi respiración se calma, mi corazón apenas vuelve a la normalidad y vuelvo a hablar—. Bueno, poco después que tú y yo terminamos nuestra conversación, Taylor me informó que Hyde había sido puesto en libertad bajo fianza. ¿Cómo?, no sé. Pensé que habíamos logrado frustar cualquier intento de fianza. Pero eso me dio un momento para pensar en lo que dijiste… y supe que algo estaba seriamente mal.

— Nunca fue por el dinero, —me chasquea, un inesperado enojo encendiéndose en su cara—. ¿Cómo pudiste pensar eso por un solo momento? ¡Nunca ha sido por tu jodido dinero! —Casi grita, pero debe dolerle, porque hace un gesto de dolor. Mi mandíbula se abre por la ferocidad de su soez declaración. Entrecierro los ojos.

— Mide tu lenguaje, —le gruño—. Cálmate y come. —En su lugar solo me mira desafiante—.Ana, —le advierto.

— Eso me lastimó más que nada, Christian, —murmura—. Casi tanto como que hayas visto a esa mujer. —Su cara se entristece  a causa de su corazón roto. Viendo lo que he sentido reflejado en su rostro, y diciéndome nuevamente lo que he hecho mal, me dobla de dolor como si me hubiera abofeteado. De repente, todo el peso de la carga que he estado soportando durante los últimos días se hace presente, comenzando con nuestra pelea por el embarazo, me deprime; me siento emocionalmente agotado, cansado. Cierro los ojos por un momento, sacudo la cabeza y me resigno a lo que está por venir.

— Lo sé, —La miro—. Y lo siento. Más de lo que te imaginas. —He estado ardiendo en el infierno los dos últimos días, atormentado por lo que hice, preocupado hasta la muerte por si no despertaba, y no habría tenido oportunidad de ser perdonado. Miro a mi mujer, mis ojos están incandecentes por la pena—. Por favor come mientras la sopa está todavía caliente, —imploro en voz baja. Coge la cuchara y continúa comiendo. Cierro brevemente los ojos y respiro aliviado.

— No sé como Sawyer me encontró. ¿También estaba rastreando mi celular? —Pregunta.

El Saab está equipado con un dispositivo de rastreo. Todos nuestros coches lo tienen. A la hora que llegamos al banco, estabas ya en movimiento, y te seguimos, —digo y está sonriendo de oreja a oreja—. ¿Por qué estás sonriendo? —Pregunto con curiosidad. ¿Es eso divertido para ella?

— En cierta forma supe que me estarías rastreando, —contesta aún sonriendo.

— ¿Y eso es divertido por qué? —Pregunto.

— Jack había ordenado que me deshiciera de mi celular. Así que pedí prestado el suyo a Whelan y ese es el que tiré. Puse el mío dentro de una de las bolsas de dinero y podrías rastrear tu dinero, —contesta.

Suspiro—. Nuestro dinero, Ana, —la corrijo suavemente. Sabíamos que había pedido prestado el celular de Whelan porque nos lo dijo. Después fue encontrado en el contenedor de basura o algo, así según me dijo Welch—. Come, —le recuerdo. Agarra un pedazo de pan y deja el plato limpio y lo come. Mientras mastica el último bocado, dice— terminado.

Buena chica, —contesto.

Hay otro toquido a la puerta. Sin esperar respuesta, la enfermera Nora entra al cuarto con un vasito de papel. Limpio su charola y pongo las cosas de regreso en la caja.

— Analgésico, —dice Nora sonriendo y le enseña la píldora en el vasito.

— ¿Es correcto tomar eso? ¿Usted sabe… por el bebé? —Pregunta tentativamente, mirándome.

— Sí, señora Grey. Es Lortab, está bien. No afecta al bebé. —Anastasia asiente agradecida. Traga la píldora con un poco de agua—. Debería descansar, señora Grey, —le ordena la enfermera Nora, pero me mira intencionalmente. Asiento.

— ¿Te vas? —Exclama Ana, completamente asustada.

Resoplo de manera muy poco caballerosa—. Si piensas que te voy a dejar fuera de mi vista por siquiera un momento, señora Grey, estás muy equivocada. —Primero pensé que había perdido a mi esposa y luego temí que muriera. He estado en el infierno los últimos dos días. ¿Por qué carambas podría pensar que la dejaría lejos de mi vista?

Nora resopla y se inclina hacia Ana para ajustar sus almohadas para que se acueste—. Buenas noches señora Grey, —dice y me mira despreciativamente mientras sale de la habitación. Su aversión hacia mí me sorprende, pero me importa una mierda—. No creo que la enfermera Nora me aprueba, —le murmuro a Anastasia. Estoy de pie al lado de la cama de Ana. Estoy cansado a muerte. Miro la silla que ha sido mi compañera las pasados dos noches.

— Necesitas descansar también, Christian. Ve a casa. Te ves exhausto, —trata de persuadirme.

— No te voy a dejar. Dormitaré en esta silla, —protesto.

Me frunce el ceño y se pone de lado en la cama—. Entonces duerme conmigo, —propone.

Frunzo el ceño. Quiero hacerlo. De hecho, no hay nada en el  mundo que quisiera más que abrazar a mi esposa toda la noche—. No. No puedo. —Digo sin entusiasmo.

— ¿Por qué no?

— No quiero lastimarte.

— No me lastimarás. Por favor, Christian.

— Tienes un catéter.

— Christian, por favor, —insiste. ¿Cómo puedo decir que no cuándo está de esa manera? ¿Cómo puedo negarle dormir con ella cuando eso es exactamente lo que quiero, lo que ambos necesitamos? Por un momento la miro indeciso. Temo lastimarla, pero necesito abrazarla. ¿No leí en alguna parte que incluso los bebés sanan más rápidamente si se les abraza?— Por favor, —ruega retirando la manta invitándome a meterme en la cama.

— Al carajo, —digo y me quito los zapatos y calcetines y me subo al lado de mi esposa. Gentilmente, nunca tan delicadamente envuelvo los brazos alrededor de Anastasia y cuando pone su cabeza en mi pecho, estoy finalmente en la gloria, mi carga emocional desaparecida. Beso su cabello—. No creo que la enfermera Nora estará muy contenta con este arreglo, —susurro traviesamente y de alguna manera me siento complacido con la idea de hacer enojar a Nora.

Anastasia ríe, pero para rápidamente—. No me hagas reír. Duele, —se queja.

— Oh, pero amo ese sonido, —digo triste en voz baja. Pena, agonía, un enorme sentido de culpa me recorre—. Lo siento nena, mucho, mucho. —Externo mis disculpas, besando su cabello una y otra vez, inhalando su olor. Lo siento por todo. Lo siento por pelear contigo; las razones ahora parecen insignificantes. Vamos a ser padres. No estoy preparado, espantado como la mierda, incompetente, y cada vez que pienso en ello, la preocupación me invade como la peste bubónica porque estoy completamente asustado por la clase de padre que pueda ser. Las manos de Anastasia sobre mi pecho me relajan y centran. Con delicadeza pongo la mía sobre las suyas. La quiero abrazar con fuerza, pero sé que no puedo sabiendo que esta noche apenas se está recuperando. Pero la fuerza que quiero ejercer no es solamente porque me reafirmo al tocarla o saciar el hambre y anhelo que tengo por ella. Es para tranquilizar al amor abrumador que le tengo. Dejo que mi amor la abrace más fuerte que mis brazos esta noche. He anhelado, codiciado, suplicado por este abrazo. No es solo abrazar su cuerpo sino abrazar su alma; su chispa, abrazar a este desobediente ángel que es mi esposa en su frágil cuerpo.

Un silencio embarazoso crece entre nosotros. Cada uno queriendo decir algo pero conteniéndonos. Anastasia es la primera en romper ese silencio—. ¿Por qué fuiste a ver a esa mujer? —Pregunta finalmente.

Una puñalada en mi corazón. Mi mayor remordimiento—. Oh Ana, —Gruño con pena y contrición—. ¿Quieres discutir eso ahora? ¿Podemos dejar esto? Me arrepiento, ¿de acuerdo? —Le ruego.

— Necesito saber, —me presiona. Anastasia es nada más que persistente.

— Te lo diré mañana, —susurro, completamente irritado. No quiero a Elena entre nosotros. Es un trato finiquitado, una historia terminada. Quiero cambiar el tema—. Oh, el detective Clark quiere hablar contigo. Solo rutina. Ahora a dormir, —la conmino. Está callada por el momento. Beso su cabello de nuevo, sintiéndola, cierro los ojos. Anastasia suelta un profundo suspiro. Está pensando, no ha terminado de interrogarme. Sé que continuará con ello y le quiero decir, pero no ahora, no cuando la estoy abrazando por primera vez en lo que parece una eternidad.

— ¿Sabemos por qué Jack estaba haciendo todo esto? —Pregunta con curiosidad.

— Hmm, —murmuro. No había esperado este tema de interrogatorio. Estoy cansado, y listo para dormir con mi mujer. No quiero que el bastardo o Elena echen a perder el momento—. Más tarde, —digo bostezando. Mi respiración se calma, mi pecho sube y baja con latidos calmados, su cabeza en mi pecho, arrullada, también cansada. No hay nada que desee en este momento, porque tengo todo lo que necesito; el amor de mi esposa en mi abrazo al caer la noche. Inhalando el olor de su cabello, sintiendo el sabor de su piel, y su dulce respiración acariciando mi pecho. Su sonrisa, risa y risitas y el recuerdo de sus besos me es embriagante, emmpujándome al sueño con promesas de más. Finalmente me lleva la oscuridad y me hundo en el sueño.

* * * * *

— Maldita sea, demonios, Ana! ¿Por qué no puedes decirme qué pasa? —Pregunto.

Su estado de ánimo ha estado taciturno por largo rato—. Estoy embarazada! —Escupe.

No estoy conmocionado con la noticia. Todavia le pregunto aterrorizado—. ¿Qué?

— ¿No quieres al bebé?

— ¡No sé lo que quiero! ¡No puedo ser un buen padre! Vas a tener un bebé de un padre equivocado. ¡Acabaré por fastidiar la vida de este bebé! No estoy listo para ser padre… —Grito frustrado.

— ¡Serás un maravilloso padre! —Dice con fervor.

— ¡No lo seré! ¿Cómo diablos puedes saberlo? —Siento la ira creciendo en mí. Incontrolable, abrumadora e incapacitante. ¡Furia incluso!

— Es inesperado, pero quiero a este bebé. Es  nuestro, —murmura.

— ¡No puedo! ¡No estoy listo! ¡No puedo compartirte con nadie! ¡Soy quién te necesita y vas y te embarazas! ¡Ni siquiera te he tenido para mí un año! ¡Un jodido año! ¿Por qué nos haces esto? ¿Por qué olvidaste la inyección de control natal? ¿Fue a propósito? ¿Un ardid?

— ¡No! ¡Si no quieres a nuestro bebé, no me quieres a mí! Venimos en paquete. ¡No bebé, no Ana! —Grita.

— ¿Es eso lo que quieres?

— ¡No! Eso es lo que me haces hacer! ¡Quiero tener a mi bebé!

Christian… —llama una suave voz seductora. Su cabeza rubia es claramente visible en la oscuridad. Sus ojos azules están oscurecidos por sus largas pestañas postizas—. ¡No la necesitas a ella ni al bebé! ¡Me mereces a mí! Lo que te ofrecí. Lo que mi cuerpo puede hacer por ti… ¿Recuerdas? —Canturrea.

— Quiero que Ana me quiera a mí. —Rujo.

— Pero ella no te quiere… Solamente quiere al bebé y tu dinero, y posiblemente otro hombre que pueda ser papá para su niño. Un hombre normal como José o Ethan… No te preocupes, —mueve la cabeza—. No necesitas un bebé, Christian. ¡Eres un dominante! ¡Eres el amo de tu universo! ¡Eres el amo de todas las mujeres que quieran someterse a ti. Excepto esa zorra…

— ¡Ella es a la que quiero! —Rujo.

— Pero posiblemente no puede llenar todos tus deseos. ¡Mírala! Y está embarazada… —Escupe con disgusto.

— ¡De mi hijo! —Replico. ¿Por qué repentinamente siento la necesidad de proteger al pequeño?

— ¿Recuerdas cuanto te gustaba amarrarme, azotarme hasta que mis nalgas brillaban con una cálida sombra rosa de la forma que te gusta y entonces follarme sin sentido? Puedes hacerme eso otra vez.


 


La corto—. No pienso en ti de esa manera, Elena

— ¿Qué? ¿Crees que ella te desea? ¡Quiere al bebé! —Dice Elena apuntando el desarrollado vientre de Ana—. ¿Cómo puede siquiera llenar tus deseos de esa forma? Considerando que te he probado que puedo llenar de cualquier forma los deseos de tu corazón, Christian… —con un sonsonete de ‘yo demonio’—. Te puedo hacer más que feliz sometiéndome a ti… en todo… momento… Puedes recuperar el control de tu vida nuevamente. ¡24/7 alrededor del reloj, Christian! Nadie respirará una sola vez sin tu permiso. Ven, —dice con una señal de su dedo.

— ¡Amo a mi esposa!

— Amas más lo que te estoy ofreciendo… ven, —me dice seductoramente de nuevo.

El cuerpo de Ana se hace más pesado con el pequeño.



¡Mira eso! —Elena dice con repulsión en su voz—. ¡Es repugnante! Grande… incapaz de acomodarse a ti y a tus necesidades. Te estoy ofreciendo hacer esto como desees, —dice recorriendo con las manos su cuerpo apenas vestido y su látigo en mano. Lo sostiene y traza una línea en mi brazo haciendo encogerme de miedo inmediatamente.

— ¡No! ¡No me toques! ¿Solamente Ana puede!

¡Vamos Christian! —Muestra sus dientes como un depredador—. ¿No recuerdas esto? —Me muestra una visión de una sumisa atada con caras cambiantes, y suspendida, las piernas en los estribos bajo la tenue luz de mi cuarto de juegos. ¡Mira lo sexy que es esto! Observa los pechos con esas pinzas proporcionando el mayor dolor y placer para llenar la necesidad de tu lado oscuro…

  


Volteo—. ¡Ya no quiero eso!

— ¿Qué hay de esto? ¿Puede hacer algo de esto? —Las cambiantes imágenes de las sumisas amordazadas, atadas en varias atractivas posiciones, inclinadas a recibir cualquier cosa que pueda darles: azotes, cogidas, nalgadas, cinturonazos… Volteo.



— A Anastasia es todo lo que quiero. ¡Es lo que necesito!

— ¿Qué tiene para ofrecer? —Ladra, y agarra mi mano para darme el látigo, y su mano toca mi pecho, encendiéndome…



— ¡No me toques! ¡Nunca más! ¡Solo Ana puede!

— ¡Me quieres! ¡Me necesitas! ¡He hecho de ti lo que eres! ¡Eres…!

— Estás equivocada Elena. No te quiero más. Solo quiero a mi mujer. La quiero más que a la vida.

— No tiene nada que ofrecer excepto un vientre creciendo, —se ríe, y empuja a Anastasia al frío suelo de concreto con la suela de sus botas de cuero negro de altos tacones. El cuerpo de Ana cae al suelo con un ruido sordo. Cuando Ana grita de dolor, mi corazón se hace añicos. La cara de Elena cambia a la de Hyde.

— ¿Sabes quien soy, pajarito? ¡Sé quien eres! —Dice y levanta un pie para patear a mi esposa que ya se retuerce de dolor. Salto sobre Hyde, atacándolo para proteger a Anastasia. Levanto un puño y le doy un golpe en el costado y otro en la barbilla. Trata de empujarme. Rodamos por el suelo. Me pega con un gancho de izquierda. No siento nada. Levanta su pierna en un esfuerzo por librarse de mí. Sonrío con maldad en mi mirada. Lanza un puñetazo a mi costado y le respondo golpeándolo en la cara nuevamente. Sus labios se separan y la sangre gotea lentamente. Sus manos agarran mis bíceps, una salvaje sonrisa asoma a sus labios. La cara cambia nuevamente a la de Elena.

— ¡Eso está bien, bebé… Hazlo otra vez! ¡Sé que te encanta! ¡Pégame! ¡Lastímame! ¡Cógeme! ¡Haz lo que quieras conmigo!



Me alejo de ella como si hubiera sido golpeado por un rayo de luz. ¡Entiéndelo! ¡No te quiero nunca jamás! ¡No más! ¡A Ana es todo lo que quiero! —Corro al lado de mi esposa sosteniéndola en mis brazos.

— Bien, —canturrea Elena—. Supongo que podre en cambio entrenar a tu hijo, —dice mientras pasa su mano por el cabello cobrizo de un chico joven.

— ¡Noooo! —Grito agónicamente. Mi voz está atorada y silenciada en mi garganta. Mis ojos se abren inmediatamente; sudando, mi respiración es muy rápida, mis pulmones a punto de estallar. Cuando miro alrededor, mis latidos empiezan a calmarse. Miro abajo tragando.

* * * * *

— ¡Gracias a Dios! —Murmuro. Ana está aquí conmigo, dormida hecha un ovilla en mi pecho. Estamos en el hospital. Me levanto lentamente tratando de no despertar a Ana, y salgo de la cama.

La enfermera Nora entra al cuarto, y me mira con los ojos entornados. Si me vio dormir con Ana en su cama, no dice nada—. La señora Grey debería dormir otro par de horas. Le di analgésicos más temprano. La hacen dormir porque está débil, —dice.

— Gracias por infórmarmelo, —digo y lentamente salgo del cuarto. Taylor espera afuera—. Necesito que me lleves a Escala rápidamente. Necesito asearme, —digo.

— Le traje ropa y artículos de aseo ayer.

— ¿Lo hiciste?

— Sí señor. Estaba dormido, así que dejé la bolsa en la silla de la esquina, —dice.

Regreso al cuarto de Anastasia y tomando la bolsa entro al baño de la habitación. Cierro la puerta y me afeito apresuradamente y me ducho. Sintiéndome finalmente limpio al quitarme no solo la mugre de los pasados tres días, sino también la tristeza, salgo del baño refrescado. Doblo la ropa sucia y la ponga en la bolsa de gimnasia que Taylor trajo para llevarla a casa. Estoy vestido totalmente de negro; podría ser confundido con el cantante Johnny Cash si aún estuviera vivo. Salgo nuevamente para encontrarme con Taylor.

— Vamos a conseguir desayuno para la señora Grey.

— Sí señor. Conozco un lugar cercano.

Sawyer está justo fuera de las puertas dobles entrando al pabellón donde está Ana—. Sawyer, muévete a la puerta de la señora Grey, y haz que Ryan espere aquí, —ordena mientras salimos—. No se permite la entrada a nadie excepto a los doctores de la lista, a sus enfermeras asignadas y a la familia, —le recuerda las reglas de visita—. ¿Tienes la lista de hoy del personal? —Le pregunta.

Sawyer saca una lista de su bolsillo—. Si T. He memorizado los nombres y las caras, —contesta.

— Estaremos de regreso en unos treinta minutos, —digo.

— La cafetería del hospital no está mal, pero este lugar este lugar está muy cerca, de hecho del hospital. La comida está excelente y tienen servicio rápido, —dice Taylor.

— Primero vamos a tomar un desvío. Quiero ver a mi hermana unos minutos. ¿Sabes en que cuarto está Mia?

— Sí señor. Está un piso abajo, —contesta Taylor.

— Quiero parar en su cuarto antes de ir por el desayuno de Ana.

Hay otro de los hombres de Welch en la entrada del pabellón y en la puerta del cuarto de Mia.

— ¿Dónde está su propio personal de seguridad? —Pregunto frunciendo el ceño.

— Están todos en el vecindario señor. Por la variedad de personas en el pabellón, señor, por si acaso alguien intenta entrar al pabellón evitando nuestra seguridad haciéndose pasar por personal del hospital.

— Bien, —respondo.

Cuando abro la puerta, Mia está vestida de jeans, blusa y tacones altos, hablando con un doctor con mamá. Todos voltean a verme.

— ¡Christian! —Grita excitada.

 Las cejas del joven doctor se levantan—. Si no tienen otras preguntas, señorita Grey y doctora Grey, las dejaré solas con su novio, —dice. Tranquilo.

— ¡Ese es mi hermano, tonto! —Contesta juguetonamente al doctor, y puedo ver el destello feliz en los ojos del doctor. Escudriño al doctor de arriba a abajo. Pensé que mi hermana salía con Ethan Kavanagh.

— Hola cariño, —me saluda mi madre. El doctor mueve la cabeza.

— Ya veo. Cuando haya descansado unos días, haga cita en mi consultorio y revisaremos su progreso y haremos pruebas para ver si las drogas que le administraron dejaron efecto en su cuerpo, señorta Grey. Buen día, señorita Grey, doctora Grey, señor Grey, —dice y deja el cuarto con otra mirada a mi hermana.

Mia brinca a mis brazos, abrazándome fuertemente—. ¡Hola Taylor!, lo saluda, y para su sorpresa lo abraza también—. Gracias por ir a nuestro rescate y por favor agradécele a Ana por ir tras de mí para salvarme de esos maníacos.

— Lo haré. ¿Te dieron de alta?

— Sí, lo han hecho. Vamos a casa—. Dice.

Mi madre añade—: ¡Donde me aseguraré que no se apartará de mi vista hasta que tenga treinta años!

— ¡Oh mamá! Ahora estoy bien.

— Mamá tiene razón. ¡Si no hubieras desechado a tu seguridad, habríamos evitado todo esto, porque esos jodidos no hubieran tenido oportunidad de secuestrarte! ¡Como están las cosas, tanto tú como Ana fueron hospitalizadas como resultado, y ambas podrían haber muerto!

— ¡Lo siento Christian! ¡Lo siento! —Dice preocupada y la aprieto contra mi pecho.

— He muerto mil veces desde el secuestro. Viendo a Ana fría en el concreto, y tú cargada sin vida en los brazos de Sawyer… Me perdí. Mi mundo colapsó, implosionó. —Digo besando su cabeza.

— Me siento horrible, enojada, disgustada y culpable. ¡Lo siento Christian! Lo siento por haberme deshecho de la seguridad, lo siento por que Ana haya sido secuestrada, el rescate, por lo que tú, mamá, papá y Elliot pasaron. ¿Cómo está Ana? Mamá me dijo que había despertado.

— Sí, así es, —digo aliviado—. Posiblemente también irá a casa pronto. Probablemente le harán algunas pruebas y la examinarán antes que den luz verde.

— ¿cómo te sientes, hijo? —Mamá pregunta y me da un abrazo.

— Mil veces mejor ahora que Ana despertó. Justo voy por su desayuno. Todavía está durmiendo, —digo—. Todavía tiene mucho que sanar. Tiene muchos moretones y está extremadamente débil. Pero doy gracias a Dios cada minuto por permitir vivir a Ana y Mia, y ambas se están recuperando.

— ¡Oh, Christian! —Dice Mia efusivamente y me abraza nuevamente—. Estoy tan contenta de verte.

— ¿Cómo te convencieron para ir con ellas o te forzaron a entrar al vehículo?

Mia parpadea—. Fui muy estúpida. Había oído el nombre de Elizabeth Morgan antes, creo. Cuándo salí del gimnasio, llegó corriendo hacia mí y dijo que Ana estaba en el hospital y que le había sido imposible encontrarte. Dijo que siendo yo un miembro de la familia vino a encontrarme, y que me llevaría al hospital. ¡No pensé! No me dio tiempo, porque se veía ansiosa y preocupada. Pero ahora que pienso en ello, la ansiedad era porque me iba a secuestrar; y no porqué Ana estuviera en el hospital. Le dije que mamá era doctora y que podría llamarla. Me dijo que la llamara desde la SUV. Así que sin pensarlo, entré a su vehículo. Cuando volteé para echar mi bolsa de gimnasia atrás, vi a Hyde. Estaba conmocionada por ver a otra persona en el coche. Dijo ‘hola’ sonriendo, y me puso una toalla en la cara. Me han dicho que fue cloroformo. No recuerdo el resto hasta que desperté en el hospital, —dice moviendo su cabeza.

Me doy cuenta que me he puesto rígido, mis nudillos se han puesto blancos y mis manos en fuertes puños. Mia se da cuenta. Toma mis manos en las suyas. Miro abajo—. Estamos bien, Christian. ¡Gracias a ti, Taylor, Sawyer, Welch y a todos tus hombres! No me volveré a quejar de la seguridad.

— ¡Gracias a Anastasia! Sin ella, nada de esto hubiera sido posible. No habríamos sabido que habías sido secuestrada, y no habría pensado perseguir a Ana y terminar econtrándolas a las dos. —Digo todavía rígido.

— No sé como agradecérselo. ¡Fue valiente, desinteresada y con mucho coraje que alguien lo haya hecho por mí! ¡Es mi salvadora, mi ángel guardián, —murmura. Debe sentirse cansada porque se sienta en la cama, bostezando.

Todavía está bajo la influencia por la cantidad de tranquilizantes todavía en su sistema. Mejor la llevo a casa, querido, —dice mamá.

— Sí, por supuesto mamá. Solo me quise asegurar que mi hermana estaba bien. Tampoco me puedo quedar más tiempo. No quiero dejar a Ana sola. Quiero regresar antes que despierte. La enfermera dijo que podría dormir un par de horas más, pero quiero estar de vuelta antes de eso, —explico.

— ¡Te amo Christian! Te estoy muy agradecida, a tus hombres y más que a nadie, a Ana! —Dice Mia recogiendo su bolsa, y dándome un abrazo de despedida.

— Te amo, querido.

— Te amo, mamá.

— Te llamaré después para saber de Ana, —dice mamá y entonces me besa en las mejillas.

— ¡Oh, qué demonios! —Digo y la abrazo para su sorpresa. Entonces nos vamos.

Cuando llegamos a la panadería; veo que es moderna, y gente haciendo cola para ordenar sus desayunos. Ordeno desayuno para Ana y para mí y Taylor pide café. Su desayuno es empacado para llevar y sentándome, como omelette de claras de huevo y tostada y Taylor bebe el café. Desde el momento que regresamos al cuarto del hospital, han pasado cuarenta minutos desde que salimos. Entro al cuarto de Ana con su comida envuelta en la bolsa de papel. Pero la cama de Ana está vacía. Me asusto inmediatamente. ¿Se la llevaron para más exámenes? Sawyer está en la puerta pero no dice nada.

— ¡Ana! —Le grito.

— Estoy en el baño, —suena como si tuviera algo en la boca. Posiblemente está lavándose los dientes. Oigo correr el agua. Pongo la avena con frutos secos, panqueques con miel de maple, tocino, jugo de naranja y el té Twinings English Breakfast en la mesa con ruedas. Cuando el sonido del agua cesa, Ana abre la puerta y sale.

— Buenos días, señora Grey, —digo más feliz de lo que he estado por días—. Tengo tu desayuno, —sonrío con el orgullo de alguien que está cuidando a su esposa. Sonríe de oreja a oreja cuando me ve, y se encarama a su cama. Jalo la mesa con ruedas, y le enseño su desayuno. Toma el jugo de naranja y lo traga rápidamente y entonces remueve la avena. Me siento a la orilla de la cama observándola con diversión. Nunca la había visto comer con tanto gusto antes. ¡Nunca! La forma en que aprecia la comida y la toma es jodidamente sexy. Sonrío con suficiencia sacudiendo la cabeza. Todo el tiempo traté de conseguir que comiera un poco más, y siempre comió como un pájaro. Y ahora, viéndola devorar todo me proporciona un placer singular. Y conseguí que coma solamente porque la he embarazado. Así, que esa es la clave. Sonrío nuevamente con suficiencia.

— ¿Qué? —Pregunta con la boca llena de panqueques.

— Me gusta verte comer. ¿Cómo te sientes? —Pregunto.

— Mejor, —contesta nuevamente entre cucharadas de avena, una mordida de tocino y un tenedor lleno de panqueque empujado con un trago de té Twinings. Estoy completamente admirado.

— Nunca te había visto comer de esa manera, —le digo ante su mirada curiosa.

Me mira y baja la mirada—. Es porque estoy embarazada, Christian.

Carraspeo como respuesta y una irónica sonrisa ondea en mis labios—. Si hubiera sabido que embarazándote te habría hecho comer, posiblemente lo hubiera hecho antes, —digo tratando de suavizar el humor.

— ¡Christian Grey! —Resopla sorprendida por mi respuesta. Pone el cuenco de avena en la charola.

— No dejes de comer, —le advierto.

— Necesitamos hablar de esto, —dice suavemente.

Me quedo quieto, el miedo volviendo a mí—. ¿Qué hay que decir? Vamos a ser padres, —nurmuro encogiéndome de hombros, tratando de parecer indiferente, pero fallando miserablemente. La ansiedad y el pánico me apresan, sofocándome. Mis ojos se abren con miedo. Anastasia empuja el carrito a un lado, y se arrastra por la cama hasta mí, toma mis manos entre las suyas, inmediatamente ayudándome a encontrar mi centro, pero el temor presente todavía me invade.

— Estás asustado, lo entiendo, —murmura. ¿Sí? Nunca ha estado en mis zapatos o vivido con los horrores por los que pasé. No conoce mis deficiencias. La miro tratando con esfuerzo parecer impasivo—. Lo estoy también. Eso es normal, —murmura.

— ¿Qué clase de padre posiblemente sea? —Pregunto con voz ronca apenas audible, finalmente haciendo patente mi temor.

— Oh, Christian, —resopla tratando de sofocar un sollozo—. Uno que tratará de hacerlo lo mejor. Es todo lo que cada uno de nosotros puede hacer.

— Ana… no se si pueda…

— Por supuesto que podrás. Eres amoroso, divertido, fuerte, pones límites. A nuestro hijo no le faltará nada, —trata de tranquilizarme.

Y también jodido hasta el punto de tener pesadillas de mi horrible pasado. Mis días y noches no estarán libres de la preocupación y el temor de ser un padre apestoso, y temo que mi hijo pudiera ser abusado por mis jodidas habilidades de crianza. Ella no sabe el tipo de pesadillas que me atormentan.   

Miedo, el fresco recuerdo de mi pesadilla de anoche me congela en el lugar. La miro fijamente. La duda está clara en mi rostro. Tengo miedo de no ser bueno para eso, algo que arruinaré, y será en detrimento de más de una persona. 

— Sí, hubiera sido ideal que hubiéremos esperado. Tener más tiempo para nosotros solos. Pero seremos tres, y creceremos juntos. Seremos familia. Nuestra propia familia. Y tu hijo te amará incondicionalmente, como lo hago yo, —dice, sus ojos al borde de las lágrimas. No dudo de su amor por mí. No más. ¿Puede un niño, nuestro hijo amarme como lo hace ella? Tadavía no soy fácil de amar. Ana me ama y estuve a punto de perderla. Las emociones surgen sin pensarlo, frescas. Pero mi esposa es mi roca. Aquí está en estado de debilidad, todavía magullada y maltratada, pero más valiente que yo, dándome esperanza, desestresándome. ¿Qué he hecho para merecerla? 
— Oh, Ana, —murmuro roncamente. La pena y angustia por ella por estar cerca de la muerte son todavía muy reales, tan cerca, tan apabullante—. Pensé que te había perdido. Entonces volví a pensar que te perdía nuevamente. Viéndote tendida en el suelo, pálida, fría e inconsciente, fue como si mis peores miedos se hubieran hecho realidad. Y aquí estás ahora, valiente y fuerte… dándome esperanzas. Amándome después de todo lo que hice.

— Sí, te amo Christian, desesperadamente. Siempre lo haré, —dice fervientemente. Después de todo lo que hice… abandonándola, viendo a Elena, aún me puede amar. Gentilmente tomo su cara entre mis manos, y retiro sus lágrimas con mis pulgares.

La miró a los ojos, incapaz de ocultar el miedo ante la perspectiva de la paternidad y el asombro que ella me causa—. También te amo, —respiro y hago lo que he deseado hacer por días, la beso suave y tiernamente, adorándola. Si tiene fe en mí, ¿quién soy para defraudarla?—. Trataré de ser un buen padre, —susurro en sus labios. Porque amo a mi esposa. No quiero echar a perder esto y lanzar a mi esposa a los brazos de alguien más, cuidados y vida, y mi hijo con ella. ¡Ambos son míos!

Truly, madly, deeply – Savage Garden

— Tratarás, y tendrás éxito. Encarémoslo; no tienes mucha alternativa en el asunto, porque Bip y yo no nos vamos a ninguna parte.

— ¿Bip?

— Bip.

¿Por qué Bip? Cuestionando levanto las cejas—. Tenía el nombre de Júnior en mi cabeza.

— Júnior entonces.

— Pero me gusta Bip, sonrío tímidadamente, y beso una vez más a mi mujer. Me gusta tenerla entre mis brazos, pero necesito que coma porque ha saltado bastantes comidas en los pasados dos días.



— Por más que me gustaría besarte todo el día, tu desayuno se está enfriando, —murmuro contra sus labios, todavía sin querer apartarme de ella. Solo tocarla ilumina todas mis sinapsis, poniéndome en alerta completa de su cuerpo. Besarla y no tener relaciones sexuales es como encender mi libido a su máxima potencia, aumentar la presión y torturarme sin alivio a la vista. La miro con ojos completamente oscurecidos y sensuales. Quiero a mi esposa. Pero estará fuera de sus límites por un tiempo si puedo evitarlo, así que será mejor no torturarnos por la frustración reprimida—. Come, —ordeno suavemente.

Ella traga, Quiere lo que yo quiero, y eso es algo que no podemos tener. Se deja caer cuidadosamente en la cama quitando las líneas de IV de su camino para evitar el obstáculo. Jalo la charola de nuevo para ponerla frente a ella. Empieza a comer nuevamente.

— ¿Sabes?, —murmura después de darle una mordidad al hot-cake, —Bip puede ser niña.

¿Niña? ¡Oh, mierda! Sé lo que los hombres quieren de las niñas. Recorro la mano por mi cabello con exasperación, completamente alarmado. Soy anti-armas, pero esa puede ser una razón para que me convierta en pro-armas: proteger a mi hija de los depredadores. Estoy nuevamente alarmado. Un niño, un hijo con quien pueda hablar. ¿Pero una niña? ¡Oh, mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! Pero tengo a Ana. Se las ha arreglado para hacerme ver la luz. ¡Puede hacer todo! Recorro la mano de nuevo por mi cabello—. Dos mujeres ¿eh?

Cuando ve la alarma pasar por mi cara, pregunta—. ¿Tienes alguna preferencia?

— ¿Preferencia? —Pregunto alarmado.

— Niño o niña.

Frunzo el ceño—. No lo sé. Que esté sano será suficiente, —digo suavemente, todavía desconcertado por el tema—. Come, —chasqueo queriendo cambiar a otro escenario.

— Estoy comiendo, estoy comiendo… Jeez, cuida tu cabello, Grey, —dice onservando mi escrutinio. Me siento en el sillón de brazos que ha sido mi compañero mientras Anastasia estaba inconsciente y tomo el Seattle Times. Los reporteros han estado acampando por todo el hospital para conseguir la historia completa.

— Fuiste la noticia una vez más, señora Grey, —digo en tono cortante recordando el incidente con los paparazzi.

— ¿Otra vez? —Pregunta.

— Los piratas están reafirmando la historia de ayer, pero parece ser objetivamente precisa. ¿Quieres leerla? —Pregunto.

Sacude la cabeza—. Léemela. Estoy comiendo.

Muevo la cabeza sonriendo.

Modern day Bonnie and Clyde – Travis Tritt

Seattle Times

Anastasia Grey, la esposa del magnate Christian Grey y su hermana Mia Grey fueron secuestradas por Jack Hyde y Elizabeth Morgan el 1º de septiembre de 2011. Tanto Hyde como Morgan eran antiguos empleados de la editorial Seattle Independent Publishing, donde actualmente trabaja la señora Grey como editora. Nuestras fuentes indican que tanto Hyde como Morgan eran los jefes de la señora Grey. Con el propósito de obtener cinco millones de dólares de los Grey, Hyde y Morgan desarrollaron un ingenioso plan y secuestraron a la señorita Mia Grey fuera del gimnasio donde acude regularmente y llamaron a Anastasia Grey para decirle que consiguiera los cinco millones dentro de las dos horas siguientes, y llevarlos a una localidad desconocida, sin decirle a nadie si valoraba la vida de Mia Grey. La señora Grey retiró el dinero y fue a salvar a su cuñada siguiendo las instrucciones de sus secuestradores a pie juntillas. Sin embargo, Hyde tenía un resentimiento personal contra la señora Grey, la golpeó tan duramente que terminó en el hospital inconsciente, pero no antes que ella se las arreglara para dispararle a Hyde en una pierna. Irónicamente, ahora ambos están siendo atendidos en el mismo hospital.

El señor Hyde fue puesto en libertad bajo fianza la mañana que secuestró a Mia y Anastasia Grey. Estaba en la cárcel por atentado de secuestro, irrumpiendo al elegante apartamento en Seattle de los señores Grey, en el Escala.

Nuestras fuentes indican que estos modernos Bonnie & Clyde fueron compañeros de trabajo y compañeros sexuales. Como Bonnie, la atrevida señorita Morgan tiene el sex-appeal y Hyde el turbulento pasado. Ambos fueron excelentes en la universidad y terminaron trabajando en la misma compañía editorial. Estuvieron fuera de problemas hasta que la señora Grey empezó a trabajar en SIP. La joven, bella e inocente señora Grey fue vista como un blanco fácil para llegar al inalcanzable Christian Grey y sus millones; la grieta en su armadura. Pero no tan inocente como pensaron, ya que la señora Grey se las arregló para dispararle a Jack Hyde. Las dos mujeres fueron finalmente rescatadas por nadie más que Christian Grey y su equipo de seguridad.

Todo este incidente hace que el resto de nosotros se pregunte como es que el Sistema de Justicia suelta de regreso a la sociedad a peligrosos criminales ya que el propio Sistema de Justicia liberó a un criminal como Hyde que estaba en prisón por tentativa de secuestro, irrumpiendo al hogar de Christian Grey. Claramente el mismo delincuente atentó a cometer el misno delito sobre la misma víctima dentro de las dos siguientes horas de u liberación bajo fianza. Sabemos que los abogados del señor Grey hicieron todos los esfuerzos para bloquear cualquier intento de fianza pero desafortunadamente no tuvieron éxito al final. La pregunta no contestada entonces es esta: ¿Quién está a cargo del Sistema de Justicia?
Cuando termino de leer la noticia—. Por favor léeme algo más. Me gusta escucharte, —dice Anastasia.

Le leo el informe sobre el floreciente negocio de los bagels y el hecho de que Boeing tuvo que cancelar el lanzamiento del Boing Sonic Cruiser; un concepto de avión de pasajeros con configuración del alas de pato delta. Esto es justo el rollo de Pella. Este avión se distinguía de los jets convencionales por su ala delta y velocidad de crucero y la subsónica velocidad de crucero de hasta Mach 0.98 que es de aproximadamente mil doscientos kph. Frunzo el ceño mientras leo. Tal vez debería llamar a Pella. Me advirtió una y otra vez que había más de una persona, y predijo con exactitud que una de ellas era mujer.

¿Hay otros tras de mí y mi familia? ¿Quién financió la libertad de Hyde? ¿Quién le dio el efectivo? No quiero pensar en eso cuando estoy con Anastasia, pero mi mente está retrocediento al pasado. Ana se entera de todo y considerando que no está bien y embarazada, no la quiero preocupar con nada.

Cuando termino de leer, Ana está contemplando algo. Algo está revoloteando en su cabeza. Pero en ese momento tocan la puerta y abre la boca para decir algo.

Una de las últimas personas que quiero ver hoy entra al cuarto disculpándose. El detective Clark—. Señor Grey, señora Grey, —saluda—. ¿Interrumpo?

— Sí, —le chasqueo. Pero continúa, ignorando mi protesta.

— Contento de verla despierta, señora Grey. Necesito hacerle unas cuantas preguntas sobre la tarde del jueves. Solo rutina. ¿Es ahora prudente?

— Claro, —contesta Ana con poco entusiasmo.

— Mi esposa debería estar descansando, —digo ásperamente.

 — Seré breve, señor Grey. Y significa que estaré fuera de sus vidas más temprano que tarde.

Bien, cuanto antes salga de nuestras vidas, mejor. Me levanto y le ofrezco la silla y me siento junto a mi esposa en la cama de forma protectora. Le tomo la mana para hacerle saber que puede confiar en mí, y se la aprieto de forma tranquilizadora.



— Señora Grey, tenemos una idea general de lo sucedido el jueves, y tenemos la declaración de la señorita Morgan. Pero necesitamos su declaración de los hechos. ¿Cuándo Hyde la contacto por primera vez?

— Fue después de la comida el jueves. Justo acababa de regresar a mi escritorio, y entonces sonó mi celular. El identificador de llamadas mostró el nombre de Mia, y pensé que era ella llamándome y contesté.

— ¿Entonces qué pasó?

— Impactada totalmente, supe que quién llamaba era Jack Hyde. Inmediatemente me dijo que no colgara y que estaba conversando con mi cuñadita, —dice tragando—. Dijo… —para y toma una profunda inhalación y me mira—. Dijo… —para. Mueve la cabeza—. Dijo ‘escúchame, calientavergas, puta caza-fortunas. Tú y Grey jodieron mi vida. Me lo deben’. ¡Luego me dijo que tenía a la zorrita ahora y que ese imbécil con el que me casé y toda su familia lo iban a pagar! —Su voz alzándose. Se apoya tanto en mí, ¡qué si pudiera más, estaríamos fusionados! Abro los ojos con ira y siento que la paliza que le di al cabrón no fue suficiente por lo que la hizo pasar—. Le pregunté que quería. Me dijo que quería ‘su jodido dinero’. Y que si las cosas hubieran sido diferentes pudiera haber sido él. Entonces dijo que quería que le consiguiera cinco millones de dólares del dinero de mi marido. Le dije que no tenía acceso a esa cantidad de dinero. Pero no me dio otra opción a sus demandas. ¡Me dio dos horas para conseguir  cinco millones de dólares! —, dice con las lágrimas a punto de salir—. Enfatizó que no podía decírselo a nadie. ¡No a Christian, no a nuestro equipo de seguridad, no a la policía! Dijo… dijo… —La aprieto más entre mis brazos.

— Shhh… Te tengo. Detective Clark, ¡esto está alterando a mi esposa!

— No Christian, quiero terminar con esto, y así no tenemos que recordarlo nuevamente… Por favor, —me mira con lágrimas. Mis labios se aprietan en una línea, mis ojos abiertos, pero asiento.



— Me repitió varias veces que sabría si le decía a alguien sobre eso, que lo sabría al momento y si le hablaba a alguien de él, mataría a Mia. Luego me dijo que conservara mi teléfono conmigo y añadió, ¡no le digas a nadie o la follaré antes de matarla! ¡Tienes dos horas! Cuando traté de pedirle más tiempo, colgó no dejándome otra opción. Sin tiempo… ¡Mientras salía de mi trabajo, le dije a mi asistente que le dijera a Elizabeth que no me sentía bien y que me iba! Al informarle a Elizabeth de mi salida, posiblemente le informó a Jack… ¡No lo supe! —Se estremece con un  sollozo.

— ¿Entonces se fue directamente al banco desde su trabajo? —El detective sondea con cara seria, aparentemente no afectado, pero puedo ver sus pupilas dilatadas. Contiene bien sus emociones.

— No. Tuve que ir a casa para recoger mi chequera y perder a Sawyer porque no podía poner en peligro la vida de Mia, —dice y me pongo rígido a su lado—. No fue fácil. Pero llamé a Sawyer para que me ayudara arriba, cuando subió, salí rápidamente del apartamento. Cuando salí del edificio, Sawyer iba corriendo detrás de mí para alcanzar mi coche. Inmediatamente fui al banco y pregunté por el gerente y le dije que quería disponer de cinco millones de dólares.

— ¿Qué dijo el gerente del banco a eso?

— Bueno, olvidé que mi licencia de manejo todavía estaba a mi nombre de soltera, así que el gerente quiso llamar a Christian pero encontré mi tarjeta de crédito Amex con mi nombre de casada. El gerente dijo que era inusual disponer de esa cantidad de dinero. No quería que Christian lo supiera, porque no quería que su vida o la de Mia estuvieran en peligro… Creí que estaba convenciendo al gerente del banco, pero se estaba tomando su tiempo, y tiempo era algo que yo no tenía si me salía del tiempo permitido y por consecuencia el de Mia. ¡No quería que fuera violada, lastimada y después asesinada! No quería que fuera torturada, ve… Estaba lista para hacer cualquier cosa para salvarla… —Dice Ana despacio, las lágrimas corriéndole mientras recuerda—. Pero el gerente de todas formas llamó a Christian, —dice bajando la cabeza—. ¡Le tuve que decir que lo estaba dejando, así no me seguiría! ¡Lo tuve que lastimar, romper el corazón de mi marido, así su vida no correría peligro! —Manteniéndose aferrada totalmente a mi abrazo.

— Lamento haberle hecho recordar todo esto. Hago las preguntas tan rápidamente como puedo. ¿Cómo salió del banco?

— Sawyer me estaba esperando en la sala de espera cuado salí. Así que le pedí al gerente que me llevara de vuelta a su oficina. Llamé al celular de Mia y Jack contestó. Ya sabía que mi guardaespaldas me había seguido. Me dijo que fuera a la parte de atrás del banco. Le dije al gerente que me sacara por la entrada de empleados. Le pedí su celular mientras salía y puse mi BlackBerry en la bolsa de dinero, así Christian podría rastrearlo.

— ¡Nuestro dinero! —Gruño. Ella rueda los ojos.

— Y cuando salí, quedé impactada al encontrar a Elizabeth Morgan esperándome. Tenía el Dodge negro. Una vez el dinero fue cargado al Dodge, el personal del banco se retiró. Elizabeth me pidió mi celular y le di el teléfono que había conseguido del gerente del banco. Lo tiró al depósito de basura diciendo que tenía que tirarlo para impedir que los perros lo detectaran. —Estoy disgustado ante la insensibilidad y el desprecio de Elizabeth Morgan por las vidas de Ana y mi hermana. Asignaré una jodida cantidad ilimitada de fondos para vengarme de todas las partes involucradas y me aseguraré que Morgan vaya a prisión por tiempo indefinido.

— Si no le importa que le pregunte, ¿cómo pensó que podría librarse de Hyde y la señorita Morgan? —Pregunta Clark con curiosidad, y francamente también me gustaría saber la brillante lógica, digo idiota, detrás de eso.

— No tuve tiempo de pensar, detective. Pensé que podría justo lanzar el dinero a Jack, y agarrar a Mia y correr… —dice inocentemente, parpadeando hacia él. ¿Ese era su mejor plan? Tiemblo con ira y frustración, cogiéndome el puente de la nariz para detener el dolor de cabeza; el detective debe estar sintiendo lo mismo porque aprieta los labios en una nerviosa línea delgada.

— Así que fue algo bueno que no la escuchara y aún así la siguiera. ¿Le dijo la señorita Morgan porque cooperaba con Hyde?

— Le pregunté porque lo estaba haciendo, porque sé que no le gustaba Hyde. No contestó mi pregunta y me dijo que mantuviera la boca cerrada. Cuando le pregunté si tenía algún tipo de control sobre ella, apretó el freno con enojo antes de tener oportunidad de ponerme el cinturón de seguridad. En ese momento supe que estaba preparada para hacer lo que Jack le pidió porque tenía algo contra ella y me di cuenta que no podría escapar tan rápidamente… —Dice mirando hacia adelante como si estuviera reviviendo los horrores de los eventos del jueves y yo con ella—. Cuando Elizabeth llegó al escondite de Jack, Jack salió y se veía muy diferente. Su cabello era corto, se había quitado los pendientes y usaba traje. Se veía como si estuviera listo para volar a alguna parte. Le pregunté donde estaba Mia. Dice ‘lo primero es lo primero, puta’, e hizo que Elizabeth revisara el dinero y confirmando que había tirado mi celular. Entonces de la nada me cruza la cara con un golpe. No fue provocado, pero tan feroz que me tiró al suelo. Solo recuerdo mi cabeza golpeando el concreto y un dolor insoportable. Se me llenaron los ojos de lágrimas y la visión se me puso borrosa de inmediato y el cráneo me latía insoportablemente por el dolor. Creo que grité. Quería proteger a nuestro bebé, pero no podía… —Lloriquea cubriéndose la cara con las manos. Estoy alterado con ira, rabia y tensión una vez más. Deslizo los dedos arriba y abajo en su espalda para calmarla. ¡Pero estoy tan furioso y lleno de rabia, que tengo la mente puesta en Hyde para matar al cabrón y terminar con su inútil vida! Pero eso sería muy bueno para él. Recuerdo entonces que Jack siguió con una patada brutal en mis costillas. Fue tan duro que me dejó sin aliento. Me grito diciéndome ‘eso es por SIP, maldita perra’ Todo lo que podía hacer era encoger las piernas en posición fetal. Justo cuando estaba a punto de darme otra patada, Elizabeth le dijo que no lo hiciera allí a plena luz del día. Y eso me dio un segundo para sacar la pistola y disparar. Solo recuerdo el rechinar de neumáticos, frenos, gritos y pasos. Luego oí a Christian… oí la voz de mi marido. Entonces se apagó la luz para mí… hasta que desperté ayer, —termina su declaración todavía con lágrimas rodando pro sus mejillas, aferrándose a mí como si su vida dependiera de ello.

— Desearía que hubieras apuntado más arriba, —susurro.

— Hubiera hecho un servicio a las mujeres si lo hubiera hecho, —finalmente Clark está de acuerdo en algo conmigo—. Gracias señora Grey, es todo por ahora.

— No lo dejarán salir nuevamente, ¿verdad? —Pregunta Ana asustada.

— No creo que consiga fianza esta vez, señora.

— ¿Sabemos quién pagó la fianza? —Pregunto.

— No señor, fue confidencial. —Confidencial… Cuando Welch investigue la lista, encontraré al jodido bastardo, y le haré pagar a él o ella. Darle donde más le duela.

Tan pronto como Clark se va, la doctora Singh y dos internos entran al cuarto para examinar a Ana. Quiero tener un ojo avizor sobre mi mujer. La doctora Singh se ve contenta y declara que Ana está lista para regresar a casa. Nunca había sentido esta clase de alivio como ahora—. Señora Grey, tiene que estar pendiente de dolores de cabeza más fuertes o vista nublada. Si eso ocurre debe regresar al hospital inmediatamente, —advierte. Anastasia asiente y se ve complacida con la perspectiva de ir a casa.

Cuando la doctora se está yendo la detengo—. ¿Puedo tener unas palabras con usted?

— Desde luego señor Grey, —dice y la dirijo al corredor dejando la puerta entornada detrás de mí—. ¿En qué puedo ayudarle señor Grey?

— ¿Es seguro para mi esposa tener sexo?

Responde con una sonrisa—. Sí señor Grey, eso está bien, —con una amplia sonrisa.

— Gracias, —digo y le doy la mano.

Cuando regreso nuevamente al cuarto de Anastasia, soy mucho más feliz sabiendo que podemos hacer el amor nuevamente.

— ¿De que se trató todo eso?

— Sexo, —digo con sonrisa traviesa.

Se sonroja—. ¿Y? —Pregunta.

— Estás bien para irte, —le sonrío con suficiencia.

— Tengo dolor de cabeza, —me sonríe de la misma forma.

— Lo sé. Estará fuera de límites por algún tiempo. Solo estaba verificando.
Frunce el ceño desilusionada. También añora el sexo. Me gusta eso. Me gusta mucho.

La enfermera Nora entra al cuarto, y le quita la IV a Anastasia. Todavía se las arregla para echarme miradas asesinas. Recordaré a Nora como a una de las pocas mujeres que se resistió a mis encantos. Sonrió cuando sale del cuarto con el soporte de la IV de Ana.

— ¿Puedo llevarte a casa? —Pregunto.

— Primero me gustaría ver a Ray.

— Claro, —digo. Eso será bueno. Problablemente Ray le dé un buen sermón.

— ¿Sabe lo del bebé?

— Pensé que querrías darle la noticia tú misma. Tampoco se lo he dicho a tu mamá.

— Gracias, —contesta feliz.

— Mamá lo sabe, —añado—. Vio tu historia clínica. Se lo dije a papá, pero a nadie más. Mamá me dijo que normalmente las parejas esperan doce semanas o así… para estar seguros, —digo encogiéndome de hombros.

— No estoy segura de decírselo a Ray.

— Debo advertirte que también está endemoniadamente enojado. Dijo que debería nalguearte, —le digo—. Le dije que estaría muy dispuesto a complacerlo.

Me mira conmocionada—. ¡No se lo dijiste! —Resopla.

Le hago un guiño. Tomando su bolsa, digo—. Aquí, Taylor te trajo ropa limpia. Te ayudaré a vestirte. —Mientras ayudo a Ana a vestirse, veo los hematomas por todo su cuerpo y mi enojo crece a pasos agigantados. Aquellos que infligieron dolor a mu mujer y a mi hermana y a cualquier persona involucrada en ayudarlos lo pagarán caro. Cuando salimos del cuarto, me siento extremadamente aliviado de haber dejado este calvario atrás. Cuando llegamos al cuarto de Ray, los dejo solos. Al segundo que cierro la puerta, Ray se enoja y la voz se oye fuera de la habitación. Anastasia se disculpa por ser irresponsable y trata de calmarlo.

Mientras espero junto a la puerta, llamo a mis padres para informarles que Anastasia ha sido dada de alta. Mi BlackBerry zumba y veo el nombre de Welch en el identificador de llamadas—. Grey.

— Señor Grey, Welch aquí. Estoy regresando a Seattle; estaremos saliendo de Detroit en poco tiempo, y necesito verlo esta noche por mis hallazgos.

— ¿No puedes hacerlo por teléfono?

— No. Me temo que no. Tiene que ser cara a cara, señor.

— De acuerdo. Mi esposa ha sido dada de alta hoy. La llevaré en breve a casa. Esta noche entonces. Infórmale aTaylor la hora exacta que llegarás a Escala una vez hayas regresado.

— Así lo haré, señor. Lo veré esta noche.

Cuelgo. Continúo esperando junto a la puerta del cuarto de Ray, podría disfrutar completamente viendo como machaca a Anastasia por la forma que se comportó, aunque no quiero que se le suba la presión arterial, pero ahora estoy preocupado por las noticias que trae Welch. Dijo que no podía hablar de ellas por teléfono. Deben ser muy malas. Cuando Ana se despide de Ray, tomo su mano y salimos por la puerta trasera del hospital para evitar a los reporteros y a los paparazzi. Taylor nos conduce a la entrada para empleados, y nos lleva a la SUV.

Hago una lista mental de las cosas que hay que hacer para localizar al otorgador de la fianza, y las formas en que puedo cobrarme por lo que les hizo a mi esposa, mi hermana y casi causando el aborto de nuestro bebé. Pero la preocupación por lo que Welch pudo haber descubierto en Detroit me está atormentando.

Anastasia está hablando por teléfono con su mamá, tratando de calmarla. Creo que Carla está llorando con fuerza, incluso Sawyer puede oírla desde el asiento del conductor, cuya mirada Anastasia está evitando deliberadamente.

Tengo tomada la mano de Anastasia durante toda la conversación con su mamá, acariciando sus nudillos con mi pulgar, poniéndome cada vez más nervioso—. ¿Qué pasa? —Pregunta al momento de colgar.

— Welch quiere verme.

— ¿Welch? ¿Por qué?

— Encontró algo del jodido Hyde, —gruño—. No quiso decírmelo por teléfono.

— Oh.

— Llega de Detroit esta noche.

— ¿Qué piensas que es?

— No tengo idea, —contesto con las cejas fruncidas, tadavía perplejo.

Por primera vez que parece ser como ‘para siempre’, todo está bien entre mi esposa y yo. Mi mujer y nuestro bebé están bien entre mis brazos. Ha sido dada de alta del hospital. Aún hay muchos problemas no resueltos con el jodido Hyde y otro enemigo oculto que ayudó a Hyde. Pero ahora, vamos a casa. Hogar… dónde podré mantener a mi esposa abrazada en nuestra propia cama y mantenerla a salvo. Para todo lo demás, siempre hay un mañana.



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