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Thursday, August 1, 2019

Libro IV - Capítulo XXV: CINCUENTA SOMBRAS DE GREY - CHRISTIAN Y ANASTASIA


Capítulo XXV
Partió mi alma, mitad atormentada y mitad esperanzada
Traducido y editado por María Teresa Camp Gozalbo





No es solo la luz la que cae sobre el mundo que se extiende dentro de tu cuerpo,
sino que se sofoca a sí misma.
Tanta es la claridad
Despidiéndote
como si estuvieras ardiendo por dentro.
La luna vive en el revestimiento de tu piel.
Pablo Neruda

Bienvenido al fabuloso mundo de los celos de los enamorados, es una sensación bastante nueva, pero un territorio tortuoso para mí. He conocido la posesividad. Esa no es lo mismo que el sentimiento de propiedad, es algo más. No solo tienes un monstruoso dolor de cabeza; tienes el impulsivo deseo de cometer un asesinato que podría llevarte a la penitenciaría del estado. Nuestro beso nos deja sin aliento, pero no rompemos la conexión.
— ¡Ana, me llevas a la locura! —Susurro mientras apoyo la frente en la suya.
— ¿Te llevo a la locura? —Me pregunta con mirada de incredulidad—. Tu ex sumisa me tendió una emboscada en la fiesta.
— Me encargaré de eso más tarde, pero nena, sabes que tengo pasado. Un pasado que me divertía en su momento, una válvula de escape para lidiar con mi vida… Te lo dije: eres mi presente y mi futuro. Tú y este pequeño… —Murmuro acariciando su vientre.
— Estaba tan condenadamente celosa, Christian, ¡ni siquiera es gracioso! Pensando que to… tocaste a esa mujer como me tocas a mí, que conoces su cuerpo, y la miras como me miras a mí, con posesividad. Solo quiero… —dice y sacude la cabeza. Paso las manos por sus brazos desnudos—. ¡No quiero que piensen que soy el último miembro del club de las sumisas, Christian!
— ¡No lo eres! Tú, Anastasia Rose Grey, eres mi amor, el único amor de mi vida. No antes, no después. Solo tú, nena… —Beso la punta de su nariz—. Solo. Tú. —Levanto su barbilla para hacer que me mire—. No hay ninguna otra para mí. Nunca he sentido lo que siento por ti por nadie. Por nadie…
Parpadea mientras mis palabras la calman—. Debía haber sido razonable… Debía haber sido compasiva con ellas.
— ¿Compasiva? —Sus palabras me sorprenden.
— Sí, compasiva. Está claro que esas mujeres te querían, y te amaban a su manera. Pero, lo que tuvieron ha terminado y siento que ella se interpuso en nuestro camino deliberadamente, y tuve que proteger lo que es mío… —dice mirándome—, lo que es nuestro, —termina diciendo en un susurro—. Tú eres nuestro. Su mano automáticamente cubre su vientre protectoramente.
 — ¡Sí! Pertenezco a mi esposa y a nuestro bebé. —mi voz sale en tono ferviente—. Pero no digas que me aman. ¿Cómo podrían amar lo que no entienden, lo que no saben? Deseaban esta cara, codiciaban este cuerpo, y amaban lo que mi poder podía proporcionarles. No lo confundas con la persona que imaginaban en su mente con la persona que solo tú, mi Ana, consiguió ver y de la que se enamoró a pesar de lo jodida que está, —digo con voz suave. Demasiado suave.
— Pagaste por su carrera de medicina. ¡Me lo estaba restregando en la cara!
— Anastasia, su carrera de medicina me costó alrededor de tres horas de trabajo. Seguro que puedo permitirme dar a alguien que me sirvió durante un año los ingresos que obtuvo en solo tres horas de trabajo. No soy un monstruo total, tiendo la mano ocasionalmente. Todo es relativo, ¿entiendes? Recuerda cuando me dijiste que te ibas, —digo cuando mi voz es solo un murmullo—, no solamente no estaba listo para darte todo el trabajo de mi vida, pero estaba listo para darte mi vida. Eso fue incluso después que erróneamente asumí que realmente no me amabas. Me atormentó, rompió mi corazón, el sentimiento de ser rechazado, de no ser amado por ti, pero al final, decidí que no importaba, porque te amaba. YO. TE. AMO, ¡Anastasia Grey! ¡Solo a ti! —Anastasia hace una profunda respiración temblorosa y me mira.
Grenada - Bruno Mars
— Lo sé. También hubiera dado la vida por ti, Christian. Par salvar a tu familia, para evitar daño a ti o a los que amas. En cierta forma, esta noche te estaba protegiendo, —dice con terquedad.
Gimo, echando la cabeza hacia atrás—. ¿Recuerdas lo que dije cuando recurriste a esos hechos heroicos? Incluso tengo el permiso de tu padrastro para hacerlo, —digo pasando el reverso de la mano por su mejilla ruborizada.
— No te atreverías, señor Grey. Después de todo, ni mi vida ni la de nuestro bebé estaban en peligro. Estaba protegiendo mi propio territorio de tu antigua amante…
— ¡Sumisa, no amante!
— Solo semántica, Christian. Cuando la perra, discúlpame, tu antigua sumisa, —añade como si la descripción dejara algún mal sabor en su boca, y luego cerrando los ojos, toma una profunda inspiración mientras coloca la mano derecha en su espalda para sostenerse—, …esa antigua sumisa a la que ayudaste en su educación, se interpuso en nuestro camino para lastimarte de alguna manera, posiblemente a través de mí, pero estaba allí para hacer daño a pesar de lo que hiciste por ella, repentinamente activó algo dentro de mí. El inesperado inicio de la labor de parto de la señora Solomon y el nacimiento de su bebé, de alguna manera arruinaron esos esfuerzos. Si no te gusta que proteja lo que es mío… solo permíteme decirte, señor Grey, que no seré emboscada, que no serás emboscado. ¡Eres mi marido, mío! ¡No de ella, ni de Leila y definitivamente tampoco de Elena! ¡Mío!
Tanto como Anastasia es mía, también soy su hombre. El reclamo de su territorio es una monumental cachondez. Pero no puedo permitirle que me desafíe. Si alguien quiere interponerse en nuestro camino para arruinarme o representa un peligro para Ana, seré quién se haga cargo. No puedo exponerla a ningún peligro. Y, no olvidaré que me corrió de la habitación en su esfuerzo por detenerme. No puedo ser detenido o dominado. Por mucho que me excite como el infierno que esté celosa por mí, no es aceptable que me desafíe encerrándose en un cuarto con una antigua sumisa. No después de los incidentes con Leila.

Mi mente está dividida entre esa lujuria creciente y medio enojada por la urgente compulsión de extenderla debajo de mí para castigarla y saciar la puta excitación que me ha estado molestando. ¡Anastasia dejándome fuera de la habitación donde estaba con la sumisa, haber aceptado recibir a Leila después que la había apuntado con un revólver en la cabeza, me perseguirá por mucho tiempo! Mi esposa todavía no tiene suficiente habilidad para su auto conservación. Quiero que se enoje, que se sienta indignada, irritada, apasionada, exasperada, pero no quiero que nunca me excluya; no es solo una puerta, son sus emociones cerrándose para mí. Me lleva a otros desencadenantes de lugares oscuros que no quiero visitar. Aún está enojada; su pecho nuevamente sube y baja con rapidez como si estuviera cerca de un clímax. Sus manos se levantan y se plantan en mi pecho.
— Sé que no es razonable. Sé que tienes pasado. ¡Lo odio porque puede suceder que lleguemos a un lugar donde nos encontremos con alguien hayas follado! Ver a alguien que hayas mirado de la forma en que me miras a mí. Tocado, de la forma en que me tocas. ¿Cómo te sentirías si fueras a un lugar y un hombre que hubiera follado conmigo te acorralara para provocarte? —Ni siquiera reconozco el primitivo gruñido que emito como respuesta a su pregunta.

— ¡Sabes que no lo podría soportar si tuvieras pasado! Estoy sin duda, jodidamente contento de que seas cien por ciento mía. ¿Todavía estás enojada? —Le pregunto, aunque la respuesta es evidente ante a mí.
— ¡Sí! —Dice.
— ¡Bueno! Házmelo pagar en la cama. Vamos a follar hasta que ese enojo tuyo desaparezca y hasta que en nuestras mentes no exista más que el tú y yo. —El abrumador deseo de tomar control, de demostrarle a Anastasia que no hay ninguna otra mujer para mí, me consume y se convierte en mi único objetivo. Pero también quiero demostrarle que no puede superarme, poniéndose en peligro, sin importar cuánto se enoje. Es necesario que considere su propio bienestar, así como el de nuestro bebé. No quiero ser manipulado, dirigido o dominado, aunque sea de modo no intencional—. Ven conmigo, —le digo extendiéndole la mano.
— ¿Estás intentando lastimarme?
— ¿Por qué preguntas eso? —Replico.
— Porqué estás desviando la pregunta. ¿Estás intentando lastimarme, Christian?
— Quiero ser duro contigo, sí, pero por placer. Soy tu marido, y eres mi esposa.
— ¿Me quieres castigar? —Pregunta directamente.
— Sí, —respondo, cerrando los ojos.
— Soy tu mujer, no tu sumisa. Creí que no me ibas a castigar, definitivamente.
— No, no eres mi sumisa. Esas sumisas que quisieron intencionalmente o no lastimarte, se cruzaron en nuestro camino. Te pusiste y pusiste a nuestro bebé en peligro. Te lo dije anteriormente, en el hospital, te azotaré si te pones en peligro. ¡Lo prometiste! —La acuso—. Esas sumisas ya no son mías, —siseo levantando el pulgar—. Ninguna de ellas. No las quiero… A una sola de ellas. Todo lo que quiero es a ti. Solo a ti.
— Pero me quieres castigar por reclamar lo que es mío, —dice deteniéndose a medio paso.
— No. Te quiero castigar por excluirme, cerrándome la puerta en las narices como si no te importara.
— ¿Cómo es que puedes pensar eso?
— Cariño, se supone que somos un equipo ante un posible peligro. Además, ¡quiero ser el centro de tu universo, Ana! Tu mundo. Quiero que tu mundo empiece y termine conmigo, al igual que el mí, contigo. Eres todo para mí.
— Entonces no me castigues. —Dejo escapar una exhalación de desesperación. Quiero castigarla, más no lastimarla.
— Anastasia, hay mucho en juego tratándose de ti. Eres mi mundo. Tu presencia con una mujer a punto de dar a luz y Lauren… Con ella ahí pensé en otro ataque psicópata de una ex sumisa… —Sacudo la cabeza tratando de despejar la ansiedad—. No lo vuelvas a hacer.
— Estás sensible, —murmura. Dejo escapar un suspiro, frustrado. Suelta mi mano, haciendo el intento de alejarse con pasos decididos, yendo al dormitorio de invitados.
— No vas a dormir en el cuarto de invitados.
— Oh, ¿de verdad Sherlock? ¡Obsérvame! —Dice entrando al cuarto, lista para azotar nuevamente la puerta en mis narices. Eso es demasiado por esta noche. Pongo el pie en el quicio de la puerta, entrando con paso seguro y decidido, y tomo a mi mujer embarazada entre mis brazos, y la llevo a nuestra habitación.
— ¡Bájame Christian! —Grita.
— ¡No!
— ¡Voy a gritar hasta el maldito infierno! —Amenaza.
— Oh, nena, ¡adelante!
— ¡¡¡Bájame!!! —Grita obstinadamente otra vez—. ¡Christian! ¡Christian Grey! ¡Bájame carajo! —Grita a todo pulmón. Ni siquiera un minuto después, tanto Taylor como Melissa corren rápidamente por el pasillo, en shorts. Al verme llevar a mi mujer en brazos, ambos se ruborizan—.  ¡Bájame! —Grita Anastasia sin darse cuenta que estamos acompañados.
— ¿Está bien la señora Grey? —Pregunta Melissa, sin saber que decir.
— ¡Sí, ¡Sí lo estoy! —Sisea Anastasia, tratando de parecer lo más digna posible.
— La señora Grey y yo estamos aclarando nuestras diferencias. Pueden regresar a la cama.
— Sí, señor, —dice Taylor y prácticamente empuja a Melissa para alejarse del pasillo.
— ¿Deberíamos… irnos? —Oímos la voz confusa de Melissa.
— ¿Eres su loquero?
— Bien… —es la última palabra que oímos de Melissa mientras sus pasos rápidamente se alejan.
Llevo a Anastasia a nuestra habitación y cierro la puerta. Enciendo la luz con una mano y con la misma mano, pongo el seguro en la puerta—. Ahora, señora Grey… —Digo poniéndola de pie y sin darme oportunidad de terminar la frase, se lanza sobre mi camisa blanca con tanta prisa que, si se hubiera tomado el tiempo de desabotonarla, hubiera explotado. La mirada en su cara viene acompañada de una serie de intenciones traviesas. Mi mujer se ve desinhibida, rapaz y locamente cachonda. Está en camino de dejarme desnudo. Finalmente decide poner en práctica mi sugerencia de hacerme pagar en la cama su enojo. Mis ojos se oscurecen por el incremento de la pasión, pero le permito rasgar mi camisa y tirarla al piso. Luego se arrodilla frente a mí tratando de desabrocharme el cinturón. Siento la radiación de su húmeda calidez. Sus pesados párpados abiertos mirándome, me llevan a la total erección.


— Espera, —Siseo apenas controlándome.
— ¡No! —Dice luchando con mi cinturón. Me agacho y la levanto del suelo, con un práctico movimiento de mi mano, me desabrocho el cinturón, la bragueta y rápidamente me deshago de los pantalones, el bóxer, así como de los zapatos.
— Ahora. Tú, señora Grey. Desnuda. —Murmuro mi orden tan claramente como si la hubiera gritado. Luego agarro el dobladillo de su vestido y se lo quito—. Tú, señora Grey, eres mía. Donde quiera. Cuando quiera. Conoces las reglas.
— ¡Tengo los mismos derechos, señor Grey! —Dice con sus ojos azules encendidos. Su vestido está en el suelo y el sostén y bragas desaparecen. Mis calcetines, caen al suelo sin pensarlo. Anastasia me empuja a la cama, siguiéndome rápidamente, olvidando su prominente vientre.
— ¡Joder! —Escapa de mis labios y rápidamente la atrapo cuando está cayendo sobre mí. Le doy vuelta a la velocidad del rayo antes que su vientre se estrelle en mi pecho. Agarro las manos de Anastasia y las aseguro sobre su cabeza.
— ¡Oh! —Grita. Una rápida mirada a su cara me hace dar cuenta que no es de dolor sino de intenso deseo.
Trata de volverse en contra mía—. Adelante, sube las apuestas. Te voy a atar, —digo excitado por la perspectiva. Se retuerce debajo de mí. Mientras sostengo sus manos, ruedo y abro un cajón para sacar una camiseta y la rompo a la mitad. Con cada pedazo, le ato cada muñeca a cada rodilla—. A pesar de que quiero follarte hasta la próxima semana, lo único que tienes que decir es que pare y me detendré, —siseo entre mis dientes apretados.

— ¡No! ¡No pares! —Dice entre respiraciones agitadas—. ¡Cógeme duro! Haz que no olvide… haz que no olvidemos esta noche. —Hay ruego en su voz. Es el momento en que me meto un pezón en la boca, chupándolo largo y duro. Abro más ya sus abiertas piernas poniendo mis caderas entre sus muslos. Aunque trato de tener cuidado, me abalanzo sobre ella. Pero no le doy lo que desea inmediatamente. Mi pesada erección palpitante pulsa como un relámpago en una tormenta, reflejando la agitación interna que estoy experimentando. Su vientre embarazado no puede ocultar la gran hinchazón de sus senos, con sus erguidos pezones pidiendo atención—. ¡Por favor Christian! ¡Te deseo! Te necesito… —ruega. Mi polla se coloca en la entrada de su sexo, incitando, prometiendo placeres aun sin dar. Su sexo brilla por su excitación. Levanta su cadera, tragando la adolorida corona de mi polla. Anastasia cierra los ojos por la anticipación, pero aun no le doy la total satisfacción. Solo la punta de mi polla la entretiene, deslizándose solo dos dolorosos centímetros para salir totalmente. En la punta aparece el rocío pre-seminal mezclado con el de su excitación—. ¡Por favor! —Ruega nuevamente, empujando sus caderas, tratando infructuosamente de conseguir la penetración completa.
— ¿Qué quieres Anastasia? —Le pregunto espoleándola—. ¿Quieres mi polla dentro de ti? ¿Envolverme con tus fluidos? ¿Hacer que te duela? —Le pregunto mientras le introduzco un par de centímetros a su pulsante sexo.
— ¡Sí! —Jadea—. Quiero todo de ti… —Exhala—. ¡Todo dentro! ¡Cógeme! ¡Móntame duro!


— Todavía no, Anastasia, —Siseo entre dientes, mientras aparto sus piernas aún más. Meto otros dos centímetros. Se esfuerza fuertemente de recibir todo de mí, pero sostengo sus nalgas, hundiendo mis dedos, deteniendo su progreso—. ¿Qué tanto deseas esto Ana?
— ¡Muchísimo! ¡Por favor! —Ruega.
— ¡Esto es lo que obtendrás! Si me dejas fuera, dejaré mi polla apenas dentro de ti para recordarte como me haces sentir.
— No me castigues por demostrar mi posesión sobre ti, —grita.
— No nena, ya me tienes. ¡En cuerpo y alma! —Digo y meto más mi polla haciéndola gritar de satisfacción, arqueando receptivamente sus caderas. Empiezo a empujar dentro de ella con fuertes estocadas.
I’m your man - Leonard Cohen
— ¡Más! —Grita haciéndome embestirla todavía más profundamente.Acomodo mis caderas para golpear ese profundo punto adolorido que desea ser frotado por la punta de mi erección. Me inclino y la hago rodar sobre sus rodillas y codos. Con la mano alcanzo sus pezones para instigarla más y hago renovados esfuerzos para hundirme más profundamente. Mis pesados testículos pegan contra ella con cada embiste. Sus pechos se mueven adelante y atrás. Justo cuando empieza a gimotear por el orgasmo no conseguido, cambio el ángulo para mantenerla en el precipicio. Envuelvo su ahora suelto cabello alrededor de mi muñeca, jalo su cabeza hacia atrás, y bombeo con mi polla con profundas penetraciones para el placer de ambos—. ¡Christian! ¡Christian! ¡Christian Grey! —Grita mi nombre como una letanía, llevándome al precipicio. Mientras sus orgasmos se suceden uno tras otro, me vació en mi mujer, colapsando y rodándola sobre mí.
— ¡Dios! ¡Te amo, Anastasia! —Murmuro cuando recobro los sentidos. Desato sus piernas.

— Mi hombre… —murmura exhausta—. Mío…
— Tuyo. Pero no lo olvides, tú y el niño dentro de ti son míos. Debes tener el debido cuidado. Déjame protegerlos a ambos. Es mi trabajo. El de tu marido.
— Mmm… —murmura—. Haré mi mejor esfuerzo, marido, —murmura semi-coherente con una sonrisa de satisfacción en su cara antes que el sueño la reclame, mientras todavía estoy profundamente enterrado en ella.


In my secret life – Leonard Cohen

El amanecer de Nueva York se esconde tras un cielo encapotado. Taylor ya está listo para entrenar cuando llego a la sala—. Señor Grey, tengo al entrenador en espera durante su estancia en Nueva York. ¿Le gustaría ir ahora? —Pregunta. Esta es una de las razones por las que Taylor es un empleado muy eficiente. No tengo que expresarle mis necesidades antes, encuentra las soluciones. Sabe que hago intensas sesiones de ejercicio como una forma de aliviar el estrés.
— ¿Alguien que conozco? —Le pregunto.
— Jack Lee, —dice simplemente.
Mi reacción es de gran sorpresa—. ¿El maestro de Wushu? ¿Ese Jack Lee? —Pregunto con incredulidad.
— Ese mismo, —contesta.
— ¿Cómo lo conseguiste en tan poco tiempo?
— No lo hice. Melissa entrenó con él en el pasado. Ella lo consiguió. Creo que está calentando con ella. Ha estado en el gimnasio la última hora.
— Vamos a verlo, —le digo saliendo del apartamento.


Sawyer está esperando junto a la puerta—. Buenos días señor Grey, —me saluda.
— Si la señora Grey se despierta, dile que estoy abajo en el gimnasio, entrenando.
— Sí, señor Grey, —responde.
Cuando entramos al elevador, me vuelvo hacia Taylor—. ¿Cuánto hace que Melissa conoce a Lee? —Le pregunto.
— Alrededor de ocho años. Está en forma permanente en la nómina de Pella.
Inclino la cabeza para mirar a Taylor—. ¿Permanentemente? El hombre es el más exitoso maestro de Wushu en el mundo. Puede poner su propio precio para entrenar en Nueva York y tendrá fila esperando en su puerta. Creí que estaba coreografiando algunas artes marciales para el cine.
— Es amigo de Jet Li. Lo ayudó a crear algunas escenas en dos de sus proyectos cinematográficos, que fueron bien recibidos. Pero creo que rechaza otras peticiones. Es muy especial en cuanto a lo que decide hacer.
— Sin embargo, dices que está permanentemente en Nueva York en lugar de viajar por el mundo con Pella. ¿Por qué? —Le pregunto con curiosidad.
— El hombre tiene ojos y oídos por todas partes. Como sabe, la mayoría de los ricos atraen a otros ricos y a los famosos. Pero Pella odia estar en escena. Es por eso que tiene hombres de confianza alrededor del país para hacer el trabajo. Lee es uno de ellos en Nueva York. Está bien conectado con el poder, el dinero, la política y la fama.
— Para decir lo menos… Bien, estoy deseando para ver de primera mano sus habilidades en las artes marciales.
— Le dijo a Melissa que hoy estaría disponible si usted requiere sus servicios durante el simposio de la señora Grey. Recomendaría que, aunque hayamos agregado seguridad discreta tanto para la señora Grey como para aquellos que buscan seguridad que claramente han sido empleados por usted. Tanto la señora Grey como su asistente conocen bien a Melissa y a Sawyer. Esto sería un obsequio para los paparazzi o cualquier otro peligro que pudiera estar presente.
— Pensé que ya habías arreglado el asunto de la seguridad adicional. ¿Estamos esperando algún otro peligro adicional en particular?
— Siempre lo hacemos, señor Grey. Aquellos que están en nuestra nómina no serán presentados a la señora Grey ni a su asistente, pero ya que tienen que estar en contacto, aún será un obsequio. La seguridad adicional está bien mezclada entre la multitud. Sin embargo, los blogueros de chismes de las celebridades están atentos para conseguir fotos de la señora Grey y usted, señor. No son conocidos, individuos comunes y corrientes que tienen un pequeño grupo de seguidores. Sería muy difícil distinguirlos hasta que se aproximaran a la señora Grey. Después de todo esta es la ciudad más grande el país y este simposio es un evento público. Hablé con Welch anoche después del incidente con la señorita Richards. Recomienda un comodín, alguien que otros no conocen o esperan, incluyendo a los de seguridad adicional. Alguien que no está regularmente en la nómina de Grey Enterprises. Alguien que no recibirá órdenes ni de mí ni de Sawyer, —explica. Asiento. Sabiendo que mi mujer tiene el hábito de desobedecer e ignorar el peligro, es necesario hacer los pasos necesarios por la seguridad.
— Buena decisión. Advierte a la señorita Tiber que no se lo informe a la señora Grey ni tampoco a su asistente Hanna. Quiero absoluta cautela. En lo que a nosotros concierne, nadie conoce a Lee, ni tú, ni Melissa y tampoco Sawyer. Si alguien trata de remover la olla de mierda, quiero saberlo inmediatamente. Y todavía quiero un reporte total una vez termine el simposio, —ordeno. También tomo nota mental para que Welch verifique el paradero de Lauren y el por qué decidió emboscar a mi esposa en la multitud de los más ricos del país.
— Cómo desee, señor, —contesta Taylor.
Cuando vamos al gimnasio, nos encontramos con Melissa y Lee entrenando. Su acción se parece al kickboxing, pero también los veo usando las armas tradicionales. Lee es absolutamente hábil usando el jiujiebian, (látigo de nueve secciones). La facilidad con la que lo utiliza y la experiencia demostrada por Melissa evitando el látigo de metal es muy impresionante. Cuando se dan cuenta que tienen compañía observándolos, se inclinan uno al otro y Melissa se acerca a mí para presentarme al maestro. Durante la siguiente hora, Lee me entrena duramente como lo hace Claude Bastille y decido asegurarme que sus servicios no sean solo para hoy sino para cada ocasión que visitemos Nueva York en el futuro.

— Christian, creí que no vendrías al simposio, —protesta Anastasia.
— Señora Grey, tengo otros negocios que atender. Pero tu deseo de tenerme contigo es reconfortante, —digo secamente.
— No es lo que quiero decir, y lo sabes. Me siento como un niño pidiendo permiso a sus papás y eso no debería ser así.
— Nena, no me estás pidiendo permiso. Pero tampoco eres una mujer común. Dime, ¿has visto a Hannah mientras me fui a la reunión de negocios de esta mañana? —Pregunto cambiando el tema.
— No, llegará aquí pronto. Repasaremos nuestra agenda y luego iremos juntas al simposio. Se iba a reunir conmigo allí, pero pensé que sería mejor llegar juntas en lugar de tratar de encontrarla en la multitud.
— Genial. ¿Cuánto durará el evento?
— Ya empezó, pero nosotras participamos en eventos que son después de la comida. Va a durar todo el día hasta la noche. Hay más mañana. Si todo va bien, Hannah y yo tendremos eventos privados con algunos otros autores y posiblemente con grandes editores, —responde con entusiasmo.
— Buena suerte para ti y tu asistente, señora Grey. Recuerda permanecer cerca de Melissa y Sawyer, —le advierto.
— Sí, marido, —replica poniendo los ojos en blanco.
Hemos ordenado la comida a un restaurante francés. Anastasia desea una baguette crujiente, sopa y ensalada. Le digo a Taylor que pida el doble, pero que añada filete bourguignon. Antes que termine nuestra comida, su asistente llega al apartamento. A Anastasia se le nota extremadamente feliz cuando ve a su asistente.
— ¡Hola Ana! —La saluda su asistente dándole un abrazo—. ¿Cómo está, señor Grey? —Dice ruborizándose. Veo el esfuerzo que Ana hace para no poner los ojos en blanco. Anastasia casi tiene que arrastrarla a la mesa de café para discutir su agenda. Satisfecha con los resultados, ambas se ponen de pie, y Anastasia anuncia que están listas para irse. La ayudo a ponerse el abrigo rojo y nos dirigimos al estacionamiento. Todo el tiempo sostengo su mano.
— ¿A qué hora llegaste? —Le pregunta Anastasia.
— Oh, lo suficientemente tarde como para no encontrar taxi en el aeropuerto, —responde—. Afortunadamente… —empieza, pero luego para de decir lo que comenzó explicando.
— ¿Viajaste sola, Hannah? —Le pregunto en tono casual.
Duda brevemente—. Mmm, sí, por supuesto señor Grey. Yo, mmm, iba sola viniendo de Seattle. —Su voz es quebradiza, un poco fuera de tono. Su forma de contestar levanta sospechas en mí. Los ojos de Taylor brevemente se encuentran con los míos y luego con los de Melissa, pero no busco más. Posiblemente se enganchó con alguien cuando llegó aquí. Con frecuencia los hombres y mujeres lo hacen, especialmente aquellos con carreras muy demandantes y no están buscando una relación permanente.
Cuando salimos del edificio de apartamentos, una fría ráfaga de viento nos recibe inmediatamente. Tanto Anastasia como Hannah aferran sus abrigos. Taylor abre la portezuela de la limusina. Dejo pasar a Anastasia. Sawyer y Hannah van a la otra portezuela y Hannah entra. Me siento junto a mi mujer y una vez se cierran las puertas, el viento frío es placenteramente sustituido por el calor cálido de la limusina.
— ¿Volverás a Seattle con nosotros, Hannah? —Pregunta Anastasia a su asistente.
— Mmm… —dice vacilante—. Me hubiera gustado, Ana, pero tengo reservación de regreso en una línea comercial, —responde.
— Está bien, —dice Anastasia encogiéndose de hombros.
Cuando llegamos al hotel donde se lleva a cabo el simposio, Taylor y Sawyer saltan de la limusina para abrir las puertas. Ayudo a mi esposa a salir y la sigo hasta la entrada, pero no entro al edificio—. Te recogeremos a las 19:00 a menos que termines antes. No te esfuerces demasiado y llámame si por alguna razón no te sientes bien. —Rueda los ojos—. Lo digo en serio, —me inclino y se lo susurro en el oído.
Su respiración se detiene momentáneamente, y por un segundo el mundo alrededor se oscurece y solo nosotros dos existimos—. Sí, señor, —también susurra. Le doy un casto beso en los labios y la dejo a cargo de sus elementos de seguridad.
Tan pronto como Anastasia, Hannah, Sawyer y Melissa entran al edificio, Taylor abre la portezuela de la limusina y me introduzco—. ¿Está el resto de los elementos de seguridad en su lugar? —Pregunto.
— Sí señor. Todos y cada uno de ellos. Están sincronizados con Sawyer y Melissa.
— Bien. ¿Qué hay de Lee?
— Está ahí, pero no lo veremos. Se mantendrá oculto como un fantasma hasta que esté listo para darnos su reporte.
Mi BlackBerry vibra mientras Taylor habla. Levanto un dedo a Taylor mientras contesto el teléfono—. Grey.
— Señor Grey, algunos de los constructores navales de la costa este, el señor Burgen y el señor Hedgedorf desean reunirse con usted señor, los acabo de incluir en su agenda para las 16:00 que es treinta minutos después de su reunión con el señor Ying.
— ¿Qué hay en la agenda de Ying? —Le pregunto.
— Le gustaría discutir acerca del cumplimiento del presupuesto determinado para el próximo trimestre señor.
— ¿Dónde es la reunión con Burgen y Hedgedorf? —Pregunto.
 — No lejos de la oficina del señor Ying. Quieren reunirse con usted en la oficina del señor Hedgedorf que se encuentra en el distrito financiero. Ya se ha enviado al GPS de su conductor la información señor Grey —contesta.
— Bien. ¿Algo más?
— ¿Ya recibió el correo del equipo de ingeniería de Taiwan con respecto al presupuesto requerido para nuestro muelle local?
— Lo vi esta mañana.
— ¿Hay algo más que pueda hacer por usted señor?
— Sí. Haz que Welch me llame cuando termine mi reunión con Ying.
— Sí señor Grey, —dice cuando corto la llamada.


La oficina de Ying es mucho más grande que las de tamaño estándar en Nueva York. Estoy satisfecho por el progreso del equipo en Taiwan que cumple y excede los estándares. Sin embargo, están ligeramente por debajo de la cuota acordada, me asegura que cumplirán con la meta—. Quiero reportes semanales, Ying. Los puestos de trabajo de aquí dependen del cumplimiento de la meta taiwanesa. Contrata y capacita a trabajadores temporales o por día si es necesario. Hemos asignado el gasto para este año, pero también es necesario que te reúnas con finanzas. No quiero que rebases el presupuesto. Mantén los gastos dentro del presupuesto, pero satisface las demandas. —Me asegura que tan pronto como termine la capacitación requerida para cumplir con los estándares de trabajo de los empleados de planta, el equipo cumplirá con la meta establecida—. Tienes tres semanas para completar la capacitación y mes y medio para cumplir la meta, —le advierto—. No solo los puestos de trabajo de aquí y Taiwan dependen de ese cumplimiento. sino el tuyo.
— Sí señor Grey, —expresa asintiendo.
Salimos de la oficina de Ying a las 15:00 y la temperatura ni siquiera ha subido uno o dos grados desde que dejamos el apartamento. Sin embargo, el viento parece ser más fuerte e incesante, aullando como un mensajero siniestro. La limusina se acerca y Taylor abre la portezuela para que entre. Una vez en nuestros asientos, me dirijo a Taylor—, ¿Alguna noticia de Melissa y Sawyer? —Pregunto.
— Nada señor, —responde.
— ¿No se suponía que debían estar en contacto contigo? —Pregunto con curiosidad.
— No, a menos que haya algún incidente, señor. Debido a que hay un gran número de individuos a quienes vigilar deben estar atentos, debe ser difícil para ellos hacer llamadas. No pueden mantener un círculo cerrado ya que no pueden mantener a extraños lejos de la señora Grey. Tienen que estar cerca de ella siempre.
Como si fuera el momento justo, mi BlackBerry suena. Es Welch con lo que le pedí—. Aquí Grey, —contesto.
— Señor Grey, le estoy llamando como me pidió. He tenido algún tiempo para investigar a la doctora Lauren Richards. Sin embargo, aún no he encontrado ninguna información concreta, señor.
— Empecemos con lo que encontraste, —ordeno.
— La doctora Richards trabaja en el New York Presbyterian como médico en el área de urgencias. Está reemplazando al viejo neoyorquino adinerado del ferrocarril, el señor Paul VanDyneveask.
— ¿Ferrocarril? ¿Qué podría tener que ver ese tipo del ferrocarril conmigo? —Pregunto.
— Nada señor. Ese es el problema. No sabemos porque estaba decidida a atacar personalmente a usted o a la señora Grey, señor. No tiene ninguna enfermedad mental, o que la haya presentado, y podría ser incomprensible que ponga su carrera en riesgo con esa acción tan audaz.
— ¡Pero lo ha hecho! No solamente hizo intentos, sino que también molestó mucho a mi esposa. Pudo haber sido peor. No quiero ninguna pendejada Welch. Si la tienes que interrogar personalmente. Hazlo. ¡Algo está pasando y quiero descubrir que es!
— Sí, señor Grey. Pero, estoy casi absolutamente seguro que no se trata de nada en relación a su presente dominante. Él no sabe quién era ella con anterioridad a su presente relación. Ha estado con él desde que usted la dejó ir.
— ¿Por qué entonces, una mujer sana, sensata pone en riesgo su carrera, su actual relación y sabiendo quien soy y que soy capaz de hacer si toma el riesgo de hacerme enojar? —Pregunto.
— No tiene beneficios de usted, y hasta donde ella sabe, usted tiene seguro contra la exposición de hechos, —dice. No respondo. Todos esos ‘seguros’ fueron quemados después que Leila los dejó en el clóset y descubiertos por Ana.
— No estás haciendo las preguntas correctas, Welch. ¿Qué podría ser peor que el que me expusiera? Encuentra la respuesta a eso, y encontraremos al culpable, y al menos la razón por ese inexplicable ataque verbal o cualquier otra cosa que hubiera planeado para esa noche y que gracias a la bebé de la señora Solomon, fracasó.
— Volaré a Nueva York mañana, señor, y entrevistaré a la señorita Richards, —dice Welch.
— Haz eso, —digo y cuelgo.
El trayecto lleva otros veinte minutos. Hago el mayor esfuerzo para no llamar a Anastasia. Está en su simposio, posiblemente no oiga el teléfono, y posiblemente está disfrutando el día en el primer evento de su carrera. Sin embargo, desde ayer, no puedo sacudirme la sensación de inquietud. Marco su número, pero va directamente al buzón de voz. No dijo nada sobre apagar su celular.
Llamo a Sawyer. Después del tercer tono, contesta. Tiene que gritar para hacerse oír porque hay mucho ruido de fondo—. Lo siento señor Grey, no lo puedo oír bien, señor. ¿Puede por favor repetir su pregunta? —Dice.
— ¿Cómo está la señora Grey? —Pregunto por cuarta vez.
— Muy ocupada, señor. Es una de las editoras más populares aquí. Hay una multitud a su alrededor. Pero, está bien señor.
— Bien, avísame a mí o a Taylor inmediatamente si no se siente bien, o algo inesperado ocurre. ¿Sabes por qué el teléfono de la señora Grey está apagado?
— Sí señor. Más temprano, la señora Grey se dio cuenta de que había olvidado cargarlo. Dijo que podía ponerse en contacto con ella a través del teléfono de Hanna.
— ¿Lo ha hecho ahora? —Digo frunciendo el ceño. Cualquier cosa fuera del protocolo se siente equivocada.
— Sí, señor, —replica inquieto.
— ¿Por qué no el tuyo o el de Melissa?
— Usted puede contactarla a través de uno de los nuestros también, señor. Supongo que es porque Hanna y la señora Grey están sentadas juntas, mientras que nosotros estamos de medio a metro medio de ella, —es su respuesta.
— Haz que la señora Grey me llame en el primer receso que tenga. De lo contrario, me preocupo y podríamos unirnos a su convención, —digo colgando.

Dos nerviosos secretarios, hombre y mujer nos saludan en la oficina de Hedgedorf en el distrito financiero. Me llevan rápidamente a la oficina privada del magnate, cuya vista da a la propia Wall Street—. Tiene una buena vista desde aquí, —digo saludándolo. El hombre de mediana edad recibe mi mano con un firme apretón.
— Me alegra que lo piense, señor Grey. He oído decir que es difícil impresionarlo. Es realmente un cumplido viniendo de usted. Permítame presentarle a George Burgen, —me indica; un hombre calvo, bajo y robusto vestido con traje de tres piezas hecho a la medida.
— Señor Burgen, —digo mientras le tomo la mano.
— George, por favor, —dice con marcado acento neoyorquino.
— Estoy seguro que se está preguntando porque queríamos tener un encuentro con usted. Pero primero: ¿Cuál es su placer? ¿Qué le gustaría tomar? —Pregunta yéndose a una esquina de su oficina donde hay un bar.
— Café y agua. No bebo durante las horas de trabajo, —respondo. Los miro a ambos con cara impasible.
— Tenemos una propuesta de negocios para usted señor Grey, —comienza Hedgedorf con voz grave.
— Me he dado cuenta. Estoy escuchando.
— Necesitamos añadir tres nuevos barcos cargueros trasatlánticos a nuestra flota dentro de los próximos seis meses y nadie tiene la capacidad de construir lo que queremos.
— Seguramente, caballeros, que hay barcos disponibles que sean los que necesitan para entrega inmediata, —digo ladeando la cabeza.
— Sabemos que usted tiene estándares más altos, Grey. La razón por la que estamos pidiendo que sean armados, es que también queremos pedirle que nuestros barcos actuales sean modificados de acuerdo a nuestras especificaciones porque hemos estado siendo pirateados constantemente, y nuestras pérdidas son grandes. No solamente mercancías y tiempo perdido sino también tripulación, —dice Burgen.
— No he oído nada en las noticias. La piratería ha sido un problema en años recientes alrededor de África occidental de acuerdo a reportes de la Oficina Marítima Internacional. ¿Pero qué tan grave es? —Pregunto.
— Grave, —dice Hedgedorf bebiendo el líquido ambarino oscuro de su copa de un solo golpe, tomando un gran trago de aire como si el líquido ardiera en su garganta, y entonces casi estampa la copa de cristal sobre la mesa de café.
— Cada uno de nuestros barcos y buques tanque fueron chocados, 951 de nuestros marineros atacados, 206 rehenes y cinco asesinados en las últimas dos semanas. ¡Casi estamos trabajando para alimentar a los piratas! —Dice Burgen con desesperación mal disimulada.
— Pero seguramente, esta cantidad de ataques deberían haber causado alguna clase de noticias internacionales, o se habrían producido a través de los circuitos.
— Lo han hecho, pero esto es algo así como ‘hagan negocio bajo su propio riesgo’. Está aceptado que hay peligro en ese lugar. Lo sabe tan bien como nosotros. Tenemos informes de que envía ayuda a través del Golfo de Aden. La última ayuda que envió supimos que la hizo desde el aire. Pero tenía elección, No podemos enviar barcos petroleros por aire. Tenemos que conseguir pasarlos a través del Golfo de Aden, Golfo de Guinea o del Océano Índico Occidental.
— Soy consciente de los piratas somalíes. ¿Hay más?
Hedgedorf deja escapar un frustrado suspiro—. Nigeria. Es el productor de crudo mayoritario de África y una nueva zona de peligro por los piratas que atacan la carga de combustible. Nuestro crudo ha sido robado nueve de cada diez durante el último año, cargado a otros barcos y vendido en el lucrativo mercado negro. ¡Ya no liberan los barcos ni pagando rescate!
— No olvides el Sudeste Asiático y el subcontinente indio. El estrecho de Singapur, Bangladesh, el estrecho de Malaca, el mar del sur de China. En África, Nigeria es lo peor, pero la Costa de Marfil sigue siendo una preocupación, como lo es Togo, el Mar Rojo… —dice Hedgedorf sacudiendo la cabeza.
— Pero Nigeria sigue siendo lo peor. Y a diferencia de Somalia el dinero se nueve rápido en Nigeria, —añade Burgen—. Esto tomaría meses en Somalia, pero estos piratas han estado robando nuestro crudo y el dinero y nuestro cargamento desaparece en semanas. Una empresa pequeña habría quebrado. Las compañías de seguros no quieren tomar el riesgo de asegurarnos. Y si llegan a asegurar nuestra carga, estamos trabajando solo para los piratas y las compañías de seguros.
— ¿Qué es lo que quieren de mi empresa? —Pregunto reclinándome hacia atrás con los brazos cruzados.
— Queremos que nuestros barcos estén equipados con sistemas de defensa como los de la marina para proteger nuestros productos antes que nos saquen del negocio, —dice Burgen.
— Nuestras pérdidas son multimillonarias, Grey, —dice Hedgedorf con gravedad.
— Pero, dudo que no importando con que equipe sus barcos o como los construya, tendrán marineros, no guerreros. ¿Cómo pretenden mantenerlos a salvo? —Pregunto.
— Estamos contratando a una empresa privada de defensa cuyo único trabajo es la protección de nuestros barcos. ¿Tiene usted la capacidad de armar lo que queremos? —Pregunta Butgen.
— Así es, —respondo. Mi simple respuesta causa que ambos hombres den un suspiro de alivio al mismo tiempo—. ¿Cuándo desean que esto sea hecho?
Ambos se miran—. Ayer.
— Bueno, tenemos el hoy, caballeros. Por supuesto que necesitaré sus especificaciones. Mis ingenieros necesitan ver como esos requerimientos pueden ser aplicados a los buques cargueros. Después de todo, ustedes no tienen barcos de guerra, —respondo.
— Si puede protegernos con éxito, podría convertirse en el pionero en este campo y el único. Las compañías navieras se pondrían en fila para hacer negocios con usted. Esto es algo difícil en esta economía.
— ¡Tiene que ayudarnos Grey! Cada uno de nuestros cargueros tiene que pasar por el corredor del secuestro. No tenemos un solo barco que haya escapado al ataque. Ni uno solo, —dice Bergen como si hubiera envejecido diez años.
— Haré lo más que pueda. Pero primero, necesito reportes detallados de lo que haya sucedido a cada barco, como fue atacado, que fue robado, en cual forma fue robado, y como estaba dispuesta su carga para poder identificar las debilidades individuales de cada embarcación.
— Eso no será problema; mi empresa enviará esos reportes dentro de las próximas cuarenta y ocho horas, —dice Hedgedorf.
— También la mía, —añade Bergen.
Mi BlackBerry vibra. El número no es de alguien que figure en mi marcación rápida—. Disculpen señores. Tengo que tomar esta llamada. —Los hombres asienten—. Grey, —contesto bruscamente caminando hacia una esquina de la oficina.
— ¡Christian, hola! —La voz de Anastasia suena emocionada.
— Hola nena, ¿estás en el teléfono de tu asistente?
— Sí. Quería decirte que Fox Boyd, el más famoso autor de SIP, un editor local de aquí y mi asistente iremos a comer algo y discutiremos algunos asuntos, —dice.
— ¿Me lo estás preguntando o me lo estás diciendo, Ana? Pensé que íbamos a cenar juntos. Además, esto no está programado.
Suspira un poco frustrada—. Christian, esto es parte de nuestra función. Estamos aquí para conectarnos con otros escritores y editores. Es benéfico para SIP tener conexiones con un mayor número de editores. Es una empresa muy conocida, Christian.
— ¿Quiénes exactamente van a ir?
— Fox Boyd, el representante de Random, mi asistente y mis elementos de seguridad.
— ¿Cuánto tiempo se supone que esto se llevará? —Pregunto mirando la hora. Son cerca de las 17:00
— No lo sé. Pensé que podrías alcanzarme donde vamos, ¿alrededor de las 18:30? De esa manera habremos terminado con la reunión y cenaremos juntos.
Odio los cambios de planes. Son impredecibles y difíciles de preparar sobre la marcha—. Anastasia, este no era el plan. Y pensé que dejé muy claro que no ibas a hacer esta clase de cosas.
— Dije que lo haría lo mejor posible entre lo que quieres y lo que mi trabajo exige. ¡Es solo cena, Christian, no el fin del mundo! Y tú me recogerás, —dice.
— ¿Dónde irán? —Pregunto.
— Un restaurant llamado Lounge of Daniel, —responde.
— Oh, tiene una excelente cava de vinos. Buena comida. Bien, te encontraré ahí entonces. Y ¿Ana?
— ¿Sí? —Pregunta con cautela.
— Sabes lo que te has ganado con esto, —murmuro impasiblemente.
— Sí señor. He llegado a saber que el rosa es el color del placer, —responde con voz baja y ronca.
— Espera mucho de ese color entonces, señora Grey.
— ¿Christian?
— ¿Qué?
— Gracias. El mejor primer viaje a Nueva York aunque haya tenido un desagradable encuentro con doctoras.
— Te veré pronto, señora Grey.
— Te amo señor Grey, —dice emocionada.
— Yo también, nena. Yo también. Y Ana, no estás fuera del gancho, —murmuro antes de colgar.

El recorrido a Daniel nos toma alrededor de veinticinco minutos por Park Avenue y Broadway. Taylor recibe una llamada de Lee durante el trayecto. Extiendo la mano para tomar su teléfono.
— Grey, —digo.
— Señor Grey. Me gustaría reportarle que la mayor parte del evento se desarrolló sin incidentes.
— ¿La mayor parte? —Pregunto.
— Oyó correctamente señor. Sus elementos de seguridad fueron eficaces manteniendo alejados a los individuos que no estaban en la lista de asistentes. Los de seguridad cercana fueron muy eficientes.
— Pero oí ‘un pero’ viniendo, —digo.
— Es solamente una corazonada. Nada malo sucedió. Pero noté interferencia electrónica. No podemos examinar solamente las amenazas posibles a simple vista.
— ¿Cómo llegaste a esa conclusión?
— Cuando la mayoría de la gente tenía dificultades para hacer llamadas telefónicas, uno debe considerar las posibilidades. Hubo una interferencia en el transmisor cuando la mayoría de los celulares la sufrieron y la mayoría de las personas se quejaron porque a sus teléfonos se les estaba agotando la batería porque los dispositivos estaban buscando constantemente una señal que estaba siendo bloqueada. Noté que la señora Grey también lo experimentó, y creo que tanto el celular de la señora Grey como sus elementos de seguridad cercanos se quedaron sin energía.
Tomo mi BlackBerry de mi bolsillo y se lo entrego a Taylor—. Llama a Sawyer y Melissa, —le ordeno mientras sigo en el teléfono con Lee.
— ¿Por qué entonces no fue…
— ¿El teléfono de la señorita Hannah? Probablemente experimentó lo mismo, porque parecía tenerlo conectado a su portátil para mantenerlo cargado.
— Ya veo. ¿Has identificado qué o quién estaba causando la interferencia?
— No llevaba conmigo el equipo adecuado para la detección.
Miro a Taylor que sacude la cabeza indicando que no puede localizar a Sawyer ni a Melissa por el teléfono celular. Los llama por radio—. ¿Cargaron sus celulares anoche? —Sisea por la radio. Escucha, y suelta una exhalación frustrada—. ¿Cómo está la señora Grey? —Pregunta y parece satisfecho con la respuesta—. Estamos circulando por Park y la calle East 64th, junto a la Iglesia Central Presbiteriana. ETA en cinco minutos, —contesta una pregunta no formulada—. ¡Carguen sus jodidos teléfonos la próxima vez! —Sisea—. De ahora en adelante, estarán obligados a llevar cargadores portátiles. ¡Necesito poder ponerme en contacto con ustedes con algo más que por la radio!
— ¿Alguien siguió a mi esposa y su grupo al restaurante?, —pregunto.
— No detecté a nadie siguiendo a su esposa y su grupo señor.
— Bien, Lee. Gracias.
— También estaré ahí señor Grey, —responde como cuestión de hecho.
— ¿Ahí?
— En el restaurante, por supuesto. Es posible que necesite un par de ojos y oídos extras, —responde como si eso fuera lo más natural que debe hacer.
— ¿Te veré allí?
— Por supuesto que no, —dice con una sonrisa en la voz.
— Gracias, —digo y me desconecto—. ¿Coincidencia? —Le pregunto a Taylor.
— No señor. Sería una de muchas. Anoche y hoy. Una de muchas para ser coincidencia.
Miro el cielo oscureciéndose mientras nos acercamos al estacionamiento del Daniel. Solo quiero recoger a mi esposa y llevarla a casa.
El maître D nos saluda en la entrada—. Señor Grey, qué placer tenerlo aquí señor. Por aquí por favor, —dice.
Estoy inquieto hasta ver a mi esposa saludable y feliz. La veo sentada a la mesa de espaldas a mí, pero como siempre, siente mi presencia, y se da vuelta para verme. Su cara se ilumina cuando me ve—. ¡Christian! —Es su saludo. Lentamente se levanta de su asiento con su mano extendiéndose hacia mí. Cierro la distancia entre nosotros, apretándola fuertemente en un abrazo.
— ¿Estás bien? —Murmura.

— Lo estoy ahora, señora Grey. Lo estoy ahora, —murmuro con alivio como si mi razón de ser hubiera aparecido.
Una vez que la suelto se voltea hacia la mesa, ruborizándose—. Permítanme presentarles a mi esposo, el señor Christian Grey, —dice con orgullo evidente, enfatizando ‘mi esposo’
— Gracias por mantener a mi esposa segura y entretenida hasta mi llegada, —les digo dirigiéndoles una sonrisa, sentándome al lado de Anastasia una vez que el maître D la acomoda en su lugar, empujando la silla hacia la mesa. Veo a Taylor mirando a los clientes imperceptiblemente, aparentemente tranquilo, pero creo sentir que está al borde. Melissa y Sawyer siguen su ejemplo en sincronía con él. Esta noche estamos seguros.





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