Capítulo XII
Intromisión de extraños
Traducido y editado por María Teresa Camp Gozalbo
—
¡Señor Grey! ¿Podría apresurarse con los pantalones cortos y la camiseta,
señor? —La voz de Gail me hace recobrar los sentidos. Agarro la primera
camiseta y pantalones cortos que encuentro a mano y me apresuro al baño donde
Gail está tratando de prevenir que Anastasia se caiga en el frío suelo del
baño.
Tomo
nota de que mi esposa está desplomada sobre el inodoro mientras la señora Jones
ha envuelto su cabello en su muñeca sosteniendo su cabeza y con su otra mano en
la cintura de Ana. Cuando llego al inodoro, Gail arranca una larga tira de
papel de baño y seca la cara de Ana, tirándola al excusado, jala a Ana hacia
atrás y jala la perilla.
—
Sostendré a la señora Grey mientras usted le pone la camiseta, señor, —dirigiéndose
hacia mí. Asiento, todavía alterado. Gail sostiene a mi esposa hacia atrás y
rápidamente le pongo la camiseta que llega hasta sus caderas. Inserto cada pie
en los pantalones cortos y jalo hacía arriba. Luego tomo a mi mujer en los
brazos y la llevo de regreso a nuestro cuarto.
—
Ana, nena, —la insto a hablarme—. Señora Jones, ¿puede ir a ver que retrasa a
Taylor y a la doctora?
—
Sí, señor.
—
Estoy bien, Christian, —Respira Anastasia, apenas volviendo a sus sentidos.
Parece muy débil en mis brazos, cerca de desmayarse otra vez—. Solo es el
malestar mañanero. ¿Podrías traerme unas galletas y un club soda? ¿Por favor? —Pregunta,
su voz es muy débil.
—
Sí,… claro, galletas y…
—
Club soda, —añade en voz baja. Después de depositar cuidadosamente a mi esposa
en la cama—. ¡Christian!
—
¿Sí? —Volteo a verla con mirada cautelosa.
—
¿Podrías ponerme el cesto de basura cerca de mí, solo por si acaso… —Solo puedo
asentir en respuesta—. Tengo nudos en mi interior. Esté bebé está causando un
caos en su interior. Pongo el cesto de basura al lado de la cama. Noto que
Sawyer está rondando afuera.
—
¡Sawyer, tráele a la señora Grey algunas galletas y club soda.
—
Señor, —contesta y desaparece.
Anastasia
se mueve en la cama, tratando de sentarse—. ¡Ana, por el amor de Dios,
permanece acostada! —Chasqueo.
—
Christian, necesito tomar una ducha. No quiero llegar tarde al trabajo, —musita,
temblando todavía sentada en la cama.
—
¡No! ¡No! ¡No! ¡No vas a trabajar hoy! Sabes lo que la doctora dijo ayer. No
tienes permiso de ir a ningún lado hasta que la doctora Greene venga y te
examine.
—
Christian… —trata de protestar—. Esto es por lo que no quería hablarte sobre
las reacciones mañaneras que he tenido. Te preocupas demasiado. Es normal. La
mayoría de las mujeres embarazadas pasan por esto… —dice y otro temblor sacude
su cuerpo. Corro a su lado y levanto el cesto justo debajo de su cabeza
mientras la apoyo con la otra mano.
—
¡No me importa si esto es lo normal en toda mujer! No estoy casado con todas
las mujeres. Estoy casado contigo, y soy responsable de tu bienestar. Y en este
momento, no estás bien, —murmuno con decisión.
Sawyer
entre con una charola llena de galletas surtidas y una botella de club soda—.
No estaba seguro de cuales quería. —Dice tímidamente.
La
señora Jones y Taylor entran. Levanto una ceja burlona hacia Taylor—. Está en
camino. Debe llegar en la próxima hora.
—
¿Una hora? —Grito.
—
Christian, por favor… —Me riñe Ana—. La cabeza me está latiendo fuerte.
—
Sí señor. La desperté. En cuanto esté lista vendrá —murmura Taylor muy bajo
como si temiera despertar a un bebé dormido.
Anastasia
alcanza la charola que trajo Sawyer y toma una galleta Saltine con mano
temblorosa. La preocupación nubla mi mirada. Miro a la señora Jones y a Sawyer
como si ellos tuvieran las respuestas a los misterios del embarazo de las
mujeres.
—
Ana, cariño, te voy a hacer un buen caldo de pollo. Te repondrá los
electrolitos que has perdido y puedes tomarlo con las galletas, —dice la señora
Jones y sale del cuarto.
—
Christian, debería ir a trabajar. Tengo un montón de manuscritos por leer.
Tengo tres juntas agendadas para hoy y voy a ver a uno de los autores para
concertar la posible fecha de publicación.
—
Ana, —trato de hacer acopio de toda mi paciencia—. ¡Te has colapsado en el
jodido baño porque vomitaste todo el contenido de tu estómago y algo más!
Estaba enloqueciendo y me estás diciendo que vas a ir a trabajar. ¡La respuests
es no!
—
Estaré bien. ¡Esto sucede en ciertos momentos, y una vez esté lista para ir a trabajar,
habrá desaparecido! —Arguye con voz temblorosa. ¡Joder! Ni siquiera su voz está
lo suficientemente normal.
Recorro
la mano en mi cabello, frustrado. Toma un sorbo del club soda y hace caras.
Mordisqueando una galleta, se acaba una, y toma otra. Tanto Taylor como yo
observamos como se la come. La empuja con otro trago de club soda.
—
Necesitas tomar más agua. Estás muy pálida, —murmuro. Me inclino y poso mis
labios en su frente para verificar si tiene fiebre. No está caliente; de hecho,
la siento más bien fría. También tiene gotas de sudor frío cubriendo sus cejas.
Sus ojos están muy abiertos; su piel de alabastro está demasiado pálida, muy
amarilla como si alguien le hubiera vaciado la sangre.
—
Voy a ver que está retrasando a la doctora Greene, si no me necesita, señor, —dice
Taylor. Asiento. Rápidamente deja nuestro cuarto haciéndole un gesto a Sawyer
para que lo siga.
—
Creo que por lo menos debería ir a trabajar después de la comida. La doctora
Greene dijo que podía ir medio tiempo. Se supone que probaríamos el horario,
¿recuerdas? —Dice levantando la botella a sus labios con ligero temblor en las
manos. Todavía está tratando de negociar conmigo. Si supiera la preocupación
que tengo en el corazón y la ansiedad que me provoca su consistente intento de
querer hacer lo que quiere en lugar de lo que es mejor para ella—. Posiblemente
le podrías decir a Roach que iré esta tarde. Hannah podría reprogramar las reuniones…
—dice. Tengo que aguantar su persistencia, pero actualmente no estoy de humor
ni deseo ceder a sus argumentos.
—
Le diré a Roach que no estás bien, y que Hannah reprograme tus reuniones con
otro editor.
—
¿Otro editor? —Mueve la cabeza.
—
Sí, otro editor que no esté embarazado o por lo menos... —pero no tengo oportunidad de terminar la frase. Anastasia
pone la botella en la mesa lateral con tanta prisa que se tambalea y finalmente
cae derramando su contenido. Por un momento creo que lo está haciendo a
propósito, pero su cabeza está justo dentro del cesto de basura donde deposita
las galletas y el agua que acaba de consumir. En un abrir y cerrar de ojos,
deja caer el cesto al piso y se derrumba en la cama boca abajo—. ¡Anaaa! —Grito,
mientras trato de sostenerla en un abrazo. ¿Qué le pasa a mi esposa? La señora
Jones se apresura después de oír mi lamento—. ¡Esto no es posible que sea
normal! —Digo a nadie en particular, mientras recojo a mi esposa en un abrazo
protector.
—
A veces, las mujeres tienen estos episodios violentos en la mañana, señor Grey.
No es la norma, pero desafortunadamente es normal para un pequeño porcentaje de
mujeres, —responde Gail.
—
¡No voy a esperar que la doctora aparezca! Traiga a Sawyer o a Taylor. Nos
vamos al hospital. ¡No voy a tener una esposa muerta! —Digo meciendo a Ana de
un lado a otro en mis brazos. Los ojos de Gail se ensanchan.
Un
sonido distinto de tacones de mujer caminando decididamente hace que tanto Gail
como yo giremos la cabeza en dirección de la puerta. Está totalmente abierta,
pero la doctora todavía hace intento de llamar. Mete la cabeza en la habitación
con el pelo en una cola de caballo húmeda. Está vestida con pantalones color
carbón y blusa de seda de color crema con volantes.
—
No hay necesidad de ir al hospital hasta que examine a mi paciente, —dice
sonriendo pero con firmeza—. Acueste a la señora Grey, señor Grey, —ordena con
autoridad y pone su maletín en la cama. Como no acuesto a Anastasia, levanta la
cabeza, arquea las cejas y me mira con ojos que dicen: '¡bueno, estoy
esperando!' Suave y vacilantemente acuesto a mi esposa que se ve aún más pálida.
Noto a la enfermera en el último minuto—. Esta es mi enfermera, Erica, —nos la
presenta, y sin interrumpir su discurso continúa—. Erica, necesito que coloques
el soporte IV justo aquí, junto a la cama. Vamos a hidratarla, —dice.
—
¿IV? ¿Le va a poner IV? —Pregunto.
—
Sí, señor Grey. Y me gustaría que le diera lugar a mi enfermera para que pueda
enganchar el brazo de la señora Grey a la línea IV, si no le importa, por
favor.
—
¡Me importa! ¿Puede explicar por qué la intravenosa? ¿Qué le va a inyectar?
—
Señor Grey, puedo tomar diez minutos para explicarle mientras su esposa
continúa deshidratada, o arreglo el problema, y luego se lo explico. ¿Qué
prefiere?
—
¡Hidrátela! —Digo malhumorado.
—
Gracias.
La
enfermera me mira con las pupilas dilatadas y los labios abiertos. Mira como si
hubiera olvidado lo que tiene que hacer. Vacila al caminar y la doctora Green
se vuelve a su estupefacta cara tratando de llamar su atención. Cuando no lo
hace, la doctora Greene suspira y la regaña—. ¡Erica! La señora Grey necesita
tu atención. ¡No el señor Grey! ¡IV! ¡Ahora! —Le ordena en forma decidida y
firme.
—
Sí señora, —contesta sonrojándose hasta las orejas. La señora Jones sale de la
habitación silenciosamente.
Mientras
la enfermera engancha la línea
intravenosa, la doctora Greene toma la
temperatura, el pulso y la presión de Ana, registrándolos en una tablet. Pone
la tablet a los pies de la cama y se ocupa de Anastasia nuevamente. Dirijo la
mirada hacia el expediente de mi esposa. Las palabras ‘hiperemesis gravidarum’
(vómitos irrefrenables del embarazo, enfermedad matutina, hiperemesis del embarazo, hiperemesis gravídica vómitos irrefrenables del embarazo,
enfermedad matutina, hiperemesis del embarazo, hiperemesis gravídica),
llaman mi atención. ¿Qué diablos es eso? ¿Una enfermedad? Su presión senguínea
es bastante baja 85/50. Saco la BlackBerry y busco en Google, hiperemesis gravidarum.
—
¡Hola señora Grey, bienvenida! —Oigo
decir a la doctora. Un leve quejido escapa de los labios de Ana. Mi mirada deja
inmediatamente la pantalla de la BlackBerry para ver a mi esposa.
—
Hola. De verdad estoy realmente bien, doctora Greene. —Anastasia trata de
tranquilizarla—. Solo he vomitado mucho. Es todo, —dice mirándomente
furtivamente.
—
Déjeme decidir que tan bien realmente está, señora Grey, —dice la doctora
Greene con voz plana—. ¿Ha desayunado esta mañana?
—
Me desperté con el irrefenable impulso de expulsar todo de mi estómago. Había
comido tres galletas saladas y media botella de club soda, pero… —su voz se
hace más baja—. Pero me temo que todo salió, —dice.
—
¿Fue anoche cuando tuvo este violento episodio o ya había tenido otros antes?
La
mirada de Anastasia se desvía hacia mi mirada de preocupación. Mira a la
doctora—. No, —su voz es un susurro.
—
Ya veo. ¿Cuántas veces al día?
—
No muchas… —responde Anastasia evasivamente.
—
Necesito saber cuantas señora Grey.
—
Posiblemente una vez al día… pero sólo recientemente y no tan malos como ahora.
—
¿Hay algunos desencadenantes? ¿Ciertos alimentos, olores?
—
Café con leche y perfumes y olores muy intensos…
—
¿Cuánto tiempo hace que se siente mareada?
—
Alrededor de una semana. ¡Sin embargo se volvió peor anoche! —Añade rápidamente
para mi conocimiento. Me pongo rígido en el lugar. No me dijo nada de esto.
—
Además de sus mareos, ¿se ha sentido aturdida, con visión borrosa, desmayos?
—
Se desmayó. Anoche y hoy, —informo.
Anastasia
repira con un suspiro exasperado—. Christian, solo estaba hambrienta, y vomité
todo. Ese es el porqué. Estoy bien. No estoy segura de necesitar la IV, —dice
levantando el brazo.
—
Señora Grey, está deshidratada, y su cuerpo está perdiendo electrolitos,
vitaminas y líquidos. Su presión sanguínea está peligrosamente baja. Me acaba
de decir que es sensible a los olores y que también exarceban algunos de sus
síntomas. Pero, en los últimos cinco minutos, ha ganado color y sus habilidades
motrices se han estabilizado. Antes estaba temblando. Recomiendo que se quede
en casa el resto de la semana, —acaba diciendo.
—
¡Pero, tengo juntas y un montón de trabajo amontonado! —Protesta Ana.
—
Señor Grey, voy a enfatizar la importancia del cuidado que debe tener la señora
Grey en esta fase, —dice volteando hacia mí—. Confío que usted le recordará la
importancia de su cuidado, —añade.
—
Doctora Greene, estoy aquí.
—
Sí, señora Grey, me doy cuenta. Pero usted es mi paciente. No me complace
encontrarla en ese estado de deshidratación y está más preocupada por su
trabajo que por su salud. Necesitaré la cooperación de ambos para su cuidado,
especialmente la suya señora Grey. Usted es quién lleva el bebé en el vientre. —Anastasia
asiente inmediatamente, disgustada.
—
¿Cuánto tiempo? ¿Cuánto tiempo estaré en cama y atada a una vía intravenosa?
—
Cuando se haya rehidratado con esta bolsa, debería estar bien. De todas maneras
recomiendo que coma pequeñas cantidades de comida y beba líquidos a menudo. En
su particular condición, son necesarios los cuidados contínuos.
—
¿Es peligroso para el bebé? —Pregunto en voz apenas audible.
—
No, señor Grey. La mayoría de las mujeres embarazadas pasan por estas molestias
mañaneras, aunque solo algunas pasan por estas severas experiencias, como la
señora Grey.
—
¿Puede esto representar una amenaza para la vida de mi esposa? —Hago la
pregunta que está fija en el fondo de mi mente. La doctora suspira. Los ojos de
Ana se ensanchan asustados, por mi implícita pregunta: ¿Representa el bebé
peligro para la vida de mi esposa?
—
Señor Grey, este es su primer embarazo. Y es verdad que tiene severas
reacciones mañaneras. Pero va a seguir su curso y eventualmente pararán
alrededor de las doce semanas. Pero, por muy malo que parezca, esto es
saludable… —dice.
—
¿Saludable? No usaría ese adjetivo para lo que ha experimentado, —aspiro con
burla altiva.
—
Significa que las hormonas de la señora Grey están funcionando. Es necesario
examinarla más a menudo. Necesita estar hidratada y retener algunos alimentos.
Le recetaré medicina para las náuseas, y la revisaré esta noche. Sí así lo
desea, podemos asignarle una enfermera. Pero, creo que puede arreglárselas. Lo
único que necesita es tenerla bajo observación, —volviéndose hacia Anastasia
añade—, tal vez si se queda en casa esta semana, sería mejor después de todo,
señora Grey, —dice.
Anastasia
intenta abrir la boca, pero pensándolo mejor, la cierra sabiamente.
Para
cuando la enfermera le ha quitado la vía intravenosa, mi mujer se ve y se
siente mucho mejor, así parece como que no haya casi vomitado sus vísceras.
—
Ana, ¿por qué no te quedas acostada un poco más y quizá puedar terminarte el
caldo que la señora Jones hizo para ti? Necesito hablar con la doctora Greene, —digo.
Me
mira con los ojos muy abiertos y preocupados—. Si es acerca de mi salud, puedes
hacerle las preguntas aquí, —desafía.
—
Un marido aún puedo hacer preguntas privadas, nena, —respondo. La doctora
Greene dirige su mirada de Anastasia hacia mí.
—
Erica, ¿por qué no te llevas el soporte de la IV y me esperas afuera?
—
Si, doctora Greene, —dice Erica y sale de la habitación con el soporte de la IV
y la ahora vacía bolsa colgando del gancho. Cierra la puerta tras ella.
—
Señor Grey, ¿por qué no se sienta? —Dice la doctora Greene señalando la silla—.
Señora Grey, estoy segura que ambos tienen preguntas después de los sucesos de
anoche y de esta mañana. Señor Grey, todavía se ve muy tembloroso. Contestaré
todas sus preguntas lo mejor que pueda. Estoy segura que la señora Grey tiene
preguntas y preocupaciones ya que ella es la que padece los síntomas. —Nos mira
a ambos.
¿Está
el bebé lastimando a mi esposa? —Pregunto. Mi mandíbula está apretada; mis
labios están cerrados en una línea seria. Mis ojos se ven preocupados;
asustados incluso. Anastasia me mira conmocionada.
—
Bueno, señor Grey, esta es una pregunta válida después de haber observado los
severos trastornos mañaneros. Pero eso es parte del embarazo. Algunas mujeres
experimentan episodios violentos como los experimentados por su esposa.
—
¿Vomitar ocho veces en el curso de dos horas? ¿Qué pasa si duran más de doce
semanas? ¡Esta fuente médica en el Internet dice que puede incluso causar
morbosidad maternal y fetal y la muerte!
—
Christian… —me llama Ana con voz suave y preocupada.
—
¡Ana! ¡Debo saberlo! —Digo agónicamente. Y volteo hacia la doctora Greene—,
¿está este bebé matando a mi esposa? —El miedo me rezuma por cada poro. Ana me
mira horrorizada.
—
No, señor Grey. El bebé está donde debe estar, apropiadamente en el vientre de
su esposa. Incluso oímos un latido constante y saludable.
—
Pero, ¿por qué el desmayo? Palideció tan rápido, y…. me asusté. ¡No sabía qué
hacer. Si tuviera que protegerla otra persona, un intruso, podría ponerme entre
ella y el atacante. ¿Pero como puedo protegarla de su propio cuerpo? Dígame
como, doctora Greene. —Suplico.
—
¡Oh, Christian! —Canturrea Anastasia extendiendo su mano hacia mí, asentando la
derecha en la cama. Mi cuerpo traidor siempre le responde y me encuentro
dirigiéndome a ella sin pensarlo dos veces.
—
Me alegro que me haga las preguntas que le preocupan, señor Grey. Cada embarazo
conlleva sus propios riesgos. Hay mujeres que no tienen síntomas; ningún dolor
durante el embarazo y pueden tener un parto difícil y viceversa. No hay garantías.
Aquí es donde usted entra. Puede proteger a la señora Grey asegurándose que
toma sus vitaminas, permanecer hidratada, comiendo apropiadamente y haciendo
ejercicio para ayudar después al nacimiento, y cuando tenga antojos se asegure
que se le proporcionen. Su cuerpo se ajustará.
Sacudo
la cabeza—. ¡Necesito garantías doctora Greene! ¿Está este bebé matando o no a
mi esposa? —Pregunto, no encontrando la respuesta que necesito de ella en
primer lugar, mi mirada es gélida, no puedo aceptar el tormento de verla atada
a una IV o diariamente débil. Me está
destrozando.
—
¡Christian! —Grita Anastasia molesta, quitando su mano de la mía—. ¿Cómo es
posible que pienses eso?
—
Anastasia, tu bienestar me es más importante que mi propia vida, —digo
suavemente como si estuviera hablándole a un niño.
—
No señor Grey, el bebé no está matándola. Pero nadie puede dar garantías. Esto
no es un negocio; es la vida. Debe confiar en que el cuerpo de la señora Grey
se ajustará en las próximas cuatro semanas. —Asiento con rigidez.
—
Acerca de mi trabajo… Me levanto a trabajar. Creo que aún debería tratar de ir
a trabajar esta tarde.
—
¡Absolutamente no! —Siseo.
—
Christian, debería…
—
¿También quieres discutir sobre eso, Anastasia? —Pregunto.
—
Lo siento señora Grey, pero estoy de acuerdo con el señor Grey en eso. Necesita
descanso. La velocidad con la que se deshidrató hoy podría significar viajes
constantes a urgencias desde su trabajo. Por la cantidad de trabajo que tenemos
que hacer, la mayoría de las veces las mujeres embarazadas olvidan comer y
beber. Además que sería contraproductivo para sus compañeros de trabajo si
constantemente tuvieran que llevarla a urgencias. Debería solamente trabajar
desde su casa en este momento hasta que haya superado los mareos y náuseas
matutinos. ¡Órdenes de la doctora! —Dice firmemente.
La
doctora Greene me entrega la receta para Anastasia y algunas muestras para las
náuseas. Ha hablado con mi esposa acerca de la importancia de descansar,
hidratarse, vitaminas, comer y tenerse el cuidado adecuado hasta que se pone
azul. Cuando la doctora Greene le dice a Ana que se complazca cuando tenga
antojos, porque es cuando puede salirsa con la suya, mi esposa asienta sin
palabras y se sonroja profusamente.
—
La acompañaré, doctora Greene, —y la guío hacia la salida.
Cuando
volteo hacia ella para hablar, me mira con ojos a sabiendas—. Antes que lo diga
y lo lamente más tarde señor Grey, le evitaré el problema. La señora Grey está
lo suficientemente sana para llevar a buen término su embarazo. ¿Es posible que
tenga un embarazo difícil? Sí, muy posible. Pero tenemos lo último en
tecnología médica, y la señora puede tenerla toda a su disposición. Soy la
mejor gineco-obstreta de Seattle y como tal, en mis dieciocho años de carrera,
nunca he perdido a una paciente durante el embarazo o parto.
—
¡Pero no me está dando ninguna garantía!
—
Señor Grey, nadie puede darle eso. Las mujeras han tenido bebés desde el
principio de los tiempos. Le aseguro que por más dura que pueda parecerle, es
un proceso natural. Si está preocupado por la señora Grey, ¿por qué –para
cambiar un poco- no se la lleva medio tiempo a su trabajo para poder vigilarla
y de esa manera también podría salir de la casa?
—
¿Puedo hacer eso?
—
Seguro, ¿por qué no? Pero no hoy, quizá mañana. Hoy parece exhausta. Veamos
como se siente el resto del día.
Taylor
lleva a la doctora fuera del vestíbulo. Siento un fuerte peso sobre mí. El tipo
de preocupación que siento me está lastimando profundamente en el alma. Es
diferente de lo que sentí cuando me dijo que me estaba dejando, o cuando la encontré
casi sin vida sobre el frío concreto. Y este miedo también, es inmensamente desagradable.
Porque es el cuerpo de mi esposa el que la está lastimando; el mismo cuerpo que
estoy tratando de proteger. Me siento indefenso y atado con nudos dentro. En vez
de volver a mi dormitorio, camino hacia el estudio. Necesito un cambio de
ritmo. Lidiar con un problema que pueda resolver. Al ver mi cara sombría en una
nota diferente, Taylor me sigue.
—
¿Te llamó Welch?
—
Sí, señor. De hecho, acabo de hablar con él.
—
¿Cuál es su conclusión?
—
Cree que la señora Lincoln está diciendo la verdad.
—
Eso aún está por verse... —Murmuro y le marco a Welch.
—
Señor Grey, —dice con su voz profunda por el altavoz de mi BlackBerry.
—
Dime lo que has descubierto después de entrevistar a la señora Lincoln...
—
Repitió exactamente lo que le dijo, sin embargo he descubierto algo más, —dice
y lo escucho con cuidado.
—
¿Qué?
—
Me pregunté porque el señor Lincoln la llamó. Porqué no hacer lo mismo con
usted directamente. Se me ocurrió que Lincoln estaba tratando de infundir miedo
a toda la gente a la que llegó el mensaje: Usted, la señora Lincoln y la señora
Grey como anticipo a lo que pensaba hacer. Si se las arregla para lastimarlo a
usted, heriría a la señora Grey que lo ama y a la señora Lincoln que parece
preocuparse por usted. Si lastima a la señora Grey, bueno, no tengo que
explicar eso. Así que dejó una interrogación. Posiblemente un implícito
desafío. Un duelo de voluntades. O simplemente una inquietud eterna… Aunque no
hiciera nada, quiere que se sienta incómodo. Quiere que siempre tenga que mirar
por sobre su hombro.
Me
doy cuenta que me he aferrado al escritorio tan fuerte que los nudillos se me
han puesto blancos. Sé que Lincoln no puede demandarme, porque se retiró él mismo
del trabajo. Pero implícitamente me está retando.
—
Quiero dos cosas: Quiero que localices el dinero que esconde. También quiero
que lo vigiles 24/7 por los próximos seis meses. Si hace algo fuera de lo
normal, cualquier cosa fuera fuera de la ley, lo quiero saber inmediatamente. Nadie
amenaza a mi familia y se sale con la suya. Lincoln irá a la cárcel o incluso a
su muerte. No me importa a cuál.
—
Muy interesante, pero justo acaba de salir de la ciudad.
—
¿Qué?
—
Se fue de vacaciones al Carible.
¿Qué
diablos significa eso? Amenazas a alguien y simplemente te vas—. Ayer estaba
enojado. Amenazó a su exmujer, pero la amenaza implicaba dañar a mi familia y a
mí, y ahora se va de vacaciones. ¿Qué me estoy perdiendo? Camino por el
estudio. Los ojos de Taylor siguen mis movimientos.
—
Cuándo hoy hemos descubierto que Lincoln pagó la fianza de Hyde, el
comportamiento de Lincoln ha sido impulsivo, decisiones improvisadas donde no
ha tenido el 100% del control. El éxito de su misión dependía de Hyde. Un
elemento que Lincoln no sabía bien y sobre el que ciertamente no tenía control.
No va a involucrar a otra persona. Sea lo que sea que haga, lo tendremos que
esperar ya sea de él o de donde tenga mayor control. Pero para que lo alcance a
usted en cualquier forma, necesita penetrar nuestras capas de seguridad. No
puede hacer eso habiendo perdido Lincoln Timber.
Danger Zone - Kenny Loggins
—
¡Todavía tiene los los jodidos millones con los que puede lograr mucho! ¿Sabe
la señora Lincoln algo de ellos? —Grito.
—
No señor. Era muy claro que no lo sabe. Nunca la incluyó en sus asuntos de
negocios. Era una esposa trofeo, alguien a quien presumir del brazo o una
posesión como su antigua compañía, Lincoln Timber. No tiene ninguna pista de
donde él pudiera haber puesto el dinero. Pero a juzgar por lo que encontramos
en su oficina, apuesto que los tiene en efectivo guardados en diferentes
lugares que posiblemente posee. La información sobre las cuentas que
encontramos son aquellas a las que obviamente podrá acceder. Por el momento no
está sufriendo de falta de dinero.
—
No quiero esperar hasta que encuentre la grieta en mi armadura que ha estado
esperando tanto tiempo. Haz que tus hombres vigilen y averigüen cuáles son sus
próximos movimientos. Y encuentren a su jodido abogado, el que hizo el trabajo
sucio. Si Lincoln siempre se ha servido de ese cabrón, podría ser una mina de
oro de información. Ver lo que sabe.
—
Ya había pensado en eso señor, y mis hombres ya han sido enviados. Mantendremos
una estrecha vigilancia sobre él. Pero lo mantendremos suelto; usarlo como
carnada. Si Lincoln llega a usar sus servicios o a alguien que conozca, lo
sabremos. Sea lo que sea que intente hacer, no lo hará ahora. Porque si Lincoln
pretende hacer daño, tiene que planear cómo, dónde y cuándo atacar. No tendrá
éxito avisándole. Creo que sus expectativas iniciales son hacerlo sentir
incómodo. Inclusive si guarda este deseo por mucho tiempo, quiere enviarle el
mensaje de que siempre tenga que ver por encima de su hombro. Lo está retando… —dice
Welch haciendo una pausa. Lo trató de hacer ayer. Me incitó, tratando que lo
atacara, para tener la ventaja. Es la misma táctica. Pero no quiero arriesgarme
en la que concierne a la seguridad de mi familia.
—
Esto es lo que quiero: Quiero que sea rastreado. ¡Quiero saber con quien habla,
con quien duerme, come, coge, y con quien se asocia. Cuande me entregues un
reporte, también espero saber quien fue su maestra del jardín de niños!
¡Conocerlo lo suficientemente bien para determinar lo que piensa y cual será su
próximo paso. Habiendo identificado que mi familia es su objetivo, amenazarlos,
lo convirtió en un blanco! ¡Feli-jodidas-cidades! ¡Acaba de ganarse una maldita
recompensa sobre su maldita cabeza! —Se abre la puerta del estudio y Ana oye mi
última frase. Sus ojos se amplían con miedo y aprensión después de oír lo que
dije con rabia pura—. ¡Welch, infórmame pronto! —Digo colgando. Me acerco a mi
mujer pero no la toco. No la quiero asustar—. Ana, ¿te sientes bien? —Pregunto suavizando
el tono y la mirada.
—
Sí, —dice distraídamente—. ¿Con quién hablablas?
Miro
a Taylor y sale del estudio inmediatamente. Ocultar esto, además de mi
comportamiento anterior a la luz de su reacción a las molestias matutinas
podría causar una amenaza mayor. No quiero que las amenazas de Linc sean una
profecía auto-cumplida.
—
Hablaba con Welch sobre Linc.
Parpadea,
—¿Linc? ¿Por qué?
—
Ha lanzado una amenaza a los que amo a través de Elena.
—
¿Elena? —Pregunta, sus ojos se amplían con frialdad y dureza—. ¿Cómo lo sabes?
Pensé que se suponía que no hablarías con Elena.
—
Y no lo hago. Elena me llamó para informarme sobre la amenaza proferida de Linc
y le pedí a Welch que la verificara. Considerando el secuestro perpretado con
Mia y contigo, no voy a arriesgar tu bienestar. Te digo esto porque quiero
seguir conservando tu confianza en mí.
Guarda
silencio por un momento, evaluando la información—. ¿También te está
amenazando?
—
Sí, —susurro—. Pero no estoy preocupado por mí. Estoy preocupado por ti y
nuestro bebé, —digo y siento la abrumadora verdad. A pesar que el bebé le causa
debilidad y la enferma, lo que me me asusta a morir, es la amenaza implícita de
Lincoln que saca al feroz protector que hay en mí.
—
¿Estás preocupado por el bebé? Pensé… pensé…
—
Siempre serás mi primer preocupación, Anastasia. Me asusté y me asustaré más
durante el avance de tu embarazo. Lo que te lastima, me lastima… —digo
mirándola, mostrando lo vulnerable que me he vuelto a la luz de lo que le ha
sucedido—. Pero estoy tratando de entender el proceso del embarazo y no es
fácil tener control sobre algo como eso. Algo que quieres… —y me corrijo—,
alguien que queremos puede lastimar tu cuerpo para estar con nosotros. ¡Me
aterroriza hasta el infierno! —Susurro.
Capta
un atisbo de miedo en mis ojos y su mirada se fija en la mía y sus manos se
acercan a mi cara para sostenerla. Me inclino ante su tacto—. ¿No tienes que ir
a trabajar hoy? —Pregunta cambiando de tema.
—
¿Cuándo estás enferma? Ana, ¡te desmayaste en mis brazos! ¿Crees que puedo irme
a trabajar cuándo no estás bien? —Tengo reuniones y pilas de trabajo, pero nada
de esto es más importante que mi esposa. Tengo un buen número de personas bien
pagadas que pueden hacerse cargo de mi carga ocasionalmente.
—
De hecho, me estoy sintiendo mucho mejor después de la IV, el caldo de la
señora Jones con galletas y la medicina para las náuseas, —dice.
—
Si crees que vas a trabajar porque te estás sintiendo mejor los últimos diez
minutos, estás completamente equivocada señora Grey, —le advierto. Frunce los
labios contemplándome.
—
¿Qué quisiste decir con recompensa sobre su cabeza? —Pregunta. Anastasia está en
todo hoy, brincando de un tema a otro.
—
Nada de lo que tengas que preocuparte, nena. Lo único por lo que tienes que
preocuparte es del pequeñito este y de tu bienestar.
—
Christian, no quiero volver al principio. Apreciaré que compartas lo de la
amenaza de Linc, pero necesito saber si hay algo más que te molesta. ¿Debería
preocuparme por Elena? —Pregunta tratando de ocultar sus celos.
—
Ana, te estoy diciendo todo porque necesito que confíes en mí. Linc llamó a
Elena e hizo una implícita amenaza que estoy tomando seriamente a la luz de lo
que hizo al liberar a Hyde al ver la oportunidad potencial de herirme y herir a
mi familia. A cambio lo jodí desmantelando su amada compañía. Ahora, está
buscando la manera de vengarse. Necesito saber que estás protegida. Haciendo
una amenaza implícita contra los que amo, contra ti, puso una recompesa sobre
su cabeza. Nunca, jamás permitiré que nadie te lastime. ¡Nunca jamás!
Anastasia
traga—. No estarás pensando matarlo, ¿cierto Christian? —Pregunta en un
susurro, petrificada.
Sacudo
la cabeza—, no, —digo la verdad a medias. No lo mataré ahora, pero a la primera
señal que intente herir a mi familia, no dudaré en lastimarlo en la misma forma
que intente lastimar a los que amo—. Pero tengo que que mantener los ojos y
oídos sobre él, así que todo lo que hace está siendo monitoreado. Al menos los
próximos seis meses. Después de ese tiempo voy a evaluar la situación. Esto es
para nuestra paz mental.
—
¿Y qué pasa con Elena?
—
Elena no es mi preocupación, ¡lo eres tú! Tú y nuestro bebé, —digo extendiendo
la mano sobre su plano vientre—. Por cierto, ¿cómo te sientes ahora?
—
En realidad, genial. Solamente con ganas de comer huevos, panqueques, tocino y
pan francés untado con chocolate, —dice sonrojándose.
—
¿Solo pan francés? —Digo levantando las cejas.
—
Por ahora, —susurra.
—
Ven, vamos a darte de comer, —digo tirando de ella para salir del estudio.
* * * * *
El
resto del día de ayer pasó sin incidentes. Pero no estoy aguantando la
respiración para tener mejor suerte hoy. Decido trabajar desde casa al menos
por la mañana para vigilar los síntomas de mi mujer. Me duché temprano y me
puse a trabajar antes que Anastasia se despertase. Cuando regreso no la
encuentro en la cama.
—
¡Ana! —Grito. Su respueta llega del baño en forma de gorgoteo. Me apresuro para
encontrarla elevántandose lentamente del lavabo. Está tapando el enjuage bucal.
—
Hoy no me estoy desmayando, —dice sonriendo—. No es nada como ayer.
—
No trates de distraer mi atención. ¡Necesito saber que estás bien! Debes
decirme si no estás bien para que pueda cuidarte apropiadamente, —la reprendo.
—
Relájate Christian. Estoy bien. —Abre la llave de la ducha y regresa al lavabo
para lavarse los dientes. Se quita la camiseta y luego las bragas. Mi mirada
fija en su cuerpo. No puedo evitar mirar su hermosa forma. Sus pechos están
creciendo de talla, llenándose. Sus pezones erectos ante mi mirada. Se le está
poniendo la piel de gallina. Rápidamente me deshago descuidadamente de mi ropa.
Anastasia sonríe sabiendo la clase de efecto que me causa. Su mirada lentamente
recorre mi cuerpo. Mi polla late por la intensidad de su mirada.
Inconscientemente lame su labio inferior y lo muerde.
—
Ana… —digo bruscamente tirando de su barbilla liberando su labio inferior—. No
estás bien.
—
Bueno señor Grey. Recuerdo que la doctora Greene te dijo que cumplieras todos
mis antojos. Órdenes de la doctora… —dice encogiéndose—. A menos que si
esa orden puede ser ignorada, creo que también lo puede ser la de que no vaya a
trabajar… —No le permito terminar. Mi boca desciende sobre la suya a la
velocidad del rayo, capturando sus labios, tomando, no preguntando. Le chupo el
labio inferior y paso los dientes por él, tragándome sus hambrientos gemidos.
Lentamente llevo a mi mujer a la ducha hacia atrás. La cascada de agua nos cae
con pasión renovada. Sus manos se aferran a mi cabello mojado, acercándome a
ella fuertemente para fusionar nuestros cuerpos.
—
Despacio nena, —murmuro.
—
Por favor, —ruega. Deslizo los labios a su barbilla y la pellizco—. ¡Por favor
Christian! ¡Te necesito!
—
Date vuelta, —ordeno. Obedece inmediatamente, su pecho agitado arriba y abajo.
—
Manos en la pared, —digo y presiona sus palmas sobre los mosaicos de la ducha.
Usando los pies, le abro las piernas. Exprimo un poco de gel para ducha en mis
palmas y hago espuma. Empiezo con sus hombros, masajeo sus músculos con las manos
jabonosas. Recorro las manos hacia arriba y abajo en sus lados en círculos, y sostengo
sus pechos. Amasando sus montículos doloridos, jalo y alargo sus pezones entre
el pulgar y el dedo índice, provocando y pellizcando. Mi mano derecha va más
abajo de su pecho dirigiéndola a su vientre, sobre su hueso púbico y después a
los dobleces de su sexo apretado, haciéndola jadear. Aprieto mi cuerpo contra
ella desde detrás, mi polla pesada se apoya en su parte inferior cavando para
entrar. Mis dedos la provocan y se deslizan por su abertura, sintiendo la
cremosidad de su humedad, invitándome a entrar. Cuando le introduzco un dedo,
jadea y gira las caderas, tratando desesperadamente de conseguir más fricción.
—
Más despacio nena, —ordeno. Pero no escucha. Ruega por más.
—
¡No! ¡Más aprisa! —Ruega. No quiera empujarla a sus límites. Ha estado débil
estos días—. Necesito más. ¡Lo necesito más rápido! —Arquea la espalda y sus
pechos se empujan hacia mis manos suplicando mi tacto y desesperados por
atención.
Viendo
la debilidad de los pasados dos días me hace extra-vigilante como si fuera a
colapsar inesperadamente en mi brazos. Mi mujer quiere ser tan imprudente como
de costumbre. Tengo que llevarla a ritmo lento. Al darse cuenta de mi intención
voltea a verme. Me mira interrogante; mi mano está suspendida en el aire. Sin
decir palabra exprime el gel en su palma, hace espuma y levantando su mano me
indica que me va a lavar. Asiento. Pone sus manos en mis pectorales, encendiendo
inmediatamente mis sinapsis con su tacto. Hace círculos en mi pecho, moviendo
sus manos delicadamente sobre mi vientre, mis caderas y engloba mis pesadas
pelotas entre sus palmas. Hago una fuerte inspiración. Con una mano agarra la
base de mi polla. Con las manos enjabonadas se desliza hacia arriba y abajo.
Cuando su pulgar e índice alcanzan el glande aprieta más su agarre en un
esfuerzo por exprimir líquido pre-seminal. Gimo de placer.
El
agua quita el jabón que corre en arroyos perezosos por mis piernas. Cuando se
sienta en el banco, sus manos nunca dejan mi polla, conduciéndome al banco como
si fuera a estar sentada por un tiempo. Levanta su mojada mirada hacia mí, su humedecida
cabeza, sus mojados labios rodean la punta de mi polla. Su lengua encuentra el
glande y le da vueltas alrededor, lamiendo. Como si miles de diferentes
sensaciones corrieran en la punta de mi polla, con la mano derecha me apoyo en
la pared de la ducha para mantener el equilibrio por el súbito asalto de mi
esposa. Está decidida a chuparme con tanto entusiasmo, que está a punto de
castrarme. Al principio no sé que hacer. Ha estado enferma los dos últimos
días. La vista de la comida la haría vomitar, y tendría que llevarlo al baño
corriendo. Olores… me mataría si asociara cualquier parte de mi cuerpo con los
malestares mañaneros. Pero, como siempre, su comportamiento es opuesto al que
espero, Anastasia me sorprende. ¡Anastasia está más de allá de mi hambre voraz!
—
Anaaa... —Silbo a través de los dientes en un susurro sin aliento—. ¿Estás...
absolutamente... ¡Ahhh!, segura? —Pregunto. No quiero que se detenga, pero con
sus náuseas a la vista del más mínimo motivo, no quiero que me haga venir si va
a enfermarse. Me mataría si se desmaya por estar dentro de su boca. Sin quitar
las manos o los labios de mi erecta polla palpitante, levanta sus largas
pestañas, y me mira con la boca llena de mi erección. Lo que tiene en su mirada
es una declaración inconfundible de posesión. Su lengua corre implacablemente
alrededor de mi glande con cercana desesperación para saborearme. Me chupa con
fuertes tirones como si no pudiera tener suficiente de mí. Empujo hacia
adelante suavemente, pero se asegura de que sepa que quiere más. Empujo de
nuevo follando su boca, sólo con golpes superficiales. Pero Anastasia me jala
más hondo. Mirándome, pidiendo más con su mirada—. ¡Cristo, Ana! —Estar sin
sexo durante los dos últimos días es suficiente para empujarme hacia el borde—.
¡Nena! ¡Si no estás segura no quiero venirme en tu boca! —Respiro e inclino la
cabeza hacia atrás. Con frenesí desesperado, me agarra de las nalgas, y me
anima a moverme en su boca. Un erótico gruñido escapa de mis labios desde el
fondo de mi garganta. Muevo la polla en el hueco de su mejilla, su mano se
mueve en el espacio dejado por sus labios, y mientras retira sus dedos, su boca
toma toda mi longitud. Puedo sentir la desesperación, el hambre voraz que no
había experimentado de ella antes con esta abrumadora intensidad.
También
tengo la otra palma de la mano presionada contra la mojada pared de la ducha
mientras alcanzo el clímax con los asaltos de mi esposa. El sonido que sale de
mi garganta es completamente crudo y áspero. Siento el endurecimiento de mis
testículos antes de tratar de intentar quitar el pene de la boca de mi mujer
para no derramar el semen de mi clímax, pero su mano derecha me agarra la
nalga, sus uñas clavándose para advertirme como si le estuviera quitando su
comida favorita. Mi segundo placer se derrama y vuelvo los ojos hacia atrás
mientras mi mano izquierda se hunde en los mechones mojados de mi esposa. Esto
es una declaración de posesión cruda, puramente carnal, una conquista de mi
mujer. Cuando recobro los sentidos y enfoco nuevamente, veo a mi mujer
chupándose los labios. El chorro de la ducha cae sobre nosotros; el agua se
desliza por los mechones de mi esposa, cayendo rápidamente por su cuerpo hasta
el suelo.
—
Christian, te deseo desesperadamente, —dice con un tipo diferente de hambre
como si no la hubiera alimentado por días, y estuviera hambrienta—. Te necesito
mucho, ¡quiero que me folles como el infierno! —Dice con fervor y decisión.
¿Follarla como el infierno? ¿Quién sabía que el sexo podria saciar su hambre y
calmar su cuerpo? Una vez entendidas sus palabras, la miro con cara impasible y
mis labios se curvan en una ligera sonrisa. Follarla como el infierno… Estoy
más que feliz de complacerla. Cierro la llave de la ducha, recojo a mi mujer
del piso; la saco de la ducha—. ¡En el cuarto de juegos! —Exige.
Follar
como el infierno a mi esposa embarazada en el cuarto de juegos no me provoca
una sensación fácil. En ese ambiente con mi esposa embarazada que ha estado con
sus violentos malestares los últimos dos días no me parece que sea prudente—.
Ana, no creo…
—
¡Por favor! —Ruega desesperadamente. ¿Qué le está haciendo este embarazo?—.
Confío en ti… —susurra. Si mi mujer quiere algo, seré quien se lo proporcione.
Pero, coger en el cuarto de juegos, después de haber estado lo suficientemente
mal como para desmayarse, hoy no es prudente.
—
Ana, no te llevaré al cuarto de juegos ahora. No me arriesgaré. Porque si te
enfermas mientras te esté tocando, follándote como el infierno, así como lo
pones, podría matarme.
—
¡Christian, no me importa! ¡Te deseo! Desesperadamente..., —reitera.
—
¡No hay sala de juegos hoy, Ana! ¡Diré cuándo! ¡Diré cómo! —Murmuro con voz
decidida e inquebrantable—. Pero te debo un puñado de orgasmos, —digo, dándole
una sonrisa lasciva llevándola a nuestro dormitorio en brazos.
—
Christian... —protesta.
—
Te llevaré allí, cariño. Pero no hoy. Sólo cuando esé convencido de que estás
mejor.
—
¡Estoy mejor! —Empieza a discutir. Pero antes de que pueda comenzar otra tanda
de protestas, tomo su boca y la cubro con la mía, efectivamente calmándola.
Primero mis labios son tiernos, incluso solícitos. Primero quiero sentir a mi
mujer. Sentir que está bien y no solo diciendo que se siente mejor. Se levanta
levemente mientras cierra los ojos. Al momento, levanta los brazos y tira de mi
cabello húmedo con los dedos enrededados en ellos, su cuerpo empujando el mío,
haciendo que mi erección se entierre en su vientre, enredando una pierna detrás
de la mía, sus pezones animados, dos perlas tentándome, su cuerpo entero está
provocando respuesta en mí con intensidad brutal. Su beso se vuelve exigente,
incluso demandante. Es una reiteración de su anterior declaración de posesión,
el hambre y anhelo que tiene por mí, casi emparejando mi insaciable deseo por
ella. Es imposible no correponder, y cuando finalmente empujo la lengua con
fuerza en su boca emparejando y superando su fervor, jadea. Su mano derecha
desciende, sus uñas rascan mi espalda tentándome más. Un gruñido mezclado con
un gemido de placer escapa de sus labios y pasa a la mía. La necesidad del uno
por el otro es embriagadora, desesperada. Mi lengua se mueve en ella con
movimientos más profundos y hábiles. Su lengua coincide con los movimientos de
la mía, y nuestro cogernos como el infierno uno a otro empieza en su boca.
—
¿Impaciente señora Grey? —Murmuro con una sonrisa mientras mis labios se mueven
a su cuello.
—
Sííí, —un gemido escapa de sus labios. Cubro uno de sus pechos y siento el
rígido pezón. Está muy excitada, muy voraz, demasiado hambrienta para ser
saciada con un dulce hacer el amor. Lo que necesita es intenso, crudo, e
igualmente salvaje cogida. Inmediatamente la levanto, dejando su mirada
confusa. Trato de sofocar una sonrisa.
—
¿Dónde vas?, —pregunta mientras me dirijo al closet.
—
A traer el kit de emergencia, —respondo. La confusa mirada de ella no tiene
precio. Traigo una caja de madera pulida con algunos artículos que he reservado
para ocasiones como esta. La mirada de Anastasia me sigue sin decir palabra.
Voy hacia el iPod y recorro el contenido hasta que encuentro la música que deseo.
La profunda voz de barítono de Leonard Cohen empieza a oírse. Si ella quiere un
amante, soy su hombre.
If
you want a lover, I am your man – Leonard Cohen
Camino hacia mi esposa con pasos arrogantes y sensuales sin quitarle la
mirada de encima. Está jodidamente hermosa. Su mirada puede hacer que un hombre
solloce de alegría. Pero en este momento, solo deseo follarla como el infierno justo
como me pidió.
Pongo la caja en la cama
cerca de ella y la abro. Tomo un par de esposas de cuero suave para el amarre.
Arquea una ceja y sonríe mientras sus labios se abren con ansiosa expectación.
Coloco el brazalete en su tobillo y abrocho la correa de cuero. Tomo el otro
brazalete y lo ato a su codo que inmediatamente jala su pierna derecha hacia
arriba exponiendo su sexo hinchado de deseo. Repito el proceso en su lado
izquierdo. Entonces levanto las pinzas ajustables para los pezones unidas una a
la otra con una cadena. Sus ojos se amplían, y hace un brusco respiro. En
respuesta muerde su labio inferior. Tomo su pezón izquierdo entre mi dedo
pulgar e índice y expertamente lo ruedo y tiro de él. Un estremecimiento la
recorre mientras cierra los ojos y automáticamente empuja su pecho hacía mi
agarre y arquea la espalda.
—
Ojos… abiertos, —ordeno. Cuando lentamente los abre, están llenos de deseo
carnal. Traga. Bajo la boca sobre su pecho, y lo chupo dentro de mi cálida boca
con placer. Su pezón imediatamente se yergue mientras lo sacudo con la lengua.
Cuando estoy satisfecho con el resultado, me siento sobre ella moviendo mi
erección sobre su cuerpo, distrayéndola, y asegurando la pinza sobre su pezón.
La ajusto en medio entre el dolor y el placer. Repitiendo el mismo sensual
proceso en el lado derecho, le doy un tirón a la cadena, tirando ligeramente de
los pezones. Las piernas de Anastasia están ahora ampliamente abiertas, y
jaladas hacia los codos. Cuando le agarro uno de los pies, le raspo la planta
del pie con los dientes.
—
¡Aghhh! —Gime retorciéndose debajo de mí.
—
Silencio ahora, —la callo eficazmente. Mis labios se mueven desde sus tobillos
a la parte trasera de sus rodillas, localizo el punto de amarre entre los dos
ligamentos detrás de su rodilla, en el doblez formado cuando su pierna se curvó.
Con mi mis dedos índice y medio aplicó una suave presión entre los dos
tendones. Es uno de los mejores puntos para liberar el estrés y la fatiga, y
promueve el deseo sexual. Me arrodillo, beso y chupo hasta que llego a su
abdomen. Me inclino en los tendones donde se unen sus piernas con el abdomen y
con la base de la palma de la mano aplico presión, y hundo la nariz en su sexo
inhalando profundamente. Sin siquiera haberla tocado todavía en la cúspide de
sus muslos, está completamente excitada y con deseo por mí. Localizo el punto
unos dedos debajo de su ombligo y directamente arriba de su vejiga y presiono
suavemente con tres dedos mientras mi lengua se desliza a lo largo de su
hendidura.
Un
gemido agudo involuntario sale de sus labios—. ¡Christian!
Los
pliegues de su sexo en flor se abren para mí; está húmeda, cremosa y excitada.
Mis labios cubren su clítoris y lo chupo duramente, mi lengua está provocando
sobre la punta implacablemente, excitando cada terminación nerviosa de su
cuerpo. Siento su mirada en mí, y cuando abro los ojos, veo sus pupilas
dilatadas, sus iris oscurecidos con abandono deseoso. Trata de alcanzar mi
cabello, pero no puede hacerlo sin mover su pierna y empujo sus piernas hacia
abajo. Está indefensa ante mis provocaciones como ella me dejo indefenso en la
ducha. Ojo por ojo. Mi lengua se sumerge en su sexo y pruebo su deseo por mí.
Hago remolinos dentro de ella y la follo con la lengua tanto en lo profundo
como en lo superficial. Se ve forzada a absorber el placer ya que no puede
cerrar las piernas, y soportar la intensidad del orgasmo con mi nombre
confusamente saliendo de sus labios. Sin darle oportunidad a calmarse del
orgasmo, le doy vuelta, dejando sus nalgas arriba para mi placer. Inserto
profundamente mi polla con un empujón. Luego salgo con cuidadoso control, solo
inserto el glande, frotando suavemente abosorbiendo las ondas temblorosas de su
último orgasmo. Una oleada de electricidad sacude mi cuerpo. Mi erección está
dura, caliente y temblando, adolorida por alcanzar las profundidades de su
sexo, haciéndola gemir, haciéndola mía, dominando su sexo, y finalmente
depositar mi semen por todo lo que me dio. Empujo más profundamente con el
ritmo de la canción.
Siento que sus músculos internos se
tensan, y aprieta mi polla queriendo más, haciendo que nuestra intimidad no
solo sea follar, sino haciendo el amor con intensa pasión. Saco mi polla del
abrazo de su sexo como si fuera una broma, y entonces penetro su acogedor sexo
una y otro vez. Cuando doblo su cadera, me las arreglo para encontrar su punto
más profundo, mi lugar favorito en la tierra localizado dentro de mi esposa.
Doblando las caderas, froto su punto implacablemente, provocando más placer.
—
¡Oh, por favor! —Grita Anastasia. Me retiro lentamente para prolongar la
sensación, permitiendo que las ondulaciones que se acercan a su pico se
prolonguen un poco más. En cuanto descienden, vuelvo a penetrarla. Continúo mi
deliciosa tortura, adentro y afuera, adentro y afuera. Luego me inclino y
mientras me sumergo en ella nuevamente, le jalo las pinzas de los pezones,
intensificando la sensación de dolor y placer, haciendo que su sexo apriete mi
pene como un guante apretado. Sus caderas se encuentran con mis empujes uno
tras otro, golpeándome. Mis testículos están pesados y adoloridos, puesto que
están pegando rítmicamente en su clítoris y aumentando su estimulación. Cuando
alcanzo un intenso clímax, apenas puedo oír cantar al señor Cohen, ‘si
quieres un doctor, te examinaré cada pulgada. Si quieres un chofer, súbete. O
si quieres llevarme de paseo, sabes que puedes. Soy tu hombre…’ Ciertamente
soy su hombre, pienso mientras introduzco mi deseo, pasión y necesidad en su
caliente interior. En el pico de su clímax, jalo de la cadena de las pinzas en
sus pezones y grita su muy intenso orgasmo. Finalmente me introduzco en ella
cuatro veces más y aún en eso momento mi polla esta alojada profundamente en
ella, mis testículos efectivamente pegando contra su clítores una última vez.
Una vez que mi visión empieza a enfocarse aquí y ahora, salgo de ella
succionando. Desabrocho las esposas, libero sus brazos y piernas de sus
ligaduras. Después, los masajeo para permitir la circulación de la sangre en
sus extremidades.
—
¿Cumplió esto con tu expectativa de ‘cogerte como el infierno’ señora
Grey?
—
¡Sííí! —Su respuesta sin aliento escapa de sus labios—. ¡Por todo lo alto!
—Sonrío
en respuesta.
* * * * *
Después de nuestra intensa follada,
Anastasia se viste con un sexy vestido corto blanco de verano con tirantes. Su
escote distrae. No es muy profundo, pero ciertamente enfatiza sus pechos
crecientes que no quiero que otros en la casa disfruten mirando. No digo nada;
hemos tenido una mañana maravillosa, no quiero arruinarla. Anastasia trae su
trabajo, extendiéndolo sobre la cama, y se siente en medio de él con las
piernas cruzadas. Una mirada superficial me indica que son algunos de los
manuscritos que quiere leer. Finalmente se acuesta sobre su vientre, levantando
las pantorrillas mientras las cruza por los tobillos; ausentemente marca algunos
de ellos con una pluma. Su escote es todavía más distractor desde este ángulo,
pero continúo trabajando en mi laptop. Como estoy distraído con su escote y mi
trabajo, el sonido de su BlackBerry nos sorprende a los dos. Viendo el
identificador de llamadas, frunce el ceño, hace una profunda inhalación y
contesta. Fijo la mirada en ella deseando que me diga quién es. ¿Es el cabrón
de José?
—
¡Hola mamá! –Contesta tan alegremente como puede. ¡Joder! ¿José también llamó a
su mamá?—. Sí, Ray fue dado de alta del hospital anoche. Es por eso que no
pudiste encontrarlo allí, —dice y hace pausa—. Está bien. Solo necesita ir a
terapia física por un par de meses. ¿No le llamaste a su celular? —Pregunta.
Levanto las cejas. Anastasia pone el altavoz para que pueda oír.
—
Por supuesto que no, cariño. Si hubiera estado en el hospital y durmiendo, no
me hubiera gustado molestarlo. Cuando la enfermera me dijo que ya no estaba, me
tenía que asegurar que no había sido trasladado a algún otro lugar. Es por eso
que te llamo.
—
Estuve un rato con él cuando fue dado de alta. Fue llevado a Montesano por
amigos. Pero estaba extraordinariamente bien, mami.
—
¡Oh que bueno! —No sé como decir esto, pero tuve esta sensación de inquietud
todo el día de ayer y todo el de hoy. Temía que algo le hubiera pasado.
Imagínate el pánico que me dio cuando en el hospital me dijeron que no estaba.
—
Mami, papá está bien. Pero ayer estuve enferma.
—
¡Qué! ¿Cuál es el problema? ¿Está relacionado con tus lesiones? ¿Fuiste al
doctor? ¿Qué te duele? ¿Tu cabeza, tus costillas? ¿Ya sanaron tus heridas?
¿Quieres que vaya? Oh cariño, ¡vamos háblame!
—
Mami, dame oportunidad de decir una palabra, —dice Anastasia rodando los ojos.
—
Lo siento, cariño…
—
Estuve enferma pero no fue ninguna de esas cosas las que me causaron estar en
ese estado. —Anastasia toma una honda respiración y me mira, enganchando su
mirada en la mía.
—
Mami, tenía molestias mañaneras. Estoy embarazada. —Primero, hay una pausa
embarazosa como si una moneda rodando estuviera tomando unos segundos para
pararse, luego un muy fuerte chillido se oye por el altavoz—. ¿Madre? ¿Estás
bien?
—
¡¡¡Ana!!! ¡Estoy tan feliz! ¡Por los dos, Christian y tú! ¿De verdad me vas a
hacer abuela?
—
Sí mami, —dice Ana con voz dudosa.
Carla
se da cuenta de su duda—. ¿Qué pasa, pequeña? Quieres al bebé, ¿ o no?
—
¡Más que nada! Nunca en la vida había deseado algo tanto además de Christian, —murmura
en voz baja mirándome—. Pero estoy teniendo las peores molestias mañaneras,
especialmente esta semana. Me dan repentinamente. No quiero que te preocupes
por eso. Estamos tratando de controlarlo, —explica.
—
Lo siento mucho, querida. Desafortunadamente, heredaste eso de mí. Las tuve
como tú cuando estaba embarazada de ti. Al principio estaba perdiendo peso en
lugar de ganarlo. Tu papá, Dios lo bendiga, —dice con voz entrecortada—, no
sabía como manejarlo. Fui hospitalizada, ves, y me tuvieron que alimentar por
vía intravenosa. Ambos éramos muy jóvenes e inexpertos. Preocupó mucho a tu
padre. Pero hay luz al final del túnel. Solo duró el primer trimestre. Comí,
creciste, y nos enamoramos de ti antes que nacieras. Creo que eso nos hizo
pasar ese duro trance, —dice.
La
garganta de Ana se mueve con un visible duro trago—. Gracias mami, —murmura.
—
¿Por qué, cariño?
—
Por no deshacerte de mí y llevándome a través de un embarazo difícil. No
estaría aquí si no me hubieras retenido, —dice y creo que lo hace en mi
beneficio.
—
Cariño no, no lo cambiaría por nada. Al tenerte me dio una nueva vida, una
familia propia. Y cuando tu padre se fue, eras todo lo que tenía, —solloza.
—
¡Te amo mami! Gracias por todo lo que hiciste por mí.
—
Tambien te amo, nena. ¡Dile a Christian que le mando un hola y felicitaciones!
Llámame en cualquier momento que me necesites.
—
Lo haré, mami. Gracias.
Una
vez que Anastasia pone el teléfono en la cama, me mira y dice—, bueno, son
todos…
—
¿Todos?
—
Si, todos han sido informados de nuestro pequeño Bip.
Antes
que pueda responder a su comentario, es mi BlackBerry la que vibra en este
momento. Lo tomo y veo la pantalla para saber quién llama. Haciendo señal con
el dedo que dice un minuto, contesto. Mi tono y mirada se vuelven firmes—.
¡Ros! ¿Qué pasa?
—
Señor Grey, ¿estás cancelando nuestra junta de hoy?
—
Si Andrea te informó de la cancelación, no tendrías porqué preguntar, Ros.
—
Bueno, sucede que es una junta muy importante, porqué implica el avance final
que nuestro equipo de ingeniería ha hecho. Asumí que esto podría ser algo en lo
que querrías participar porque todos hemos tenido unas semanas muy estresantes.
—
¿Avance? ¿Qué
avance?
—
Bueno, esa fue
la sorpresa. Pueden tener la tecnología solar y/o la bobina en la que han
estado trabajando que finalmente cumplen con tus requisitos, —agrega.
—
¿De verdad? —Pregunto con excitación, levantándome instantáneamente.
—
Si, de verdad. Desde luego, no lo he visto por mí misma, pero estaba esperando
una demostración. ¿Aún piensas que no puedes venir hoy?
—
Déjame llamarte nuevamente.
—
De acuerdo señor. Esperaré tu llamada.
Presiono el boton ‘Colgar’ de mi
BlackBerry. Mis ojos están ardiendo de emoción mientras miro a Anastasia. Ella
me parpadea con ferviente curiosidad.
—
Anastasia, ¿qué
te parece si vas a trabajar conmigo hoy?
Frunce los labios—.
No me dejas ir a mi trabajo pero, ¿quieres que vaya a trabajar contigo?
—
Sí. Quiero
mostrarle a mi esposa en lo que hemos estado trabajando. El móvil que funciona
con energía solar y eólica. El que quiero proporcionar a lugares remotos en la
tierra donde no tienen fácilmente electricidad accesible. Por supuesto, si
funciona de la manera que se supone que debe hacerlo, creo que puede ser benéfico
para excursionistas, campistas, entusiastas del aire libre que están lejos de
la tecnología por largos períodos de tiempo, o incluso dar oportunidad de
sobrevivir a un soldado que podría estar varado en algún lugar sin medios de comunicación.
Sonríe, recordando. Sabe claramente
lo que me gusta, donde yace mi pasión. Ha comprado algunos juguetes para mí utilizando
la energía limpia sabiéndolo—. Señor Grey, llévame a trabajar, —dice sonriendo, y extiendo la mano
excitado ante la posibilidad de llevarla a GEH por primera vez desde que
tropezó en mi oficina.
Here it is – Leonard
Cohen
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