Capítulo XXVI
La tormenta
La tormenta
Traducido y editado por María Teresa Camp Gozalbo
“La pasión hace que una persona deje de comer,
dormir, trabajar, sentirse en paz. Mucha gente está asustada porque,
cuando aparece, demuele todas las cosas antiguas que encuentra en su camino".
Paulo Coelho
Me familiarizo con la gente alrededor de
la mesa, pero mis ojos, cuerpo y mente solamente están fijos en Anastasia.
Alguien llamado Boyd u otro me pregunta si he leído su libro. Desde luego que
no. Pero era uno de los libros que mi mujer estaba editando y analizando
durante nuestra luna de miel. Vagamente recuerdo el contenido por lo que ella
me dijo—. No, pero mi esposa me hablo de la historia tan bien, que siento
haberla leído.
— ¿Al menos la pondrás en tu lista para leerla?
— Esa lista es muy cerrada. Como podrás
apreciar, tengo el tiempo muy limitado, y el género rara vez estaría en mi
lista a menos que involucre sistemas financieros mundiales.
— Desafortunadamente es puramente
romántica. Tendré que confiar en que la señora Grey te haya contado la historia
completa, —dice sacudiendo la cabeza con una sonrisa.
— Así lo hizo, —digo sin desviar los ojos
de mi mujer. Anastasia se ruboriza y me sonríe. La cena se desarrolla como un
rápido borrón; estoy ansioso por ir a casa cuando veo a Taylor contestar su
celular, sin palabras. Veo, más que oírlo decir “espera” a la persona que
llama. Enganchamos nuestras miradas mientras se acerca a la mesa — Disculpe
señor Grey, —dice respetando a la gente alrededor de la mesa y luego se
inclina—. Welch está en la ciudad y quiere reunirse con usted.
Sacudo la cabeza y me alejo de la mesa
para evitar los ojos y oídos indiscretos—. Dile que vaya al apartamento más
tarde, —ordeno.
— Aparentemente no puede, —responde.
Levanto las cejas irritado, cuestionando—. Algo para tomar la delantera antes
que llegara a la ciudad. Pero necesita instrucciones suyas sobre la doctora
Richards.
— ¿Y eso no se puede hacer por teléfono?
Sacude la cabeza fijando sus ojos en mí—.
Tiene documentos solo para sus ojos, —susurra. Anastasia nos mira
inquisitivamente. Le sonrío para asegurarle que todo está bien.
— ¿Dónde está?
— Está en una cafetería en la esquina de
las calles East 78th y Madison. ¿Qué tan pronto podemos irnos señor?
Gruño internamente. No me gustan los
cambios de planes sin previo aviso—. Ve a pagar la cena mientras hablo con
Anastasia, —le ordeno a Taylor. Camino hacia Anastasia, le ofrezco una sonrisa
y volteo hacia los comensales—. Fue agradable conocerlos a todos, pero tenemos
llamadas de negocios y tenemos que dejar su cena. Por favor disfrútenla. Me he
hecho cargo de su cuenta que es lo menos que podemos hacer ya que tenemos que
irnos y prescindir de su compañía, —digo mientras miro la confundida cara de
Anastasia.
— Seguramente la presencia de la señora
Grey no sea necesaria en su reunión de negocios. Podría complacernos con su
compañía, —dice uno de los editores cuyo nombre creo recordar es Cooper.
Lo miro fijamente—. Que equivocado está
señor Cooper. A la señora Grey siempre se le necesita.
— Estoy seguro que sí, señor Grey. Solo
quiero mencionar que su presencia podría ser intrascendente para su negocio,
mientras que aquí puede ampliar sus contactos entre nuestras editoriales,
—dice.
Lo miro para decir ‘¿estás fuera de tu jodida mente?’ —. La señora Grey es el
individuo más importante en ese lugar, —digo mientras se intimida ante la
intensidad de mi enfoque—. Ella nunca es intrascendente. ¡Nunca! —Mi voz es
suave y baja, pero es como si le gritara.
— Por supuesto, no quise decir… quiero
decir, posiblemente mañana podamos continuar con nuestras pláticas de negocios.
¿Verdad, Ana?
Anastasia voltea hacia mí con una mirada
que dice ‘déjame manejar esto’. No quiero, pero le permite que tome la
iniciativa—. Señor Cooper, —dice ignorando el hecho de que la llamó por su
nombre—. Mi esposo tiene razón. Me gustaría irme. Hemos terminado nuestros
tratos de negocios hoy y estoy segura que no hay nada que no pueda ser
arreglado por correo o teléfono. Además, las decisiones comerciales de SIP son tomadas
por el propietario.
— Oh, ya veo. Por supuesto, su oficina
corporativa… —dice como un pensamiento de último momento—. Estoy seguro que no
tiene facultades para tomar decisiones a nombre de SIP. Estoy autorizado para
tomar dicha decisión en nombre de nuestra casa editorial, —dice con arrogante
orgullo.
— No, señor Cooper. Quiero decir ‘el
dueño’. La oficina corporativa es solo eso: la oficina corporativa. Las
decisiones importantes todavía son ejecutadas por el propietario.
— Quién es… —dice mientras hace un
elaborado gesto a Ana como si estuviera hablando con una niña de tres años,
dejando el final de la oración en suspenso.
— Yo, señor Cooper. Yo soy
el propietario de SIP, —respondo con impaciencia.
— ¿De verdad? No tenía idea que estuviera
interesado en publicar, señor Grey.
— Hay mucho que no sabe acerca del señor
Grey. Mi marido es un hombre brillante, —le contesta Anastasia con orgullo en la
voz y su mirada mientras se levanta de la silla. Los hombres sentados también
se levantan al mismo tiempo que Hanna que parece tener el hábito de saltar del
asiento.
— ¿Quieres que comparta un taxi contigo
Ana? Quiero decir si quieres… —dice y la última palabra se apaga en su boca—,
…quedarte.
— Eso no es necesario. Tenemos un
vehículo esperando, —digo bruscamente.
— ¿Necesitas que te lleve Hannah? —Le
pregunta Anastasia.
La
miro con severidad y mueve la cabeza—. Mi hotel está cerca de aquí. Así que no.
Gracias por tu oferta, —añade.
— Definitivamente me pondré en contacto
con usted para futura colaboración, señora Grey, —dice una de las editoras.
— También me gustaría colaborar con
usted. Será un honor hacer negocios con alguien que ha tenido tanto éxito a tan
temprana edad, —dice Cooper. Envuelvo a mi esposa con los brazos posesivamente,
territorialmente. Sawyer y Melissa cierran los círculos de seguridad que
crearon. Taylor se acerca y asiente para afirmar que la cuenta ha sido pagada.
— Buenas noches a todos, —digo después de
ponerle a Anastasia el abrigo mientras la llevo a la salida. El aire frío nos
saluda al abrir la puerta. Agarro la mano de Anastasia mientras la sostengo por
la cintura, asegurándome que no caiga.
— ¿A qué negocios se supone que debes
asistir? —Pregunta. Levanto una ceja burlonamente—. Oh, vamos Christian. Tienes
algo importante que hacer, pero no quieres dejarme sola con los editores. Noto
que puede ser algo urgente. Pero no quieres que vaya. ¿Estoy en lo correcto?
—Pregunta y entonces bosteza.
— Nena, nada muy importante. Además,
estás cansada. Necesito que vayas a casa y descanses mientras me entero que es
de lo que Welch quiere hablar.
— ¿Están todos y todo bien en Seattle? —Respinga
con preocupación.
— Sí, todos están bien. Esto no es sobre
Seattle, nena, solo un negocio importante, —digo.
— Welch no es tu hombre de negocios. Es
el jefe de seguridad. ¿Es el negocio acerca de tu antigua sumisa? —Pregunta mientras Taylor hace su mejor esfuerzo
para ignorar el comentario mientras le abre la portezuela de la limusina.
Frunzo el ceño y la sigo al interior de la limusina.
— Por favor, sé un poco más discreta en
público. Sí y no. No sé exactamente de qué quiere hablarme.
— Pensé que no estábamos guardándonos
secretos, Christian, —se queja.
— No lo hago. No quiero especular cuando
no sé de qué se trata. Podrían ser varias cosas. Todo lo qué sé es que es
importante y que quiere verme cara a cara. Así que la limusina nos dejará a
Taylor y a mí en una cafetería para encontrarnos con Welch y después te llevará
de regreso al apartamento con Sawyer y Tiber. Regresaré a casa tan pronto que
termine con el negocio, —le explico. Asiente pareciendo molesta. Le levanto la
barbilla—. Señora Grey, conoces mi rutina nocturna y no incluye excursiones de
negocios fuera. Mi único negocio es encontrar infinitas formas de hacerte
venir, —murmuro en su oído. Su respiración se detiene, aprieta las piernas, y
el reflejo de su pasión se repite en el agarre de su mano sostenida por la mía.
— Bien, pero regresa pronto. Este
apartamento de Nueva York no se siente como hogar.
— ¿Por qué señora Grey, me estás diciendo
que ya añoras tu hogar?
— Desde luego, eso me pasa señor Grey,
—dice sonriendo.
La voz de Taylor rompe nuestra conexión y
repentinamente las otras voces inundan mis sentidos—. Ya llegamos, señor Grey,
—dice abriendo la portezuela.
— Vas directo a casa, y no a ningún otro
lugar, —le recuerdo.
— Christian, estoy embarazada, con ganas
de unos bocadillos y cansada. Aunque quisiera, ahora estoy demasiado cansada,
—dice con un bufido nada elegante.
— La cocina del apartamento está
totalmente surtida. Si se te antoja algo más, en el cajón del gabinete junto al
refrigerador tiene menús que Sawyer o Melissa podrían ordenar. Pero, —digo
apuntándola con el dedo—, ¡no salir del apartamento por ninguna razón!
Especialmente con este tiempo… Se supone que una tormenta de nieve azotará esta
noche. —ordeno.
— Ya es de noche y la nieve ya está
cayendo, Christian. ¿Cómo se supone que regresarás? —Pregunta con los ojos muy
abiertos.
— La limusina vendrá a recogerme después
que el conductor los deje a los tres, nena, —le digo para calmar su
preocupación—. No te preocupes por mí. Regresaré pronto. —Le doy un beso rápido
y cierro la portezuela de la limusina detrás de mí, deteniendo el aire caliente
que sale del vehículo.
Taylor y yo nos apresuramos a entrar a la
cafetería que está flanqueada por Hermès y Barneys y otras tiendas de lujo.
Taylor jala la puerta y la oleada de los frescos aromas de café y los panes
daneses nos reciben. El interior del lugar es acogedor, del tamaño de una caja
de zapatos. Veo a Welch inmediatamente. Está sentado con un hombre con la gorra
de los Yankees, vaqueros, botas vaqueras y camisa negra casual con las mangas
enrolladas. Su abrigo cuelga en el respaldo de la silla donde está sentado. Por
costumbre miro alrededor. El lugar está vacío excepto por Welch y compañía. Por
el aroma celestial que se desprende desde el contenedor de pasteles y que hacen
agua la boca, no creo que sea por la comida, pero mi equipo de seguridad cierra
el lugar. Welch se levanta enseguida para saludarme con rostro sombrío. Cuando
su acompañante levanta la cara, lo reconozco. Nunca lo he visto vestido en otra
forma que no sean trajes caros, desde la universidad. Levanta graciosamente su
alta figura, con fluidez y confianza como si fuera el dueño de esta maldita
ciudad y extiendo la mano derecha para tomársela con el movimiento habitual del
antebrazo.
— ¿A qué debo tu presencia aquí, Alex?
—Pregunto.
— También me es grato verte, Grey,
—responde con una sonrisa—. Estaré en la ciudad un par de días y necesitas mis
ojos y oídos. O eso se me dijo. Seattle es tu ciudad, pero Nueva York y Los
Ángeles son las mías, —dice casualmente y apunta la silla vacía. Después de
mirar alrededor, localizo a su guardaespaldas Anthony, parado en un lugar
privilegiado donde puede observar el local entero, tanto las entradas del
frente y atrás, pero está convenientemente oculto. Taylor regresa a la mesa,
pone el café frente a mí, y luego se va dónde está Anthony de pie.
—
Señor Grey, no tengo mucho tiempo así que, trataré de explicarle lo mejor
posible en el menor tiempo, —interviene Welch. Pone un sobre de papel manila
frente a mí. Tomo el sobre y vacío su contenido que son una carpeta y una
tarjeta de memoria de la clase que se ponen en teléfonos inteligente o en las
tablets—. La doctora Richards es una mujer difícil de encontrar, —empieza Welch
sin preámbulo. Tiene poderosas alianzas por su, uh, actual novio, —luego
continúa—. Así que, el hecho es que me conoce, lo que me hizo todavía más
difícil hablar con ella. ¡Bloqueó las posibilidades! ¡Todas! Todos mis intentos
para contactar con ella incluyendo una visita al New York Presbyterian terminó
con una amenaza de acusarme de acecho. Incluso no le importó, hum, la póliza de
seguro que tenemos contra ella, —dice
y me estremezco.
— Sin embargo, hay más de una forma de
recabar información y esa es mi especialidad, —añade Pella.
— ¿Qué tienes? —Pregunto con tensa y
nerviosa energía.
Welch saca una pequeña tablet de ocho
pulgadas—. ¿Puedo? —Dice extendiendo la mano hacia la tarjeta de memoria. Se la
entrego. La introduce en la ranura correspondiente y la pantalla cobra vida.
Hay archivos de imágenes. Una sonriente feliz cara de una adolescente aparece.
Sacudo la cabeza inquisitivamente—. ¿Y
bien? —Pregunto irritado.
— Sigue deslizando, —dice Pella.
Con el dedo índice, me desplazo por los
contenidos. Una tras otra, imágenes de la misma niña yendo a la escuela,
saliendo con amigos, luego en la escuela y su dormitorio. Luego aparece una
imagen que parece ser una tienda de lujo en la que está esposada con cara aterrada,
seguida de una foto policial y huellas dactilares por robar en la tienda y
luego en un lugar que parece ser un calabozo. Esta vez, aparece despojada de su
ropa y de su inocencia. Imagen tras imagen la muestra en varias posiciones
sexuales. Noto que la disposición del lugar parece ser la de un club sexual
debido a su similitud con los que visité en el pasado. La imagen final muestra
una nota que simplemente dice “Atrapada y castigada”
— ¿Quién es? —Pregunto, a pesar que tengo
la ominosa sensación de quién pudiera ser. Simplemente buscando confirmación.
— Es la hermana pequeña de la doctora
Richards.
— ¿Y qué tiene que ver conmigo?
— Es el medio para un fin, el enlace más
débil de una cadena de la que tirar con seis grados de separación. Ella jala la
cadena de la doctora Lauren, y por un conocido cercano, la doctora Lauren puede
jalar la tuya, —explica Pella—. Incluso si es en su propio detrimento. Lo que
estamos viendo aquí es solo un movimiento de ajedrez. ¿Juegas ajedrez?
—Pregunta Pella con indiferencia, me irrita dado el tema.
— Sí, Alex, ¡sabes que juego juegos de
estrategia! —Casi gruño exasperado.
— ¡Bien! —Responde dándome una sonrisa
brillante. Levanta la cara, se recuesta hacia atrás y cruza los brazos. Luego
su cara se convierte en una expresión seria—. Eso significa que deberías
reconocer y entender lo que pasa aquí. ¿Qué sacrificarías para derribar al rey
de tu oponente? —Pregunta hipotéticamente, levantando las cejas. Mi mente está
demasiado revuelta para jugar juegos hipotéticos de ajedrez. Contesta su propia
pregunta—. ¿Sacrificarías a tus ocho peones, tus dos caballos, los dos alfiles,
tus dos torres e incluso a tu única reina? Aparte de tu rey, puedes sacrificar
todo si tu objetivo es ganar el juego. Porque lo que importa es que el único
rey permanezca de pie en el juego de ajedrez.
— Basta con la analogía de la estrategia
del juego de ajedrez, Alex. Estoy seguro que no estoy aquí para recibir una
clase de ajedrez.
— Christian Grey, ¿todavía no lo ves?
Quienquiera que sea o sean, un peón y una torre se están sacrificando aquí. La
torre es más fuerte que el alfil o el caballo. Ya sabes lo que se dice del
juego… Generalmente se considera que dos torres se considera que valen más que
la reina. Es una pieza importante en el juego. Quienquiera que sea, gana una
torre sacrificando un humilde peón, a
saber, la hermana, y ese pequeño peón tira una torre, la doctora Richards. La
torre se usa para derribar a la reina, tu reina, y la reina derribará al
rey.
— ¡Alex, en puto español, por favor!
— La doctora Richards no tiene el
potencial para derribarte. Ese no es el propósito del jugador. Sin embargo,
estaba destinada a ser usada para derribar a tu reina, lo que de alguna manera,
los atentados de otra persona no tuvieron éxito ya que tu reina tenía sus
propios trucos. Si la señora Grey se comporta como lo hizo anoche sabes bien
que podría haber pasado en esa reunión: el recuerdo implacable de la sociedad
gracias a que eres elusivamente famoso, los paparazzi y por supuesto el nunca
olvidado internet. Sabes tan bien como yo que lleva años construir una
reputación y minutos para destruirla. ¿Quién se beneficiaría de tu caída?
—Pregunta.
La lista puede ser larga. El éxito
conlleva una larga de rivales que quedan en el polvo. Pero puedo haber otros,
un particular otro. Miro a Welch
con conocimiento—. Hasta ahora, no hay actividad aparente. Está buscando acción
por parte de la corte, reclamando una adquisición hostil. Todos sus esfuerzos
parecían haberse enfocado en esa dirección. Por supuesto no significa que no
esté involucrado de alguna manera, pero hasta ahora toda la vigilancia muestra
que sus esfuerzos están centrados en el litigio.
— ¡No descartes nada! —Interviene Alex.
— ¿A quién seguirías para prevenir que
alguien entre a mi apartamento?
— No sé el nombre, el hombre del señor
Pella, —dice asintiendo en dirección a Alex—, el que conoció más temprano está
sobre él. Pero el tipo sabe que está siendo seguido, y no le faltan trucos.
—
¿Qué permiso necesitas de mí entonces?
— La doctora Lauren no está dispuesta a
cooperar, ya que su hermana está involucrada. ¿Quiere jalar sus cuerdas para
que coopere usando nuestro seguro?
— No creo que funcionara, —digo, aunque
aún tuviera todo el ‘seguro’ que destruí.
— Tampoco lo creo, —concuerda Pella—.
Simplemente no hay nada que la gente no haría para proteger a sus seres
queridos, incluyendo su propia destrucción y desaparición. Ella está
protegiendo a su hermana menor, no solo de una revelación embarazosa, pero posiblemente
de algo más. Si no están en la ciudad, el impacto sería menor, pero queremos
eliminar cualquier daño a ti y a tu familia sin mencionar a tu propia empresa.
Así que, la pregunta es: ¿qué otras piezas del juego están alineadas contra ti?
Esta podría ser la única. ¿Es esto una simple distracción, un sacrificio o una
pieza importante para aislar al rey?
— La reina, —respondo—. Quienquiera que
sea, quieren aislar a mi reina.
— Entonces la pregunta es, —dice Pella
inclinándose hacia mi mirándome sin parpadear—. ¿Se sacrificaría el rey para
salvar a la reina? —Pregunta sabiendo la respuesta.
— Indudablemente, —respondo con gravedad.
— Entonces ahí está tu eslabón más débil.
Se acercarán a ti a través de ella, —dice recargándose hacia atrás con los
brazos cruzados—. ¿Entiendes el juego ahora? —Pregunta Alex—. Nunca vendrán por
ti. ¡Nunca!
—dice haciendo énfasis—. Vendrán por tu reina. La reina derribará a su
propio rey, —dice. ¿Y qué tan bien sé eso? Daría todo por Ana, aun mi propia
vida. Desde luego que prefiero conservarnos a todos intactos, lo que significa
que necesito preparar un golpe ofensivo contra el desconocido enemigo—. ¿Cómo
encontramos a esa persona? ¿Y cómo pudiste conseguir poner tus manos en los
documentos de la doctora Richards?
— Puedo ser muy, —dice Pella moviendo las
manos como si tratara de encontrar la palabra correcta—, persuasivo. Todos tienen
conexiones en alguna parte y la doctora Richards tira de las de un
multimillonario neoyorquino que tiene aspiraciones por convertirse en senador.
El futuro senador seguramente no querrá que sus singulares predilecciones sean
expuestas públicamente. Simplemente me recuerda la carrera para el senado a
principios de la década de 2000 contra un muy conocido político republicano de
un estado del medio-oeste que no solo perdió el escaño en el senado, sino
posiblemente hasta la presidencia por el escándalo. Los políticos también
pueden ser desagradables. El novio de la doctora Richards realmente podría
estar en la lucha por cualquier puesto, aunque cualquier ligero chisme sobre
eso podría ser malo para él. Por supuesto, la amenaza sobre eso, podría
proporcionar su cooperación a regañadientes, garantizándole que nada de esa
información se filtraría a los medios. Tengo que asegurarle que eso no pasará.
Porque no es para beneficio de nadie.
— ¿Y ahora qué?
— Solamente nos dio tiempo. Va a contener
a su novia, pero sabe que el escándalo está a solo un archivo del internet para
compartir la información. Dijo que tenía monitoreado el internet por su equipo
de genios informáticos 24/7 para prevenir y contener cualquier posible daño que
cualquier filtración y, por supuesto, si encuentra a la persona, presentará una
orden judicial contra él o ella por la filtración. Puse a su atención a su
novia exponiéndose hablando de sus gustos privados, también podría perjudicarlo
más que nadie, en lo cual, por supuesto estuvo de acuerdo.
Recorro con mano exasperada mi cabello.
— ¿Quiere ponerse en contacto con la
doctora usted mismo? —Pregunta Welch, pero su teléfono debe haber vibrado
porque levanta un dedo en disculpa y mira la pantalla—. Disculpe señor, —dice y
desliza el dedo por la pantalla para contestar la llamada—. Sí, —Dice. Espera
la respuesta—. ¿Lo perdieron? ¿Dónde? —Al oír la respuesta hace una mueca—.
¿Hay alguna posibilidad de alcanzarlo? —Él. ¿Quién es él?—. Bien. Dame tu
jodida ubicación. Iré a buscarlo. —Una vez oída la respuesta murmurada por su
teléfono, automáticamente voltea la cabeza hacia la puerta de entrada del
local. No es posible ver más que oscuridad y la luz del lugar que ilumina la
nieve que cae solo a unos pasos—. Mañana entonces, —dice confirmando una
reunión, y luego cuelga. Pella no dice nada como si hubiera escuchado toda la
conversación—. Era Lee. Perdió al hombre del que estaba al acecho en la
convención de hoy o más bien llevando a cabo algunos trucos electrónicos para
bloquear la recepción inalámbrica de todos los asistentes.
— ¿Perdido?
— Sí señor. Pero recobró algo del disco
duro de su portátil. Desafortunadamente, mientras trataba de descifrar la
información, el disco duro se autodestruyó.
—
¿Cómo? —Pregunto—. ¿Cómo logró ese hombre hacer eso en tan corto tiempo?
— Actualmente es muy fácil. Cuando el
hombre fue descubierto con los pantalones virtualmente abajo por Lee, tuvo que
correr dejando su portátil. Pero ingresó de forma remota un comando
privilegiado con una contraseña predeterminada para iniciar sesión y destruir
los datos del usuario, —contesta Welch.
— ¿Y cómo nos ayudará eso? ¿Qué
información relevante contenía el disco duro que hizo que nos reuniéramos aquí
hoy? —Pregunto intencionadamente.
— Señor Grey, el hombre tiene acceso a la
agenda de la señora Grey. Todo eso fue lo que Lee pudo determinar y algunos
correos que recibió de usted.
— ¿Qué? —Salto.
— La mayoría fue destruido. Pero no
sabemos cómo recibió esa información o si tuvo acceso a ella.
Mi mente corre a ciento cincuenta por
hora. Alguien tiene acceso al contenido de su cuenta de correo electrónico—.
Quiero que ese maldito disco duro sea analizado por Barney, ¡Y únicamente por
Barney! ¿Qué cuenta de correo? —Pregunto con los dientes apretados.
— SIP y la agenda es lo que se ingresó en
el calendario de la empresa. Pero la información es solo parcial. O bien los
datos de SIP son pirateados, que es muy probable, o los celulares. Lee
describió que el contenido del disco duro era como una hoja de papel que la
mayoría se quema, pero alguna información crucial se conserva. Esa fue la forma
en que determinó la parte de SIP.
— ¿Por qué no puedes tener el disco duro
ahora? —Pregunto cambiando de tema. Quiero tener inmediatamente ese disco duro
en mi posesión.
— Hay alerta de tormenta. La peor
tormenta de nieve del año está sobre nosotros. Me lo entregará mañana cuando
las calles hayan sido despejadas. Ahora es muy peligroso y no está en la isla
de Manhattan. En este momento, la mayoría de la gente está solamente buscando
refugio o permaneciendo en interiores.
— Christian, ¿dónde está la señora Grey?
—Pregunta Alex.
— La mandé al apartamento. Ya debería
estar en casa. —Respondo.
— Mejor asegúrate que está en casa por la
llegada de la tormenta de nieve. ¿Tienes como regresar a casa?
Pensando en ello, la limusina debería
estar ya de regreso. Pero no es así.
— Señor Grey, tengo la confirmación de
que la señora Grey y su equipo de seguridad están en casa. Están bien señor.
Pero la limusina no regresará hasta que la tormenta amaine, al menos un poco,
—Taylor informa, guardando su teléfono con cara estoica.
— ¡Mierda! —Siseo.
— Tengo intereses en un hotel de cinco
estrellas a solamente una cuadra en Madison y calle 77th. Estoy seguro que
podemos ir ahí hasta que la tormenta amaine. —No me gusta la idea de dejar a
Anastasia sola. Necesito llegar a casa. Pella nota la cara conflictiva que
tengo—. Vamos Grey. Tan pronto como la nieve pare, puedes regresar, lo que no
será más que unas cuantas horas. —Estoy paseando de ida y vuelta en el pequeño
espacio, sintiéndome preso—. Haré que Anthony te lleve. Tengo un AWD Knight
Conquest, ningún clima es demasiado duro para él. Solo espera que la tormenta
cese.
— Dos horas como máximo, —acepto a
regañadientes.
La
passion est toute l’humanité, sans elle, la religión, l’histoire, le roman,
l’art seraiant inutiles.
La pasión
está en toda la humanidad; sin ella, la religión, la historia, la
literatura y el arte se volverían inútiles.
Fiel a sí mismo, Alex aparece y se
asegura de tener la suite más grande que ocupa los dos pisos superiores del
hotel y es algo bueno, porque todos los demás cuartos están ocupados,
sorprendente dada la temporada. Tan pronto como encuentro un espacio privado
para colgar mi sombrero, lo primero que hago es marcar el teléfono de
Anastasia.
— ¿Christian? —Contesta.
— Hola nena, —respondo.
— Llegas tarde, —dice acusadoramente.
— Estaré en casa en un par de horas. Una
fuerte tormenta de nieve está cayendo y estoy atrapado. Nos hemos refugiado en
un hotel en el Upper East Side.
— ¿Taylor y el señor Welch? —Pregunta
preocupada.
— También están aquí. ¿Ya cenaste?
—Pregunto cambiando el tema.
— Sí, hay muchos bocadillos aquí. No
tuvimos que pedir.
— ¿Qué has hecho desde que llegaste a
casa? —Pregunto.
— Comí algunos bocadillos porque tu hijo
estaba hambriento, —dice remarcando ‘tu’ hijo.
— Nuestro hijo, —la corrijo.
— Sí, bueno, estaba hambriento, pero me
hice un sándwich. Acabo de ducharme y estoy esperando por ti en la cama.
— ¿De verdad señora Grey? ¿Qué llevas
puesto? —¿Qué demonios? ¿De dónde vino eso? Es un cliché, pero quiero hacer
este juego con ella ahora mismo. Anastasia se percata de la intención y su voz
adquiere una profunda sensualidad que haría que cualquier operador del sexo se
pusiera celoso. No es que alguna vez yo tenga necesidad de eso, pero tiene la voz
de una seductora.
— Llevo puesta la camiseta del ‘Catálogo
de camisetas de mi marido’ —, responde enfatizando.
— Deberías usar seda o satín, nena,
—respondo.
— Oh, no sé. Prefiero usar algo con tu
aroma que cualquier otra cosa de seda o satín, marido. Y en este momento, estoy
recostada en la cabecera, no solamente completamente aburrida hasta las
lágrimas, sino completamente cachonda. No hay nadie para entretenerme, —dice
soltando un exagerado suspiro. Gimo echando la cabeza hacia atrás—. Yyyyy señor
Grey, me siento como que estoy muy acalorada. No sé quién me pueda sacar de
esto.
— ¡Anaaa! —Siseo entre dientes apenas
reconociendo el sonido gutural que sale de mí—. ¡No quiero el dedo de nadie en
mi pastel! ¡Incluso si es una broma! ¿Entiendes? —Siseo.
— ¿Ni siquiera yo, señor? —Pregunta
inocentemente.
— Podríamos hacer esa excepción esta
noche viendo cómo te he descuidado, pero yo y solo yo estaré ahí.
— Sí señor, —responde obedientemente.
Sabe cómo ponerme duro, pero entonces
nuevamente, siempre estoy a mitad de camino con mi esposa—. Esta mañana, cómo
estoy ahora, me puse duro como el infierno solo con verte dormir.
— Verte dormir también es un raro
obsequio, —murmura.
— Sí, pero mi polla estaba como un palo,
una cuerda pesada, palpitante, penando por entrar en ti que es el motivo por el
cuál te puse debajo de mí y me deslicé en tu sexo antes incluso que tus ojos
estuvieran completamente abiertos. Incluso cuando estás medio dormida, tu
cuerpo responde al mío como nada más. La manera en que gimes cuando estoy
profundamente hundido en ti, la forma en que me aprietas cuando trato de salir
como si no tuvieras suficiente de mí y la forma en que te mantienes viniéndote
una y otra vez con deliciosas olas. Me vuelves jodidamente medio loco cuando
estoy dentro de ti, es como una necesidad del aire que respiro. —Un suave
gemido, mezclado con necesidad lasciva escapa de sus labios y me llega al oído.
Mi voz es profunda, un poco áspera, seductora, y a veces como suave terciopelo,
pero debilita sus rodillas.
— ¡Christian! ¡Te quiero aquí! Quisiera
que estuvieras dentro de mí, —gime.
— Lo sé nena, lo sé. Pero haré esto bueno
para ti. Quítate la camiseta como lo haría yo. Porque si estuviera ahí, te
desnudaría y lamería toda tu exquisita piel desde los labios hasta los dedos de
los pies. Quiero que pienses en mi boca sobre ti. No te llevaré rudamente antes
que consiga ponerte suave y húmeda. Me tomaré tiempo con las manos y boca.
Quiero que te tomes los pechos y ruedes tus pezones entre el pulgar e índice.
Ambos. Como yo lo haría, —susurro seductoramente, como la serpiente tentando a
Eva para probar la manzana. ‘Pruébala. Te gustará’ Un fuerte
gemido surge del teléfono.
Sinnerman - Nina Simone
— Ahora quiero que pellizques y jales tus
pezones. Imagina que los estoy chupando… ¡Fuerte! —Otro gemido se oye por el
teléfono. Anastasia empieza a respirar con fuerza—. Aún no quiero que te
toques. Solo pon atención a tus pezones. Se supone que debe haber aceite para
masajes en el cajón superior de la mesita de noche. Sácalo y pon un poco en tu
palma.
— ¡Ah! Oh… de acuerdo, —tartamudea. Oigo
su fuerte respiración que poco a poco se calma.
— Ahora desliza las manos desde la parte
alta de tus pechos a la curva descendente. Sobre tu ombligo y hasta tu hueso púbico.
— Quiero que me hagas esto cuando esté
esposada y con la barra separadora, —murmura entre jadeos.
— ¡¡Joder!! —Siseo—. Definitivamente que
lo haré. ¡Eres una chica perversa, Anastasia Grey!
— Solamente… —jadea—, ¡porque estoy
casada con un chico perverso!
— ¡Cuánta maldita razón tienes!
— ¡Ahhh, —gime.
— Ana, quiero que bajes tu mano derecha a
los pliegues de tu sexo. Dime, ¿ya estás mojada?
— S... sí. Mucho, —contesta.
— Buena chica. Ahora, introduce tu dedo
índice en tu interior, —ordeno.
— No puedo hacerlo hasta que no te oiga
darte placer a ti mismo, —dice.
— ¡Anaaa!
— ¡Por favor, Christian! Nunca hemos
hecho sexo por teléfono. Me gustaría saber que puedo hacer esto por mi hombre.
— ¡Lo haces! ¡Siempre me excitas! —Digo
con voz ferviente.
— Marido, desnúdate y toma tu pene entre
las manos, —ruega.
— ¡A la mierda! —Digo mirando alrededor y
camino hacia el baño integrado a la suite mientras me voy deshaciendo de la
ropa. Tan pronto como me deshago del bóxer, mi erección salta libre, pesada y
pulsante. Me gusta encontrar una ducha encristalada. Me meto sin abrir la llave
del agua. Esto será después.
— ¿Ya estás desnudo? —Pregunta.
— ¡Sííí, ¡maldita sea! —Contesta y
responde con su risita.
— Oh, señora Grey, no lo hagas. No
risitas durante el sexo. —Mi voz toma un tono de advertencia.
— Dime cuanto me deseas, marido.
— Te quiero malditamente mucho, te follaré
en siete tonos del domingo tan pronto como te ponga las manos encima. —Gruño.
— ¿Cuán grande es tu erección?
—Canturrea.
— Lo suficiente para follarte hasta la
semana próxima, señora Grey, —le contesto mientras me acaricio—. Ahora también
quiero que hundas tu dedo medio en tu sexo. Gira los dedos alrededor como un
movimiento de barrido presionando sobre la pared frontal, como lo haría con mi
lengua. Jala tus pezones con tu otra mano. ¡Estoy aquí, nena! Duro, listo para
follarte. Solo pensando en ti despatarrada en la cama, dándote placer, me hace venirme.
— Quiero chupar esa lujosa punta de tu
polla, lamerla como un paletón de chocolate, pasar la lengua sobre las protuberancias
y venas, y después tragarla hasta la empuñadura. Pero, lo que realmente deseo
hacer es montarla fuerte, como nunca antes haya sido montada. ¡Sentir las venas
palpitantes, hacerte primitivo, como un dios! ¡Ya la boca se me está haciendo
agua! —Murmura.
— Nena, tienes una fijación oral.
— Cuando se trata de ti señor Grey, soy
desvergonzada, quiero que me agarres el cabello, y que te introduzcas en mí con
tus instintos básicos. Quiero sentir que me necesitas. Solo a mí…
— ¡Joooder! ¡Ana! —Gruño mientras el
líquido pre-seminal burbujea cubriendo la cabeza de mi polla, extendiéndose
sobre la media luna de mi pulgar e índice—. ¡Toca tu pequeña protuberancia, y
frótala con tu otro pulgar mientras te imaginas chupándome! —Le ordeno.
— ¡Christian! ¡Estoy ardiendo por ti! Si
no me haces venir, estallaré en llamas. ¡Me imagino arrodillada ante ti sin
ningún obstáculo entre mi boca y tu erección! ¡Oh! —Gime—. ¡Christian, estoy
tan cerca! —Mi mano se acelera, sintiendo los labios de mi esposa en la polla.
Pierdo el equilibrio inclinándome sobre la pared de la ducha, y gruesos chorros
de esperma se disparan largo y fuerte. Anastasia grita su placer por el
teléfono y finalmente murmura en nuestra liberación—, ¡no es suficiente sin ti,
Christian!
— Lo sé, nena, llegaré a casa tan pronto
como pueda, y satisfaré tu sexo hambriento.
Everything is never quite enough – Wasis Diop
Cualquiera que esté enamorado está haciendo el amor
todo el tiempo, incluso si no lo están haciendo. Cuando dos cuerpos se
encuentran, es solo la copa desbordada. Pueden permanecer juntos durante
horas, incluso días. Comienzan el baile un día y lo terminan al siguiente,
o, -tal es el placer que experimentan-, es posible que nunca lo terminen.
Paulo Coelho
Después de tomar una ducha caliente, me
vuelvo a vestir. Recojo el celular y marco nuevamente—. ¡Hola? —Una voz
aturdida contesta el teléfono.
— ¡Barney! —Mi voz despierta su atención.
Se aclara la garganta un par de veces—.
Sí, oh señor, estoy despierto. Lo siento, —dice.
— No te disculpes. ¿Hablaste con Welch?
— Sí, lo hice, también con el señor Lee.
Le dije como tomar capturas de pantalla de los datos sin destruir lo que hay.
— ¿Y?
— La primera precaución que tome fue
restablecer las contraseñas de todo el personal de SIP, y tuve que restablecer
su contraseña también. Pero es mucho más fácil piratear el teléfono de alguien
que un servidor como el de SIP, por lo que, por el momento, he prohibido el
acceso al correo de la compañía desde el teléfono inteligente de la señora
Grey, el de su asistente y el acceso a su agenda de trabajo compartida. Esto
debería controlar el daño primario. Asimismo, ¿podría preguntarle a la señora
Grey si su teléfono estuvo fuera de su vista en algún momento? ¿O algo inusual
les sucedió a los teléfonos?
— ¡Sí! No sé si su teléfono estuvo fuera
de su alcance, pero hoy tuvieron problemas con el teléfono. Lee dijo que las
señales fueron bloqueadas. Así que las baterías de todos los teléfonos se
agotaron excepto el de la asistente de la señora Grey.
— ¿Por qué no el suyo?
— Aparentemente estaba conectado a su
portátil, cargándose.
— Humm, —murmura pensando—. Necesito ver
los teléfonos. Todos. Mientras tanto, sería lo mejor si usted pudiera hacer
algo por mí. Le enviaré un código por correo para que lo instale en los
teléfonos para evitar cualquier interferencia, algo como un firewall
(cortafuegos) para los teléfonos inteligentes. Eso también detectaría troyanos…
bueno, teóricamente.
— ¿De verdad?
— Bueno, es una teoría mía que funciona. Creé
yo mismo el código, pero lo he probado y hasta ahora ha dado resultados
positivos, señor. Si tiene acceso al teléfono, se lo puedo mandar directamente
a usted. Tendría que conectar los teléfonos inteligentes a una portátil o a una
computadora de escritorio. Hace que la solución sea más fácil.
— De acuerdo, mándalo. Envíale copia a
Taylor y así podrá trabajar con los teléfonos de los elementos de seguridad.
— Así lo haré, señor. ¿Cuándo podré tener
los teléfonos, señor Grey? Me gustaría examinarlos.
— Estaremos de regreso en Seattle mañana.
Pasado mañana podría hacerse.
— Sí señor, —dice antes de que yo cuelgue.
Taylor me está esperando afuera—. La
nieve está cediendo. Podemos irnos si quiere. —Asiento.
— ¿Quieres algo de beber antes de irte?
—Alex levanta la botella de cerveza Carslberg Jacobsen Vintage
— ¿De dónde sacaste eso? Solamente hacen
600 botellas al año, —digo sorprendido.
— Las han embarcado en Copenhague, por
supuesto. Tienen los sellos de alquitrán y la cuerda.
— ¡Ahhh! No sé si eso es atractivo, —digo
dudando.
— Claro que lo es. El vino de cebada es
madurado en barricas de roble por seis meses haciendo que le dé sabor de
vainilla y cacao. La seguridad la dan los sellos y la cuerda. De otra manera no
pagaría cuatrocientos dólares por una botella. Así qué, ¿quieres probarla?
—Pregunta, agitando una nueva botella.
— Por más atractiva que sea, tengo una
esposa embarazada en casa, esperándome. —Asiente con una sonrisa que no alcanza
sus ojos como si el comentario le golpeara un punto doloroso. Abro la boca para
preguntarle qué le pasó a su familia, pero decidiendo que es algo muy personal,
cierro la boca y no vocalizo la pregunta que ha estado cruzando por mi mente
por largo tiempo. No sé qué haría si algo le pasara a Ana. Casi me volví loco
cuando creí que me estaba dejando. Justo cuando pensaba que la vida no podía empeorar…
Sacudo los recuerdos de su cuerpo sin vida en la calle.
A pesar de que la curiosidad me está
acicateando, no pregunto. Esta vez su sonrisa es amplia como si leyera mi mente—.
Fue el fuego y hace mucho tiempo, —dice. Ni siquiera puedo pronunciar la frase
‘lo siento’ por la conmoción—. Lo sé, —dice con sonrisa triste—. Ve con tu
esposa, mi amigo. Nada con una etiqueta de precio compensa lo que no tiene
precio, coma nuestra familia.
— Gracias por permitirnos dormir aquí
durante la tormenta. Tus favores se me acumulan.
— Bueno, algún día puedo reclamarlos.
Actualmente, solo algo que deseo que alguien más haga por mí. Puedes llamarlo…
vivir indirectamente, —dice encogiéndose de hombros—. Si no te veo antes de que
te vayas, te deseo un buen viaje de regreso a Seattle. —Extiende la mano y
agarro su antebrazo de la manera habitual, como un general romano.
— Gracias, —expreso mi gratitud en mi
forma extraña y él lo sabe.
Cuando Taylor y yo llegamos al
apartamento son casi las cuatro de la mañana. Anastasia está durmiendo
acurrucada bajo las sábanas. La chimenea está encendida. La luz de la chimenea
parpadea y danza sobre su cara haciéndola brillar como un ángel. Su mano está
asida a mi almohada como siempre hace cuando no estoy con ella. En este
momento, todo lo que quiero es meterme a la cama con mi esposa embarazada y aferrarme
a la persona más importante del mundo para mí.
Me quito la ropa, la apilo cuidadosamente
en la silla y me introduzco en la cama jalando a Anastasia a mi abrazo, su
espalda en mi pecho desnudo. Instintivamente se acurruca a mi calidez. Caigo en
un profundo y aliviado sueño sabiendo que está a salvo y caliente en mis
brazos.
La luz del sol se filtra por la ventana
como si la tormenta de la noche no hubiera durado toda la noche. Anastasia gime
y enreda su pierna sobre la mía automáticamente. Nunca le ha gustado estar muy
caliente mientras duerme. Miro el reloj en la mesita de noche. Parpadea que son
las 7:38. A pesar de que siempre soy madrugador, esta mañana no quiero dejar de
estar al lado de Anastasia. Se desplaza y voltea su cuerpo hacia mí. Su
movimiento levanta su camiseta, exponiendo la protuberancia de su vientre y
media luna de sus pechos. Mi polla que ya está a media asta, brinca. Se coloca
en la parte baja de la espalda de Anastasia y sus ojos azules se abren
lentamente.
— Hola, tú, —sonríe. Su voz es un poco
ronca en la mañana, pero también ruda por el despertar de sus sentidos. Sus
ojos azules brillan, la sangre corre por sus mejillas, sonrojándose por
completo—. Eres un espectáculo para los ojos cansados, —susurra.
— Me gustaría ser más que solo para tus
ojos cansados mujer, —respondo. La increíble tensión surge en mí con urgencia
de hacer el amor, ardiendo por ella.
— Acerca de la promesa que hiciste…
—empieza—. Si esto es un preámbulo para cumplirla…
— Oh nena, no has visto nada todavía.
— Christian, anoche solo me dejaste
deseando más.
— ¿Y qué te parecería que la cumpliera
esta mañana? —Le pregunto.
— Hazme sentir viva y deseada. —Su voz es
profunda, aterciopelada, libertina.
— Entonces ponte a cuatro patas señora
Grey, —ordeno. Obedece inmediatamente—. Tendré que prepararte y abrirte nena,
estás muy apretada y soy muy grande. No quiero lastimarte.
— Christian, ¡me quiero sentir viva! ¡No
estoy hecha de cristal, sabes! —Protesta. Le doy una palmada justo en el
vértice de sus muslos. Mis dedos muestran la evidencia de su excitación.
— ¡Otra vez! —Pide sorprendiéndome.
— ¿Quieres que te azote? —Le pregunto.
— Por favor, —ruega.
— ¿Segura? —Digo con apenas contenida
excitación.
— ¡Sí, por favor! ¡No me hagas rogarte!
— Bien, entonces te daré doce azotes,
—digo—. Si es demasiado, me lo dices y pararé y solo te follaré.
— ¡Sí! ¡Hazlo ya! —Se queja.
— ¡Sí señora! Tu trasero es la vista más
hermosa, nena, —digo acariciándolo suavemente, extendiendo el calor. Entonces
levanto la mano y la dejo caer en su nalga derecha dejando una marca roja. La
vuelvo a acariciar y descargo otra nalgada sobre su nalga izquierda. Luego le
golpeo los pliegues de su sexo y justo encima de su clítoris provocándole un
profundo gemido. Arquea la espalda—. Quieta, nena, —la coacciono mientras froto
su sexo y aterrizo otra nalgada en su trasero. Es un patrón. Nalgada. Frotar.
Nalgada. Frotar. Nalgada. Frotar. Después de la décima segunda nalgada entro a
su tierno sexo con movimiento rápido. Cálido, húmedo, apretado y suave.
Permanezco ahí por unos segundos con los ojos cerrados, completamente perdido
en nuestra extática conexión. Se empuja hacia mí, instándome con su cuerpo a
moverme. Me salgo y me lanzo dentro de ella, primero lentamente, luego
acelerando el ritmo. Anastasia se mueve conmigo, empujándose hacia mí, acoplándose
a mis movimientos—. ¡Ana! ¡Para! ¡Esto terminará demasiado pronto! —Pero no
para. Mis pesados testículos pegan repetidamente contra su ahora hinchado
clítoris. Aún el sonido de ello renueva mi excitación, una conexión íntima, el
sonido de nuestro ritmo. La punta de la corona de mi erección raspa y besa su
tierno punto enterrado profundamente en su interior, llevando a mi mujer al
borde del orgasmo—. ¡Aguanta! —Siseo entre mis dientes apretados y cambio el
ángulo. A medida que abro más ampliamente las piernas, golpeo más profundamente
en ella, acariciando su punto del placer y siendo apretado por el fuerte abrazo
de su sexo para perderme en un placer alucinante. Anastasia echa la cabeza
hacia atrás, su cabello cayendo en cascadas. Su cuerpo se tensa, tirante bajo
la tormenta de asaltos de mis implacables impulsos. Las manos de Anastasia se
clavan con fuerza en las sábanas, su cuerpo tiembla, y los músculos internos de
su sexo envuelven mi polla más fuertemente, provocando mi orgasmo mientras
siento la primera ola golpeando el cuerpo de mi mujer. Mi cuerpo se sacude, un
profundo grito animal sale de mí, mi polla se tensa mientras las eyaculaciones
liberan un orgasmo desgarrador. El sudor me cubre y trata de enfriar mi
sobrecalentado cuerpo. Cuando la última sacudida se detiene, la rodeo con los
brazos y tiendo nuestros cuerpos sobre la cama.
— Eso fue… ¡Guau! No tengo palabras,
—murmura Anastasia.
— Sí, exactamente, —digo abrazándola más
fuertemente.
— Tu mamá llamó anoche, —dice.
— ¿Tienes que decirme esto ahora, cuando
mi polla aún está enterrada en ti?
Hace su risita—. ¿Pescado con los
pantalones abajo, señor Grey?
— Virtual y literalmente, —digo mientras
salgo con el sonido de succión, la evidencia de nuestro duro sexo escurre por
mi despierto pene—. Espera aquí, nena—, digo y voy al baño. Llevo pañuelos
desechables para limpiarla. Le limpio el sexo y las piernas suavemente.
— No está perdida la ironía en mí, señor
Grey, —dice.
— ¿Cómo es eso? —Pregunto.
— Me puedes dar lo que quiero, tan ruda
como gentilmente. Pero entonces, hay un lado tuyo que es increíblemente amable
y amoroso. Una de las muchas cosas que amo de ti.
— ¿Un gran elogio viniendo de ti, señora
Grey? No soy más que un humilde mortal, —digo con una sonrisa.
— No hay nada humilde en ti señor Grey.
Tengo hambre, vamos a comer, —dice.
Extiendo la mano hacia ella—. ¿Qué voy a
hacer contigo, mujer?
— Voy a pensar en algo delicioso.
— ¿Ducharte conmigo primero? ¿O mi hijo
no puede esperar hasta que su madre tome una ducha?
— Creo que puede esperar un poco más.
— ¿Qué quería mamá? —Pregunto con
curiosidad.
— Están organizándome un ‘baby shower’
esta semana. Eso era de lo que quería hablar. En casa de tus padres. Me pidió
que me registrara en alguna tienda para que la gente comprara lo que podría
necesitar.
— No necesitas hacer eso. Puedo pagar
todo lo que tú y nuestro pequeño necesiten.
— Oh, Christian. Realmente ese no es el
punto… —Dice poniendo los ojos en blanco—. Vamos marido. Tomemos nuestra ducha.
¿A qué hora regresamos a casa?
— Cuando queramos, pero estaba pensando
en irnos tarde. Así disfrutamos nuestro último día, esperar que las calles se
despejen y aún estar a tiempo en casa para cenar. Estoy seguro que la señora
Taylor estará feliz de ver a Jason.
— Por supuesto, —responde Anastasia.
— ¡Buenas tardes damas y caballeros!
Bienvenidos a bordo. Les habla su capitán. Parece ser que vamos a retrasarnos
unos treinta minutos debido a las condiciones climáticas. Estamos en línea para
despegar. El tráfico aéreo para despegar es más lento debido a la nieve. Por
favor disfruten sus aperitivos. Mi copiloto Baighley y yo les deseamos un buen
vuelo, —la voz de Stephan hace eco por los altavoces.
— Es extraño, —dice Anastasia mirando su
BlackBerry.
— ¿Qué pasa? —Pregunto.
— No puede acceder a la cuenta de correo
de SIP. Me está bloqueando.
— Oh eso. Es una precaución.
— ¿Qué? —Pregunta confundida.
— Todas las cuentas de la empresa tuvieron
que ser restablecidas.
— ¿Cuándo? —Pregunta frunciendo las
cejas.
— Ayer, o más bien anoche, —respondo.
— Ufff… Christian, ¿por qué
restablecieron mi cuenta de correo? —Poniendo su puño sobre su cintura.
— Porqué alguien pirateó tu cuenta de
correo y tu agenda de Outlook. No podíamos arriesgarnos. —Me encojo de hombros,
sin arrepentimiento.
— Discutiría contigo, pero todavía estoy
demasiado cansada, —dice con una sonrisa—. Gracias, —añade.
Esto me sorprende—. ¿Por qué? —Pregunto.
— Realmente sabes cómo hacerle pasar un
buen rato a una chica.
— Solo a mi chica. Solo a la mía. Porque te amo señora Grey, —contesto
mientras alzo su mano y la beso.
I want love - Elton John
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