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Thursday, August 1, 2019

Libro IV - Capítulo XX: CINCUENTA SOMBRAS DE GREY - CHRISTIAN Y ANASTASIA


CAPÍTULO XX
Las llaves a mi corazón
En ese libro que es
Mi memoria. . .
En la primera página
Ese es el capítulo cuando
te conocí
Aparecen las palabras. . .
Aquí comienza una nueva vida.
 - Dante Alighieri - La Vita Nuova
Traducido y editado por María Teresa Camp Gozalbo


— ¡No, no, no! —Anastasia impide que el tipo de la empresa de mudanzas cuelgue el cuadro que compramos en la estancia equivocada. Mi esposa quiere supervisar personalmente la ubicación de cada mueble que escogimos juntos y por supuesto, los cuadros que compramos. Lo único que no estoy contemplando es la ubicación de la foto en blanco y negro que José el fotógrafo tomó—. ¡Christian! ¡Está tan… allí! —Hace un gesto nervioso con su mano mirando su foto sobre la gran chimenea.
— ¡No voy a ceder en esto! Me encanta mirar tu foto, y va a estar en nuestra sala.
— ¡Pero, todos la van a ver, Christian!
— No todos, solo nuestra familia. Eres el centro de mi universo, ¿por qué no tendría que tener una imagen tuya en el centro de nuestra casa?


Foto de Anastasia tomada por José Rodríguez
— Nuestra casa… —susurra reverencialmente—. Es nuestro hogar ¿no es así? —Dice acariciando distraídamente su protuberante vientre, protectoramente. Doy dos pasos hacia ella y cierro la distancia entre nosotros. Envolviendo mis brazos sobre su mano en el vientre y la otra sobre sus amplios pechos. Mi mujer. Mi hogar. Ella personifica todo lo que es valioso para mí. Bajo la cabeza a su cuello e inhalo su aroma.
— ¡Oh, señora Grey! ¡Cuánto te amo, nena!
— ¿Solo a mí? —Pregunta fingiendo decepción.
— A ti y a Bip. Pero tú eres el amor de mi vida. Es diferente al amor por nuestro hijo. El Pequeño Amo de la Señora Grey.
— ¡Ah! El lunes tenemos cita con la doctora Greene. Si el bebé está correctamente posicionado, sabremos su sexo. Quiero que tengamos la oportunidad de escoger el nombre del bebé —dice con entusiasmo.
— Primero vamos a averiguar que vamos a tener. Luego escogemos el nombre, —le recuerdo. ¡Nombres! Sugirió que revisara el historial de mi familia biológica y lo viera. Sé que quiere que haga las paces con mi horrible temprana infancia, pero no quiero tener nada que ver con esos cabrones.
— Señor Grey, señora Grey, —dice la señora Taylor, aclarando su garganta. Siento alivio—. Están entregando el árbol de Navidad y es bastante grande. ¿Dónde quiere que lo pongan?
— ¿Árbol de Navidad? —Pregunta Ana asombrada.
— Sí, esta es nuestra primera Navidad y está a nueve días. ¿Estás segura que quieres celebrar la Navidad aquí? Nuestra familia es numerosa. Mis padres, abuelos, hermanos, sus parejas, tu padre y los padres de los Kavanagh…
— Oh, papá es posible que no pueda venir. Quizás vaya a ver a José y a su papá porque no tienen a nadie más con quien pasar la Navidad.
Frunzo el ceño. ¿Prefiere pasar la Navidad con José y su papá antes que con su hija? —. ¿Cómo te sientes por eso?
— Podría invitar a José y al señor Rodríguez, pero creo que no quieren imponerse. Así que, he decidido que sería lo mejor que este año le dejáramos pasar la Navidad con su mejor amigo para hacerle compañía y pudieran visitarnos la próxima Navidad… tú sabes, —dice sonriendo, manteniendo su mano sobre su vientre—, en la primera Navidad del bebé. —Asiento sin palabras.
— Bueno, señora Grey, cuento… —Digo entornando los ojos, cuatro de nuestra familia y cuatro de la familia Kavanagh—, un total de diez invitados. Habrá doce de nosotros. Apenas nos estamos cambiando.
— Ayudaré a la señora Grey, señor. Jason y yo pasaremos la Navidad aquí y también cocinaré para Sawyer, Ryan y la señorita Tiber, —dice la señora Taylor. Ana me sonríe, y dándome la mirada de ‘te lo dije’.

       
           Jason Taylor                Luke Sawyer                           Ryan                   
   Melissa Tiber
— Mira, Gail y yo hemos planeado todo. Vamos a decidir dónde pondremos el árbol de Navidad, —dice emocionada, tirando de mi mano. Cuando ve el árbol de Navidad sus ojos se abren desmesuradamente—. ¡Humm, guau! Christian, ¡este es como el árbol que ponen en la Casa Blanca! ¡Es enorme!
— ¿No te gusta? —Le pregunto preocupado.
— Sí… supongo. Nunca he tenido un árbol propio. Quiero decir que cuando era pequeña, mamá ponía un árbol, pero era… pequeño. Kate y yo nunca nos molestamos en poner árbol porque siempre se iba con sus padres, y yo iba a ver a Ray o a mamá. —Se muerde el labio inferior y le cuesta tragar. Sé que no tenía mucho que celebrar viniendo de una familia divorciada, siempre teniendo un padre ausente durante las festividades. Cuando sus ojos comienzan a empañarse, pospongo darle los regalos que compré.
— ¿Dónde quiere que ponga el árbol, señora Grey? —Pregunta Taylor. Ya abrieron las puertas encristaladas y logran arrastrar el árbol adentro de la casa.
— ¿Qué te parece si lo ponen justo ahí, Christian? —Pregunta Anastasia emocionada. Apunta con el índice el lugar cerca de la pared de cristal que da la vista hacia el Sound.
— ¡Perfecto! —Digo sin quitarle los ojos de encima. Sonríe. Durante la siguiente media hora, indica a los trabajadores la exacta ubicación donde quiere que el árbol quede colocado. Nunca antes la había visto en modo hogar, y es un espectáculo para la vista. Cuando el árbol ya está apropiadamente colocado y los trabajadores se retiran, me doy vuelta hacia ella.
— Creo que es hora de poner tus primeros adornos en nuestro primer árbol. —Le entrego dos cajas. Sus ojos se abren ampliamente y prácticamente me arranca las cajas de las manos.
— Si hubiera sabido que te harían emocionarte de esta manera, te las habría dado antes, —reflexiono. La primera caja que abre me la recompensa con un fuerte suspiro. El primer adorno que tiene en sus manos es nuestro primer beso como marido y mujer tallado en cristal y creo que el artista hizo un gran trabajo representándonos, a pesar que ningún artista puede plenamente capturar la belleza de Anastasia: ‘Primer beso, primer amor, primera Navidad’ está escrito en el soporte de vidrio que sostiene nuestras estatuillas.
— ¡Marido, ¡eres el más romántico! ¡Me encanta! —Dice una vez que es capaz de poner sus palabras en secuencia.
— ¿Dónde te gustaría colgarlo? —Pregunto.
— Creo que quiero que todos vean esto. Así que… —Dice caminando alrededor del árbol, y luego regresando para tener para tener una completa visión para localizar el mejor lugar para ponerlo—. ¡Ajá!  —Exclama, y pone el adorno en un lugar visible en el árbol.
— Abre la siguiente, —le ordeno. Con dedos temblorosos, abre la siguiente caja. La vista de su cara es algo digno de contemplarse. Mira la caja que contiene el siguiente adorno, después a mí y después al adorno de nuevo. Sin decir nada, pone sus brazos alrededor de mi cuello y me jala la cabeza para besarme.
Cuando nos paramos los dos estamos sin aliento—. ¡Señora Grey! Me encanta tu reacción a mis regalos. Me aseguraré de darte regalos con más frecuencia solo para ver esa expresión en tu cara… —Sonrío oscureciendo la mirada. Se seca los ojos con el reverso de la mano y luego mira el adorno nuevamente. Lo mantiene cerca de su corazón como si fuera el más preciado regalo que haya recibido.
— ¡Me fascina! —Susurra—. ¡Lo amo muchísimo! ¡Y te amo! ¡Gracias! —Su voz es agradecida, sincera y completamente asombrada.
Levanta el adorno. Es una cigüeña volando, llevando un paquete un paquete en forma de corazón con una huella azul y otra rosa estampada con una inscripción que dice: ‘AMOR antes de la primera vista’ . Lo cuelga al lado de nuestras figuritas.
— ¡Gail! ¡Señora Jones, quiero decir señora Taylor! —Grita.
— Sí, señora —Gail llega discretamente por detrás.
— ¿Me podría ayudar a decorar el árbol? —Le pregunta.
— Por supuesto señora.
— Anastasia, no te quiero en las escaleras tratando de llegar a la punta de un árbol de cuatro metros.
— ¡Pero quiero hacerlo, Christian!
— ¡No! He contratado profesionales que te lo vienen a decorar. Los puedes supervisar para tranquilidad de tu corazón, pero, ¡no quiero que mi esposa embarazada trabaje decorando un árbol enorme! Gracias, señora Taylor, —le digo a Gail despidiéndola.
— ¡Christian, no me lo impidas! Quiero decorar mi primer árbol.
— Puedes ayudar con las ramas bajas. Pero, que Dios me ayude Ana, si te veo cerca de una escalera, te pondré sobre mis rodillas —Siseo en voz baja.
— ¡No te atreverías! —Dice mirándome con mirada desafiante.
— ¿Me estás provocando, señora Grey? —Pregunto levantando las cejas—. Sabes que has tenido baja presión arterial, y apenas estás saliendo de las náuseas. No me voy a arriesgar. ¡No te vas a arriesgar! Si quieres, llamo a la doctora Greene ahora mismo. Conoces la lista de lo que puedes hacer y lo que no. Quiero a mi esposa a salvo y segura y a nuestro hijo hasta el término, metido en la barriguita de su mamá si podemos ayudar, —digo acariciando su vientre con suavidad.
— Está bien… —Susurra—. Lo siento por ponerte nervioso. Quiero ser la única que ponga todos y cada uno de los adornos en el árbol y cada elemento a donde corresponda en nuestra casa.
— Ana… Nena… Nadie puede hacerlo solo. No en una casa de este tamaño. Elegimos los muebles, accesorios y cuadros juntos. Hemos tomado decisiones sobre cada pilastra, baldosa, ventana, pared y detalles arquitectónicos de nuestro hogar. No sé qué tan personal pueda ser todo eso. Tenemos muebles muy pesados. Necesitamos mucho personal para colocarlos en su lugar. No quiero que mi esposa trate de hacer el trabajo pesado.
Suspira—. Lo sé. Solamente me he mudado a un apartamento con Kate y eso era solo un espacio pequeño y después, por supuesto, nos mudamos al condominio de Kate en Seattle. Pero, no teníamos mucho que llevar, y Elliot nos ayudó. Todavía estoy tratando de acostumbrarme a tener tanta ayuda, Christian.
— Tienes que acostumbrarte, nena. Es lo que es. Es imposible administrar una casa de este tamaño sin ayuda. Es tres veces más grande que nuestro apartamento en Escala y tenemos mucho terreno que mantener. Esto significa que también tendremos jardineros.
— ¿Todos los días? —Pregunta sorprendida.
— Tal vez no todos los días, pero posiblemente dos o tres veces por semana. Hay árboles, arbustos, plantas, césped y muelle que deben mantenerse.
— De acuerdo, —acepta—. ¿Vamos a quedarnos en nuestro nuevo hogar esta noche? —Pregunta esperanzadoramente.
— Bueno, nuestra recámara está lista, pero no estoy segura de que la señora Taylor tenga la cocina lista para usarse. Supongo que podemos pedir comida a domicilio y pedirle a la señora Taylor hacer compras para el desayuno de mañana si tienes el deseo de pasar la noche en nuestro hogar. La seguridad ya está lista. La casa ya está siendo monitoreada.
— ¿Significa eso que nos quedamos? —Dice brincando y aplaudiendo.
— Si eso es lo que quieres, sí.
— ¿Podemos encender la chimenea y dormir frente a ella y cerca del árbol de Navidad? —Pregunta.
— ¿No quieres estrenar nuestra nueva recámara esta noche? —Murmuro un poco decepcionado.
— Bueno… —Dice mirando alrededor, tratando de asegurarse que nadie está oyendo, entonces se inclina y susurra—. He tenido esta fantasía… Sé que es rara, pero cuando Charlie se estrelló, —dice con la voz quebrada—. Estaba muy angustiada. Entonces mi mirada se centró en la chimenea y pensé que nunca hicimos el amor frente a la chimenea. Y juré que haría eso contigo cuando regresaras. Pero, nunca cumplimos esa fantasía en Escala. Así qué, creo que el primer lugar en que hagamos el amor debería ser frente al centro de nuestra casa y cerca del árbol de Navidad.
Un soplo de aire silba entre mis dientes—. Señora Grey, ¿Tiene alguna idea de lo excitado que estoy en este momento? Tengo en mente vaciar esta casa en este momento para cumplir esta fantasía. Pero, nuestro árbol aún no está decorado. Vamos a decorarlo hoy, y hacer de esta estancia, un hogar. —Luego me volteo y llamo a Gail—. ¡Señora Taylor!
Viene con pasos enérgicos a la sala con un mandil atado a su cintura—. Sí, señor Grey, —contesta amablemente.
— Vamos a pasar la noche aquí. ¿Hay suficiente comida para la cena y el desayuno?
— La cocina aún no está terminada del todo, señor. Pero ciertamente puedo traer comida del Escala. He preparado una poca, y podemos abastecer la despensa en las próximas pocas horas.
— Gracias, señora Taylor. Sí, por favor y abastezca la despensa.

— Ven, —digo tirando de la mano de Anastasia. El centro de control de la casa es una obra de arte, y de súper-alta tecnología. Solo Ryan está a cargo del centro de control. Está mirando monitores y verificando las idas y venidas.
— ¿Dónde está Taylor? —Pregunto.
— Está asegurándose que los que están viniendo a la casa son los que supuestamente deben estar aquí, y no entrar sin haber sido requeridos. Lo llamaré, señor. —Asiento—. Taylor, al señor Grey le gustaría verte en el Centro de Control, hablo por la radio en su manga—. ¡Gracias T! —Responde a la pregunta de Taylor—. ETA es tres minutos, señor (ETA, estimated time of arrival, tiempo estimado de llegada por sus siglas en inglés).
Cuando Taylor llega la oficina, es evidente que ha estado bajo el sol caribeño por algunos días. Está bronceado y luce aún más saludable. Taylor está vestido de traje incluso en este día tan ocupado—. Sí, señor Grey—, me saluda tan pronto entra a su oficina, renombrado por los de seguridad como ‘Centro de Operaciones’—. ¿Vienen los decoradores del árbol hoy? —Consulta la agenda en la Tablet—. Hoy tenemos todas las entregas, y el monitoreo se está haciendo ahora mientras hablamos, señor. Ah, y sí, la decoración del árbol de Navidad es hoy. Deben llegar en cuarenta y cinco minutos. Los chicos del árbol estarán aquí antes de lo previsto, —dice frunciendo el ceño—. Llamaron para conseguir ayuda adicional. Tengo que verificar a estos sujetos antes de la entrega. —Lo miro para ver si hay sospechosos en curso. Imperceptiblemente mueve la cabeza una vez, para indicarme que todo va bien. Pero no pasa desapercibido para Anastasia—. Los decoradores están trabajando en todas las estancias ahora, señor.


— Quiero que primero hagan la sala de estar y decoren el árbol de Navidad. También quiero una pequeña área de asientos cerca de la chimenea. Almohadas, tapetes afelpados, de colores cálidos. Algo suave, confortable y lo suficientemente elegante para tumbarse y descansar. —Anastasia se ruboriza intensamente.
— Sí señor. Los instruiré de inmediato, —dice impasible, luego asiente a Anastasia—. Señora, —y se va apresuradamente con pasos resueltos.
Cuando saco a Anastasia del Centro de Control, me vuelvo hacia Anastasia con mirada oscurecida—. Así que, señora Grey, —digo ardiendo mientras fijo mi mirada en ella—. Puedes hacerte cargo atrevidamente por haberme calentado por la petición de hacerte el amor enfrente de la chimenea en nuestro nuevo hogar por una fantasía oculta que habías escondido de mí, —simulo con reproche mientras tomo su barbilla para que me mire—, pero no puedo dar instrucciones a mi jefe de seguridad que cree ese ambiente para hacer esa fantasía realidad.
Se muerde el labio inferior meditando. Tiro de su barbilla para que deje de mordérselo—. Estoy avergonzada con Taylor —murmura.
— Ana, saben lo que hacemos. Eres mi mujer. Mi mujer… No hay nada de malo en que sepan que le hago el amor a mi propia esposa, —digo con arrogante orgullo masculino. A todos nos gusta marcar nuestros territorios. Es mi esposa y mi territorio. Si a alguien no le gusta la idea, pueden irse a la mierda.
Taylor entra con una morena eficiente, bien vestida y bien arreglada con almohadas en los brazos. Dirige a un grupo de asistentes—. ¡Señor Grey! —Dice efusivamente mientras entrega las almohadas a otra asistente—. Ángela, el señor Taylor te mostrará el lugar donde debes ponerlas, —ordena y voltea hacia mí con una sonrisa practicada—. El señor Taylor nos pidió que arregláramos un área acogedora de asientos junto a la chimenea de acuerdo a su petición, —dice ignorando completamente a Anastasia—. ¿Le gustaría que arregláramos los asientos más cerca de la chimenea? Podemos traer un par de sillas y otomanas para crear un ambiento cálido y acogedor, —añade con sonrisa afectada.
— En absoluto es lo que queremos —dice Anastasia en tono ambiguo, pero dominante. ¡Aleluya! Finalmente, su diosa interior exterioriza su voz—. Y bueno, ¿quién es usted? No recuerdo haberla contratado, —La reprende Anastasia. Su espalda se alarga, parece más alta, y se hace cargo de la situación de inmediato.
— Soy Susanne Stillfield de Bouvier Design Studio. Soy una de las socias. Usted ha estado tratando con Allison Bouvier, pero ha tenido que volar a Atlanta debido a una emergencia familiar. Apenas acabo de revisar los diseños, pero no he tenido posibilidad de estudiar los cambios finales que ustedes dos han estado discutiendo, —dice extendiendo su tarjeta de presentación a Ana.
— ¿Es común en su empresa la práctica de cambiar a un diseñador en el último minuto?
— No señora. Me disculpo por la confusión, —contesta la señorita Stillfield entristecida—. La madre de la señorita Bouvier tuvo un ataque cardíaco esta mañana temprano. Está en estado crítico, pero estable. Tuvo que irse y desafortunadamente no me dejo ninguna nota para los cambios que pudiera ordenado usted. Pero tenemos todos los muebles aquí. Es cuestión de reacomodarlos, estoy segura de poder hacer eso fácilmente.
— Sí, eso estaría bien, pero, ¿dónde está la asistente de la señorita Julia? Ella conoce todos los planos, —afirma Anastasia. De alguna manera sé que Anastasia está probando a esta nueva diseñadora. ¡Chica lista!
— ¿Julia? Julia Clifton es su asistente, señora Grey. Está supervisando la disposición de las recámaras de arriba, señora. Estaré más que complacida de ayudarla si me permite saber que cambios requiere. —Dice ahora en completa sumisión a Anastasia.
Ana sonríe y Ana se pone a cargo de la nueva diseñadora como una profesional. ¡Está en completo modo dominante y es jodidamente excitante!

Después que el último trabajador se marcha y las rejas son cerradas y hemos hecho nuestra primera comida en nuestro hogar con utensilios de picnic, tomo la mano de mi esposa y la llevo a la sala. Las lámparas del techo están apagadas; las luces parpadeantes de nuestro árbol de Navidad, la chimenea crepitante y las velas alrededor de la estancia brindan un ambiente acogedor y cálido, así como también muy excitante.
— ¡Oh, Christian! ¡Esto es increíble! Absolutamente sensual… —susurra. Mis ojos están puestos en mi esposa, no puedo menos que estar de acuerdo con ella.
— Sí, eres tú.
— Gracias por hacer de esta casa, nuestro hogar. Una casa muy acogedora.
— Para mí, nena, dondequiera que estés es, es mi hogar. Una casa se convierte en hogar porque estás tú.
— Christian, dices las cosas más románticas, —dice y me jala hacia ella. Sus manos se cierran alrededor de mi cuello, y sus labios se levantan hacia los míos.
Su beso es urgente y demandante; posesivo incluso. Su lengua acaricia la mía con suaves caricias, instándome a que me haga cargo de ella, que la consuma, que la ame. Hunde sus dedos en mi cráneo y exige fusionar nuestros cuerpos.
— ¡Guau! ¡Ana! Espera… —La paro antes que vaya más lejos.
— Pero, ¡te deseo! —Gimotea.
— También te deseo, nena. Pero, hay algo que quiero darte primero.
— Ya me diste dos cosas.
— Sí, pero esta es diferente. —Me mira con curiosidad. La antigua Anastasia estaría quejándose por estarle dando un regalo. Ahora que entiende completamente que somos pareja, marido y mujer, no los ve más que como una muestra de mi amor. Le entrego una cajita envuelta en papel café y atada con un simple cordel. No soy bueno envolviendo cosas. El paquete está acompañado por una carta que escribí para ella. Abre la carta primero.

Anastasia mi amada esposa,

He luchado mientras te escribía esta misiva tratando de poner mis sentimientos en papel. No, la tarea no es ardua, pero las palabras no son suficientes ... el amor ... aunque siento que esta palabra es inadecuada para describir ese sentimiento agitado, posesivo, tormentoso que tengo por ti. Es tan frecuente, tan singularmente supremo que me duele y me causa dolor en el corazón... Te quiero endemoniadamente muchísimo, eres el primer pensamiento cuando me despierto y el último cuando me voy a dormir. Te extraño cada segundo que estás lejos de mí. Si te amara más, no creo que pudiera funcionar correctamente. Pero la felicidad, la alegría que siento al ofrecerte mi amor es tan vasta como el Océano Pacífico. La alegría que me da es indescriptible: la euforia se acerca. 

Cuando Pablo Neruda dijo: “Te amo sin saber cómo, cuándo o dónde. Te amo simplemente, sin problemas ni orgullo: te amo de esta manera porque no conozco otra forma de amar sino esta, en la que no hay yo ni tú, tan íntimo que tu mano sobre mi pecho es mi mano. tan íntimo que cuando me duermo tus ojos se cierran," sus palabras se acercan a expresar lo que siento por ti.

Cuando decidí la tarea de tener nuestro hogar... qué expresión tan encantadora, nuestro hogar terminado a tiempo para Navidad, sabía muy bien que solo te estaba dando algo que el dinero puede comprar. Pero tu presencia en nuestro hogar como mi esposa, la madre de nuestro hijo, es algo completamente invaluable. No soy un hombre de muchas palabras, pero eso ya lo sabes. Sin embargo, mis sentimientos por ti hacen resaltar a esta persona locuaz con la esperanza y elegante gusto discriminatorio, alguien que puede organizar palabras como los poetas de la antigüedad para evocar sentimientos por ti como un volcán explosivo.

Así que, aquí estoy, tomando prestadas las palabras de un gran poeta que está expresando perfectamente mis pensamientos al entregar las llaves de nuestro hogar en manos de mi amada esposa.
Caminando por bosques o playas, a lo largo de lagos ocultos, en latitudes salpicadas de cenizas, tú y yo hemos recogido trozos de corteza pura, trozos de madera sujetos a las idas y venidas del agua y el clima. De esas reliquias suavizadas, entonces, con hacha, machete y navaja de bolsillo, construí estas amontonadas pilas de amor de madera, y con catorce tablas construí casitas para que tus ojos, que adoro y les canto, puedan vivir en ellas.
Ahora que he declarado los fundamentos de mi amor, te entrego este siglo: sonetos de madera que se levantan solo porque les diste vida. (Pablo Neruda)
Bienvenida a casa, bebé.
Tu amante esposo xoxo

I’m coming home - Skylar Grey

Después de limpiarse los ojos sin ceremonias con el dorso de sus manos temblorosas, abre la pequeña caja y encuentra la llave de nuestra casa. Lo siguiente que sé, es que se arroja hacia mí con suaves sollozos.


— ¡Ana! ¿Qué pasa? ¿Te incomodé? ­Pregunto, preocupado.
— ¡No! ¡Tú… dulce, amoroso esposo! ¡No tienes idea cuanto tus palabras me hacen feliz!
— Puede que tenga la inclinación, —sonrío, aliviado—. Ahora, acerca de tu fantasía…
— Christian, quiero que me hagas el amor cerca del fuego, en el corazón de nuestro hogar… —murmura.
— Con mucho gusto, —murmuro levantando a mi mujer del piso, tomándola por las caderas para no lastimar su protuberante vientre. Aun así, a pesar que el techo es de dos pisos de altitud en el gran salón, la calidez del fuego de la chimenea, las luces parpadeantes del árbol de Navidad y las velas perfumadas colocadas estratégicamente, dan a la estancia un ambiente muy acogedor. La alfombra de pelo largo es blanquecina, suave como el pelo de oveja, sedosa y hecha de bambú, anti-bacterial e hipo-alergénica para mantener a mi esposa a salvo de los irritantes y asegurarme que estará cómoda cuando le haga el amor en el suelo. Almohadas afelpadas esparcidas atractivamente sobre la alfombra. Cuando la acerco a la chimenea, muy lentamente la pongo de pie en el piso—. Te amo señora Grey, —murmuro ardientemente.
— También te amor, señor… —No la dejo terminar. Mientras sello mis labios en los suyos, trago su palabra fina— …Grey.
Mis manos se apresuran desatando la cinta alrededor de su vestido. Mientras mis labios siguen pegados sobre los suyos, dejo que el vestido se deslice de sus hombros. Nunca pensé que habría algo más embriagante que la vista del tentador cuerpo esbelto de mi esposa. Estaba equivocado. La ligera curva de su vientre embarazado de mi hijo es sexy como el infierno. ¡La quiero para mí…! Siempre la querré para mí porque nunca tuve las relaciones íntimas que me ha brindado con nadie en mi vida, pero el hecho de que la poseo es completamente evidente para todos los que la miran, como si la hubiera marcado desde dentro gritando a todos que ‘es el único amor de Christian Grey’, somos uno… Un amor, es mía y yo soy suyo.


— ¡Te amo, te amo y te amo, Anastasia Grey! —Susurro una y otra vez mientras le beso los labios, a lo largo de su mandíbula, el lóbulo de la oreja y finalmente bajando por su elegante y largo cuello. Inhalo su aroma profunda y largamente. Pero, sabía que Anastasia estaba preocupada porque su embarazo me apagara. La manera en que su cuerpo crecía podía ser factor de rechazo. Pero, nada más alejado de la verdad. Para aclarar este hecho, la llevé de compras para adquirir ropa interior para embarazo. Lo que me sorprendió es que lleva una de esas bajo el vestido envolvente. Solo me di cuenta cuando mis manos hicieron contacto con el encaje de la misma. Lleva el baby-doll blanco de gasa que carece completamente de cubierta sobre sus ahora senos de mayor talla. Mi boca simplemente se seca. Trato de tragar. Pero mi garganta se hace nudo. Anastasia simplemente se ve como un ángel bajado del cielo. Mi ángel. ¡Todo mío! ¡Soy el hijo de puta más afortunado!— ¿Cuándo… —Trago de nuevo. Las palabras me fallan—. ¿Cuándo? —Pregunto.

— ¿Por qué tan sorprendido, señor Grey? Seguramente, como tu esposa, mi objetivo también es complacer…
— Ven… aquí… señora Grey. —Mi voz es suave, pero la orden, para ella es inconfundible.
Las manos de Anastasia van a su espalda, apretándola; endereza su postura e inadvertidamente empuja hacia delante sus muy alegres pechos. Sus pezones son perlas erguidas que se estiran hacia mí, haciéndome señas para acercarme, pidiéndome mi tacto, caricias, chupándolos. Es una sirena; una diosa, y estoy indefenso ante sus poderes. Mi corazón se salta un latido. Cuando me las arreglo para mirar bajo sus pechos, veo que su ombligo es ligeramente visible entre los pliegues de su elegante lencería de encaje. Entre ellos sus apenas visibles bragas y un par de medias blancas a la altura de sus muslos. Todo llamando la atención hacia su sexy figura. Todo gritando que es una mujer deseable, una diosa del placer sexual, fertilidad y conquistadora de un hombre… este hombre: Christian Grey.



— La manera en que esta noche estás, va más allá de comparación, que habrías hecho llorar a los maestros de las antiguas esculturas por el asombro de que había un espécimen de mujer perfecta.
Se ruboriza ante mi mirada—. Christian, estoy lejos de ser perfecta. Tengo muchos defectos.
— No para mí. Tú, señora Grey, estás hecha para mí. Eres perfecta para mí, solo por ser tú. No cambiaría un solo cabello de tu cabeza, nena, —murmuro.
— ¿Entonces te gusta esto? —Pregunta preocupada—. No sabía si mi embarazo te apagaría mientras engordo más… —murmura—. Voy a estar más abultada, —su voz baja todavía más.
— ¿Es esta respuesta suficiente para ti? —Digo, bajando el cierre de mis pantalones y dejándolo caer a mis pies con todo y el bóxer y lo demás. Mi erección salta totalmente extendida, buscando alivio, buscando su cuerpo. Anastasia jadea y da un paso adelante hacia mí. Sus manos rodean mi polla, solo con su toque, mis ojos ruedan atrás de mi cabeza. Las venas en mi falo palpitan como el tambor de la jungla, la cabeza de mi polla se vuelve púrpura por su necesidad de ella. La siguiente sensación que tengo es la cálida punta de su lengua extendiendo la única gota de semen en la punta alrededor de mi polla. Ese simple punto de contacto extiende fuego por todo mi cuerpo, quemándome, consumiendo todo mi ser con deseo. Jadeo con un suspiro tembloroso. Mis labios se abren haciendo una ‘O’. Mis manos la buscan y encuentro su cabeza al nivel de mi polla. Abro los ojos y miro hacia abajo y veo a mi mujer de rodillas sobre una suave almohada roja. La vista de su mirada hacía mí, es mi perdición. Sus senos curvados, sus pezones son pequeñas perlas, erguidos y festivos, mientras el encaje los perfila y una de sus manos está en mi pierna, con sus labios rodeando la punta de mi polla.
Me dirige una sonrisa maliciosa cuando se da cuenta del efecto que tiene sobre mí. Su lengua me suelta y sostiene mi pesada longitud con una mano, y lame mi dolorida punta con movimiento circular, luego se inclina y sigue una vena palpitante con su lengua, y alcanzando ahora mi ahora muy sensitiva punta, ¡agacha la cabeza y traga mi pesada longitud profundamente lo suficientemente duro como para absorber la pintura de una defensa de auto!
— ¡Joooder! ¡Ana! —¿La quiero de rodillas en el suelo de esta manera? ¡No puedo pensar con claridad cuando ha recolocado mi cerebro cerca de mi polla! Mis manos se van a sus hombros, tratando de levantarla—. ¡Ana… oh Dios! ¿Estás segura? —Le pregunto con voz entrecortada.
— Mi regalo… para ti… —dice con sus labios tocando nuevamente la punta de mi erección—. No hay barreras entre nosotros, ¿recuerdas? —Es verdad. Pero, aun así, ella es la que está de rodillas en el suelo, soy el que está siendo poseído. Es la dueña de mi corazón. Pero, no me quiero venir así, quiero llenarla cuando somos unos.
— ¡Despacio… Ana… despacio! —Le pido. Frena sus atenciones y me jala al hueco de su mejilla. Cuando finaliza sus caricias a mi polla, la tomo de los hombros y la levanto lentamente para ponerla de pie. Mi polla sale de su húmeda y cálida boca con un pop succionador—. Desvísteme, —ordeno.
Sonríe sin palabras sabiendo el total efecto que tiene sobre mí, y sus manos alcanzan el botón superior de mi camisa blanca. La hubiera detenido en el pasado puesto que no podía soportar ser tocado en absoluto. Ella derribó todas esas barreras. Anhelo sus manos en cada centímetro de mi cuerpo con la intensidad de un hombre hambriento ante un banquete. Está de pie ante mí con solo su lencería, las medias y sus altos tacones. Su cabello cae sobre su espalda y parcialmente sobre sus grandes pechos en cascada castaña. Lenta y pausadamente desabotona cada botón. Después pasa la punta de sus dedos por mi pecho despacio hacia el botón en el ombligo y sobre mi feliz rastro de vellos. Permanezco quieto para permitirle disfrutar su expedición, aunque no tocarla resulta ser una tarea casi imposible. Me concentro en su cara; con el ligero resplandor del fuego que se refleja en el costado de su cara vislumbro sus labios ligeramente separados. Su lengua los humedece distraídamente. Mueve sus manos hacia arriba otra vez, por debajo de la camisa y la desliza de mis hombros. Cuelga de mis muñecas.
— ¡Ups!, lo olvidé, —dice con su risita y camina atrás de mí para desabotonar los puños—. ¡Tarán! —dice arrojando la camisa a una tumbona cercana—. Oh… —murmura como si acabara de recordar algo. Regresa a mi espalda despacio a los pantalones y bóxer en mis tobillos. Recorriendo sus dedos por mi camino feliz se encaminan a mis lumbares, finalmente desliza sus manos por mis piernas con su vista fija en mi erección, haciendo que me duela por ella.
— ¡Me estás matando, Ana! —Le digo y finalmente llega a mis tobillos. Me quita los zapatos y los calcetines. Finalmente, los pantalones y el bóxer—. Creo que es mi turno, nena, —digo y la levanto sobre sus pies y volteo su espalda hacia mí. Tirando de ella con mi cuerpo, me aseguro que sepa lo hambriento que mi cuerpo está de ella. Mi erección está caliente, pesada y pulsando en su espalda. Recorro su mejilla con el dorso de la mano. Cerrando los ojos, se inclina hacia mi tacto, anhelando más. Me arrastro hacia su cuello, los lados de sus brazos, pero completamente ignorando sus pechos, mis manos se arrastran sobre los paneles de su ropa interior, y mis manos se dirigen a su vientre. Un fuerte gemido escapa de sus labios, y se frota contra mí. Froto y rodeo su vientre y lentamente hundo mi mano dentro de sus bragas, deteniéndome justo bajo su bulto. El florecimiento de su sexo está empapado, listo para mí como siempre. Deslizo mis dedos índice y medio sobre su abertura de un lado a otro.
— ¡Ahhhh! —Gime.
— Silencio ahora, nena, —murmuro. Mi mano derecha va a sus pechos. Arquea su espalda para permitir más de sí misma a mis capaces manos. Sus pezones están completamente erguidos como si estuviera temblando en un clima gélido, pero está cálido y agradable en la estancia, sus pezones están altamente sensibles debido a su embarazo. Sus labios se separan y tiembla ante mi tacto. Estoy desesperadamente excitado y completamente seducido. Recorro mi nariz sobre su cuello arqueado, besándola y mordiéndola hasta el cuello. Mientras toma una inhalación cuando aprieto y jalo su pezón, hundo dos dedos dentro en su sexo y hago círculos en su interior. Continúo jugando con su pezón con mis dedos haciendo que su sangre hierva. Mientras tanto mi excitación está incrementándose y la sobrepasa, mi piel está caliente y cubierta por una neblina de sudor, mezclándose con mi colonia y mi almizcle personal llenando el aire—. Voy a acostarte ahora, señora Grey.
Hace un sonido de protesta—. ¡Estoy a punto de venirme, Christian! Por favor… —ruega.
— Solo imagina cuanto mejor se sentirá con mis labios chupando tus pechos, mi lengua lamiendo tus pezones, mis dedos sobre todo tu delicioso cuerpo mientras mi polla está profundamente en ti y mis testículos te están golpeando el sexo mientras tus deliciosos tacones altos están sobre mis hombros. ¿No sería eso mejor?
Se retuerce en mis brazos. Si no la estuviera sosteniendo firmemente, simplemente se caería al suelo.
— ¡Sí… ah! ¡Por favor Christian! —Suplica.
La volteo y me arrodillo frente a ella. Sus pesados ojos se oscurecen y me mira. Deslizo sus bragas hacia abajo y le permito salir de ellas. La acuesto entre los cojines y me inclino hacia sus labios. Mis muslos se tensan contra ella y las respiraciones de ambos se vuelven trabajosas. El control que ejerzo está a punto de ser recompensado. Mi polla se endurece mucho más ante la anticipación. Mientras nuestros labios se toman casi violentamente, mi mano agarra su pecho y lo aprieta. La punta de mi polla golpea la abertura de su sexo con una deliciosa incitación. Está empapada y lista. Mi polla está pulsando y engrosando y responde a la succión de su sexo, y me hundo en su interior, yendo profundamente, hasta que la base de mi polla besa la entrada de su sexo. Jadeo de placer y me quedo allí por un minuto. Se menea, pero la mantengo firme. Anastasia hunde sus uñas en mi trasero para animarme a moverme.
— ¡Por favor Christian! ¡Necesito esto! ¡Tómame!
Lentamente me regreso y la lleno nuevamente con largas y profundas embestidas. Envuelve sus piernas alrededor de mi trasero. Retrocedo nuevamente y busco el ángulo de mi penetración y la golpeo con presión seductora, variando mis empujes. Quiero que esto dure mucho más. La froto con masajes bajos y luego profundos masajes en su sexo, bombeándola a mi propio ritmo medido y cronometrado. Luego siento como se va construyendo su orgasmo. Me inclino y capturo su pezón entre mis dientes dándole el justo placer y dolor suficientes para dividir y conquistar su enfoque. Se aprieta más contra mi trasero y tiembla ante mis impulsos implacables. Mis labios dejan su pezón con una succión audible y busco sus labios. Cuando está por alcanzar su clímax, siento sus músculos internos de su sexo pulsando y frotando, jalando mi polla más profundamente aún en nuestra carrera para alcanzar nuestro clímax. Tragamos los gemidos de uno y otro mientras alcanzamos nuestro pico. Confío en ella una vez más—, ¡tú, —empujo una vez más— eres, —por tercera vez—, mía!, —mientras ruedo los ojos dentro de mi cabeza en un total orgasmo que todo lo consume—. ¡Ana! ¡Te amo, te amo, te amo, nena! —Digo, cuidando de no desplomarse sobre ella. Cuando salgo de ella, se estremece, pero sus ojos están soñadores, apenas abiertos.
— ¡Te amo Christian! —Y rueda a mis a brazos entre los cojines que hay alrededor de la chimenea.

Cuando las primeras luces del día se filtran por las ventanas sin cortinas de nuestro nuevo hogar, observo dormir a mi esposa en mis brazos. Trato de permanecer inmóvil para no despertarla, pero sus párpados adormecidos se abren un poco bajo mi mirada.
— Hola, —murmura—. Te has despertado temprano. Este tapete es muy suave, —dice pasando su mano debajo de nosotros y encontrando sábanas en su lugar. Sus ojos se abren un poco más y mira alrededor—. Oh, no dormimos en el tapete, —dice medio decepcionada.
— No, señora Grey, no lo hicimos. No iba a permitir que los decoradores encontraran a mi esposa desnuda en el piso de la sala. Te cargué a nuestra recámara. —Digo decididamente.
Sonríe ante mi respuesta—. ¿Puedo dormir un poco más, o tenemos que levantarnos por la llegada de los trabajadores?
— Estoy seguro que los trabajadores se las pueden arreglar sin ti por unas horas, nena. Pero despertaré a Taylor para hablar con él.
— Quiero levantarme, pero este bebé me está cansando.
— Duerme, nena. Los supervisaré por ti.
— No… no. Solo despiértame en una hora, por favor, —dice apenas logrando mantener los ojos abiertos.
— Te usé mucho anoche, señora Grey.
— Mmm… Puedes usarme en cualquier momento, señor Grey, —dice con una sonrisa adormilada.
— Vuelve a dormir señora Grey, —murmuro inclinándome y besándola en la frente.

Los muebles se han traído y la casa grande ha sido completamente decorada en tres días, casi sin ningún problema, aparte del cambio de decorador de último momento. Mi mujer ha estado encargándose de los arreglos en casa… a lo grande. No hubiera sabido lo que eso significaba si no la hubiera visto en su total modo de hacerse-cargo-de-organizar-nuestro-hogar-a-mi-maldita-manera. Es un espectáculo tanto para la vista como de preocupación, porque no quiero que se lastime tratando de mostrar a los cargadores de la mesa de seiscientos kilos de madera sólida donde debe colocarse y tratando de sostenerla cuando ellos no la ponían en el lugar exacto que deseaba. Constantemente tuve que distraerla para que les diera las instrucciones sin que se esforzara físicamente. A pesar que se veía espectacular cuando se puso pantalones de yoga, camisa a cuadros amarrada justo arriba de la protuberancia de su vientre, camisola negra debajo y un pañuelo atado en su cabello. Se veía como una chica grasienta de los Outsiders en domingo.

—Tierra llamando a Christian Grey… —suena la voz de Anastasia y jala nuestras manos unidas a su regazo—. ¿Qué te tiene pensando tan profundamente? ¿Estás nervioso?
— No, no estoy nervioso, —respondo. Pero mi vacilación la preocupa y una V se forma entre sus cejas.
— Estoy… emocionada, —dice vacilante—. Si tenemos suerte y Bip coopera, ¡vamos a conocer el sexo de nuestro bebé! —Susurra como si no quisiera que Taylor y la señorita Tiber oyeran nuestra conversación. Sawyer nos sigue en una SUV diferente. Mis dedos acarician suavemente su vientre.
— ¿Estás seguro que no tienes preferencia? —Pregunta.
— No. Solo deseo que el bebé esté sano. Si es una niña, tendrá una gran madre para tomarla de modelo, —digo—. Si es un niño… —Dudo.
— No podría pensar en nadie que pudiera ser mejor padre que tú Christian. Has tenido una magnífica educación. Eres un marido maravilloso. Nadie podría ser más protector y amoroso del bebé que tú. Tu amor es muy generoso, —dice fervientemente.
— Si es un niño, Tengo una grandiosa esposa que me hace querer ser mejor hombre, mejor marido, mejor padre. Todo es debido a ti, nena. Niño o niña, te necesitamos y ciertamente dependemos de ti. —Su boca permanece abierta con un tartamudeo.
— A veces, marido, eliminas todas mis preocupaciones con solo una frase, una mirada o una palabra.
— ¿Estás preocupada?
— No. Ya no, —responde justo cuando Taylor se detiene por completo en el estacionamiento. Tomamos el elevador para el consultorio de la doctora Greene. Una recepcionista nos saluda. Taylor y la señorita Tiber entran al consultorio mientras Sawyer se queda justo afuera de la puerta de entrada haciendo guardia. El tiempo en que no habrá pacientes será de una hora hasta que nos hayamos ido. La única persona en la oficina es la recepcionista, pero una enfermera sale a recibirnos.
— Bienvenidos, señora y señor Grey, —sonríe. La enfermera tiene aproximadamente treinta años. Su cabello está sujeto en un apretado moño y viste bata azul y lleva unos crocs horribles en los pies. Nunca entendí esos crocs, pero creo que las largas horas de pie requieren confort y no elegancia.
— Señora Grey, la llevaré atrás ahora, señora, —dice.
— Voy con ella.
— No será mucho tiempo señor Grey, —responde la enfermera en tono profesional.
— Voy con mi esposa, —la miro directo a los ojos de forma insistente.
— No estamos iniciando el examen de inmediato, señor. Solo necesito registrar su altura y peso, tomarle la presión arterial y colectar una muestra de orina. Después tendrá que beber cinco vasos de jugo, y esperar quince minutos. Usted entrará cuando hagamos el ultrasonido.
— Sé que no me expresé en francés cuando hablaba con usted. La señora Grey no va sola. Yo. Voy. Con. Ella.
— Mmm, Christian, no nos tomará mucho tiempo hacer esas cosas, probablemente quince minutos a lo sumo. Estaré de regreso aquí.
— Ana, ya sea que vaya yo o Melisa entrara contigo. Conoces las reglas. Ya estoy aquí y soy tu marido. Voy adónde vayas.
Sonríe a la enfermera disculpándose y tira de mí a un lado—. Christian, por favor. No hagamos un gran problema de esto. Ya aprobaste a la doctora Greene, su personal y a esta enfermera. Ahora solamente hay tres personas de su personal en su oficina. Estoy segura que puedo gritar si algo extraño sucede. Solo quince minutos, Christian. Además, no quiero a nadie conmigo cuando estoy orinando en una taza, ni Melisa, ni tú, ni la enfermera, —dice dándome su mirada más desagradable.
— Cinco minutos, vas y das la muestra de orina, luego me quedo contigo cuando te tomen la presión arterial y verifiquen otros signos vitales. —Suspira y luego levanta las manos en señal de rendición.
— Puede venir y llevar al señor Grey en cinco minutos. Me gustaría que mi marido esté conmigo cuándo me revise los signos vitales, por favor —dice con una mirada de reojo a mí.
— Cómo desee, señora, —dice la enfermera y conduce a Anastasia tras las puertas.
Me quedo parado y verifico el tiempo. Cinco minutos en punto y camino a la recepción. La recepcionista salta y abre la puerta para que entre de regreso en donde están revisando el pulso y presión arterial de Anastasia.
— ¿Ha tenido mareos, señora Grey? —Pregunta.
— No. ¿Por qué? —Pregunta.
— Su presión arterial es un poco más baja de lo que podríamos desear. Es de 95/50. ¿Se ha deshidratado? ¿Ha tenido sangrado? ¿Ha comido hoy? ¿Tiene alergias? —La enfermera pregunta en rápida sucesión. Me preocupo.
— Desayuné. No tenga alergias que yo sepa, y no, no he tenido sangrado. Aunque… —dice haciendo una pausa—, sabiendo que voy a beber varios vasos de agua para el ultrasonido, acepto que no he bebido muchos líquidos esta mañana, —dice disgustada dándome una mirada glacial de reojo nuevamente. No quiero regañarla frente a la enfermera. En su lugar cruzo los brazos y frunzo el ceño en señal de desaprobación.
— Bien, entonces. Le daré jugo de naranja o de manzana; el que prefiera. El azúcar que contienen ayudará a que su presión arterial alcance un nivel normal. Antes de llevarla para el ultrasonido, le tomaré la presión arterial una vez más solo para asegurarnos, señora Grey.
Una vez que la enfermera ha completado todos los registros, me entrega cinco botellas de jugo de naranja para que las beba Anastasia. Nos lleva a un salón con muebles de lujo. Me aseguro que Anastasia beba cada una de las botellas que me han dado. Me mira con sentimiento de culpabilidad.
— Lo siento, —murmura.
— ¿Por qué lo sientes, Anastasia?
— Por no beber nada y preocuparte. —Tengo los labios apretados, pero asiento en señal de aceptación.
A los quince minutos exactos, la enfermera entra de regreso con los aparatos para tomar la presión arterial—. Intentemos esto otra vez, señora Grey, —dice sonriendo. Después de tomar su presión arterial, rápidamente anota algo en el expediente de Anastasia.
— ¿Qué pasa? ¿No ha vuelto a la normalidad? —Pregunto.
  Tiene 100/55. Un poco mejor, pero preferimos ver que sea de 100/60. Le mostraré a la doctora Greene este resultado. Ahora, ¿pueden seguirme, por favor? —Pregunta. Tomo la mano de Anastasia y caminamos detrás de la enfermera. Entramos a una sala de ultrasonidos con poca luz. La enfermera entrega a Anastasia una bata impecablemente limpia para que se la ate atrás y una hoja de papel para cubrir su trasero—. Por favor quítese el vestido, así como su ropa interior, señora Grey. La abertura va detrás. Puede utilizar el baño de aquí para su privacidad, —dice señalando la puerta.
— ¿Quiere que me quite toda mi ropa interior? —Pregunta Anastasia frunciendo el ceño.
— Sí, señora. A la doctora Greene le gusta hacer un examen antes del ultrasonido. Pero no vacíe su vejiga. La necesitamos llena, —dice sonriendo—. La doctora estará con usted dentro de poco, —dice sonriendo antes de salir de la estancia.
— Iré a vestirme, —dice Anastasia.
— Te ayudaré, —digo, pero me detiene—: no, yo lo haré.
— ¡Anaa! —La reprendo.
— Christian, sé cómo vestirme sola, —dice irritada—. Te permitiré que me ates la cinta de la espalda una vez que me ponga la bata, —dice quitándose el aguijón. ¿Por qué está nerviosa? Unos minutos después Anastasia sale del baño con la ropa colgando de su brazo—. Estoy lista para que me ates las tiras en la espalda, señor Grey, —dice sonriendo.
— Con gusto, señora Grey, —respondo y ato las dos tiras.
Llaman a la puerta y la doctora Greene entra—. Hola señores Grey, —dice saludándonos—. ¿Cómo se ha sentido señora Grey? ¿Más náuseas? —Pregunta.
Resulta que la presión baja de Anastasia es algo que puede ocurrir durante el embarazo. Solo tiene que comer y beber a intervalos regulares. Durante el examen de la doctora… que tengo que aceptar, no me gusta que las manos de otra persona estén en los pechos de mi esposa, apretándolos y moviéndolos. Tengo que contenerme, recordándome que es solo para fines médicos y para el bienestar de mi esposa.
La doctora Greene toma una cinta métrica y mide la distancia desde la base del esternón hasta la parte superior de la barriga de Anastasia, y luego también mide la distancia de los lados. Finalmente, baja la hoja de papel hasta la parte superior de su hueso púbico y jala la bata a los pechos de Anastasia. Vertiendo una amplia cantidad de gel caliente en su vientre, saca una sonda y la mueve sobre el vientre de Anastasia. En poco tiempo, empezamos a oír el ahora familiar sonido de los latidos del corazón de nuestro bebé.
— Este pequeño tiene un latido saludable y fuerte, —dice la doctora Greene complacida. Mueve la sonda sobre varios puntos del vientre de Anastasia. Ocasionalmente detiene la imagen y toma medidas—. Ahora… —dice complacida y presiona otro botón. El color en el monitor se vuelve sepia, y para nuestro asombro, emerge la carita de un bebé con los ojos cerrados. La boca del bebé hace movimientos para tragar y una mano cubre su cara—. Imágenes en 3D, —responde la doctora Greene sonriendo—. Señora Grey, señor Grey, conozcan a su bebé. Moveré la sonda en el ángulo correcto y así podrán ver el cuerpo entero del bebé, —dice y mueve la sonda sobre el vientre de Anastasia.
— ¡El Bip está pateando, Christian! —Dice Anastasia apuntando al monitor.
— Un jugador de futbol normal. Estoy seguro que Ray estará feliz, —respondo sosteniendo la mano de Anastasia, dándole un buen apretón.
La doctora Greene mueve la sonda hacia el hueso púbico de Anastasia. La imagen que emerge pone una gran sonrisa en mi cara. La doctora Greene la congela en la pantalla.
— ¡Quiero cinco copias de esa foto! —Le digo a la doctora Greene automáticamente.
— ¿Cinco copias? —Pregunta la doctora.
— ¿Para qué? —Pregunta Anastasia y luego frunce el ceño.
— Regalos de Navidad.
— ¡Christian, no puedes regalar la imagen de los obscenamente grandes testículos del bebé! —Anastasia jadea—. Se ven tan grandes en comparación a sus nalguitas.
— ¡Nuestro hijo! —Digo sonriendo de oreja a oreja.
La doctora Greene sacude la cabeza.
— Así qué, ¿tenías una preferencia? —Susurra Anastasia.
— No, no la tenía. Solo que viendo a nuestro hijo en 3D me emocionó, y es un niño, —replico. Solo estoy gratamente sorprendido que mi hijo se parezca a mí de una manera significativa. Pero, no lo voy a decir cuando la doctora Greene está alrededor.
— ¿Qué te parece un lindo perfil? —Pregunta Anastasia.
— Bueno, de acuerdo. Pero aun quiero una foto de su género, —digo. Puedo hacer las copias por mí mismo. Tanto Ana como la doctora Greene me miran con las cejas levantadas, luego se miran una a la otra, y luego suspiran al unísono. La doctora Greene presiona un botón e imprime la imagen—. ¿Está haciendo un video del ultrasonido, doctora Greene? —Pregunto.
— Sí, señor Grey. Le daré un CD.
— Bien. Gracias, —respondo con cara impasible.

— Déjame preguntarte algo, Christian, —Anastasia se vuelve a mí en el viaje de regreso—. Si Bip hubiera sido una niña, ¿todavía querrías prueba de su género para nuestros seres queridos?
— Por supuesto que no, —respondo con rapidez.
— Pero sí de tu hijo. —Sus brazos están cruzados y sus cejas alzadas.
— Ana, cuando los hombres van del vestuario a las duchas, no esconden sus penes de otros. Bueno, a menos que lo tengan pequeño. Es diferente con los hombres, —susurro—. Pero, si él fuera una ella, las reglas del juego cambian. Eso no necesita ser probado. —Añado.
— ¿Qué ser hombre requiere pruebas? Estoy segura que nuestra familia nos creería si nosotros solo decimos ‘escuchen todos. ¡Vamos a tener un chico!’
— ¡Todavía quiero la prueba, Ana! —Respondo con petulancia. Rueda los ojos. Después me palmea la mano.
— No es como si no hubiera notado el parecido, —susurra en mi oído—. No creo que quiera compartir esa imagen con otras mujeres de la familia y nuestros amigos. A menos que sean idiotas, llegarán a la misma conclusión, y no quiero que nadie piense en ver lo que es mío, —dice posesivamente.
Le levanto la barbilla para que me mire—. ¡Te amo, señora Grey! —Murmuro y la beso castamente.

Mi idea de la Navidad, ya sea antigua o moderna, es muy simple: amar a los demás. Ahora que lo pienso, ¿por qué tenemos que esperar a que Navidad haga eso?
Bob Hope
Blanca Navidad - Bing Crosby
‘Blanca Navidad’ cantada por Bing Crosby se oye en el fondo. Las luces navideñas tintinean en rojo, azul, verde y blanco en nuestro árbol de Navidad, que está totalmente decorado. El fuego está crepitando en la chimenea. Nuestra enorme casa huele a pasteles recién horneados, canela, nuez moscada y panecillos frescos. La señora Taylor ha estado horneando desde ayer. Estoy impaciente por darle a mi esposa su regalo de Navidad. Anastasia se ve como una diosa griega con su vestido de maternidad y su cabello trenzado arriba de su cabeza.
— Quiero darte mi regalo de Navidad, Ana, —digo nerviosamente. Se ve emocionada como un niño. Sus ojos se iluminan, y me mira con expectación. ¡Sí, expectación! Le tiendo mi primera caja de regalo. Rompe la envoltura y la abre con entusiasmo y encuentra una carta en francés enmarcada con traducción al español a un lado.




Hace unos días pensé que te amaba; pero desde la última vez que te vi, siento que te amo mil veces más. En todo el tiempo que te conozco, te adoro más cada día; eso solo demuestra lo equivocada que era la máxima de La Bruyére de que el amor viene de una vez. Todo en la naturaleza tiene su propia vida y diferentes etapas de crecimiento. Te lo ruego, déjame ver algunos de tus defectos: ser menos bellos, menos gráciles, menos amables, menos buenos…
Mi única y única Josephine, aparte de ti no hay alegría; lejos de ti el mundo es un desierto donde estoy solo y no puedo abrir mi corazón. Has tomado más que mi alma; Tú eres el único pensamiento de mi vida. Cuando estoy cansado de la preocupación por el trabajo, cuando temo el resultado, cuando los hombres me molestan, cuando estoy listo para maldecir estar vivo, pongo mi mano en mi corazón; tu retrato cuelga allí, lo miro y el amor me trae una felicidad perfecta ... ¡Oh, mi adorable esposa! No sé qué me deparará el destino, pero si me mantiene alejado de ti por más tiempo, ¡será insoportable! Mi coraje no es suficiente para eso.
Ven y únete a mí; antes que muramos, y que al menos podamos decir: "¡Tuvimos tantos días felices!"
Firmado: Napoleón Bonaparte

— ¿Es este el original? —Pregunta Anastasia con los ojos muy abiertos—. Este un tesoro nacional francés, Christian.
— Este es el profundo amor de un hombre por su esposa. El hombre que es Napoleón no lo hace más profundo. Es el contenido de la carta lo que me importa. Quiero que recuerdes que tan intenso como era por su esposa, nunca podrá compararse con el que siento por ti cada día de mi vida. Te amo señora Grey, siempre te amaré. Solamente crecerá. Eres mi universo entero, —murmuro. No le digo si es la carta original o no.
El siguiente regalo que le doy es una invitación para el Simposio de Escritores en Nueva York en enero.
— Puedes llevar a tu asistente, pero iré contigo, —digo, desafiándola a que me contradiga.
Todavía enamorada de la carta de Napoleón contesta—. ¡Sí, sí, claro! —. Y este es mi regalo para ti, —dice una vez que recobra su sentido común y me entrega un sobre y una caja. Primero abro el sobre.
“Sé lo importante que es tomar decisiones. Mi regalo para ti es decirte que dirás la última palabra sobre el nombre de nuestro hijo" 
La miro incrédulo—. ¿Estás segura? —Le pregunto.
— Garantizado que escogerás una lista de nombres que contendrá algún nombre que no me guste. Pero aparte de eso, sí. —contesta. Sonrío. Me está regalando el ‘control de una decisión’. Solo Anastasia podría saber lo importante de su significado para mí. Está renunciando a tomar una decisión y otorgándola a mí. ¡Darle nombre a nuestro hijo!
— ¡Gracias, nena! Pero me gustaría que fueras parte de esta decisión. No quiero que odies el nombre de nuestro hijo.
— Haz una lista de nombres, y tacharé aquellos que no me gusten. Con los restantes, tomas la decisión—. ¿Sería eso justo? —Pregunta.
— ¿De arriba a abajo? —Pregunto sonriendo— Sí, puedo vivir con eso.
Abro la siguiente caja. Es pequeña y contiene una llave y una invitación con letra fluida.

"Carta blanca. Sujeto a límites duros. Como quiera, señor”

La agarro y simplemente la poseo con mi beso.


— Christian, ¿a qué hora vienen? —Pregunta Anastasia con entusiasmo.
— Deberían estar aquí pronto. Posiblemente en la siguiente media hora.
— ¡Nuestra primera Navidad en nuestro hogar con nuestra familia! —Los ojos de Anastasia brillan intensamente.
— Baila conmigo, nena, —dijo jalándola hacia mí cuando la canción ‘Baby, it’s cold outside’, empieza. Se muerde el labio.

Bebé hace frío afuera - Dean Martin
— Vamos Anastasia, es Navidad, te ves deliciosa, y estoy extasiado cuando te tengo en mis brazos…
— Si lo pones de esa manera, no me puedo resistir. Llévame, Fred… (se refiera a Fred Astaire)
— Con mucho gusto Ginger (se refiere a Ginger Rogers), —sonrío y comienzo a bailar alrededor del gran salón con mi esposa. Bajo la mano a la parte baja de su espalda y continuamos bailando cuando la canción cambia a ‘Let it snow’ cantada por Michael Bublé.

Deja que nieve – Michael Bublé
Nos interrumpen con fuertes—, ¡Feliz Navidad! —de mis padres, abuelos, mi hermana e Ethan, mi hermano y Katherine y los padres de los Kavanagh. Un alegre saludo invade la casa.
— ¡Bueno, que escena tan alegre! ¡Theo, deberías bailar conmigo como mi nieto lo está haciendo con su esposa!
— Mujer, aunque mis huesos son viejos, no me importa darte una vuelta. Todavía me queda mucha juventud, —oigo a mi abuelo. Paramos de bailar y volteamos para encontrar una feliz multitud formada por mi familia.
— ¡Ay Dios! ¡Cielos! ¡Ana, Christian! ¡Su casa es preciosa! —Borbotea mi hermana.
Katherine Kavanagh silba sin palabras—. Tu casa es como para no creerlo. ¡Mi hombre hizo un gran trabajo remodelándola y felicidades por su elección del diseño! ¡Es espectacular! —Dice Kate solo con felices vibras para su mejor amiga—. ¡Toma! —Me entrega sus regalos envueltos.
— ¡Los llevaré! —Dice Elliot rodando los ojos, llevando sus paquetes al árbol de Navidad.
— ¿Qué es eso? ¡Hombre! ¡Por un momento pensé que estaba en el Rockefeller Center! ¡Ese árbol es increíble!
— Nada más que lo mejor para mi esposa. —Sonrío.
— Hola querida, —mamá saluda a Ana—. ¡Te ves tan hermosa! ¡Brillas! —Borbotea. Cuando saludamos a todos, los sentamos en sofá en forma de L.
— ¡Que hermoso retrato tuyo, Ana! —Dice la señora Kavanagh al observar la foto en blanco y negro sobre la chimenea.
— Impresionante, —murmura Ethan.
— Ciertamente lo es, —digo, mi mirada enfriándose, jalo a Anastasia a mi lado.
— ¿Puedo ofrecerles algo de tomar? Mia, ¿podrías venir a ayudarme? —Pregunta Anastasia soltándose de mi brazo—. Christian, ¿me darías una mano, cariño? —Me pregunta extendiéndome la mano. ¿Cariño?
— Por supuesto, nena. ¿Qué les gustaría tomar?
— ¿Christian sirviendo? Eso es algo que quiero ver, —dice Elliot—. ¡Quiero una cerveza!
— Champán, por favor, —añade Kate.
— Vino blanco, —añade la señora Kavanagh.
— Les daré una mano, —añade mamá.
Cuando vamos a la cocina, la señora Taylor todavía está trabajando—. Gail, pensé que tenía el resto del día libre, —digo sorprendido.
— Ayudaré a la señora Grey a servir la comida y luego alimentaré a los chicos en mi apartamento arriba. De cualquier forma, tomarán turnos para comer. Esto lo hace más fácil para mí. Disfruto haciendo esto, señor Grey.
— ¡Gracias, Gail! —Anastasia responde apreciativamente.
— La mesa está lista, señora Grey. Ya he cocido al vapor las patas de cangrejo. Las estoy manteniendo calientes. Todo está puesto en la mesa. Podrá sentar a sus invitados allí en pocos minutos. Estamos a tiempo, señora, —dice con una sonrisa.
— ¡Oh, muchas gracias, Gail! ¡Eres mi salvadora! — Ana la abraza inesperadamente.
— ¡Es un placer, señora… Ana! —contesta Gail, haciendo que Anastasia sonría.

— ¿Podrían pasar todos a la cocina, por favor? —Anuncia Gail—. Arreglamos la cena estilo bufet. El comedor está junto a la cocina. Los asientos han sido asignados previamente. Encontrarán sus nombres en las sillas. Disfruten su comida. ¡Feliz Navidad! —Y deja que Anastasia guíe a nuestros invitados a la cocina—. ¿Hay algo más que pueda hacer por usted, señor Grey? —Pregunta Gail.
— Ya hizo suficiente. Gracias señora Jon… Taylor. Vaya a pasar el resto de su Navidad con Jason.
— Gracias, señor. ¡Feliz Navidad! —Contesta con su siempre presente profesional sonrisa.
— ¿Mariscos? —Pregunta Ethan.
— Comenzamos nuestras propias tradiciones este año. El gran árbol de Navidad al día después de Acción de Gracias, patas de cangrejo rey, callo de hacha, langosta y guarnición para Navidad y mucho baile con mi esposa.
La sonrisa de Ethan es forzada—. Buena elección.
El arreglo de la mesa es simplemente espectacular.
Todos están alegres y conversadores, llenando sus platos con la comida que la señora Taylor preparó. Cuando todos están sentados alrededor de la mesa, hago clic en mi copa de cristal con el tenedor—. ¿Puedo pedir su atención a todos, por favor? —Les digo levantándome de mi asiento—. Mi hermosa esposa Anastasia y yo estamos complacidos por tener su compañía en este día de Navidad en nuestro nuevo hogar. Gracias por honrarnos con su presencia.
— ¡Oye, oye! —Suena alrededor de la mesa.
— Estoy inmensamente agradecido por tener a mi bella esposa en mi vida, —digo sonriéndole amorosamente, quien se acerca y me toma de la mano. Trago y me aclaro la garganta—. Gracias por el destino que nos unió, y gracias por nuestro pequeño en camino, —digo sin revelar el sexo de nuestro bebé—. Y estamos muy complacidos de tener a nuestra familia y amigos con nosotros hoy. ¡Qué este sea el comienzo de muchos hermosos recuerdos! ¡Bienvenidos a nuestro hogar! ¡Feliz Navidad! Esperamos que disfruten la comida, —digo y me siento.
Los mariscos son un éxito, así como también los pasteles de la señora Taylor. Vigilo lo que come y bebe Anastasia. Me agrada verla comer.
— Elliot, estamos muy impresionados por la habilidad de tu compañía de construcción remodelando la casa de Christian y Ana. Es maravillosa. —Elogia el señor Kavanagh a mi hermano—. Posiblemente requiramos tus servicios para renovar nuestro hogar, haciéndola más ecológica como lo hiciste aquí, —ratifica.
Mis padres miran a cada uno de sus hijos orgullosamente.
— Ana, querida… te ves increíble. ¡No puedo creer que voy a ser bisabuela! —Exclama mi abuela feliz, volviendo a poner su mano sobre el vientre de mi esposa.
— ¡Por el amor de Dios, señora Trevelyan! ¿Puedes quitar tu mano de Ana? Deja a la chica comer en paz… —replica mi abuelo.
— ¡A ella no le importa! —Replica mi abuela.
— Solo está siendo cortés. Lo siento Ana, —se inclina para ver a Ana—. Tu abuela está muy emocionada ante la perspectiva, pero estoy seguro que te gustaría comer en paz.
— ¿Han pensado en algún nombre? —Interviene Mia. Si no fuera porque son diferentes, pensaría que tiene los genes de mi abuela. Se porta igual que ella. Sin filtro mental en absoluto.
— No lo hemos hecho, Mia, —contesto con frialdad.
— ¿Por qué no? —Pregunta más.
— Aún no tenemos una idea clara, y todavía está a veinte semanas del nacimiento. Te lo haremos saber en cuanto tomemos una decisión, —digo y Anastasia me aprieta la mano bajo la mesa advirtiéndome que tenga paciencia.
Cuando mi padre cambia la conversación al futbol, Anastasia me dirige una sonrisa de alivio.
— ¡La comida estuvo excelente! —Es el comentario alrededor de la chimenea. Entregamos a cada miembro de la familia dos regalos.
— Si abren el paquete pequeño, —empieza Ana—, encontrarán que es idéntico a los demás. Pensamos que les gustaría tenerlo, —dice de alguna manera nerviosamente. El regalo es igual para mis padres, abuelos, Mia, Elliot y Kate.
Una colectiva exclamación de felicidad sale de cada uno de ellos cuando se encuentran la imagen en 3D de nuestro hijo chupando su pulgar en el vientre de su madre.

— ¡Esto es asombroso! ¡Theo! ¡Mira! ¡Es mi bisnieto!
¡Nuestro, bisnieto! —La corrige mi abuelo.
— ¡Esto es increíble, tan realista!
— ¡Oh, Ana! ¡Estoy tan feliz por ti! —Kate la abraza—. ¡Tu bebé es hermoso!
— ¿Quieres hacer los honores por el siguiente regalo, papi? —Murmura Ana.
— ¡Es un niño! —Sonrío mientras hago el anuncio.
— La dinastía Grey… —murmura alguien, pero lo ignoro. Claro que lo será.
El intercambio de regalos es una ocasión feliz y parece ser que todos están satisfechos con los regalos que escogimos para cada uno.
Declinando las horas hacia la noche, nuestros invitados lentamente van saliendo de nuestro hogar. Esta ha sido la mejor Navidad de mi vida. De alguna manera todo encajar en su lugar, como si las piezas del rompecabezas supieran donde pertenecían. Llevo a mi somnolienta pero contenta esposa a nuestra recámara por las escaleras de caracol en mis brazos—. Feliz Navidad, nena, —susurro mientras cierra los ojos.
— Feliz Navidad, Christian. Te amo.




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