Capítulo I
Hora de separación
Traducido y
editado por María Teresa Camp Gozalbo
Y nunca ha pasado que el amor se haya conocido en su propia profundidad
hasta la hora de la separación.
Khalil Gibran.
Mientras
me sirve un doble de borbón, mi BlackBerry vibra nuevamente. Mi corazón se para
y late con ansiedad. ¿Es Ana?
*Fue bueno verte.
Entiendo ahora. No temas. Serás un padre maravilloso*
Es
Elena. No respondo. Fue en serio lo que le dije. Le di mi despedida. No sé si
realmente entiende, pero está terminado desde hace largo tiempo. Necesitaba
decirlo para encontrar mi paz. Bajo mi vaso y me sirvo un triple esta vez. No
puedo llamar a Anastasia. Aún estoy enojado, pero también me siento vacío y
extrañándola terriblemente. ¿Qué es lo que quiero? ¿Qué es lo quiere un hombre al
emborracharse? Pérdida de memoria: mi
actual misión es alcanzar este premio gratis en el fondo de la botella de
borbón.
Cuando
finalmente alcanzo el fondo de la botella, me siento atontado, algo incoherente,
las cosas parece que vienen a mí en pares. Los dos meseros están parados frente
a mí con la cuenta. Saco la cartera. Mis dedos intentan sacar dinero o la
tarjeta de crédito, cualquiera que pueda agarrar. El dinero parece salir más
fácil. Parece que tengo cuatro billetes de $100 dólares—. ¿Cuánto debo? —Pregunto con voz
rasposa. Miro la cuenta pero parece que los números desaparecen y cambian de
tamaño ante mi visión borrosa. No puedo ver ninguna maldita cosa.
Los
dos meseros que se ven marcadamente como gemelos, ambos con las manos
extendidas con la cuenta. Uno de ellos finalmente la revisa para darme el monto—.
Son $183.00 dólares, señor.
Tomo
el dinero y lo planto en la mesa—. Doscientos por la cuenta y uno para cada uno
de ustedes. Tttippp—. Tartamudeo. Mi mente no puede hacer cuentas ahora.
—
¿A cada uno, señor? — Sí, para ti y para ti… —Digo señalando a cada mesero.
Ambos sonríen de la misma manera.
—
Gracias, señor. Apreciamos su generosidad.
Me
levanto, pero siento que el suelo me llama. Me sujeto de la mesa para estabilizarme
y me dirijo a la puerta. El aire frío me pega en la cara tan pronto como salgo
y momentáneamente me siento un poco más estable. Ahora, ¿en qué dirección está
mi casa?
Miro
alrededor—. ¡Hey, mi cuate! ¿Tienes un cigarrillo? —Me pregunta otro tipo ebrio.
Me golpeo el pecho.
—
Nop, se me han agotado.
—
Gracias de todas formas, —dice emitiendo aliento con olor a cerveza barata. Me
saluda con su índice y dedo medio y se aleja con pasos inestables. Puedo ir a
casa si puedo ir de farol en farol sin caerme. Sí, parece ser buen plan. Ahora,
trato de caminar al siguiente farol que parece ser que está a más de 35 metros.
Creo que debería usar los bancos del parque, y las paredes de los edificios
para llegar. Cambio de planes: llegar a la pared del siguiente edificio y luego
ir al farol.
Anastasia
está encinta. La embaracé. ¡Mierda! Eso significa que no tendré sexo con ella. ¡Demonios!
Aún no tengo el premio gratuito. ¡No hay pérdida de memoria!
Hey,
he alcanzado la meta uno. Caminé al siguiente farol sin caerme. Ahora tengo que
dar vuelta en la esquina. A dos faroles de distancia. Vivo en Escala. ¿A
cuántos faroles de distancia está el edificio?
—
Taylor. —Grito. Pero no contesta. Oh sí. No está aquí. Está en casa, a salvo
con Gail. Él no la embarazó. Puede tener sexo seguro. No Christian. Christian va
a ser papá. Un terrible papá. ¡Oh, Dios! ¡Estoy enfermo! Me doblo con la
espalda pegada al farol. Mi estómago se tensa y se levanta. Huh, Anastasia vomitó
así en ese bar. Fue la primera noche que dormí con ella. Anastasia... Tengo que
llegar a casa. Me paro derecho. Sin vomitar. Camino la distancia de otros tres
postes de luz, muy... muy lentamente. El suelo no es estable. Se mueve y baila
bajo mis pies. Es un acto de equilibrio llegar a casa. Finalmente veo el
edificio justo enfrente. Posiblemente a cuatro postes de luz más. Un farol… Dos
faroles… Tres faroles, y cuatro… ¡Al fin el hogar!
Empujo la puerta. No abre. La empujo
otra vez. No abre. El portero se apresura. Cuando me ve, me da una segunda
mirada y empuja la puerta y la jalo. ¡Sabía eso!—
Señor Grey, buenas noches… Quiero decir, buenos días, señor.
—
¿Mañana? ¿Qué hora es? —Balbuceo.
Mira
su reloj—. Es la 1:30, señor. —Entro y el portero me sigue y llama el elevador.
—
¿Cómo te llamas?
—
Sebastián señor.
—
Sí, lo sabía. —Cuando el elevador suena abriendo las puertas, entro, tratando
de no tropezar. Sebastián detiene la puerta. Lo saludo como mi cuate ebrio me
saludó a mí—. Buenos días para ti también… Seb… Seb…
—
Sebastián, señor.
—
Sebastián. —La puerta se cierra en la cara de un Sebastián atónito. Me lleva
tres intentos introducir el código en el panel. El elevador me lleva a la
velocidad de la luz o al menos es como lo siento. Tiemblo como un huevo roto.
Cuando llega al penthouse, para y se abren las puertas. Hurgo para encontrar
las llaves. ¡Entro al vestíbulo y voy a dar a la mesa que camina hacia mí!—
¡Mierda! —Trato de alejarme, pero la mesa me sigue deslizándose—. ¡Mierda!
—Repito empujándola—. ¡Suéltame! —Hay puertas dobles frente a mí, y las empujo
para abrirlas.
Alguien,
algún ángel corre hacia mí. — Christian, ¿estás bien? —Pregunta. ¡Oh, esa es mi
esposa embarazada! Mi ángel seductor.
—
Señora Grey, —saludo con voz entrecortada—. ¡Shhh! —Se ve mejor que un ángel.
Parece que vistiera un camisón al estilo de los años 1930. Se ve una una
belleza clásica. Suave al tacto. ¡Cálida para abrazarla, y de muerte para
cogerla!
—
Oh… —Me gustaría hacer eso—. Te ves increíble, Anastasia.
—
¿Dónde has estado? —Pregunta.
Pongo
los dedos en mis labios y sonrío—. ¡Shh! —Le advierto. Despertará a alguien.
Oh, sí, al bebé. Entonces no tendremos paz ni quietud.
—
Creo que deberías venir a la cama, —dice.
—
Contigo… —con una risita. Iría al infierno con ella. Lo único que tiene que
hacer es pedirlo. Me frunce el ceño. Es hermosa aun cuando frunza el ceño.
—
Déjame ayudarte para ir a la cama. Apóyate en mí.
—
Eres muy hermosa, Ana, —digo recargándome en ella. El olor de su esencia me
golpea como un camión de ladrillos. Inhalo su esencia. Se tambalea. ¿Está
ebria?
—
Christian, camina. Te voy a poner en la cama.
—
De acuerdo, —digo. No está tan lejos como un farol. Puedo hacerlo. Concéntrate
Christian. Se tambalea por el corredor apoyándome—. Cama, —digo sonriendo. Lo
que me gustaría hacerle en la cama. O aquí… en el vestíbulo. No, no en el
vestíbulo. No se siente segura sobre sus pies.
—
Sí, cama, —dice mientras me lleva y se tambalea, pero la sostengo. Me gusta
abrazarla. ¿Sabe eso? Me hace sentir seguro. Completo.
—
Únete a mí, —digo. Estoy despierto. Creo…
—
Christian, creo que necesitas dormir.
Oh
no. ¡Me esta diciendo ‘no’! No va a volver a tener sexo conmigo. Es el bebé. No
me quiere. Solo quiere al bebé—. Y este es el comienzo. He oído acerca de esto.
—Digo abatido.
Frunce
el ceño—. ¿Oído sobre qué? —Pregunta.
—
Los bebés significan no sexo.
—
Estoy segura que eso no es cierto. De otra manera todos seríamos hijos únicos.
La
miro—. Eres graciosa.
—
Estás ebrio.
—
Sí, —digo sonriendo. Pero espera, no lo olvidé. Sigue estando embarazada. Voy a
ser un papá terrible. No tengo nada que dar.
—
Vamos Christian, —dice suavemente. Su voz me tranquiliza—. Vamos a la cama. —Me
empuja gentilmente y caigo en la cama. Mis brazos y piernas se abren. Está
parada a los pies de la cama, mirando como una diosa del sexo.
—
Únete a mí, —digo. Mi voz sale con dificultad; las palabras me resultan
difíciles de pronunciar.
—
Primero vamos a desvestirte. —Desvestido… Esa es la idea ahora. Sonrío.
Posiblemente Christian ahora tenga suerte después de todo.
—
Ahora estás hablando, —digo juguetonamente.
—
Siéntate. Déjame quitarte el saco.
Me
siento, pero el cuarto parece un giroscopio. En y fuera de foco. Me dejo caer hacía
atrás—. El cuarto está girando, —me quejo.
—
Christian, ¡siéntate! —Me ordena. Eso me gusta. Se pone a cargo. Le sonrío—.
Señora Grey, eres una cosita muy mandona…
—
Sí. Haz lo que te digo y siéntate, —ordena poniendo las manos en las caderas.
Después de dos intentos localizo mis codos y lucho para sentarme. Me agarra de
la corbata y la desata. Pero no la jala. Entonces se sienta sobre mí y me quita
el saco. Percibo nuevamente el olor de su esencia.
—
Hueles bien.
—
Tú hueles a licor fuerte.
—
Sí, digo orgullosamente—. Borbón.
Tira
mi saco en alguna parte, y pone las manos en mi corbata. Mis manos descansan en
sus caderas. Oh, la suave, sedosa sensación de la tela—. Me gusta la sensación
de esta tela en ti, Anashta… shia. Siempre deberías usar satín o seda. —Recorro
las manos arriba y debajo de la suave tela en sus caderas y tiro de ella con
brusquedad hacia mí y presiono la boca sobre su vientre donde el pequeño
invasor reside—. Y tenemos un pequeño invasor aquí. Me vas a tener despierto,
¿no? —Le pregunto a junior. Y te llevarás a mi mujer, sin duda. —Levanto la
vista para mirar a mi esposa nuevamente. Ha sido mía todo este tiempo, No la quiero
compartir, y ahora no tengo opción. Lo querrá solo a él—. Lo preferirás a mí —digo
desolado. Lo hará. Y no volveré a ser el centro de su mundo otra vez. Anastasia
será de él. No me querrá.
—
Christian, no sabes de lo que estás hablando. No seas ridículo… No estoy
escogiendo a nadie sobre nadie. Y puede ser una ‘ella’.
¡Mierda!
¡No consideré eso! ¡Una niña!—. Una ella… ¡Oh, Dios. —Me dejo caer en la cama,
y me cubro los ojos con los brazos. Si ‘ella’ es algo como Anastasia y si hay
chicos tras ella… ¡Oh, mierda! No puedo pensar. No puedo. Debería dormir. Estoy
muy cansado para pensar. Exhausto. Dormir… Sí, dormir. El cuarto gira una vez
más a pesar que tengo los ojos cerrados. Pero la pesada oscuridad de mi sueño
se deja caer sobre mí, y estoy muerto.
* * * * *
Tengo
tal dolor de cabeza persistente como si un mal baterista tocara en mi cerebro.
¿Cuánto bebí? Me terminé la botella de vino y el borbón. Solo se filtra la luz
por la ventana, pero aun eso me molesta. Dirijo la mano a la almohada junto a
mí, pero está intacta y fría. Me siento abruptamente y siento como si me diera
un golpe en la cabeza contra la pared. ¿Dónde está Anastasia? ¡Joder! No está
aquí. No está aquí. ¿Se levantó temprano? ¿Está en el baño? Brinco de la cama y
miro alrededor. Nada está desordenado en el cuarto. No llevo el saco así como
tampoco la corbata. No traigo puestos los zapatos ni los calcetines. No
recuerdo habérmelos quitado. Pero no recuerdo gran cosa de la pasada noche. ¡El
premio de la pérdida de memoria ahora sí me encuentra!
—
¡Ana! —Llamo, pero no contesta. Me apresuro a la sala, no hay señal de ella.
La
señora Jones está en la cocina—. Gail, ¿ha visto a Ana esta mañana?
—
No, señor Grey. No desde anoche.
—
¿Qué? — Solo la vi anoche después que usted saliera, señor… —dice con expresión
temerosa en su semblante.
—
¿Qué sucedió? ¿Qué dijo?
—
No mucho. Y estaba pidiendo vino blanco, —dice y hago una mueca de dolor—, pero
se decidió por una taza de té en su lugar. No comió, solo se llevó el té a la
biblioteca. Esa fue la última vez que la vi, señor Grey, —dice con mirada de
preocupación.
¡Oh
mierda! A lo mejor se fue a casa de Kate. Corro a mi recámara para coger el
celular. Lo enciendo y me encuentro con un mensaje de texto de Anastasia. El
corazón se me para. ¡Oh, Dios! ¡Me dejó! Estoy colapsando en la cama con la
BlackBerry en la mano, y abro su mensaje con manos temblorosas:
*¿TE
GUSTARÍA QUE LA SEÑORA LINCOLN SE UNIERA A NOSOTROS CUANDO EVENTUALMENTE
DISCUTAMOS ESTE TEXTO QUE TE ENVIÓ? TE AHORRA EL IR CORRIENDO A ELLA*
Reenvío: *Fue
bueno verte. Lo entiendo ahora. No temas. Serás un padre maravilloso*
¡Mierda!
¡Mierda! ¡Mierda!—. ¡Anaaaa!, —grito, no hay respuesta. Marco su número
celular. Suena y suena y se va al buzón. ¡Respira! ¡Respira! ¡Respira! No dejó
mensaje. Cuelgo y vuelvo a marcar. Suena ominosamente. Camino alrededor para
ver si suena Your love is king, pero no se oye nada. Se va al buzón de voz
una vez más—. ¡Ana! ¿Dónde estás? Estoy preocupado por ti. Por favor… —mi voz
se convierte en susurro—. Llámame. Iré por ti. —Cuelgo y con manos temblorosas
le marco a Katherine Kavanagh.
Cuando
contesta el teléfono, suena adormilada—. ¿Bueno? ¿Quién diablos es a esta hora?
—Contesta enojada.
—
Soy Christian Grey, —digo con los dientes apretados. ¿Está cansada porque
Anastasia la despertó anoche? ¿La recogió del Escala?
—
¿Christian? ¿Qué pasa? ¿Está Elliot bien? —Pregunta rápidamente.
—
¿Cómo demonios puedo saber sobre Elliot? Te estoy llamando por Ana, ¿está
contigo?
—
¿Por qué tendría que estar conmigo? —Pregunta confundida y entonces su voz se
torna gélida—. ¿Le hiciste algo? O posiblemente debería preguntar: ¿Qué le
hiciste? —Repentinamente está totalmente despierta.
—
Estoy buscando a mi mujer, y no he hecho nada. Tuvimos una pelea anoche, y esta
mañana no la encuentro. Quiero saber si está contigo o no. ¿Está contigo? —Pregunto
amenazadoramente.
—
¿Por qué tendría que decírtelo si así fuera?
—
¡Maldita sea, Kate! ¡Estoy preocupado por mi mujer! ¡Si tu amiga te preocupa
aunque sea un poquito deberías decirme si está contigo o no, así puedo buscarla
y encontrarla! —Grito.
—
¡No está aquí! ¡Dios! ¿Por qué está… —empieza a decir, pero le cuelgo. No está
con Kate. ¡Dios! ¿A dónde iría?
—
¡Taylor! —Grito y salgo corriendo de mi cuarto y vuelvo a marcar el celular de
Anastasia. Cuando se va nuevamente al buzón de voz, cuelgo. Taylor, Sawyer y
Ryan están juntos en el salón esperando por mí. Estoy temblando tanto como si
hubiera un terremoto—, la señora Grey ha desaparecido, —digo tragando—.
¿Alguien de ustedes la ha visto esta mañana? ¿Taylor?
—
No, no la he visto señor. No desde anoche, —contesta. Empiezo a respirar por la
nariz como un toro enojado.
—
¿Sawyer? ¿La viste anoche? ¿O vino y te pidió que la llevaras a algún lado?
—
No, señor. La última vez que la vi fue ayer cuando salió de trabajar y todos
regresamos a casa, —dice atónito.
Dirijo
la mirada a Ryan—. No la he visto. Ni ayer ni hoy, señor, —contesta
completamente entristecido. Comienzo a respirar fuertemente. La ropa que llevo
de ayer está arrugada. Mi camisa está desabotonada, no llevo corbata.
Automáticamente mis manos suben a mi cara, y sobando forzadamente tanto mi cara
como entre mi cabello. Mis dedos en su camino jalan mechones de mi cabello. El
corazón me late aprisa, lo siento en la garganta. Tiemblo como si estuviera en
un clima helado. Trato de mantenerme firme.
—
Señor Grey, —dice Taylor calmadamente—. Tenemos que buscarla. Vamos a buscarla
en casa primero, —se vuelve hacia Sawyer y Ryan tomando el mando. Empieza con
eficiente y autoritaria voz—. No dejen una sola puerta sin abrir. Sawyer y Ryan
revisen este nivel. Iré con el señor Grey. Si no la pueden encontrar, llámenme
inmediatamente y si nosotros no la encontramos, juntémenos aquí. ¿Entendido? —Ordena.
—
Sí, señor, —dicen Ryan y Sawyer y desaparecen inmediatamente.
—
Gail, quédate en el área de la cocina. Si la señora Grey regresa, mántenla
aquí, y avísanos, —le ordena. Ella asiente—. Señor Grey, vamos señor, —dice y
empezamos buscándola por toda mi habitación. Mi saco y corbata están en el
suelo. Vamos al vestidor, pero no veo que ninguna de su ropa haya sido
empacada, o estantes vacíos, o ganchos sin abrigos. ¿Se fue con la ropa en su
espalda? Recuerdo vagamente de lo que hablamos. ¿Qué le dije ayer cuando
regresé a casa? ¿Que hicimos?
Gail
me dijo que fue a la biblioteca. Me apresuro a la biblioteca, y allí está su
taza de té vacía, pero nada más. No hay rastros de que haya pasado la noche
ahí. Corro al cuarto de juegos. La puerta está cerrada—. ¡Ana! ¡Anaaaa! —La
llamo. Agito la manija de la puerta, pero no se abre. Si está cerrada, no
podría estar ahí. Rastreamos todo el nivel sin resultado. Marco su teléfono una
última vez—. ¿Por el amor de Dios! Por favor, contesta el teléfono. Hablemos, —ruego
y cuelgo.
Regresamos
abajo y Ryan, Sawyer y Gail están esperando juntos. Taylor se une a ellos.
Camino arriba y abajo ante ellos ansiosamente. Finalmente me detengo frente a
ellos—. Parece ser que la señora Grey no está en casa. No quiero que dejen una
sola piedra sin revisar. Verifiquen las cámaras de seguridad y los videos de
anoche. Vean cuando se fue. También verifiquen las cámaras del estacionamiento,
desde la entrada hasta todas las salidas del edificio. Verifiquen cuado se fue,
con quien se fue, y a qué hora. Necesitamos establecer un punto de partida así
podremos buscarla en el lugar correcto. Sawyer, estás a cargo de examinar los
videos. Comienza con la cámara colocada sobre los elevadores, y Sawyer, tú y… —sigo
sin terminar la oración porque las miradas de todos se fijan en alguien qué
está detrás de mí. Me doy vuelta. Mis ojos están desorbitados, preocupados y
ansiosos. Ahí está Anastasia envuelta en una manta, con una mano sujetando su
bolsa. Se ve hermosa, inocente, quieta y jodidamente enojada. La miro a sus
abiertos ojos azules. Finalmente el miedo da lugar al enojo. ¿Dónde ha estado?
¿Dónde fue? ¿Vino de afuera? ¿Por qué no la vimos? ¿Estuvo en casa siempre? No
me dice nada a pesar que su mirada escanea la desaliñada apariencia de mi atuendo
de día.
—
Sawyer, estaré lista para salir en aproximadamente veinte minutos, —murmura y
aprieta la manta a su alrededor como un escudo contra mí. Sawyer asienta, e
inmediatamente siento la intensidad de las miradas de mi equipo de seguridad
sobre mí. Mis ojos están sobre Anastasia, fijos. Temo que si parpadeo,
desaparecerá.
—
¿Le gustaría algo para desayunar, señora Grey? —Le pregunta Gail.
Anastasia
mueve la cabeza en respuesta—. No tengo hambre, gracias, —contesta.
—
¿Dónde estabas? —Finalmente le pregunto cuando encuentro mi voz. Es baja, ronca
y autoritaria. Oigo más que veo que Taylor, Sawyer, Ryan y Gail se escurren a
sus rincones y oficinas particulares para dejarnos solos; no queriendo encararse
a la ‘música’ que va a desarrollarse entre Anastasia y yo. Anastasia me ignora
completamente y se encamina a nuestro cuarto—. ¡Ana! Contéstame, —digo
llamándola desde atrás, camino tras ella con pasos rápidos a la recámara, pero
se dirige al baño, y cierra la puerta tras ella—. ¡Ana! —Grito aporreando la
puerta con los puños—. ¡Ana, abre la maldita puerta!
—
¡Vete! —Grita.
—
No me voy a ningún lado.
—
Solo adáptate, —contesta.
—
Ana, por favor, —ruego—. Abre la puerta, —digo, pero oigo el agua correr. No contesta—.
Ana, déjame explicarte. Háblame—. Pero mi voz queda bloqueada por el ruido del
agua. Descanso sobre la pared opuesta a la puerta con las manos en la espalda y
espero que termine de ducharse. Se queda en la ducha por aproximadamente veinte
minutos. Cuando finalmente abre la puerta para encararme, estoy extremadamente
cauteloso, tímido. Me siento como un león enjaulado. Camina y me pasa como si
no existiera, y entra al vestidor—. ¿Me estás ignorando? —Pregunto con completa
incredulidad. Se embarazó porqué no se puso la inyección a pesar que habíamos
acordado no tener niños tan pronto, y está enojada e ¡ignorándome!
—
Perceptivo, ¿no? —Murmura sarcásticamente sin siquiera mirarme. Busca algo que
ponerse en el vestidor. Escoge su vestido morado, mi vestido favorito, las botas negras de tacón de aguja y regresa a
la recámara. Cuando está frente a frente a mí, se detiene con determinación
para que me mueva de su camino. Me acerco a ella, perdiendo la lucha contra el
caballero que hay en mí. Anastasia se dirige al vestidor. Desde el espejo
colgado en el vestidor me echa un vistazo ya que estoy en el umbral de la
puerta. Me quedo mirándola, sin moverme. Sin poder moverme hacia adelante o
atrás. No hay nada que quiera más que abrazar a mi mujer, pero está distante;
tratándome como a un extraño. Mientras los ojos de Anastasia están fijos en mí,
deja caer la toalla que cubría su cuerpo desnudo. Su belleza desnuda me hace
resoplar pero trato de controlarlo. Es preciosa. Pero ignora lo que su vista me
hace.
—
¿Por qué haces esto? —Pregunto en voz baja.
—
¿Por qué crees? —Contesta una voz baja decepcionada, y abriendo el cajón de
donde escoje y jala unas bragas negras de La Perla.
—
Ana, —hago el intento de moverme hacia adelante pero me para mientras se pone
las bragas.
—
Ve a preguntarle a tu señora Robinson. Estoy segura que tendrá una explicación
para ti, —murmura mientras busca algo. ¡Maldita sea! ¡No quiero tener nada que
hacer con Elena! Rompí todas las ataduras con ella anoche.
—
Ana, ya te lo he dicho antes, no es mi… —digo pero me corta.
—
No lo quiero oír, Christian, —dice agitando su mano hacia mí con desdén—. El momento de hablar fue ayer, pero en su lugar decidiste
despotricar y emborracharte con la mujer que abusó de ti por años. Llámala.
Estoy segura que ella estará más que dispuesta a escucharte ahora, —me grita. Jala el sostén que hace juego con sus bragas y lo
abrocha. Camino más allá dentro de la recámara con las manos en las caderas,
acusadoramente. ¿Por qué está buscando algo de qué culparme? ¿Ha perdido su
confianza en mí? ¿Es por eso que está fisgoneando? Vamos a ver que estaba
haciendo Christian cuando estaba emborrachándose, jodiendo entre las sábanas.
Se
ruboriza en respuesta—. Ese no es el punto,
Christian, —me regaña—. El hecho es que, las cosas se ponen difíciles y corres a ella.
Mi
boca se convierte en una linea delgada—. No fue así, —comienzo a explicar.
—
No estoy interesada, —me ignora mientras escoge un par de medias negras con
encaje en las orillas. Camina a la cama, sentándose, y adelantando su dedo
gordo, jala la media gentilmente y jala el delicado material sobre sus largas
piernas.
La duda que me carcome y
me está matando es, ¿dónde estuvo anoche?—.
¿Dónde estabas? —Pregunto sin dejar de mirar sus manos subiendo por sus
piernas. Pero pretende que no existo y continúa. Se pone la otra media. Se
levanta, se inclina y empieza a secarse el cabello con la toalla. Mi mirada
nunca abondona su cuerpo. Cuando termina de secarse el cabello con la toalla,
se levanta y se dirige al vestidor y coge el secador—. Contéstame, —digo en voz
baja y ronca después que me ignora por un rato. Enciende el secador y continúa
ignorándoe mientras se seca el cabello, tomando mechones con los dedos. La
observo con ojos estrechos. ¡Es increíble! Es la que no se puso la inyección.
Es la que se embarazó a pesar de haber tenido múltiples pláticas acerca del
control de la natalidad. ¡Sabe lo temeroso que me pongo acerca de eso! Sabe que
estoy temeroso ahora. Sin embargo, escoge ignorarme. Cuando apaga el secador,
pregunto de nuevo—. ¿Dónde estabas? —Mi tono es frío, un susurro bajo.
—
¿Qué te importa? —Grita.
—
Ana, para esto, ahora, —ordeno. Solo se encoge de hombros, y me muevo
rápidamente desde el otro lado del cuarto hasta ella. Tan pronto llego a ella,
gira y se hace para atrás.
—
No me toques, —sisea, congelándome en mi camino. ¿Por qué no puedo tocarla? Es
mi esposa, mi mujer…
—
¿Dónde estabas? —Pregunto exigente. Me está comiendo vivo. Las manos en puños a
mis lados. ¿Estuvo con alguien más? ¿José? ¿Ethan? ¿Quién? ¿Estuvo alguien más
confortándola mientras yo estaba hundido en mi jodida miseria?
—
No estaba por ahí emborrachándome con mi ex, —dice furiosa—. ¿Te acostaste con
ella? —Pregunta en tono acusatorio, haciéndome quedar sin aliento. ¿Cómo es
posible que piense eso? Nunca podría engañarla.
—
¿Qué? ¡No!, —La miro boquiabierto. Me
siento herido y apenado por pensar que siquiera considere la posibilidad de
engañarla. Esto me hace enojar—, ¿Piensas que te engañaría? —Pregunto enojado.
—
Lo hiciste —clama—, llevando nuestra muy privada vida y fuiste corriendo como un cobarde a
contársela a esa mujer.
No puedo creer lo que estoy oyendo.
¿Piensa que soy deshonesto? Soy muchas cosas, pero nunca consideraría
engañarla. ¿Mi propia esposa piensa que valgo madres?—
¿Cobarde? —Respiro—. ¿Eso es lo que piensas? —Tengo que saber. Mis ojos son
volcanes, calientes.
—
Christian, vi el mensaje. Eso es lo que sé.
—
Ese mensaje no se supone que era para ti, —rujo en respuesta.
—
Bien, el hecho es que lo vi cuando tu BlackBerry se cayó de tu saco cuando te
estaba desvistiendo porque estabas demasiado ebrio para desvestirte solo.
¿Tienes alguna idea de cuanto me heriste al ir a ver a esa mujer? —Pregunta.
Palidezco
ante su perorata. Cometí un error, porque soy un jodido idiota. Estaba enojado,
y aún estoy enojado, porque no me está dando la oportunidad de explicarme. El hecho
es que cuando se enoja, se pone en marcha, recoge el bastón y corre con
él.
—
¿Recuerdas lo de anoche cuando llegaste a casa? ¿Recuerdas lo que dijiste? —¿Qué
demonios dije? Estoy momentáneasmente congelado. La miro en blanco porque no
recuerdo una mierda. Debo haberlo realmente jodido, porque está totalmente
enojada—. Bien, tenías razón. Elijo al bebé por encima de ti. Eso es lo que hacen
los padres que quieren a sus hijos. Eso es lo que tu madre debió haber hecho
por ti. Y siento que no lo hiciera… Porque no estaríamos teniendo esta
conversación ahora si lo hubiera hecho. Pero ahora eres un adulto… Necesitas
crecer, enfrentarte a las jodidas cosas y dejar de comportante como un adolescente
petulante. Puede que no estés contento por este bebé; tampoco estoy extasiada,
dado que no es el momento y que tu reacción ha sido mucho menos que agradable
ante esta nueva vida, esta carne de tu carne. Pero puedes hacer esto conmigo, o
lo haré sola. La decisión es tuya. Y mientras te revuelcas en el pozo de
autocompasión y odio por ti mismo, me voy a trabajar. Y cuando regrese, llevaré
mis pertenencias a la habitación de arriba. —Parpadeo completamente conmocionado.
¿Me está dejando? ¡Me está dejando! ¡Oh Dios! ¡Está
rompiendo conmigo!— Ahora, si me perdonas, me gustaría terminar de vestirme, —dice
respirando aprisa.
Me siento
como si me hubiera abofeteado. Doy un paso atrás, mirándola, mi semblante
endurecido—. ¿Es esto lo que quieres? —Susurro. Quiere estar lejos de mí, lejos
de nuestra relación.
— Ahora no
sé lo que quiero, —dice con fervor, su expresión imitando la mía. Voltea hacia
mí, entierra sus dedos en la crema y gentilmente la extiende sobre su cara. Me
mira a través del espejo, verificando su ruborizada cara con los ojos
ampliamente abiertos.
No puedo
hacerme a la idea de que no me quiere en su vida—. ¿No me quieres? —Susurro.
— Aún estoy
aquí, ¿no? —Me chasquea. Toma el tubo de rímel y la aplica en sus pestañas.
Debe haber
estado pensando en esto desde ayer si ahora ha llegado a esa conclusión—. ¿Has
pensado en irte? —Pregunto con el corazón encogido. ¡No puedo vivir sin ella!
Estoy desesperado por ella. ¿No puede ver eso?
— Cuando el
marido de una prefiere la compañía de su ex-amante, usualmente no es una buena
señal, —dice en tono de desdén. Se aplica el lápiz labial. Mis ojos sobre ella,
y no la he tocado desde ayer en la mañana. Han sido alrededor de 24 horas. La
literal corta distancia pero la virtual de kilómetros me está matando. Recoge
las botas, y las lleva hasta la cama y sentándose en la orilla, se las pone, tirando
de ellas hacia sus rodillas. Está sólo con la ropa interior y las botas. Y
estoy jodidamente frustrado, caliente por ella, deseoso, y no me tendrá. No
quiere nada conmigo. ¿O sí? ¿Es esta una táctica para ganar la discusión? Es
buena negociadora. Dura. Anastasia puede poner a cualquier hombre de rodillas.
Está a un paso de hacerlo conmigo. Pero, puedo emplear mi propia colección de
tácticas.
— Sé lo que
estás haciendo, —murmuro en voz cálida y seductora. Tiene cero resistencia a mi
seducción. La conozco mejor que ella misma.
— ¿Sí? —Su
voz rompiéndose y rechinando. Es la primera hendidura de su armadura. Trago,
tomando la oportunidad y doy un paso hacia ella. Da un paso atrás levantando la
mano para parar mi avance—. Ni lo pienses, Grey, —sisea amenazadoramente.
— Eres mi
esposa, —declaro contenida y suavemente. Quiero lo que es mío, mi esposa, mi
mujer.
— Soy la
mujer encinta que abandonaste ayer, y si me tocas, gritaré.
Alzo las
cejas con incredulidad—. ¿Gritarías? —Pregunto con voz ronca.
— Maldito
asesina, —contesta entrecerrando los ojos, sin retroceder.
— Nadie
podría oírte, —murmuro con mirada intensa, apasionada. Por favor déjame
tocarte. La única manera que conozco para resolver problemas es en la cama,
Ana.
— ¿Estás
tratando de atemorizarme? —Murmura sin respiración, asustada.
¿Qué? ¡No!
Solo estoy tratando de comunicarme con ella de la única forma que sé. Y no me
lo permite—. Esa no era mi intención, —digo frunciendo el ceño. Su pecho sube y
baja en cortas respiraciones—. Tomé una copa con alguien de quién era muy
cercano. Aclaramos las cosas. No la volveré a ver.
— ¿La buscaste?
—Pregunta con dolor.
— No al
principio. Traté de ver a Flynn. Pero me encontré en el salón de belleza.
— ¿Y
esperas que crea que no la volverás a ver? —Sisea con verdadera furia—. ¿Qué
hay cuándo cruce alguna línea imaginaria? Esta es la discusión que tenemos una
y otra vez. Cómo si fuera la rueda de Ixion. Si la jodo nuevamente, ¿vas a
correr a ella nuevamente?
— No la
volveré a ver, —digo con decisión petrificante—. Finalmente entiende como me
siento.
Solo
parpadea—. ¿Qué significa eso?
Me enderezo
y corro mi mano por mi cabello completamente exasperado, la ira emergiendo en
mí y estoy completamente silencioso. Porque me dice que quiere hablar acerca de
lo sucedido, pero no me quiere escuchar. Está enojada y llegando a sus propias
conclusiones, y no escuchándome. No estamos resolviendo nada porque nuestras
ansiedades están por todo lo alto.
— ¿Por qué
puedes hablar con ella y no conmigo?
— Estaba
enojado contigo. Como lo estoy ahora, —gruño.
— ¡No me
digas! —Chasquea—. Bien, ahoras estoy enojada contigo. Enojada contigo por
haber sido frío y cruel ayer, cuando te necesitaba. Enojada contigo por decir
que me embaracé intencionalmente, cuando no fue así. Enojada contigo porque me
traicionaste, —dice al final con voz ahogada.
Su
declaración me conmociona como si me hubiera dado un golpe en los huevos y me
hubiera abofeteado al mismo tiempo, haciéndome encoger de miedo. Nunca la he
traicionado. Sé que me porté como un cabrón, pero no me escucha, ahora no me
está escuchando. Estoy sin timón cuando estoy con ella. Se lleva todo mi
autocontrol. ¿Qué se supone que debo hacer? ¿Cómo me hago entender? Traga, está
lista para decir algo—. Debí haber tenido mejor control de mis inyeccciones,
pero no lo hice a propósito. Este embarazo es una conmoción para mí también, —murmura—.
Pudo pasar que la inyección fallara. —La
miro sin decir palabra. Por supuesto que malditamente falló. Tiene una fecha de
vencimiento. ¡Una fecha y hora en que no se queda en su sistema! Es por eso que
debe ponerse la inyección en la fecha prescrita—. Realmente la jodiste ayer, —murmura
con furia—. He tenido que lidiar con muchas cosas estas últimas semanas.
— Realmente
lo jodiste hace tres o cuatro semanas. O cuando sea que hayas olvidado la
inyección, —siseo en respuesta.
— Bueno,
¡Dios prohibió que fuera tan perfecta como tú! —Grita con el ceño fruncido. Le
frunco el ceño también. Nos quedamos parados así por varios minutos.
— Esta es
una real actuación, señora Grey, —murmuro. La está representando bien, parada
frente a mí, peleando mano a mano.
— Bien,
estoy contenta que aun embarazada, soy entretenida.
La miro
inexpresivo. Insiste en tomarme de la manera equivocada—. Necesito una ducha, —murmuro.
— Y te
proporcioné suficiente espectáculo.
— Fue un
buen espectáculo, —susurro y camino hacia adelante. Quiero abrazarla, tocarla.
Si solo la toco, sé que podemos resolver esto, disolver el hielo creciente
entre nosotros. La necesito desesperadamente justo ahora. Inmediatamente da
pasos hacia atrás.
— No, —sisea
amenazadoramente.
— Odio que
no me permitas tocarte, —susurro. La necesito desesperadamente. ¿Qué no puede
darse cuenta de eso?
— Irónico,
¿eh? —Susurra.
Nuevamente
entrecierro los ojos. Le permito tocarme. Trabajé para controlar mi miedo por
ella, y aún así, me niega lo que es mío—. No hemos resuelto mucho, ¿verdad?
— Diría que
no. Excepto que me estoy mudando de esta habitación.
¿Qué? ¡No
nos hagas esto, Ana. ¿Por qué nos estás separando? Mis ojos arden y se amplían
con miedo brevemente—. Ella no significa nada para mí.
— Excepto
cuando la necesitas.
— No la
necesito, te necesito a ti, —ruego. Debe ver eso. Ella es todo lo que necesito.
Quiero ser todo lo que necesita, también
.
— No fue
así ayer. Esa mujer es un límite infranqueable para mí, Christian.
— Está
fuera de mi vida.
All the man I need – Whitney Houston
—
Quisiera poder creerte, —dice con absoluta desconfianza y ese es el cuchillo
que se clava en mi corazón.
—
Por el amor de Dios, Ana.
—
Por favor, déjame vestir, —dice despidiéndome. Tengo el corazón roto. ¿Es este
nuestro fin? Estoy paralizado, desolado, despojado de sentimientos como si un tornado
hubiera barrido todo y hubiera volteado mi vida de arriba a abajo.
—
Te veré esta noche, —digo con voz plana, golpeada, aplastada. Me dirijo al baño
y cierro lentamente la puerta. Me quito la ropa mecánicamente, y abro la llave
entrando bajo la primera agua fría y después la ardiente agua hirviendo. ¿Qué
nos estás haciendo, Anastasia? ¿Por qué nos estás separando en piezas?
Preguntas dejadas sin hacer, palabras no dichas me dejan en conmoción,
preocupado, completamente gastado. Lentamente me deslizo por la pared hasta el
piso de la regadera y dejo que el agua me deje libre de mi dolor.
Cuando
salgo, Anastasia se ha ido, la recámara conserva su esencia , pero solo lo
suficiente para decirme que se ha alejado de mí. Salgo a la cocina. La señora
Jones está trajiando ahí—. ¿Puedo hacerle el desayuno ahora, señor Grey? —Pregunta.
—
¿Anastasia?
—
Se fue con Sawyer hace unos momentos, —contesta en voz baja.
—
¿Desayunó? —Pregunto.
—
No, señor Grey, —dice agitando la cabeza.
—
¿Puedo hacerle el desayuno de siempre, señor? —Pregunta esperanzada.
—
No hoy, Gail. Desayunaré más tarde en el trabajo. Gracias, —digo suavemente.
Taylor me espera en la entrada.
—
La señora Grey estuvo en el cuarto de juegos, señor, —dice de sopetón. Inclino
la cabeza de lado inquisidoramente.
—
¿Cómo lo sabes?
—
Buscamos en cada cuarto, cada repisa en la recámara. El único cuarto que estaba
cerrado con llave era el cuarto de juegos. Lo fui a verificar y estaba sin
llave. La llave estaba en la parte de adentro, —contesta.
Rápidamente
subo las escaleras para ir al cuarto de juegos. Tal como Taylor indicó, la
puerta aún está sin llave. Entro al cuarto y soy recibido por la esencia del
suave cuero, limón y aceite. Cuándo enciendo la luz, las suaves luces iluminan el cuarto rojo. Nada está
desordenado en el cuarto. La única evidencia de qué Anastasia estuvo en el
cuarto es la pequeña depresión que dejó en el sofá Chesterfield. Suavemente lo
acaricio. Miro alrededor por si hay alguna otra indicación de que estuvo ahí,
pero no hay ninguna. Voy a la puerta, apago la luz y bajo las escaleras.
Tomando mi saco, le hago señas a Taylor
para seguirme, y nos vamos. El descenso al estacionamiento es
silencioso. Caminamos a la SUV en el mismo silencio.
Mientras
se abre la reja del estacionamiento, mi teléfono vibra. Pienso inmediatamente
en la esperanza de que sea Anastasia. Pero la cara se me cae cuando veo quien
me llama—. Hola Elliot, —contesto.
—
¿Pudiste encontrar a tu mujer esta mañana? —Me pregunta.
—
Veo que Kate te llamó. Sí, ahora ya está en el trabajo.
—
Espero que no te esté dejando a los cinco minutos de que se han casado. No que
la esté culpando. —Dice juguetonamente.
—
¡Jódete Elliot! No estoy de humor.
—
Hey, manito. Lo siento, no estés tan tirante. Si quieres hablar…
—
Nada de qué hablar, estoy seguro que tienes peleas con tu prometida. Solo una
simple discusión en la que se enojó conmigo, es todo.
—
¡Seguro, Ana!
—
Mira, ya casi estoy en el trabajo, y tengo mucho que hacer hoy. Nos hablamos
después, Elliot. —Digo y cuelgo. Miro por la ventanilla cuando paramos en un
semáforo. La gente corre de un lado a otro deliberadamente, viviendo sus vidas
y yendo a sus negocios sin saber que solo unos metros más allá, a alguien se le
está rompiendo el corazón en pedazos, y están completamente ajenos a mi agonía.
Cuando
Taylor entra al estacionamiento de Grey House, conduce al espacio reservado
para mí. Estaciona el vehículo y salta para abrirme la puerta. Salgo del auto y
me dirijo a los elevadores. El camino lo hacemos en silencio de nuevo. Cuándo
Andrea ve mi seria cara, dice sin su usual afectuoso saludo—, buenos días,
señor Grey. ¿Café, señor? —Pregunta.
—
Sí, —digo mientras voy de camino a mi oficina.
Me
siento y enciendo la computadora. Antes de hundirme en mi trabajo, necesito
hacer una cosa. Tomando la BlackBerry, busco un número y marco—, Sí, señor
Grey, —contesta.
—
Sawyer, ¿cómo está la señora Grey?
—
Estaba temblando y llorando un poco, —contesta. Y cierro los ojos angustiado.
—
¿Le fuiste a comprar algo para comer?
—
Le pregunté pero me dijo que no tenía hambre, —contesta. Mi terca esposa. La
última vez que se impuso huelga de hambre fue cuando rompió conmigo. Nos
castigó a los dos.
—
Solo por si acaso, vigílala todo el día. Estoy seguro que Taylor te informó; la
señora Grey está embarazada. Necesita comer y tener cuidado.
—
Me aseguraré de vigilarla de cerca, señor, —dice.
—
Llámame si no está bien o necesita algo.
—
Sí señor, —contesta.
Hago
una honda respiración y miro a Taylor, Andrea entra con mi café. Me lo pone
enfrente y toma su iPad—. Tiene varias reuniones hoy, señor Grey. La primera es
con Finanzas. Hay cuatro asuntos a tratar en la agenda en esta junta. Los
fondos para compras, el lugar de pago de la nómina, gastos de operación, y la
venta de Triway Electronics que finalizará hoy. Esa junta es a las 2:00pm,
señor, —dice y navega por mi cargado itinerario. Por una vez, estoy agradecido
por un día ocupado. Me debería permitir un poco de tiempo para disfrutar de mi
propia miseria.
LA FIANZA
Su
teléfono suena suavemente tocando el “tema de El Padrino”
Tema de El
Padrino
—
Creo que te había dicho que nunca me llamaras a este teléfono, —contesta cortante
después de verificar al contacto.
—
Posiblemente tengamos la fianza aceptada mañana temprano, —contesta como si no
hubiera oído—. No había otra manera de contactar con usted con esta rapidez. —Sus
ojos brillan con excitación. Se inclina como si fuera a compartir un secreto
con el hombre en el teléfono—. Bien… Nos reuniremos en una hora, mismo lugar.
Le daré mis instrucciones. Y el pago se requiere con 10% por las dificultades
de ellos.
—
Lo tengo listo. Y mis términos son los de siempre. Espero que los tengas
presentes en tu mente. Si no, todo los involucrados serán tratados
duramente.
Sí,
—contesta con firmeza.
—
Nos vemos entonces. —Bien, bien, bien… piensa para sí mismo. Es tiempo de joder
a su viejo enemigo. No viejo por edad, pero viejo por como ha estado preparando
su venganza contra él. La excitación es casi insoportable. Ha estado
alimentando un fondo para esto cada día por años, en su caja fuerte. Ha sido su
fondo en efectivo para la venganza. Ha
guardado mucho. No dicen sin razón que ‘la
venganza es un plato que se sirve frío’. Ha sido apropiadamente guardado en
frío por seis largos años. Abre la caja fuerte y pone las fajillas bancarias de
10,000 dólares en billetes de 100.00 dólares. Cuenta las veinticinco fajillas
para la fianza. Entonces cuenta dos y media y las pone en un sobre. En un
apartado del portafolio pone otras cinco fajillas metódicamente. Con más de
tres cuartos de millón de dólares, abandona su oficina y se dirige al
restaurante.
Entra
al restaurante deliberadamente con su usual comportamiento de confianza en sí
mismo. El anfitrión, cuyo nombre aparece en su tarjeta de identificación indica
que se llama Tyler y lo mira sonriente—. Buenas tardes, señor. ¿Tiene
reservación? —Pregunta Tyler.
—
Sí, Está con el nombre de Brioni.
—
Por aquí señor Brioni. Su acompañante está esperando, —le dice lidereándolo.
—
Eso no es necesario. Conozco el camino, —dice y le toma la mano para pararlo.
—
Solo deseo llevarlo…
—
Bien por usted, joven. No es necesario. Puedo ir yo mismo, —dice y para a Tyler
con mirada dominante y voltea hacia uno de los reservados privados.
—
Señor Brioni, —lo llama Tyler y el hombre no le contesta como si no fuera su
nombre—. Señor, lo llama nuevamente y el hombre del traje impecable voltea esta
vez con su mirada imponente inmovilizándolo en su lugar—. Nuestras
instrucciones son escoltar a nuestros clientes hasta su mesa, —dice Tyler en
voz baja.
—
No deseo ser escoltado. Sé el camino, —establece. Tyler asiente con temor. El
hombre que se hace llamar Brioni tiene la frente fruncida y mirada amenazante.
Tyler sabe que si el hombre tuviera oportunidad pondría sus bolas en un plato.
El hombre trajeado voltea y se dirige a su destino.
—
Señor Brioni, cabrón, —murmura Tyler en voz baja—. ¿Qué mafioso tonto se llamaría
a sí mismo con el traje que lleva puesto? —Susurra—. No vale la pena
averiguarlo con mi vida. —Piensa para sí mismo.
Cuando
el hombre trajeado entra al pequeño comedor, Albert se levanta para saludarlo—.
Un placer verlo de nuevo, señor Lincoln, quiero decir señor. —Con sarcasmo
oculto en su tono.
—
Siéntate y déjate de mierdas, —ordena Lincoln y Albert obedece inmediatamente.
Señor Lincoln
Albert
— He tenido que tirar de muchos hilos y pedir muchos favores
para que esto sea posible, señor Lincoln. ¡No es lo más fácil ir contra el más
respetado hombre de negocios del estado, y no solo mencionar que el más rico! —Replica
Albert mientras se sienta.
— Se te está pagando por ello. No estoy de humor de oír pendejadas
acerca de eso, —dice Lincoln amenazadoramente—. De todas formas, tu pago será
transferido mañana después que nuestro hombre ya ha sido liberado solo para
asegurar el resultado final, —dice Lincoln.
— Hyde es un sicópata. La venganza nubla su juicio. Tiene un
gran resentimiento contra Grey, su esposa y su padre.
— ¿Su esposa? ¿Qué hizo la zorrita? Asumo que eso lo hacía
para lastimar a Grey, —dice Lincoln. Esto probablemente sirva mejor para su
propósito.
— Adivino que trató de follarla y se le regresó. Ella le pegó
en los huevos.
— Bien, bien… Grey consiguió una mujer leal, —dice Lincoln meditando—.
¿No sería la guinda del pastel romper su confianza en ella?
— No lo sé, señor Lincoln. Es un asesino. Si Hyde consigue
tenerla en sus manos, la torturará para después matarla. No puede dejar
testigos tras él con lo que tiene en mente. Grey tiene los motivos, recursos y
motivación para encontrar a Hyde si sabe qué folló y mató a su mujer.
— Sólo asegúrate que nada nos señale y el ego y rabia de
Hyde servirán a nuestro propósito.
— No creo que ni siquiera tengamos que decirle que hacer.
Está ansioso por ponerle las manos encima a ella, —dice Albert.
— Sea como fuere,
quiero estar a
cargo para asegurar el resultado deseado, incluso si Hyde no sabe que lo estoy. Ahora esto es lo que quiero que hagas. Ahí está el dinero de la fianza, el 10% en el sobre
para darle a nuestros asociados por su colaboración por hacer el pago anónimo,
los 500,000 dólares son la primera entrega a Hyde para que se asegure que hace
lo que se propone hacer. Nunca sabrá quien soy. Quiero que tanto la hermana de Grey como su esposa sean folladas
y torturadas. Quiero que sepa que sufrieron mucho, todo gracias a él. Es
necesario que Hyde borre su rastro, debe se rápido y decisivo al respecto. No
puede permanecer en el país por razones obvias; será el sospechoso número uno.
— Sí…, —dice Albert con un embarazoso silencio.
— ¿Qué? —Chasquea Lincoln.
— ¿Está seguro que todo eso sea inteligente?
— ¿Inteligente? ¡No trates de apelar a mi conciencia! Llámalo
servicio público, intervención divina por la cual recibes un pago espléndido.
No quedan rastros de ti, porque todas las transacciones se han hecho en
efectivo.
— Sí, —dice Albert. ¡Joder! Las tetas de la señora rubia valen
la pena por todos los problemas por lo que se pasarán. Este pequeño esfuerzo lateral financiaría su proyecto personal
generosamente—.
¡Hagamos esto!, —dice decididamente, y extiende su mano para sacudir la de
Lincoln.
El amor es esa condición en la que la felicidad de otra
persona es esencial para la suya su propia.
Robert A. Heinlein
Te amo no solo por lo que eres, sino por lo que soy cuando
estoy contigo. Te amo no solo por lo que has hecho de ti mismo, sino por lo que
estás haciendo de mí. Te amo por la parte de mí que sacas.
Elizabeth Barrett Browning
CAMA VACÍA
El día de trabajo es largo, ocupado y tedioso.
Cansado hasta el punto del exhausto, pero no quiero ir a casa por primera vez
en mucho tiempo. Parpadeo. No es verdad. Quiero ir, pero todavía estoy enojado.
Nuestros problemas no están resueltos. Anastasia se muda de nuestra recámara.
¿Cómo hicimos para arruinar este jodido matrimonio tan rápido? No puedo
asimilar la idea de que no esté conmigo. Justamente no puedo verla por casa sin
poderla tocar, abrazarla o besarla. Me siento miserable. Tengo todo lo que
cualquiera pudiera ambicionar. Soy rico, la forma en que las mujeres me miran me
dice que soy lo suficientemente atractivo y sobre todo eso tengo la hermosa
esposa de la que estoy enamorado. ¿Cuál demonios es el problema? ‘Ya no te quiere, ese es el problema’, mi
subconsciente me recuerda. ¡No lo sé!
Llamo a Gail a las 5:00pm, sabiendo que Anastasia no
está en casa todavía—. Hola, señor Grey, contesta.
—
Gail, no llegaré a casa para cenar hoy. Trabajaré hasta tarde en la oficina. Si
la señora Grey pregunta, es aquí donde estaré, —digo.
—
Sí, señor Grey, —contesta Gail—. Se lo informaré, señor. ¿Algo más que desee,
señor Grey?
Sí,
¡dígale a Ana que la amo! Dígale que odio esta distancia entre nosotros. Dígale
que la extraño terriblemente. ¡Extraño a mi mujer! Dígale que he sido un gran
pend…—. No, gracias, señora Jones, —digo suavemente y cuelgo.
Me he entregado al trabajo el resto de la tarde. En
todo el día no he llamado o enviado correos a Anastasia. Tampoco me ha llamado,
enviado correos o mensajes. No podía estar más de tres horas sin tener alguna
interacción con ella. Han sido cerca de dos días desde que la toqué. Hemos
resuelto otros problemas antes. Los votos, su exhibición en topless durante
nuestra luna de miel y subsecuento castigo, la persecución en auto, Ana
conservando su apellido de soltera en el trabajo, la vez que rompió el
protocolo cuando yo estaba en Nueva York a pesar que dijo que iría a casa, la
intrusión de Hyde… Resolvimos todo eso. ¿Cuándo no ha estado desafiándome?
Desde el momento en que se cayó al entrar a mi oficina. ¡Se supone que ni
siquiera debería haber estado ahí! Solo eso ya fue un desafío suficiente. ¿No
es por eso que me enamoré de ella? ¿Por qué no podemos resolver esto? ¡Es tan
terca como yo, y la amo!
La luz de mi oficina es tenue y trabajo co la luz de
la computadora. Mi corbata desatada, la chaqueta en el respaldo de la silla. Mi
BlackBerry vibra en el escritorio, y mi corazón se sacude. Su nombre en la
pantalla y su sonrisa en la fotografía, me ponen eufórico y al mismo tiempo
rompen mi corazón—.
Ana, —contesto con voz fría, a pesar que
siento volcanes en mí.
—
Hola, —dice gentilmente.
Inhalo
suavemente—. Hola, —la saludo en voz baja.
—
¿Vienes a casa? —Pregunta.
Sí,
pero no me permitirás tocarte y te has ido de nuestra recámara—, más tarde, —contesto.
—
¿Estás en la oficina? —Pregunta. ¿Piensa que he salido con Elena y festejando?
—
Sí, ¿dónde creías que estaba?
—
Te dejo, —dice sin contestar mi pregunta. Pero sé lo que está pensando. El
silencio nos está venciendo. Es alto, habla de la gran distancia que hemos
creado entre nosotros.
The sound of silence - Simon and Garfunkel
—
Buenas noches, Ana, —digo finalmente.
—
Buenas noches, Christian, —contesta. Cuelgo. Lanzo la BlackBerry sobre el
escritorio, y me cubro la cara con las manos, finalmente empujando mi cabello
hacia atrás con exasperación. Finalmente tengo la valentía de irme a casa alrededor
de la medianoche.
Nuestro
cuarto y cama están vacíos. Fríos sin ella. Sé que está arriba en su antigua
recámara, donde se mudó. Despacio abro la puerta de su antigua recámara. Está
enroscada bajo el cobertor. Me siento despacio en un lado de la cama para no
molestarla. Tentativamente mis dedos alcanzan su cara. No la quiero despertar.
El simple tacto de mis dedos en su cara se sienten como puñaladas en mi
corazón, hiriéndome. Cierro los ojos agónicamente. Mis dedos se deslizan
despacio por su cabello desplegado en abanico sobre la almohada. Estuvo
llorando. ¿Por qué no podemos resolver esto? Dos jodidas personas tercas,
demasiado orgullosas para aceptar que estamos equivocados. Despacio me levanto
de la cama y jalo una silla al lado de la cama. Me quito la corbata plateada
que me puse esta mañana con la esperanza que la hubiera visto, pero se había
ido antes que saliera de la recámara. La lanzo sin ceremonia al suelo. La miro
por horas dormir, como lo hice la primera noche que pasamos juntos cuando
estaba ebria. ¿Por qué demonios nos lastimamos de esta forma? ¿Cómo resolvemos
el problema? No soy apto para ser padre. Me atemoriza a muerte. ¡Voy a joder a
este niño! Voy a ser tan mierda como mi madre biológica. Pero amo a mi mujer
con cada fibra de mi ser. ¿Qué hago? Me adormezco por corto tiempo en la más
incómoda silla. Pero no hay lugar en la tierra donde quisiera estar ahora. Me
despierto con las primeras luces de la mañana. Anastasia aún duerme. No quiero
que me vea aquí. Despacio bajo las escaleras y voy a nuestra recámara para
darme una ducha y alistarme. Estoy vestido y listo para salir a las 6:30am. La
señora Jones me prepara el desayuno y al momento de terminar el último bocado,
estoy listo para salir. Gail me mira con ojos suplicantes. Pero no dice nada. Taylor
espera en la entrada—. ¿Listo?
—
Sí, señor, —contesta y nos vamos al aeropuerto Boing Field-King County donde
está el Charlie Tango. Le envío un correo de camino al aeropuerto.
_______________________________________________________
De: Christian Grey
Asunto: Portland
Fecha: 15 septiembre
2011, 6:45am
Para:
Anastasia Grey
Ana:
Hoy
estoy volando a Portland. Tengo asuntos por concluir en WSU. Pensé que que te
gustaría saberlo.
Christian Grey
CEO,
Grey Enterprises Holdings, Inc.
_______________________________________________________
Taylor
y yo llegamos al aeropuerto, y abordamos el Charlie Tango. Verificaciones de
vuelo, y después de aprobar el despegue con la torre de control, despegamos
alrededor de las 7:30am, del aeropuerto hacia Portland. Cuando llegamos a
Portland alrededor de las 8:40am, Taylor ya tenía un coche reservado que nos
esperaba. Llegamos a la WSU, División de Agricultura para reunirnos con los
directores y ver los nuevos proyectos de cultivo que quieren introducir. Pero
no estoy en mi elemento. Mi mente está preocupada, y me encuentro pidiéndoles
que lo repitan.
Recorro
las instalaciones y oigo sus descubrimientos y doy mi aprobación para asignar
fondos a su nuevo proyecto con la condición de que envíen descripciones
detalladas en base bimestral a mi compañía para evaluación. Hago una comida
ligera antes de salir de regreso a Seattle.
Regresamos
al aeropuerto donde Charlie Tango está ya reabastecido de combustible y listo
para despegar. Justo en el momento que subimos al helicóptero y nos abrochamos
el cinturón de seguridad, la BlackBerry de Taylor suena por un mensaje de voz
entrante. Toma el teléfono—. Es extraño. No oí el teléfono sonar. Es Sawyer, —dice.
Abre la aplicación. Un punto rojo se mueve sobre el mapa de Seattle de forma
bastante rápida—. El coche de la señora Grey está en movimiento, —dice—. Es un
viaje no programado—, dice entre dientes y sin escuchar el mensaje lo llama
inmediatamente—. Sawyer ¿por qué está el coche de la señora Grey en movimiento
en un viaje no programado? —Pregunta en tono demandante y me paro. ¿Algún
asunto con Ana? Escucho la conversación de Taylor—. Ya veo, —dice y me mira
preocupado—. La señora Grey no se siente bien y Sawyer la lleva de regreso al
Escala, —dice contestando mi pregunta no formulada. ¡Oh, no! No estoy en casa y
mi mujer está enferma. ¡Mierda!
—
Dile que estamos en la pista, pero que salimos pronto. Debemos estar en Seattle
en una hora. Si necesita un doctor, debe llevarla. De otra forma, que le
permita descansar. Estaré en casa pronto.
Charlie Tango
—
Sí
señor, —dice—. Estamos sentados en la pista en
Portland y saldremos pronto. Estaremos en Seattle en aproximadamente una hora.
Lleva a la señora Grey a casa; ve si necesita atención médica. Si no, permítele
descansar, pero vigílala. El señor Grey estará en casa pronto una vez que
lleguemos a Seattle.
* * *
* *
‘Un amigo siempre debe subestimar tus virtudes y un enemigo
sobreestimar tus fallas’.
Mario Puzo, El Padrino.
Libertad
Su celular suena pero el nombre no está registrado. No le
gusta contestar llamadas de números anónimos, pero algunos de los escritores
prefieren no estar enlistados para evitar a los fanáticos acosadores—. Buenos
días, aquí Elizabeth Morgan, —contesta.
— Y mi carruaje llega, —dice la voz masculina
sarcásticamente.
Ella se congela en su lugar—. ¡Jack! ¿Cuándo saliste?
— Esta mañana, y creo que tenemos un asunto inconcluso,
Elizabeth.
— ¡Mira, Jack! Conseguiste tu libertad. Disfrútala. Esto te
va a meter en más problemas.
— ¡Oh no, tú no! Tenemos un trato donde tú me ayudas así que
accidentalmente no publicaré tu coño abierto por todo el internet, —amenaza—.
Pero ya sabes que no es lo peor. ¡Fuiste atada y follada por no solamente uno,
sino por dos hombres al mismo tiempo! ¿Qué tal estaría esa imagen con la
distinguida señora Morgan de protagonista? Podría ser que no consiguieras
trabajo como editora, pero estoy seguro que el camino a la industria
pornográfrica abriría uno para ti. A pesar que no sabes cuantas ofertas
recibirías desde que ya no eres una joven doncella. Así que, ¡NO ME
JODAS, Elizabeth! Haz exactamente lo que te he dicho. Conozco el mapa
de tu cuerpo, se lo duro que te gusta follar, lo que te hace el día, las
ataduras, conozco cada deseo oscuro de tu corazón en la cama o cualquier otro lado.
Si ahora eres una buena chica y obedeces, pudiera ser que experimentaras algo
de eso nuevamente, —sisea como una víbora—. Ahora, sabes donde está el Dodge
negro. ¡Y si sigues mis instrucciones al pie de la letra, tendrás tu recompensa
y quizás no tengas que trabajar bajo las órdenes de esa chupa pollas, caza
fortunas! Por cierto, ¿cómo se siente recibir órdenes por la niñita que contrataste
solo unos meses atrás? ¿Hmmm? —Pregunta.
Elizabeth y muchas otras mujeres que trabajan en SIP están
muy resentidas con Ana, y la mitad de ellas no lo pensaría dos veces para
ayudar a encontrar la forma de hacerla quedar mal. La perra estaba casi sin un
centavo hasta que le dieron el trabajo y se casa con el segundo hombre más rico
de Seattle. ¡Christian Grey! El hombre es más rico que la mierda y más sexy que
los dioses griegos. Todas las chicas arden de celos en SIP. Esto le serviría a
ella muy bien—. Bien, Jack, —dice a regañadientes—. ¿Qué tengo que hacer?
— Buena chica. Bien, primero de todo, tenemos que tender
nuestra trampa. Y la hermanita de Grey nos servirá muy bien. Ya que trabajas
con la chupa pollas, sería lo mejor que secuestraras a la hermana de Grey justo
después de su sesión en el gimnasio. Todos tienen una rutina.
— No sé a que gimnasio va, Jack, —dice Elizabeth.
— No te preocupues, yo lo sé. Ahora sé una buena chica y ven
a recogerme. Tengo mi equipo en tu apartamento. Encuéntrame ahí.
— Bien. Dame algunos minutos. Tengo que escabullirme sin que
nadie lo sepa.
* * * * *
— Te ves un poco diferente, —Le dice Elizabeth a Jack cuando
lo ve fuera del edificio. Su cabello es corto, ya no lleva los aretes y se ve
marcadamente bien vestido para un hombre que justo acaba de salir de la cárcel
y está a punto de de secuestrar a dos mujeres. Está totalmente cambiado.
— No quiero ser visto por la cámara de tu edificio. Sé buena
y consigue los tranquilizantes. Todos los diez paquetes. Tengo una bolso de
lona con algunos suministros, todo listo para irnos. Discutiremos el resto una
vez que bajes. Quizás quisieras cambiarte por una vestimenta negra. Algo que no
llame la atención y una gorra de beisbol. Pero todavía no te cambies. Eso es
para más tarde, —dice Jack sin desperdiciar una
palabra.
Cuando Elizabeth regresa con los artículos de su apartamento,
van al estacionamiento, descubren el Dodge negro estacionado en una esquina
apartada del aparcamiento.
— ¿Cómo están las cosas en SIP? —Pregunta Jack.
— Diferentes. Cambiando desde que Grey tomó posesión. Las
reglas son más estrictas, también lo es la seguridad. Y hay guardia constante,
el guardaespaldas de Ana. En realidad es desagradable. ¿Qué vio Grey en esa
flaca Barbie? —Dice Elizabeth con desprecio.
— ¿Celosa? —Pregunta Jack encendiendo su rabia.
— ¡He trabajado tan duro como hiciste tú por mi trabajo,
Jack! Llega ella y toma tu trabajo en el curso de dos semanas. Bien, de
acuerdo, se lo dimos, pero no sabía que su marido se había hecho cargo de la
empresa. Y ahora es dueña de nuestros culos. ¡Incluyendo el de Roach! Casi
todas las mujeres editoras la desprecian. Pero Jack, esto, este camino que
estamos tomando no tiene retorno. ¡No quiero ir a la cárcel!
— No serás apresada para ir a la cárcel.
— Ella lo sabrá. Puede con seguridad identificarme por lo
que estás planeando que yo haga.
— No, no lo hará. Hemos hablado de esto antes. Si hubiera
salido bien la primera vez, y hubieras hecho lo que se suponía que debías
hacer, no habría ido a la cárcel y habríamos tenido cinco millones de dólares y
tomando mojitos en el Caribe. Tal como está, tuve que recurrir a alguien más
que Grey jodió, por pagar mi fianza. Tú agarra a la hermanita y métela al
coche. Me encargaré de ella aquí. Luego, llamamos a la caza fortunas para
conseguir nuestro pago. Consigue el dinero, y la recoges con el dinero en el
banco asegurándote que no es seguida. ¡Si lo haces bien, consigues el mejor
pago de tu vida! —Dice Jack sin tener la intención de compartir el dinero.
— Si voy a hacer la mayor parte del trabajo de campo, quiero
el 50%. Mi carrera y libertad están también en la cuerda floja. —Dice.
— Cumple con tu parte del trato y tendrás el 50%. ¡Pero
quiero darle las gracias a la zorra personalmente! Tráela aquí tan pronto como
cobre nuestro pago, —dice sonriendo—. Ahora, trae la SUV aquí, —dice Jack—. Si
mi horario es correcto, la hermanita saldrá en doce minutos. Dile quién eres y
que Ana está enferma. Me haré cargo del resto una vez que entre al coche.
— De acuerdo, —dice Elizabeth nerviosamente—. ¿Cómo la
reconoceré?
—
Lo harás. Se ve como una avestruz, —dice Jack.
—
¿Qué? ¡Este no es momento para bromas, Jack! ¡Estoy temblando!
—
Piernas largas, tetas grandes, cabello oscuro corto. Como este, —dice jalando
una foto de Mia Grey.
Elizabeth mira la foto y traga, hace una respiración
profunda y llega con el Dodge frente al gimnasio. Mia sale en sus pantalones
apretados de yoga y top, con su mochila de deporte sobre el hombro y los
auriculares del iPod insertados en sus oídos.
Elizabeth se apresura para encontrarse con Mia—. Lo siento,
señorita Grey, —dice toda nerviosa.
— ¿Sí? —Contesta Mia.
— Me disculpo por abordarla en este momento, pero soy
Elizabeth Morgan de SIP. Soy jefe de Ana. Su cuñada Ana no se siente bien, y
creo que por alguna razón no ha podido encontrar a su marido. La hemos llevado
a un hospital local; está siendo sometida ahora a algunos exámenes. No tenemos
idea de lo que está mal con ella, y los doctores no me darán información ya que
no soy pariente cercano. Me pidió que la llevara. No sabía como encontrarla.
¿Podría ir conmigo? ¡De verdad necesita a alguien! —Dice Elizabeth con ansiedad
genuina, pero por razones diferentes.
— ¡Oh Dios! ¡Mejor llamo a mamá! Es doctora. Nos puede
alcanzar en el hospital.
— Por favor haga eso en el coche. ¡No tenemos tiempo que
perder! —Elizabeth apura a Mia tomando su codo dirigiéndose al coche en tono de
súplica. Mia entra al asiento del pasajero del vehículo y Elizabeth se sienta
en el lado del conductor e inmediatamente asegura las puertas poniendo el motor
en marcha. Tan pronto cómo Mia voltea hacia atrás para poner su bolso de
gimnasia nota la presencia de Jack.
— ¿Quién es usted? —Pregunta confundida.
— Hola, —dice Jack mientras rodea su cuello y cubre su boca
y nariz con una toalla impregnada de cloroformo, y mientras va cediendo la
pelea de los pulmones de Mia le inyecta suficiente tranquilizador para caballos
que podría poner a uno en el suelo—. ¡Date prisa! —Le sisea a Elizabeth que lo
observa boquiabierta. Con manos temblorosas se las arregla para poner la SUV en
marcha—. Te daré las indicaciones, —dice Jack jalando el flácido cuerpo de Mia
en la parte trasera de la SUV. Jack le indica que se dirija a la zona
industrial de la ciudad que es un conjunto de edificios abandonados, viejas
fábricas con vidrios rotos y grafitis en las paredes. Huele a moho, polvo y
descomposición. Jala el cuerpo de Mia y lo pone sobre su hombro cargándola y
llevándola dentro del edificio. La deposita en un colchón manchado con
suciedad, fluidos corporales, posiblemente sangre y materia fecal. Apesta, pero
nuevamente la perra no lo necesitará por mucho tiempo. Es solo el cebo, y el
cebo pertenece al océano. No le importará nada. Ata sus manos y pies, y tapa su
boca, no porque se vaya a despertar pronto, si es que despierta—. Fase Uno
completada, —dice mientras sale del edificio, completamente contento consigo
mismo.
— ¿Y ahora qué? —Pregunta Elizabeth.
— Ahora sumergimos el cebo en el agua. ¡Es día de pago! —Dice
y le muestra el celular de Mia. Busca entre los números y encuentra el de Ana en
la lista.
El teléfono suena varias
veces y Jack se pone ansioso ante la perspectiva de que Ana no conteste. Eso no
estaba en los planes. Pero sí lo hace—. Mia, —contesta con voz brillante.
Jack sonríe con la mayor sonrisa que haya hecho antes. Después
de todo es su pago con quien está hablando—. Bien, hola Ana, largo tiempo sin
hablar.
— Jack, —responde conmocionada, aterrada, con voz queda.
El tono que estaba Jack esperando—. Me recuerdas, —contesta
en tono suave, sonriendo mordazmente.
— Claro. Por supuesto.
— Posiblemente te estás preguntando porque te estoy
hablando.
— Sí, —dice vacilante. Posiblemente debería colgar.
— No cuelgues. He tenido una pequeña charla con tu cuñadita.
— ¿Qué has hecho, —pregunta con temor.
— Óyeme, jodida puta cazafortunas. Jodiste mi vida. Grey
jodió mi vida. Me lo deben. Tengo a la zorrita conmigo ahora. Y tú, ese chupa
vergas con el que te casaste y toda su jodida familia me la van a pagar.
— ¿Qué quieres?
Ah, la pregunta que ha esperado durante muchas semanas—.
Quiero su dinero. Realmente quiero su jodido dinero. Si las cosas hubieran sido
diferentes, podría haber sido yo. Así que tú me lo vas a conseguir. Quiero
cinco millones de dólares, hoy.
— Jack, no tengo acceso a esa cantidad de dinero.
Y, ¿cuál es mi problema?, piensa Jack—. Tienes dos horas
para conseguirlo. Eso es… dos horas. No le digas a nadie o si no esta zorrita
lo paga. No policía. No al histérico de tu marido. No a su equipo de seguridad.
Lo sabré si lo haces. ¿Entendido?
—Grita. Ella queda en silencio. Es terror, ¿o debe colgar? —.
¡Entiendes! —Grita enérgicamente.
— Sí, —susurra.
Ciertamente es miedo, Jack está orgulloso de su actuación—.
O la mataré. —Puede oír el soplido deAna por el teléfono—. Ten tu teléfono
contigo. No le digas a nadie o la follaré antes de matarla. Tienes dos horas.
— Jack, necesito más tiempo. Tres horas. ¿Cómo sé que la
tienes? —Pregunta, pero él cuelga. No hay oportunidad de pensar. Sólo tiene
tiempo para conseguir el dinero.
Ahora, es el momento de Elizabeth para
actuar. Después de todo el tiempo corre.
Cuando nos dividimos
Cuando nos separamos
En silencio y lágrimas,
Medio corazón roto
Para cortar durante años,
La palidez de tu fría mejilla creció,
Más frío tu beso;
Verdaderamente esa hora predicha
Tristeza por eso.
El rocío de la mañana
Un escalofrío en mi frente--
Se sintió como la advertencia
De lo que siento ahora
Tus votos están todos rotos,
Y la luz es tu fama:
Oigo tu nombre hablado,
Y comparte en su vergüenza.
Te nombran antes que yo,
Una tonada para mi oído;
Un estremecimiento viene sobre mí--
¿Por qué eras tan querida?
No saben que te conocí,
¿Quién te conocía tan bien?
Lond, siempre lo lamentaré,
Demasiado profundo para contarlo.
Guardé el secreto de que nos conocimos--
Un silencio que me duele,
Que tu corazón podría olvidar,
Tu espíritu engaña.
Si me encontrara contigo
Después de largos años,
¿Cómo debería saludarte?
Con silencio y lágrimas.
Cuando nos separamos
En silencio y lágrimas,
Medio corazón roto
Para cortar durante años,
La palidez de tu fría mejilla creció,
Más frío tu beso;
Verdaderamente esa hora predicha
Tristeza por eso.
El rocío de la mañana
Un escalofrío en mi frente--
Se sintió como la advertencia
De lo que siento ahora
Tus votos están todos rotos,
Y la luz es tu fama:
Oigo tu nombre hablado,
Y comparte en su vergüenza.
Te nombran antes que yo,
Una tonada para mi oído;
Un estremecimiento viene sobre mí--
¿Por qué eras tan querida?
No saben que te conocí,
¿Quién te conocía tan bien?
Lond, siempre lo lamentaré,
Demasiado profundo para contarlo.
Guardé el secreto de que nos conocimos--
Un silencio que me duele,
Que tu corazón podría olvidar,
Tu espíritu engaña.
Si me encontrara contigo
Después de largos años,
¿Cómo debería saludarte?
Con silencio y lágrimas.
Lord Byron
* * * * *
— Torre de
control Sea-Tac, aquí Charlie Tango solicitando permiso para aterrizar.
—
Helicóptero Charlie Tango, autorizado para aterrizar en el aeropuerto Sea-Tac, aproxímese
dando vuelta a la izquierda a la ruta de llegada 11 del helipuerto. Permanezca
a 200 metros del otro helicóptero. Por favor, tenga precaución, estela de
turbulencia. Despejado para aterrizar.
—
Aterrizando en el helipuerto 11, ruta de llegada 4. A 200 metros del otro
helicóptero, —respondo y aterrizamos en Sea-Tac. Me quito los auriculares y me
desabrocho el arnés y Taylor está haciendo lo mismo.
Su BlackBerry
suena inquietante tan pronto lo enciende, mira hacia arriba y responde de
inmediato—. ¡Sawyer! ¿Qué pasa? —Escucha y su cara palidece, tomando un color
cadavérico—. ¿Qué ella hizo qué? —Grita—. ¿Dónde estás? Cálmate, ¿estás
corriendo?... ¿Conduciendo?... ¿Dónde?
— ¿Qué está
pasando? —Pregunto con los ojos ardientes, pero no tengo oportunidad de
conseguir una respuesta, porque mi celular está vibrando—. Grey, —contesto
cortante.
— Señor
Grey, —dice una voz monótona—. Soy Troy Wheelan del Pacific Northwest Bank. La
señora Grey está aquí para sacar cinco millones de dólares en efectivo, señor.
Obviamente esto… —dice pero lo corto.
— ¿Ella
está haciendo qué?
— Retirando
cinco millones de dólares, señor, que es altamente irregular para nuestro banco
sin aviso previo, pero afortunadamente tenemos las reservas en efectivo para el
oeste del Pacífico, —balbucea con cierto jodido orgullo mientras mi mundo se
desmorona a mi alrededor.
— Me
importa una jodida mierda lo que tu banco tiene o sus reservas. ¿Acabas de
decirme que mi esposa está ahí para retirar cinco millones de dólares?
— Sí señor,
en este momento está sentada en mi oficina. Estoy preparando el papeleo, pero
como dije, es altamente irregular, y tenemos que verificar de que activos
debemos retirarlos.
Mi corazón
late en mis oídos. No puedo respirar. Mi mujer, mi amor me está dejando con
cinco millones de nuestro dinero. Se va. Me recargo sobre Charlie Tango, y los
ojos de Taylor se ensanchan—. Antes de hacer cualquiero cosa, quiero hablar con
mi esposa , Wheelan. Ponla en la línea.
— Ah, está
esperando mientras completo el papeleo.
— No
llenarás ningún jodido papeleo, si no demando a tu banco hasta el último
centavo. Ahora, pon a mi esposa en el jodido teléfono, ¡ahora! —Grito
manteniendo el teléfono frente a mi boca. Mis manos están temblando, todo está
desmoronándose y mi corazón está siendo cortado en pedazos. Estoy respirando
fuertemente. Taylor tiene una terrible mirada en su cara; totalmente
conmocionado.
La voz de
Ana llega al teléfono—, hola, —dice suavemente.
— ¿Me estás
dejando? —Pregunto en un susurro desgarrado. Nunca he sentido la angustia,
abatimiento, desamor y tormento que tengo en este momento. Preferiría morir
antes que oír su confirmación. Pero necesito saber. Por favor cariño, no me
dejes.
— ¡No! —Dice
completamente sorprendida por mi pregunta. ¿Entonces que está haciendo? Pero
cambia su respuesta—. Sí, —dice en un murmullo. Dijo ‘sí’, me está dejando.
Susurro mi sollozo; mi universo está destruido, me arrodillo sin vida, sin
poder. La muerte sería mejor que este dolor. Preferiría morir antes que haberlo
oído. ¿Alguna vez me amó? ¿Acaso un poco? Dijo que nunca me dejaría, y ahora…
Me doblo sobre mis rodillas y mi mano tirando de mis cabellos.
— Ana, yo… —No
puedo terminar las palabras. No tengo palabras. Mis facultades me abandonan.
Quisiera retractarme, todo el daño que infligí. Sólo… Sólo… No me dejes. Mi
sollozo conmocionado encuentra su escape y la angustia me cubre.
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