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Monday, February 12, 2018

Libro III - Capítulo XXV



Capítulo 25
El cumpleaños
Traducido y editado por María Teresa Camp Gozalbo


Ana no descansa durmiendo. Gime llamando a su papá, pidiéndole que no muera. Después dice mi nombre asociado con Charlie Tango. Sé que está bajo mucho estrés, e inmensamente preocupada.

— ¡Shhh! —La tranquilizo y masajeo su cabello—. Te cuidaré y a todos los que amas, nena, —Murmullo. Se relaja nuevamente, y cae en un sueño profundo. Pero el sueño me evade. Hoy es el cumpleaños de mi mujer y está preocupada por su padre. Difícilmente es el cumpleaños que quería que tuviera como el primero conmigo. Lo quería celebrar en Nueva York para mostrarle los mejores aspectos de la ciudad. En su lugar, estamos aquí, observando a Ray aferrarse a la vida con uñas y dientes, como parece ser.

Lullaby - Dixie Chix

Hay un texto de Taylor. Confirma que estará aquí a las 7am. Ya tiene el comprobante de embarque del transporte del coche de Ana de Seattle a Portland. Él lo traerá al hotel. Le envío más instrucciones para que la llave de repuesto sea enviada por el servicio a cuartos. Es la manera que puedo darle la llave a mi esposa. Le envío mensaje a Andrea para confirmar el itinerario de vuelo para todos los invitados, sus reservaciones de hotel y la fiesta de Ana en el Heathman. Mamá se quedó ayer en el hotel y papá se unirá a ella hoy. Por un momento me pregunto qué pensará Ana del vestido que le escogí. Era para usarse en Nueva York, pero improvisaremos.

Siéndome imposible resolver todos los problemas de Ana me causa estrés. No tener control en el bienestar de Ray tanto como quisiera, es un territorio con el que no estoy familiarizado. Es su primer cumpleaños conmigo. Otra primera vez… ¿Cómo puede el amor de alguien crecer a pasos agigantados por otro ser humano? ¿Cómo podía esto ser posible… para mí? Para Christian Grey. Un hombre que no creía en el amor, que no hacía el amor. ¡Ahora no puedo imaginar un día sin ella, y mucho menos toda la vida! La misión de mi vida ha cambiado a lo grande. Anastasia se convirtió en el singular centro distintivo de todo mi universo, y hacerla feliz es mi único propósito en la vida.

Necesito estar listo antes que despierte. Tomo una ducha y me visto con jeans y T-shirt negra. Me hubiera gustado ducharme con Anastasia, pero no habría podido quitarle las manos de encima y no habríamos salido de la habitación. Ray está en el hospital. ¡Mierda! ¡Pobre Ray! Y pobre Christian.

Saco el joyero del bolsillo de mi chaqueta y sacudo la caja envuelta. Elegí cada pieza que colgaba del brazalete que les hice crear. Cada pequeño dije me trae un recuerdo especial con mi esposa. Una mujer que no conocía hace unos meses, pero se hizo cargo de mi vida como un tornado F5, y alteró todo mi ser irrevocablemente. Voy a nuestra habitación y me siento en una silla observando a mi esposa dormir. Es exquisita. Su belleza e inocencia se muestran en la tenue luz que se filtra por la ventana. Juego con la caja mientras la miro. ¿No escribió Bayard Taylor, ‘Te amo, te amo con un amor que no morirá. ¡Hasta que el sol se enfríe y las estrellas envejezcan, y se abran las hojas del Libro del Juicio!’? Así es como amo a Anastasia. La veo dormir en esta cama donde todo comenzó para nosotros. La observé por horas la primera noche que durmió aquí en su estado de ebriedad, recuerdo con cariño. Me embrujó desde el primer momento en que la vi.

First time ever I saw your face – Roberta Flack

Me levanto despacio y me dirijo a la sala para no despertar a Anastasia. Saco mi BlackBerry y marco a la Unidad de Cuidados Intensivos.

— Buenos días, Universidad de Ciencia y salud de Oregon (Oregon Health & Science University), Unidad de Cuidados Intensivos, ¿en qué puedo ayudarlo? responde una enfermera ligeramente irritada por haber sido llamada a una hora intempestiva.

— Soy Christian Grey. Estoy llamando para saber la condición en que se encuentra Raymond Steele, —digo con voz entrecortada.

— Señor Steele… quiero decir señor Grey, —balbucea. Creo no haber conocido a esta enfermera, se aturde en el teléfono al oír mi nombre—. Nuestro paciente tuvo una buena noche. Todos sus signos vitales están bien. Puedo conseguir a alguno de los médicos asistentes esta mañana para darle más información, señor —dice siendo más que servicial.  

— Eso estaría bien, gracias, —respondo.

— Lo pondré en espera por un momento, —dice y se oye música de fondo.
Alrededor de dos minutos después, una doctora tratando de mantener la respiración se pone en la línea. Se aclara la garganta—. Soy la doctora Clark, —dice cortésmente.

— Buenos días doctora Clark. Me gustaría preguntar acerca del estado de Ray Steele.

— ¿Es usted familiar cercano? —Pregunta sabiendo perfectamente bien la respuesta.

— Soy su yerno, Christian Grey. Sí, mi esposa y yo somos familiares cercanos.

— Mis disculpas, señor Grey. Tenemos que confirmarlo cada vez. Sí, el señor Steele estuvo muy bien la noche pasada. Todos sus signos vitales están normales. Está progresando al ritmo esperado.

— Es bueno oír eso. ¿Ningún cambio?

— Todavía tenemos que practicarle varios exámenes a nuestro paciente hoy. Pero el ritmo al que se está recuperando es extraordinario. Le informaremos si se presenta cualquier cambio.

— Gracias.

— Es un placer, señor Grey. No hay nada de qué preocuparse. Al señor Steele le está yendo bien hasta ahora.

Gracias. —Cuelgo y regreso nuevamente a la recámara. Anastasia todavía duerme. El sol está saliendo en el este pintando el cielo en tonos naranja-carmesí. La hora mágica. Un nuevo día está amaneciendo. Volteo y sigo contemplando a Anastasia ya que le luz matinal está llenando el cuarto. Se mueve. Momentáneamente confundida, tratando de descifrar donde está. Se golpea la cabeza, resoplando—. ¡Mierda! ¡Papito!

— Hey, —la tranquilizo y me inclino hacia ella. Acaricio su mejilla con los nudillos, calmándola—, Ya llamé a la UCI esta mañana. Ray tuvo una buena noche. Todo está bien. —Digo tranquilizando a mi mujer.

— Oh, bien. Gracias, —musita en tanto se sienta en la cama. Sonrío, me inclino y la beso en la frente.

— Buenos días, Ana, —susurro dándole otro beso.

— Hola, —responde, sus ojos en mí, y nota que ya estoy vestido. Sonríe vacilante.

— Hola nena, —digo cálidamente—. Quiero desearte un feliz cumpleaños, ¿está bien? —Pregunto, sabiendo lo alterada que ha estado desde que Ray se accidentó.

— Sí, por supuesto. Gracias. Por todo.

Frunzo las cejas. ¿Por qué me está agradeciendo?— ¿Todo? —Pregunto.

— Todo —repite. ¿Qué implica ‘todo’? Estoy confundido, pero no quiero preocuparme por eso. Quiero darle mi regalo a Anastasia—. Aquí, —digo nerviosamente entregándole la cajita de regalo con una tarjeta pequeñita encima.

Toma la tarjeta rápidamente y la lee. Su cara se suaviza mientras lee mis sentimientos por ella:

Por todas nuestras primeras veces en tu primer cumpleaños como mi amada esposa.
Te amo.
C x
Levanta su mirada azul hacia mí dulcemente—. También te amo —murmura. Desenvuelve la caja, y sus ojos se iluminan cuando ve la caja de cuero rojo de Cartier. La abre con cuidado y encuentra el brazalete de platino con los dijes. Sus ojos se encienden cuando examina cada dije: la torre Eiffel, un taxi negro londinense, Charlie Tango, un planeador, el Grace, una cama, un corazón, la letra C, una llave y un cono de helado de vainilla. Cuando levanta la mirada hacia mí al encontrar el cono, me mira desconcertada.
— ¿Vainilla? —Digo alzando los hombros disculpándome. Posiblemente fue tonto, pero esos fueron nuestras primeras veces.
Ríe con deleite—. Christian, esto es hermoso. Gracias. ¡Es fantástico!
Recordó. Sonrío. Sostiene el pequeño dije en forma de corazón. — Puedes poner una foto o lo que sea ahí, —Digo.
— Una foto tuya. Siempre en mi corazón, —dice mirándome a través de sus pestañas. Acaricia el dije con la letra C, recordando que es la primera chica que me llama por mi nombre de pila. Entonces la llave. Sostiene el pequeño dije examinándolo.
— La llave de mi corazón y mi alma, —susurro. Sus ojos están al borde de las lágrimas y se lanza sobre mí, envolviendo los brazos en mi cuello mientras se sienta en mi regazo—. Es un regalo muy bien pensado. Me encanta. Gracias, —murmura en mi oído. Inhala mi olor y empieza a llorar. Gimo suavemente en respuesta y la envuelvo entre mis brazos. — No sé qué habría hecho sin ti, —dice con voz quebrada. Trago fuerte, aprieto el abrazo a su alrededor. No puedo vivir sin ella tampoco. Si solo supiera lo que significa para mí.
Por favor no llores, —digo suavemente[links].
Solloza alto—. Lo siento, estoy feliz, triste y ansiosa al mismo tiempo. Es agridulce.
Hey, digo con voz suave. Hago su cabeza hacia atrás y le planto un beso suave en los labios—. Entiendo, —digo. Más de lo que sabe.
— Lo sé —susurra sonriéndome tímidamente.
— Me gustaría que estuviéramos en circunstancias más felices. Pero estamos aquí, —me encojo de hombros disculpándome por no poder arreglar esto—. Vamos, levántate. Después del desayuno, iremos a ver a Ray.
Mientras Anastasia se ducha, llamo al servicio a cuartos y ordeno el desayuno: Omelet de claras y café para mí, yogur griego con granola y Twinings English Tea para Ana. Al mismo tiempo que el desayuno es traído con la llave de repuesto del R8 y Ana está bañada y vestida, leo el periódico del domingo. Mi BlackBerry zumba por la entrada de un mensaje:
*Todo está a punto, señor. Estaré esperando afuera. Solo hágale una señal al encargado. Él me llamará*
Sonrío, ansioso para ver que va a pensar Anastasia sobre su próximo regalo. Sale vestida con jeans y T-shirt que Taylor compró. Me sonríe cuando ve el desayuno que ordené—. Gracias por pedir mi desayuno favorito.
— Es tu cumpleaños, —digo suavemente—. Y tienes que parar de darme las gracias, —ruedo los ojos, exasperado. Soy su marido. Es mi trabajo atender a todas sus necesidades.
— Solo quiero que sepas que lo aprecio, —replica gentilmente.
— Anastasia, es lo que hago, —digo con expresión seria. Prometí cuidarla, vigilarla y protegerla. Se supone que soy el hombre que debo hacer las cosas bien en su universo.
Sonríe—. Sí, lo es. —Me gustaría saber que está pasando por su hermosa cabeza. Es un enigma.
— ¿Nos vamos? ­
— Sólo me cepillo los dientes. — Bien, sonrío con satisfacción. Unos minutos más. Nunca pensé estar tan feliz y ansioso al mismo tiempo por darle un regalo de cumpleaños a cualquiera. Pero, Anastasia no es cualquiera. Es el amor de mi vida. Envío un mensaje de texto a Taylor.
*Estaremos abajo en pocos minutos*
Cuando Anastasia regresa, se ve más feliz. Tomo su mano y dejamos nuestra suite para ir al elevador. Deliberadamente agita la mano donde tiene puesto el brazalete. Hace un agradable tintineo. Levanto su mano y beso sus nudillos. Mi dedo pulgar acaricia el Charlie Tango de su brazalete—. ¿Te gusta? —Pregunto.
— Más que gustarme. Lo amo. ¡Cómo a ti! —Dice con entusiasmo. Su declaración me hace sonreír. Vuelvo a levantar su mano y besos sus nudillos nuevamente. Está animada hoy. Posiblemente por el pronóstico positivo de la condición de Ray. Posiblemente es la esperanza que trae el nuevo día. Cualquiera que sea la razón, no me planto en ello. Estoy feliz porque está feliz. Cuando se abre la puerta del elevador, otro recuerdo viene a mi mente. Uno de los más entrañables. Fue la primera vez que besé a mi mujer. Entramos al elevador, mis ojos brillan para ella, sabiendo, recordando. Le sonrío nuevamente con satisfacción. Muerde su labio inferior en respuesta, haciéndome jadear. Este elevador, mi esposa, y la creciente cantidad de recuerdos tensan mi ingle. Y me excitan. Tiene esa mirada en su cara, esa mirada que dice, ‘¡tómame ahora!’, y es como el llamado de una sirena; estoy indefenso contra eso.
— No, —susurro con voz ronca.
— ¿No qué?
— Mira como estoy.
— A la mierda el papeleo —musita sonriendo. Río con su respuesta, como si no sintiera ninguna preocupación en el mundo. Tiro de ella a mis brazos y alzo su cabeza.
— Algún día, rentaré este elevador por toda una tarde, —murmuro.
— ¿Sólo la tarde? —Arquea sus cejas, sorprendiéndome. El apetito sexual de mi esposa está de regreso para vengarse.
— Señora Grey, eres una chica golosa.
— Cuando a ti se refiere, lo soy, —replica.
— Estoy muy contento de oír eso —digo besándola con gentileza. Amo el efecto que hago en ella. Quiero ser el único hombre que le interese, elevando sus deseos sexuales, excitándola. Nuestro tacto es una vez más, eléctrico. Sus dedos se entrelazan en mi cabello, y su beso se profundiza, chupando mi labio, forzando su lengua dentro de mi boca, exigiendo, queriendo más. Es la que me empuja a la pared del elevador esta vez, apretando sus curvas contra las mías. Mi erección está creciendo y desea desplegarse como las velas del Grace. Gimo en su boca y tomo su cabeza, acunándola. Nuestro beso es fuego salvaje, desenfrenado, incontrolable, consumiendo todo y ardiente. Nuestras lenguas se acarician con sensuales lamidas, queriendo más, chupando, empujando y tomando, exigiendo. Muerde mi labio inferior chupándolo profundamente, lamiendo para suavizar el escozor—. Ana, —respiro.
— Te amo, Christian Grey. No olvides eso, —susurra mientras profundiza su mirada en mis ojos, oscureciéndose con deseo y pasión por ella. Voy a estar caliente y molesto todo el día y si no estuviera Ray en la UCI, habría cogido a mi mujer en este elevador.
— Vamos a ver a tu padre antes que decida rentar este elevador hoy, —digo besándola rápidamente y tomando su mano para llevarla al lobby.

La recepción está atendida por un caballero de mediana edad. Mi mira expectante, y le hago una seña imperceptible. Toma el teléfono y marca, Anastasia se da cuenta del intercambio entre nosotros. Me mira interrogante; pero la única respuesta que conseguirá de mí es mi sonrisa: Sé-algo-que-tú-no’. Me frunce el ceño. ¡Oh, mierda! No le gustan las sorpresas. Odió cuando le compre el Audi, que convenientemente llamó el especial para sumisas. A pesar de eso fue un coche bastante barato. ¿Qué pensará de un coche deportivo muy caro? Inmediatamente me pongo nervioso. ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Posiblemente lo odie!
— ¿Dónde está Taylor? ­—Pregunta distrayéndome momentáneamente.
— Lo veremos pronto —respondo mientras mi ansiedad crece a pasos agigantados.
— ¿Sawyer? —Pregunta.
— Haciendo mandados. —Me mira cuestionando que clase de mandados estará haciendo. Podría ser que estuviera conduciendo a los invitados de Seattle, pero no le diré eso. No pasamos por la puerta giratoria porque no quiero soltar la mano de mi esposa. El portero sostiene la puerta para que pasemos, y somos recibidos por el cálido aroma de la mañana del fin del verano. Anastasia mira alrededor buscando la SUV o señales de Taylor. Pero, por supuesto ninguno de los dos está aquí. Aprieto su mano aún más fuerte. Está consternada y levanta la mirada hacia mí, encontrándome ansioso. Esto puede ir de cualquier modo. Sé que odia los regalos caros. Darle regalos puede ser una experiencia torturadora a veces.
— ¿Qué es? —Pregunta nerviosamente pero con curiosidad. Me encojo de hombros tan despreocupadamente como puedo. Ahora puedo oír el gutural sonido del motor del R8 de Ana. Anastasia voltea en dirección al ruido y Taylor para el coche frente a nosotros y sale del brillante coche blanco sport. La cabeza de Anastasia voltea como latigazo del coche a mí.
Audi R8 V10 Sypder
— Feliz cumpleaños, —digo, manteniéndome alejado, tratando de evaluar su reacción. Me mira boquiabierta. Eso es lo primero. Aun puede ir en otro sentido. Sostengo la llave de repuesto.
— Eres completamente exagerado, —murmura. Entonces irradia la mayor sonrisa que haya visto en su cara. ¡Santa mierda! ¡Está feliz! Brinca arriba y abajo en el lugar, completamente encantada, excitada, en completo deleite. Me siento relajado y su ardiente entusiasmo es completamente contagioso. Una vez que deja de saltar como un bungee, baila hacia mis brazos. La balanceo alrededor—. ¡Tienes más dinero que sentido común! —Grita— ¡Lo amo! Gracias. —Estoy completamente excitado, no habiendo tenido sexo con mi mujer por más de veinticuatro horas, y aquí está, graciosamente, entusiastamente, dispuesta a aceptar un regalo comprado para ella. Es estimulante, cautivador… incluso tentador. Dejo de balancearla y con un movimiento sorprendente, la bajo haciendo que se coja de mis brazos y la beso a plena vista de todos incluso de Taylor. Es mi mujer, hago lo que quiera como el infierno, donde sea con ella.
— Cualquier cosa para ti, señora Grey, —le sonrío. La doblo y la vuelvo a besar—. Vamos. Vamos a ver a tu papá. —De otra manera no vamos a ir muy lejos sin que coja a mi mujer mientras el deseo sea satisfecho.
— Sí. ¿Y voy a conducir? ­—Dice sin respiración.
Le sonrío—. Por supuesto, es tuyo, —La pongo de pie y la suelto. Se apresura a la puerta del conductor como un murciélago saliendo del infierno ¡Está excitada! Estoy estático viendo su alegre respuesta.
Taylor le abre la portezuela a Anastasia que le ofrece una amplia sonrisa. Pienso que su felicidad es totalmente contagiosa si puede hacer sonreír a Taylor de esa manera—. Felicidades, señora Grey, —dice.
— Gracias, Taylor, —contesta alegremente y le da un rápido abrazo que es inesperado por Taylor, y torpemente se lo devuelve. Lo miro impasible, y se ruboriza, ¡mi áspero jefe de seguridad personal, habiendo visto todo negro como soldado, se ruboriza! Ese es el efecto Anastasia Grey para ti. Una vez que Anastasia se sube al coche, le cierra la portezuela.
— Conduzca con cuidado, señora Grey, —dice en tono ronco.
Sonríe deliciosamente, completamente eufórica—. ¡Así lo haré! — Dice poniendo la llave en el encendido mientras me siento en el lugar del pasajero.
Viendo ‘la-necesidad-de-la-velocidad’ en los ojos de mi mujer, recordando cómo puso el pie en el acelerador cuando estábamos siendo perseguidos, siento que debo recordarle que se relaje—. Tómalo con calma. Nadie nos persigue ahora, —le advierto. Da vuelta a la llave, y ahí está el estruendoso, tranquilizador, confiable, el familiar sonido del motor.
Anastasia verifica los espejos laterales y el retrovisor, y viendo un espacio libre en el siempre tráfico presente, da enorme vuelta en U ignorando completamente mi advertencia de ser precavida y ríe estruendosamente en dirección al OSHU—. ¡Guou! —Exclamo, completamente alarmado. Momentáneamente estoy enojado conmigo mismo por darle un coche hecho para la velocidad que puede alcanzar los 350kms. p/h. 
— ¿Qué? —Pregunta sin inmutarse.
— No te quiero en la UCI junto a tu padre. Despacio. —Gruño en forma terminante. No haré concesiones en cuanto a su seguridad se refiere. También hago el propósito mental de nunca dejarla conducir el R8 sola. Finalmente reduce su presión sobre el acelerador, escuchándome por excepción.
— ¿Mejor? — Pregunta fingiendo inocencia.
— Mucho, —digo entre dientes, tratando de ser intimidante. Pero fallo miserablemente, porque estoy muy contento de que está encantada con el regalo y tomaré siempre su felicidad sobre: ¿por qué diablos me compraste un regalo caro?
Llegamos al hospital sin incidentes ni problemas. Cuando llegamos a la UCI, vemos que la condición de Ray es la misma. Viendo al hombre quieto en la cama nuevamente me recuerda la fragilidad de la vida, y me siento mejor por haberla advertido contra la velocidad. No podría manejarlo si fuera Ana quien estuviera así en el hospital por un conductor bebido. A Ray se le ve un poco más repuesto. Hay color en sus mejillas a pesar que sigue en coma inducido.
— Nena, te dejaré sola con Ray. Necesito hacer algunas llamadas en la sala de espera.
— Bien, Christian, —dice y continúa hablando con la enfermera Kellie.
Le marco a Andrea en camino a la sala de espera—. Buenos días, señor Grey, —contesta.
— Andrea, ¿cómo va todo?
— Sí, el jet de GEH salió alrededor de las 2:00am esta madrugada para transportar a los señores Adams de Georgia. Tengo información que el avión ya los recogió y van en camino a Portland. Sus hermanos, la señorita Kavanagh y su padre saldrán de Seattle esta tarde en el Charlie Tango. Tengo las reservaciones para todos los invitados en el hotel Heathman. La fiesta para la hora que usted indicó. Como sabe, Taylor y Sawyer están informados de todos los detalles, y ayudarán a poner las cosas en movimiento una vez que esté listo para llevar a la señora Grey al entresuelo para la fiesta.
— Grandioso. Gracias Andrea. —Digo sorprendiéndola.
— Es… un placer, señor, — dice y cuelgo.
Enseguida le marco a mi padre—, Hola, contesta.
— Papá, hola.
— Ah, hola hijo. Justo estoy dejando el juzgado. He obtenido el expediente policíaco del accidente del padre de Ana esta mañana. El otro conductor es un hombre de 29 años de nombre Joe Williams del sureste de Portland; un bebedor habitual, parece ser, —dice y empiezo a pasearme por la sala de espera—. Esta no es la primera vez que conduce bajo la influencia del alcohol, claramente no aprendió la lección. Desafortunadamente para Ray, esta es la primera vez que manda a alguien al hospital. Como puedes sospechar, estaba más que sobre el límite.
Mi sangre hierve de ira y siento la urgencia de pegarle a algo. Ana entra a la sala de espera y despacio cierra la puerta.
— ¿Qué tanto sobre el límite? —Pregunto.
— Su contenido de alcohol en sangre era .25%, Más de tres veces el límite. El estado de Oregon toma muy en serio el conducir bajo la influencia de intoxicantes (DUI: conducir bajo la influencia de…). La primera transgresión sin accidentes automáticamente provoca una multa de 10,000 dólares. Puede estar en la cárcel desde dos días hasta un año… la licencia de conducir puede ser suspendida de uno a tres años, se da un periodo de liberta condicional, y se hace una evaluación sobre la adicción. Entre otras cosas, puede perder su licencia de manejo. ¡Pero este imbécil esta sobre tres veces más el límite! Este suceso es su tercer delito, es un delito de Clase C dentro de los 10 años de la última condena y puede pasar más de cinco años en prisión, además de la multa de 10,000 dólares, vehículo y placas incautados, revocación permanente de la licencia de conducir, libertad bajo fianza, evaluación de drogas y alcohol y asistencia a un Panel de Impacto a Víctimas, —explica mi padre.
— Ya veo…
En la actualidad, este delito se cobra con DUI, pero hay cargos complementarios. Violación al límite de velocidad, conducción descuidada, violación a la ley de beber en público, conducir imprudentemente, arriesgar la vida porque el caso involucra un accidente y por supuesto delito criminal en segundo grado. Ha cometido delitos menores y graves. Puedo proseguir con todos los cargos.
¡Cabrón imbécil! Mantenlo encerrado. ¡Es un peligro para la sociedad! Quiero que prosigas con todos los cargos, todos. El padre de Ana está en la UCI. Quiero que le hagas caer todo el peso de la ley, papá.
— Ha sido sorprendido alcoholizado y citado tres veces. Es habitual. La última vez había un pasajero. No verá la luz del día en los próximos diez años.
— Bien. Mantenme informado.
— Lo hare, hijo. Nos vemos esta noche, —dice y cuelgo.
Anastasia me mira—. ¿El otro conductor? —Pregunta.
Asiento, todavía temblando—. Alguna basura de conductor de tráiler del sureste de Portland, —desdeño iracundo. No quiero que ningún cabrón pendejo eche a perder nuestro día, el cumpleaños de mi esposa. Camino hacia ella—. ¿Has terminado con Ray? —Pregunto.
— Umm… no, todavía no he terminado, —contesta mirándome de cerca. Sorprendida por mi rabia.
— ¿Qué pasa? —Pregunto.
— Nada, han llevado a Ray a radiología para hacerle una tomografía para ver la inflamación de su cerebro. Me gustaría esperar los resultados.
— De acuerdo, esperaremos, —digo. Me siento y abro los brazos para que Anastasia se encarame a mi regazo. Allí es donde se siente segura y donde me siento completo. Se enrosca en mi regazo. Si no fuera por ese jodido alcohólico, estaríamos en Nueva York y divirtiéndonos. En su lugar, estamos en un hospital en su cumpleaños, ¡deseando que su padre permanezca vivo y no convertido en un vegetal!—. Esto no es lo que imaginé para hoy, —murmuro en el cabello de Anastasia.
— Yo tampoco, pero me siento más optimista ahora. Tu mamá fue muy tranquilizadora. Fue muy generoso de su parte venir anoche. —Sí, mi madre ama a Anastasia. Acaricio su espalda ausentemente. El movimiento nos relaja a los dos.
Descanso la barbilla en su cabeza—. Mamá es una mujer asombrosa.
— Sí, lo es. Eres muy afortunado de tenerla, —dice. Lo sé. Asiento en acuerdo. Mi madre me salvó en más de una forma.
— Debería llamar a mamá. Decirle sobre Ray, —murmura y me pongo rígido inmediatamente. ¡Mierda! Carla está en ruta a Portland. Le pedí que no la llamara—. Estoy sorprendida que no me haya llamado, —dice Anastasia, su tono es dolido. Mi nena quiere que la gente recuerde su cumpleaños. Mi corazón se derrite.
— Posiblemente lo hizo, —digo. Esperanzada busca la BlackBerry en su bolsillo. Verifica las llamadas perdidas pero, por supuesto no hay ninguna. Verifica sus mensajes de texto esperando que su madre le haya enviado alguno. Encuentra mensajes de otros, Kate, José, Mia y Ethan. Su cara cae y sacude la cabeza, negando. Ni siquiera expresa su angustia por eso.
— Llámala ahora, —trato de coaccionarla sabiendo muy bien que nadie contestará. Marca, y el teléfono suena ominosamente, pero como testigo de que nadie está en casa. La contestadora se pone en marcha y Ana cuelga decepcionada.
— No está allí. La llamaré más tarde cuando sepa los resultados del examen a Ray. —La sostengo en un abrazo apretado, frotando mi nariz en su cabello una vez más, esperando que olvide la llamada de su madre. No es culpa de Carla después de todo. Mientras estamos sentados acurrucados, mi BlackBerry vibra. Me enderezo en el asiento, mientras giro para pescar el teléfono sin permitir a mi esposa alejarse.
— Andrea, —espeto con un resto de irritación.
— Señor Grey, me disculpo por molestarlo, —empieza. Anastasia se muevo para quitarse de mi regazo, pero la paro manteniéndola por la cintura. Se enrosca de regreso en mi regazo mientras escucho a Andrea—. Lo llamo para informarle que los contratos ya han llegado de Taiwan ya que ellos están quince horas adelante y esperando su firma para regresarlos a nuestros abogados en el país. A Ros le gustaría que le dijera que todo está como está previsto.
— Bien…
— También el jet de GEH con sus invitados de Georgia está actualmente en los cielos de Oregon.
— ¿Cuál es la hora estimada de llegada?
— Es a las 2:30pm, tiempo local, señor.
— ¿Y los otros, umm… paquetes? —Pregunto misteriosamente. Es difícil planear una fiesta sorpresa cuando el objeto de la sorpresa está sentado en tu regazo.
— Charlie Tango salió hace alrededor de una hora. Deben estar llegando en unos veinte minutos, —dice y verifico la hora. Eso está bien. Todo parece estar a tiempo—. Sawyer ya está en el aeropuerto esperando la llegada, señor, —añade.
— ¿Tiene el Heathman todos los detalles?
— Sí, señor. Reservé suites para todos sus invitados tal como pidió.
— Bien.
— ¿le gustaría que le enviara acuse de recibo de los documentos en Taiwan?
— Sí. Adelante.
— ¿Desea que envíe los contratos de regreso de inmediato? ¿Le envío correo electrónico, señor?
— No es necesario que sean enviados de regreso de inmediato. Pueden esperar hasta la mañana del lunes, pero envía correo electrónico por si acaso. Imprimiré, firmaré y los escanearé de regreso a ti.
— Estaba pensando en la diferencia de horario, señor. Están quince horas delante de nosotros. Considerando el tiempo del material…
— Pueden esperar. Es todavía sábado aquí. Vete a casa, Andrea…
— ¿Hay algo más que pueda hacer por usted, señor?
— No, estamos bien, gracias. —Cuelgo.
— ¿Todo bien?
— Sí.
— ¿Es esto lo de Taiwan?
— Sí, —digo y me muevo para poner el teléfono de regreso a mi bolsillo.
— ¿Estoy muy pesada?
Resoplo. Es muy ligera—, no, nena.
— ¿Estás preocupado por el asunto de Taiwan?
— No.
— Pensé que era importante.
— Lo es. El astillero de aquí depende de eso. Hay muchos empleos en juego. —Pero establecimos una base de confianza. Los contratos iniciales han sido firmados. Un nuevo acuerdo ha sido devuelto para registrar la pertenencia de GEH del nuevo astillero en Taiwan.
— ¡Oh!
— Solo tenemos que venderlo a los sindicatos. Esa tarea es de Ros y Sam. Pero de la manera que la economía va en este momento, ninguno de nosotros tiene mucha oportunidad —digo y ella bosteza. Me las ingenié para aburrir a mi esposa—. ¿Te estoy aburriendo, señora Grey? —Pregunto acariciando su cabello nuevamente, completamente divertido.
— ¡No! Nunca… Solo estoy muy cómoda en tu regazo. Me gusta escucharte sobre tus negocios, —contesta.
Eso me sorprende—. ¿De verdad? —Esto confirma entonces: después de todo, puede ser estupenda siendo la propietaria de SIP.
— Por supuesto —dice inclinándose hacia atrás, mirándome directamente—. Me gusta escuchar cualquier pequeño detalle de información que decidas compartir conmigo. —Sonríe con suficiencia, y la observo por un momento, completamente complacido. Meneo la cabeza.
— Siempre hambrienta por más información, señora Grey.
— Dime, —ruega y se abraza a mi pecho nuevamente.
— ¿Decirte qué? —Pregunto confundido.
— Porqué lo haces.
— ¿Hacer qué?
— Trabajar de la forma en que lo haces.
— Un chico tiene que ganarse el pan para vivir. —Digo divertido. Todos trabajan para ganarse el pan.
— Christian, tú ganas más que para vivir. —Replica sardónicamente. Frunzo el ceño y lo pienso. ¿Cómo podría explicarle a alguien que mi infancia la pase sin nunca saber cuándo llegaría mi siguiente comida, o si siquiera llegaría? Una de las primeras cosas que recuerdo de mi época con la puta adicta al crack es el sentimiento de extrema hambre y sed… Si una de las formas más bajas de la raza humana, su proxeneta piensa que eres más bajo que él y no vale la pena alimentarlo, no puedes ser más pobre que eso. La pobreza es una disciplina dura. Este concepto simple de ser pobre no es solo estar sediento o hambriento, o estar vestido con harapos. Trae como complemento el no ser deseado, no querido y sin importancia. Porque simplemente te quita todo el espíritu y la virtud. Este es un mundo donde el dinero compra el escudo para protegerte de la pobreza y sus miserables consecuencias.
— No quiero ser pobre, —explico sencillamente, en voz baja—. Ya estuve en eso. No quiero regresar. Además… es un juego, —murmuro—. Es acerca de ganar. Un juego que siempre encontré muy fácil.
— Diferente a la vida, —murmura a nadie en particular.
— Sí, supongo, —replico frunciendo el ceño—. Pero es más fácil contigo. —Porque simplemente la amo. Lo que trajo a mi vida es aceptable.
Me abraza fuertemente—. No todo puede ser un juego. Eres muy filantrópico. —Me encojo de hombros. No quiero recordar cosas que hacen resurgir los recuerdos de una época que no tenía nada que decir o controlar en mi vida—. Amo al Christian filantrópico.
— ¿Solo a él? —Pregunto enarcando las cejas. Su comentario pica mi curiosidad.
— Oh, amo también al Christian megalo-maníaco, al Christian fanático del control, al Christian experto en sexo, al Christian pervertido, al Christian romántico, al Christian tímido... la lista es interminable.
— Esos son muchos Christians.
— Diría que al menos cincuenta, —contesta haciéndome reír.
— Cincuenta Sombras, —murmuro en su cabello.
— Mi Cincuenta Sombras, —dice posesivamente.
Me muevo en el asiento, hago su cabeza hacia atrás y la beso—. Bien, señora Sombras, vamos a ver cómo le va a tu papá.
— De acuerdo.
* * * * *
Después de saber por el doctor Crowe que el cerebro de Ray ha vuelto a la normalidad y consultando a la doctora Sluder quién nos informó que mañana despertará a Ray del coma inducido, dejamos el hospital para celebrar el cumpleaños de Ana.
— ¿Podemos ir a manejar? —Pregunta en el R8, completamente excitada y animada por las buenas noticias.
— Seguro, —contesto sonriendo. Lejos de arruinar su deseo de divertirse—. Es tu cumpleaños, podemos hacer cualquier cosa que quieras, —Ese ‘cualquier cosa’ también incluye toda una lista de cosas sucias que me gusta hacer con ella.
— ¿Cualquier cosa? —Pregunta.
— Cualquier cosa, —contesto prometedoramente.
— Bien, quiero manejar.
— Entonces maneja, —Sonríe. Me sonríe en respuesta. Tomamos la I-5. No está acostumbrada a manejar el R8; cuando pisa el acelerador, el auto responde inmediatamente. Puede ir de 0 a 200 k/h en 3.8 segundos. Inmediatamente estamos pegados al respaldo del asiento—. Con cuidado, nena, —le advierto. Desacelera y se dirige de regreso a Portland.
— ¿Has planeado comer? —Pregunta tentativamente.
— No, ¿tienes hambre? —Pregunto esperanzado. Apenas ha comido lo suficiente desde que estamos aquí.
— Sí.
— ¿Dónde quieres ir? Es tu día, Ana.
— Sé justo el lugar. —Nos lleva al restaurant Le Picotin, donde la llevé después que terminara conmigo. Es también el lugar donde recuerdo haber dejado el culo trabajando la forma de conseguir que regresara a mi vida. Sonrío.
— Por un minuto pensé que me ibas a llevar al espantoso bar de donde me llamaste ebria.
— ¿Por qué haría eso? —Pregunta molesta.
— Para verificar si las azaleas aún están vivas. —Arqueo una ceja incisivamente. Se ruboriza, por supuesto. Amo su rubor.
— ¡No me lo recuerdes! Además… aun así, me llevaste a tu cuarto en el hotel. —Sonríe con aire de superioridad.
— La mejor decisión que jamás haya tomado, —digo, sin nada más que amor en mis ojos.
— Sí, lo fue, —inclinándose y besándome.
— ¿Crees que el jodido mesero arrogante está aún sirviendo mesas? —Pregunto pensando en el mesero que tuvimos ese día.
— ¿Arrogante? Pensé que estaba bien.
— Estaba tratando de impresionarte.
— Bueno, tuvo éxito. —Sí, ¿de verdad? Sacudo la cabeza con disgusto divertido. No quiero estar enojado en su cumpleaños—. ¿Podemos ir a ver?, —pregunta tratando de burlarse de mí.
— Vamos, señora Grey.
* * * * *
La comida transcurre sin novedad y tranquila. Hacemos un rápido regreso al Heathman para recoger mi laptop, y el manuscrito de Anastasia que quiere leer. Mientras le lee el manuscrito a su padre, hago un trabajo sobre el medio ambiente en la sala de espera. Es incómodo. Las sillas son lo suficientemente cómodas para que la gente esté un corto tiempo, pero no para trabajar. Trato de conseguir una posición confortable para conservar la laptop en mi regazo, pero es difícil lograrlo—. Esto es por Ana, —me recuerdo y vuelvo a los documentos que Andrea me envió. Odio usar el ratón táctil, porque no es muy amigable. Tengo un ratón pequeño, pero no hay una superficie planta para usarlo apropiadamente.
Cuando estoy a punto de terminar todas las páginas del largo documento, Taylor llama—. Señor Grey, todos están aquí, y estarán listos para reunirse en unas dos horas, señor, —me recuerda.
— Gracias Taylor.
— ¿Necesita que vaya a recogerlo señor?
— No. Estamos bien. Sólo asegúrate que estarán en el comedor para cuando lleguemos.
— Así será, señor. —Cuelgo y guardo la laptop, y me dirijo a la UCI. La enfermera Kellie también está llegando justo cuando estoy en la puerta. Anastasia voltea y me ve a mí y a la enfermera parados a los pies de la cama de Ray.
— Es tiempo de irnos, Ana, —le recuerdo. Sostiene la mano de su padre fuertemente, deseando no irse—. Quiero alimentarte. Ven. Es tarde, —digo insistentemente. Hay muchas personas que vinieron de lejos para celebrar su cumpleaños.
— Estoy por darle un baño de esponja al señor Steele, —dice la enfermera viniendo en mi ayuda.
— Oh, de acuerdo, —concede Ana—. Regresaremos mañana por la mañana. —Besa la mejilla sin afeitar de su padre.
* * * * *
— Pensé que cenaríamos abajo, en un comedor privado, —digo con brillo en los ojos mientras abro la puerta de nuestra suite.
— ¿Realmente? ¿Terminar lo que empezaste hace pocos meses? —Dice coqueteando.
Sonrío con suficiencia—. Si tienes mucha suerte, señora Grey.
Ríe—. Christian, no tengo nada apropiado para vestirme.
Sonrío mientras le suelto la mano y la llevo a nuestra recámara. Abriendo el closet, le muestro la bolsa blanca porta-trajes larga que cuelga adentro.
— ¿Taylor? —Pregunta. De alguna manera, su suposición me hiere.
— Christian, —respondo, mi voz forzada y dolida.
Ríe de mi respuesta. Sacando la bolsa, baja el cierre para toparse con un vestido de satín azul marino con tirantes angostos—. Es precioso. Gracias. Espero que me quede, —dice cuando ve que es de talla pequeña. Abrazará todas sus curvas.
— Te quedará, —digo con convicción. Conozco la medida de cada curva del cuerpo de mi esposa—. Y aquí, —digo recogiendo una caja de zapatos que hacen juego con el vestido—. Zapatos que hacen juego —digo con sonrisa depredadora.
— Piensas en todo. Gracias, —dice agradecida, y se pone de puntas para besarme.
— Así es, —digo con una sonrisa pícara, entregándole otra bolsa. Me mira inquisitivamente. Abre la bolsa y saca un body strapless negro con un panel central de encaje. Le acaricio la cara, le tomo la barbilla y la beso.

— Espero poder quitártelo más tarde, —digo.
Anastasia se baña mientras trabajo. Cuando regreso al cuarto, está sentada en la orilla de la cama, justo empezando a secarse el cabello, quiero hacerlo yo—. Aquí, permíteme, —dijo y señalo la silla frente al tocador.
— ¿Secarme el cabello? —Pregunta. Asiento en respuesta. Parpadea, confundida.
— Ven, —digo, mirándola inmóvil. Creo que peinarla es muy íntimo, sensual, y adorable, todo junto al mismo tiempo. Sabe que no debe desobedecer, y hace lo ordenado. Le seco el cabello por partes, despacio, saboreando, tomándome tiempo.
— No eres ajeno a esto, —murmura. Le sonrío, y prende su mirada a mi imagen en el espejo. No quiero responder a su comentario intencionado. Puede adivinar. Lo he hecho antes más veces de las que puedo recordar, pero de ahora en adelante solo lo haré para Anastasia.
Cuando Anastasia está vestida con el vestido de satín abrazando cada una de sus curvas, como si fuera una segunda piel haciéndola ver más hermosa, complementado con los zapatos, maquillaje ligero, y sus espléndidos rizos castaños, está de hacer agua la boca. Me pongo la camisa blanca de lino, jeans negros y chaqueta. Mientras Anastasia da los últimos toques a su maquillaje. Envío un mensaje de texto a Taylor.
*Estaremos abajo en cinco minutos*
Entramos al elevador ocupado por dos mujeres que me envían miradas de admiración, e incómodas en dirección a Anastasia. Trata de ocultar su sonrisa, pero puedo ver el brillante destello en sus ojos. Tomo su mano, y la jalo más a mí mostrándoles que nos pertenecemos. Cuando el elevador llega al entresuelo, salimos.
Es un atardecer atareado ya que la gente disfruta su noche de sábado, hablando sentados alrededor, bebiendo y socializando en el primer día del fin de semana, Los ojos de los hombres siguen a Anastasia, pero a propósito la encamino al comedor privado que reservé para la ocasión. Pasamos por el comedor que había reservado para discutir nuestro contrato, y brevemente mira el lugar pero me sigue silenciosamente. Abro la puerta de paneles de madera al fondo del corredor.
Un colectivo, ‘¡sorpresa!’ hace eco en el lugar. Los ojos de Anastasia se abren desmesuradamente cuando ve a sus amigos y familia. Boquiabierta, sin parpadear mira alrededor y ve a Kate y Elliot, Mia e Ethan, mamá y papá, al señor Rodríguez e hijo y finalmente ve a su madre y Bob, todos alzando sus copas en honor a su cumpleaños. Voltea rápidamente hacia mí, y aprieto su mano con placer por su conmocionada reacción. He dejado a mi mujer sin palabras.
Su madre se acerca y la abraza como solo una madre puedo hacerlo—. Cariño, te ves hermosa. ¡Feliz cumpleaños!
— ¡Mamá! —Exclama con júbilo lloroso, mientras sorbe en el cuello de su madre. Todos están emocionados de ver la escena madre-hija.
— Princesa, cariño. No llores. Ray estará bien. Es un hombre fuerte. No llores. No en tu cumpleaños, —dice con la voz entrecortada, pero manteniendo una digna compostura. Carla toma la cara de Ana y le seca las lágrimas con el pulgar.
— Pensé que lo habías olvidado.
— ¡Oh, Ana! —La reprende suavemente—. ¿Cómo podría? Diecisiete horas en labor de parto no es algo fácil de olvidar. —Mi nena suelta una risita nerviosa a través de sus lágrimas y su madre sonríe a ese dulce sonido—. Seca esas lágrimas, princesa. Mucha gente está aquí para compartir tu día especial.
Anastasia sorbe y mira alrededor tímidamente—. ¿Cómo llegaron aquí? ¿Cuándo llegaron?
— Tu marido envió su avión, cariño, —dice sonriendo. Eso impresionó a la señora Adams noto complacido.
— Gracias por venir, mamá. —Para mi entera sorpresa, Carla toma un pañuelo y suena la nariz de Ana, ¡como si fuera un bebé!
— ¡Mamá! —Refunfuña mi chica, tratando de mostrarse como la mujer que es.
— Eso está mejor. Feliz cumpleaños, cariño, —dice Carla retirándose ya que se ha formado una fila para abrazar a mi esposa y desearle feliz cumpleaños. Mi madre es la siguiente en la fila.
— Va bien, Ana. La doctora Sluder es una de las mejores del país. Feliz cumpleaños, ángel, dice abrazando a Ana.
— Llora todo lo que quieras, Ana. Es tu cumpleaños. —Rodríguez hijo le dice mientras la abraza con fuerza.
— Feliz cumpleaños, querida niña, —dice papá sonriendo al tiempo que le pone las manos en la cara.
— Arriba el ánimo. Tu viejo estará bien. ¡Feliz cumpleaños! —Dice Elliot envolviéndola en sus brazos. Demasiado cariño para mi esposa, ya he tenido suficiente de todo esto.
— Bueno, ­—digo, tomando su mano, y alejando a Anastasia del más que de hermano abrazo—. Suficientes muestras de cariño a mi mujer. Ve a mimar a tu prometida. —Por supuesto, mi hermano ríe maliciosamente y le guiña a Katherine.
Antes de sentarnos, un mesero nos presenta a Anastasia y a mí con copas de champán rosado. Aclaro mi garganta para captar la atención de todos—. Este podría ser un día perfecto si Ray estuviera aquí celebrando con nosotros, pero no está lejos. Va muy bien, y sé que le gustaría que lo disfrutaras, Ana. A todos ustedes, gracias por venir para compartir el cumpleaños de mi bella esposa, el primero de muchos por venir. Feliz cumpleaños, mi amor, —digo con mi corazón expandiéndose de amor por mi mujer. Levanto mi copa hacia ella en medio de un coro de deseos de feliz cumpleaños. —Nos sentamos, y de alguna manera, estando entre la familia y amigos es inmensa y cálidamente relajante. Mi hermana, que estudió gastronomía en París, alaba la comida y examina todo en la mesa con entusiasmo placentero. Por lo que observo, Kavanagh la observa furtivamente. Eso significa que tendrá menos tiempo para observar a mi mujer. El señor Rodríguez esta justo sentado detrás disfrutando la conversación sobre futbol, pesca, eventos recientes y la charla familiar amistosa. Porque es muy normal. Viendo a José atento con su padre, preocupándose por su comida y bebida, sube mi aprecio por él un poco.
— ¿Así que has mudado tus operaciones a Portland, hermanito? —Pregunta Elliot.
— Por el momento. Voy a donde mi esposa va, ­digo sonriendo.
— Es un maravilloso hotel, pero creo que debes extrañar tu casa fortaleza con mega-millonaria vista del Escala, —sonríe.
— No importa cuánto extrañe la casa, nunca sería tanto como extrañaría una cama caliente con mi esposa en ella. Le pertenezco. Entonces, nuevamente, ¿no harías lo mismo por tu prometida? —Pregunto levantando las cejas.
— Me agarraste ahí, hermanito.
— Ethan, ¿ya empezaron tus clases? —Papá le pregunta a Kavanagh.
— Sí, señor Grey. El curso empezó el 28 de agosto.
— Es bastante pronto. ¿No? Hubiera dicho que empezarían antes del día del trabajo. —Cuando la conversación continúa sobre las clases que está tomando, mi hermana alabándolo de ida y vuelta. Volteo hacia Anastasia quien mantiene una conversación en susurros con Katherine. No quiero que agite las aguas, aunque no creo que lo haga ya que tuvimos un encuentro la noche en que anunciamos nuestro compromiso.
— …sí, todos nosotros! Y pensar que Christian puede volarlo, —dice. Debe estar hablando del Charlie Tango. Anastasia asiente—. Eso es algo sexy.
— Sí, lo creo —contesta Anastasia. Mi esposa está impresionada por mis habilidades para volar. Se sonríen una a la otra—. ¿Se quedan aquí esta noche? —Pregunta Anastasia.
— Sí. Creo que todos. ¿No sabías nada de esto?
Anastasia agita la cabeza con entusiasmo—. Dulce, ¿no? —Anastasia agita nuevamente la cabeza con entusiasmo.
— ¿Qué te regaló por tu cumpleaños? — Esto, —dice levantando su brazo para mostrar el brazalete con dijes.
— ¡Oh, lindo! 
— Sí. —Entonces examinan el contenido de los dijes. Por supuesto examina todo. Las chicas ríen alto. Y puedo adivinar porque mi mujer se ruboriza como el manifiesto comunista sosteniendo el cono de helado—.  Ah… y un R8 —suelta Ana sin pensar, y Katherine, la rompe huevos, escupe conmocionada el vino como un marinero ebrio. 
— Hasta lo más alto el bastardo, ¿no? —Dice, haciendo a ambas externar risitas. Contento de haber logrado su aprobación.
De postre, el mesero le presenta a Anastasia un suntuoso pastel de chocolate con veintidós velas plateadas, y toda nuestra familia y amigos le cantan a coro ‘Happy Birthday’
Veo a mi madre desde mi visión periférica, está prácticamente radiante de alegría y asombro de verme cantar para mi esposa. Le sopla un beso a mi mujer.
— Pide un deseo, —le susurro a Anastasia. Inspira profundamente y sopla todas las velas.
Alrededor de la medianoche, el señor Rodríguez y José se excusan para irse—. Muchas gracias por venir, —dice Anastasia abrazando a José con fuerza. Demasiado fuerte para mi gusto, pero es su cumpleaños.
— No me lo habría perdido por nada del mundo. Contento de que Ray está mejorando en la dirección correcta.  
— Sí. Usted, señor Rodríguez y Ray deben ir a pescar con Christian a Aspen—, invitándolos informalmente.
— ¿Sí? Suena fantástico. —Dice sonriendo. Entonces va a recoger el abrigo de su papá.
Ana se agacha a la altura de la silla de ruedas del señor Rodríguez para que pueda despedirse—. Sabes Ana, hubo un tiempo que… bueno, pensé que tú y José… —expresa con nostálgico deseo por qué mi esposa hubiera tenido una relación con su hijo. Pero no lo culpo. Mi mujer no tiene igual. Pobre hombre, debe haber sabido lo mucho que su hijo ama a Anastasia.
— Le tengo mucho cariño a su hijo, señor Rodríguez, pero es como un hermano para mí.
— Habrías sido una magnífica nuera. Y lo eres. Para los Grey, —dice sonriendo taciturno.
— Espero que me acepte como amiga.
— Por supuesto. Tu esposo es buen hombre. Escogiste bien, Ana.
— Eso creo. Lo amo mucho, susurra Anastasia haciendo que mi corazón se derrita.
— Trátalo bien, Ana.
— Lo haré, —promete mi mujer.
* * * * *
Después de mandar a nuestra familia y amigos a sus habitaciones, nos dirigimos a nuestra suite. Finalmente cerramos la puerta a una exitosa fiesta de cumpleaños, pero con esperanzas de abrir otra fiesta a mi manera. Me inclino contra la puerta y observo a Anastasia. Se acerca a mí y corre su dedo por las solapas de mi chaqueta—. Gracias por un maravilloso cumpleaños. Realmente eres el más atento, considerado y generoso marido.
— Es mi placer, —respondo tímidamente.
— Sí,… tu placer. Vamos a hacer algo con respecto a eso, —susurra, y apretando con las manos mis solapas, me jala para que mis labios cubran los suyos.
— Ana —siseo sin aliento, mi mano encerrando su cabello en su nuca, su boca hacia arriba, manteniéndola en su lugar. Cerca de cuarenta y ocho horas sin follar a Anastasia es demasiado. Necesito follarla bien y largamente esta noche. Sus manos están en mi pecho, un acto que me era insoportable es ahora inmensamente excitante—. Brazos arriba, —ordeno. Obedece inmediatamente. Le quito el vestido azul marino. Ha quedado con el bodysuit y sus zapatos de tacón alto con los que me gusta follarla. 
— ¿Por qué estás todavía vestido? —Pregunta quitándome la chaqueta. Sus dedos alcanzan los botones de mi camisa, pero está totalmente impaciente para desabotonarlos. Agarro sus manos—. ¡Christian! Han sido cerca de dos días. ¡Tengo hambre de ti! —Dice. Le doy una sonrisa lasciva, guio sus manos justo debajo del cuello de la camisa y le permito arrancar los botones. Sus manos se hunden dentro de mi camisa, quitándomela por los hombros, dejándola caer al suelo. Mis ojos están oscuros y dilatados. Soy un hombre codicioso por tener a mi mujer, más allá de mi control. Cada músculo de mi cuerpo está tenso por la lujuria y el deseo. Quiero clavar sus caderas en la primera superficie que pueda encontrar. Cuando sus manos alcanzan mi cinturón, capturo sus manos y las sostengo detrás de su espalda con una de las mías. La hago caminar hacia atrás, mi cuerpo pegado al suyo hasta que llegamos a la pared.
— Primera superficie, —murmuro. Sostengo sus manos en una de las mías otra vez y las clavo encima de su cabeza contra la pared.
— Sí, —sin aliento. Con lentitud desciendo la cabeza a sus labios, y empiezo besándola y chupando. Chupo su labio inferior, haciéndola gemir con deseo y empuja sus caderas hacia mí. Mi boca viaja a su mandíbula despacio dejando besos, y moviéndome por su garganta. Mi mano derecha acaricia sus lados, subiendo. Jalo la copa del bodysuit hacia abajo y empuja su pecho hacia mi dispuesta mano. Mi boca se dirige a sus hombros, lentamente bajando y finalmente alcanzando su pezón. Chupo, y retuerzo la lengua alrededor de su pezón, y después gentilmente lo soplo, haciendo a Anastasia gemir. — ¡Ah, por favor, Christian! ¡Necesito ser follada!
— Lo sé, nena, susurro—, y necesito follarte desesperadamente, pero… —digo, cubriendo su pezón con mi boca y chupando profunda y fuertemente. Lo muerdo ligeramente, y chupo alrededor y luego lo lamo para quitarle la picadura y darle placer enloquecedor. Mi mano, despacio le baja el bodysuit, mis labios bajando al mismo tiempo. Una vez que cae hasta sus tacones, la hago a un lado.
Sex on fire – Kings of Leon
— Ana, pon una rodilla en el suelo para sostenerte, —digo y la ayuda a poner la rodilla abajo—. Tu espalda en la pared, —ordeno, ayudándola delicadamente a alinear su espalda—. Ahora mantén tu otra rodilla arriba y planta tu pie en el suelo, como estás con tus caderas. —Obedece. Empujo sus caderas para abrirlas más. Me acuesto en el suelo y me deslizo justo debajo de su sexo. Mi lengua se sumerge en su carne húmeda, empujando hacia dentro. Chupo con la lengua y abro su sexo con el índice y dedo medio, Mi lengua recorre su palpitante clítoris. Siento que empuja su cabeza hacia atrás sobre la pared mientras arquea su espalda.

— ¡Ah, Christian! —Grita.
Cubro la abertura de su sexo con mis labios y succiono y lamo y empujo la lengua a sus profundidades más fuerte, haciendo círculos. Siento sus manos deslizándose por la pared para acomodar la vibración y pulsante orgasmo. No paro de lamer hasta que cada gramo de placer le ha sido entregado. Y jalo a Anastasia sobre sus temblorosos pies. Conseguir que mi mujer esté en la agonía del placer es jodidamente excitante. La libero y la empujo contra la pared clavándola. Bajo el cierre de mi pantalón, y rápidamente me lo quito al mismo tiempo que el bóxer.
— Quiero que primero pongas tus brazos alrededor de mi cuello y una pierna alrededor de mi torso, nena. —Obedece inmediatamente—. Esto va a ser rápido. Te quiero follar muy duro. No eres la única que está hambrienta de sexo —digo. Entierro los dedos en su sexo, y está mojado. Paso mi palpitante polla sobre su sexo, y entro centímetro a centímetro y finalmente golpear con mis bolas profundamente y saboreando el sentir por un momento. Con una mano sostengo su pierna arriba, con la otra mano, jalo su trasero hacia mí. Saco la polla hasta la punta, después sin advertencia me deslizo hacia dentro duro, empujándola hacia arriba. Un primitivo, sonido animal escapa de mi garganta, mezclándose con sus gemidos. La penetro una y otra vez nuevamente con ferocidad como un hombre que ha perdido el control—. ¡Eres mi mujer!

— Sí, tuya.
— Tu sexo está tan húmedo, tan estrecho… ¡Agh, Ana! Quiero clavar mi polla en ti profundamente. Quiero que me sientas dentro de ti, nena —gimo. Sostengo sus nalgas y giro mis caderas, golpeando el dulce punto localizado en la pared frontal de su vagina, dándole placer, frotando una y otra vez. Cuando sus músculos empiezan a endurecerse otra vez y sus uñas empiezan a clavarse en mi trasero, urgiéndome a bombear dentro con ferocidad, empujo más duro. Capturando su labio, la beso con todo lo que tengo, y chupo su lengua invasora, mientras mi polla gira en su interior—. ¡Vente conmigo, nena! —Ordeno dentro de sus labios, y se viene con placer mientras me derramo con fuerza mientras nos tragamos nuestros gemidos. Una vez que la onda del orgasmo para, tomo a mi esposa en brazos y la llevo a la cama—. Una vez más… —murmuro—. Necesito follarte una vez más.
  
* * * * *
Después del desayuno en compañía de la familia y amigos, Anastasia abre todos sus regalos. Despedimos a mi familia y los Kavanagh con afectuosos adioses para regresar a Seattle en el Charlie Tango. Saywer los lleva al aeropuerto mientras Taylor nos lleva a Carla, Anastasia y a mí al hospital. Su padrastro Bob cortésmente declina visitar a Ray. Ningún marido actual quisiera visitar al ex de su esposa en un hospital o en otro lado voluntariamente.
Voy a la UCI con Carla y Anastasia, pero las dejo solas para darles privacidad. Voy de regreso a la sala de espera a mi usual e incómodo sitio para trabajar. Taylor ocupa otra silla en silencio. Pero es casi imposible hacer ningún trabajo sin un escritorio adecuado. Me voy sobre los contratos.
— ¿Señor Grey, vamos a permanecer en Portland por más tiempo? Porque si es así puedo arreglar un mejor entorno de trabajo aunque sea en la sala de espera.
— No creo que estemos aquí por más de dos días. Ray será sacado del coma mañana. Tan pronto como el doctor lo permita, lo transferiré a Seattle. Puedo soportar un par de días más así, —digo.
Puedo hacer algunos de mis negocios desde lejos, pero necesito estar en el trabajo para dirigir mi empresa. A pesar que hemos hecho decisiones de negocios muy costosas, sé que nada es más importante que apoyar a mi esposa ahora, porque me necesita. Una vez más, quiero que me necesite. Ansío cuidar de sus necesidades, y llenar sus deseos. Necesito estar donde ella está aun cuando sea incómodo y un poco difícil dirigir mi compañía. Aún puedo delegar en la gente con talento y tenacidad. El dinero no es lo más importante para un hombre como yo; a veces el tiempo lo es –mi tiempo cuesta más que el de la mayoría del mundo-. Es verdad que a cada uno se nos han dado veinticuatro horas al día. Pero para dirigir una compañía rentable de miles de millones de dólares es absolutamente esencial dedicarle mucho tiempo para manejar ese negocio y ser el que toma las decisiones. Así, que, empleo mucha ayuda cara, es imperativo que revise lo que hacen, y mantenerlos en orden. Miles de trabajos dependen de mí.
También extraño el hogar. Podemos darle a Ray el mismo cuidado en Seattle, y Ana y yo podemos pasar la noche en la comodidad de nuestra casa mientras puedo estar en mi territorio dirigiendo mi negocio.
Cuando Anastasia y su madre dejan a Ray, nos encuentran en la sala de esperan. Vamos al hotel para recoger a Bob y su equipaje. Conduzco la SUV con la familia de Ana para llevarlos al aeropuerto de regreso a Savannah, Taylor nos sigue en el R8.
— Cuídala mucho, Bob, —susurra Anastasia mientras él le da un abrazo.
— Seguro que lo haré, Ana. Y cuídate también.
— Así será. —Voltea hacia Carla—. Adiós mamá. Gracias por venir, —susurra con la voz quebrada—. Te quiero mucho.
— Oh, mi querida niña, también te amo. Y Ray estará bien. Aún no está listo para mezclar sus restos con la tierra. Pudiera haber algún juego de los Mariners que no quisiera perderse, —bromea, haciendo a Ana reír con su risita. Ambos los observamos subir al jet de mi empresa. Carla nos dice adiós con la mano, llorosa, y los ojos de mi mujer están al borde de las lágrimas. Rodeo sus hombros con mis brazos para apoyarla.
— Regresemos, nena, —murmuro.
— ¿Conducirás? —Pregunta.
— Claro.

* * * * *
Después de descansar unas horas y cenar, regresamos al hospital. El respirador ya no está ya que Ray ha sido regresado del coma, es capaz de respirar por sí mismo. El alivio nos inunda a ambos. Anastasia acaricia la cara sin rasurar de su papá, toma un pañuelo desechable y limpia la saliva de la comisura de sus labios con un gesto amoroso. A propósito me marcho de la UCI para buscar a la doctora Sluder y al doctor Crowe. Le digo a la enfermera de la estación de enfermería que deseo hablar con los buenos doctores. No más de cuatro minutos después de que estoy esperándolos, vienen para encontrarme en la sala de espera, una de las enfermeras regresa corriendo—. ¡Buenas noticias, señor Grey! ¡El señor Steele está consciente!



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