Sunday, February 11, 2018

Libro IV - Capítulo I: Hora de separación


Capítulo I
Hora de separación

Traducido y editado por María Teresa Camp Gozalbo

Y nunca ha pasado que el amor se haya conocido en su propia profundidad hasta la hora de la separación.

Khalil Gibran.  


Mientras me sirve un doble de borbón, mi BlackBerry vibra nuevamente. Mi corazón se para y late con ansiedad. ¿Es Ana?

*Fue bueno verte. Entiendo ahora. No temas. Serás un padre maravilloso*

Es Elena. No respondo. Fue en serio lo que le dije. Le di mi despedida. No sé si realmente entiende, pero está terminado desde hace largo tiempo. Necesitaba decirlo para encontrar mi paz. Bajo mi vaso y me sirvo un triple esta vez. No puedo llamar a Anastasia. Aún estoy enojado, pero también me siento vacío y extrañándola terriblemente. ¿Qué es lo que quiero? ¿Qué es lo quiere un hombre al emborracharse? Pérdida de memoria: mi actual misión es alcanzar este premio gratis en el fondo de la botella de borbón.
Cuando finalmente alcanzo el fondo de la botella, me siento atontado, algo incoherente, las cosas parece que vienen a mí en pares. Los dos meseros están parados frente a mí con la cuenta. Saco la cartera. Mis dedos intentan sacar dinero o la tarjeta de crédito, cualquiera que pueda agarrar. El dinero parece salir más fácil. Parece que tengo cuatro billetes de $100 dólares. ¿Cuánto debo? —Pregunto con voz rasposa. Miro la cuenta pero parece que los números desaparecen y cambian de tamaño ante mi visión borrosa. No puedo ver ninguna maldita cosa.

Los dos meseros que se ven marcadamente como gemelos, ambos con las manos extendidas con la cuenta. Uno de ellos finalmente la revisa para darme el monto—. Son $183.00 dólares, señor.

Tomo el dinero y lo planto en la mesa—. Doscientos por la cuenta y uno para cada uno de ustedes. Tttippp—. Tartamudeo. Mi mente no puede hacer cuentas ahora.

— ¿A cada uno, señor? — Sí, para ti y para ti… —Digo señalando a cada mesero. Ambos sonríen de la misma manera.

— Gracias, señor. Apreciamos su generosidad.

Me levanto, pero siento que el suelo me llama. Me sujeto de la mesa para estabilizarme y me dirijo a la puerta. El aire frío me pega en la cara tan pronto como salgo y momentáneamente me siento un poco más estable. Ahora, ¿en qué dirección está mi casa?

Miro alrededor—. ¡Hey, mi cuate! ¿Tienes un cigarrillo? —Me pregunta otro tipo ebrio. Me golpeo el pecho.

— Nop, se me han agotado.

— Gracias de todas formas, —dice emitiendo aliento con olor a cerveza barata. Me saluda con su índice y dedo medio y se aleja con pasos inestables. Puedo ir a casa si puedo ir de farol en farol sin caerme. Sí, parece ser buen plan. Ahora, trato de caminar al siguiente farol que parece ser que está a más de 35 metros. Creo que debería usar los bancos del parque, y las paredes de los edificios para llegar. Cambio de planes: llegar a la pared del siguiente edificio y luego ir al farol.

Anastasia está encinta. La embaracé. ¡Mierda! Eso significa que no tendré sexo con ella. ¡Demonios! Aún no tengo el premio gratuito. ¡No hay pérdida de memoria!

Hey, he alcanzado la meta uno. Caminé al siguiente farol sin caerme. Ahora tengo que dar vuelta en la esquina. A dos faroles de distancia. Vivo en Escala. ¿A cuántos faroles de distancia está el edificio?

— Taylor. —Grito. Pero no contesta. Oh sí. No está aquí. Está en casa, a salvo con Gail. Él no la embarazó. Puede tener sexo seguro. No Christian. Christian va a ser papá. Un terrible papá. ¡Oh, Dios! ¡Estoy enfermo! Me doblo con la espalda pegada al farol. Mi estómago se tensa y se levanta. Huh, Anastasia vomitó así en ese bar. Fue la primera noche que dormí con ella. Anastasia... Tengo que llegar a casa. Me paro derecho. Sin vomitar. Camino la distancia de otros tres postes de luz, muy... muy lentamente. El suelo no es estable. Se mueve y baila bajo mis pies. Es un acto de equilibrio llegar a casa. Finalmente veo el edificio justo enfrente. Posiblemente a cuatro postes de luz más. Un farol… Dos faroles… Tres faroles, y cuatro… ¡Al fin el hogar!

Empujo la puerta. No abre. La empujo otra vez. No abre. El portero se apresura. Cuando me ve, me da una segunda mirada y empuja la puerta y la jalo. ¡Sabía eso!— Señor Grey, buenas noches… Quiero decir, buenos días, señor. 

— ¿Mañana? ¿Qué hora es? —Balbuceo.

Mira su reloj—. Es la 1:30, señor. —Entro y el portero me sigue y llama el elevador.

— ¿Cómo te llamas? 

— Sebastián señor.

— Sí, lo sabía. —Cuando el elevador suena abriendo las puertas, entro, tratando de no tropezar. Sebastián detiene la puerta. Lo saludo como mi cuate ebrio me saludó a mí—. Buenos días para ti también… Seb… Seb…

— Sebastián, señor.

— Sebastián. —La puerta se cierra en la cara de un Sebastián atónito. Me lleva tres intentos introducir el código en el panel. El elevador me lleva a la velocidad de la luz o al menos es como lo siento. Tiemblo como un huevo roto. Cuando llega al penthouse, para y se abren las puertas. Hurgo para encontrar las llaves. ¡Entro al vestíbulo y voy a dar a la mesa que camina hacia mí!— ¡Mierda! —Trato de alejarme, pero la mesa me sigue deslizándose—. ¡Mierda! —Repito empujándola—. ¡Suéltame! —Hay puertas dobles frente a mí, y las empujo para abrirlas.

Alguien, algún ángel corre hacia mí. — Christian, ¿estás bien? —Pregunta. ¡Oh, esa es mi esposa embarazada! Mi ángel seductor. 

— Señora Grey, —saludo con voz entrecortada—. ¡Shhh! —Se ve mejor que un ángel. Parece que vistiera un camisón al estilo de los años 1930. Se ve una una belleza clásica. Suave al tacto. ¡Cálida para abrazarla, y de muerte para cogerla!


— Oh… —Me gustaría hacer eso—. Te ves increíble, Anastasia.

— ¿Dónde has estado? —Pregunta.

Pongo los dedos en mis labios y sonrío—. ¡Shh! —Le advierto. Despertará a alguien. Oh, sí, al bebé. Entonces no tendremos paz ni quietud.



— Creo que deberías venir a la cama, —dice.

— Contigo… —con una risita. Iría al infierno con ella. Lo único que tiene que hacer es pedirlo. Me frunce el ceño. Es hermosa aun cuando frunza el ceño.

— Déjame ayudarte para ir a la cama. Apóyate en mí.

— Eres muy hermosa, Ana, —digo recargándome en ella. El olor de su esencia me golpea como un camión de ladrillos. Inhalo su esencia. Se tambalea. ¿Está ebria?

— Christian, camina. Te voy a poner en la cama.

— De acuerdo, —digo. No está tan lejos como un farol. Puedo hacerlo. Concéntrate Christian. Se tambalea por el corredor apoyándome—. Cama, —digo sonriendo. Lo que me gustaría hacerle en la cama. O aquí… en el vestíbulo. No, no en el vestíbulo. No se siente segura sobre sus pies.

— Sí, cama, —dice mientras me lleva y se tambalea, pero la sostengo. Me gusta abrazarla. ¿Sabe eso? Me hace sentir seguro. Completo.

— Únete a mí, —digo. Estoy despierto. Creo…

— Christian, creo que necesitas dormir.

Oh no. ¡Me esta diciendo ‘no’! No va a volver a tener sexo conmigo. Es el bebé. No me quiere. Solo quiere al bebé—. Y este es el comienzo. He oído acerca de esto. —Digo abatido.

Frunce el ceño—. ¿Oído sobre qué? —Pregunta.

— Los bebés significan no sexo.

— Estoy segura que eso no es cierto. De otra manera todos seríamos hijos únicos.

La miro—. Eres graciosa.

— Estás ebrio.

— Sí, —digo sonriendo. Pero espera, no lo olvidé. Sigue estando embarazada. Voy a ser un papá terrible. No tengo nada que dar.



— Vamos Christian, —dice suavemente. Su voz me tranquiliza—. Vamos a la cama. —Me empuja gentilmente y caigo en la cama. Mis brazos y piernas se abren. Está parada a los pies de la cama, mirando como una diosa del sexo.

— Únete a mí, —digo. Mi voz sale con dificultad; las palabras me resultan difíciles de pronunciar.

— Primero vamos a desvestirte. —Desvestido… Esa es la idea ahora. Sonrío. Posiblemente Christian ahora tenga suerte después de todo.

— Ahora estás hablando, —digo juguetonamente.

— Siéntate. Déjame quitarte el saco.

Me siento, pero el cuarto parece un giroscopio. En y fuera de foco. Me dejo caer hacía atrás—. El cuarto está girando, —me quejo.

— Christian, ¡siéntate! —Me ordena. Eso me gusta. Se pone a cargo. Le sonrío—. Señora Grey, eres una cosita muy mandona…

— Sí. Haz lo que te digo y siéntate, —ordena poniendo las manos en las caderas. Después de dos intentos localizo mis codos y lucho para sentarme. Me agarra de la corbata y la desata. Pero no la jala. Entonces se sienta sobre mí y me quita el saco. Percibo nuevamente el olor de su esencia. 

— Hueles bien.

— Tú hueles a licor fuerte.

— Sí, digo orgullosamente—. Borbón.

Tira mi saco en alguna parte, y pone las manos en mi corbata. Mis manos descansan en sus caderas. Oh, la suave, sedosa sensación de la tela—. Me gusta la sensación de esta tela en ti, Anashta… shia. Siempre deberías usar satín o seda. —Recorro las manos arriba y debajo de la suave tela en sus caderas y tiro de ella con brusquedad hacia mí y presiono la boca sobre su vientre donde el pequeño invasor reside—. Y tenemos un pequeño invasor aquí. Me vas a tener despierto, ¿no? —Le pregunto a junior. Y te llevarás a mi mujer, sin duda. —Levanto la vista para mirar a mi esposa nuevamente. Ha sido mía todo este tiempo, No la quiero compartir, y ahora no tengo opción. Lo querrá solo a él—. Lo preferirás a mí —digo desolado. Lo hará. Y no volveré a ser el centro de su mundo otra vez. Anastasia será de él. No me querrá.

— Christian, no sabes de lo que estás hablando. No seas ridículo… No estoy escogiendo a nadie sobre nadie. Y puede ser una ‘ella’.

¡Mierda! ¡No consideré eso! ¡Una niña!—. Una ella… ¡Oh, Dios. —Me dejo caer en la cama, y me cubro los ojos con los brazos. Si ‘ella’ es algo como Anastasia y si hay chicos tras ella… ¡Oh, mierda! No puedo pensar. No puedo. Debería dormir. Estoy muy cansado para pensar. Exhausto. Dormir… Sí, dormir. El cuarto gira una vez más a pesar que tengo los ojos cerrados. Pero la pesada oscuridad de mi sueño se deja caer sobre mí, y estoy muerto.

* * * * *

Tengo tal dolor de cabeza persistente como si un mal baterista tocara en mi cerebro. ¿Cuánto bebí? Me terminé la botella de vino y el borbón. Solo se filtra la luz por la ventana, pero aun eso me molesta. Dirijo la mano a la almohada junto a mí, pero está intacta y fría. Me siento abruptamente y siento como si me diera un golpe en la cabeza contra la pared. ¿Dónde está Anastasia? ¡Joder! No está aquí. No está aquí. ¿Se levantó temprano? ¿Está en el baño? Brinco de la cama y miro alrededor. Nada está desordenado en el cuarto. No llevo el saco así como tampoco la corbata. No traigo puestos los zapatos ni los calcetines. No recuerdo habérmelos quitado. Pero no recuerdo gran cosa de la pasada noche. ¡El premio de la pérdida de memoria ahora sí me encuentra!

— ¡Ana! —Llamo, pero no contesta. Me apresuro a la sala, no hay señal de ella.

La señora Jones está en la cocina—. Gail, ¿ha visto a Ana esta mañana?

— No, señor Grey. No desde anoche.

— ¿Qué? — Solo la vi anoche después que usted saliera, señor… —dice con expresión temerosa en su semblante.

— ¿Qué sucedió? ¿Qué dijo?

— No mucho. Y estaba pidiendo vino blanco, —dice y hago una mueca de dolor—, pero se decidió por una taza de té en su lugar. No comió, solo se llevó el té a la biblioteca. Esa fue la última vez que la vi, señor Grey, —dice con mirada de preocupación.

¡Oh mierda! A lo mejor se fue a casa de Kate. Corro a mi recámara para coger el celular. Lo enciendo y me encuentro con un mensaje de texto de Anastasia. El corazón se me para. ¡Oh, Dios! ¡Me dejó! Estoy colapsando en la cama con la BlackBerry en la mano, y abro su mensaje con manos temblorosas:

*¿TE GUSTARÍA QUE LA SEÑORA LINCOLN SE UNIERA A NOSOTROS CUANDO EVENTUALMENTE DISCUTAMOS ESTE TEXTO QUE TE ENVIÓ? TE AHORRA EL IR CORRIENDO A ELLA*

Reenvío: *Fue bueno verte. Lo entiendo ahora. No temas. Serás un padre maravilloso*

¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!—. ¡Anaaaa!, —grito, no hay respuesta. Marco su número celular. Suena y suena y se va al buzón. ¡Respira! ¡Respira! ¡Respira! No dejó mensaje. Cuelgo y vuelvo a marcar. Suena ominosamente. Camino alrededor para ver si suena Your love is king, pero no se oye nada. Se va al buzón de voz una vez más—. ¡Ana! ¿Dónde estás? Estoy preocupado por ti. Por favor… —mi voz se convierte en susurro—. Llámame. Iré por ti. —Cuelgo y con manos temblorosas le marco a Katherine Kavanagh.

Cuando contesta el teléfono, suena adormilada—. ¿Bueno? ¿Quién diablos es a esta hora? —Contesta enojada.

— Soy Christian Grey, —digo con los dientes apretados. ¿Está cansada porque Anastasia la despertó anoche? ¿La recogió del Escala?

— ¿Christian? ¿Qué pasa? ¿Está Elliot bien? —Pregunta rápidamente.

— ¿Cómo demonios puedo saber sobre Elliot? Te estoy llamando por Ana, ¿está contigo?

— ¿Por qué tendría que estar conmigo? —Pregunta confundida y entonces su voz se torna gélida—. ¿Le hiciste algo? O posiblemente debería preguntar: ¿Qué le hiciste? —Repentinamente está totalmente despierta.

— Estoy buscando a mi mujer, y no he hecho nada. Tuvimos una pelea anoche, y esta mañana no la encuentro. Quiero saber si está contigo o no. ¿Está contigo? —Pregunto amenazadoramente.

— ¿Por qué tendría que decírtelo si así fuera?

— ¡Maldita sea, Kate! ¡Estoy preocupado por mi mujer! ¡Si tu amiga te preocupa aunque sea un poquito deberías decirme si está contigo o no, así puedo buscarla y encontrarla! —Grito.

— ¡No está aquí! ¡Dios! ¿Por qué está… —empieza a decir, pero le cuelgo. No está con Kate. ¡Dios! ¿A dónde iría?

— ¡Taylor! —Grito y salgo corriendo de mi cuarto y vuelvo a marcar el celular de Anastasia. Cuando se va nuevamente al buzón de voz, cuelgo. Taylor, Sawyer y Ryan están juntos en el salón esperando por mí. Estoy temblando tanto como si hubiera un terremoto—, la señora Grey ha desaparecido, —digo tragando—. ¿Alguien de ustedes la ha visto esta mañana? ¿Taylor?

— No, no la he visto señor. No desde anoche, —contesta. Empiezo a respirar por la nariz como un toro enojado.

— ¿Sawyer? ¿La viste anoche? ¿O vino y te pidió que la llevaras a algún lado?

— No, señor. La última vez que la vi fue ayer cuando salió de trabajar y todos regresamos a casa, —dice atónito.

Dirijo la mirada a Ryan—. No la he visto. Ni ayer ni hoy, señor, —contesta completamente entristecido. Comienzo a respirar fuertemente. La ropa que llevo de ayer está arrugada. Mi camisa está desabotonada, no llevo corbata. Automáticamente mis manos suben a mi cara, y sobando forzadamente tanto mi cara como entre mi cabello. Mis dedos en su camino jalan mechones de mi cabello. El corazón me late aprisa, lo siento en la garganta. Tiemblo como si estuviera en un clima helado. Trato de mantenerme firme.

— Señor Grey, —dice Taylor calmadamente—. Tenemos que buscarla. Vamos a buscarla en casa primero, —se vuelve hacia Sawyer y Ryan tomando el mando. Empieza con eficiente y autoritaria voz—. No dejen una sola puerta sin abrir. Sawyer y Ryan revisen este nivel. Iré con el señor Grey. Si no la pueden encontrar, llámenme inmediatamente y si nosotros no la encontramos, juntémenos aquí. ¿Entendido? —Ordena.

— Sí, señor, —dicen Ryan y Sawyer y desaparecen inmediatamente.

— Gail, quédate en el área de la cocina. Si la señora Grey regresa, mántenla aquí, y avísanos, —le ordena. Ella asiente—. Señor Grey, vamos señor, —dice y empezamos buscándola por toda mi habitación. Mi saco y corbata están en el suelo. Vamos al vestidor, pero no veo que ninguna de su ropa haya sido empacada, o estantes vacíos, o ganchos sin abrigos. ¿Se fue con la ropa en su espalda? Recuerdo vagamente de lo que hablamos. ¿Qué le dije ayer cuando regresé a casa? ¿Que hicimos?

Gail me dijo que fue a la biblioteca. Me apresuro a la biblioteca, y allí está su taza de té vacía, pero nada más. No hay rastros de que haya pasado la noche ahí. Corro al cuarto de juegos. La puerta está cerrada—. ¡Ana! ¡Anaaaa! —La llamo. Agito la manija de la puerta, pero no se abre. Si está cerrada, no podría estar ahí. Rastreamos todo el nivel sin resultado. Marco su teléfono una última vez—. ¿Por el amor de Dios! Por favor, contesta el teléfono. Hablemos, —ruego y cuelgo.

Regresamos abajo y Ryan, Sawyer y Gail están esperando juntos. Taylor se une a ellos. Camino arriba y abajo ante ellos ansiosamente. Finalmente me detengo frente a ellos—. Parece ser que la señora Grey no está en casa. No quiero que dejen una sola piedra sin revisar. Verifiquen las cámaras de seguridad y los videos de anoche. Vean cuando se fue. También verifiquen las cámaras del estacionamiento, desde la entrada hasta todas las salidas del edificio. Verifiquen cuado se fue, con quien se fue, y a qué hora. Necesitamos establecer un punto de partida así podremos buscarla en el lugar correcto. Sawyer, estás a cargo de examinar los videos. Comienza con la cámara colocada sobre los elevadores, y Sawyer, tú y… —sigo sin terminar la oración porque las miradas de todos se fijan en alguien qué está detrás de mí. Me doy vuelta. Mis ojos están desorbitados, preocupados y ansiosos. Ahí está Anastasia envuelta en una manta, con una mano sujetando su bolsa. Se ve hermosa, inocente, quieta y jodidamente enojada. La miro a sus abiertos ojos azules. Finalmente el miedo da lugar al enojo. ¿Dónde ha estado? ¿Dónde fue? ¿Vino de afuera? ¿Por qué no la vimos? ¿Estuvo en casa siempre? No me dice nada a pesar que su mirada escanea la desaliñada apariencia de mi atuendo de día.

— Sawyer, estaré lista para salir en aproximadamente veinte minutos, —murmura y aprieta la manta a su alrededor como un escudo contra mí. Sawyer asienta, e inmediatamente siento la intensidad de las miradas de mi equipo de seguridad sobre mí. Mis ojos están sobre Anastasia, fijos. Temo que si parpadeo, desaparecerá.

— ¿Le gustaría algo para desayunar, señora Grey? —Le pregunta Gail.

Anastasia mueve la cabeza en respuesta—. No tengo hambre, gracias, —contesta.

— ¿Dónde estabas? —Finalmente le pregunto cuando encuentro mi voz. Es baja, ronca y autoritaria. Oigo más que veo que Taylor, Sawyer, Ryan y Gail se escurren a sus rincones y oficinas particulares para dejarnos solos; no queriendo encararse a la ‘música’ que va a desarrollarse entre Anastasia y yo. Anastasia me ignora completamente y se encamina a nuestro cuarto—. ¡Ana! Contéstame, —digo llamándola desde atrás, camino tras ella con pasos rápidos a la recámara, pero se dirige al baño, y cierra la puerta tras ella—. ¡Ana! —Grito aporreando la puerta con los puños—. ¡Ana, abre la maldita puerta!

— ¡Vete! —Grita.

— No me voy a ningún lado.

— Solo adáptate, —contesta.

— Ana, por favor, —ruego—. Abre la puerta, —digo, pero oigo el agua correr. No contesta—. Ana, déjame explicarte. Háblame—. Pero mi voz queda bloqueada por el ruido del agua. Descanso sobre la pared opuesta a la puerta con las manos en la espalda y espero que termine de ducharse. Se queda en la ducha por aproximadamente veinte minutos. Cuando finalmente abre la puerta para encararme, estoy extremadamente cauteloso, tímido. Me siento como un león enjaulado. Camina y me pasa como si no existiera, y entra al vestidor—. ¿Me estás ignorando? —Pregunto con completa incredulidad. Se embarazó porqué no se puso la inyección a pesar que habíamos acordado no tener niños tan pronto, y está enojada e ¡ignorándome!

— Perceptivo, ¿no? —Murmura sarcásticamente sin siquiera mirarme. Busca algo que ponerse en el vestidor. Escoge su vestido morado, mi vestido favorito, las botas negras de tacón de aguja y regresa a la recámara. Cuando está frente a frente a mí, se detiene con determinación para que me mueva de su camino. Me acerco a ella, perdiendo la lucha contra el caballero que hay en mí. Anastasia se dirige al vestidor. Desde el espejo colgado en el vestidor me echa un vistazo ya que estoy en el umbral de la puerta. Me quedo mirándola, sin moverme. Sin poder moverme hacia adelante o atrás. No hay nada que quiera más que abrazar a mi mujer, pero está distante; tratándome como a un extraño. Mientras los ojos de Anastasia están fijos en mí, deja caer la toalla que cubría su cuerpo desnudo. Su belleza desnuda me hace resoplar pero trato de controlarlo. Es preciosa. Pero ignora lo que su vista me hace.



— ¿Por qué haces esto? —Pregunto en voz baja.

— ¿Por qué crees? —Contesta una voz baja decepcionada, y abriendo el cajón de donde escoje y jala unas bragas negras de La Perla.

— Ana, —hago el intento de moverme hacia adelante pero me para mientras se pone las bragas.

— Ve a preguntarle a tu señora Robinson. Estoy segura que tendrá una explicación para ti, —murmura mientras busca algo. ¡Maldita sea! ¡No quiero tener nada que hacer con Elena! Rompí todas las ataduras con ella anoche.



— Ana, ya te lo he dicho antes, no es mi… —digo pero me corta.

— No lo quiero oír, Christian, —dice agitando su mano hacia mí con desdén. El momento de hablar fue ayer, pero en su lugar decidiste despotricar y emborracharte con la mujer que abusó de ti por años. Llámala. Estoy segura que ella estará más que dispuesta a escucharte ahora, —me grita. Jala el sostén que hace juego con sus bragas y lo abrocha. Camino más allá dentro de la recámara con las manos en las caderas, acusadoramente. ¿Por qué está buscando algo de qué culparme? ¿Ha perdido su confianza en mí? ¿Es por eso que está fisgoneando? Vamos a ver que estaba haciendo Christian cuando estaba emborrachándose, jodiendo entre las sábanas.



Se ruboriza en respuesta—. Ese no es el punto, Christian, —me regaña—. El hecho es que, las cosas se ponen difíciles  y corres a ella.

Mi boca se convierte en una linea delgada—. No fue así, —comienzo a explicar.

— No estoy interesada, —me ignora mientras escoge un par de medias negras con encaje en las orillas. Camina a la cama, sentándose, y adelantando su dedo gordo, jala la media gentilmente y jala el delicado material sobre sus largas piernas.


La duda que me carcome y me está matando es, ¿dónde estuvo anoche?—. ¿Dónde estabas? —Pregunto sin dejar de mirar sus manos subiendo por sus piernas. Pero pretende que no existo y continúa. Se pone la otra media. Se levanta, se inclina y empieza a secarse el cabello con la toalla. Mi mirada nunca abondona su cuerpo. Cuando termina de secarse el cabello con la toalla, se levanta y se dirige al vestidor y coge el secador—. Contéstame, —digo en voz baja y ronca después que me ignora por un rato. Enciende el secador y continúa ignorándoe mientras se seca el cabello, tomando mechones con los dedos. La observo con ojos estrechos. ¡Es increíble! Es la que no se puso la inyección. Es la que se embarazó a pesar de haber tenido múltiples pláticas acerca del control de la natalidad. ¡Sabe lo temeroso que me pongo acerca de eso! Sabe que estoy temeroso ahora. Sin embargo, escoge ignorarme. Cuando apaga el secador, pregunto de nuevo—. ¿Dónde estabas? —Mi tono es frío, un susurro bajo.

— ¿Qué te importa? —Grita.

— Ana, para esto, ahora, —ordeno. Solo se encoge de hombros, y me muevo rápidamente desde el otro lado del cuarto hasta ella. Tan pronto llego a ella, gira y se hace para atrás.

— No me toques, —sisea, congelándome en mi camino. ¿Por qué no puedo tocarla? Es mi esposa, mi mujer…

— ¿Dónde estabas? —Pregunto exigente. Me está comiendo vivo. Las manos en puños a mis lados. ¿Estuvo con alguien más? ¿José? ¿Ethan? ¿Quién? ¿Estuvo alguien más confortándola mientras yo estaba hundido en mi jodida miseria?

— No estaba por ahí emborrachándome con mi ex, —dice furiosa—. ¿Te acostaste con ella? —Pregunta en tono acusatorio, haciéndome quedar sin aliento. ¿Cómo es posible que piense eso? Nunca podría engañarla.

¿Qué? ¡No!, —La miro boquiabierto. Me siento herido y apenado por pensar que siquiera considere la posibilidad de engañarla. Esto me hace enojar—, ¿Piensas que te engañaría? —Pregunto enojado.

— Lo hiciste —clama—, llevando nuestra muy privada vida y fuiste corriendo como un cobarde a contársela a esa mujer.

No puedo creer lo que estoy oyendo. ¿Piensa que soy deshonesto? Soy muchas cosas, pero nunca consideraría engañarla. ¿Mi propia esposa piensa que valgo madres?— ¿Cobarde? —Respiro—. ¿Eso es lo que piensas? —Tengo que saber. Mis ojos son volcanes, calientes.

— Christian, vi el mensaje. Eso es lo que sé.

— Ese mensaje no se supone que era para ti, —rujo en respuesta.

— Bien, el hecho es que lo vi cuando tu BlackBerry se cayó de tu saco cuando te estaba desvistiendo porque estabas demasiado ebrio para desvestirte solo. ¿Tienes alguna idea de cuanto me heriste al ir a ver a esa mujer? ­—Pregunta.

Palidezco ante su perorata. Cometí un error, porque soy un jodido idiota. Estaba enojado, y aún estoy enojado, porque no me está dando la oportunidad de explicarme. El hecho es que cuando se enoja, se pone en marcha, recoge el bastón y corre con él. 

— ¿Recuerdas lo de anoche cuando llegaste a casa? ¿Recuerdas lo que dijiste? —¿Qué demonios dije? Estoy momentáneasmente congelado. La miro en blanco porque no recuerdo una mierda. Debo haberlo realmente jodido, porque está totalmente enojada—. Bien, tenías razón. Elijo al bebé por encima de ti. Eso es lo que hacen los padres que quieren a sus hijos. Eso es lo que tu madre debió haber hecho por ti. Y siento que no lo hiciera… Porque no estaríamos teniendo esta conversación ahora si lo hubiera hecho. Pero ahora eres un adulto… Necesitas crecer, enfrentarte a las jodidas cosas y dejar de comportante como un adolescente petulante. Puede que no estés contento por este bebé; tampoco estoy extasiada, dado que no es el momento y que tu reacción ha sido mucho menos que agradable ante esta nueva vida, esta carne de tu carne. Pero puedes hacer esto conmigo, o lo haré sola. La decisión es tuya. Y mientras te revuelcas en el pozo de autocompasión y odio por ti mismo, me voy a trabajar. Y cuando regrese, llevaré mis pertenencias a la habitación de arriba. —Parpadeo completamente conmocionado. ¿Me está dejando? ¡Me está dejando! ¡Oh Dios! ¡Está rompiendo conmigo!— Ahora, si me perdonas, me gustaría terminar de vestirme, —dice respirando aprisa.

Me siento como si me hubiera abofeteado. Doy un paso atrás, mirándola, mi semblante endurecido—. ¿Es esto lo que quieres? —Susurro. Quiere estar lejos de mí, lejos de nuestra relación.

— Ahora no sé lo que quiero, —dice con fervor, su expresión imitando la mía. Voltea hacia mí, entierra sus dedos en la crema y gentilmente la extiende sobre su cara. Me mira a través del espejo, verificando su ruborizada cara con los ojos ampliamente abiertos.

No puedo hacerme a la idea de que no me quiere en su vida—. ¿No me quieres? —Susurro.

— Aún estoy aquí, ¿no? —Me chasquea. Toma el tubo de rímel y la aplica en sus pestañas.

Debe haber estado pensando en esto desde ayer si ahora ha llegado a esa conclusión—. ¿Has pensado en irte? —Pregunto con el corazón encogido. ¡No puedo vivir sin ella! Estoy desesperado por ella. ¿No puede ver eso?
— Cuando el marido de una prefiere la compañía de su ex-amante, usualmente no es una buena señal, —dice en tono de desdén. Se aplica el lápiz labial. Mis ojos sobre ella, y no la he tocado desde ayer en la mañana. Han sido alrededor de 24 horas. La literal corta distancia pero la virtual de kilómetros me está matando. Recoge las botas, y las lleva hasta la cama y sentándose en la orilla, se las pone, tirando de ellas hacia sus rodillas. Está sólo con la ropa interior y las botas. Y estoy jodidamente frustrado, caliente por ella, deseoso, y no me tendrá. No quiere nada conmigo. ¿O sí? ¿Es esta una táctica para ganar la discusión? Es buena negociadora. Dura. Anastasia puede poner a cualquier hombre de rodillas. Está a un paso de hacerlo conmigo. Pero, puedo emplear mi propia colección de tácticas.

— Sé lo que estás haciendo, —murmuro en voz cálida y seductora. Tiene cero resistencia a mi seducción. La conozco mejor que ella misma.

— ¿Sí? —Su voz rompiéndose y rechinando. Es la primera hendidura de su armadura. Trago, tomando la oportunidad y doy un paso hacia ella. Da un paso atrás levantando la mano para parar mi avance—. Ni lo pienses, Grey, —sisea amenazadoramente.

— Eres mi esposa, —declaro contenida y suavemente. Quiero lo que es mío, mi esposa, mi mujer.

— Soy la mujer encinta que abandonaste ayer, y si me tocas, gritaré.

Alzo las cejas con incredulidad—. ¿Gritarías? —Pregunto con voz ronca.

— Maldito asesina, —contesta entrecerrando los ojos, sin retroceder.

— Nadie podría oírte, —murmuro con mirada intensa, apasionada. Por favor déjame tocarte. La única manera que conozco para resolver problemas es en la cama, Ana.

— ¿Estás tratando de atemorizarme? —Murmura sin respiración, asustada.
¿Qué? ¡No! Solo estoy tratando de comunicarme con ella de la única forma que sé. Y no me lo permite—. Esa no era mi intención, —digo frunciendo el ceño. Su pecho sube y baja en cortas respiraciones—. Tomé una copa con alguien de quién era muy cercano. Aclaramos las cosas. No la volveré a ver.
— ¿La buscaste? —Pregunta con dolor.

— No al principio. Traté de ver a Flynn. Pero me encontré en el salón de belleza.

— ¿Y esperas que crea que no la volverás a ver? —Sisea con verdadera furia—. ¿Qué hay cuándo cruce alguna línea imaginaria? Esta es la discusión que tenemos una y otra vez. Cómo si fuera la rueda de Ixion. Si la jodo nuevamente, ¿vas a correr a ella nuevamente?

— No la volveré a ver, —digo con decisión petrificante—. Finalmente entiende como me siento.

Solo parpadea—. ¿Qué significa eso?

Me enderezo y corro mi mano por mi cabello completamente exasperado, la ira emergiendo en mí y estoy completamente silencioso. Porque me dice que quiere hablar acerca de lo sucedido, pero no me quiere escuchar. Está enojada y llegando a sus propias conclusiones, y no escuchándome. No estamos resolviendo nada porque nuestras ansiedades están por todo lo alto.

— ¿Por qué puedes hablar con ella y no conmigo?

— Estaba enojado contigo. Como lo estoy ahora, —gruño.

— ¡No me digas! —Chasquea—. Bien, ahoras estoy enojada contigo. Enojada contigo por haber sido frío y cruel ayer, cuando te necesitaba. Enojada contigo por decir que me embaracé intencionalmente, cuando no fue así. Enojada contigo porque me traicionaste, —dice al final con voz ahogada.

Su declaración me conmociona como si me hubiera dado un golpe en los huevos y me hubiera abofeteado al mismo tiempo, haciéndome encoger de miedo. Nunca la he traicionado. Sé que me porté como un cabrón, pero no me escucha, ahora no me está escuchando. Estoy sin timón cuando estoy con ella. Se lleva todo mi autocontrol. ¿Qué se supone que debo hacer? ¿Cómo me hago entender? Traga, está lista para decir algo—. Debí haber tenido mejor control de mis inyeccciones, pero no lo hice a propósito. Este embarazo es una conmoción para mí también, —murmura—. Pudo pasar que la inyección fallara. —La miro sin decir palabra. Por supuesto que malditamente falló. Tiene una fecha de vencimiento. ¡Una fecha y hora en que no se queda en su sistema! Es por eso que debe ponerse la inyección en la fecha prescrita. Realmente la jodiste ayer, —murmura con furia—. He tenido que lidiar con muchas cosas estas últimas semanas.

— Realmente lo jodiste hace tres o cuatro semanas. O cuando sea que hayas olvidado la inyección, —siseo en respuesta.

— Bueno, ¡Dios prohibió que fuera tan perfecta como tú! —Grita con el ceño fruncido. Le frunco el ceño también. Nos quedamos parados así por varios minutos. 

— Esta es una real actuación, señora Grey, —murmuro. La está representando bien, parada frente a mí, peleando mano a mano.

— Bien, estoy contenta que aun embarazada, soy entretenida.

La miro inexpresivo. Insiste en tomarme de la manera equivocada—. Necesito una ducha, —murmuro.

— Y te proporcioné suficiente espectáculo.

— Fue un buen espectáculo, —susurro y camino hacia adelante. Quiero abrazarla, tocarla. Si solo la toco, sé que podemos resolver esto, disolver el hielo creciente entre nosotros. La necesito desesperadamente justo ahora. Inmediatamente da pasos hacia atrás.

— No, —sisea amenazadoramente.

— Odio que no me permitas tocarte, —susurro. La necesito desesperadamente. ¿Qué no puede darse cuenta de eso?

— Irónico, ¿eh? —Susurra.

Nuevamente entrecierro los ojos. Le permito tocarme. Trabajé para controlar mi miedo por ella, y aún así, me niega lo que es mío—. No hemos resuelto mucho, ¿verdad?

— Diría que no. Excepto que me estoy mudando de esta habitación.

¿Qué? ¡No nos hagas esto, Ana. ¿Por qué nos estás separando? Mis ojos arden y se amplían con miedo brevemente—. Ella no significa nada para mí.

— Excepto cuando la necesitas.

— No la necesito, te necesito a ti, —ruego. Debe ver eso. Ella es todo lo que necesito. Quiero ser todo lo que necesita, también
.
— No fue así ayer. Esa mujer es un límite infranqueable para mí, Christian.
— Está fuera de mi vida.

All the man I need – Whitney Houston

— Quisiera poder creerte, —dice con absoluta desconfianza y ese es el cuchillo que se clava en mi corazón.

— Por el amor de Dios, Ana.

— Por favor, déjame vestir, —dice despidiéndome. Tengo el corazón roto. ¿Es este nuestro fin? Estoy paralizado, desolado, despojado de sentimientos como si un tornado hubiera barrido todo y hubiera volteado mi vida de arriba a abajo.

— Te veré esta noche, —digo con voz plana, golpeada, aplastada. Me dirijo al baño y cierro lentamente la puerta. Me quito la ropa mecánicamente, y abro la llave entrando bajo la primera agua fría y después la ardiente agua hirviendo. ¿Qué nos estás haciendo, Anastasia? ¿Por qué nos estás separando en piezas? Preguntas dejadas sin hacer, palabras no dichas me dejan en conmoción, preocupado, completamente gastado. Lentamente me deslizo por la pared hasta el piso de la regadera y dejo que el agua me deje libre de mi dolor.

Cuando salgo, Anastasia se ha ido, la recámara conserva su esencia , pero solo lo suficiente para decirme que se ha alejado de mí. Salgo a la cocina. La señora Jones está trajiando ahí—. ¿Puedo hacerle el desayuno ahora, señor Grey? —Pregunta.

— ¿Anastasia?

— Se fue con Sawyer hace unos momentos, —contesta en voz baja.

— ¿Desayunó? —Pregunto.

— No, señor Grey, —dice agitando la cabeza.

— ¿Puedo hacerle el desayuno de siempre, señor? —Pregunta esperanzada.

— No hoy, Gail. Desayunaré más tarde en el trabajo. Gracias, —digo suavemente. Taylor me espera en la entrada.

— La señora Grey estuvo en el cuarto de juegos, señor, —dice de sopetón. Inclino la cabeza de lado inquisidoramente.

— ¿Cómo lo sabes?

— Buscamos en cada cuarto, cada repisa en la recámara. El único cuarto que estaba cerrado con llave era el cuarto de juegos. Lo fui a verificar y estaba sin llave. La llave estaba en la parte de adentro, —contesta.

Rápidamente subo las escaleras para ir al cuarto de juegos. Tal como Taylor indicó, la puerta aún está sin llave. Entro al cuarto y soy recibido por la esencia del suave cuero, limón y aceite. Cuándo enciendo la luz, las suaves luces  iluminan el cuarto rojo. Nada está desordenado en el cuarto. La única evidencia de qué Anastasia estuvo en el cuarto es la pequeña depresión que dejó en el sofá Chesterfield. Suavemente lo acaricio. Miro alrededor por si hay alguna otra indicación de que estuvo ahí, pero no hay ninguna. Voy a la puerta, apago la luz y bajo las escaleras. Tomando mi saco, le hago señas a Taylor  para seguirme, y nos vamos. El descenso al estacionamiento es silencioso. Caminamos a la SUV en el mismo silencio.

Mientras se abre la reja del estacionamiento, mi teléfono vibra. Pienso inmediatamente en la esperanza de que sea Anastasia. Pero la cara se me cae cuando veo quien me llama—. Hola Elliot, —contesto.

— ¿Pudiste encontrar a tu mujer esta mañana? —Me pregunta.

— Veo que Kate te llamó. Sí, ahora ya está en el trabajo.

— Espero que no te esté dejando a los cinco minutos de que se han casado. No que la esté culpando. —Dice juguetonamente.

— ¡Jódete Elliot! No estoy de humor.

— Hey, manito. Lo siento, no estés tan tirante. Si quieres hablar…

— Nada de qué hablar, estoy seguro que tienes peleas con tu prometida. Solo una simple discusión en la que se enojó conmigo, es todo.

— ¡Seguro, Ana!

— Mira, ya casi estoy en el trabajo, y tengo mucho que hacer hoy. Nos hablamos después, Elliot. —Digo y cuelgo. Miro por la ventanilla cuando paramos en un semáforo. La gente corre de un lado a otro deliberadamente, viviendo sus vidas y yendo a sus negocios sin saber que solo unos metros más allá, a alguien se le está rompiendo el corazón en pedazos, y están completamente ajenos a mi agonía.

Cuando Taylor entra al estacionamiento de Grey House, conduce al espacio reservado para mí. Estaciona el vehículo y salta para abrirme la puerta. Salgo del auto y me dirijo a los elevadores. El camino lo hacemos en silencio de nuevo. Cuándo Andrea ve mi seria cara, dice sin su usual afectuoso saludo—, buenos días, señor Grey. ¿Café, señor? —Pregunta.

— Sí, —digo mientras voy de camino a mi oficina.

Me siento y enciendo la computadora. Antes de hundirme en mi trabajo, necesito hacer una cosa. Tomando la BlackBerry, busco un número y marco—, Sí, señor Grey, —contesta.

— Sawyer, ¿cómo está la señora Grey?

— Estaba temblando y llorando un poco, —contesta. Y cierro los ojos angustiado.

— ¿Le fuiste a comprar algo para comer?

— Le pregunté pero me dijo que no tenía hambre, —contesta. Mi terca esposa. La última vez que se impuso huelga de hambre fue cuando rompió conmigo. Nos castigó a los dos.

— Solo por si acaso, vigílala todo el día. Estoy seguro que Taylor te informó; la señora Grey está embarazada. Necesita comer y tener cuidado.
— Me aseguraré de vigilarla de cerca, señor, —dice.

— Llámame si no está bien o necesita algo.

— Sí señor, —contesta.

Hago una honda respiración y miro a Taylor, Andrea entra con mi café. Me lo pone enfrente y toma su iPad—. Tiene varias reuniones hoy, señor Grey. La primera es con Finanzas. Hay cuatro asuntos a tratar en la agenda en esta junta. Los fondos para compras, el lugar de pago de la nómina, gastos de operación, y la venta de Triway Electronics que finalizará hoy. Esa junta es a las 2:00pm, señor, —dice y navega por mi cargado itinerario. Por una vez, estoy agradecido por un día ocupado. Me debería permitir un poco de tiempo para disfrutar de mi propia miseria.

LA FIANZA
Su teléfono suena suavemente tocando el “tema de El Padrino”

Tema de El Padrino

— Creo que te había dicho que nunca me llamaras a este teléfono, —contesta cortante después de verificar al contacto.

— Posiblemente tengamos la fianza aceptada mañana temprano, —contesta como si no hubiera oído—. No había otra manera de contactar con usted con esta rapidez. —Sus ojos brillan con excitación. Se inclina como si fuera a compartir un secreto con el hombre en el teléfono—. Bien… Nos reuniremos en una hora, mismo lugar. Le daré mis instrucciones. Y el pago se requiere con 10% por las dificultades de ellos.

— Lo tengo listo. Y mis términos son los de siempre. Espero que los tengas presentes en tu mente. Si no, todo los involucrados serán tratados duramente. 

Sí, —contesta con firmeza.

— Nos vemos entonces. —Bien, bien, bien… piensa para sí mismo. Es tiempo de joder a su viejo enemigo. No viejo por edad, pero viejo por como ha estado preparando su venganza contra él. La excitación es casi insoportable. Ha estado alimentando un fondo para esto cada día por años, en su caja fuerte. Ha sido su fondo en efectivo para la venganza. Ha guardado mucho. No dicen sin razón que ‘la venganza es un plato que se sirve frío’. Ha sido apropiadamente guardado en frío por seis largos años. Abre la caja fuerte y pone las fajillas bancarias de 10,000 dólares en billetes de 100.00 dólares. Cuenta las veinticinco fajillas para la fianza. Entonces cuenta dos y media y las pone en un sobre. En un apartado del portafolio pone otras cinco fajillas metódicamente. Con más de tres cuartos de millón de dólares, abandona su oficina y se dirige al restaurante.

Entra al restaurante deliberadamente con su usual comportamiento de confianza en sí mismo. El anfitrión, cuyo nombre aparece en su tarjeta de identificación indica que se llama Tyler y lo mira sonriente—. Buenas tardes, señor. ¿Tiene reservación? —Pregunta Tyler.

— Sí, Está con el nombre de Brioni.

— Por aquí señor Brioni. Su acompañante está esperando, —le dice lidereándolo.

— Eso no es necesario. Conozco el camino, —dice y le toma la mano para pararlo.

— Solo deseo llevarlo…

— Bien por usted, joven. No es necesario. Puedo ir yo mismo, —dice y para a Tyler con mirada dominante y voltea hacia uno de los reservados privados.

— Señor Brioni, —lo llama Tyler y el hombre no le contesta como si no fuera su nombre—. Señor, lo llama nuevamente y el hombre del traje impecable voltea esta vez con su mirada imponente inmovilizándolo en su lugar—. Nuestras instrucciones son escoltar a nuestros clientes hasta su mesa, —dice Tyler en voz baja.

— No deseo ser escoltado. Sé el camino, —establece. Tyler asiente con temor. El hombre que se hace llamar Brioni tiene la frente fruncida y mirada amenazante. Tyler sabe que si el hombre tuviera oportunidad pondría sus bolas en un plato. El hombre trajeado voltea y se dirige a su destino.

— Señor Brioni, cabrón, —murmura Tyler en voz baja—. ¿Qué mafioso tonto se llamaría a sí mismo con el traje que lleva puesto? —Susurra—. No vale la pena averiguarlo con mi vida. —Piensa para sí mismo.

Cuando el hombre trajeado entra al pequeño comedor, Albert se levanta para saludarlo—. Un placer verlo de nuevo, señor Lincoln, quiero decir señor. —Con sarcasmo oculto en su tono.

— Siéntate y déjate de mierdas, —ordena Lincoln y Albert obedece inmediatamente.


    
Señor Lincoln 
 

Albert 
— He tenido que tirar de muchos hilos y pedir muchos favores para que esto sea posible, señor Lincoln. ¡No es lo más fácil ir contra el más respetado hombre de negocios del estado, y no solo mencionar que el más rico! —Replica Albert mientras se sienta.
— Se te está pagando por ello. No estoy de humor de oír pendejadas acerca de eso, —dice Lincoln amenazadoramente—. De todas formas, tu pago será transferido mañana después que nuestro hombre ya ha sido liberado solo para asegurar el resultado final, —dice Lincoln.
— Hyde es un sicópata. La venganza nubla su juicio. Tiene un gran resentimiento contra Grey, su esposa y su padre.
— ¿Su esposa? ¿Qué hizo la zorrita? Asumo que eso lo hacía para lastimar a Grey, —dice Lincoln. Esto probablemente sirva mejor para su propósito.
— Adivino que trató de follarla y se le regresó. Ella le pegó en los huevos.
— Bien, bien… Grey consiguió una mujer leal, —dice Lincoln meditando—. ¿No sería la guinda del pastel romper su confianza en ella?
— No lo sé, señor Lincoln. Es un asesino. Si Hyde consigue tenerla en sus manos, la torturará para después matarla. No puede dejar testigos tras él con lo que tiene en mente. Grey tiene los motivos, recursos y motivación para encontrar a Hyde si sabe qué folló y mató a su mujer.
— Sólo asegúrate que nada nos señale y el ego y rabia de Hyde servirán a nuestro propósito.
— No creo que ni siquiera tengamos que decirle que hacer. Está ansioso por ponerle las manos encima a ella, —dice Albert.
Sea como fuere, quiero estar a cargo para asegurar el resultado deseado, incluso si Hyde no sabe que lo estoy. Ahora esto es lo que quiero que hagas. Ahí está el dinero de la fianza, el 10% en el sobre para darle a nuestros asociados por su colaboración por hacer el pago anónimo, los 500,000 dólares son la primera entrega a Hyde para que se asegure que hace lo que se propone hacer. Nunca sabrá quien soy. Quiero que tanto la hermana de Grey como su esposa sean folladas y torturadas. Quiero que sepa que sufrieron mucho, todo gracias a él. Es necesario que Hyde borre su rastro, debe se rápido y decisivo al respecto. No puede permanecer en el país por razones obvias; será el sospechoso número uno.
— Sí…, —dice Albert con un embarazoso silencio.
— ¿Qué? —Chasquea Lincoln.
— ¿Está seguro que todo eso sea inteligente?
— ¿Inteligente? ¡No trates de apelar a mi conciencia! Llámalo servicio público, intervención divina por la cual recibes un pago espléndido. No quedan rastros de ti, porque todas las transacciones se han hecho en efectivo.
— Sí, —dice Albert. ¡Joder! Las tetas de la señora rubia valen la pena por todos los problemas por lo que se pasarán. Este pequeño esfuerzo lateral financiaría su proyecto personal generosamente. ¡Hagamos esto!, —dice decididamente, y extiende su mano para sacudir la de Lincoln.
El amor es esa condición en la que la felicidad de otra persona es esencial para la suya su propia.
Robert A. Heinlein

Te amo no solo por lo que eres, sino por lo que soy cuando estoy contigo. Te amo no solo por lo que has hecho de ti mismo, sino por lo que estás haciendo de mí. Te amo por la parte de mí que sacas.
Elizabeth Barrett Browning


CAMA VACÍA

El día de trabajo es largo, ocupado y tedioso. Cansado hasta el punto del exhausto, pero no quiero ir a casa por primera vez en mucho tiempo. Parpadeo. No es verdad. Quiero ir, pero todavía estoy enojado. Nuestros problemas no están resueltos. Anastasia se muda de nuestra recámara. ¿Cómo hicimos para arruinar este jodido matrimonio tan rápido? No puedo asimilar la idea de que no esté conmigo. Justamente no puedo verla por casa sin poderla tocar, abrazarla o besarla. Me siento miserable. Tengo todo lo que cualquiera pudiera ambicionar. Soy rico, la forma en que las mujeres me miran me dice que soy lo suficientemente atractivo y sobre todo eso tengo la hermosa esposa de la que estoy enamorado. ¿Cuál demonios es el problema? ‘Ya no te quiere, ese es el problema’, mi subconsciente me recuerda. ¡No lo sé!

Llamo a Gail a las 5:00pm, sabiendo que Anastasia no está en casa todavía. Hola, señor Grey, contesta.

— Gail, no llegaré a casa para cenar hoy. Trabajaré hasta tarde en la oficina. Si la señora Grey pregunta, es aquí donde estaré, —digo.

— Sí, señor Grey, —contesta Gail—. Se lo informaré, señor. ¿Algo más que desee, señor Grey?

Sí, ¡dígale a Ana que la amo! Dígale que odio esta distancia entre nosotros. Dígale que la extraño terriblemente. ¡Extraño a mi mujer! Dígale que he sido un gran pend…—. No, gracias, señora Jones, —digo suavemente y cuelgo.

Me he entregado al trabajo el resto de la tarde. En todo el día no he llamado o enviado correos a Anastasia. Tampoco me ha llamado, enviado correos o mensajes. No podía estar más de tres horas sin tener alguna interacción con ella. Han sido cerca de dos días desde que la toqué. Hemos resuelto otros problemas antes. Los votos, su exhibición en topless durante nuestra luna de miel y subsecuento castigo, la persecución en auto, Ana conservando su apellido de soltera en el trabajo, la vez que rompió el protocolo cuando yo estaba en Nueva York a pesar que dijo que iría a casa, la intrusión de Hyde… Resolvimos todo eso. ¿Cuándo no ha estado desafiándome? Desde el momento en que se cayó al entrar a mi oficina. ¡Se supone que ni siquiera debería haber estado ahí! Solo eso ya fue un desafío suficiente. ¿No es por eso que me enamoré de ella? ¿Por qué no podemos resolver esto? ¡Es tan terca como yo, y la amo!

La luz de mi oficina es tenue y trabajo co la luz de la computadora. Mi corbata desatada, la chaqueta en el respaldo de la silla. Mi BlackBerry vibra en el escritorio, y mi corazón se sacude. Su nombre en la pantalla y su sonrisa en la fotografía, me ponen eufórico y al mismo tiempo rompen mi corazón. Ana, —contesto con voz fría, a pesar que siento volcanes en mí.

— Hola, —dice gentilmente.

Inhalo suavemente—. Hola, —la saludo en voz baja.

— ¿Vienes a casa? —Pregunta.

Sí, pero no me permitirás tocarte y te has ido de nuestra recámara—, más tarde, —contesto.

— ¿Estás en la oficina? —Pregunta. ¿Piensa que he salido con Elena y festejando?

— Sí, ¿dónde creías que estaba?

— Te dejo, —dice sin contestar mi pregunta. Pero sé lo que está pensando. El silencio nos está venciendo. Es alto, habla de la gran distancia que hemos creado entre nosotros.

The sound of silence - Simon and Garfunkel

— Buenas noches, Ana, —digo finalmente.

— Buenas noches, Christian, —contesta. Cuelgo. Lanzo la BlackBerry sobre el escritorio, y me cubro la cara con las manos, finalmente empujando mi cabello hacia atrás con exasperación. Finalmente tengo la valentía de irme a casa alrededor de la  medianoche.


Nuestro cuarto y cama están vacíos. Fríos sin ella. Sé que está arriba en su antigua recámara, donde se mudó. Despacio abro la puerta de su antigua recámara. Está enroscada bajo el cobertor. Me siento despacio en un lado de la cama para no molestarla. Tentativamente mis dedos alcanzan su cara. No la quiero despertar. El simple tacto de mis dedos en su cara se sienten como puñaladas en mi corazón, hiriéndome. Cierro los ojos agónicamente. Mis dedos se deslizan despacio por su cabello desplegado en abanico sobre la almohada. Estuvo llorando. ¿Por qué no podemos resolver esto? Dos jodidas personas tercas, demasiado orgullosas para aceptar que estamos equivocados. Despacio me levanto de la cama y jalo una silla al lado de la cama. Me quito la corbata plateada que me puse esta mañana con la esperanza que la hubiera visto, pero se había ido antes que saliera de la recámara. La lanzo sin ceremonia al suelo. La miro por horas dormir, como lo hice la primera noche que pasamos juntos cuando estaba ebria. ¿Por qué demonios nos lastimamos de esta forma? ¿Cómo resolvemos el problema? No soy apto para ser padre. Me atemoriza a muerte. ¡Voy a joder a este niño! Voy a ser tan mierda como mi madre biológica. Pero amo a mi mujer con cada fibra de mi ser. ¿Qué hago? Me adormezco por corto tiempo en la más incómoda silla. Pero no hay lugar en la tierra donde quisiera estar ahora. Me despierto con las primeras luces de la mañana. Anastasia aún duerme. No quiero que me vea aquí. Despacio bajo las escaleras y voy a nuestra recámara para darme una ducha y alistarme. Estoy vestido y listo para salir a las 6:30am. La señora Jones me prepara el desayuno y al momento de terminar el último bocado, estoy listo para salir. Gail me mira con ojos suplicantes. Pero no dice nada. Taylor espera en la entrada—. ¿Listo?

— Sí, señor, —contesta y nos vamos al aeropuerto Boing Field-King County donde está el Charlie Tango. Le envío un correo de camino al aeropuerto.
_______________________________________________________
De: Christian Grey
Asunto: Portland
Fecha: 15 septiembre 2011, 6:45am
Para: Anastasia Grey
Ana:
Hoy estoy volando a Portland. Tengo asuntos por concluir en WSU. Pensé que que te gustaría saberlo.
Christian Grey
CEO, Grey Enterprises Holdings, Inc.
_______________________________________________________
Taylor y yo llegamos al aeropuerto, y abordamos el Charlie Tango. Verificaciones de vuelo, y después de aprobar el despegue con la torre de control, despegamos alrededor de las 7:30am, del aeropuerto hacia Portland. Cuando llegamos a Portland alrededor de las 8:40am, Taylor ya tenía un coche reservado que nos esperaba. Llegamos a la WSU, División de Agricultura para reunirnos con los directores y ver los nuevos proyectos de cultivo que quieren introducir. Pero no estoy en mi elemento. Mi mente está preocupada, y me encuentro pidiéndoles que lo repitan.

Recorro las instalaciones y oigo sus descubrimientos y doy mi aprobación para asignar fondos a su nuevo proyecto con la condición de que envíen descripciones detalladas en base bimestral a mi compañía para evaluación. Hago una comida ligera antes de salir de regreso a Seattle.

Regresamos al aeropuerto donde Charlie Tango está ya reabastecido de combustible y listo para despegar. Justo en el momento que subimos al helicóptero y nos abrochamos el cinturón de seguridad, la BlackBerry de Taylor suena por un mensaje de voz entrante. Toma el teléfono—. Es extraño. No oí el teléfono sonar. Es Sawyer, —dice. Abre la aplicación. Un punto rojo se mueve sobre el mapa de Seattle de forma bastante rápida—. El coche de la señora Grey está en movimiento, —dice—. Es un viaje no programado—, dice entre dientes y sin escuchar el mensaje lo llama inmediatamente—. Sawyer ¿por qué está el coche de la señora Grey en movimiento en un viaje no programado? —Pregunta en tono demandante y me paro. ¿Algún asunto con Ana? Escucho la conversación de Taylor—. Ya veo, —dice y me mira preocupado—. La señora Grey no se siente bien y Sawyer la lleva de regreso al Escala, —dice contestando mi pregunta no formulada. ¡Oh, no! No estoy en casa y mi mujer está enferma. ¡Mierda!

— Dile que estamos en la pista, pero que salimos pronto. Debemos estar en Seattle en una hora. Si necesita un doctor, debe llevarla. De otra forma, que le permita descansar. Estaré en casa pronto.

Charlie Tango

Sí señor, —dice—. Estamos sentados en la pista en Portland y saldremos pronto. Estaremos en Seattle en aproximadamente una hora. Lleva a la señora Grey a casa; ve si necesita atención médica. Si no, permítele descansar, pero vigílala. El señor Grey estará en casa pronto una vez que lleguemos a Seattle.

* * * * *

‘Un amigo siempre debe subestimar tus virtudes y un enemigo sobreestimar tus fallas’.
Mario Puzo, El Padrino.

Libertad
Su celular suena pero el nombre no está registrado. No le gusta contestar llamadas de números anónimos, pero algunos de los escritores prefieren no estar enlistados para evitar a los fanáticos acosadores—. Buenos días, aquí Elizabeth Morgan, —contesta.
— Y mi carruaje llega, —dice la voz masculina sarcásticamente.
Ella se congela en su lugar—. ¡Jack! ¿Cuándo saliste?
— Esta mañana, y creo que tenemos un asunto inconcluso, Elizabeth.
— ¡Mira, Jack! Conseguiste tu libertad. Disfrútala. Esto te va a meter en más problemas.
— ¡Oh no, tú no! Tenemos un trato donde tú me ayudas así que accidentalmente no publicaré tu coño abierto por todo el internet, —amenaza—. Pero ya sabes que no es lo peor. ¡Fuiste atada y follada por no solamente uno, sino por dos hombres al mismo tiempo! ¿Qué tal estaría esa imagen con la distinguida señora Morgan de protagonista? Podría ser que no consiguieras trabajo como editora, pero estoy seguro que el camino a la industria pornográfrica abriría uno para ti. A pesar que no sabes cuantas ofertas recibirías desde que ya no eres una joven doncella. Así que, ¡NO ME JODAS, Elizabeth! Haz exactamente lo que te he dicho. Conozco el mapa de tu cuerpo, se lo duro que te gusta follar, lo que te hace el día, las ataduras, conozco cada deseo oscuro de tu corazón en la cama o cualquier otro lado. Si ahora eres una buena chica y obedeces, pudiera ser que experimentaras algo de eso nuevamente, —sisea como una víbora—. Ahora, sabes donde está el Dodge negro. ¡Y si sigues mis instrucciones al pie de la letra, tendrás tu recompensa y quizás no tengas que trabajar bajo las órdenes de esa chupa pollas, caza fortunas! Por cierto, ¿cómo se siente recibir órdenes por la niñita que contrataste solo unos meses atrás? ¿Hmmm? —Pregunta.
Elizabeth y muchas otras mujeres que trabajan en SIP están muy resentidas con Ana, y la mitad de ellas no lo pensaría dos veces para ayudar a encontrar la forma de hacerla quedar mal. La perra estaba casi sin un centavo hasta que le dieron el trabajo y se casa con el segundo hombre más rico de Seattle. ¡Christian Grey! El hombre es más rico que la mierda y más sexy que los dioses griegos. Todas las chicas arden de celos en SIP. Esto le serviría a ella muy bien—. Bien, Jack, —dice a regañadientes—. ¿Qué tengo que hacer?
— Buena chica. Bien, primero de todo, tenemos que tender nuestra trampa. Y la hermanita de Grey nos servirá muy bien. Ya que trabajas con la chupa pollas, sería lo mejor que secuestraras a la hermana de Grey justo después de su sesión en el gimnasio. Todos tienen una rutina.
— No sé a que gimnasio va, Jack, —dice Elizabeth.
— No te preocupues, yo lo sé. Ahora sé una buena chica y ven a recogerme. Tengo mi equipo en tu apartamento. Encuéntrame ahí.
— Bien. Dame algunos minutos. Tengo que escabullirme sin que nadie lo sepa.
* * * * *
— Te ves un poco diferente, —Le dice Elizabeth a Jack cuando lo ve fuera del edificio. Su cabello es corto, ya no lleva los aretes y se ve marcadamente bien vestido para un hombre que justo acaba de salir de la cárcel y está a punto de de secuestrar a dos mujeres. Está totalmente cambiado.
— No quiero ser visto por la cámara de tu edificio. Sé buena y consigue los tranquilizantes. Todos los diez paquetes. Tengo una bolso de lona con algunos suministros, todo listo para irnos. Discutiremos el resto una vez que bajes. Quizás quisieras cambiarte por una vestimenta negra. Algo que no llame la atención y una gorra de beisbol. Pero todavía no te cambies. Eso es para más tarde, —dice Jack sin desperdiciar una  palabra.
Cuando Elizabeth regresa con los artículos de su apartamento, van al estacionamiento, descubren el Dodge negro estacionado en una esquina apartada del aparcamiento.
— ¿Cómo están las cosas en SIP? —Pregunta Jack.
— Diferentes. Cambiando desde que Grey tomó posesión. Las reglas son más estrictas, también lo es la seguridad. Y hay guardia constante, el guardaespaldas de Ana. En realidad es desagradable. ¿Qué vio Grey en esa flaca Barbie? —Dice Elizabeth con desprecio.
— ¿Celosa? —Pregunta Jack encendiendo su rabia.
— ¡He trabajado tan duro como hiciste tú por mi trabajo, Jack! Llega ella y toma tu trabajo en el curso de dos semanas. Bien, de acuerdo, se lo dimos, pero no sabía que su marido se había hecho cargo de la empresa. Y ahora es dueña de nuestros culos. ¡Incluyendo el de Roach! Casi todas las mujeres editoras la desprecian. Pero Jack, esto, este camino que estamos tomando no tiene retorno. ¡No quiero ir a la cárcel!
— No serás apresada para ir a la cárcel.
— Ella lo sabrá. Puede con seguridad identificarme por lo que estás planeando que yo haga.
— No, no lo hará. Hemos hablado de esto antes. Si hubiera salido bien la primera vez, y hubieras hecho lo que se suponía que debías hacer, no habría ido a la cárcel y habríamos tenido cinco millones de dólares y tomando mojitos en el Caribe. Tal como está, tuve que recurrir a alguien más que Grey jodió, por pagar mi fianza. Tú agarra a la hermanita y métela al coche. Me encargaré de ella aquí. Luego, llamamos a la caza fortunas para conseguir nuestro pago. Consigue el dinero, y la recoges con el dinero en el banco asegurándote que no es seguida. ¡Si lo haces bien, consigues el mejor pago de tu vida! —Dice Jack sin tener la intención de compartir el dinero.
— Si voy a hacer la mayor parte del trabajo de campo, quiero el 50%. Mi carrera y libertad están también en la cuerda floja. —Dice.
— Cumple con tu parte del trato y tendrás el 50%. ¡Pero quiero darle las gracias a la zorra personalmente! Tráela aquí tan pronto como cobre nuestro pago, —dice sonriendo—. Ahora, trae la SUV aquí, —dice Jack—. Si mi horario es correcto, la hermanita saldrá en doce minutos. Dile quién eres y que Ana está enferma. Me haré cargo del resto una vez que entre al coche.
— De acuerdo, —dice Elizabeth nerviosamente—. ¿Cómo la reconoceré?
— Lo harás. Se ve como una avestruz, —dice Jack.
— ¿Qué? ¡Este no es momento para bromas, Jack! ¡Estoy temblando!
— Piernas largas, tetas grandes, cabello oscuro corto. Como este, —dice jalando una foto de Mia Grey.
Elizabeth mira la foto y traga, hace una respiración profunda y llega con el Dodge frente al gimnasio. Mia sale en sus pantalones apretados de yoga y top, con su mochila de deporte sobre el hombro y los auriculares del iPod insertados en sus oídos.
Elizabeth se apresura para encontrarse con Mia—. Lo siento, señorita Grey, —dice toda nerviosa.
— ¿Sí? —Contesta Mia.
— Me disculpo por abordarla en este momento, pero soy Elizabeth Morgan de SIP. Soy jefe de Ana. Su cuñada Ana no se siente bien, y creo que por alguna razón no ha podido encontrar a su marido. La hemos llevado a un hospital local; está siendo sometida ahora a algunos exámenes. No tenemos idea de lo que está mal con ella, y los doctores no me darán información ya que no soy pariente cercano. Me pidió que la llevara. No sabía como encontrarla. ¿Podría ir conmigo? ¡De verdad necesita a alguien! —Dice Elizabeth con ansiedad genuina, pero por razones diferentes.
— ¡Oh Dios! ¡Mejor llamo a mamá! Es doctora. Nos puede alcanzar en el hospital.
— Por favor haga eso en el coche. ¡No tenemos tiempo que perder! —Elizabeth apura a Mia tomando su codo dirigiéndose al coche en tono de súplica. Mia entra al asiento del pasajero del vehículo y Elizabeth se sienta en el lado del conductor e inmediatamente asegura las puertas poniendo el motor en marcha. Tan pronto cómo Mia voltea hacia atrás para poner su bolso de gimnasia nota la presencia de Jack.
— ¿Quién es usted? —Pregunta confundida.
— Hola, —dice Jack mientras rodea su cuello y cubre su boca y nariz con una toalla impregnada de cloroformo, y mientras va cediendo la pelea de los pulmones de Mia le inyecta suficiente tranquilizador para caballos que podría poner a uno en el suelo—. ¡Date prisa! —Le sisea a Elizabeth que lo observa boquiabierta. Con manos temblorosas se las arregla para poner la SUV en marcha—. Te daré las indicaciones, —dice Jack jalando el flácido cuerpo de Mia en la parte trasera de la SUV. Jack le indica que se dirija a la zona industrial de la ciudad que es un conjunto de edificios abandonados, viejas fábricas con vidrios rotos y grafitis en las paredes. Huele a moho, polvo y descomposición. Jala el cuerpo de Mia y lo pone sobre su hombro cargándola y llevándola dentro del edificio. La deposita en un colchón manchado con suciedad, fluidos corporales, posiblemente sangre y materia fecal. Apesta, pero nuevamente la perra no lo necesitará por mucho tiempo. Es solo el cebo, y el cebo pertenece al océano. No le importará nada. Ata sus manos y pies, y tapa su boca, no porque se vaya a despertar pronto, si es que despierta—. Fase Uno completada, —dice mientras sale del edificio, completamente contento consigo mismo.
— ¿Y ahora qué? —Pregunta Elizabeth.
— Ahora sumergimos el cebo en el agua. ¡Es día de pago! —Dice y le muestra el celular de Mia. Busca entre los números y encuentra el de Ana en la lista.
 El teléfono suena varias veces y Jack se pone ansioso ante la perspectiva de que Ana no conteste. Eso no estaba en los planes. Pero sí lo hace—. Mia, —contesta con voz brillante.
Jack sonríe con la mayor sonrisa que haya hecho antes. Después de todo es su pago con quien está hablando—. Bien, hola Ana, largo tiempo sin hablar.
— Jack, —responde conmocionada, aterrada, con voz queda.
El tono que estaba Jack esperando—. Me recuerdas, —contesta en tono suave, sonriendo mordazmente.
— Claro. Por supuesto.
— Posiblemente te estás preguntando porque te estoy hablando.
— Sí, —dice vacilante. Posiblemente debería colgar.
— No cuelgues. He tenido una pequeña charla con tu cuñadita.
— ¿Qué has hecho, —pregunta con temor.
— Óyeme, jodida puta cazafortunas. Jodiste mi vida. Grey jodió mi vida. Me lo deben. Tengo a la zorrita conmigo ahora. Y tú, ese chupa vergas con el que te casaste y toda su jodida familia me la van a pagar.
— ¿Qué quieres?
Ah, la pregunta que ha esperado durante muchas semanas—. Quiero su dinero. Realmente quiero su jodido dinero. Si las cosas hubieran sido diferentes, podría haber sido yo. Así que tú me lo vas a conseguir. Quiero cinco millones de dólares, hoy.
— Jack, no tengo acceso a esa cantidad de dinero.
Y, ¿cuál es mi problema?, piensa Jack—. Tienes dos horas para conseguirlo. Eso es… dos horas. No le digas a nadie o si no esta zorrita lo paga. No policía. No al histérico de tu marido. No a su equipo de seguridad. Lo sabré si lo haces. ¿Entendido?  —Grita. Ella queda en silencio. Es terror, ¿o debe colgar? —. ¡Entiendes! —Grita enérgicamente.
— Sí, —susurra.
Ciertamente es miedo, Jack está orgulloso de su actuación—. O la mataré. —Puede oír el soplido deAna por el teléfono—. Ten tu teléfono contigo. No le digas a nadie o la follaré antes de matarla. Tienes dos horas.
— Jack, necesito más tiempo. Tres horas. ¿Cómo sé que la tienes? —Pregunta, pero él cuelga. No hay oportunidad de pensar. Sólo tiene tiempo para conseguir el dinero.
Ahora, es el momento de Elizabeth para actuar. Después de todo el tiempo corre.
Cuando nos dividimos
Cuando nos separamos
En silencio y lágrimas,
Medio corazón roto
Para cortar durante años,
La palidez de tu fría mejilla creció,
Más frío tu beso;
Verdaderamente esa hora predicha
Tristeza por eso.

El rocío de la mañana
Un escalofrío en mi frente--
Se sintió como la advertencia
De lo que siento ahora
Tus votos están todos rotos,
Y la luz es tu fama:
Oigo tu nombre hablado,
Y comparte en su vergüenza.

Te nombran antes que yo,
Una tonada para mi oído;
Un estremecimiento viene sobre mí--
¿Por qué eras tan querida?
No saben que te conocí,
¿Quién te conocía tan bien?
Lond, siempre lo lamentaré,
Demasiado profundo para contarlo.

Guardé el secreto de que nos conocimos--
Un silencio que me duele,
Que tu corazón podría olvidar,
Tu espíritu engaña.
Si me encontrara contigo
Después de largos años,
¿Cómo debería saludarte?

Con silencio y lágrimas.
Lord Byron
* * * * *

— Torre de control Sea-Tac, aquí Charlie Tango solicitando permiso para aterrizar.

— Helicóptero Charlie Tango, autorizado para aterrizar en el aeropuerto Sea-Tac, aproxímese dando vuelta a la izquierda a la ruta de llegada 11 del helipuerto. Permanezca a 200 metros del otro helicóptero. Por favor, tenga precaución, estela de turbulencia. Despejado para aterrizar.

— Aterrizando en el helipuerto 11, ruta de llegada 4. A 200 metros del otro helicóptero, —respondo y aterrizamos en Sea-Tac. Me quito los auriculares y me desabrocho el arnés y Taylor está haciendo lo mismo.

Su BlackBerry suena inquietante tan pronto lo enciende, mira hacia arriba y responde de inmediato—. ¡Sawyer! ¿Qué pasa? —Escucha y su cara palidece, tomando un color cadavérico—. ¿Qué ella hizo qué? —Grita—. ¿Dónde estás? Cálmate, ¿estás corriendo?... ¿Conduciendo?... ¿Dónde?

— ¿Qué está pasando? —Pregunto con los ojos ardientes, pero no tengo oportunidad de conseguir una respuesta, porque mi celular está vibrando—. Grey, —contesto cortante.

— Señor Grey, —dice una voz monótona—. Soy Troy Wheelan del Pacific Northwest Bank. La señora Grey está aquí para sacar cinco millones de dólares en efectivo, señor. Obviamente esto… —dice pero lo corto.

— ¿Ella está haciendo qué?

— Retirando cinco millones de dólares, señor, que es altamente irregular para nuestro banco sin aviso previo, pero afortunadamente tenemos las reservas en efectivo para el oeste del Pacífico, —balbucea con cierto jodido orgullo mientras mi mundo se desmorona a mi alrededor.

— Me importa una jodida mierda lo que tu banco tiene o sus reservas. ¿Acabas de decirme que mi esposa está ahí para retirar cinco millones de dólares?

— Sí señor, en este momento está sentada en mi oficina. Estoy preparando el papeleo, pero como dije, es altamente irregular, y tenemos que verificar de que activos debemos retirarlos.

Mi corazón late en mis oídos. No puedo respirar. Mi mujer, mi amor me está dejando con cinco millones de nuestro dinero. Se va. Me recargo sobre Charlie Tango, y los ojos de Taylor se ensanchan—. Antes de hacer cualquiero cosa, quiero hablar con mi esposa , Wheelan. Ponla en la línea.

— Ah, está esperando mientras completo el papeleo.

— No llenarás ningún jodido papeleo, si no demando a tu banco hasta el último centavo. Ahora, pon a mi esposa en el jodido teléfono, ¡ahora! —Grito manteniendo el teléfono frente a mi boca. Mis manos están temblando, todo está desmoronándose y mi corazón está siendo cortado en pedazos. Estoy respirando fuertemente. Taylor tiene una terrible mirada en su cara; totalmente conmocionado.

La voz de Ana llega al teléfono—, hola, —dice suavemente.

— ¿Me estás dejando? —Pregunto en un susurro desgarrado. Nunca he sentido la angustia, abatimiento, desamor y tormento que tengo en este momento. Preferiría morir antes que oír su confirmación. Pero necesito saber. Por favor cariño, no me dejes.

 
  
— ¡No! —Dice completamente sorprendida por mi pregunta. ¿Entonces que está haciendo? Pero cambia su respuesta—. Sí, —dice en un murmullo. Dijo ‘sí’, me está dejando. Susurro mi sollozo; mi universo está destruido, me arrodillo sin vida, sin poder. La muerte sería mejor que este dolor. Preferiría morir antes que haberlo oído. ¿Alguna vez me amó? ¿Acaso un poco? Dijo que nunca me dejaría, y ahora… Me doblo sobre mis rodillas y mi mano tirando de mis cabellos.

— Ana, yo… —No puedo terminar las palabras. No tengo palabras. Mis facultades me abandonan. Quisiera retractarme, todo el daño que infligí. Sólo… Sólo… No me dejes. Mi sollozo conmocionado encuentra su escape y la angustia me cubre.

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