Capítulo
X
Invicto
Traducido y editado por María
Teresa Camp Gozalbo
Invictus
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.
William Earnest Henly
–
Llamo
a Anastasia de camino al hospital. El teléfono suena pero no contesta. Siempre
contesta. Preocupado, aunado a la reunión con Lincoln y sus abogados me inquieto
inmediatamente. Cuelgo sin dejar mensaje y marco de nuevo. Aún no contesta.
¡Joder! ¿Dónde está? ¿Pasa algo con Ray? ¿Con ella?—. ¿Taylor, te ha llamado Sawyer?
— No señor. Pero hace alrededor de una hora me envió un mensaje de texto
diciéndome que estaba llevando a la señora Grey, —dice mirándome a los ojos por
el espejo retrovisor. La preocupación se refleja en mis ojos.
Marco el número de Sawyer. También suena y nadie contesta y cae al buzón
de voz—. ¿Dónde diablos estás y porque no contestas? —Siseo y cuelgo—. ¿A qué
hora recibiste el mensaje de Sawyer? —Le pregunto a Taylor.
— Alrededor de las tres menos diez, señor.
Marco al hospital ya que he hecho llamadas para verificar la condición de
Ray—. Buenas tardes… —Contesta la enfermera.
— Aquí Christian Grey. Quiero saber si Ray Steele ya saió del hospital
hoy.
— Lo siento señor, no damos información de un paciente por teléfono que no
sean parientes cercanos, —replica cortante.
— Enfermera, ponga al médico a cargo de Ray Steele al teléfono
inmediatamente. Soy su yerno y soy quien está pagando por su cuidado. ¡Soy un
pariente cercano! —Grito.
— No hay necesidad de gritar, señor. Estoy localizando a la doctora
Polanski. Espere por favor, —dice y me pone en espera.
— ¡Acelera Taylor! —Ordeno nerviosamente.
— Sí señor, —responde y soy empujado hacia atrás del asiento por la
aceleración.
— Buenas tardes, soy la doctora Polanski, —una voz de mujer contesta.
— Doctora Polanski, ¿salió Ray Steele esta tarde?
— ¿Y usted es?
— ¡Christian Grey! —Contesto exasperado.
— Señor Grey, sí, el señor Steele ha sido dado de alta hace alrededor de
quince minutos, —dice y oigo el revolver de papeles, posiblemente revisando los
expedientes.
— ¿Estaba la señora Grey con él?
— Creo que sí, señor Grey, —contesta mientras Taylor entra al
estacionamiento del hospital, con las llantas rechinando. Paramos frente a la
entrada.
— Lo dejo aquí, lo encontraré en pocos minutos, señor, —dice Taylor. Abre
la puerta y brinco rápidamoente hacia la entrada.
— ¿Hola? ¿Señor Grey? —Pregunta la doctora llenando el silencio—. ¿Es todo
lo que necesita saber, señor Grey?
— ¿Es posble que el señor Steele aún esté en las instalaciones del
hospital?
— No estoy segura señor. Le entregamos al señor Steele los papeles del
alta, y lo dejé en el cuarto. Es posible que haya dejado el hospital. Su
transporte estaba aquí para llevarlo a casa.
— Gracias, —digo y oigo una llamada de entrada. Cambio de línea colgando
la de la doctora—. ¿Dónde diablos has estado? ¿Y por qué no contestabas el
teléfono? —Grito acremente.
— Lo siento señor Grey. Cuando la señora Grey estaba en el cuarto del señor
Steele, se sintió repentinamente mal y estaba vomitando, temblando
violentamente y preocupó a todos en el cuarto, así que me precipité sobre ella
y me apresuré a llevarla al consultorio de la doctora de inmediato. Su llamada
entró justamente cuando estaba tratando de llevar a la señora Grey al
consultorio de la doctora Greene.
— ¿Qué? ¿Qué pasa con mi esposa? —Grito.
— Cuándo le dieron al señor Steele sus papeles de alta y su médico se
había ido, en un momento estaba hablando con su papá y al siguiente estaba
mareada y trató de apurarse para llegar al baño pero ya iba vomitando por el
camino. El señor Rodríguez intentó ayudarla porque parecía que súbitamente la
señora Grey se había debilitado, pero le dijo que no necesitaba ayuda, que
estaba resfriada y que no quería contagiar el virus. Por supuesto nadie creyó
eso y todos se veían extremadamente preocupados. Una vez que dejó de decirles
que estaba bien, comenzó a sacudirse y se dobló al tiempo que evité que la
señora Grey cayera al suelo. Ya estaban llamando a una enfermera y la señora
Grey dijo a su papá que debía irse a casa y que ella estaría bien. El señor
Steele estaba muy preocupado pero no discutió con ella, pero el señor José
Rodríguez hijo, quiso quedarse con la señora Grey mientras mandó al señor
Steele a casa con su papá.
— Bueno, ¿se quedó?
— Bueno, la señora Grey insistió que debía llevar a su padre, ya que ni el
señor Rodríguez ni el señor Steele estaban en las mejores condiciones para
manejar. Le aseguró que yo me haría cargo de llevarla a casa y que estaba
llegando. Y dijo que estaba bien.
— ¿Dónde está Ana ahora?
— Está siendo atendida por la doctora Greene. Acabo de salir de su
consultorio para llamarlo, señor.
— De acuerdo.
— Está en el segundo piso. Vaya a la derecha cuando salga del elevador.
Siga por el corredor, y cuando el corredor se convierta en una Y tome la izquierda.
Su consultorio es el tercero a su derecha. No puede perderse. Estoy esperando
afuera, señor.
— Gracias Sawyer, —contesto sorprendiéndolo.
— ¿Señor Grey?
— Sí.
— Debo recordarle, señor. El señor Rodríguez hijo también está esperando
en la puerta.
— ¿Qué carajos? ¡Pensé que llevaría a Ray de regreso a Montesano!
— Eso es lo que pensé, pero creo que el señor Steele todavía está
esperando en su cuarto hasta tener la seguridad de que la señora Grey está
bien. Parece ser que no creyeron su historia de ‘tengo un resfriado’.
Aparentemente, inicialmente estaban preocupados que el evento estuviera
relacionado con la conmoción cerebral, que es por lo que llamaron a una enfermera
a pesar de sus protestas. La señora Grey les dijo que tenía a su doctora en el
hospital y que yo podría llevarla con ella, lo cual hice. Pero el señor Rodríguez
debe habernos seguido. Cuándo salí del consultorio estaba de pie en la puerta,
agitado, nervioso y completamente molesto tratando de preguntarme por la salud
de la señora Grey.
Pulso impacientemente el botón del elevador. Cuando suena al abrirse,
estoy listo para subir las escaleras. La gente saliendo del elevador me
observa, con la rabia agitada, cerca de gruñir en el teléfono; me evitan
mientras dejan el elevador y rápidamente se alejan de mí. Tan pronto llego al
segundo piso, sigo las indicaciones de Sawyer y encuentro el consultorio de la
doctora Greene. Cuando veo a Sawyer, me saluda con un gesto. Mis labios están
apretados en una línea.
— ¡Christian! —Dice José Rodríguez, no como un saludo sino en tono
acusador y beligerante.
— José, —respondo, pero no quiero perder el tiempo con él. Tan pronto como
llego a la manija de la puerta, su mano agarra mi antebrazo. Mis ojos se
dirigen a su mano agarrando mi brazo. Mientras mi mirada quema su mano,
inmediatamente me suelta—. ¿Qué? —Siseo.
— ¿Qué pasa con Ana?
— ¡Nada le pasa! —Digo haciendo el intento de entrar.
— ¡Jodida mierda! ¡No me mientras hombre! Su papá está preocupado y
esperando en su cuarto. Estaba tremendamente enferma; ni siquiera pudo llegar
al baño. ¡Casi vomitó sobre su padre! Si no la hubiera detenido, hubiera estado
su cara en el suelo sobre su propio vómito. ¡Se nota claramente que aún no se
ha recuperado de su conmoción cerebral! ¿Cómo diablos le permitiste que
regresara a trabajar cuando acaba de salir del hospital y aún está enferma? ¡No
es que necesites el dinero! —Sisea acusadoramente.
Next contestant –
Nickelbacks
— ¿Ya terminaste con tus acusaciones?
— ¡Aún no he empezado! —Dice con determinación, en mi cara. Viendo mi
explosiva mirada, da un paso atrás, pero se fuerza a estar quieto en su lugar.
— Mi esposa es editora. ¡No está arando en el campo, por Dios, y es la que
deseó regresar a trabajar, con la aprobación de su doctora!
— ¡No la viste hace diez minutos! ¡En un momento estaba hablando y al
siguiente minuto estaba verde, tropezando con sus propios pies tratando de
llegar al baño! ¡Ni siquiera pudo pasar de la cama de Ray antes que vomitara
como el volcán Vesubio! ¡Una vez que adornó el piso de la habitación de Ray con
el contenido de su estómago, estaba agitada y habría estado doblada en el piso
si no la hubiera sostenido! ¡Y trató de convencernos de que se trataba de un
resfriado común! Sabíamos que no estaba resfriada. No tenía ningún síntoma
cuando entró. Se veía completamente bien. ¡Le dijimos a la enfermera que vino
que ella había estado en el hospital solo una semana antes con fractura de
cráneo y contusiones! Y tu hombre aquí, —dice levantando la voz mientras apunta
con un dedo acusatorio en dirección a Sawyer—. ¡Dijo que tenía a su doctora
aquí, y sin una palabra a las preguntas de su padre, la recogió y la trajo
aquí!
— No pasa nada con ella, o al menos no tenía nada esta mañana al salir o
cuando hablé con ella esta tarde. Si mi esposa se siente enferma, es mi trabajo
ir y saber que pasa, ¡y tú me estás entreteniendo aquí!
— No eres bueno para ella, hombre, —sisea con animosidad.
— ¿Qué carajos acabas de decir, jovencito?
¡Esa mujer es mi esposa, y la
amo! —Siseo con voz peligrosamente baja dando un paso hacia él.
— ¡Desde que te conoció, cambió! Como si te tuviera que pedir permiso por
las cosas más simples que hace. ¡Puede que la ames, pero no cambia el hecho de
que no eres bueno para ella! ¡Casi la golpearon a muerte tus enemigos, y le
permites regresar al trabajo cuando todavía no está recuperada de sus lesiones!
— ¡No está enferma por sus lesiones!
— ¿Estás seguro de eso, señor ‘la
amo’? ¿Cómo puede ser? No viste el miedo en la cara de su papá cuando se
dobló y cuando tu guardaespaldas se la llevó rápidamente en sus brazos antes
que la enfermera pudiera examinarla. ¿Qué diablos estás ocultando a sus seres
queridos? ¿Las lesiones que sufrió en manos de tus jodidos enemigos la dejaron
permanentemente dañada? —Me acusa nuevamente, y ya no puedo contenerme más.
Empujo a Rodríguez con tal fuerza que su cabeza se balancea y pega contra la
pared donde lo presiono con mi antebrazo derecho sobre el cuello y utilizo la
fuerza de mis piernas para contener el resto de su cuerpo. Veo desde mi visión
periférica que los ojos de Sawyer se abren y oigo un par de pasos apresurados
que corren en nuestra dirección. Es Taylor.
— ¿Vas a refrenarme porque me preocupo por mi amiga más de lo que debe
hacerlo su marido? —Dice con voz ahogada mientras mi brazo le presiona la
garganta. Hace su mejor esfuerzo para empujarme.
— Para tu información, pendejo, mi esposa no está enferma por las lesiones
que sufrió. ¡Está sana! ¡Tiene vómitos porque está embarazada de nuestro hijo!
— ¡¿Qué?! —José susurra como si lo hubiera dado un puñetazo. Deja de pelear
por un minuto y lo suelto, dando un paso atrás.
— Ella quería esperar hasta las doce semanas. ¡Ese es el motivo por el
cuál no queríamos decirle a nadie! Es muy probable que sean los vómitos de cada
mañana. —José trata de recomponerse, por unos minutos completamente
estupefacto, su pecho sube y baja en rápida sucesión. Una cadena de emociones
pasan por su mirada. Sus ojos se ensanchan y debe haber llegado a alguna
conclusión, su cara se convierte en un gruñido.
— ¡Estás enfermo! ¿Ya la embarazaste? ¡Apenas tiene 22 años! ¿Qué? ¡Al
segundo de conocerla, la cortejaste con tu dinero, y ni siquiera le permitiste
tomarse un respiro hasta que se mudó contigo, y para mantenerla a tu lado, la
embarazaste! ¡Qué te jodan! ¿Estabas tan asustado de que no se fuera a quedar
contigo que tuviste que embarazarla para atarla a ti como tu niña mimada? Dime,
¿se casó contigo porque la embarazaste? —Grita acusador.
La bestia que mora en mí está despierta y doy un paso hacia él. Pero mi
paso se interrumpe. Antes que pueda decir nada, la doctora Greene abre la
puerta. Anastasia y el colega de la doctora miran por la puerta. La boca de
Anastasia se abre, sus ojos desmesuradamente abiertos y conmocionados, traición
y decepción al oír las acusaciones de José. Apenas registro que está con la
bata de hospital puesta.
— ¡José Rodríguez, es necesario que te vayas ahora! —Dice con voz
tranquila pero con determinación. Su cara traiciona sus sentimientos de feroz
hostilidad. Me doy cuenta que su esfuerzo por mostrar una fachada de calma es
por mí.
— ¡Pero Ana! ¡Este tipo, —dice levantando su pulgar hacia mí—, está
tratando de manipularte!
Toxic – Britney Spears
— José, para tu inapropiada
preocupación por mí. Eres mi amigo, y me gustaría que te mantuvieras de esa
forma. Mi marido y yo no tenemos que darte explicaciones de nuestras acciones y
decisiones.
— ¡Te ha cegado con cosas, Ana! ¿No lo ves? ¡Te está atando a él por un
niño! —Sisea.
Los ojos de Ana están llenas de lágrimas furiosas—. No te atrevas a hablar
de mi bebé. ¡Es mío y lo quiero! —Dice mientras se frota los ojos furiosamente
con el dorso de la mano.
¡Eso es! ¡Lo agarro por el cuello y lo empujo. Taylor interviene.
— Joven, deje a mi paciente en paz. ¡Llamaré a seguridad! —La doctora
Greene se enfada.
Doctora Greene
Estoy a punto de enviarlo al reino de los muertos, Taylor se interpone
entre José y yo, sus ojos se fijan en los míos con determinación y le contesta
a la doctora Greene—. No es necesario señora. Mi compañero y yo lo sacaremos.
Y en ese momento…— ¡José Luis Rodríguez!, —Grita una voz en tono de
reprimenda. Todos volteamos.
— ¡Cállate papá! —Responde José a su padre.
— José, discúlpate con mi hija y mi yerno, y después es mejor que te
vayas. Tomaré un taxi, dice el padre de Ana en tono displicente. Está sentado
en una silla de ruedas empujado por un enfermero. El señor Rodríguez está a su
lado con mirada adusta, enojada y avergonzada.
— ¡Ray! lo siento, ¿pero no ves lo que pasa aquí? —Arguye José.
— Sí, veo lo que está pasando: mi hija y mi yerno me están convirtiendo en
abuelo. ¡No mees en mi patio! Me caes bien, pero no repetiré mi advertencia
nuevamente: Discúlpate con mi hija y mi yerno y después vete. La decisión de
tener un hijo no es incumbencia de nadie, excepto de ellos, —dice Ray con una
nota de felicidad, orgullo y con censura hacia José—. ¡No cruces la línea!
— Lo siento. ¡Alguien tiene que pensar en Ana! ¡No parece que alguien más
lo esté haciendo!
— ¿Estás seguro que tu preocupación es por mi hija y no por ti? —Pregunta
Ray.
Ana sale descalza del consultorio de la doctora Greene, las manos en la
cadera, está sin habla por el arrebato de José.
— Señor Rodríguez, le sugiero que se lleve a su hijo de aquí, señor.
Claramente se nota que enoja a mi esposa, y en este preciso instante no quiero
otra cosa que darle una lección que nunca olvidará, pero si hago eso, heriré
los sentimientos de mi esposa, —digo mientras sostengo a Anastasia que se ve
que está desconcertada, cerca de las lágrimas y temblando.
— ¡José! ¡Vamos hijo! ¿Estás borracho? ¿Te metiste algo? ¿Qué te ha
pasado?
— ¡No papá! Estoy más sobrio que nunca. Ana, por favor, lo siento… Siento
no haber estado para ti esa noche… Estaba borracho. ¡Primero me porté como un
imbécil, y después permití que Grey me intimidara con su presencia! ¡Si me
hubiera portado de forma diferente entonces, posiblemente hubieras tomado una
decisión diferente. Perdí la cabeza cuándo te vi doblada vomitando, y agitada.
¡Y acabas de salir del hospital por las lesiones que te causaron los enemigos
de Grey! ¡Por favor, Ana! En verdad estoy preocupado por ti. ¡Y ahora te ha
embarazado para tenerte bajo su control! —Y esta es la última gota que derrama
el vaso. Me abalanzo sobre José. El infierno se desata.
— ¡Christian! —Grita Ana.
— ¡José! —Oigo al señor Rodríguez gritar al mismo tiempo.
La doctora Greene o alguien más deben haber llamado a seguridad porque
vagamente oigo pasos. Estoy muy ocupado para poner atención porque estoy
tirando a José al suelo. Taylor y Sawyer inmediatamente toman acción. Lo
empujan lejos de mí y de mi agarre para separarnos.
— ¿Qué pasa aquí! —Grita el guardia de seguridad del hospital mientras nos
sujetan a José y a mí.
— ¡Seguridad! ¡No! El señor Grey estaba defendiendo a su esposa
embarazada.
— ¡Lo siento doctora pero tenemos que hacer nuestro trabajo!
La doctora Greene agarra con fuerza el brazo del guardia y lo empuja hacia
un lado—. ¿Se da cuenta de a quién debería arrestar, y lo que hará la Junta
Directiva con sus culos por aprehender a uno de nuestro mayores benefactores
por proteger a su esposa embarazada? ¡Este hombre es Christian Grey! ¡Sus
acciones en este momento determinarán si nuestro hospital enfrentará demandas!
El guardia de seguridad palidece. Aclara su garganta—. ¿Está este hombre
ofendiéndola, señora? —Pregunta y dirige su atención apuntando a José que se ve
desaliñado. Su camisa desabrochada, el cabello despeinado y una ligera herida
en el cuello que ya se ve amoratada.
— No, solamente fue un malentendido. Ya se estaba yendo. — Contesta Ana.
Aprieto los dientes, mis manos en puños pero me las arreglo para mantenerlos
rígidos a mis costados.
— ¿Señor? ¿Va a presentar alguna queja contra este caballero? —Voltea
preguntándome.
Muevo la cabeza negando—. Mis hombres lo escoltarán afuera —digo
impasible.
José se suelta del agarre de Taylor y Sawyer—. ¡Déjame ir hombre! ¡Conozco
la salida! —Dice con una mirada de tristeza a Ana que lo mira una enojo y
crueldad—. ¡Ana, lo siento! Al verte
enferma, perdí la cabeza. Y habiéndote él embarazado… —Para mi sorpresa
Anastasia da tres pasos frente a José y lo abofetea.
— ¡Ya cállate José! ¡Es mi bebé!
¡Nuestro bebé y queremos a nuestro
bebé! —Dice mirando mi cara interrogante, atreviéndose a retarme a decir nada
más. Asiento, mis ojos se suavizan.
— Sí, así es. —Contesto jalando a mi esposa abrazándola protectoramente.
Mi mirada tira dardos a José, mi fosas nasales enciendiéndose como un toro
embravecido.
— Pensándolo bien, —dice Ray—, ¿por qué voy a pagar un taxi? Vinieron aquí
para recogerme. Me llevarás de regreso a casa, José. —Ray se apiada de él con
su mirada.
— Vamos hijo, —El señor Rodríguez persuade a José.
— Adiós Annie. Llámame mañana, —dice Ray levántandose de la silla de ruedas
y caminando hacia Ana. La abraza y le da un beso—. Perdódalo. Es estúpido y
está enamorado, nena, —le susurra en su oreja.
— Oh, papito, —dice Anastasia y solloza quedamente—. En este momento no
puedo.
— Trata. Y, felicidades a los dos. ¡Soy muy feliz de saber que mi nena me
va a convertir en abuelo! —Ana lo abraza más fuerte.
— ¡Gracias a ti papito!
— Lo siento mucho, Ana, señor Grey… —dice el señor Rodríguez, avergonzado
por su hijo.
José le dirige una mirada triste a Ana—. ¡Lo siento Ana! —Dice en voz
apenas audible, pero Ana voltea la cara hacia mi pecho. Él deja caer la cabeza
y se dirige con el grupo a la salida del hospital.
Cuando Ray, José y el señor Rodríguez salen, Taylor me mira. Asiento y él
discretamente los sigue hasta el exterior del hospital.
— Necesito hacer un reporte del incidente, —dice el guardia de seguridad.
— No hay necesidad de eso.
— ¿Pero señor?
— Regrese a su puesto, —le ordena la doctora Greene. Él y sus dos
acompañantes asientes y se van—. Bueno, eso fue interesante, —dice la doctora
Greene tratando de aligerar la atmósfera—. Ana, supongo que podemos empezar tu
examen. Pero, si quieres, puedes descansar un rato. ¿Quiere agua? —Pregunta
mientras cierra la puerta detrás de nosotros. Sostengo la mano de Ana sin
palabras. Todavía estoy temblando de rabia y tensión. El peso del día me está
afectando. Primero el jodido Linc y sus abogados, y ahora José… si no estuviera
locamente enamorado del amor de mi vida, mi razón de ser, me sentiría mal por
él. Pero tal como están las cosas, enojó a mi esposa y escupió la noticia de su
embarazo a su padre sin darle a Ana la oportunidad de decírselos en su momento.
Me importan una mierda sus acusaciones contra mí. ¡Dijo que la había embarazado
a propósito! ¡A pesar que su embarazo no fue planeado, estoy jodidamente feliz
de haberla embarazado! ¡Es mi mujer, mi esposa, y lleva a mi hijo en su
vientre! ¡Mío! Y está jodidamente
celoso de eso. Curiosamente, no había estado más feliz de la existencia del
bebé como lo estoy ahora. Ella tiene todo de mí; cuerpo y alma, y el hecho de
que sea completamente mía, enoja a otro hombre.
All of me – John Legend
Su agresión
automáticamente me indujo a defender fieramente a mi esposa e hijo. Otro hombre hablando de mi
hijo como si fuera una abominación, un ente no deseado o una herramienta para
mantener a Ana conmigo, me enoja. Ana quiere a nuestro bebé y como
censecuencia, lo que Ana quiere, yo quiero que lo tenga.
— ¿Señor Grey? —La doctora me pregunta buscando respuesta a una pregunta
que no oí.
— ¿Disculpe? —Digo sacudiendo la cabeza.
— ¿Quiere también una botella de agua?
— Sí, seguro, —respondo ausentemente.
Ana me mira con preocupación.
— Ana se ve como si tuviera el malestar mañanero, —dice la doctora Greene.
— ¿Malestar mañanero? ¡Son más de las 5pm, doctora Greene! —Replico
bruscamente.
— Señor Grey. El malestar mañanero es una expresión común relacionada con
las náuseas y el vómito. El nombre se le ha dado de esa manera porque
generalmente todos los síntomas se presentan en las primeras horas de la mañana
y generalmente se reducen en el curso del día pero pueden ocurrir en cualquier
momento. Para algunas mujeres llegan a parar después de las doce semanas y,
para otras, pueden continuar hasta cerca del final del segundo trimestre. Por
supuesto que no queremos que la señora Grey se deshidrate si vomita con
frecuencia. Señora Grey, si pudiera terminarse la botella que le di, podría ver
al bebé mejor con su vejiga medio llena. Quiero ver si podemos oír el latido
del corazón. No pudimos oírlo la última vez. De todas maneras, tengo un nuevo
aparato de ultrasonido que es muy sensible. Este puede detectar el latido cardíaco
entre las seis a ocho semanas, pero generalmente es mucho mejor oírlo después de las diez
semanas. Es importante verificarlo para precisar su fecha de parto.
Anastasia abre los ojos. Retuerce mi mano excitadamente—. ¿Cuándo puede
verificarlo, doctora Greene? Ya termine la botella de agua, —dice mostrando la
botella vacía.
La doctora Greene sonríe—. Ahora, por supuesto. Por favor recuéstese en
esta cama, señora Grey, —le ordena la doctora Greene y Ana obedece
inmediatamente.
— ¿No la tiene que examinar a través de su vientre, doctora Greene? —Pregunto.
— En las últimas etapas del embarazo, esa es la manera que
podremos examinar los signos vitales de su bebé. Pero, siendo tan pequeño es
normal que un ultrasonido común no registre los latidos del corazón en esta
etapa temprana. Es por eso que necesito usar una sonda para ultrosonido
vaginal, —explica mostrándome lo que parece
como un raro pene delgado doblado a la mitad. Ana pone sus piernas en los
estribos y la doctora Greene abre sus piernas. Cubre a Anastasia con una hoja
de papel. Ana me mira con los ojos muy abiertos, su mano buscando la mía. Automáticamente
se la toma parándome a su lado, tratando de calmarla—. Señora Grey, doble las rodillas y necesito que se relaje. Voy a poner
un condón en el extremo del transductor, lo lubricaré y lo introduciré en su
vagina como hice la última vez. Vamos a ver si su bebé quiere comunicarse con
nosotros hoy, —dice. La doctora empuja las rodillas de Ana hacia atrás y abre
más sus piernas—. Señora Grey, está muy tensa. Se está apretando; no quiero
lastimarla. Ahora necesita relajarse, —dice mientras intenta introducir la
sonda en mi esposa. Anastasia se estremece—. Señora Grey, —le advierte
nuevamente.
— Relájate nena, —susurro y hago círculos en la palma de su mano con mi
pulgar. Esto siempre la excita. Me inclino y beso su frente. Ella trata de
sonreír. Con la otra mano, acaricio su cabello y con lentitud pongo los dedos
pulgar e índice detrás del lóbulo de su oreja y localizo su punto de
excitación. Después, con extrema lentitud deslizo los dedos al lóbulo de su
oreja nuevamente y lo masajeo. Siento como la tensión abandona su cuerpo con su
mano relajada en la mía. Algunas formas aparecen en el monitor del aparato de
ultrasonido mientras la doctora mueve la sonda dentro de Anastasia.
— Ahora voy a tratar de encontrar la posición para ver si pocdemos oír el
latido del corazón de este pequeño. Tengan en cuenta que este feto es muy
pequeño, y si el embarazo ocurrió después de lo que pensamos, podríamos no oírlo
todavía. Pero basados en el fecha de su última menstruación, es posible que hoy
podamos oírlo.
— ¿Qué es esa forma oscura en el monitor? ¿Es eso el bebé? —Pregunto. La
forma no se parece en nada a un bebé.
— Bueno, ese es el ovario de la señora Grey, y esto… —la doctora Greene
señala una semilla como de limón después que mueve la sonda— …este es su bebé.
— ¿Esa semillita? —Pregunto incrédulo.
— Síp, esa semillita es su bebé, señores Grey, —dice con una sonrisa.
Anastasia apenas puede quitar sus ojos llorosos del monitor y me mira, tratando
de adivinar mis pensamientos. La doctora Greene toca algo en el aparato del
ultrasonido y pronto se oye en todo el cuarto el sonido como de una lavadora, o
más bien como si alguien estuviera rascando un disco de vinilo de forma rítmica
repetidamente, muy rápido—. ¡Este es el latido del corazón de su bebé! —Dice la
doctora.
— ¡Christian! —Exclama Ana, más feliz de lo que nunca la había visto.
Asombrada también. Sus ojos brillan con alegría y los eventos de justo dos
minutos atrás, todos olvidados. Su felicidad es contagiosa. ¡Oigo el latido del corazón de mi bebé!
— ¿Qué es borboteo mezclado con el latido del corazón del bebé? ¿Es
normal? —Pregunta Ana preocupada.
— Su bebé tiene el latido cardíaco de 161 latidos por minuto, señora Grey.
Y este flujo que oye es el sonido que proviene de la arteria principal que
atraviesa su abdomen y que a veces es captada por el Doppler (se utiliza para medir y evaluar el flujo de sangre
que circula a través de las cavidades y las válvulas del corazón del bebé)
fetal porque, como pueden ver, —apunta a algo en la
pantalla—, estamos muy cerca de ello. De hecho, este sonido es oído por el bebé
cuando el embarazo está más adelantado y lo puede grabar para después calmar al
bebé cuando haya nacido. Le es un sonido familiar, muy reconfortante para
ellos. Debido a la placenta, más avanzado el embarazo este flujo será oído por
su bebé como el que hace el viento a través de los árboles.
— ¡Guau! —Es todo lo que Ana pueda decir.
— ¿Alguna pregunta señor Grey?
— ¿Puede decirme que tan avanzado está el embarazo de mi mujer? —Pregunto
mientras acaricio el cabello de Ana y le sostengo la mano.
— Lo que puedo medir por los datos en la pantalla es que la señora Grey
tiene ocho semanas y cuatro días de embarazo. Esto pone su fecha de término
para el 11 o 12 de mayo. Pero esto puede cambiar a medida que el bebé crece.
Podré darles una fecha más exacta en las próximas semanas.
— ¿Ocho semanas y cuatro días? Eso quiere decir que la inyección dejó de hacer
efecto antes de lo previsto. Permítame preguntarle algo doctora Greene. ¿Qué
habría pasado si Ana se hubiera inyectado…, digamos seis semanas atrás? ¿Le hubiera
hecho una prueba de embarazo? ¿O habría supuesto que no estaba embarazada? —Pregunto
levantando las cejas.
Los ojos de Ana se dirigen a mí primero y luego a la doctora.
— Es posible que la inyección para evitar el embarazo haya causado a la
señora Grey un aborto espontáneo debido a las grandes dosis iniciales, o aun si
no hubiera afectado el crecimiento del feto; de esa manera hubiera corrido el
riesgo de peso muy pequeño al nacer. Pero, no le hubiera administrado la
inyección a la señora Grey sin hacerle un test de embarazo tal como hicimos
cuando se descubrió que estaba embarazada. Por lo tanto, este feto no corre
ninguno de los riesgos mencionados. Pero para contestar su pregunta anterior,
sí, parece ser que el efecto del Depo Provera (Acetato
de Medroxyprogesterona, anticonceptivo inyectable trimestral) dejó de hacer
efecto antes. —Asiento. La explicación de la doctora
Greene me dice en forma concluyente que ninguno de los dos planeó el embarazo.
Pero en más de una forma, estoy contento. ¡Anastasia me echa su mirada de ‘te lo dije’, mientras me clava las uñas
en la palma de la mano. ¡Guou! Levanto las cejas ante su agresiva reacción, y
finalmente le sonrío a mi mujer.
Hubiera querido pasar más tiempo a solas con mi mujer; para tenerla solo
para mí. Por otro lado, nuestro bebé es la prueba más importante de que es mi
mujer y solo mía. Lleva a mi bebé. ¡No el de Rodríguez, ni de
Kavanagh y definitivamente tampoco de Clayton! El embarazo
de Ana enloqueció a José hijo mucho más que la idea de que estuviera enferma
por la conmoción cerebral que sufrió. Puedo ver claramente que nuestro bebé
amenaza a otros hombres.
Anastasia se
estremece cuando la doctora le quita la sonda. No escapa a la atención de la
doctora que froto las piernas de Ana que están en los estribos. Una vez que la
sangre comienza a fluir por sus piernas, la ayuda a bajar y la pongo en
posición vertical.
— Señora Grey una vez que se haya vestido y regrese con nosotros,
contestaré cualquier pregunta que deseen. —Dice. Anastasia asiente y se dirige
al baño.
— ¿Pudiera recomendarme algún libro para padres sobre que esperar durante
el embarazo? —Pregunto.
La doctora Greene sonríe y me da algunos nombres que registro en la
BlackBerry. Cuando Anastasia regresa nos dirigimos a la oficina de la doctora y
nos sentamos.
— Tengo una pregunta acerca de sus náuseas mañanaera, doctora, —Digo
miranda a Ana con preocupación—, ¿Cuánto tiempo durarán? ¿Y debería estar
trabajando cuando está experimentando esos malestares? Como pudo notar el caos
tras su puerta hace un rato, seguramente se dio cuenta que sus náuseas deben
haber sido muy violentas para su papá y su amigo,
—digo con acritud—, para haberlos preocupado. Si hubiera sabido que hubiera
estado tan enferma, le hubiera pedido que se quedara en casa, —digo apretando
los labios en una fina línea.
— ¡Christian! ¡Quiero trabajar! ¡Justo acabo de regresar a trabajar
después de haberme recuperado! —Refunfuña.
— Anastasia, discutiremos eso más tarde, —la regaño.
— Es normal que la señora Grey tenga náuseas, —interfiere la doctora—. Sin
embargo, si tiene esas violentas náuseas que la hicieron caer de rodillas de
tal forma que su guardaespaldas tuvo que apresurarse para traerla a mi
consultorio en brazos, señora Grey, entonces le recomiendo encarecidamente que
trabaje solamente medio tiempo. Es posible que siga trabajando tiempo completo
pero haga la mayor parte de su trabajo en la comodidad de su hogar y vaya a la
oficina por la tarde. De esa manera, estará trabajando tiempo completo, pero la
mitad del tiempo lo hará a distancia y la otra mitad en su oficina. De esa
manera puede tener lo mejor de ambos ambientes.
— ¡No! Quiero trabajar. No quiero que mi embarazo sea factor determinante
para ir a trabajar o no.
— Entiendo a la señora Grey; también soy madre trabajadora. Pero la salud
es factor determinante para un buen desempeño en el trabajo. Los síntomas que
está experimentando no durarán para siempre. Generalmente cuatro a cinco meses.
Entonces estará bien. Su cuerpo se está adaptando a las nuevas hormonas del
embarazo que nunca antes había experimentado. Su cuerpo está tratando de hacer
crecer una nueva vida en usted. Por lo tanto, debe hacer todo lo posible para
ayudar a darle a su bebé un desarrollo saludable. Por su reacción anterior,
noté que ambos desean mucho al bebé y protegerlo. Así qué, conviene que para su
saludable desarrollo su mamá tenga el mejor descanso, —dice con gentileza
mientras le sonríe a Ana, quién le frunce el ceño sin palabras. La doctora
Greene es mi nueva mejor amiga—. Mi recomendación es que esta semana trate de
trabajar medio tiempo. Si observa incremento en sus náuseas matutinas, o mareos
que pueden ser un indicativo de baja presión arterial inducida por el embarazo
podría ser necesario controlarlo. Al final de la semana si nota decremento en
esos incidentes, entonces ambos pueden decidir cual puede ser el mejor horario
de trabajo y las veces que son menos propensos los episodios de náuseas.
Generalmente son más fuertes en la mañana. —Ana fulmina con la mirada a la
doctora sabiendo que me voy a convertir en sobreprotector y lo haré por las
órdenes de la buena doctora.
— Pero apenas las tengo en la mañana. Apenas a la hora de la comida, la
semana pasada y hoy han sido las primeras veces que las he tenido tan tarde.
¿Podría haber sido algo que comí o por la ansiedad de ver a mi papá salir del
hospital?
Esto es nuevo para mí—. Nunca me dijiste que tenías náuseas y mareos en la
mañana. —La miro fijamente preguntando con la vista ¿cuándo-me-ibas-a-decirme-esto? Sus ojos se ensanchan con su: ¡Oh,
mierda! cara y evita mi mirada y se enfoca en la doctora.
— Señora Grey, durante el embarazo encontrará que algunos alimentos le
harán sentir más náuseas pero la causa principal es la preñez. Estoy segura que
puede probar por el resto de esta semana y ver si sus síntomas mejoran o
empeoran y en consecuencia puede evitar los alimentos que imcrementan los
síntomas. Las galletas y los refrescos de soda parecen ayudar en la mayoría de
los casos. ¿Podría probar la reacción de su cuerpo y trabajar medio tiempo el
resto de la semana? —Le pregunta a Anastasia.
— Lo supongo, —contesta Ana como una niña petulante.
— ¿Qué pasa con los antojos raros? —Pregunto, y los ojos de Ana se
expanden y mueve la cabeza mirándome suplicando no decir nada mientras se
sonroja.
— Son normales en parte del embarazo. ¿Ha tenido antojos raros?
— Algunos… —murmura, mirándome con amonestación. La miro con mirada
impasible.
— Muchos de mis colegas estarán de acuerdo conmigo que los antojos
satisfacen una necesidad nutricional específica que el cuerpo de la madre
experimenta. Las mujeres están más en sintonía con su cuerpo durante el
embarazo, en la que se presta mucha atención al estímulo físico, incluida el
hambre, y por supuesto esto puede llevar al deseo por tipos específicos de
alimentos, —dice asintiendo.
— Así que, doctora Greene, en su opinión profesional, ¿es de suma
importancia que esos antojos sean satisfechos? —Pregunto con cara taciturna.
— Soy de la vieja escuela; así que, sí, por supuesto. Estoy segura que no
es problema para el padre del bebé satisfacer las necesidades de la madre
mientras está llevando a su bebé, —indica mientras levanta las cejas.
Sostengo la mano de mi esposa y la beso tiernamente, la ponga en mi palma
mientras le masajeo los nudillos con la yema de mi dedo índice—. Será un gran
placer para mí satisfacer todos los antojos de mi esposa, doctora Greene, —Digo
y Anastasia espira jadeando, retorciéndose en su asiento. Tose—. ¿Estás bien,
nena? —Le palmeo la espalda.
— Síííí, —chilla.
— Bien, no queremos quitarle más tiempo doctora. Gracias, —digo
extendiendo la mano. Anastasia hace lo mismo y extiende su mano a la doctora,
todavía sonrojada.
— Señora Grey, generalmente es bueno tener una cita cada cuatro semanas
durante el primer trimestre, pero me gustaría verla en dos semanas para ver
como ha logrado controlar las naúseas y antojos, —dice.
— Sí, por supuesto, —dice Ana en tono apenas audible, el rubor alcanza
hasta la línea de su cabello otra vez.
— ¿Nos vamos, señora Grey? —Digo tendiéndole la mano con una sonrisa y
salimos de la oficina de la doctora de la mano.
Tanto Sawyer como Taylor están esperando afuera. Ella evita su mirada y me
lanza una mirada ceñuda.
— Ana, tengo cita con el doctor Flynn esta tarde y ya estoy llegando
tarde. Te enviaré a casa con Sawyer y estaré en casa en una hora, ¿de acuerdo?
— ¿Vas a ir? —Pregunta sorprendida. La decepción pasa por su cara, pero la
cambia a una sonrisa—. Claro, por supuesto. No lo has visto en semanas, ¿verdad?
Esperaré en casa a que regreses para cenar.
— Nena, oíste lo que dijo la doctora, si tienes hambre, necesitas comer.
Puedes unirte a mí en el postre, —digo con voz lasciva y oscureciendo los ojos—.
Después de todo le prometí a la doctora que satisfaría todos y cada unos de tus
antojos.
— No lo sé, señor Grey. Puede que tenga mucha hambre en este momento y
tenga que satisfacerla sola en tu ausencia, —dice batiendo sus pestañas
inocentemente.
— Ah, señora Grey, también me gustaría ver como satisfaces ese tipo de
antojos. Puede que te pida que me lo demuestres esta noche, —murmuro con una
sonrisa. Pone los ojos en blanco y tira de mí en dirección a los elevadores.
Cuando llegamos al estacionamiento, Sawyer abre la portezuela de
Anastasia. Recorro los nudillos por su cara y se inclina a mi tacto, cerrando
los ojos. Repentinamente tomo su cara entre ambas manos y beso a mi mujer con
todo lo que tengo. Posiblemente es el bullir del estrés que me ha provocado el
enfrentamiento con Lincoln o José con su posesiva preocupación sobre el
bienestar de mi esposa o sus celos al saber del embarazo de mi mujer; o viendo
y oyendo los latidos del corazón de nuestro pequeño Bip. Sea lo que sea, quiero
a mi mujer, y la beso y dejo saber a todos exactamente a quien pertenece: A MÍ.
* * * * *
— ¿Llamaste al doctor Flynn?
— Sí señor. Le dije que llegaría tarde porque habíamos tenido que parar en
el hospital.
— ¿Qué pasó cuando sacaste al papá de Ana y José y a su papá?
— Tanto el señor Rodríguez como el señor Steele regañaron a José.
— ¿Cómo exactamente? —Sondeo.
— El señor Steele le dijo que usted ama a la señora Grey, ‘Annie?, —dice
corrigiéndose mientras me mira por el espejo retrovisor; a Taylor se le ve
preocupado—. El señor Steele dijo que era testigo de la intensidad de su amor
por la señora Grey cuando estuvo en el hospital. Dijo ¡‘puedes sobrevivir sin mi hija, pero Christian no puede! La ama más
que cualquier ser humano y ella lo ama con la misma intensidad. No permitiré
que nadie atente contra su felicidad’. José Rodríguez dijo que también la
ama, pero que no creció con dinero como usted. Entonces el señor Steele muy
enojado le dio un puñetazo y dijo que nadie compra el amor de su hija con
dinero, posesiones o riqueza, —relata Taylor y esta información me sorprende—.
Entonces levantó su dedo y lo clavó en el pecho de José Rodríguez y dijo que su
hija no es una posesión para comprarse o venderse. Solo aquel que sea merecedor
de su amor y afecto podrá tenerla, y que usted lo era y lo hizo. El señor
Steele también dijo que Annie lo ama y que le dijo a él que nunca habría nadie
más para ella, excepto usted. Entonces el joven señor Rodríguez dijo: ‘¿Y si la estuviera manipulando para
embarazarla a tan temprana edad, usándola por su juventud e inocencia? Finalmente
el señor Rodríguez padre agarró a su hijo por los hombros sacudiéndolo y le
dijo que olvidara ese amor sin esperanza y parara de lastimar a todos a su
alrededor, incluyéndolo. Tener hijos es decisión única y exclusivamente de las
parejas. No de sus padres, hermanos, amigos, u otras personas que puedan
amarlos a distancia. Dijo que había tenido su oportunidad con Ana y ella le
dijo que lo amaba como a un hermano, nada más, y debe aceptar eso. Luego
murmuro algo en español.
— ¿Qué dijo? —Pregunto secamente sabiendo que Taylor entiende el español.
— Dijo, ‘olvídala hijo. Es la esposa
de otro hombre. No es buena para ti. Aún más, están locamente enamorados’.
Y le dijo que repetara los sentimientos de Ana. ¿No pensaba que ella merecía
tener al hombre del cual estaba enamorada en lugar de aquél a quién consideraba
un hermano? Entonces se encogió de hombres liberándose del agarre de su padre,
se disculpo con el señor Steele por comportarse como un pendejo y dijo que Ana
merecía lo mejor y que es una buena chica y que los esperaría en el coche.
Posiblemente estuviera llorando por la forma en que se limpió la cara
enérgicamente con su manga, pero no vi su cara, —Dice Taylor. No digo nada. Me
habría vuelto loco si alguna vez perdiera a mi mujer por otro hombre—. ¿Quiere
que lo ponga bajo vigilancia, señor?
Sacudo la cabeza negando—. No. Estaba preocupado por Ana. Llamaré a Sawyer
cuando lleguemos a casa para saber que pasó. —Solo un mes atrás, pude haberlo
hecho, aún podría por herir los sentimientos de Ana y avergonzándola delante de
la doctora, su padre y otros. Sé que Anastasia está enojada con él, deseaba con
desesperación golpearlo, pero eso solo hubiera aumentado la simpatía de Ana por
él. ¡Mierda! Tiene sentimientos más profundos por mi esposa de lo que pensé.
Odio que cualquier otro hombre desee a mi esposa, incluyendo a José. Sería muy
fácil para mí dañar o lastimar a José. Pero haciendo eso, lastimaría a mi
esposa, y la apartaré de cualquier cosa que pudiera herirla.
Siento que la SUV llega a parar al estacionamiento del consultorio de
John. Su secretaría ya se ha ido y el doctor Flynn nos saluda en el área de
recepción. Me conduce a su consultorio y cierro la puerta detrás de mí. Se
sienta en su silla y me siento en el sofá, cruzando una pierna sobre la
rodilla.
— Christian, ha pasado bastante
tiempo desde que te vi. Espero que les está yendo bien a Ana y a ti. Taylor me
dijo hoy que habían tenido que ir al hospital con Anastasia. Espero que esté
bien.
— Está bien, estaba teniendo náuseas más tarde. Su padre fue dado de alta
hoy del hospital. Ese es el motivo por el que tuvimos que ir al hospital, —le
digo y le explico brevemente la situación. John abre ampliamente los ojos, pero
no dice nada. Rápidamente comienza a garabatear en su tablet, y cuando le explico
el incidente que Taylor me contó, alza la mirada, deja su pluma y empieza a
teclear con rapidez. Eso no puede ser bueno.
— Dime Christian, ¿desarrollaste alguna simpatía por este joven que tiene
sentimientos por Anastasia?
Lo pienso por un minuto—. No exactamente, John. Realmente él no me
importa, pero a Ana sí, aunque ahora esté enojada con él. Es su amigo.
— Interesante, —dice y teclea aún más rápido.
— ¿Por qué?
— Es evidente que amas a tu esposa, y harías cualquier cosa antes que
lastimaras a alguien que a ella le importa. Sí, pero también me di cuenta que
en anteriores conversaciones contigo, eso es una forma de sacrificio por la
gente que amas. Toleras a gente que no necesariamente te gusta por el bienestar
de aquellos a los que amas. Hiciste lo mismo con tu madre.
— Otra vez. ¿Cómo brincamos de José Rodríguez a mi madre?
— Regresaremos a ese punto más tarde, Christian. Te quiero preguntar sobre
la noche que me llamaste cuando supiste del embarazo de Ana. ¿Qué aprendiste
del hecho que ibas a ser padre y como te sentiste?
— Inhalo y exhalo ruidosamente—. Indefenso, sin timón, incompetente,
enojado, perdido, asustado…
— Esos son adjetivos muy fuertes. ¿Aún tienes esos sentimientos?
— ¡No! Excepto quizá, asustado. Habiendo estado cerca de perder a mi
esposa hizo que todos esos sentimientos desaparecieran, excepto el miedo. El
miedo creció, pero en dirección diferente. Mi miedo inicial era convertirme en
un padre de mierda. Todavía está en lo profundo de mi mente. Pero, creo que con
la ayuda de Ana, tú sabes, no me permitirá ser un padre de mierda. El miedo que
tengo es el de pérdida, —digo mientras mi voz va bajando de tono. Recuerdo el
sentimiento de cuando llamó del banco y me dijo que me estaba dejando y después
enterándome que Hyde había sido liberado bajo fianza y que la había
secuestrado. —Me tomo todo un minuto para calmarme cuando hablo del encuentro de
Ana casi sin vida sobre el frío concreto. Mis manos se convierten en puños y
mis ojos echan chispas gélidas—. ¡Estuve cerca de matar al cabrón! Iba a matar
a mi esposa. ¡A mi Ana y a mi hijo! ¡A mi hermana también!
Me está probando con la intensidad de su mirada—. ¿Estabas preocupado por
el bienestar de tu bebé?
— ¡Por supuesto! ¡Es mi hijo!
¡Mi indefenso bebé! Si no protejo a mi mujer y a mi bebé, ¿qué tan bueno soy
como hombre?
— ¿Te das cuenta de lo que acabas de decir, Christian?
— ¿Qué? —Pregunto exasperado.
— Acabas de declarar que tenías el deseo de proteger a tu hijo nonato. De
hecho, me atrevería a decir que fue una reacción automática. Ciertamente tienes
lo que se requiere para ser un buen padre.
— ¡Pero mi miedo no era solo por convertirme en un padre de mierda, John!
Quería tener más tiempo a solas con Ana. Nunca había tenido con nadie lo que
tengo con ella. ¡Cuando se trata de Anastasia, soy un hambriento ante un
banquete, John! Nunca tengo suficiente de ella.
— Y aun así no solamente aceptaste a tu hijo, sino que mostraste amor y
cuidados por un diminuto feto. A muchos padres les toma tiempo vincularse con
sus hijos. Ya que la madre los lleva en su vientre, tienen un lazo con la vida
creciente en sus cuerpos. Pero, la mayoría de los hombres ven a los bebés como
personitas que están atadas a las esposas y se alejan de ellos y eso puede
tomar tiempo para que se vinculen con sus bebés nonatos.
— Estoy completamente seguro que aún no estoy fuera de ese grupo, doctor
Flynn. Por otro lado, me siento fieramente protector de esa vida de ocho
semanas. Posiblemente porque Ana lo quiere…
— O tal vez porque también lo quieres.
— Sí, lo quiero, —susurro—. Pero no cambia el hecho de que todavía estoy
asustado… Asustado de perder los cuidados, amor y atención de Ana, asustado de
que pueda ser un padre de mierda, asustado de impacientarme… ¡No sé John! Soy
hombre al que le gusta tener el control de su vida y todo a su alrededor. Lo he
tenido durante los últimos siete años… Pero eso cambió después que Ana llegara
a mi vida, y nada ha sido igual desde entonces.
El doctor Flynn me ve con mirada escrutadora—. ¿Estás extrañando tu antigua
vida?
— ¡No! ¡Lo que mi esposa me da es refrescante, amor, tacto, la clase de
vínculo que nunca pensé que pudiera tener! Incluso no creí en su existencia
cuando tan abiertamente lo vi en otras personas. Amor verdadero… Decir que
estoy enamorado de mi esposa es una expresión muy simple. El amor es un
sentimiento pasajero. Lo que siento por ella es permanente, altera el alma,
definiéndome. Ella es mi propósito en la vida, la razón por la que despierto
cada mañana, por la que estoy obligado a cuidar, amar y complacer mientras
viva. Y por añadidura, nuestro hijo es el sello de nuestro amor. Así que, lo
quiero más que nunca.
— ¿Esto es porque José está celoso porque eres el padre del bebé de Ana?
Me paso la mano por la barba incipiente—. No por la razón que dices. Sus
celos solo disparan mi lado posesivo por Ana, que por supuesto se dio. Lo que
me enojó fue su reacción repulsiva y desagradable hacia nuestro bebé como si
fuera una abominación que robó la libertad de mi esposa.
— ¿Cómo te hizo sentir eso? —Pregunta Flynn. Exhalo ruidosamente. El
doctor Flynn hace esa pregunta con frecuencia, debería tenerla tatuada en su
frente.
— Quise darle una paliza.
— ¿Lo hiciste?
— Sabes que no.
— ¿Qué te hizo contenerte?
— ¡Te lo dije John! ¡Lastimarlo significaría lastimar a Ana, y haré lo
necesario para mantenerla lejos de lo que pudiera provocarle dolor!
— ¿A costa de soportar el dolor dentro de ti, lejos de sus ojos? —Dice y
lo veo impasible sin darle una respuesta. Sí, algunas—. También me he dado
cuenta que no le dijiste al señor Rodríguez que tu bebé no fue planeado. Le
hiciste pensar que había sido decisión tuya.
Asiento en respuesta al diagnóstico del doctor Flynn—. ¿Por qué?
— ¡Porqué no es su jodido asunto! Me importa una mierda lo que José o
cualquier otro cabrón que tenga ojos para mi esposa piensen de mí. Soy lo que
soy, hago lo que hago. Y me importan una mierda las opiniones que de mí tengan,
ha sido la filosofía de mi vida. ¡Mientras mi esposa sepa que la amo más allá
de lo que alguna vez haya amado o me haya importado, haré cualquier cosa para protegerla,
gastar todo lo que poseo, renunciar a todo lo que tengo, pero nunca renunciaré
a ella, sería feliz! Si necesitara un trasplante de corazón y fuera el único
compatible, entregaría mi propio corazón para que viviera. Esa es la medida de
mi amor por ella. No ofrezco disculpas ni explicaciones a nadie y mucho menos a
un cabrón que va tras mi esposa como un cachorro. Debe procesar en su mente que:
¡es mi esposa, mi mujer, y la madre de mi
bebé! Si alguna vez hace algo remotamente pequeño para lastimarla con sus
jodidos prejuicios, no creo que me pueda contener. Casi llegó a ese punto al
final de hoy. ¡Literalmente me tomó todo mi autocontral para no darle una
paliza y pegarle en el trasero hasta la semana próxima! Hubieran sido
necesarios más de tres guardias de seguridad del hospital para detenerme a
hacer eso. ¡Pero no quise causarle más vergüenza a Ana de la que ya había
tenido que soportar por las acusaciones de ese cabrón! ¡Por eso me contuve! Ana
puede y lo hace, levantarse sola, como lo hizo. Pero nuestro bebé está
indefenso, pequeñito. No puedo permitir que nadie lo lastime. ¡Soy su padre!
¡Es mi deber protegerlo! ¡Nadie, y quiero decir nadie lastimará a mi bebé o a
mi esposa sin pasar por encima de mí!
— Eso es una verdadera declaración, Christian. Ahora háblame de tu última
reunión con Elena. Dijiste que fuiste a tomar una copa con ella cuándo dejaste
a Anastasia.
Cierro los ojos apenado—. ¿Estás tratando de lastimarme recordando que
mientras estoy tratando de proteger a mi mujer de los demás, he sido quién más
la ha lastimado?
— No, Christian. Estoy tratando de establecer algo que tu inconsciente
sabe, pero que nunca dijiste en voz alta. Pero primero, me gustaría saber lo que
tienes que decir. Anda, por favor… —Dice esperando una explicación.
— Elena era un asunto pendiente de terminar desde mi cumpleaños. Tenía que
darle final. Había terminado desde hacía más de dos años, pero creo que no para
ella. Se me insinuó, y fue sorprendente para ambos que me alejara de su
contacto como si fuera la peste bubónica. Luego hizo que pareciera una broma,
pero ambos sabíamos que no era así. ¡Estoy enamorado de mi esposa! ¡No importa
cúan enojado esté! Dios sabe que Ana pone a prueba mi paciencia como nadie más,
absolutamente amo a mi esposa. ¡Le dije eso a Elena! Ana es mi presente y
futuro. Y posiblemente debía haber sabido siempre que Elena tenía la idea de
que me tendría de regreso nuevamente en una relación sexual, lo que por
supuesto ignoré sabiendo que soy el que está a cargo de mi vida y que ella solo
estaba en el pasado. Así que, mantuve la farsa de hacerme creer a mí mismo que
solo éramos amigos. Al menos eso es lo que consideraba que Elena era para mí.
En cierto modo, ella también pudo haberse sentido de esa forma, pero cuando me
tocó de la manera en que antes iniciaba el sexo duro, no pude mentirme por más
tiempo y sentir que solo era una amiga. Era claro que no era el caso para ella.
Tenía que dejar perfectamente claro que eso nunca podría pasar, nunca entre
nosotros, y nunca podría verla nuevamente.
— ¿Le dijiste que Ana estaba embarazada?
— ¡Dios! No. Sabía que estaba enojado cuando la encontré frente a Esclava,
y me pidió que fuéramos a tomar una copa. Solo dije que Anastasia quería hijos.
Y que no estaba listo para eso, porque temía perder a mi mujer por un pequeño invasor,
que nunca tendría tiempo para mí, o amarme, y solamente sería la segunda
persona en su vida. Miedo a la pérdida, la pena todavía enroscada en mi mente
en ese momento. Solo tenía que hablar con alguien, y tú estabas, bueno… estabas
inaccesible, —digo encogiendo los hombros.
— Pero una vez que se te insinuó, ya no pudiste esconderte tras la idea de
que solo era una amiga. Ese es un hecho que tu subconsciente sabía desde hace
mucho tiempo. No es nada nuevo. De hecho, lo había notado desde hace cuatro
años. Recuerdo la ocasión en que tu madre me invitó por primera vez a tu fiesta
de cumpleaños y Elena estaba ahí. Tuvimos una sesión unos días después de esa
fiesta y discutimos los eventos. Recuerdo que solo bailaste con tu hermana, tu
madre y una vez con Elena. Me di cuenta de tu rigidez entonces. Estabas
relajado con tu hermana y fue un baile divertido. Gentil con tu mamá pero aun
así relajado. Pero con Elena, me di cuenta que erigiste tu barrera y de alguna
manera estabas rígido.
Lo miro a los ojos sin parpadear. ¿Dónde va con eso?—. Vagamente recuerdo
algo al respecto, —arguyo con indiferencia.
— Estoy bastante seguro que recuerdas más que eso. Fue una de las primeras
veces que saliste enojado de mi consultorio. Creí que nunca rgresarías. Pero lo
hiciste… Una semana después, —añade con su acento londinense. Sacudo la cabeza—.
¿Recuerdas lo que te dije? —Pregunta.
Suspiro—. Sí. Dijiste hipotéticamente que la razón por la que no saqué a Elena de
mi vida a pesar que había cesado mis relaciones sexuales con ella era porque
lastimaría a mi madre. Dijiste que si cortaba las lazos con la acosadora, la
eliminaba de mi vida y la evitaba en todas reuniones familiares, surgirían
sospechas en mi familia. Dijiste que descubrir la traición de su buena amiga al
seducir a su hijo podría lastimar a mi madre inmensamente. Entonces me dijiste
que haría todo lo posible para impedir que mi madre fuera lastimada de
cualquier posible manera, especialmente sobre algo de mi pasado. Por lo tanto,
dijiste que soportaría el costo personal del peso muerto de las relaciones
perjudiciales debido al amor por mi madre.
John sonríe ampliamente—. Palabra a palabra de acuerdo a mis notas. ¿Ves
el paralelismo con la situación de José? Trataste lo mejor que pudiste la
situación para evitar la confrontación con José con el propósito de proteger a
tu esposa a pesar que significaba un costo personal para ti. Me atrevo a decir que
nunca harías eso por una sumisa, o ninguna otra mujer que haya estado en tu
vida.
— ¿Sugieres que estuvo mal? —Pregunto levantando las cejas. Cruzo los
brazos y me reclino en el respaldo del sillón de cuero que protesta con un
rechinido, como lo hago yo.
— Me complace que hayas ejercido tu auto-control y hayas evitado la
violencia. Pero quiero examinar entre líneas la razón de tu abstención.
Empezaremos con el ejemplo de Elena. ¿Por qué crees que no echaste a Elena de
tu vida después que tu relación con ella terminó? Uno no puede ir de una total
fuerte relación física y olvidar todo y después convertirla en una fase de
amistad tranquila.
— ¡Eso es un caso finalizado, John! ¡La he eliminado de mi vida! ¿Qué más
quieres de mí? —Sigo saltando sobre mis pies.
— ¿Te vas a ir nuevamente? —Pregunta.
— ¡Nooo! —Digo como un adolescente hosco—. Les he provocado problemas a
mis padres desde que me adoptaron. ¡No permitía a nadie tocarme! Recuerdo a
mamá con su desolada cara cuando esquivaba su tacto cuando tenía cuatro años,
pero aun así, me sonreía. Después, no hablé por dos años. Elliot me tenía miedo
porque le hubiera pegado, a lo que mis padres le pusieron fin. ¡Era esa rabia
concentrada en mí que nunca se apagó; estaba enojado con todo mundo, con todo,
permitiéndome el universo existir! Luego llegaron mis años de adolescencia:
¡Estaba en problemas todos los días, siempre! Ya les di a mis padres
suficientes dolores de cabeza, —le digo tomando respiración—. ¿Crees realmente
que no los habría hecho pasar por peor mierda cuando me convertí en adulto?
Haría cualquier cosa, absolutamente
cualquier cosa por evitarles la pena que era peor que toda la que les había
provocado a través de los años. ¡Hubiera aniquilado a mamá, como lo hizo cuando
se enteró hace pocos meses! Ni siquiera sabía lo extenso o la clase de relación
que Elena y yo tuvimos. Mamá asumió que solamente era una aventura sexual… ¡No
la perversidad, llena de relaciones BDSM! Posiblemente soy yo el abominable, el
que echa a perder el orden de mis seres queridos, sus vidas perfectas. El miedo
a lastimar a mamá, y mi jodido auto-aborrecimiento fueron algunas de las
razones que me hizo creer que Elena era solo una amiga, una amiga que me
benefició inmensamente al ayudarme a lidiar con mis problemas… Aunque tengo que
admitir que a nivel de mi insconsciencia sabía que nuestra relación era errónea.
Debía ajustar mi reloj, y que todo por lo que había pasado sería nada. Y a lo
largo del camino, estaría lastimando a mi familia, a mi madre en particular. No
iba a arriegarme. Toleraría que cualquiera, no importando cuanto dolor me
causara si solo pudiera evitar una pena mayor a quienes amo.
— Y ahora tenemos un avance… —Dice John sonriendo—. Esa es la razón exacta
por la que toleraste el comportamiento de José. Para evitar infligirle dolor a
tu mujer. Preferirías aguantar situaciones y a personas desagradables porque,
haciendo eso estarías protegiendo a los que amas. Pero, ¿quién protege a
Christian?
— Soy lo suficientemente grande, malo y feo para hacerlo yo mismo.
— ¿Crees?
— ¿Por qué no? —Contesto con una pregunta para envitar la respuesta.
— Sería más prudente que también te protegieras.
— ¡Tengo muchas capas de protección, John!
— No estoy de acuerdo. Eso es aislamiento y evitar contacto con la
sociedad en lugar de protección, Christian. Por ejemplo, en el pasado, evitaste
ver a Elena en lugar de cortarla por completo. Las capas te aislaron, pero no
te protegieron completamente, solo causaron que creciera la distancia con la
sociedad. Mira, cuando esas barreras te fueron arrancadas con mucha fuerza, te
dejaron sin ningún mecanismo de defensa que se demostró ampliamente cuando
Anastasia entró a tu vida. Evitar no te enseñó como lidiar con la vida real.
Simplemente te dejó indefenso, sin timón, temeroso, —recordándome mis
anteriores palabras—. Lidiar con los problemas de la vida es un comportamiento
que se aprende. Has estado expuesto de forma convincente a las realidades de la
vida a partir que descubriste el embarazo de tu esposa, los indeseados avances
de Elena, los secuestros de tu hermana y Anastasia, las heridas de Ana y ahora
otro joven que está enamorado de Anastasia te acusa de no cuidar a tu esposa, y
embarazándola para atarla a ti permanentemente.
— ¿Cómo debería haberlos tratado, John?
— No hay una fórmula para ello, Christian. No espero que que te acomodes
al señor Rodríguez. Ana es tu esposa, ambos son adultos maduros, y lo
suficientesmente mayores para tener y
cuidar a un niño aunque el embarazo no haya sido planeado. Los que están
causando problemas a nuestras relaciones no son con los que tenemos que lidiar;
no les debes explicaciones. Solo a los que amas. Debemos ser abiertos con
ellos.
— ¡No creo que haría bien si le hubiera dicho a Anastasia que quería
patearle el culo a José hasta el infierno y que no regresara! Posiblemente ella
tendría problema con eso… —Digo sarcásticamente.
— ¿Es así cómo te sientes?
— Sí, así es. ¡No lo quiero cerca de mi esposa! No quiero que trate de abrazarla
cuando esté vomitando, consolarla y preocuparse por ella, cuestionarla o regañarla
por nuestras decisiones. ¡No ofreceré excusas cuando le dé una paliza!
Protegeré a mi mujer e hijo con ferocidad si es necesario… —John abre la boca
para decir algo, pero lo corto—. Antes que digas nada John, háblame después de
que tu esposa haya sido acosada,
secuestrada, golpeada casi hasta la muerte, casi perdido al bebé que quería…
Apenas la recuperé en mi vida, y algunos otros cabrones con su confuso amor por
ella le estaban haciendo la vida imposible. ¿Estaba esperando que me cansara de
Anastasia y la dejara? ¡Así que, no esperes que presente excusas, o pedirme que
perdone cuando le dé una paliza a la siguiente persona aunque solo sueñe con
hacerle daño a mi esposa, hijo o a cualquier otro miembro de mi familia!
John garabatea nuevamente algo en su tablet, y creo que murmura—, dos
pasos adelante, uno atrás. Pero sea como sea, cuando se trata de mi esposa e
hijo, no hay límites en lo que haré para protegerlos—. Bueno, nuestro tiempo
casi se ha terminado, no esperes tanto tiempo antes que vuelvas a verme. ¿Qué
te parece la semana próxima? —Pregunta John.
— Suena genial la semana próxima. Haré que mi asistente programe la cita.
Taylor está esperando en la sala de espera. Me abre la puerta para salir
del consultorio. Siento haberme quitado un peso de encima. Posiblemente no haya
hecho el suficiente progreso que el doctor Flynn desea, pero he hecho el suficiente
progreso para Christian Grey que se acomoda a sus deseos y el temor a mi
control. Hoy, de todos los días, a pesar de todo lo sucedido, me siento
triunfador, inconquistable pero no totalmente invencible. Y ahora, quiero irme
a casa, encontrar a la razón de mi existencia, y enterrarme en ella durante
mucho tiempo.
Mad about you – Sting
* * * * *
INVICTUS
Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.
Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.
En las
azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de
este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa
cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.
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