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Thursday, August 1, 2019

Libro IV - Capítulo XXIV: CINCUENTA SOMBRAS DE GREY - CHRISTIAN Y ANASTASIA


Capítulo XXIV
Dejarse ver y decir las cosas como son
Traducido y editado por María Teresa Camp Gozalbo


*Señor Grey, ¿serías tan amable en darme tu opinión sobre si este vestido hace que mis tetas se vean grandes?*
— ¿Señor Grey? —Pregunta Taylor mientras estoy distraído con el mensaje de Ana.
— ¿Qué me preguntaste Taylor?
— Le estaba preguntando sobre la distribución de la seguridad para mañana. Logré obtener la lista de los participantes a la convención a la que asistirán la señora Grey y su asistente. Hay bastantes nombres desconocidos, y la seguridad es mala para eventos como este. Alguien también filtró la información de que usted y la señora Grey están en Nueva York y que asistirán a la gala de esta noche.
— ¿Cómo te enteraste de eso? —Le pregunto.
— Está en las noticias de chismes.
— No sabía que leías los chismes.
— No lo hago, —dice disgustado—, Programé alertas en Google con los nombres de usted y la señora Grey. Si aparece alguna alerta con cualquiera de sus nombres en Goggle, la información me llega directamente. Así es como lo he sabido. Necesito todos los detalles de seguridad para saber que está siendo publicado, al menos así estamos a la altura y llevamos a cabo las precauciones necesarias ante un peligro potencial.
— Así que, ¿qué noticias hay? —Le pregunto.
— También hay una mención que, —dice aclarando la garganta—, será mejor si solo la leo, —añade y empieza a leer en su iPad el artículo de un sitio de chismes—, el icono de la moda de la costa oeste, la señora Anastasia Grey, ha sido vista hoy en Bergdorf Goodman con su atractivo marido Christian Grey, —lee con cierta incomodidad—, comprando algunas prendas de maternidad de diseñador y alguna ropa cursi para bebé. A pesar de haber comprado colores unisex, algunos observadores también se dieron cuenta que escogió algunas piezas en azul pálido. ¿Nos atrevemos a decir que una miniatura de Christian Grey está en camino? Nuestros informantes están atentos. El señor y señora Grey asistirán a una gala de negocios esta noche y tenemos asegurada la información de que la señora Grey mañana estará presente en un simposio de escritores, si quiere ver a esta pareja en persona. —Taylor hace una pausa preocupado—. He contratado seguridad adicional para mañana para la señora Grey. Estarán bien ocultos para no molestar a la señora Grey. También informaré a Hanna para que tome precauciones adicionales.
— ¡Bien! Pero quiero hacer un cambio a ese plan. Asegúrense que ni la señora ni su asistente Hanna lo sepan. No quisiera que Hanna pudiera estar inquieta y lo informaría. Sim embargo, puedes reiterarle su tarea de que nadie puede acercarse a mi esposa.
— Así se hará, señor, pero, —dice.
Levanto la cara y miro a Taylor a los ojos—. ¿Pero que, Taylor? —Le pregunto.
— Este es un simposio de escritores y ella es editora de la editorial. Será imposible para Hanna mantener alejados a los otros asistentes, escritores y editores de la misma manera que tampoco pueden ser apartados de ella.
— Dijiste que tienes una lista de los asistentes. ¡Aquellos que se supone que no tienen por qué asistir no deben tener la oportunidad de acercarse a ella y aun aquellos que se supone que deben asistir deber estar bajo escrutinio cercano, Taylor! ¿Es esto claro para ti?
— Perfectamente claro, señor, —contesta, su cara se muestra serena antes que desaparezca la ansiedad. Me doy vuelta y me dirijo a nuestra recámara. Anastasia está parada ante el espejo de piso a techo, moviéndose de perfil derecho a izquierdo para admirar su vientre abultado. Está más allá de quitar el aliento. Su espléndida piel es impecable. El vestido revela su espalda como la de una diosa.  

— Oh, Ana, —digo tragando. Le indico con mi dedo que se dé de vuelta. Cuando está frente a mí, hago una respiración profunda—. Sí, el vestido hace que tus senos se vean como si fueran más… turgentes. Muy… —digo mientras los acuno por encima de su magnificencia—. Esta noche estos van a estar bajo la mirada de cada hombre, así como también de algunas mujeres. No soy tolerante si otros pueden ver lo que solamente me pertenece a mí. 
— ¿No quieres que lo use? —Pregunta decepcionada.
— Sí, posiblemente podamos taparlos un poquito. Tengo que estar más atento a las miradas lobunas que estarán alrededor de mi mujer.
— Podría decir lo mismo de aquellos que estarán alrededor de mi marido. Tengo que estar alerta con mi Christian. —Mis labios se aprietan en una línea sombría.


— Bueno, haremos eso, quizá puedas ponerte uno de los abrigos que hacen juego con este vestido. Este… —Le digo poniéndoselo en la espalda. Paso las manos por sus brazos—. Vámonos. Te presentaré a las personas que dirigen el mundo.
— ¿Hay políticos ahí?
— Laos empresas son las que dirigen el mundo. El dinero es la sangre. Es el poder que hace que la gente quiera ir a trabajar, comprar, vender, hacer tratos. Da poder. Los políticos también hacen rodar el dinero cuando es tiempo de elecciones.
— ¿Por qué? Es la gente, son los electores que votan por ellos, no los hombres de negocios.
— Cierto, pero las buenas intenciones no ganan las elecciones, nena. Las elecciones requieren de mucho dinero. ¿Y no es más fácil tocar una puerta o varias puertas en lugar de pedir dinero a millones de personas que pueden tenerlo o no tenerlo para contribuir?
— ¿Hay políticos que tocan tu puerta?
Nuestra puerta. Sí, siempre lo hacen. Sus esposas querrán conocerte.
— ¿Por qué? No estoy interesada en la política. Solo quiero acompañar a mi marido. 
— Nena, recuerda que hay dos personas en mí: el Christian Grey con el que te casaste. El hombre que está loca e insaciablemente enamorado de ti; este hombre privado, —le digo poniendo la mano sobre mi corazón—. Luego está el imbécil inaccesible y despiadado que posee una buena parte del mundo de los negocios ante el cual la gente se arrodilla proverbialmente. No perdono a mis enemigos, soy competitivo y estoy completamente a gusto en los negocios como lo estoy en la cama, —sonrío lascivamente.
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— Los conozco a los dos, o debería decir a todas tus cincuenta sombras.
— Debemos irnos, nena, —Mientras tomo su mano en la mía—. Tanto el hombre que te ama como el magnate de los negocios no pueden esperar para presentarte ante el mundo.
— Christian, espera, —dice Ana conteniéndome.
— ¿Estás bien?
 — Sí, quiero ver a mi marido en esmoquin, —dice y me mira de arriba abajo y luego camina a mi alrededor—. También necesito vigilarte, —dice. Salimos a la sala donde el equipo de seguridad está esperando, apropiadamente vestido par la fiesta de alto nivel.

— Señor Grey, —Taylor se aclara la garganta. Tiene la mirada de ‘¿puedo tener un momento con usted, señor?’ plasmada en su cara. Asiento para que venga a una esquina discreta conmigo. Camina a mi lado lejos de los oídos ajenos—. La señorita Tiber revisó la lista de invitados y a sus acompañantes. La señorita Blackburn nuevamente acompaña a su padre.
— ¿Qué tiene eso que ver conmigo? —Digo frunciendo el ceño.
— Fue bastante agresiva la última vez y usted tiene una reunión durante treinta minutos durante los cuales la señora Grey estará sola.
— No estará sola. Tengo a Melissa y Sawyer.
— Pero señor, la señora Grey siempre encuentra la forma de eludir a la seguridad. Pero ese no es el mayor problema, —dice bajando la voz.
— ¿Qué? —Siseo.
— La señorita Richards asistirá al evento con el empresario neoyorquino Lloyd Ashter.
— La señorita Richards, ¿quién exactamente? —Pregunto mientras la ira va en aumento en mi interior. Solamente hay una señorita Richards que haya conocido.
— La doctora Lauren Richards. Ahora trabaja en el New York Presbiterian como médico en emergencias. —¡Joder! ¡De hecho es una ex-sumisa mía! Pagué por su escuela de medicina hasta que se graduó y su dependencia de mí cesó cuando encontró a un nuevo dominante. ¿Pero por qué no supe antes de su asistencia al evento? ¿Es coincidencia o deliberadamente se está poniendo en mi camino?
— Solo pensé que querría saberlo.
— Trata de mantener a ambos lejos de Ana, —siseo.
— Le informaré al equipo, señor.
— ¿Está todo bien? —Pregunta Ana cuando la tomo de la mano.
— Lo está ahora, nena.

Cuando llegamos al hotel hay reporteros, cámaras, paparazzi y voces excitadas. Podemos oír ocasionalmente nuestros nombres. Los flashes de las cámaras están por todas partes. Aprieto la mano de mi mujer para tranquilizarla. Está deslumbrante. La cámara la ama, pero a Ana no le gustan las cámaras. La siento acurrucarse contra mí. Una vez que entramos al edificio, los acomodadores toman el abrigo de Anastasia y le dan un comprobante y luego nos conducen al gran salón de baile. Recibimos muchos saludos de parte de conocidos empresarios que desean conocer a la enigmática señora Grey que capturó el corazón de Christian Grey. Hace que las cabezas volteen a su paso. Trato de evitar a los conocidos mujeriegos, pero no siempre es posible.
— Oh, ¡esperen… esperen… esperen…! —dice una mujer escandalosamente vestida. Sus labios se hincharon tres veces su tamaño; podría flotar en el agua aunque no supiera nadar. Se para ante mi esposa completamente asombrada, poniendo su mano sobre sus realzados pechos cubriendo con dos tiras su plastificada versión anterior.
Le dirijo a Taylor la mirada de ‘¿Quién diablos es esta?’— Una estrella de la televisión convertida en diseñadora de modas, —susurra Taylor en mi oído.
— Usted debe ser la señora Grey. Por favor, permítame presentarme. ¡Soy su mayor fan! —Dice abanicándose—. Hola señor Grey, —dice finalmente haciendo una profunda reverencia tratando de lanzarme sus globos de agua y luego voltea de nuevo hacia Ana—. Mi querida señora Grey, soy Andrea Benedetto, —inclinándose ante mi esposa. Siento que Anastasia está a punto de poner los ojos en blanco—: soy diseñadora. Quizás conozca mi trabajo. Aunque su conjunto fue diseñado por alguno de mis talentosos colegas.
— Nunca había oído su nombre como diseñadora, —dice Anastasia.
— He estado en la televisión y revistas por años. Las mujeres han idolatrado mi estilo alrededor del mundo, señora Grey. Soy diseñadora de gran prestigio. Posiblemente no haya oído de mí porque es muy nueva en el alto mundo de la moda. Después de todo, todos aquí son viejos adinerados, —dice condescendientemente.
— Señorita Benedetto, —dice Anastasia dando un seguro paso adelante, parándose a solo centímetros de ella invadiendo el espacio personal de la mujer. Ana la mira hacia arriba, ya que es al menos quince centímetros más alta que ella. Pero la mirada que le dirige a la estúpida diseñadora hace que la mujer se encoja ante ella y la hace dar un cauteloso paso hacia atrás—. La reconozco por la repetición de un ‘reality show’ de mala calidad clasificado como B, mostraba a los miembros de su equipo a punto de dormirse. No sabía que ese logro la convertía en una diseñadora importante. Posiblemente no haya usado la ropa de diseño antes, pero soy una rápida aprendiz excepcional y sé cuándo es una basura cuando la veo. Mi marido no quiere que use nada que no sea lo mejor. Y usted señorita Benedetto… no está por arriba de lo normal.
Este es uno de los momentos de más orgullo de mi esposa. Luego Anastasia le da la espalda y me sonríe—. Tengo mucha sed, Christian, —dice y se aleja de la ofensiva mujer.    
— ¡Averigua con quien vino! —Le ordeno a Taylor cuando llegamos al bar. Uno de los requisitos para ser invitado a uno de estos eventos es ganar cuando menos mil millones de dólares al año. Esa mierda no está en la lista. Debe ser invitada de alguno y necesito saber quién la trajo.
Taylor le hace un gesto a Melissa e inmediatamente se para a su lado. Después de un breve intercambio de palabras, mira a Sawyer y se va.
Aparte del primer incidente con la diseñadora, la mayoría de los asistentes están ansiosos por conocer y ser presentados a Anastasia. Es felicitada muchas veces por lo hermosa que se ve. Los empresarios de Nueva York están más que intrigados por ella y quieren conocerla mucho mejor. Ya ha sido invitada a reunirse con algunos de ellos a quienes Anastasia cortésmente les declina la invitación hasta nuestra próxima visita.
— Taylor, tengo reunión en poco tiempo. Repite a la señorita Tiber y a Sawyer las reglas una vez más. Si algo molesta a Ana, necesito ser informado inmediatamente.
— Sí, señor.
Anastasia demostró antes que puede cuidarse. Pero, no quiero dejarla en el tanque de los tiburones. Estos hombres y mujeres pueden desayunar con cualquiera y pueden escupirles en la comida. Anastasia es mi esposa. A pesar que puede ir mano a mano conmigo, no quiero que su primera experiencia en Nueva York sea desagradable—. Quiero que mi mujer la pase bien. Asegúrate que así sea, —murmuro—. Y que la gente que indiqué antes que saliéramos que no quiero que se acerquen a ella. ¿Está eso claro?
— Muy claro, señor.
Sorpresivamente, cuando me vuelvo a mirar alrededor, me encuentro con que Anastasia y otra mujer embarazada están charlando en una mesa cerca de la barra mientras beben agua carbonatada.
— Voy a tener una niña. ¿Qué vas a tener tú? —Pregunta la otra mujer.
— No hemos querido saberlo todavía. —Replica Ana.
— ¿No quieren saberlo? —Pregunta la mujer—. Hace que las compras sean más fáciles. Pero, puedo entenderlo por que vas a ser madre por primera vez. Puedo entender eso. Es como lo hice con el primero. Este es nuestro tercero.
— Sí, todavía no puedo superar la emoción por nuestro primer hijo, —contesta Ana—. ¿Así que tienes otros dos hijos? —Pregunta con incredulidad en su voz.
— Dos niños. Quería tener una nena. Los niños tienen ahora cuatro y seis años, —responde la mujer.
— ¿Quién es tu marido? —Pregunta Anastasia con curiosidad.
— Estoy casada con el senador Warren Solomon, —contesta.
— No he oído de él. ¿A qué estado representa? —Pregunta Ana.
— Es el senador joven de… —las voces se ahogan cuando la orquesta empieza a tocar. Así que los políticos comienzan las rondas. Me acerco a las damas.
— Lo siento. Espero no estar interrumpiendo su conversación. ¿Puedo llevarme a mi esposa un minuto? —Digo.
Ana sonríe—. Christian, esta es Mary Alice Solomon. Señora Solomon este es mi marido, Christian Grey, —me presenta a su nueva amiga. Parece estar ocupada con otra mujer mayor.
— Señor Grey, que placer conocerlo, —dice la dama efusivamente—. Me disculpo si no puedo levantarme. Estoy mucho más adelantada que la señora Grey, —añade extendiendo la mano. Parece como si estuviera lista para dar a luz en cualquier momento.
— Por favor, permanezca sentada señora Solomon, —le doy la mano.
— Regreso enseguida, —le digo a la señora con una sonrisa. Llevo a Ana varios pasos lejos de los oídos indiscretos.
— Nena, mi reunión empezará en poco tiempo, y solamente estaré ocupado por alrededor de media hora. Si necesitas cualquier cosa, o algo te disgusta, díselo a Melissa y estaré aquí inmediatamente.
—Sí Christian, —dice con una sonrisa—. Me cae muy bien la señora Solomon. Es de la costa oeste. Comparada con el resto del grupo, es cálida como el sol, —la describe.
— Bien. Disfruta tu tiempo con la señora Solomon, entonces. Envíame mensaje, llámame o dile a Melissa si no te la pasas bien aquí.
— ¡Christian! Honestamente, me las puedo arreglar. Ve, haz tus tratos comerciales y luego regresa a mí, —murmura.
— Sí, señora Grey. ¿Me estás ordenando?
— La parte acerca de que regreses a mí… sí, —dice con una sonrisa de suficiencia.
— Hablaremos de esa sonrisa esta noche, en nuestra cama, o posiblemente junto a la chimenea o en algún lugar que escoja.
— Bien entonces, señor Grey. Si mis órdenes son dignas de tu pasión, debía darte más, —comenta.
Tomo su mano y la beso con pasión antes de irme a la reunión. Taylor me sigue.
En la reunión están los viejos ricos de Nueva York, así como también los nuevos más fuertes multimillonarios hechos a sí mismos con los programas de computación de la costa oeste que tienen una más fuerte posición financiera porque controlan a mucha de la población mundial con sus productos. Durante la reunión, miro furtivamente a Taylor que mueve ligeramente la cabeza para hacerme saber que todo está bien. Mi celular está silencioso. No hay llamadas ni mensajes de Ana. A pesar que la reunión durará solamente treinta minutos, estoy ansioso como si algún peligro inminente estuviera esperando afuera.
A los veinte minutos de la reunión, la mano de Taylor va a su oído como para oír mejor la radio. Sus ojos se abren por un segundo, pero lo noto. Sacudo ligeramente la cabeza en un gesto para preguntar lo que está pasando. Taylor camina lentamente hacía mí y se inclina—. Aparentemente, a la señora Solomon se le ha roto la fuente y la señora Grey está con ella en uno de los cuartos.
— ¿Sola? —Pregunto.
— No, Melissa está con ella, Sawyer está esperando en la puerta. Pero… —se detiene.
— ¿Pero qué? —Siseo.
— El único médico que hay es la señorita Laura Richards.
— ¡Mierda! —Me levanto bruscamente—. Discúlpenme caballeros, —digo—. Espero que podamos continuar nuestra reunión mañana a la hora de la comida. Me disculpo por tener que interrumpir antes de tiempo, —digo y me dirijo a la salida.
— ¿Está todo bien, Grey?
— Sí, —digo y salto con Taylor.
— ¿En qué cuarto? ¿Por qué no me llamaría?
— La señora Grey era la única persona con ella. Cuando a la señora Solomon se le rompió la fuente, se lo dijo a Melissa. La ayudaron a ir a un cuarto y Sawyer fue por su esposo. Aparentemente, la señorita Richards estaba cerca y vio como la señora Solomon rompía aguas.
— Que oportuna, —siseo.
Doctora Lauren Richards
Encontramos a Sawyer después que Taylor lo llamó. Está en la puerta con otros dos hombres.
— Servicios de protección para el senador, —murmura Taylor—. A nadie se le permitió entrar.
— Saca a la señora Grey de ahí, —murmuro—. ¿No llamaron a una ambulancia?
— Estoy seguro que ya alguien lo hizo, pero sí el parto ya se inició, sería mucho más seguro que la señora Solomon esté aquí hasta que el bebé nazca en lugar de estar en camino con nieve y hielo. A menos que vean un peligro potencial.
Taylor llama a Melissa e intercambian algunas palabras—. La señora Grey sostiene la mano de la señora Solomon y aparentemente instruyéndola con su respiración. No viene.
— ¿Dónde está el senador Solomon? ¿Por qué no está él ayudándola? —Digo furioso.
— No lo sé, señor. —Llama a Melissa nuevamente. Después de su breve conversación voltea hacia mí—. Aparentemente, la visión de la sangre enferma al senador. Así que, está ahí, pero caminando nerviosamente por la alfombra en lugar de apoyar a su esposa.
El grito de dolor de una mujer llega a nuestros oídos. Dos voces femeninas distintas, una suena como como un calmado murmullo y la otra instruyéndola para pujar. Otro grito perfora mis oídos.
— ¡Pasando! ¡Cedan el paso! ¡Cedan el paso! —El grito viene de atrás. Los socorristas vienen con una camilla y equipo médico a toda prisa. La puerta es abierta por los hombres del senador para permitir la entrada de los médicos. Puedo ver a mi esposa sosteniendo la mano de la señora Solomon y acariciando su cabello mientras le está susurrando algo que la tranquiliza. Lauren Richards está al otro lado de la mujer. También ella me ve. Una breve sonrisa irónica revolotea por sus labios mientras sus ojos se fijan en Anastasia y luego se enfoca en su tarea dando órdenes a los médicos.
— El parto ya está en progreso. La cabeza del bebé ya está posicionada y es inseguro mover a la paciente. ¡Tendremos que atender el nacimiento aquí! —Grita con profesionalismo mientras los de seguridad cierran la puerta.
— ¿Cuánto tiempo? —Le pregunto a Taylor.
— ¡No tengo idea, señor!
Dos horas de paseo enfrente de la puerta y solo da paso a gritos. Treinta minutos después, un fuerte grito como si la señora Solomon estuviera dando la vida, luego, primero nada, silencio absoluto y finalmente roto por los gritos del recién nacido.
— ¡Buena chica! ¡Lo hiciste! —Oigo gritar a Ana. Otros cuarenta minutos después la señora Solomon sale en silla de ruedas en compañía de los médicos con su bebé abrigada. Hasta que el senador sale, los guardias permanecen en la puerta. Abro la puerta donde encuentro a Anastasia hablando con la doctora.
— Ana, —la llamo.
— Saldré en un momento, Christian.
 — Ahora, —digo tratando de no parecer que ordeno, pero fallando.
— Saldré enseguida señor Grey. Estoy hablando con la doctora de la señora Solomon, —dice. Lauren nos mira a uno y otro. Mis labios cerrados en una línea sombría.
Melissa parece alarmada y esa es mi señal para sacar a Ana del cuarto.
— Quizás deberíamos permitir que la buena doctora pueda ordenar el lugar. Debe estar agotada después de atender el parto.
— No lo creo, Christian. Acaba de decirme que tiene mucha resistencia física.
Miro a Lauren estrechando los ojos. Luego miro a Anastasia. No es estúpida. Tiene la mirada de complicidad en su cara—. La buena doctora y yo tenemos más en común de lo que parece, —dice Anastasia enfatizando la palabra ‘buena’—, acaba de decirme eso.
— No tienes nada en común con ella. —Digo.   
Monster - Rihanna
— No estoy segura de eso. Parece que te conoce. —Añade Ana dejando en claro que conocerme no significa que se refiera a mi nombre.
— La única persona que me conoce aquí en todas las formas que importan, eres tú Ana. —La mirada que le dirijo a Lauren es gélida, asesina incluso. ¿Cuándo dejará el pasado de colisionar con mi futuro?
— Todo es lo mismo. Me gustaría que me dieras unos minutos, Christian. Por favor, —dice con mirada acerada.
— Dos minutos.
— Cinco, —dice Ana y su palabra no es negociable. Me vuelvo sobre los talones y cierro la puerta detrás de mí.
Oigo que la cerradura gira. ¡Mierda! Golpeo la puerta cerrada con la mano—. ¡Haz que Melissa abra la puta puerta! —Siseo.
— ¡Sí señor! —Responde Taylor. Cuando termina de hablar con ella, me mira—. Este es un cuarto privado, señor. Tiene una llave separada en el interior. La señora Grey tomó la llave y la tiene en la mano, señor.
— ¡Haz que Melissa me llame! ¡Quiero saber que se está diciendo! —Asiente. Diez segundos después mi celular vibra.
— ¡Si tienes algo que decir doctora, escúpelo! —Ordena Ana.
— Solo me preguntaba que clase de magia negra usaste para asegurarte la atención del señor Grey cuando muchas antes que tú no pudieron. Me pregunté que te hizo insustituible y al resto de nosotras, desechables. Pero ahora veo la razón y me pregunto cuanto durará. —La voz es despectiva.
— El hecho es que no entiendes suficientemente la razón del porqué ninguna de ustedes fue para mi marido. No te debo ninguna explicación, ciertamente a alguien de la pila de descarte de mi marido. Pero te la daré de todos modos.
— Eso será interesante. Tengo todo lo que un hombre pueda desear. Belleza, talento, clase, inteligencia y de hecho tengo una carrera que no hubiera sido posible son la ayuda de otro hombre, —se burla de Ana refiriéndose a su posición como editora.
— Esto viene de una mujer que hizo su carrera de medicina con el dinero que mi marido proporcionó. Creo que le debes tu carrera y a cualquier otro que tenga la correa en tu cuello. Yo, sin embargo, fui a la universidad, obtuve mi propio trabajo y me enamoré.
— ¿Enamorarte? —Se ríe Lauren—. ¡Todas lo hemos amado! Pero ninguna de nosotras fue lo suficientemente estúpida para embarazarse.
— Mi marido me embarazó después de haberse casado conmigo, no antes, —dice Ana, pero se calla como si hubiera tenido una revelación—. Sé lo que estás tratando de hacer, doctora. Conozco el significado de tu audacia. Estás enojada conmigo porque estoy locamente enamorada de Christian Grey y el corresponde mi amor. Pero eso no es lo que estás haciendo. Hay más que esto…
— ¡No sé de lo que estás hablando! —Sisea Lauren. Conozco el rechazo cuando lo veo, y esto suena como una mentira.
— Quieres que me enoje para que reaccioné con rabia. Después de todo, este es un evento con los más importantes del mundo. Pero no lo puedes hacer por ti misma. No lo mereces. Sé qué para provocar un gran incendio, todo lo que necesitas es un parpadeo. Tú eres ese parpadeo. ¡Quienquiera que te haya puesto en este lugar, estás bajo su pene y su látigo y decirle que puede penetrarte! Ese hombre de ahí afuera. —dice levantando la voz y puedo oír su tacón haciendo clic con confianza—. Es MI marido. Solo sacamos la mierda. ¡Por lo que puede verse, ya apestas! ¡Melissa! ¡He terminado de oler esta mierda! ¡Abre la puerta y permite que su propio recogedor se quede con ella! —Ordena.
— Con sumo placer, señora.
Cuando la llave se mueve y se abre la puerta, me vuelvo a Taylor—. ¡Quiero saber quién la encumbró a esto!
— Sí señor.
— ¿Ana? —La toma del brazo.
Está rígida, pero me dirige una sonrisa forzada—. Ahora estoy lista para ir a casa, Christian.
Volteo alrededor y la mirada que le dirijo a Lauren es que pagará por esto. Baja la mirada, pretendiendo estar ocupada limpiando sus brazos con una toalla.
Nos disculpamos por no asistir al coctel ya que todos han oído que la señora Solomon dio a luz y Anastasia la estuvo ayudando. Es admirada entre los de la alta sociedad. No hay duda que leeremos sobre esto mañana. Ana va silenciosa mientras vamos a la SUV.
— Ana, háblame… —suplico. Permanece callada. El viaje a nuestro apartamento es doloroso. Permanece mirando por la ventana la oscuridad—. ¡Ana, por favor! No tenía idea de que pudiera estar ahí.
Me permite sostener su mano, pero sigue mirando por la ventanilla. Cuando llegamos a nuestro apartamento, los elementos de seguridad se dispersan rápidamente hacia la oficina de Taylor como ratas que abandonan el barco que se hunde.
— Ana, háblame, —ruego.
— ¡Christian, tienes que avisarme antes que me encuentre con esas perras por ahí! —Dice con apenas contenida ira—. No sabía que alguien a quien hubieras follado anteriormente se presentaría en uno de los eventos más exclusivos.
— ¡No hubiera podido acercarse a ti si la señora Solomon no hubiera iniciado su labor de parto y la siguieras para ayudarla!
— ¿Así que sabías que esa mujer estaba ahí? —Su voz es acusadora.
— Fui apenas informado antes que llegáramos. No tenía permitido acercarse a ti. Quiero separarte de mi pasado, nena. Sabes que tengo un pasado. No te lo he ocultado. ¡Y tampoco me puedes ignorar, especialmente en situaciones como esta!
— Christian, necesito tener mi propia opinión. No puedes hablar por mi todo el tiempo, especialmente cuando nos concierne a ambos. No soy debilucha.
— No, ciertamente no lo eres.
— Quiero que sepan que eres mío tanto como soy tuya, —dice y luego cierra los ojos y hace una profunda inspiración temblorosa. Luego abre sus ojos imposiblemente azules, ampliamente.
Esa mujer es la herramienta de alguien. Lo puedo sentir en los huesos. Porque vi el miedo en sus ojos. Si es doctora, no trataría de hacer una escena justo después de ayudar a la esposa de un senador a dar a luz, darse a conocer de esa manera—. No te preocupes con esas ideas. Estoy seguro que leyó que estábamos en Nueva York, tu embarazo, y estar celosa por las muchas mujeres que no pudieron conquistarme. No creo que estuviera pensando razonadamente. Debe haber sido la ansiedad del nacimiento y teniéndote tan próxima. Tienes ese efecto en la gente, lo sabes. Solo tú puedes pulsar todos los botones de una persona.
— ¿Te estás quejando por proteger lo que es mío, señor Grey? —Dice cruzando los brazos.
— No, nena. Se me hace agua la boca. Me encanta cuando declaras tu amor y deseo por mí. Tu marca de propiedad. ¡Es cachondo! Pero de ahora en adelante, déjame manejar esto.
— No puedo hacer esa promesa. Después de todo, eres mi hombre.
— Demuéstrame que tan suyo soy, —susurro lascivamente.
— ¡Todavía estoy enojada contigo!
— Lo sé. Pero el sexo enojado puede ser abrumadoramente apasionado. Muéstrame que tan enojada estás conmigo.
— ¡Muy enojada!
— ¿Qué tan enojada? —Susurro, mis labios están solo a un suspiro de los suyos.
— Exageradamente más allá de enojada…
— Muéstramelo, —la reto.
Pone sus palmas en mi pecho y me empuja hasta que no puedo ir más lejos. Estoy clavado entre mi muy enojada mujer embarazada y la pared—. Increíblemente, apasionadamente, abrumadoramente loca y locamente enamorada, —dice antes de tomar mis labios.





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