Capítulo XXIV
Dejarse ver y decir las cosas como son
Traducido y editado
por María Teresa Camp Gozalbo
*Señor Grey, ¿serías tan amable en darme tu
opinión sobre si este vestido hace que mis tetas se vean grandes?*
— ¿Señor Grey? —Pregunta Taylor mientras
estoy distraído con el mensaje de Ana.
— ¿Qué me preguntaste Taylor?
— Le estaba preguntando sobre la
distribución de la seguridad para mañana. Logré obtener la lista de los
participantes a la convención a la que asistirán la señora Grey y su asistente.
Hay bastantes nombres desconocidos, y la seguridad es mala para eventos como
este. Alguien también filtró la información de que usted y la señora Grey están
en Nueva York y que asistirán a la gala de esta noche.
— ¿Cómo te enteraste de eso? —Le
pregunto.
— Está en las noticias de chismes.
— No sabía que leías los chismes.
— No lo hago, —dice disgustado—, Programé
alertas en Google con los nombres de usted y la señora Grey. Si aparece alguna
alerta con cualquiera de sus nombres en Goggle, la información me llega
directamente. Así es como lo he sabido. Necesito todos los detalles de
seguridad para saber que está siendo publicado, al menos así estamos a la
altura y llevamos a cabo las precauciones necesarias ante un peligro potencial.
— Así que, ¿qué noticias hay? —Le
pregunto.
— También hay una mención que, —dice
aclarando la garganta—, será mejor si solo la leo, —añade y empieza a leer en
su iPad el artículo de un sitio de chismes—, el icono de la moda de la costa
oeste, la señora Anastasia Grey, ha sido vista hoy en Bergdorf Goodman
con su atractivo marido Christian Grey, —lee con cierta incomodidad—,
comprando algunas prendas de maternidad de diseñador y alguna ropa cursi para
bebé. A pesar de haber comprado colores unisex, algunos observadores también se
dieron cuenta que escogió algunas piezas en azul pálido. ¿Nos atrevemos a decir
que una miniatura de Christian Grey está en camino? Nuestros informantes están
atentos. El señor y señora Grey asistirán a una gala de negocios esta noche y
tenemos asegurada la información de que la señora Grey mañana estará presente
en un simposio de escritores, si quiere ver a esta pareja en persona. —Taylor
hace una pausa preocupado—. He contratado seguridad adicional para mañana para la
señora Grey. Estarán bien ocultos para no molestar a la señora Grey. También
informaré a Hanna para que tome precauciones adicionales.
— ¡Bien! Pero quiero hacer un cambio a
ese plan. Asegúrense que ni la señora ni su asistente Hanna lo sepan. No quisiera
que Hanna pudiera estar inquieta y lo informaría. Sim embargo, puedes
reiterarle su tarea de que nadie puede acercarse a mi esposa.
— Así se hará, señor, pero, —dice.
Levanto la cara y miro a Taylor a los
ojos—. ¿Pero que, Taylor? —Le pregunto.
— Este es un simposio de escritores y
ella es editora de la editorial. Será imposible para Hanna mantener alejados a
los otros asistentes, escritores y editores de la misma manera que tampoco pueden
ser apartados de ella.
— Dijiste que tienes una lista de los
asistentes. ¡Aquellos que se supone que no tienen por qué asistir no deben
tener la oportunidad de acercarse a ella y aun aquellos que se supone que deben
asistir deber estar bajo escrutinio cercano, Taylor! ¿Es esto claro para ti?
— Perfectamente claro, señor, —contesta,
su cara se muestra serena antes que desaparezca la ansiedad. Me doy vuelta y me
dirijo a nuestra recámara. Anastasia está parada ante el espejo de piso a
techo, moviéndose de perfil derecho a izquierdo para admirar su vientre
abultado. Está más allá de quitar el aliento. Su espléndida piel es impecable.
El vestido revela su espalda como la de una diosa.
— Oh, Ana, —digo tragando. Le indico con
mi dedo que se dé de vuelta. Cuando está frente a mí, hago una respiración
profunda—. Sí, el vestido hace que tus senos se vean como si fueran más…
turgentes. Muy… —digo mientras los acuno por encima de su magnificencia—. Esta
noche estos van a estar bajo la mirada de cada hombre, así como también de
algunas mujeres. No soy tolerante si otros pueden ver lo que solamente me
pertenece a mí.
— ¿No quieres que lo use? —Pregunta
decepcionada.
— Sí, posiblemente podamos taparlos un
poquito. Tengo que estar más atento a las miradas lobunas que estarán alrededor
de mi mujer.
— Podría decir lo mismo de aquellos que
estarán alrededor de mi marido. Tengo que estar alerta con mi Christian. —Mis
labios se aprietan en una línea sombría.
— Bueno, haremos eso, quizá puedas
ponerte uno de los abrigos que hacen juego con este vestido. Este… —Le digo
poniéndoselo en la espalda. Paso las manos por sus brazos—. Vámonos. Te
presentaré a las personas que dirigen el mundo.
— ¿Hay políticos ahí?
— Laos empresas son las que dirigen el
mundo. El dinero es la sangre. Es el poder que hace que la gente quiera ir a
trabajar, comprar, vender, hacer tratos. Da poder. Los políticos también hacen
rodar el dinero cuando es tiempo de elecciones.
— ¿Por qué? Es la gente, son los
electores que votan por ellos, no los hombres de negocios.
— Cierto, pero las buenas intenciones no
ganan las elecciones, nena. Las elecciones requieren de mucho dinero. ¿Y no es
más fácil tocar una puerta o varias puertas en lugar de pedir dinero a millones
de personas que pueden tenerlo o no tenerlo para contribuir?
— ¿Hay políticos que tocan tu puerta?
— Nuestra puerta. Sí, siempre lo
hacen. Sus esposas querrán conocerte.
— ¿Por qué? No estoy interesada en la
política. Solo quiero acompañar a mi marido.
— Nena, recuerda que hay dos personas en
mí: el Christian Grey con el que te casaste. El hombre que está loca e
insaciablemente enamorado de ti; este hombre privado, —le digo poniendo la mano
sobre mi corazón—. Luego está el imbécil inaccesible y despiadado que posee una
buena parte del mundo de los negocios ante el cual la gente se arrodilla
proverbialmente. No perdono a mis enemigos, soy competitivo y estoy
completamente a gusto en los negocios como lo estoy en la cama, —sonrío
lascivamente.
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— Los conozco a los dos, o debería decir
a todas tus cincuenta sombras.
— Debemos irnos, nena, —Mientras tomo su
mano en la mía—. Tanto el hombre que te ama como el magnate de los negocios no
pueden esperar para presentarte ante el mundo.
— Christian, espera, —dice Ana
conteniéndome.
— ¿Estás bien?
—
Sí, quiero ver a mi marido en esmoquin, —dice y me mira de arriba abajo y luego
camina a mi alrededor—. También necesito vigilarte, —dice. Salimos a la sala
donde el equipo de seguridad está esperando, apropiadamente vestido par la
fiesta de alto nivel.
— Señor Grey, —Taylor se aclara la
garganta. Tiene la mirada de ‘¿puedo tener un momento con usted, señor?’ plasmada
en su cara. Asiento para que venga a una esquina discreta conmigo. Camina a mi
lado lejos de los oídos ajenos—. La señorita Tiber revisó la lista de invitados
y a sus acompañantes. La señorita Blackburn nuevamente acompaña a su padre.
— ¿Qué tiene eso que ver conmigo? —Digo
frunciendo el ceño.
— Fue bastante agresiva la última vez y
usted tiene una reunión durante treinta minutos durante los cuales la señora
Grey estará sola.
— No estará sola. Tengo a Melissa y
Sawyer.
— Pero señor, la señora Grey siempre
encuentra la forma de eludir a la seguridad. Pero ese no es el mayor problema, —dice
bajando la voz.
— ¿Qué? —Siseo.
— La señorita Richards asistirá al evento
con el empresario neoyorquino Lloyd Ashter.
— La señorita Richards, ¿quién
exactamente? —Pregunto mientras la ira va en aumento en mi interior. Solamente
hay una señorita Richards que haya conocido.
— La doctora Lauren Richards. Ahora
trabaja en el New York Presbiterian como médico en emergencias. —¡Joder! ¡De
hecho es una ex-sumisa mía! Pagué por su escuela de medicina hasta que se
graduó y su dependencia de mí cesó cuando encontró a un nuevo dominante. ¿Pero
por qué no supe antes de su asistencia al evento? ¿Es coincidencia o
deliberadamente se está poniendo en mi camino?
— Solo pensé que querría saberlo.
— Trata de mantener a ambos lejos de Ana,
—siseo.
— Le informaré al equipo, señor.
— ¿Está todo bien? —Pregunta Ana cuando
la tomo de la mano.
— Lo está ahora, nena.
Cuando llegamos al hotel hay reporteros,
cámaras, paparazzi y voces excitadas. Podemos oír ocasionalmente nuestros
nombres. Los flashes de las cámaras están por todas partes. Aprieto la mano de
mi mujer para tranquilizarla. Está deslumbrante. La cámara la ama, pero a Ana
no le gustan las cámaras. La siento acurrucarse contra mí. Una vez que entramos
al edificio, los acomodadores toman el abrigo de Anastasia y le dan un
comprobante y luego nos conducen al gran salón de baile. Recibimos muchos
saludos de parte de conocidos empresarios que desean conocer a la enigmática señora
Grey que capturó el corazón de Christian Grey. Hace que las cabezas volteen a
su paso. Trato de evitar a los conocidos mujeriegos, pero no siempre es
posible.
— Oh, ¡esperen… esperen… esperen…! —dice
una mujer escandalosamente vestida. Sus labios se hincharon tres veces su
tamaño; podría flotar en el agua aunque no supiera nadar. Se para ante mi
esposa completamente asombrada, poniendo su mano sobre sus realzados pechos
cubriendo con dos tiras su plastificada versión anterior.
Le dirijo a Taylor la mirada de ‘¿Quién diablos es esta?’— Una estrella
de la televisión convertida en diseñadora de modas, —susurra Taylor en mi oído.
— Usted debe ser la señora Grey. Por
favor, permítame presentarme. ¡Soy su mayor fan! —Dice abanicándose—. Hola
señor Grey, —dice finalmente haciendo una profunda reverencia tratando de
lanzarme sus globos de agua y luego voltea de nuevo hacia Ana—. Mi querida
señora Grey, soy Andrea Benedetto, —inclinándose ante mi esposa. Siento que
Anastasia está a punto de poner los ojos en blanco—: soy diseñadora. Quizás
conozca mi trabajo. Aunque su conjunto fue diseñado por alguno de mis
talentosos colegas.
— Nunca había oído su nombre como
diseñadora, —dice Anastasia.
— He estado en la televisión y revistas
por años. Las mujeres han idolatrado mi estilo alrededor del mundo, señora
Grey. Soy diseñadora de gran prestigio. Posiblemente no haya
oído de mí porque es muy nueva en el alto mundo de la moda. Después de todo,
todos aquí son viejos adinerados, —dice condescendientemente.
— Señorita Benedetto, —dice Anastasia
dando un seguro paso adelante, parándose a solo centímetros de ella invadiendo
el espacio personal de la mujer. Ana la mira hacia arriba, ya que es al menos
quince centímetros más alta que ella. Pero la mirada que le dirige a la
estúpida diseñadora hace que la mujer se encoja ante ella y la hace dar un
cauteloso paso hacia atrás—. La reconozco por la repetición de un ‘reality
show’ de mala calidad clasificado como B, mostraba a los miembros de su equipo
a punto de dormirse. No sabía que ese logro la convertía en una diseñadora
importante. Posiblemente no haya usado la ropa de diseño antes, pero soy una rápida
aprendiz excepcional y sé cuándo es una basura cuando la veo. Mi marido no quiere
que use nada que no sea lo mejor. Y usted señorita Benedetto… no está por
arriba de lo normal.
Este es uno de los momentos de más
orgullo de mi esposa. Luego Anastasia le da la espalda y me sonríe—. Tengo
mucha sed, Christian, —dice y se aleja de la ofensiva mujer.
— ¡Averigua con quien vino! —Le ordeno a
Taylor cuando llegamos al bar. Uno de los requisitos para ser invitado a uno de
estos eventos es ganar cuando menos mil millones de dólares al año. Esa mierda
no está en la lista. Debe ser invitada de alguno y necesito saber quién la
trajo.
Taylor le hace un gesto a Melissa e
inmediatamente se para a su lado. Después de un breve intercambio de palabras,
mira a Sawyer y se va.
Aparte
del primer incidente con la diseñadora, la mayoría de los asistentes están
ansiosos por conocer y ser presentados a Anastasia. Es felicitada muchas veces
por lo hermosa que se ve. Los empresarios de Nueva York están más que intrigados
por ella y quieren conocerla mucho mejor. Ya ha sido invitada a reunirse con
algunos de ellos a quienes Anastasia cortésmente les declina la invitación
hasta nuestra próxima visita.
— Taylor, tengo reunión en poco tiempo.
Repite a la señorita Tiber y a Sawyer las reglas una vez más. Si algo molesta a
Ana, necesito ser informado inmediatamente.
— Sí, señor.
Anastasia demostró antes que puede
cuidarse. Pero, no quiero dejarla en el tanque de los tiburones. Estos hombres
y mujeres pueden desayunar con cualquiera y pueden escupirles en la comida.
Anastasia es mi esposa. A pesar que puede ir mano a mano conmigo, no quiero que
su primera experiencia en Nueva York sea desagradable—. Quiero que mi mujer la
pase bien. Asegúrate que así sea, —murmuro—. Y que la gente que indiqué antes
que saliéramos que no quiero que se acerquen a ella. ¿Está eso claro?
— Muy claro, señor.
Sorpresivamente, cuando me vuelvo a mirar
alrededor, me encuentro con que Anastasia y otra mujer embarazada están
charlando en una mesa cerca de la barra mientras beben agua carbonatada.
— Voy a tener una niña. ¿Qué vas a tener
tú? —Pregunta la otra mujer.
— No hemos querido saberlo todavía. —Replica
Ana.
— ¿No quieren saberlo? —Pregunta la mujer—.
Hace que las compras sean más fáciles. Pero, puedo entenderlo por que vas a ser
madre por primera vez. Puedo entender eso. Es como lo hice con el primero. Este
es nuestro tercero.
— Sí, todavía no puedo superar la emoción
por nuestro primer hijo, —contesta Ana—. ¿Así que tienes otros dos hijos? —Pregunta
con incredulidad en su voz.
— Dos niños. Quería tener una nena. Los
niños tienen ahora cuatro y seis años, —responde la mujer.
— ¿Quién es tu marido? —Pregunta
Anastasia con curiosidad.
— Estoy casada con el senador Warren
Solomon, —contesta.
— No he oído de él. ¿A qué estado
representa? —Pregunta Ana.
— Es el senador joven de… —las voces se
ahogan cuando la orquesta empieza a tocar. Así que los políticos comienzan las
rondas. Me acerco a las damas.
— Lo siento. Espero no estar
interrumpiendo su conversación. ¿Puedo llevarme a mi esposa un minuto? —Digo.
Ana sonríe—. Christian, esta es Mary
Alice Solomon. Señora Solomon este es mi marido, Christian Grey, —me presenta a
su nueva amiga. Parece estar ocupada con otra mujer mayor.
— Señor Grey, que placer conocerlo, —dice
la dama efusivamente—. Me disculpo si no puedo levantarme. Estoy mucho más
adelantada que la señora Grey, —añade extendiendo la mano. Parece como si
estuviera lista para dar a luz en cualquier momento.
— Por favor, permanezca sentada señora
Solomon, —le doy la mano.
— Regreso enseguida, —le digo a la señora
con una sonrisa. Llevo a Ana varios pasos lejos de los oídos indiscretos.
— Nena, mi reunión empezará en poco
tiempo, y solamente estaré ocupado por alrededor de media hora. Si necesitas
cualquier cosa, o algo te disgusta, díselo a Melissa y estaré aquí
inmediatamente.
—Sí Christian, —dice con una sonrisa—. Me
cae muy bien la señora Solomon. Es de la costa oeste. Comparada con el resto
del grupo, es cálida como el sol, —la describe.
— Bien. Disfruta tu tiempo con la señora
Solomon, entonces. Envíame mensaje, llámame o dile a Melissa si no te la pasas
bien aquí.
— ¡Christian! Honestamente, me las puedo
arreglar. Ve, haz tus tratos comerciales y luego regresa a mí, —murmura.
— Sí, señora Grey. ¿Me estás ordenando?
— La parte acerca de que regreses a mí…
sí, —dice con una sonrisa de suficiencia.
— Hablaremos de esa sonrisa esta noche,
en nuestra cama, o posiblemente junto a la chimenea o en algún lugar que
escoja.
— Bien entonces, señor Grey. Si mis
órdenes son dignas de tu pasión, debía darte más, —comenta.
Tomo su mano y la beso con pasión antes
de irme a la reunión. Taylor me sigue.
En la reunión están los viejos ricos de
Nueva York, así como también los nuevos más fuertes multimillonarios hechos a
sí mismos con los programas de computación de la costa oeste que tienen una más
fuerte posición financiera porque controlan a mucha de la población mundial con
sus productos. Durante la reunión, miro furtivamente a Taylor que mueve
ligeramente la cabeza para hacerme saber que todo está bien. Mi celular está
silencioso. No hay llamadas ni mensajes de Ana. A pesar que la reunión durará
solamente treinta minutos, estoy ansioso como si algún peligro inminente
estuviera esperando afuera.
A los veinte minutos de la reunión, la
mano de Taylor va a su oído como para oír mejor la radio. Sus ojos se abren por
un segundo, pero lo noto. Sacudo ligeramente la cabeza en un gesto para
preguntar lo que está pasando. Taylor camina lentamente hacía mí y se inclina—.
Aparentemente, a la señora Solomon se le ha roto la fuente y la señora Grey
está con ella en uno de los cuartos.
— ¿Sola? —Pregunto.
— No, Melissa está con ella, Sawyer está
esperando en la puerta. Pero… —se detiene.
— ¿Pero qué? —Siseo.
— El único médico que hay es la señorita
Laura Richards.
— ¡Mierda! —Me levanto bruscamente—.
Discúlpenme caballeros, —digo—. Espero que podamos continuar nuestra reunión
mañana a la hora de la comida. Me disculpo por tener que interrumpir antes de
tiempo, —digo y me dirijo a la salida.
— ¿Está todo bien, Grey?
— Sí, —digo y salto con Taylor.
— ¿En qué cuarto? ¿Por qué no me
llamaría?
— La señora Grey era la única persona con
ella. Cuando a la señora Solomon se le rompió la fuente, se lo dijo a Melissa.
La ayudaron a ir a un cuarto y Sawyer fue por su esposo. Aparentemente, la
señorita Richards estaba cerca y vio como la señora Solomon rompía aguas.
— Que oportuna, —siseo.
Doctora Lauren Richards
Encontramos a Sawyer después que Taylor
lo llamó. Está en la puerta con otros dos hombres.
— Servicios de protección para el
senador, —murmura Taylor—. A nadie se le permitió entrar.
— Saca a la señora Grey de ahí, —murmuro—.
¿No llamaron a una ambulancia?
— Estoy seguro que ya alguien lo hizo,
pero sí el parto ya se inició, sería mucho más seguro que la señora Solomon
esté aquí hasta que el bebé nazca en lugar de estar en camino con nieve y
hielo. A menos que vean un peligro potencial.
Taylor llama a Melissa e intercambian
algunas palabras—. La señora Grey sostiene la mano de la señora Solomon y
aparentemente instruyéndola con su respiración. No viene.
— ¿Dónde está el senador Solomon? ¿Por
qué no está él ayudándola? —Digo furioso.
— No lo sé, señor. —Llama a Melissa
nuevamente. Después de su breve conversación voltea hacia mí—. Aparentemente,
la visión de la sangre enferma al senador. Así que, está ahí, pero caminando
nerviosamente por la alfombra en lugar de apoyar a su esposa.
El grito de dolor de una mujer llega a
nuestros oídos. Dos voces femeninas distintas, una suena como como un calmado murmullo
y la otra instruyéndola para pujar. Otro grito perfora mis oídos.
— ¡Pasando! ¡Cedan el paso! ¡Cedan el
paso! —El grito viene de atrás. Los socorristas vienen con una camilla y equipo
médico a toda prisa. La puerta es abierta por los hombres del senador para
permitir la entrada de los médicos. Puedo ver a mi esposa sosteniendo la mano
de la señora Solomon y acariciando su cabello mientras le está susurrando algo
que la tranquiliza. Lauren Richards está al otro lado de la mujer. También ella
me ve. Una breve sonrisa irónica revolotea por sus labios mientras sus ojos se
fijan en Anastasia y luego se enfoca en su tarea dando órdenes a los médicos.
— El parto ya está en progreso. La cabeza
del bebé ya está posicionada y es inseguro mover a la paciente. ¡Tendremos que
atender el nacimiento aquí! —Grita con profesionalismo mientras los de
seguridad cierran la puerta.
— ¿Cuánto tiempo? —Le pregunto a Taylor.
— ¡No tengo idea, señor!
Dos horas de paseo enfrente de la puerta
y solo da paso a gritos. Treinta minutos después, un fuerte grito como si la
señora Solomon estuviera dando la vida, luego, primero nada, silencio absoluto
y finalmente roto por los gritos del recién nacido.
— ¡Buena chica! ¡Lo hiciste! —Oigo gritar
a Ana. Otros cuarenta minutos después la señora Solomon sale en silla de ruedas
en compañía de los médicos con su bebé abrigada. Hasta que el senador sale, los
guardias permanecen en la puerta. Abro la puerta donde encuentro a Anastasia
hablando con la doctora.
— Ana, —la llamo.
— Saldré en un momento, Christian.
—
Ahora, —digo tratando de no parecer que ordeno, pero fallando.
— Saldré enseguida señor Grey. Estoy
hablando con la doctora de la señora Solomon, —dice. Lauren nos mira a uno y
otro. Mis labios cerrados en una línea sombría.
Melissa parece alarmada y esa es mi señal
para sacar a Ana del cuarto.
— Quizás deberíamos permitir que la buena
doctora pueda ordenar el lugar. Debe estar agotada después de atender el parto.
— No lo creo, Christian. Acaba de decirme
que tiene mucha resistencia física.
Miro a Lauren estrechando los ojos. Luego
miro a Anastasia. No es estúpida. Tiene la mirada de complicidad en su cara—.
La buena
doctora y yo tenemos más en común de lo que parece, —dice Anastasia
enfatizando la palabra ‘buena’—, acaba de decirme eso.
— No tienes nada en común con ella. —Digo.
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— No estoy segura de eso. Parece que te conoce.
—Añade Ana dejando en claro que conocerme no significa que se refiera a
mi nombre.
— La única persona que me conoce
aquí en todas las formas que importan, eres tú Ana. —La mirada que le
dirijo a Lauren es gélida, asesina incluso. ¿Cuándo dejará el pasado de
colisionar con mi futuro?
— Todo es lo mismo. Me gustaría que me
dieras unos minutos, Christian. Por favor, —dice con mirada acerada.
— Dos minutos.
— Cinco, —dice Ana y su palabra no es
negociable. Me vuelvo sobre los talones y cierro la puerta detrás de mí.
Oigo que la cerradura gira. ¡Mierda!
Golpeo la puerta cerrada con la mano—. ¡Haz que Melissa abra la puta puerta! —Siseo.
— ¡Sí señor! —Responde Taylor. Cuando
termina de hablar con ella, me mira—. Este es un cuarto privado, señor. Tiene
una llave separada en el interior. La señora Grey tomó la llave y la tiene en
la mano, señor.
— ¡Haz que Melissa me llame! ¡Quiero
saber que se está diciendo! —Asiente. Diez segundos después mi celular vibra.
— ¡Si tienes algo que decir doctora,
escúpelo! —Ordena Ana.
— Solo me preguntaba que clase de magia
negra usaste para asegurarte la atención del señor Grey cuando muchas antes que
tú no pudieron. Me pregunté que te hizo insustituible y al resto de nosotras,
desechables. Pero ahora veo la razón y me pregunto cuanto durará. —La voz es
despectiva.
— El hecho es que no entiendes
suficientemente la razón del porqué ninguna de ustedes fue para mi marido. No
te debo ninguna explicación, ciertamente a alguien de la pila de descarte de mi
marido. Pero te la daré de todos modos.
— Eso será interesante. Tengo todo lo que
un hombre pueda desear. Belleza, talento, clase, inteligencia y de hecho tengo
una carrera que no hubiera sido posible son la ayuda de otro hombre, —se burla
de Ana refiriéndose a su posición como editora.
— Esto viene de una mujer que hizo su
carrera de medicina con el dinero que mi marido proporcionó. Creo que le debes
tu carrera y a cualquier otro que tenga la correa en tu cuello. Yo, sin
embargo, fui a la universidad, obtuve mi propio trabajo y me enamoré.
— ¿Enamorarte? —Se ríe Lauren—. ¡Todas lo
hemos amado! Pero ninguna de nosotras fue lo suficientemente estúpida para
embarazarse.
— Mi marido me embarazó después
de haberse casado conmigo, no antes, —dice Ana, pero se calla como si
hubiera tenido una revelación—. Sé lo que estás tratando de hacer, doctora.
Conozco el significado de tu audacia. Estás enojada conmigo porque estoy
locamente enamorada de Christian Grey y el corresponde mi amor. Pero eso no es
lo que estás haciendo. Hay más que esto…
— ¡No sé de lo que estás hablando! —Sisea
Lauren. Conozco el rechazo cuando lo veo, y esto suena como una mentira.
— Quieres que me enoje para que reaccioné
con rabia. Después de todo, este es un evento con los más importantes del
mundo. Pero no lo puedes hacer por ti misma. No lo mereces. Sé qué para
provocar un gran incendio, todo lo que necesitas es un parpadeo. Tú eres ese
parpadeo. ¡Quienquiera que te haya puesto en este lugar, estás bajo su pene y
su látigo y decirle que puede penetrarte! Ese hombre de ahí afuera. —dice
levantando la voz y puedo oír su tacón haciendo clic con confianza—. Es MI marido.
Solo sacamos la mierda. ¡Por lo que puede verse, ya apestas! ¡Melissa! ¡He
terminado de oler esta mierda! ¡Abre la puerta y permite que su propio
recogedor se quede con ella! —Ordena.
— Con sumo placer, señora.
Cuando la llave se mueve y se abre la
puerta, me vuelvo a Taylor—. ¡Quiero saber quién la encumbró a esto!
— Sí señor.
— ¿Ana? —La toma del brazo.
Está rígida, pero me dirige una sonrisa
forzada—. Ahora estoy lista para ir a casa, Christian.
Volteo alrededor y la mirada que le
dirijo a Lauren es que pagará por esto. Baja la mirada, pretendiendo estar
ocupada limpiando sus brazos con una toalla.
Nos disculpamos por no asistir al coctel
ya que todos han oído que la señora Solomon dio a luz y Anastasia la estuvo
ayudando. Es admirada entre los de la alta sociedad. No hay duda que leeremos
sobre esto mañana. Ana va silenciosa mientras vamos a la SUV.
— Ana, háblame… —suplico. Permanece
callada. El viaje a nuestro apartamento es doloroso. Permanece mirando por la
ventana la oscuridad—. ¡Ana, por favor! No tenía idea de que pudiera estar ahí.
Me permite sostener su mano, pero sigue
mirando por la ventanilla. Cuando llegamos a nuestro apartamento, los elementos
de seguridad se dispersan rápidamente hacia la oficina de Taylor como ratas que
abandonan el barco que se hunde.
— Ana, háblame, —ruego.
— ¡Christian, tienes que avisarme antes
que me encuentre con esas perras por ahí! —Dice con apenas contenida ira—. No
sabía que alguien a quien hubieras follado anteriormente se presentaría en uno
de los eventos más exclusivos.
— ¡No hubiera podido acercarse a ti si la
señora Solomon no hubiera iniciado su labor de parto y la siguieras para
ayudarla!
— ¿Así que sabías que esa mujer estaba
ahí? —Su voz es acusadora.
— Fui apenas informado antes que
llegáramos. No tenía permitido acercarse a ti. Quiero separarte de mi pasado,
nena. Sabes que tengo un pasado. No te lo he ocultado. ¡Y tampoco me puedes
ignorar, especialmente en situaciones como esta!
— Christian, necesito tener mi propia
opinión. No puedes hablar por mi todo el tiempo, especialmente cuando nos
concierne a ambos. No soy debilucha.
— No, ciertamente no lo eres.
— Quiero que sepan que eres mío tanto
como soy tuya, —dice y luego cierra los ojos y hace una profunda inspiración
temblorosa. Luego abre sus ojos imposiblemente azules, ampliamente.
Esa mujer es la herramienta de alguien.
Lo puedo sentir en los huesos. Porque vi el miedo en sus ojos. Si es doctora,
no trataría de hacer una escena justo después de ayudar a la esposa de un
senador a dar a luz, darse a conocer de esa manera—. No te preocupes con esas
ideas. Estoy seguro que leyó que estábamos en Nueva York, tu embarazo, y estar
celosa por las muchas mujeres que no pudieron conquistarme. No creo que
estuviera pensando razonadamente. Debe haber sido la ansiedad del nacimiento y
teniéndote tan próxima. Tienes ese efecto en la gente, lo sabes. Solo tú puedes
pulsar todos los botones de una persona.
— ¿Te estás quejando por proteger lo que
es mío, señor Grey? —Dice cruzando los brazos.
— No, nena. Se me hace agua la boca. Me
encanta cuando declaras tu amor y deseo por mí. Tu marca de propiedad. ¡Es
cachondo! Pero de ahora en adelante, déjame manejar esto.
— No puedo hacer esa promesa. Después de
todo, eres mi hombre.
— Demuéstrame que tan suyo soy, —susurro
lascivamente.
— ¡Todavía estoy enojada contigo!
— Lo sé. Pero el sexo enojado puede ser
abrumadoramente apasionado. Muéstrame que tan enojada estás conmigo.
— ¡Muy enojada!
— ¿Qué tan enojada? —Susurro, mis labios
están solo a un suspiro de los suyos.
— Exageradamente más allá de enojada…
— Muéstramelo, —la reto.
Pone sus palmas en mi pecho y me empuja
hasta que no puedo ir más lejos. Estoy clavado entre mi muy enojada mujer
embarazada y la pared—. Increíblemente, apasionadamente, abrumadoramente loca y
locamente enamorada, —dice antes de tomar mis labios.
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