Friday, June 29, 2018

Libro IV - Capítulo X: CINCUENTA SOMBRAS DE GREY - CHRISTIAN Y ANASTASIA


Capítulo X
Invicto

Traducido y editado por María Teresa Camp Gozalbo

Invictus

Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.


William Earnest Henly



Llamo a Anastasia de camino al hospital. El teléfono suena pero no contesta. Siempre contesta. Preocupado, aunado a la reunión con Lincoln y sus abogados me inquieto inmediatamente. Cuelgo sin dejar mensaje y marco de nuevo. Aún no contesta. ¡Joder! ¿Dónde está? ¿Pasa algo con Ray? ¿Con ella?—. ¿Taylor, te ha llamado Sawyer?

— No señor. Pero hace alrededor de una hora me envió un mensaje de texto diciéndome que estaba llevando a la señora Grey, —dice mirándome a los ojos por el espejo retrovisor. La preocupación se refleja en mis ojos.

Marco el número de Sawyer. También suena y nadie contesta y cae al buzón de voz—. ¿Dónde diablos estás y porque no contestas? —Siseo y cuelgo—. ¿A qué hora recibiste el mensaje de Sawyer? —Le pregunto a Taylor.

— Alrededor de las tres menos diez, señor.

Marco al hospital ya que he hecho llamadas para verificar la condición de Ray—. Buenas tardes… —Contesta la enfermera.

— Aquí Christian Grey. Quiero saber si Ray Steele ya saió del hospital hoy.
— Lo siento señor, no damos información de un paciente por teléfono que no sean parientes cercanos, —replica cortante.

— Enfermera, ponga al médico a cargo de Ray Steele al teléfono inmediatamente. Soy su yerno y soy quien está pagando por su cuidado. ¡Soy un pariente cercano! —Grito.

— No hay necesidad de gritar, señor. Estoy localizando a la doctora Polanski. Espere por favor, —dice y me pone en espera.

— ¡Acelera Taylor! —Ordeno nerviosamente.

— Sí señor, —responde y soy empujado hacia atrás del asiento por la aceleración.

— Buenas tardes, soy la doctora Polanski, —una voz de mujer contesta.

— Doctora Polanski, ¿salió Ray Steele esta tarde?

— ¿Y usted es?

— ¡Christian Grey! —Contesto exasperado.

— Señor Grey, sí, el señor Steele ha sido dado de alta hace alrededor de quince minutos, —dice y oigo el revolver de papeles, posiblemente revisando los expedientes.

— ¿Estaba la señora Grey con él?

— Creo que sí, señor Grey, —contesta mientras Taylor entra al estacionamiento del hospital, con las llantas rechinando. Paramos frente a la entrada.

— Lo dejo aquí, lo encontraré en pocos minutos, señor, —dice Taylor. Abre la puerta y brinco rápidamoente hacia la entrada.

— ¿Hola? ¿Señor Grey? —Pregunta la doctora llenando el silencio—. ¿Es todo lo que necesita saber, señor Grey?

— ¿Es posble que el señor Steele aún esté en las instalaciones del hospital?
— No estoy segura señor. Le entregamos al señor Steele los papeles del alta, y lo dejé en el cuarto. Es posible que haya dejado el hospital. Su transporte estaba aquí para llevarlo a casa.

— Gracias, —digo y oigo una llamada de entrada. Cambio de línea colgando la de la doctora—. ¿Dónde diablos has estado? ¿Y por qué no contestabas el teléfono? —Grito acremente.

— Lo siento señor Grey. Cuando la señora Grey estaba en el cuarto del señor Steele, se sintió repentinamente mal y estaba vomitando, temblando violentamente y preocupó a todos en el cuarto, así que me precipité sobre ella y me apresuré a llevarla al consultorio de la doctora de inmediato. Su llamada entró justamente cuando estaba tratando de llevar a la señora Grey al consultorio de la doctora Greene.

— ¿Qué? ¿Qué pasa con mi esposa? —Grito.

— Cuándo le dieron al señor Steele sus papeles de alta y su médico se había ido, en un momento estaba hablando con su papá y al siguiente estaba mareada y trató de apurarse para llegar al baño pero ya iba vomitando por el camino. El señor Rodríguez intentó ayudarla porque parecía que súbitamente la señora Grey se había debilitado, pero le dijo que no necesitaba ayuda, que estaba resfriada y que no quería contagiar el virus. Por supuesto nadie creyó eso y todos se veían extremadamente preocupados. Una vez que dejó de decirles que estaba bien, comenzó a sacudirse y se dobló al tiempo que evité que la señora Grey cayera al suelo. Ya estaban llamando a una enfermera y la señora Grey dijo a su papá que debía irse a casa y que ella estaría bien. El señor Steele estaba muy preocupado pero no discutió con ella, pero el señor José Rodríguez hijo, quiso quedarse con la señora Grey mientras mandó al señor Steele a casa con su papá.

— Bueno, ¿se quedó?

— Bueno, la señora Grey insistió que debía llevar a su padre, ya que ni el señor Rodríguez ni el señor Steele estaban en las mejores condiciones para manejar. Le aseguró que yo me haría cargo de llevarla a casa y que estaba llegando. Y dijo que estaba bien.

— ¿Dónde está Ana ahora?

— Está siendo atendida por la doctora Greene. Acabo de salir de su consultorio para llamarlo, señor.

— De acuerdo.

— Está en el segundo piso. Vaya a la derecha cuando salga del elevador. Siga por el corredor, y cuando el corredor se convierta en una Y tome la izquierda. Su consultorio es el tercero a su derecha. No puede perderse. Estoy esperando afuera, señor.

— Gracias Sawyer, —contesto sorprendiéndolo.

— ¿Señor Grey?

— Sí.

— Debo recordarle, señor. El señor Rodríguez hijo también está esperando en la puerta.

— ¿Qué carajos? ¡Pensé que llevaría a Ray de regreso a Montesano!

— Eso es lo que pensé, pero creo que el señor Steele todavía está esperando en su cuarto hasta tener la seguridad de que la señora Grey está bien. Parece ser que no creyeron su historia de ‘tengo un resfriado’. Aparentemente, inicialmente estaban preocupados que el evento estuviera relacionado con la conmoción cerebral, que es por lo que llamaron a una enfermera a pesar de sus protestas. La señora Grey les dijo que tenía a su doctora en el hospital y que yo podría llevarla con ella, lo cual hice. Pero el señor Rodríguez debe habernos seguido. Cuándo salí del consultorio estaba de pie en la puerta, agitado, nervioso y completamente molesto tratando de preguntarme por la salud de la señora Grey.

Pulso impacientemente el botón del elevador. Cuando suena al abrirse, estoy listo para subir las escaleras. La gente saliendo del elevador me observa, con la rabia agitada, cerca de gruñir en el teléfono; me evitan mientras dejan el elevador y rápidamente se alejan de mí. Tan pronto llego al segundo piso, sigo las indicaciones de Sawyer y encuentro el consultorio de la doctora Greene. Cuando veo a Sawyer, me saluda con un gesto. Mis labios están apretados en una línea.

— ¡Christian! —Dice José Rodríguez, no como un saludo sino en tono acusador y beligerante.

— José, —respondo, pero no quiero perder el tiempo con él. Tan pronto como llego a la manija de la puerta, su mano agarra mi antebrazo. Mis ojos se dirigen a su mano agarrando mi brazo. Mientras mi mirada quema su mano, inmediatamente me suelta—. ¿Qué? —Siseo.

— ¿Qué pasa con Ana?

— ¡Nada le pasa! —Digo haciendo el intento de entrar.

— ¡Jodida mierda! ¡No me mientras hombre! Su papá está preocupado y esperando en su cuarto. Estaba tremendamente enferma; ni siquiera pudo llegar al baño. ¡Casi vomitó sobre su padre! Si no la hubiera detenido, hubiera estado su cara en el suelo sobre su propio vómito. ¡Se nota claramente que aún no se ha recuperado de su conmoción cerebral! ¿Cómo diablos le permitiste que regresara a trabajar cuando acaba de salir del hospital y aún está enferma? ¡No es que necesites el dinero! —Sisea acusadoramente.

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— ¿Ya terminaste con tus acusaciones?

— ¡Aún no he empezado! —Dice con determinación, en mi cara. Viendo mi explosiva mirada, da un paso atrás, pero se fuerza a estar quieto en su lugar.

— Mi esposa es editora. ¡No está arando en el campo, por Dios, y es la que deseó regresar a trabajar, con la aprobación de su doctora!

— ¡No la viste hace diez minutos! ¡En un momento estaba hablando y al siguiente minuto estaba verde, tropezando con sus propios pies tratando de llegar al baño! ¡Ni siquiera pudo pasar de la cama de Ray antes que vomitara como el volcán Vesubio! ¡Una vez que adornó el piso de la habitación de Ray con el contenido de su estómago, estaba agitada y habría estado doblada en el piso si no la hubiera sostenido! ¡Y trató de convencernos de que se trataba de un resfriado común! Sabíamos que no estaba resfriada. No tenía ningún síntoma cuando entró. Se veía completamente bien. ¡Le dijimos a la enfermera que vino que ella había estado en el hospital solo una semana antes con fractura de cráneo y contusiones! Y tu hombre aquí, —dice levantando la voz mientras apunta con un dedo acusatorio en dirección a Sawyer—. ¡Dijo que tenía a su doctora aquí, y sin una palabra a las preguntas de su padre, la recogió y la trajo aquí!

— No pasa nada con ella, o al menos no tenía nada esta mañana al salir o cuando hablé con ella esta tarde. Si mi esposa se siente enferma, es mi trabajo ir y saber que pasa, ¡y tú me estás entreteniendo aquí!

— No eres bueno para ella, hombre, —sisea con animosidad.

— ¿Qué carajos acabas de decir, jovencito? ¡Esa mujer es mi esposa, y la amo! —Siseo con voz peligrosamente baja dando un paso hacia él.

— ¡Desde que te conoció, cambió! Como si te tuviera que pedir permiso por las cosas más simples que hace. ¡Puede que la ames, pero no cambia el hecho de que no eres bueno para ella! ¡Casi la golpearon a muerte tus enemigos, y le permites regresar al trabajo cuando todavía no está recuperada de sus lesiones!

— ¡No está enferma por sus lesiones!

— ¿Estás seguro de eso, señor ‘la amo’? ¿Cómo puede ser? No viste el miedo en la cara de su papá cuando se dobló y cuando tu guardaespaldas se la llevó rápidamente en sus brazos antes que la enfermera pudiera examinarla. ¿Qué diablos estás ocultando a sus seres queridos? ¿Las lesiones que sufrió en manos de tus jodidos enemigos la dejaron permanentemente dañada? —Me acusa nuevamente, y ya no puedo contenerme más. Empujo a Rodríguez con tal fuerza que su cabeza se balancea y pega contra la pared donde lo presiono con mi antebrazo derecho sobre el cuello y utilizo la fuerza de mis piernas para contener el resto de su cuerpo. Veo desde mi visión periférica que los ojos de Sawyer se abren y oigo un par de pasos apresurados que corren en nuestra dirección. Es Taylor.

— ¿Vas a refrenarme porque me preocupo por mi amiga más de lo que debe hacerlo su marido? —Dice con voz ahogada mientras mi brazo le presiona la garganta. Hace su mejor esfuerzo para empujarme.

— Para tu información, pendejo, mi esposa no está enferma por las lesiones que sufrió. ¡Está sana! ¡Tiene vómitos porque está embarazada de nuestro hijo!

— ¡¿Qué?! —José susurra como si lo hubiera dado un puñetazo. Deja de pelear por un minuto y lo suelto, dando un paso atrás.

— Ella quería esperar hasta las doce semanas. ¡Ese es el motivo por el cuál no queríamos decirle a nadie! Es muy probable que sean los vómitos de cada mañana. —José trata de recomponerse, por unos minutos completamente estupefacto, su pecho sube y baja en rápida sucesión. Una cadena de emociones pasan por su mirada. Sus ojos se ensanchan y debe haber llegado a alguna conclusión, su cara se convierte en un gruñido.

— ¡Estás enfermo! ¿Ya la embarazaste? ¡Apenas tiene 22 años! ¿Qué? ¡Al segundo de conocerla, la cortejaste con tu dinero, y ni siquiera le permitiste tomarse un respiro hasta que se mudó contigo, y para mantenerla a tu lado, la embarazaste! ¡Qué te jodan! ¿Estabas tan asustado de que no se fuera a quedar contigo que tuviste que embarazarla para atarla a ti como tu niña mimada? Dime, ¿se casó contigo porque la embarazaste? —Grita acusador.

La bestia que mora en mí está despierta y doy un paso hacia él. Pero mi paso se interrumpe. Antes que pueda decir nada, la doctora Greene abre la puerta. Anastasia y el colega de la doctora miran por la puerta. La boca de Anastasia se abre, sus ojos desmesuradamente abiertos y conmocionados, traición y decepción al oír las acusaciones de José. Apenas registro que está con la bata de hospital puesta.

— ¡José Rodríguez, es necesario que te vayas ahora! —Dice con voz tranquila pero con determinación. Su cara traiciona sus sentimientos de feroz hostilidad. Me doy cuenta que su esfuerzo por mostrar una fachada de calma es por mí.

— ¡Pero Ana! ¡Este tipo, —dice levantando su pulgar hacia mí—, está tratando de manipularte!

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 — José, para tu inapropiada preocupación por mí. Eres mi amigo, y me gustaría que te mantuvieras de esa forma. Mi marido y yo no tenemos que darte explicaciones de nuestras acciones y decisiones.

— ¡Te ha cegado con cosas, Ana! ¿No lo ves? ¡Te está atando a él por un niño! —Sisea.

Los ojos de Ana están llenas de lágrimas furiosas—. No te atrevas a hablar de mi bebé. ¡Es mío y lo quiero! —Dice mientras se frota los ojos furiosamente con el dorso de la mano.

¡Eso es! ¡Lo agarro por el cuello y lo empujo. Taylor interviene.

— Joven, deje a mi paciente en paz. ¡Llamaré a seguridad! —La doctora Greene se enfada.


Doctora Greene

Estoy a punto de enviarlo al reino de los muertos, Taylor se interpone entre José y yo, sus ojos se fijan en los míos con determinación y le contesta a la doctora Greene—. No es necesario señora. Mi compañero y yo lo sacaremos.

Y en ese momento…— ¡José Luis Rodríguez!, —Grita una voz en tono de reprimenda. Todos volteamos.

— ¡Cállate papá! —Responde José a su padre.

— José, discúlpate con mi hija y mi yerno, y después es mejor que te vayas. Tomaré un taxi, dice el padre de Ana en tono displicente. Está sentado en una silla de ruedas empujado por un enfermero. El señor Rodríguez está a su lado con mirada adusta, enojada y avergonzada.

— ¡Ray! lo siento, ¿pero no ves lo que pasa aquí? —Arguye José.

— Sí, veo lo que está pasando: mi hija y mi yerno me están convirtiendo en abuelo. ¡No mees en mi patio! Me caes bien, pero no repetiré mi advertencia nuevamente: Discúlpate con mi hija y mi yerno y después vete. La decisión de tener un hijo no es incumbencia de nadie, excepto de ellos, —dice Ray con una nota de felicidad, orgullo y con censura hacia José—. ¡No cruces la línea!

— Lo siento. ¡Alguien tiene que pensar en Ana! ¡No parece que alguien más lo esté haciendo!

— ¿Estás seguro que tu preocupación es por mi hija y no por ti? —Pregunta Ray.

Ana sale descalza del consultorio de la doctora Greene, las manos en la cadera, está sin habla por el arrebato de José.

— Señor Rodríguez, le sugiero que se lleve a su hijo de aquí, señor. Claramente se nota que enoja a mi esposa, y en este preciso instante no quiero otra cosa que darle una lección que nunca olvidará, pero si hago eso, heriré los sentimientos de mi esposa, —digo mientras sostengo a Anastasia que se ve que está desconcertada, cerca de las lágrimas y temblando.

— ¡José! ¡Vamos hijo! ¿Estás borracho? ¿Te metiste algo? ¿Qué te ha pasado?

— ¡No papá! Estoy más sobrio que nunca. Ana, por favor, lo siento… Siento no haber estado para ti esa noche… Estaba borracho. ¡Primero me porté como un imbécil, y después permití que Grey me intimidara con su presencia! ¡Si me hubiera portado de forma diferente entonces, posiblemente hubieras tomado una decisión diferente. Perdí la cabeza cuándo te vi doblada vomitando, y agitada. ¡Y acabas de salir del hospital por las lesiones que te causaron los enemigos de Grey! ¡Por favor, Ana! En verdad estoy preocupado por ti. ¡Y ahora te ha embarazado para tenerte bajo su control! —Y esta es la última gota que derrama el vaso. Me abalanzo sobre José. El infierno se desata.

— ¡Christian! —Grita Ana.

— ¡José! —Oigo al señor Rodríguez gritar al mismo tiempo.

La doctora Greene o alguien más deben haber llamado a seguridad porque vagamente oigo pasos. Estoy muy ocupado para poner atención porque estoy tirando a José al suelo. Taylor y Sawyer inmediatamente toman acción. Lo empujan lejos de mí y de mi agarre para separarnos.

— ¿Qué pasa aquí! —Grita el guardia de seguridad del hospital mientras nos sujetan a José y a mí.

— ¡Seguridad! ¡No! El señor Grey estaba defendiendo a su esposa embarazada.

— ¡Lo siento doctora pero tenemos que hacer nuestro trabajo!

La doctora Greene agarra con fuerza el brazo del guardia y lo empuja hacia un lado—. ¿Se da cuenta de a quién debería arrestar, y lo que hará la Junta Directiva con sus culos por aprehender a uno de nuestro mayores benefactores por proteger a su esposa embarazada? ¡Este hombre es Christian Grey! ¡Sus acciones en este momento determinarán si nuestro hospital enfrentará demandas!

El guardia de seguridad palidece. Aclara su garganta—. ¿Está este hombre ofendiéndola, señora? —Pregunta y dirige su atención apuntando a José que se ve desaliñado. Su camisa desabrochada, el cabello despeinado y una ligera herida en el cuello que ya se ve amoratada.

— No, solamente fue un malentendido. Ya se estaba yendo. — Contesta Ana. Aprieto los dientes, mis manos en puños pero me las arreglo para mantenerlos rígidos a mis costados.

— ¿Señor? ¿Va a presentar alguna queja contra este caballero? —Voltea preguntándome.

Muevo la cabeza negando—. Mis hombres lo escoltarán afuera —digo impasible.

José se suelta del agarre de Taylor y Sawyer—. ¡Déjame ir hombre! ¡Conozco la salida! —Dice con una mirada de tristeza a Ana que lo mira una enojo y crueldad—.  ¡Ana, lo siento! Al verte enferma, perdí la cabeza. Y habiéndote él embarazado… —Para mi sorpresa Anastasia da tres pasos frente a José y lo abofetea.

— ¡Ya cállate José! ¡Es mi bebé! ¡Nuestro bebé y queremos a nuestro bebé! —Dice mirando mi cara interrogante, atreviéndose a retarme a decir nada más. Asiento, mis ojos se suavizan.

— Sí, así es. —Contesto jalando a mi esposa abrazándola protectoramente. Mi mirada tira dardos a José, mi fosas nasales enciendiéndose como un toro embravecido.

— Pensándolo bien, —dice Ray—, ¿por qué voy a pagar un taxi? Vinieron aquí para recogerme. Me llevarás de regreso a casa, José. —Ray se apiada de él con su mirada.

— Vamos hijo, —El señor Rodríguez persuade a José.

— Adiós Annie. Llámame mañana, —dice Ray levántandose de la silla de ruedas y caminando hacia Ana. La abraza y le da un beso—. Perdódalo. Es estúpido y está enamorado, nena, —le susurra en su oreja.

— Oh, papito, —dice Anastasia y solloza quedamente—. En este momento no puedo.

— Trata. Y, felicidades a los dos. ¡Soy muy feliz de saber que mi nena me va a convertir en abuelo! —Ana lo abraza más fuerte.

— ¡Gracias a ti papito!

— Lo siento mucho, Ana, señor Grey… —dice el señor Rodríguez, avergonzado por su hijo.

José le dirige una mirada triste a Ana—. ¡Lo siento Ana! —Dice en voz apenas audible, pero Ana voltea la cara hacia mi pecho. Él deja caer la cabeza y se dirige con el grupo a la salida del hospital.

Cuando Ray, José y el señor Rodríguez salen, Taylor me mira. Asiento y él discretamente los sigue hasta el exterior del hospital.

— Necesito hacer un reporte del incidente, —dice el guardia de seguridad.
— No hay necesidad de eso.

— ¿Pero señor?

— Regrese a su puesto, —le ordena la doctora Greene. Él y sus dos acompañantes asientes y se van—. Bueno, eso fue interesante, —dice la doctora Greene tratando de aligerar la atmósfera—. Ana, supongo que podemos empezar tu examen. Pero, si quieres, puedes descansar un rato. ¿Quiere agua? —Pregunta mientras cierra la puerta detrás de nosotros. Sostengo la mano de Ana sin palabras. Todavía estoy temblando de rabia y tensión. El peso del día me está afectando. Primero el jodido Linc y sus abogados, y ahora José… si no estuviera locamente enamorado del amor de mi vida, mi razón de ser, me sentiría mal por él. Pero tal como están las cosas, enojó a mi esposa y escupió la noticia de su embarazo a su padre sin darle a Ana la oportunidad de decírselos en su momento. Me importan una mierda sus acusaciones contra mí. ¡Dijo que la había embarazado a propósito! ¡A pesar que su embarazo no fue planeado, estoy jodidamente feliz de haberla embarazado! ¡Es mi mujer, mi esposa, y lleva a mi hijo en su vientre! ¡Mío! Y está jodidamente celoso de eso. Curiosamente, no había estado más feliz de la existencia del bebé como lo estoy ahora. Ella tiene todo de mí; cuerpo y alma, y el hecho de que sea completamente mía, enoja a otro hombre.

All of me – John Legend

Su agresión automáticamente me indujo a defender fieramente a  mi esposa e hijo. Otro hombre hablando de mi hijo como si fuera una abominación, un ente no deseado o una herramienta para mantener a Ana conmigo, me enoja. Ana quiere a nuestro bebé y como censecuencia, lo que Ana quiere, yo quiero que lo tenga.

— ¿Señor Grey? —La doctora me pregunta buscando respuesta a una pregunta que no oí.

— ¿Disculpe? —Digo sacudiendo la cabeza.

— ¿Quiere también una botella de agua?

— Sí, seguro, —respondo ausentemente.

Ana me mira con preocupación.

— Ana se ve como si tuviera el malestar mañanero, —dice la doctora Greene.

— ¿Malestar mañanero? ¡Son más de las 5pm, doctora Greene! —Replico bruscamente.

— Señor Grey. El malestar mañanero es una expresión común relacionada con las náuseas y el vómito. El nombre se le ha dado de esa manera porque generalmente todos los síntomas se presentan en las primeras horas de la mañana y generalmente se reducen en el curso del día pero pueden ocurrir en cualquier momento. Para algunas mujeres llegan a parar después de las doce semanas y, para otras, pueden continuar hasta cerca del final del segundo trimestre. Por supuesto que no queremos que la señora Grey se deshidrate si vomita con frecuencia. Señora Grey, si pudiera terminarse la botella que le di, podría ver al bebé mejor con su vejiga medio llena. Quiero ver si podemos oír el latido del corazón. No pudimos oírlo la última vez. De todas maneras, tengo un nuevo aparato de ultrasonido que es muy sensible. Este puede detectar el latido cardíaco entre las seis a ocho semanas, pero generalmente es  mucho mejor oírlo después de las diez semanas. Es importante verificarlo para precisar su fecha de parto.

Anastasia abre los ojos. Retuerce mi mano excitadamente—. ¿Cuándo puede verificarlo, doctora Greene? Ya termine la botella de agua, —dice mostrando la botella vacía.

La doctora Greene sonríe—. Ahora, por supuesto. Por favor recuéstese en esta cama, señora Grey, —le ordena la doctora Greene y Ana obedece inmediatamente.

— ¿No la tiene que examinar a través de su vientre,  doctora Greene? —Pregunto.

En las últimas etapas del embarazo, esa es la manera que podremos examinar los signos vitales de su bebé. Pero, siendo tan pequeño es normal que un ultrasonido común no registre los latidos del corazón en esta etapa temprana. Es por eso que necesito usar una sonda para ultrosonido vaginal, —explica mostrándome lo que parece como un raro pene delgado doblado a la mitad. Ana pone sus piernas en los estribos y la doctora Greene abre sus piernas. Cubre a Anastasia con una hoja de papel. Ana me mira con los ojos muy abiertos, su mano buscando la mía. Automáticamente se la toma parándome a su lado, tratando de calmarla—. Señora Grey, doble las rodillas y necesito que se relaje. Voy a poner un condón en el extremo del transductor, lo lubricaré y lo introduciré en su vagina como hice la última vez. Vamos a ver si su bebé quiere comunicarse con nosotros hoy, —dice. La doctora empuja las rodillas de Ana hacia atrás y abre más sus piernas—. Señora Grey, está muy tensa. Se está apretando; no quiero lastimarla. Ahora necesita relajarse, —dice mientras intenta introducir la sonda en mi esposa. Anastasia se estremece—. Señora Grey, —le advierte nuevamente.
— Relájate nena, —susurro y hago círculos en la palma de su mano con mi pulgar. Esto siempre la excita. Me inclino y beso su frente. Ella trata de sonreír. Con la otra mano, acaricio su cabello y con lentitud pongo los dedos pulgar e índice detrás del lóbulo de su oreja y localizo su punto de excitación. Después, con extrema lentitud deslizo los dedos al lóbulo de su oreja nuevamente y lo masajeo. Siento como la tensión abandona su cuerpo con su mano relajada en la mía. Algunas formas aparecen en el monitor del aparato de ultrasonido mientras la doctora mueve la sonda dentro de Anastasia.

— Ahora voy a tratar de encontrar la posición para ver si pocdemos oír el latido del corazón de este pequeño. Tengan en cuenta que este feto es muy pequeño, y si el embarazo ocurrió después de lo que pensamos, podríamos no oírlo todavía. Pero basados en el fecha de su última menstruación, es posible que hoy podamos oírlo.

— ¿Qué es esa forma oscura en el monitor? ¿Es eso el bebé? —Pregunto. La forma no se parece en nada a un bebé.

— Bueno, ese es el ovario de la señora Grey, y esto… —la doctora Greene señala una semilla como de limón después que mueve la sonda— …este es su bebé.

— ¿Esa semillita? —Pregunto incrédulo.

— Síp, esa semillita es su bebé, señores Grey, —dice con una sonrisa. Anastasia apenas puede quitar sus ojos llorosos del monitor y me mira, tratando de adivinar mis pensamientos. La doctora Greene toca algo en el aparato del ultrasonido y pronto se oye en todo el cuarto el sonido como de una lavadora, o más bien como si alguien estuviera rascando un disco de vinilo de forma rítmica repetidamente, muy rápido—. ¡Este es el latido del corazón de su bebé! —Dice la doctora.

— ¡Christian! —Exclama Ana, más feliz de lo que nunca la había visto. Asombrada también. Sus ojos brillan con alegría y los eventos de justo dos minutos atrás, todos olvidados. Su felicidad es contagiosa.  ¡Oigo el latido del corazón de mi bebé!

— ¿Qué es borboteo mezclado con el latido del corazón del bebé? ¿Es normal? —Pregunta Ana preocupada.

— Su bebé tiene el latido cardíaco de 161 latidos por minuto, señora Grey. Y este flujo que oye es el sonido que proviene de la arteria principal que atraviesa su abdomen y que a veces es captada por el Doppler (se utiliza para medir y evaluar el flujo de sangre que circula a través de las cavidades y las válvulas del corazón del bebé) fetal porque, como pueden ver, —apunta a algo en la pantalla—, estamos muy cerca de ello. De hecho, este sonido es oído por el bebé cuando el embarazo está más adelantado y lo puede grabar para después calmar al bebé cuando haya nacido. Le es un sonido familiar, muy reconfortante para ellos. Debido a la placenta, más avanzado el embarazo este flujo será oído por su bebé como el que hace el viento a través de los árboles. 

— ¡Guau! —Es todo lo que Ana pueda decir.

— ¿Alguna pregunta señor Grey?

— ¿Puede decirme que tan avanzado está el embarazo de mi mujer? —Pregunto mientras acaricio el cabello de Ana y le sostengo la mano.

— Lo que puedo medir por los datos en la pantalla es que la señora Grey tiene ocho semanas y cuatro días de embarazo. Esto pone su fecha de término para el 11 o 12 de mayo. Pero esto puede cambiar a medida que el bebé crece. Podré darles una fecha más exacta en las próximas semanas.

— ¿Ocho semanas y cuatro días? Eso quiere decir que la inyección dejó de hacer efecto antes de lo previsto. Permítame preguntarle algo doctora Greene. ¿Qué habría pasado si Ana se hubiera inyectado…, digamos seis semanas atrás? ¿Le hubiera hecho una prueba de embarazo? ¿O habría supuesto que no estaba embarazada? —Pregunto levantando las cejas.

Los ojos de Ana se dirigen a mí primero y luego a la doctora.

— Es posible que la inyección para evitar el embarazo haya causado a la señora Grey un aborto espontáneo debido a las grandes dosis iniciales, o aun si no hubiera afectado el crecimiento del feto; de esa manera hubiera corrido el riesgo de peso muy pequeño al nacer. Pero, no le hubiera administrado la inyección a la señora Grey sin hacerle un test de embarazo tal como hicimos cuando se descubrió que estaba embarazada. Por lo tanto, este feto no corre ninguno de los riesgos mencionados. Pero para contestar su pregunta anterior, sí, parece ser que el efecto del Depo Provera (Acetato de Medroxyprogesterona, anticonceptivo inyectable trimestral) dejó de hacer efecto antes. —Asiento. La explicación de la doctora Greene me dice en forma concluyente que ninguno de los dos planeó el embarazo. Pero en más de una forma, estoy contento. ¡Anastasia me echa su mirada de ‘te lo dije’, mientras me clava las uñas en la palma de la mano. ¡Guou! Levanto las cejas ante su agresiva reacción, y finalmente le sonrío a mi mujer.

Hubiera querido pasar más tiempo a solas con mi mujer; para tenerla solo para mí. Por otro lado, nuestro bebé es la prueba más importante de que es mi mujer y solo mía. Lleva a mi bebé. ¡No el de Rodríguez, ni de Kavanagh y definitivamente tampoco de Clayton! El embarazo de Ana enloqueció a José hijo mucho más que la idea de que estuviera enferma por la conmoción cerebral que sufrió. Puedo ver claramente que nuestro bebé amenaza a otros hombres.

Anastasia se estremece cuando la doctora le quita la sonda. No escapa a la atención de la doctora que froto las piernas de Ana que están en los estribos. Una vez que la sangre comienza a fluir por sus piernas, la ayuda a bajar y la pongo en posición vertical.

— Señora Grey una vez que se haya vestido y regrese con nosotros, contestaré cualquier pregunta que deseen. —Dice. Anastasia asiente y se dirige al baño.

— ¿Pudiera recomendarme algún libro para padres sobre que esperar durante el embarazo? —Pregunto.

La doctora Greene sonríe y me da algunos nombres que registro en la BlackBerry. Cuando Anastasia regresa nos dirigimos a la oficina de la doctora y nos sentamos.

— Tengo una pregunta acerca de sus náuseas mañanaera, doctora, —Digo miranda a Ana con preocupación—, ¿Cuánto tiempo durarán? ¿Y debería estar trabajando cuando está experimentando esos malestares? Como pudo notar el caos tras su puerta hace un rato, seguramente se dio cuenta que sus náuseas deben haber sido muy violentas para su papá y su amigo, —digo con acritud—, para haberlos preocupado. Si hubiera sabido que hubiera estado tan enferma, le hubiera pedido que se quedara en casa, —digo apretando los labios en una fina línea.

— ¡Christian! ¡Quiero trabajar! ¡Justo acabo de regresar a trabajar después de haberme recuperado! —Refunfuña.

— Anastasia, discutiremos eso más tarde, —la regaño.

— Es normal que la señora Grey tenga náuseas, —interfiere la doctora—. Sin embargo, si tiene esas violentas náuseas que la hicieron caer de rodillas de tal forma que su guardaespaldas tuvo que apresurarse para traerla a mi consultorio en brazos, señora Grey, entonces le recomiendo encarecidamente que trabaje solamente medio tiempo. Es posible que siga trabajando tiempo completo pero haga la mayor parte de su trabajo en la comodidad de su hogar y vaya a la oficina por la tarde. De esa manera, estará trabajando tiempo completo, pero la mitad del tiempo lo hará a distancia y la otra mitad en su oficina. De esa manera puede tener lo mejor de ambos ambientes.

— ¡No! Quiero trabajar. No quiero que mi embarazo sea factor determinante para ir a trabajar o no.

— Entiendo a la señora Grey; también soy madre trabajadora. Pero la salud es factor determinante para un buen desempeño en el trabajo. Los síntomas que está experimentando no durarán para siempre. Generalmente cuatro a cinco meses. Entonces estará bien. Su cuerpo se está adaptando a las nuevas hormonas del embarazo que nunca antes había experimentado. Su cuerpo está tratando de hacer crecer una nueva vida en usted. Por lo tanto, debe hacer todo lo posible para ayudar a darle a su bebé un desarrollo saludable. Por su reacción anterior, noté que ambos desean mucho al bebé y protegerlo. Así qué, conviene que para su saludable desarrollo su mamá tenga el mejor descanso, —dice con gentileza mientras le sonríe a Ana, quién le frunce el ceño sin palabras. La doctora Greene es mi nueva mejor amiga—. Mi recomendación es que esta semana trate de trabajar medio tiempo. Si observa incremento en sus náuseas matutinas, o mareos que pueden ser un indicativo de baja presión arterial inducida por el embarazo podría ser necesario controlarlo. Al final de la semana si nota decremento en esos incidentes, entonces ambos pueden decidir cual puede ser el mejor horario de trabajo y las veces que son menos propensos los episodios de náuseas. Generalmente son más fuertes en la mañana. —Ana fulmina con la mirada a la doctora sabiendo que me voy a convertir en sobreprotector y lo haré por las órdenes de la buena doctora.

— Pero apenas las tengo en la mañana. Apenas a la hora de la comida, la semana pasada y hoy han sido las primeras veces que las he tenido tan tarde. ¿Podría haber sido algo que comí o por la ansiedad de ver a mi papá salir del hospital?

Esto es nuevo para mí—. Nunca me dijiste que tenías náuseas y mareos en la mañana. —La miro fijamente preguntando con la vista ¿cuándo-me-ibas-a-decirme-esto? Sus ojos se ensanchan con su: ¡Oh, mierda! cara y evita mi mirada y se enfoca en la doctora.

— Señora Grey, durante el embarazo encontrará que algunos alimentos le harán sentir más náuseas pero la causa principal es la preñez. Estoy segura que puede probar por el resto de esta semana y ver si sus síntomas mejoran o empeoran y en consecuencia puede evitar los alimentos que imcrementan los síntomas. Las galletas y los refrescos de soda parecen ayudar en la mayoría de los casos. ¿Podría probar la reacción de su cuerpo y trabajar medio tiempo el resto de la semana? —Le pregunta a Anastasia.

— Lo supongo, —contesta Ana como una niña petulante.

— ¿Qué pasa con los antojos raros? —Pregunto, y los ojos de Ana se expanden y mueve la cabeza mirándome suplicando no decir nada mientras se sonroja.

— Son normales en parte del embarazo. ¿Ha tenido antojos raros?

— Algunos… —murmura, mirándome con amonestación. La miro con mirada impasible.

— Muchos de mis colegas estarán de acuerdo conmigo que los antojos satisfacen una necesidad nutricional específica que el cuerpo de la madre experimenta. Las mujeres están más en sintonía con su cuerpo durante el embarazo, en la que se presta mucha atención al estímulo físico, incluida el hambre, y por supuesto esto puede llevar al deseo por tipos específicos de alimentos, —dice asintiendo.

— Así que, doctora Greene, en su opinión profesional, ¿es de suma importancia que esos antojos sean satisfechos? —Pregunto con cara taciturna.

— Soy de la vieja escuela; así que, sí, por supuesto. Estoy segura que no es problema para el padre del bebé satisfacer las necesidades de la madre mientras está llevando a su bebé, —indica mientras levanta las cejas.

Sostengo la mano de mi esposa y la beso tiernamente, la ponga en mi palma mientras le masajeo los nudillos con la yema de mi dedo índice—. Será un gran placer para mí satisfacer todos los antojos de mi esposa, doctora Greene, —Digo y Anastasia espira jadeando, retorciéndose en su asiento. Tose—. ¿Estás bien, nena? —Le palmeo la espalda.

— Síííí, —chilla.

— Bien, no queremos quitarle más tiempo doctora. Gracias, —digo extendiendo la mano. Anastasia hace lo mismo y extiende su mano a la doctora, todavía sonrojada.

— Señora Grey, generalmente es bueno tener una cita cada cuatro semanas durante el primer trimestre, pero me gustaría verla en dos semanas para ver como ha logrado controlar las naúseas y antojos, —dice.

— Sí, por supuesto, —dice Ana en tono apenas audible, el rubor alcanza hasta la línea de su cabello otra vez.

— ¿Nos vamos, señora Grey? —Digo tendiéndole la mano con una sonrisa y salimos de la oficina de la doctora de la mano.

Tanto Sawyer como Taylor están esperando afuera. Ella evita su mirada y me lanza una mirada ceñuda.

— Ana, tengo cita con el doctor Flynn esta tarde y ya estoy llegando tarde. Te enviaré a casa con Sawyer y estaré en casa en una hora, ¿de acuerdo?

— ¿Vas a ir? —Pregunta sorprendida. La decepción pasa por su cara, pero la cambia a una sonrisa—. Claro, por supuesto. No lo has visto en semanas, ¿verdad? Esperaré en casa a que regreses para cenar.

— Nena, oíste lo que dijo la doctora, si tienes hambre, necesitas comer. Puedes unirte a mí en el postre, —digo con voz lasciva y oscureciendo los ojos—. Después de todo le prometí a la doctora que satisfaría todos y cada unos de tus antojos.

— No lo sé, señor Grey. Puede que tenga mucha hambre en este momento y tenga que satisfacerla sola en tu ausencia, —dice batiendo sus pestañas inocentemente.

— Ah, señora Grey, también me gustaría ver como satisfaces ese tipo de antojos. Puede que te pida que me lo demuestres esta noche, —murmuro con una sonrisa. Pone los ojos en blanco y tira de mí en dirección a los elevadores.

Cuando llegamos al estacionamiento, Sawyer abre la portezuela de Anastasia. Recorro los nudillos por su cara y se inclina a mi tacto, cerrando los ojos. Repentinamente tomo su cara entre ambas manos y beso a mi mujer con todo lo que tengo. Posiblemente es el bullir del estrés que me ha provocado el enfrentamiento con Lincoln o José con su posesiva preocupación sobre el bienestar de mi esposa o sus celos al saber del embarazo de mi mujer; o viendo y oyendo los latidos del corazón de nuestro pequeño Bip. Sea lo que sea, quiero a mi mujer, y la beso y dejo saber a todos exactamente a quien pertenece: A MÍ.



 

* * * * *
— ¿Llamaste al doctor Flynn?

— Sí señor. Le dije que llegaría tarde porque habíamos tenido que parar en el hospital.

— ¿Qué pasó cuando sacaste al papá de Ana y José y a su papá?

— Tanto el señor Rodríguez como el señor Steele regañaron a José.

— ¿Cómo exactamente? —Sondeo.

— El señor Steele le dijo que usted ama a la señora Grey, ‘Annie?, —dice corrigiéndose mientras me mira por el espejo retrovisor; a Taylor se le ve preocupado—. El señor Steele dijo que era testigo de la intensidad de su amor por la señora Grey cuando estuvo en el hospital. Dijo ¡‘puedes sobrevivir sin mi hija, pero Christian no puede! La ama más que cualquier ser humano y ella lo ama con la misma intensidad. No permitiré que nadie atente contra su felicidad’. José Rodríguez dijo que también la ama, pero que no creció con dinero como usted. Entonces el señor Steele muy enojado le dio un puñetazo y dijo que nadie compra el amor de su hija con dinero, posesiones o riqueza, —relata Taylor y esta información me sorprende—. Entonces levantó su dedo y lo clavó en el pecho de José Rodríguez y dijo que su hija no es una posesión para comprarse o venderse. Solo aquel que sea merecedor de su amor y afecto podrá tenerla, y que usted lo era y lo hizo. El señor Steele también dijo que Annie lo ama y que le dijo a él que nunca habría nadie más para ella, excepto usted. Entonces el joven señor Rodríguez dijo: ‘¿Y si la estuviera manipulando para embarazarla a tan temprana edad, usándola por su juventud e inocencia? Finalmente el señor Rodríguez padre agarró a su hijo por los hombros sacudiéndolo y le dijo que olvidara ese amor sin esperanza y parara de lastimar a todos a su alrededor, incluyéndolo. Tener hijos es decisión única y exclusivamente de las parejas. No de sus padres, hermanos, amigos, u otras personas que puedan amarlos a distancia. Dijo que había tenido su oportunidad con Ana y ella le dijo que lo amaba como a un hermano, nada más, y debe aceptar eso. Luego murmuro algo en español.

— ¿Qué dijo? —Pregunto secamente sabiendo que Taylor entiende el español.

— Dijo, ‘olvídala hijo. Es la esposa de otro hombre. No es buena para ti. Aún más, están locamente enamorados’. Y le dijo que repetara los sentimientos de Ana. ¿No pensaba que ella merecía tener al hombre del cual estaba enamorada en lugar de aquél a quién consideraba un hermano? Entonces se encogió de hombres liberándose del agarre de su padre, se disculpo con el señor Steele por comportarse como un pendejo y dijo que Ana merecía lo mejor y que es una buena chica y que los esperaría en el coche. Posiblemente estuviera llorando por la forma en que se limpió la cara enérgicamente con su manga, pero no vi su cara, —Dice Taylor. No digo nada. Me habría vuelto loco si alguna vez perdiera a mi mujer por otro hombre—. ¿Quiere que lo ponga bajo vigilancia, señor?

Sacudo la cabeza negando—. No. Estaba preocupado por Ana. Llamaré a Sawyer cuando lleguemos a casa para saber que pasó. —Solo un mes atrás, pude haberlo hecho, aún podría por herir los sentimientos de Ana y avergonzándola delante de la doctora, su padre y otros. Sé que Anastasia está enojada con él, deseaba con desesperación golpearlo, pero eso solo hubiera aumentado la simpatía de Ana por él. ¡Mierda! Tiene sentimientos más profundos por mi esposa de lo que pensé. Odio que cualquier otro hombre desee a mi esposa, incluyendo a José. Sería muy fácil para mí dañar o lastimar a José. Pero haciendo eso, lastimaría a mi esposa, y la apartaré de cualquier cosa que pudiera herirla.

Siento que la SUV llega a parar al estacionamiento del consultorio de John. Su secretaría ya se ha ido y el doctor Flynn nos saluda en el área de recepción. Me conduce a su consultorio y cierro la puerta detrás de mí. Se sienta en su silla y me siento en el sofá, cruzando una pierna sobre la rodilla.


 — Christian, ha pasado bastante tiempo desde que te vi. Espero que les está yendo bien a Ana y a ti. Taylor me dijo hoy que habían tenido que ir al hospital con Anastasia. Espero que esté bien.

— Está bien, estaba teniendo náuseas más tarde. Su padre fue dado de alta hoy del hospital. Ese es el motivo por el que tuvimos que ir al hospital, —le digo y le explico brevemente la situación. John abre ampliamente los ojos, pero no dice nada. Rápidamente comienza a garabatear en su tablet, y cuando le explico el incidente que Taylor me contó, alza la mirada, deja su pluma y empieza a teclear con rapidez. Eso no puede ser bueno.

— Dime Christian, ¿desarrollaste alguna simpatía por este joven que tiene sentimientos por Anastasia?

Lo pienso por un minuto—. No exactamente, John. Realmente él no me importa, pero a Ana sí, aunque ahora esté enojada con él. Es su amigo.

— Interesante, —dice y teclea aún más rápido.

— ¿Por qué?

— Es evidente que amas a tu esposa, y harías cualquier cosa antes que lastimaras a alguien que a ella le importa. Sí, pero también me di cuenta que en anteriores conversaciones contigo, eso es una forma de sacrificio por la gente que amas. Toleras a gente que no necesariamente te gusta por el bienestar de aquellos a los que amas. Hiciste lo mismo con tu madre.

— Otra vez. ¿Cómo brincamos de José Rodríguez a mi madre?

— Regresaremos a ese punto más tarde, Christian. Te quiero preguntar sobre la noche que me llamaste cuando supiste del embarazo de Ana. ¿Qué aprendiste del hecho que ibas a ser padre y como te sentiste?

— Inhalo y exhalo ruidosamente—. Indefenso, sin timón, incompetente, enojado, perdido, asustado…

— Esos son adjetivos muy fuertes. ¿Aún tienes esos sentimientos?

— ¡No! Excepto quizá, asustado. Habiendo estado cerca de perder a mi esposa hizo que todos esos sentimientos desaparecieran, excepto el miedo. El miedo creció, pero en dirección diferente. Mi miedo inicial era convertirme en un padre de mierda. Todavía está en lo profundo de mi mente. Pero, creo que con la ayuda de Ana, tú sabes, no me permitirá ser un padre de mierda. El miedo que tengo es el de pérdida, —digo mientras mi voz va bajando de tono. Recuerdo el sentimiento de cuando llamó del banco y me dijo que me estaba dejando y después enterándome que Hyde había sido liberado bajo fianza y que la había secuestrado. —Me tomo todo un minuto para calmarme cuando hablo del encuentro de Ana casi sin vida sobre el frío concreto. Mis manos se convierten en puños y mis ojos echan chispas gélidas—. ¡Estuve cerca de matar al cabrón! Iba a matar a mi esposa. ¡A mi Ana y a mi hijo! ¡A mi hermana también!

Me está probando con la intensidad de su mirada—. ¿Estabas preocupado por el bienestar de tu bebé?

— ¡Por supuesto! ¡Es mi hijo! ¡Mi indefenso bebé! Si no protejo a mi mujer y a mi bebé, ¿qué tan bueno soy como hombre?

— ¿Te das cuenta de lo que acabas de decir, Christian?

— ¿Qué? —Pregunto exasperado.

— Acabas de declarar que tenías el deseo de proteger a tu hijo nonato. De hecho, me atrevería a decir que fue una reacción automática. Ciertamente tienes lo que se requiere para ser un buen padre.

— ¡Pero mi miedo no era solo por convertirme en un padre de mierda, John! Quería tener más tiempo a solas con Ana. Nunca había tenido con nadie lo que tengo con ella. ¡Cuando se trata de Anastasia, soy un hambriento ante un banquete, John! Nunca tengo suficiente de ella.

— Y aun así no solamente aceptaste a tu hijo, sino que mostraste amor y cuidados por un diminuto feto. A muchos padres les toma tiempo vincularse con sus hijos. Ya que la madre los lleva en su vientre, tienen un lazo con la vida creciente en sus cuerpos. Pero, la mayoría de los hombres ven a los bebés como personitas que están atadas a las esposas y se alejan de ellos y eso puede tomar tiempo para que se vinculen con sus bebés nonatos.

— Estoy completamente seguro que aún no estoy fuera de ese grupo, doctor Flynn. Por otro lado, me siento fieramente protector de esa vida de ocho semanas. Posiblemente porque Ana lo quiere…

— O tal vez porque también lo quieres.

— Sí, lo quiero, —susurro—. Pero no cambia el hecho de que todavía estoy asustado… Asustado de perder los cuidados, amor y atención de Ana, asustado de que pueda ser un padre de mierda, asustado de impacientarme… ¡No sé John! Soy hombre al que le gusta tener el control de su vida y todo a su alrededor. Lo he tenido durante los últimos siete años… Pero eso cambió después que Ana llegara a mi vida, y nada ha sido igual desde entonces.

El doctor Flynn me ve con mirada escrutadora—. ¿Estás extrañando tu antigua vida?

— ¡No! ¡Lo que mi esposa me da es refrescante, amor, tacto, la clase de vínculo que nunca pensé que pudiera tener! Incluso no creí en su existencia cuando tan abiertamente lo vi en otras personas. Amor verdadero… Decir que estoy enamorado de mi esposa es una expresión muy simple. El amor es un sentimiento pasajero. Lo que siento por ella es permanente, altera el alma, definiéndome. Ella es mi propósito en la vida, la razón por la que despierto cada mañana, por la que estoy obligado a cuidar, amar y complacer mientras viva. Y por añadidura, nuestro hijo es el sello de nuestro amor. Así que, lo quiero más que nunca.

— ¿Esto es porque José está celoso porque eres el padre del bebé de Ana?
Me paso la mano por la barba incipiente—. No por la razón que dices. Sus celos solo disparan mi lado posesivo por Ana, que por supuesto se dio. Lo que me enojó fue su reacción repulsiva y desagradable hacia nuestro bebé como si fuera una abominación que robó la libertad de mi esposa.

— ¿Cómo te hizo sentir eso? —Pregunta Flynn. Exhalo ruidosamente. El doctor Flynn hace esa pregunta con frecuencia, debería tenerla tatuada en su frente.

— Quise darle una paliza.

— ¿Lo hiciste?

— Sabes que no.

— ¿Qué te hizo contenerte?

— ¡Te lo dije John! ¡Lastimarlo significaría lastimar a Ana, y haré lo necesario para mantenerla lejos de lo que pudiera provocarle dolor!

— ¿A costa de soportar el dolor dentro de ti, lejos de sus ojos? —Dice y lo veo impasible sin darle una respuesta. Sí, algunas—. También me he dado cuenta que no le dijiste al señor Rodríguez que tu bebé no fue planeado. Le hiciste pensar que había sido decisión tuya.

Asiento en respuesta al diagnóstico del doctor Flynn—. ¿Por qué?

— ¡Porqué no es su jodido asunto! Me importa una mierda lo que José o cualquier otro cabrón que tenga ojos para mi esposa piensen de mí. Soy lo que soy, hago lo que hago. Y me importan una mierda las opiniones que de mí tengan, ha sido la filosofía de mi vida. ¡Mientras mi esposa sepa que la amo más allá de lo que alguna vez haya amado o me haya importado, haré cualquier cosa para protegerla, gastar todo lo que poseo, renunciar a todo lo que tengo, pero nunca renunciaré a ella, sería feliz! Si necesitara un trasplante de corazón y fuera el único compatible, entregaría mi propio corazón para que viviera. Esa es la medida de mi amor por ella. No ofrezco disculpas ni explicaciones a nadie y mucho menos a un cabrón que va tras mi esposa como un cachorro. Debe procesar en su mente que: ¡es mi esposa, mi mujer, y la madre de mi bebé! Si alguna vez hace algo remotamente pequeño para lastimarla con sus jodidos prejuicios, no creo que me pueda contener. Casi llegó a ese punto al final de hoy. ¡Literalmente me tomó todo mi autocontral para no darle una paliza y pegarle en el trasero hasta la semana próxima! Hubieran sido necesarios más de tres guardias de seguridad del hospital para detenerme a hacer eso. ¡Pero no quise causarle más vergüenza a Ana de la que ya había tenido que soportar por las acusaciones de ese cabrón! ¡Por eso me contuve! Ana puede y lo hace, levantarse sola, como lo hizo. Pero nuestro bebé está indefenso, pequeñito. No puedo permitir que nadie lo lastime. ¡Soy su padre! ¡Es mi deber protegerlo! ¡Nadie, y quiero decir nadie lastimará a mi bebé o a mi esposa sin pasar por encima de mí!

— Eso es una verdadera declaración, Christian. Ahora háblame de tu última reunión con Elena. Dijiste que fuiste a tomar una copa con ella cuándo dejaste a Anastasia.

Cierro los ojos apenado—. ¿Estás tratando de lastimarme recordando que mientras estoy tratando de proteger a mi mujer de los demás, he sido quién más la ha lastimado?

— No, Christian. Estoy tratando de establecer algo que tu inconsciente sabe, pero que nunca dijiste en voz alta. Pero primero, me gustaría saber lo que tienes que decir. Anda, por favor… —Dice esperando una explicación.

— Elena era un asunto pendiente de terminar desde mi cumpleaños. Tenía que darle final. Había terminado desde hacía más de dos años, pero creo que no para ella. Se me insinuó, y fue sorprendente para ambos que me alejara de su contacto como si fuera la peste bubónica. Luego hizo que pareciera una broma, pero ambos sabíamos que no era así. ¡Estoy enamorado de mi esposa! ¡No importa cúan enojado esté! Dios sabe que Ana pone a prueba mi paciencia como nadie más, absolutamente amo a mi esposa. ¡Le dije eso a Elena! Ana es mi presente y futuro. Y posiblemente debía haber sabido siempre que Elena tenía la idea de que me tendría de regreso nuevamente en una relación sexual, lo que por supuesto ignoré sabiendo que soy el que está a cargo de mi vida y que ella solo estaba en el pasado. Así que, mantuve la farsa de hacerme creer a mí mismo que solo éramos amigos. Al menos eso es lo que consideraba que Elena era para mí. En cierto modo, ella también pudo haberse sentido de esa forma, pero cuando me tocó de la manera en que antes iniciaba el sexo duro, no pude mentirme por más tiempo y sentir que solo era una amiga. Era claro que no era el caso para ella. Tenía que dejar perfectamente claro que eso nunca podría pasar, nunca entre nosotros, y nunca podría verla nuevamente.

— ¿Le dijiste que Ana estaba embarazada?

— ¡Dios! No. Sabía que estaba enojado cuando la encontré frente a Esclava, y me pidió que fuéramos a tomar una copa. Solo dije que Anastasia quería hijos. Y que no estaba listo para eso, porque temía perder a mi mujer por un pequeño invasor, que nunca tendría tiempo para mí, o amarme, y solamente sería la segunda persona en su vida. Miedo a la pérdida, la pena todavía enroscada en mi mente en ese momento. Solo tenía que hablar con alguien, y tú estabas, bueno… estabas inaccesible, —digo encogiendo los hombros.

— Pero una vez que se te insinuó, ya no pudiste esconderte tras la idea de que solo era una amiga. Ese es un hecho que tu subconsciente sabía desde hace mucho tiempo. No es nada nuevo. De hecho, lo había notado desde hace cuatro años. Recuerdo la ocasión en que tu madre me invitó por primera vez a tu fiesta de cumpleaños y Elena estaba ahí. Tuvimos una sesión unos días después de esa fiesta y discutimos los eventos. Recuerdo que solo bailaste con tu hermana, tu madre y una vez con Elena. Me di cuenta de tu rigidez entonces. Estabas relajado con tu hermana y fue un baile divertido. Gentil con tu mamá pero aun así relajado. Pero con Elena, me di cuenta que erigiste tu barrera y de alguna manera estabas rígido.

Lo miro a los ojos sin parpadear. ¿Dónde va con eso?—. Vagamente recuerdo algo al respecto, —arguyo con indiferencia.

— Estoy bastante seguro que recuerdas más que eso. Fue una de las primeras veces que saliste enojado de mi consultorio. Creí que nunca rgresarías. Pero lo hiciste… Una semana después, —añade con su acento londinense. Sacudo la cabeza—. ¿Recuerdas lo que te dije? —Pregunta.

Suspiro—. Sí. Dijiste hipotéticamente que la razón por la que no saqué a Elena de mi vida a pesar que había cesado mis relaciones sexuales con ella era porque lastimaría a mi madre. Dijiste que si cortaba las lazos con la acosadora, la eliminaba de mi vida y la evitaba en todas reuniones familiares, surgirían sospechas en mi familia. Dijiste que descubrir la traición de su buena amiga al seducir a su hijo podría lastimar a mi madre inmensamente. Entonces me dijiste que haría todo lo posible para impedir que mi madre fuera lastimada de cualquier posible manera, especialmente sobre algo de mi pasado. Por lo tanto, dijiste que soportaría el costo personal del peso muerto de las relaciones perjudiciales debido al amor por mi madre. 

John sonríe ampliamente—. Palabra a palabra de acuerdo a mis notas. ¿Ves el paralelismo con la situación de José? Trataste lo mejor que pudiste la situación para evitar la confrontación con José con el propósito de proteger a tu esposa a pesar que significaba un costo personal para ti. Me atrevo a decir que nunca harías eso por una sumisa, o ninguna otra mujer que haya estado en tu vida.

— ¿Sugieres que estuvo mal? —Pregunto levantando las cejas. Cruzo los brazos y me reclino en el respaldo del sillón de cuero que protesta con un rechinido, como lo hago yo.

— Me complace que hayas ejercido tu auto-control y hayas evitado la violencia. Pero quiero examinar entre líneas la razón de tu abstención. Empezaremos con el ejemplo de Elena. ¿Por qué crees que no echaste a Elena de tu vida después que tu relación con ella terminó? Uno no puede ir de una total fuerte relación física y olvidar todo y después convertirla en una fase de amistad tranquila.

— ¡Eso es un caso finalizado, John! ¡La he eliminado de mi vida! ¿Qué más quieres de mí? —Sigo saltando sobre mis pies.

— ¿Te vas a ir nuevamente? —Pregunta.

— ¡Nooo! —Digo como un adolescente hosco—. Les he provocado problemas a mis padres desde que me adoptaron. ¡No permitía a nadie tocarme! Recuerdo a mamá con su desolada cara cuando esquivaba su tacto cuando tenía cuatro años, pero aun así, me sonreía. Después, no hablé por dos años. Elliot me tenía miedo porque le hubiera pegado, a lo que mis padres le pusieron fin. ¡Era esa rabia concentrada en mí que nunca se apagó; estaba enojado con todo mundo, con todo, permitiéndome el universo existir! Luego llegaron mis años de adolescencia: ¡Estaba en problemas todos los días, siempre! Ya les di a mis padres suficientes dolores de cabeza, —le digo tomando respiración—. ¿Crees realmente que no los habría hecho pasar por peor mierda cuando me convertí en adulto? Haría cualquier cosa, absolutamente cualquier cosa por evitarles la pena que era peor que toda la que les había provocado a través de los años. ¡Hubiera aniquilado a mamá, como lo hizo cuando se enteró hace pocos meses! Ni siquiera sabía lo extenso o la clase de relación que Elena y yo tuvimos. Mamá asumió que solamente era una aventura sexual… ¡No la perversidad, llena de relaciones BDSM! Posiblemente soy yo el abominable, el que echa a perder el orden de mis seres queridos, sus vidas perfectas. El miedo a lastimar a mamá, y mi jodido auto-aborrecimiento fueron algunas de las razones que me hizo creer que Elena era solo una amiga, una amiga que me benefició inmensamente al ayudarme a lidiar con mis problemas… Aunque tengo que admitir que a nivel de mi insconsciencia sabía que nuestra relación era errónea. Debía ajustar mi reloj, y que todo por lo que había pasado sería nada. Y a lo largo del camino, estaría lastimando a mi familia, a mi madre en particular. No iba a arriegarme. Toleraría que cualquiera, no importando cuanto dolor me causara si solo pudiera evitar una pena mayor a quienes amo.

— Y ahora tenemos un avance… —Dice John sonriendo—. Esa es la razón exacta por la que toleraste el comportamiento de José. Para evitar infligirle dolor a tu mujer. Preferirías aguantar situaciones y a personas desagradables porque, haciendo eso estarías protegiendo a los que amas. Pero, ¿quién protege a Christian?

— Soy lo suficientemente grande, malo y feo para hacerlo yo mismo.

— ¿Crees?

— ¿Por qué no? —Contesto con una pregunta para envitar la respuesta.

— Sería más prudente que también te protegieras.

— ¡Tengo muchas capas de protección, John!

— No estoy de acuerdo. Eso es aislamiento y evitar contacto con la sociedad en lugar de protección, Christian. Por ejemplo, en el pasado, evitaste ver a Elena en lugar de cortarla por completo. Las capas te aislaron, pero no te protegieron completamente, solo causaron que creciera la distancia con la sociedad. Mira, cuando esas barreras te fueron arrancadas con mucha fuerza, te dejaron sin ningún mecanismo de defensa que se demostró ampliamente cuando Anastasia entró a tu vida. Evitar no te enseñó como lidiar con la vida real. Simplemente te dejó indefenso, sin timón, temeroso, —recordándome mis anteriores palabras—. Lidiar con los problemas de la vida es un comportamiento que se aprende. Has estado expuesto de forma convincente a las realidades de la vida a partir que descubriste el embarazo de tu esposa, los indeseados avances de Elena, los secuestros de tu hermana y Anastasia, las heridas de Ana y ahora otro joven que está enamorado de Anastasia te acusa de no cuidar a tu esposa, y embarazándola para atarla a ti permanentemente.

— ¿Cómo debería haberlos tratado, John?

— No hay una fórmula para ello, Christian. No espero que que te acomodes al señor Rodríguez. Ana es tu esposa, ambos son adultos maduros, y lo suficientesmente mayores  para tener y cuidar a un niño aunque el embarazo no haya sido planeado. Los que están causando problemas a nuestras relaciones no son con los que tenemos que lidiar; no les debes explicaciones. Solo a los que amas. Debemos ser abiertos con ellos.

— ¡No creo que haría bien si le hubiera dicho a Anastasia que quería patearle el culo a José hasta el infierno y que no regresara! Posiblemente ella tendría problema con eso… —Digo sarcásticamente.

— ¿Es así cómo te sientes?

— Sí, así es. ¡No lo quiero cerca de mi esposa! No quiero que trate de abrazarla cuando esté vomitando, consolarla y preocuparse por ella, cuestionarla o regañarla por nuestras decisiones. ¡No ofreceré excusas cuando le dé una paliza! Protegeré a mi mujer e hijo con ferocidad si es necesario… —John abre la boca para decir algo, pero lo corto—. Antes que digas nada John, háblame después de que tu esposa haya sido acosada, secuestrada, golpeada casi hasta la muerte, casi perdido al bebé que quería… Apenas la recuperé en mi vida, y algunos otros cabrones con su confuso amor por ella le estaban haciendo la vida imposible. ¿Estaba esperando que me cansara de Anastasia y la dejara? ¡Así que, no esperes que presente excusas, o pedirme que perdone cuando le dé una paliza a la siguiente persona aunque solo sueñe con hacerle daño a mi esposa, hijo o a cualquier otro miembro de mi familia!

John garabatea nuevamente algo en su tablet, y creo que murmura—, dos pasos adelante, uno atrás. Pero sea como sea, cuando se trata de mi esposa e hijo, no hay límites en lo que haré para protegerlos—. Bueno, nuestro tiempo casi se ha terminado, no esperes tanto tiempo antes que vuelvas a verme. ¿Qué te parece la semana próxima? —Pregunta John.

— Suena genial la semana próxima. Haré que mi asistente programe la cita.
Taylor está esperando en la sala de espera. Me abre la puerta para salir del consultorio. Siento haberme quitado un peso de encima. Posiblemente no haya hecho el suficiente progreso que el doctor Flynn desea, pero he hecho el suficiente progreso para Christian Grey que se acomoda a sus deseos y el temor a mi control. Hoy, de todos los días, a pesar de todo lo sucedido, me siento triunfador, inconquistable pero no totalmente invencible. Y ahora, quiero irme a casa, encontrar a la razón de mi existencia, y enterrarme en ella durante mucho tiempo.


Mad about you – Sting

* * * * *
INVICTUS

Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.
En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.



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