Thursday, August 1, 2019

Libro IV - Capítulo XXVI: CINCUENTA SOMBRAS DE GREY - CHRISTIAN Y ANASTASIA


Capítulo XXVI
La tormenta
Traducido y editado por María Teresa Camp Gozalbo
“La pasión hace que una persona deje de comer, dormir, trabajar, sentirse en paz. Mucha gente está asustada porque, cuando aparece, demuele todas las cosas antiguas que encuentra en su camino".
Paulo Coelho


Me familiarizo con la gente alrededor de la mesa, pero mis ojos, cuerpo y mente solamente están fijos en Anastasia. Alguien llamado Boyd u otro me pregunta si he leído su libro. Desde luego que no. Pero era uno de los libros que mi mujer estaba editando y analizando durante nuestra luna de miel. Vagamente recuerdo el contenido por lo que ella me dijo—. No, pero mi esposa me hablo de la historia tan bien, que siento haberla leído.
— ¿Al menos la pondrás en tu lista para leerla?
— Esa lista es muy cerrada. Como podrás apreciar, tengo el tiempo muy limitado, y el género rara vez estaría en mi lista a menos que involucre sistemas financieros mundiales.
— Desafortunadamente es puramente romántica. Tendré que confiar en que la señora Grey te haya contado la historia completa, —dice sacudiendo la cabeza con una sonrisa.
— Así lo hizo, —digo sin desviar los ojos de mi mujer. Anastasia se ruboriza y me sonríe. La cena se desarrolla como un rápido borrón; estoy ansioso por ir a casa cuando veo a Taylor contestar su celular, sin palabras. Veo, más que oírlo decir “espera” a la persona que llama. Enganchamos nuestras miradas mientras se acerca a la mesa — Disculpe señor Grey, —dice respetando a la gente alrededor de la mesa y luego se inclina—. Welch está en la ciudad y quiere reunirse con usted.


Sacudo la cabeza y me alejo de la mesa para evitar los ojos y oídos indiscretos—. Dile que vaya al apartamento más tarde, —ordeno.
— Aparentemente no puede, —responde. Levanto las cejas irritado, cuestionando—. Algo para tomar la delantera antes que llegara a la ciudad. Pero necesita instrucciones suyas sobre la doctora Richards.
— ¿Y eso no se puede hacer por teléfono?
Sacude la cabeza fijando sus ojos en mí—. Tiene documentos solo para sus ojos, —susurra. Anastasia nos mira inquisitivamente. Le sonrío para asegurarle que todo está bien.
— ¿Dónde está?
— Está en una cafetería en la esquina de las calles East 78th y Madison. ¿Qué tan pronto podemos irnos señor?
Gruño internamente. No me gustan los cambios de planes sin previo aviso—. Ve a pagar la cena mientras hablo con Anastasia, —le ordeno a Taylor. Camino hacia Anastasia, le ofrezco una sonrisa y volteo hacia los comensales—. Fue agradable conocerlos a todos, pero tenemos llamadas de negocios y tenemos que dejar su cena. Por favor disfrútenla. Me he hecho cargo de su cuenta que es lo menos que podemos hacer ya que tenemos que irnos y prescindir de su compañía, —digo mientras miro la confundida cara de Anastasia.
— Seguramente la presencia de la señora Grey no sea necesaria en su reunión de negocios. Podría complacernos con su compañía, —dice uno de los editores cuyo nombre creo recordar es Cooper.
Lo miro fijamente—. Que equivocado está señor Cooper. A la señora Grey siempre se le necesita.
— Estoy seguro que sí, señor Grey. Solo quiero mencionar que su presencia podría ser intrascendente para su negocio, mientras que aquí puede ampliar sus contactos entre nuestras editoriales, —dice.
Lo miro para decir ‘¿estás fuera de tu jodida mente?’ —. La señora Grey es el individuo más importante en ese lugar, —digo mientras se intimida ante la intensidad de mi enfoque—. Ella nunca es intrascendente. ¡Nunca! —Mi voz es suave y baja, pero es como si le gritara.
— Por supuesto, no quise decir… quiero decir, posiblemente mañana podamos continuar con nuestras pláticas de negocios. ¿Verdad, Ana?
Anastasia voltea hacia mí con una mirada que dice ‘déjame manejar esto’. No quiero, pero le permite que tome la iniciativa—. Señor Cooper, —dice ignorando el hecho de que la llamó por su nombre—. Mi esposo tiene razón. Me gustaría irme. Hemos terminado nuestros tratos de negocios hoy y estoy segura que no hay nada que no pueda ser arreglado por correo o teléfono. Además, las decisiones comerciales de SIP son tomadas por el propietario.
— Oh, ya veo. Por supuesto, su oficina corporativa… —dice como un pensamiento de último momento—. Estoy seguro que no tiene facultades para tomar decisiones a nombre de SIP. Estoy autorizado para tomar dicha decisión en nombre de nuestra casa editorial, —dice con arrogante orgullo.
— No, señor Cooper. Quiero decir ‘el dueño’. La oficina corporativa es solo eso: la oficina corporativa. Las decisiones importantes todavía son ejecutadas por el propietario.
— Quién es… —dice mientras hace un elaborado gesto a Ana como si estuviera hablando con una niña de tres años, dejando el final de la oración en suspenso.
Yo, señor Cooper. Yo soy el propietario de SIP, —respondo con impaciencia.
— ¿De verdad? No tenía idea que estuviera interesado en publicar, señor Grey.
— Hay mucho que no sabe acerca del señor Grey. Mi marido es un hombre brillante, —le contesta Anastasia con orgullo en la voz y su mirada mientras se levanta de la silla. Los hombres sentados también se levantan al mismo tiempo que Hanna que parece tener el hábito de saltar del asiento.
— ¿Quieres que comparta un taxi contigo Ana? Quiero decir si quieres… —dice y la última palabra se apaga en su boca—, …quedarte.
— Eso no es necesario. Tenemos un vehículo esperando, —digo bruscamente.
— ¿Necesitas que te lleve Hannah? —Le pregunta Anastasia.
 La miro con severidad y mueve la cabeza—. Mi hotel está cerca de aquí. Así que no. Gracias por tu oferta, —añade.
— Definitivamente me pondré en contacto con usted para futura colaboración, señora Grey, —dice una de las editoras.
— También me gustaría colaborar con usted. Será un honor hacer negocios con alguien que ha tenido tanto éxito a tan temprana edad, —dice Cooper. Envuelvo a mi esposa con los brazos posesivamente, territorialmente. Sawyer y Melissa cierran los círculos de seguridad que crearon. Taylor se acerca y asiente para afirmar que la cuenta ha sido pagada.
— Buenas noches a todos, —digo después de ponerle a Anastasia el abrigo mientras la llevo a la salida. El aire frío nos saluda al abrir la puerta. Agarro la mano de Anastasia mientras la sostengo por la cintura, asegurándome que no caiga.
— ¿A qué negocios se supone que debes asistir? —Pregunta. Levanto una ceja burlonamente—. Oh, vamos Christian. Tienes algo importante que hacer, pero no quieres dejarme sola con los editores. Noto que puede ser algo urgente. Pero no quieres que vaya. ¿Estoy en lo correcto? —Pregunta y entonces bosteza.

— Nena, nada muy importante. Además, estás cansada. Necesito que vayas a casa y descanses mientras me entero que es de lo que Welch quiere hablar.
— ¿Están todos y todo bien en Seattle? —Respinga con preocupación.
— Sí, todos están bien. Esto no es sobre Seattle, nena, solo un negocio importante, —digo.
— Welch no es tu hombre de negocios. Es el jefe de seguridad. ¿Es el negocio acerca de tu antigua sumisa? —Pregunta mientras Taylor hace su mejor esfuerzo para ignorar el comentario mientras le abre la portezuela de la limusina. Frunzo el ceño y la sigo al interior de la limusina.
— Por favor, sé un poco más discreta en público. Sí y no. No sé exactamente de qué quiere hablarme.
— Pensé que no estábamos guardándonos secretos, Christian, —se queja.
— No lo hago. No quiero especular cuando no sé de qué se trata. Podrían ser varias cosas. Todo lo qué sé es que es importante y que quiere verme cara a cara. Así que la limusina nos dejará a Taylor y a mí en una cafetería para encontrarnos con Welch y después te llevará de regreso al apartamento con Sawyer y Tiber. Regresaré a casa tan pronto que termine con el negocio, —le explico. Asiente pareciendo molesta. Le levanto la barbilla—. Señora Grey, conoces mi rutina nocturna y no incluye excursiones de negocios fuera. Mi único negocio es encontrar infinitas formas de hacerte venir, —murmuro en su oído. Su respiración se detiene, aprieta las piernas, y el reflejo de su pasión se repite en el agarre de su mano sostenida por la mía.
— Bien, pero regresa pronto. Este apartamento de Nueva York no se siente como hogar.
— ¿Por qué señora Grey, me estás diciendo que ya añoras tu hogar?
— Desde luego, eso me pasa señor Grey, —dice sonriendo.
La voz de Taylor rompe nuestra conexión y repentinamente las otras voces inundan mis sentidos—. Ya llegamos, señor Grey, —dice abriendo la portezuela.
— Vas directo a casa, y no a ningún otro lugar, —le recuerdo.
— Christian, estoy embarazada, con ganas de unos bocadillos y cansada. Aunque quisiera, ahora estoy demasiado cansada, —dice con un bufido nada elegante.
— La cocina del apartamento está totalmente surtida. Si se te antoja algo más, en el cajón del gabinete junto al refrigerador tiene menús que Sawyer o Melissa podrían ordenar. Pero, —digo apuntándola con el dedo—, ¡no salir del apartamento por ninguna razón! Especialmente con este tiempo… Se supone que una tormenta de nieve azotará esta noche. —ordeno.
— Ya es de noche y la nieve ya está cayendo, Christian. ¿Cómo se supone que regresarás? —Pregunta con los ojos muy abiertos.
— La limusina vendrá a recogerme después que el conductor los deje a los tres, nena, —le digo para calmar su preocupación—. No te preocupes por mí. Regresaré pronto. —Le doy un beso rápido y cierro la portezuela de la limusina detrás de mí, deteniendo el aire caliente que sale del vehículo.
Taylor y yo nos apresuramos a entrar a la cafetería que está flanqueada por Hermès y Barneys y otras tiendas de lujo. Taylor jala la puerta y la oleada de los frescos aromas de café y los panes daneses nos reciben. El interior del lugar es acogedor, del tamaño de una caja de zapatos. Veo a Welch inmediatamente. Está sentado con un hombre con la gorra de los Yankees, vaqueros, botas vaqueras y camisa negra casual con las mangas enrolladas. Su abrigo cuelga en el respaldo de la silla donde está sentado. Por costumbre miro alrededor. El lugar está vacío excepto por Welch y compañía. Por el aroma celestial que se desprende desde el contenedor de pasteles y que hacen agua la boca, no creo que sea por la comida, pero mi equipo de seguridad cierra el lugar. Welch se levanta enseguida para saludarme con rostro sombrío. Cuando su acompañante levanta la cara, lo reconozco. Nunca lo he visto vestido en otra forma que no sean trajes caros, desde la universidad. Levanta graciosamente su alta figura, con fluidez y confianza como si fuera el dueño de esta maldita ciudad y extiendo la mano derecha para tomársela con el movimiento habitual del antebrazo.
— ¿A qué debo tu presencia aquí, Alex? —Pregunto.

— También me es grato verte, Grey, —responde con una sonrisa—. Estaré en la ciudad un par de días y necesitas mis ojos y oídos. O eso se me dijo. Seattle es tu ciudad, pero Nueva York y Los Ángeles son las mías, —dice casualmente y apunta la silla vacía. Después de mirar alrededor, localizo a su guardaespaldas Anthony, parado en un lugar privilegiado donde puede observar el local entero, tanto las entradas del frente y atrás, pero está convenientemente oculto. Taylor regresa a la mesa, pone el café frente a mí, y luego se va dónde está Anthony de pie.
— Señor Grey, no tengo mucho tiempo así que, trataré de explicarle lo mejor posible en el menor tiempo, —interviene Welch. Pone un sobre de papel manila frente a mí. Tomo el sobre y vacío su contenido que son una carpeta y una tarjeta de memoria de la clase que se ponen en teléfonos inteligente o en las tablets—. La doctora Richards es una mujer difícil de encontrar, —empieza Welch sin preámbulo. Tiene poderosas alianzas por su, uh, actual novio, —luego continúa—. Así que, el hecho es que me conoce, lo que me hizo todavía más difícil hablar con ella. ¡Bloqueó las posibilidades! ¡Todas! Todos mis intentos para contactar con ella incluyendo una visita al New York Presbyterian terminó con una amenaza de acusarme de acecho. Incluso no le importó, hum, la póliza de seguro que tenemos contra ella, —dice y me estremezco.
— Sin embargo, hay más de una forma de recabar información y esa es mi especialidad, —añade Pella.
— ¿Qué tienes? —Pregunto con tensa y nerviosa energía.
Welch saca una pequeña tablet de ocho pulgadas—. ¿Puedo? —Dice extendiendo la mano hacia la tarjeta de memoria. Se la entrego. La introduce en la ranura correspondiente y la pantalla cobra vida. Hay archivos de imágenes. Una sonriente feliz cara de una adolescente aparece.
Sacudo la cabeza inquisitivamente—. ¿Y bien? —Pregunto irritado.
— Sigue deslizando, —dice Pella.
Con el dedo índice, me desplazo por los contenidos. Una tras otra, imágenes de la misma niña yendo a la escuela, saliendo con amigos, luego en la escuela y su dormitorio. Luego aparece una imagen que parece ser una tienda de lujo en la que está esposada con cara aterrada, seguida de una foto policial y huellas dactilares por robar en la tienda y luego en un lugar que parece ser un calabozo. Esta vez, aparece despojada de su ropa y de su inocencia. Imagen tras imagen la muestra en varias posiciones sexuales. Noto que la disposición del lugar parece ser la de un club sexual debido a su similitud con los que visité en el pasado. La imagen final muestra una nota que simplemente dice “Atrapada y castigada”
— ¿Quién es? —Pregunto, a pesar que tengo la ominosa sensación de quién pudiera ser. Simplemente buscando confirmación.
— Es la hermana pequeña de la doctora Richards.
— ¿Y qué tiene que ver conmigo?
— Es el medio para un fin, el enlace más débil de una cadena de la que tirar con seis grados de separación. Ella jala la cadena de la doctora Lauren, y por un conocido cercano, la doctora Lauren puede jalar la tuya, —explica Pella—. Incluso si es en su propio detrimento. Lo que estamos viendo aquí es solo un movimiento de ajedrez. ¿Juegas ajedrez? —Pregunta Pella con indiferencia, me irrita dado el tema.
— Sí, Alex, ¡sabes que juego juegos de estrategia! —Casi gruño exasperado.
— ¡Bien! —Responde dándome una sonrisa brillante. Levanta la cara, se recuesta hacia atrás y cruza los brazos. Luego su cara se convierte en una expresión seria—. Eso significa que deberías reconocer y entender lo que pasa aquí. ¿Qué sacrificarías para derribar al rey de tu oponente? —Pregunta hipotéticamente, levantando las cejas. Mi mente está demasiado revuelta para jugar juegos hipotéticos de ajedrez. Contesta su propia pregunta—. ¿Sacrificarías a tus ocho peones, tus dos caballos, los dos alfiles, tus dos torres e incluso a tu única reina? Aparte de tu rey, puedes sacrificar todo si tu objetivo es ganar el juego. Porque lo que importa es que el único rey permanezca de pie en el juego de ajedrez.
— Basta con la analogía de la estrategia del juego de ajedrez, Alex. Estoy seguro que no estoy aquí para recibir una clase de ajedrez.
— Christian Grey, ¿todavía no lo ves? Quienquiera que sea o sean, un peón y una torre se están sacrificando aquí. La torre es más fuerte que el alfil o el caballo. Ya sabes lo que se dice del juego… Generalmente se considera que dos torres se considera que valen más que la reina. Es una pieza importante en el juego. Quienquiera que sea, gana una torre sacrificando un humilde peón, a saber, la hermana, y ese pequeño peón tira una torre, la doctora Richards. La torre se usa para derribar a la reina, tu reina, y la reina derribará al rey.
— ¡Alex, en puto español, por favor!
— La doctora Richards no tiene el potencial para derribarte. Ese no es el propósito del jugador. Sin embargo, estaba destinada a ser usada para derribar a tu reina, lo que de alguna manera, los atentados de otra persona no tuvieron éxito ya que tu reina tenía sus propios trucos. Si la señora Grey se comporta como lo hizo anoche sabes bien que podría haber pasado en esa reunión: el recuerdo implacable de la sociedad gracias a que eres elusivamente famoso, los paparazzi y por supuesto el nunca olvidado internet. Sabes tan bien como yo que lleva años construir una reputación y minutos para destruirla. ¿Quién se beneficiaría de tu caída? —Pregunta.
La lista puede ser larga. El éxito conlleva una larga de rivales que quedan en el polvo. Pero puedo haber otros, un particular otro. Miro a Welch con conocimiento—. Hasta ahora, no hay actividad aparente. Está buscando acción por parte de la corte, reclamando una adquisición hostil. Todos sus esfuerzos parecían haberse enfocado en esa dirección. Por supuesto no significa que no esté involucrado de alguna manera, pero hasta ahora toda la vigilancia muestra que sus esfuerzos están centrados en el litigio.
— ¡No descartes nada! —Interviene Alex.
— ¿A quién seguirías para prevenir que alguien entre a mi apartamento?
— No sé el nombre, el hombre del señor Pella, —dice asintiendo en dirección a Alex—, el que conoció más temprano está sobre él. Pero el tipo sabe que está siendo seguido, y no le faltan trucos.
 — ¿Qué permiso necesitas de mí entonces?
— La doctora Lauren no está dispuesta a cooperar, ya que su hermana está involucrada. ¿Quiere jalar sus cuerdas para que coopere usando nuestro seguro?
— No creo que funcionara, —digo, aunque aún tuviera todo el ‘seguro’ que destruí.
— Tampoco lo creo, —concuerda Pella—. Simplemente no hay nada que la gente no haría para proteger a sus seres queridos, incluyendo su propia destrucción y desaparición. Ella está protegiendo a su hermana menor, no solo de una revelación embarazosa, pero posiblemente de algo más. Si no están en la ciudad, el impacto sería menor, pero queremos eliminar cualquier daño a ti y a tu familia sin mencionar a tu propia empresa. Así que, la pregunta es: ¿qué otras piezas del juego están alineadas contra ti? Esta podría ser la única. ¿Es esto una simple distracción, un sacrificio o una pieza importante para aislar al rey?
— La reina, —respondo—. Quienquiera que sea, quieren aislar a mi reina.
— Entonces la pregunta es, —dice Pella inclinándose hacia mi mirándome sin parpadear—. ¿Se sacrificaría el rey para salvar a la reina? —Pregunta sabiendo la respuesta.
— Indudablemente, —respondo con gravedad.
— Entonces ahí está tu eslabón más débil. Se acercarán a ti a través de ella, —dice recargándose hacia atrás con los brazos cruzados—. ¿Entiendes el juego ahora? —Pregunta Alex—. Nunca vendrán por ti. ¡Nunca! —dice haciendo énfasis—. Vendrán por tu reina. La reina derribará a su propio rey, —dice. ¿Y qué tan bien sé eso? Daría todo por Ana, aun mi propia vida. Desde luego que prefiero conservarnos a todos intactos, lo que significa que necesito preparar un golpe ofensivo contra el desconocido enemigo—. ¿Cómo encontramos a esa persona? ¿Y cómo pudiste conseguir poner tus manos en los documentos de la doctora Richards?
— Puedo ser muy, —dice Pella moviendo las manos como si tratara de encontrar la palabra correcta—, persuasivo. Todos tienen conexiones en alguna parte y la doctora Richards tira de las de un multimillonario neoyorquino que tiene aspiraciones por convertirse en senador. El futuro senador seguramente no querrá que sus singulares predilecciones sean expuestas públicamente. Simplemente me recuerda la carrera para el senado a principios de la década de 2000 contra un muy conocido político republicano de un estado del medio-oeste que no solo perdió el escaño en el senado, sino posiblemente hasta la presidencia por el escándalo. Los políticos también pueden ser desagradables. El novio de la doctora Richards realmente podría estar en la lucha por cualquier puesto, aunque cualquier ligero chisme sobre eso podría ser malo para él. Por supuesto, la amenaza sobre eso, podría proporcionar su cooperación a regañadientes, garantizándole que nada de esa información se filtraría a los medios. Tengo que asegurarle que eso no pasará. Porque no es para beneficio de nadie.
— ¿Y ahora qué?
— Solamente nos dio tiempo. Va a contener a su novia, pero sabe que el escándalo está a solo un archivo del internet para compartir la información. Dijo que tenía monitoreado el internet por su equipo de genios informáticos 24/7 para prevenir y contener cualquier posible daño que cualquier filtración y, por supuesto, si encuentra a la persona, presentará una orden judicial contra él o ella por la filtración. Puse a su atención a su novia exponiéndose hablando de sus gustos privados, también podría perjudicarlo más que nadie, en lo cual, por supuesto estuvo de acuerdo.
Recorro con mano exasperada mi cabello.
— ¿Quiere ponerse en contacto con la doctora usted mismo? —Pregunta Welch, pero su teléfono debe haber vibrado porque levanta un dedo en disculpa y mira la pantalla—. Disculpe señor, —dice y desliza el dedo por la pantalla para contestar la llamada—. Sí, —Dice. Espera la respuesta—. ¿Lo perdieron? ¿Dónde? —Al oír la respuesta hace una mueca—. ¿Hay alguna posibilidad de alcanzarlo? —Él. ¿Quién es él?—. Bien. Dame tu jodida ubicación. Iré a buscarlo. —Una vez oída la respuesta murmurada por su teléfono, automáticamente voltea la cabeza hacia la puerta de entrada del local. No es posible ver más que oscuridad y la luz del lugar que ilumina la nieve que cae solo a unos pasos—. Mañana entonces, —dice confirmando una reunión, y luego cuelga. Pella no dice nada como si hubiera escuchado toda la conversación—. Era Lee. Perdió al hombre del que estaba al acecho en la convención de hoy o más bien llevando a cabo algunos trucos electrónicos para bloquear la recepción inalámbrica de todos los asistentes.
— ¿Perdido?
— Sí señor. Pero recobró algo del disco duro de su portátil. Desafortunadamente, mientras trataba de descifrar la información, el disco duro se autodestruyó.
 — ¿Cómo? —Pregunto—. ¿Cómo logró ese hombre hacer eso en tan corto tiempo?
— Actualmente es muy fácil. Cuando el hombre fue descubierto con los pantalones virtualmente abajo por Lee, tuvo que correr dejando su portátil. Pero ingresó de forma remota un comando privilegiado con una contraseña predeterminada para iniciar sesión y destruir los datos del usuario, —contesta Welch.
— ¿Y cómo nos ayudará eso? ¿Qué información relevante contenía el disco duro que hizo que nos reuniéramos aquí hoy? —Pregunto intencionadamente.
— Señor Grey, el hombre tiene acceso a la agenda de la señora Grey. Todo eso fue lo que Lee pudo determinar y algunos correos que recibió de usted.
— ¿Qué? —Salto.
— La mayoría fue destruido. Pero no sabemos cómo recibió esa información o si tuvo acceso a ella.
Mi mente corre a ciento cincuenta por hora. Alguien tiene acceso al contenido de su cuenta de correo electrónico—. Quiero que ese maldito disco duro sea analizado por Barney, ¡Y únicamente por Barney! ¿Qué cuenta de correo? —Pregunto con los dientes apretados.
— SIP y la agenda es lo que se ingresó en el calendario de la empresa. Pero la información es solo parcial. O bien los datos de SIP son pirateados, que es muy probable, o los celulares. Lee describió que el contenido del disco duro era como una hoja de papel que la mayoría se quema, pero alguna información crucial se conserva. Esa fue la forma en que determinó la parte de SIP.
— ¿Por qué no puedes tener el disco duro ahora? —Pregunto cambiando de tema. Quiero tener inmediatamente ese disco duro en mi posesión.
— Hay alerta de tormenta. La peor tormenta de nieve del año está sobre nosotros. Me lo entregará mañana cuando las calles hayan sido despejadas. Ahora es muy peligroso y no está en la isla de Manhattan. En este momento, la mayoría de la gente está solamente buscando refugio o permaneciendo en interiores.
— Christian, ¿dónde está la señora Grey? —Pregunta Alex.
— La mandé al apartamento. Ya debería estar en casa. —Respondo.
— Mejor asegúrate que está en casa por la llegada de la tormenta de nieve. ¿Tienes como regresar a casa?
Pensando en ello, la limusina debería estar ya de regreso. Pero no es así.
— Señor Grey, tengo la confirmación de que la señora Grey y su equipo de seguridad están en casa. Están bien señor. Pero la limusina no regresará hasta que la tormenta amaine, al menos un poco, —Taylor informa, guardando su teléfono con cara estoica.
— ¡Mierda! —Siseo.
— Tengo intereses en un hotel de cinco estrellas a solamente una cuadra en Madison y calle 77th. Estoy seguro que podemos ir ahí hasta que la tormenta amaine. —No me gusta la idea de dejar a Anastasia sola. Necesito llegar a casa. Pella nota la cara conflictiva que tengo—. Vamos Grey. Tan pronto como la nieve pare, puedes regresar, lo que no será más que unas cuantas horas. —Estoy paseando de ida y vuelta en el pequeño espacio, sintiéndome preso—. Haré que Anthony te lleve. Tengo un AWD Knight Conquest, ningún clima es demasiado duro para él. Solo espera que la tormenta cese.
— Dos horas como máximo, —acepto a regañadientes.

La passion est toute l’humanité, sans elle, la religión, l’histoire, le roman, l’art seraiant inutiles.
La pasión está en toda la humanidad; sin ella, la religión, la historia, la literatura y el arte se volverían inútiles.
Fiel a sí mismo, Alex aparece y se asegura de tener la suite más grande que ocupa los dos pisos superiores del hotel y es algo bueno, porque todos los demás cuartos están ocupados, sorprendente dada la temporada. Tan pronto como encuentro un espacio privado para colgar mi sombrero, lo primero que hago es marcar el teléfono de Anastasia.
— ¿Christian? —Contesta.
— Hola nena, —respondo.
— Llegas tarde, —dice acusadoramente.
— Estaré en casa en un par de horas. Una fuerte tormenta de nieve está cayendo y estoy atrapado. Nos hemos refugiado en un hotel en el Upper East Side.
— ¿Taylor y el señor Welch? —Pregunta preocupada.
— También están aquí. ¿Ya cenaste? —Pregunto cambiando el tema.
— Sí, hay muchos bocadillos aquí. No tuvimos que pedir.
— ¿Qué has hecho desde que llegaste a casa? —Pregunto.
— Comí algunos bocadillos porque tu hijo estaba hambriento, —dice remarcando ‘tu’ hijo.
Nuestro hijo, —la corrijo.
— Sí, bueno, estaba hambriento, pero me hice un sándwich. Acabo de ducharme y estoy esperando por ti en la cama.
— ¿De verdad señora Grey? ¿Qué llevas puesto? —¿Qué demonios? ¿De dónde vino eso? Es un cliché, pero quiero hacer este juego con ella ahora mismo. Anastasia se percata de la intención y su voz adquiere una profunda sensualidad que haría que cualquier operador del sexo se pusiera celoso. No es que alguna vez yo tenga necesidad de eso, pero tiene la voz de una seductora.
— Llevo puesta la camiseta del ‘Catálogo de camisetas de mi marido’ —, responde enfatizando.
— Deberías usar seda o satín, nena, —respondo.
— Oh, no sé. Prefiero usar algo con tu aroma que cualquier otra cosa de seda o satín, marido. Y en este momento, estoy recostada en la cabecera, no solamente completamente aburrida hasta las lágrimas, sino completamente cachonda. No hay nadie para entretenerme, —dice soltando un exagerado suspiro. Gimo echando la cabeza hacia atrás—. Yyyyy señor Grey, me siento como que estoy muy acalorada. No sé quién me pueda sacar de esto.
— ¡Anaaa! —Siseo entre dientes apenas reconociendo el sonido gutural que sale de mí—. ¡No quiero el dedo de nadie en mi pastel! ¡Incluso si es una broma! ¿Entiendes? —Siseo.
— ¿Ni siquiera yo, señor? —Pregunta inocentemente.
— Podríamos hacer esa excepción esta noche viendo cómo te he descuidado, pero yo y solo yo estaré ahí.
— Sí señor, —responde obedientemente.
Sabe cómo ponerme duro, pero entonces nuevamente, siempre estoy a mitad de camino con mi esposa—. Esta mañana, cómo estoy ahora, me puse duro como el infierno solo con verte dormir.
— Verte dormir también es un raro obsequio, —murmura.
— Sí, pero mi polla estaba como un palo, una cuerda pesada, palpitante, penando por entrar en ti que es el motivo por el cuál te puse debajo de mí y me deslicé en tu sexo antes incluso que tus ojos estuvieran completamente abiertos. Incluso cuando estás medio dormida, tu cuerpo responde al mío como nada más. La manera en que gimes cuando estoy profundamente hundido en ti, la forma en que me aprietas cuando trato de salir como si no tuvieras suficiente de mí y la forma en que te mantienes viniéndote una y otra vez con deliciosas olas. Me vuelves jodidamente medio loco cuando estoy dentro de ti, es como una necesidad del aire que respiro. —Un suave gemido, mezclado con necesidad lasciva escapa de sus labios y me llega al oído. Mi voz es profunda, un poco áspera, seductora, y a veces como suave terciopelo, pero debilita sus rodillas.
— ¡Christian! ¡Te quiero aquí! Quisiera que estuvieras dentro de mí, —gime.
— Lo sé nena, lo sé. Pero haré esto bueno para ti. Quítate la camiseta como lo haría yo. Porque si estuviera ahí, te desnudaría y lamería toda tu exquisita piel desde los labios hasta los dedos de los pies. Quiero que pienses en mi boca sobre ti. No te llevaré rudamente antes que consiga ponerte suave y húmeda. Me tomaré tiempo con las manos y boca. Quiero que te tomes los pechos y ruedes tus pezones entre el pulgar e índice. Ambos. Como yo lo haría, —susurro seductoramente, como la serpiente tentando a Eva para probar la manzana. ‘Pruébala. Te gustará’ Un fuerte gemido surge del teléfono.
Sinnerman - Nina Simone
— Ahora quiero que pellizques y jales tus pezones. Imagina que los estoy chupando… ¡Fuerte! —Otro gemido se oye por el teléfono. Anastasia empieza a respirar con fuerza—. Aún no quiero que te toques. Solo pon atención a tus pezones. Se supone que debe haber aceite para masajes en el cajón superior de la mesita de noche. Sácalo y pon un poco en tu palma.
— ¡Ah! Oh… de acuerdo, —tartamudea. Oigo su fuerte respiración que poco a poco se calma.

— Ahora desliza las manos desde la parte alta de tus pechos a la curva descendente. Sobre tu ombligo y hasta tu hueso púbico.
— Quiero que me hagas esto cuando esté esposada y con la barra separadora, —murmura entre jadeos.
— ¡¡Joder!! —Siseo—. Definitivamente que lo haré. ¡Eres una chica perversa, Anastasia Grey!
— Solamente… —jadea—, ¡porque estoy casada con un chico perverso!
— ¡Cuánta maldita razón tienes!
— ¡Ahhh, —gime.
— Ana, quiero que bajes tu mano derecha a los pliegues de tu sexo. Dime, ¿ya estás mojada?

— S... sí. Mucho, —contesta.
— Buena chica. Ahora, introduce tu dedo índice en tu interior, —ordeno.
— No puedo hacerlo hasta que no te oiga darte placer a ti mismo, —dice.
— ¡Anaaa!
— ¡Por favor, Christian! Nunca hemos hecho sexo por teléfono. Me gustaría saber que puedo hacer esto por mi hombre.
— ¡Lo haces! ¡Siempre me excitas! —Digo con voz ferviente.
— Marido, desnúdate y toma tu pene entre las manos, —ruega.
— ¡A la mierda! —Digo mirando alrededor y camino hacia el baño integrado a la suite mientras me voy deshaciendo de la ropa. Tan pronto como me deshago del bóxer, mi erección salta libre, pesada y pulsante. Me gusta encontrar una ducha encristalada. Me meto sin abrir la llave del agua. Esto será después.

— ¿Ya estás desnudo? —Pregunta.
— ¡Sííí, ¡maldita sea! —Contesta y responde con su risita.
— Oh, señora Grey, no lo hagas. No risitas durante el sexo. —Mi voz toma un tono de advertencia.
— Dime cuanto me deseas, marido.
— Te quiero malditamente mucho, te follaré en siete tonos del domingo tan pronto como te ponga las manos encima. —Gruño.
— ¿Cuán grande es tu erección? —Canturrea.
— Lo suficiente para follarte hasta la semana próxima, señora Grey, —le contesto mientras me acaricio—. Ahora también quiero que hundas tu dedo medio en tu sexo. Gira los dedos alrededor como un movimiento de barrido presionando sobre la pared frontal, como lo haría con mi lengua. Jala tus pezones con tu otra mano. ¡Estoy aquí, nena! Duro, listo para follarte. Solo pensando en ti despatarrada en la cama, dándote placer, me hace venirme.
— Quiero chupar esa lujosa punta de tu polla, lamerla como un paletón de chocolate, pasar la lengua sobre las protuberancias y venas, y después tragarla hasta la empuñadura. Pero, lo que realmente deseo hacer es montarla fuerte, como nunca antes haya sido montada. ¡Sentir las venas palpitantes, hacerte primitivo, como un dios! ¡Ya la boca se me está haciendo agua! —Murmura.
— Nena, tienes una fijación oral.
— Cuando se trata de ti señor Grey, soy desvergonzada, quiero que me agarres el cabello, y que te introduzcas en mí con tus instintos básicos. Quiero sentir que me necesitas. Solo a mí…
— ¡Joooder! ¡Ana! —Gruño mientras el líquido pre-seminal burbujea cubriendo la cabeza de mi polla, extendiéndose sobre la media luna de mi pulgar e índice—. ¡Toca tu pequeña protuberancia, y frótala con tu otro pulgar mientras te imaginas chupándome! —Le ordeno.
— ¡Christian! ¡Estoy ardiendo por ti! Si no me haces venir, estallaré en llamas. ¡Me imagino arrodillada ante ti sin ningún obstáculo entre mi boca y tu erección! ¡Oh! —Gime—. ¡Christian, estoy tan cerca! —Mi mano se acelera, sintiendo los labios de mi esposa en la polla. Pierdo el equilibrio inclinándome sobre la pared de la ducha, y gruesos chorros de esperma se disparan largo y fuerte. Anastasia grita su placer por el teléfono y finalmente murmura en nuestra liberación—, ¡no es suficiente sin ti, Christian!
— Lo sé, nena, llegaré a casa tan pronto como pueda, y satisfaré tu sexo hambriento.
Everything is never quite enough – Wasis Diop
Cualquiera que esté enamorado está haciendo el amor todo el tiempo, incluso si no lo están haciendo. Cuando dos cuerpos se encuentran, es solo la copa desbordada. Pueden permanecer juntos durante horas, incluso días. Comienzan el baile un día y lo terminan al siguiente, o, -tal es el placer que experimentan-, es posible que nunca lo terminen.
Paulo Coelho

Después de tomar una ducha caliente, me vuelvo a vestir. Recojo el celular y marco nuevamente—. ¡Hola? —Una voz aturdida contesta el teléfono.
— ¡Barney! —Mi voz despierta su atención.
Se aclara la garganta un par de veces—. Sí, oh señor, estoy despierto. Lo siento, —dice.
— No te disculpes. ¿Hablaste con Welch?
— Sí, lo hice, también con el señor Lee. Le dije como tomar capturas de pantalla de los datos sin destruir lo que hay.
— ¿Y?
— La primera precaución que tome fue restablecer las contraseñas de todo el personal de SIP, y tuve que restablecer su contraseña también. Pero es mucho más fácil piratear el teléfono de alguien que un servidor como el de SIP, por lo que, por el momento, he prohibido el acceso al correo de la compañía desde el teléfono inteligente de la señora Grey, el de su asistente y el acceso a su agenda de trabajo compartida. Esto debería controlar el daño primario. Asimismo, ¿podría preguntarle a la señora Grey si su teléfono estuvo fuera de su vista en algún momento? ¿O algo inusual les sucedió a los teléfonos?
— ¡Sí! No sé si su teléfono estuvo fuera de su alcance, pero hoy tuvieron problemas con el teléfono. Lee dijo que las señales fueron bloqueadas. Así que las baterías de todos los teléfonos se agotaron excepto el de la asistente de la señora Grey.
— ¿Por qué no el suyo?
— Aparentemente estaba conectado a su portátil, cargándose.
— Humm, —murmura pensando—. Necesito ver los teléfonos. Todos. Mientras tanto, sería lo mejor si usted pudiera hacer algo por mí. Le enviaré un código por correo para que lo instale en los teléfonos para evitar cualquier interferencia, algo como un firewall (cortafuegos) para los teléfonos inteligentes. Eso también detectaría troyanos… bueno, teóricamente.
— ¿De verdad?
— Bueno, es una teoría mía que funciona. Creé yo mismo el código, pero lo he probado y hasta ahora ha dado resultados positivos, señor. Si tiene acceso al teléfono, se lo puedo mandar directamente a usted. Tendría que conectar los teléfonos inteligentes a una portátil o a una computadora de escritorio. Hace que la solución sea más fácil.
— De acuerdo, mándalo. Envíale copia a Taylor y así podrá trabajar con los teléfonos de los elementos de seguridad.
— Así lo haré, señor. ¿Cuándo podré tener los teléfonos, señor Grey? Me gustaría examinarlos.
— Estaremos de regreso en Seattle mañana. Pasado mañana podría hacerse.
— Sí señor, —dice antes de que yo cuelgue.
Taylor me está esperando afuera—. La nieve está cediendo. Podemos irnos si quiere. —Asiento.

— ¿Quieres algo de beber antes de irte? —Alex levanta la botella de cerveza Carslberg Jacobsen Vintage

— ¿De dónde sacaste eso? Solamente hacen 600 botellas al año, —digo sorprendido.
— Las han embarcado en Copenhague, por supuesto. Tienen los sellos de alquitrán y la cuerda.
— ¡Ahhh! No sé si eso es atractivo, —digo dudando.
— Claro que lo es. El vino de cebada es madurado en barricas de roble por seis meses haciendo que le dé sabor de vainilla y cacao. La seguridad la dan los sellos y la cuerda. De otra manera no pagaría cuatrocientos dólares por una botella. Así qué, ¿quieres probarla? —Pregunta, agitando una nueva botella.
— Por más atractiva que sea, tengo una esposa embarazada en casa, esperándome. —Asiente con una sonrisa que no alcanza sus ojos como si el comentario le golpeara un punto doloroso. Abro la boca para preguntarle qué le pasó a su familia, pero decidiendo que es algo muy personal, cierro la boca y no vocalizo la pregunta que ha estado cruzando por mi mente por largo tiempo. No sé qué haría si algo le pasara a Ana. Casi me volví loco cuando creí que me estaba dejando. Justo cuando pensaba que la vida no podía empeorar… Sacudo los recuerdos de su cuerpo sin vida en la calle.
A pesar de que la curiosidad me está acicateando, no pregunto. Esta vez su sonrisa es amplia como si leyera mi mente—. Fue el fuego y hace mucho tiempo, —dice. Ni siquiera puedo pronunciar la frase ‘lo siento’ por la conmoción—. Lo sé, —dice con sonrisa triste—. Ve con tu esposa, mi amigo. Nada con una etiqueta de precio compensa lo que no tiene precio, coma nuestra familia.
— Gracias por permitirnos dormir aquí durante la tormenta. Tus favores se me acumulan.
— Bueno, algún día puedo reclamarlos. Actualmente, solo algo que deseo que alguien más haga por mí. Puedes llamarlo… vivir indirectamente, —dice encogiéndose de hombros—. Si no te veo antes de que te vayas, te deseo un buen viaje de regreso a Seattle. —Extiende la mano y agarro su antebrazo de la manera habitual, como un general romano.
— Gracias, —expreso mi gratitud en mi forma extraña y él lo sabe.

Cuando Taylor y yo llegamos al apartamento son casi las cuatro de la mañana. Anastasia está durmiendo acurrucada bajo las sábanas. La chimenea está encendida. La luz de la chimenea parpadea y danza sobre su cara haciéndola brillar como un ángel. Su mano está asida a mi almohada como siempre hace cuando no estoy con ella. En este momento, todo lo que quiero es meterme a la cama con mi esposa embarazada y aferrarme a la persona más importante del mundo para mí.
Me quito la ropa, la apilo cuidadosamente en la silla y me introduzco en la cama jalando a Anastasia a mi abrazo, su espalda en mi pecho desnudo. Instintivamente se acurruca a mi calidez. Caigo en un profundo y aliviado sueño sabiendo que está a salvo y caliente en mis brazos.

La luz del sol se filtra por la ventana como si la tormenta de la noche no hubiera durado toda la noche. Anastasia gime y enreda su pierna sobre la mía automáticamente. Nunca le ha gustado estar muy caliente mientras duerme. Miro el reloj en la mesita de noche. Parpadea que son las 7:38. A pesar de que siempre soy madrugador, esta mañana no quiero dejar de estar al lado de Anastasia. Se desplaza y voltea su cuerpo hacia mí. Su movimiento levanta su camiseta, exponiendo la protuberancia de su vientre y media luna de sus pechos. Mi polla que ya está a media asta, brinca. Se coloca en la parte baja de la espalda de Anastasia y sus ojos azules se abren lentamente.
— Hola, tú, —sonríe. Su voz es un poco ronca en la mañana, pero también ruda por el despertar de sus sentidos. Sus ojos azules brillan, la sangre corre por sus mejillas, sonrojándose por completo—. Eres un espectáculo para los ojos cansados, —susurra.
— Me gustaría ser más que solo para tus ojos cansados mujer, —respondo. La increíble tensión surge en mí con urgencia de hacer el amor, ardiendo por ella.
— Acerca de la promesa que hiciste… —empieza—. Si esto es un preámbulo para cumplirla…
— Oh nena, no has visto nada todavía.
— Christian, anoche solo me dejaste deseando más.
— ¿Y qué te parecería que la cumpliera esta mañana? —Le pregunto.
— Hazme sentir viva y deseada. —Su voz es profunda, aterciopelada, libertina.
— Entonces ponte a cuatro patas señora Grey, —ordeno. Obedece inmediatamente—. Tendré que prepararte y abrirte nena, estás muy apretada y soy muy grande. No quiero lastimarte.
— Christian, ¡me quiero sentir viva! ¡No estoy hecha de cristal, sabes! —Protesta. Le doy una palmada justo en el vértice de sus muslos. Mis dedos muestran la evidencia de su excitación.

— ¡Otra vez! —Pide sorprendiéndome.
— ¿Quieres que te azote? —Le pregunto.
— Por favor, —ruega.
— ¿Segura? —Digo con apenas contenida excitación.
— ¡Sí, por favor! ¡No me hagas rogarte!
— Bien, entonces te daré doce azotes, —digo—. Si es demasiado, me lo dices y pararé y solo te follaré.
— ¡Sí! ¡Hazlo ya! —Se queja.
— ¡Sí señora! Tu trasero es la vista más hermosa, nena, —digo acariciándolo suavemente, extendiendo el calor. Entonces levanto la mano y la dejo caer en su nalga derecha dejando una marca roja. La vuelvo a acariciar y descargo otra nalgada sobre su nalga izquierda. Luego le golpeo los pliegues de su sexo y justo encima de su clítoris provocándole un profundo gemido. Arquea la espalda—. Quieta, nena, —la coacciono mientras froto su sexo y aterrizo otra nalgada en su trasero. Es un patrón. Nalgada. Frotar. Nalgada. Frotar. Nalgada. Frotar. Después de la décima segunda nalgada entro a su tierno sexo con movimiento rápido. Cálido, húmedo, apretado y suave. Permanezco ahí por unos segundos con los ojos cerrados, completamente perdido en nuestra extática conexión. Se empuja hacia mí, instándome con su cuerpo a moverme. Me salgo y me lanzo dentro de ella, primero lentamente, luego acelerando el ritmo. Anastasia se mueve conmigo, empujándose hacia mí, acoplándose a mis movimientos—. ¡Ana! ¡Para! ¡Esto terminará demasiado pronto! —Pero no para. Mis pesados testículos pegan repetidamente contra su ahora hinchado clítoris. Aún el sonido de ello renueva mi excitación, una conexión íntima, el sonido de nuestro ritmo. La punta de la corona de mi erección raspa y besa su tierno punto enterrado profundamente en su interior, llevando a mi mujer al borde del orgasmo—. ¡Aguanta! —Siseo entre mis dientes apretados y cambio el ángulo. A medida que abro más ampliamente las piernas, golpeo más profundamente en ella, acariciando su punto del placer y siendo apretado por el fuerte abrazo de su sexo para perderme en un placer alucinante. Anastasia echa la cabeza hacia atrás, su cabello cayendo en cascadas. Su cuerpo se tensa, tirante bajo la tormenta de asaltos de mis implacables impulsos. Las manos de Anastasia se clavan con fuerza en las sábanas, su cuerpo tiembla, y los músculos internos de su sexo envuelven mi polla más fuertemente, provocando mi orgasmo mientras siento la primera ola golpeando el cuerpo de mi mujer. Mi cuerpo se sacude, un profundo grito animal sale de mí, mi polla se tensa mientras las eyaculaciones liberan un orgasmo desgarrador. El sudor me cubre y trata de enfriar mi sobrecalentado cuerpo. Cuando la última sacudida se detiene, la rodeo con los brazos y tiendo nuestros cuerpos sobre la cama.
— Eso fue… ¡Guau! No tengo palabras, —murmura Anastasia.    
— Sí, exactamente, —digo abrazándola más fuertemente.
— Tu mamá llamó anoche, —dice.
— ¿Tienes que decirme esto ahora, cuando mi polla aún está enterrada en ti?
Hace su risita—. ¿Pescado con los pantalones abajo, señor Grey?
— Virtual y literalmente, —digo mientras salgo con el sonido de succión, la evidencia de nuestro duro sexo escurre por mi despierto pene—. Espera aquí, nena—, digo y voy al baño. Llevo pañuelos desechables para limpiarla. Le limpio el sexo y las piernas suavemente.
— No está perdida la ironía en mí, señor Grey, —dice.
— ¿Cómo es eso? —Pregunto.
— Me puedes dar lo que quiero, tan ruda como gentilmente. Pero entonces, hay un lado tuyo que es increíblemente amable y amoroso. Una de las muchas cosas que amo de ti.
— ¿Un gran elogio viniendo de ti, señora Grey? No soy más que un humilde mortal, —digo con una sonrisa.
— No hay nada humilde en ti señor Grey. Tengo hambre, vamos a comer, —dice.
Extiendo la mano hacia ella—. ¿Qué voy a hacer contigo, mujer?
— Voy a pensar en algo delicioso.
— ¿Ducharte conmigo primero? ¿O mi hijo no puede esperar hasta que su madre tome una ducha?
— Creo que puede esperar un poco más.
— ¿Qué quería mamá? —Pregunto con curiosidad.
— Están organizándome un ‘baby shower’ esta semana. Eso era de lo que quería hablar. En casa de tus padres. Me pidió que me registrara en alguna tienda para que la gente comprara lo que podría necesitar.
— No necesitas hacer eso. Puedo pagar todo lo que tú y nuestro pequeño necesiten.
— Oh, Christian. Realmente ese no es el punto… —Dice poniendo los ojos en blanco—. Vamos marido. Tomemos nuestra ducha. ¿A qué hora regresamos a casa?
— Cuando queramos, pero estaba pensando en irnos tarde. Así disfrutamos nuestro último día, esperar que las calles se despejen y aún estar a tiempo en casa para cenar. Estoy seguro que la señora Taylor estará feliz de ver a Jason.
— Por supuesto, —responde Anastasia.

— ¡Buenas tardes damas y caballeros! Bienvenidos a bordo. Les habla su capitán. Parece ser que vamos a retrasarnos unos treinta minutos debido a las condiciones climáticas. Estamos en línea para despegar. El tráfico aéreo para despegar es más lento debido a la nieve. Por favor disfruten sus aperitivos. Mi copiloto Baighley y yo les deseamos un buen vuelo, —la voz de Stephan hace eco por los altavoces.
— Es extraño, —dice Anastasia mirando su BlackBerry.
— ¿Qué pasa? —Pregunto.
— No puede acceder a la cuenta de correo de SIP. Me está bloqueando.
— Oh eso. Es una precaución.
— ¿Qué? —Pregunta confundida.
— Todas las cuentas de la empresa tuvieron que ser restablecidas.
— ¿Cuándo? —Pregunta frunciendo las cejas.
— Ayer, o más bien anoche, —respondo.
— Ufff… Christian, ¿por qué restablecieron mi cuenta de correo? —Poniendo su puño sobre su cintura.
— Porqué alguien pirateó tu cuenta de correo y tu agenda de Outlook. No podíamos arriesgarnos. —Me encojo de hombros, sin arrepentimiento.
— Discutiría contigo, pero todavía estoy demasiado cansada, —dice con una sonrisa—. Gracias, —añade.
Esto me sorprende—. ¿Por qué? —Pregunto.
— Realmente sabes cómo hacerle pasar un buen rato a una chica.
— Solo a mi chica. Solo a la mía. Porque te amo señora Grey, —contesto mientras alzo su mano y la beso.
I want love - Elton John

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