Capítulo VI
Cuento para dormir
Traducido y editado por María Teresa Camp
Gozalbo
Los labios de Anastasia se abren como si su profunda
inhalación no pudiera meter suficiente aire a sus pulmones. Tiene curiosidad,
pero también está al borde del precipicio de una decisión. ¿Está lista para esto?
Cierro los ojos, y trago fuertemente tratando de decidir si le quiero decir
todo.
Después de lo que hemos vivido esta semana, nuestras vidas han
cambiado irrevocablemente, y no quiero obstáculos entre nosotros. Ni siquiera
el susurro o un fantasma de mi jodido pasado. Cuando vuelvo a abrir los ojos,
la mirada de Anastasia está fija en mí con toda su intensidad. Los recuerdos de
ese fatídico verano regresan inundando mi mente. Respiro hondo y las compuertas
se abren.
Please
forgive me – Bryan Adams
— Era un día de verano muy caluroso, estaba
trabajando muy duramente, —resoplo recordando. No había hecho ese tipo de
trabajo agotador por largo tiempo. Sacudo la cabeza, divertido con el
pensamiento de lo duro que trabajé por esa pequeña cantidad de dinero. El
trabajo era agotador, quitando todo ese escombro. Trabajaba solo y Ele…, —entonces
era la señora Lincoln—. La señora Lincoln apareció de quién sabe donde y me
llevó limonada. Intercambiamos unas cuantas palabras e hice comentarios
estúpidos de sabelotodo… y me abofeteó. Me abofeteó muy fuerte, —recordando el
fantasma del dolor, mi mano acariciando mi mejilla adolorida. Después de
pegarme tan jodidamente fuerte, enrojeciendo mi mejilla, me agarró la cara con
ambas manos, pero no me tocó en ninguna otra parte, me beso ferozmente con
dominio y fuerza en sus labios. El beso de Elena fue posesivo, absorbente como
si me prendiera fuego y me dejara arder desde dentro como si nunca fuera a
apagarse. Era una sensación que nunca había experimentado; que nunca pensé que podría experimentar. Despertó a la
bestia en mí. —Continúo hablando de mi primera experiencia con Elena—. Pero
entonces me besó. Y cuando terminó, me abofeteó nuevamente, —murmuro
parpadeando. Desde ese día todavia estoy perplejo por ello. Era un alborotador,
indigno de amor, de cuidados. Porque era y soy una bestia por dentro. Verás, el
único día del año en que me sentía bien era en Holloween. Porque ese el único
día en que los espíritus malignos y los monstruos coincidían conmigo, un día
irónico que me convirtió en la norma. El beso de Elena despertó al monstruo
hambriento en mí; una bestia sexualmente hambrienta que no sabía que existía y
salió con toda su fuerza. Y el dolor, dolor que llegó con la oscuridad, el
espíritu maligno, el lado macabro y aterrador en mí… el dolor me era familiar,
bienvenido incluso—. Nunca había sido besado de esa forma, —confieso. Miro a
Anastasia. Elena es su límite infranqueable. No sé si debería decirle esto,
pero quiero hacerlo. No quiero barreras entre nosotros. Ninguna sombra oscura
escondida—. ¿Quieres escuchar esto? —Pregunto.
La indecisión cruza su rostro—. Solo si quieres
decírmelo, —dice con voz tenue, encarándome.
— Estoy tratando de darte un poco de contexto. —Mueve
la cabeza, alentándome a continuar. Pero Anastasia está conmocionada, sus ojos
ampliamente abiertos y sin palabras. Observo su cara para ver si hay alguna
traza de desinterés, temor o alguna indicación de que no quiera oír esto.
Finalmente veo el estímulo que estoy buscando en su cara, y ruedo sobre mi
espalda mirando el techo—. Bien, naturalmente estaba confuso y enojado y
excitado como el infierno. Quiero decir, una mujer mayor llega a ti de esa
manera, —digo moviendo la cabeza. Chicos de quince años, no importa lo que las
chicas de quince años piensen de ellos siendo calientes e irresistibles, pero
no exactamente el material que una mujer mayor esté buscando. Pero, ahora
reconozco la actitud dominante de Elena al principio. Quería a alguien que
pudiera entrenar y dominar completamente. No tuve oportunidad de escapar de
eso. Elena primero hizo una entrada dura ante mi pendeja observación, y su
postura inmediatamente cambió a la de dominante. Echó los hombros hacia atrás,
cuadrándolos, su cabeza ligeramente hacia adelante como un águila lista para
capturar a su presa. No pude más que responder automáticamente a su postura,
porque nunca había visto algo como eso antes. De hecho, no recuerdo haber visto
a Elena en esa postura dominante en ninguna de las reuniones familiares a las
que asistía.
Oigo una respiración contenida de Anastasia a mi
comentario de que Elena era caliente. Mi observación era retrospectiva sobre
como me sentía, y lo insignificante y sin valor que era. Un caso de caridad; un
niño huérfano, sin un jodido padre, nacido de una puta sumida en las drogas.
Golpeada por su proxeneta, hambriento al punto que no me hubiera importado
comer verduras crudas de jardín si pudiera tener la oportunidad, o de salir a
la calle como el insignificante niño de cuatro años que era. Así qué, Elena
besándome, a este inútil niño-hombre, y abofeteándome para enderezar mi
malhablada conducta; inmediantamente me convirtió en un cero a la izquierda y
todo mi interés se centró en ella. Repentinamente fui el foco de atención de esa
mujer caliente.
Confundido, interesado, caliente y, para cambiar,
quería que esa experiencia continuara. Me introdujo a una sensación,
desencadenada por los labios de Elena en los míos, y su fuerte bofetada impactó
dentro y fuera de mi cuerpo, disciplinándome. Anhelaba todo con tanta
intensidad como si el hambre del chico de quince años que tenía por el contacto
físico estuviera a punto de ser saciada en la forma de promesas festivas, por
ella. El comportamiento de Elena me mostró que me quería y su beso hizo que
quisiera experimentar eso una y otra vez.
Sintiendo
la mirada de Anastasia sobre mí, continúo mi historia—. Regresó a la casa,
dejándome en el patio. Actuó como si nada hubiera pasado. Estaba totalmente
perdido. Así que regresé al trabajo, cargando el cascajo al contenedor. Cuando
me fui esa tarde, me pidió que regresara al día siguiente. No mencionó lo que
había sucedido. Así que al día siguiente, regresé. No podía esperar para verla
otra vez, —susurro, finalmente permitiendo que Anastasia entre a mi oscuro
pasado; sintiendo como si me estuviera confesando, volcando todos mis pecados a
una persona que tiene el poder de perdonar y hacer borrón y cuenta nueva. No sé
que está pensando Anastasia, pero puedo sentir que el juicio está pasando por
su cabeza, sobre mí y principalmente por Elena—. No me tocó cuando me besó,
—murmuro y volteo a ver a mi esposa, tratando de ver que está pensando. Veo su
perplejo rostro dirigido hacía mí—. Tienes que entender… mi vida era un infierno
en la tierra. Era un cachondo caminando, de quince años, alto para mi edad, las
hormonas embravecidas. Las chicas de la escuela… —Paré ahí. Las chicas pensaban
que era un chico guapo, pero no les podía permitir acercarse a mí sin
asustarlas. ¡Era un bicho raro! No podía dejar que las chicas o cualquier otra
persona me tocara. Un gesto sencillo, que no requiere reflexión, era un
desencadenante para que me volviera loco. No era porque no estuviera excitado o
que mis hormonas no estuvieran causando caos en mi cuerpo cuando se trataba del
sexo opuesto. El miedo al tacto se apoderó de mi vida, y no había manera de
deshacerme de él. La cara de Anastasia se suaviza entendiendo—. Estaba enojado,
jodidamente enojado con todos, conmigo, mi familia. No tenía amigos. El
terapeuta que tenía en ese tiempo era un pendejo total. Mi familia me mantenía
bajo control; no entendían. —Lanzo un largo suspiro. Mi mirada otra vez en el
techo, mirando pero sin ver. Con una mano recorro mi cabello con exasperación
como si esto hubiera sucedido ayer. Nada calmaba mi alma, nada sacudió la ira
en mí; ni las peleas, la terapia, los consejos de mis padres, sus
preocupaciones, las retricciones o los límites. Era una jodida bola de energía
negativa lista para estallar en cualquier momento. No había nada que pudiera contenerme
o ser dañado por mí. ¡Era un artículo dañado! Hasta respirar me significaba
esfuerzo. Todo me enojaba; estaba enojado con el universo por hacerme existir,
y ser como soy. Mi mundo era caótico, descargas de energía, incontrolables,
indómitas, volátiles y violentas dirigidas a cualquier parte y a cualquier
persona. Entonces Elena llegó, conteniéndome. Me doy cuenta que Anastasia inusualmente
aún está a mi lado—. Simplemente no podía soportar que nadie me tocara. ¡No
podía! No toleraba a nadie cerca de mí. Y acostumbraba pelear… ¡Joder!, peleaba.
Me metí en tremendas peleas. Fui expulsado de un par de escuelas. Pero era una
manera de desahogarme. Para tolerar alguna forma de contacto físico, —digo
parando. —Pelear me servía para una un par propósitos. Cuándo me dolía por
recibir un golpe, eso me hacía sentir… algo… cualquier cosa. Y por poco o mucho
que fuera negativo, eso significaba tocar sin intención, o centrarme en el acto
de tocar y ser tocado aunque fuera con violencia. Todo el estrés en el que vivía
me había preparado para estallar en cualquier momento. Busco la cara de
Anastasia. Está silenciosa, rígida como una estatua; sus ojos abiertos
totalmente, en completa conmoción. Frunzo el ceño. ¿La estoy asustando? No hay
indicios de eso. Creo que quiere que continúe.
Me volteo de espaldas y continúo mirando el techo—. Bien, ahora te das
idea. Y cuando me besó, solo me agarró la cara. No me tocó, —digo en voz apenas
audible. No estoy esperando que Anastasia entienda eso. Imaginen a alguien dándote
comida y agua cuándo has estado hambriento por quince años, como si fuera
posible sobrevivir con ese sufrimiento. Ese era mi sentir y, por supuesto, tomé
lo que quisiera darme, hacer para o por mí, y me aferré a ella como a un
salvavidad. Finalmente estaba respirando. Elena era amiga de mi madre y con frecuencia
iba a casa. No le había puesto atención anteriormente a pesar que cualquiera
podía darse cuenta que era una mujer muy sexy. Una vez descubrí a mi madre
preguntándole cuando iba a tener hijos. Elena dijo que prefería a los hijos de
mi madre en lugar de tener niños propios. Y ahora la ironía no me es
desconocida. Anastasia esconde la mano bajo su almohada y descansa la cabeza
sobre ella como forma de contenerse. ¿Por qué? —. Bien, al siguiente día
regresé a la casa, no sabiendo que esperar. Te voy a compartir los detalles
sangrientos, pero fue más de lo mismo. Y así es como empezó nuestra relación,
—resumo. Pero el
recuerdo del segundo día se precipita en forma espontánea.
Cuándo ese día llegué a la casa de los Lincoln,
Elena abrió la puerta, me dejó entrar sin palabras, y se despidió de mi madre
con una sonrisa encantadora. Una vez que mamá se fue, cerró la puerta, miró su
reloj—. Llegas con doce minutos de retraso, —dijo con mirada gélida, enfriándome
hasta lo más profundo y furioso al mismo tiempo haciéndola calentar como a un
volcán. Estaba bastante sorprendido por la contradictoria mirada.
— Elena, mamá tenía… —Dije tratando de decirle que
mi madre me pidió sacar la basura y rápidamente hacer un par de cosas
rutinarias en la casa antes de salir, pero no me dejó terminar las palabras,
abofeteándome fuertemente la mejilla y y de regreso. Aún puedo sentir el
chillido en mis orejas con el recuerdo.
— ¡Señora Lincoln! —Me corrigió firme y decididamente,
bajando mi cabeza porque era más alto que ella. Me besó salvajemente,
castigando brutalmente de hecho, mordiendo el interior de mi labio inferior,
sacándome sangre. El sabor cobrizo en mi boca fue bienvenido a pesar de lo
salvaje de su acción. Estaba enganchado.
— ¡No me gusta la impuntualidad! Si te ordené que
estuvieras aquí la las 9:00am, NO
significa estar a las 9:01 o a las 8:59. Quiero decir precisamente a las
9:00am. Tienes que ser puntual. Y tienes que hacer lo que se te ha pedido. ¿Me entiendes,
Christian?
— Ah, síp, —recuerdo haber contestado murmurando.
— ¿Qué? —Preguntó abofeteándome otra vez.
— S… s… sí, —gemí entonces. Me dio una bofetada de
revés ante lo incongruente de mi contestación.
— Sí señora, esa es la respuesta correcta, —siseó
con la mira fija en mí
— Sí señora, —respondí mirándola devotamente,
entonces jaló mi rostro y me besó brutalmente una vez más. Una vez que se
separó de mis hinchados labios me recompensó con una sonrisa complacida y
depredadora, una sonrisa que traté de merecer a partir de ese momento.
— Necesito que vengas todos los días de esta semana a la hora exacta que te indiqué, y actuarás de
la forma que te pida que lo hagas, —dijo en doble sentido y aun yo, un excitado
adolescente no podía ignorar.
— El miércoles tengo… —dije y me dirigió una mirada
fija, y me volvió a abofetear, haciéndome parpadear.
— Respuesta equivocada. No tolero la desobediencia.
— Sí, señora, estaré aquí, —me las arreglé para
contestar.
— Bien. Ahora tu trabajo te está esperando en el
patio, —dijo a mi cara confundida, completamente impasible. Así es como empezó
todo. Esa semana, Elena me
alejo de la bebida, faltar a clases, pelear y darme la primera probada de
bastón, y mi primera experiencia
sexual. Tomó todas las decisiones por mí, y yo solo debía obedecer. Por primera
vez en mi vida, no tuve que pensar cómo resolver algo, a alguien o un problema.
Ya estaba decidido por mí. Todo lo que Elena tenía que decirme era que saltara.
Y si tenía su permiso para hablar, ni siquiera tenía que preguntar qué tan alto,
porque ya habría especificado la altura, la longitud y la duración de ese
salto. Mi mundo caótico se enfocó porque el caos fue eliminado por su control
total y absoluto sobre mí.
Take over control - Afrojack
Cambio de postura, poniéndome de lado y miro a Anastasia—, ¿y sabes algo Ana? Mi mundo se
enfocó. Nítido y claro. Todo. Era lo que exactamente necesitaba. Fue una
corriente de aire fresco. Haciendo las decisiones, alejando toda la mierda,
permitiéndome respirar.
Puedo ver que para Anastasia es doloroso oír esto; pero esta
es mi vida, sin censura. Esta era la persona, el niño-hombre que fui una vez;
fuera de control, indisciplinado, caótico, discutidor; en detrimento de mi
bienestar y mi futuro. No había encontrado el enfoque necesario, no sé dónde
estaría sin la correcta y rígida intervención por la persona que era. Es
completamente posible que hubiera encontrado eso, pero a lo mejor a lo largo
del camino me hubiera causado otros daños e inadvertidamente a mi familia hasta
que ese enfoque hubiera llegado a mi vida. Hay un tiempo y espacio para ciertas
experiencias en la vida… Cómo dice el jodido dicho: ‘todo pasa por alguna razón’, y posiblemente era necesario para mí
vivir eso en esa época, independientemente de lo equivocado que era. Porque no
estaba recibiendo la ayuda correcta en ningún otro lugar. Nada estaba
funcionando. Entiendo ahora que Elena me tomó como alumno; esclavo del sexo en
entrenamiento, un niño-juguete de una esposa trofeo aburrida. Podría haberme
ayudado sin abusar de mí. Pero Elena tenía su propio proceder y nunca lo
discutí. ¿Podría haber esperado hasta que fuera lo suficientemente mayor para
dar mi consentimiento? Podría, pero Elena nunca tuvo escrúpulos sobre mi edad.
Me poseyó y disfrutó la experiencia.
Mi última declaración causa un derroche de pena en la cara de
Anastasia, pero no me para, o discute y no me dice que esté disgustada.
— Y aún
cuando había terminado, mi mundo estaba enfocado gracias a ella. Y estuvo de
esa manera hasta que te conocí, —digo y la conmoción en el rostro de Ana es
evidente a la luz del día. Delicadamente coloco un mechón de su cabello detrás
de su oreja. Sé lo que está pensando, pero la clase de caos que me estaba
causando es exactamente lo que necesitaba después de haber aprendido a
controlarme, y enfocarme. Por que esta es mi naturaleza. Quiero control;
necesito el control como el aire que respiro. Pero ya aprendí a ponerlo en
práctica. Fiel a mi naturaleza, también necesito la emoción, el caos, el
desafío que Anastasia trae a mi vida. No sabía que esto era una necesidad hasta
que tropezó al entrar por la puerta de mi oficina.
— Volteaste
mi mundo de cabeza, —digo cerrando los ojos, recordando el primer sentimiento
de desafío que me provocó, llamándome estando ebria. La primera noche, Ana
durmiendo en mi cama… No podía cerrar los ojos para dormir un poco, porque lo
único que quería hacer era observarla. Inmediatamente sentí que esa era la
mujer que necesitaba en mi vida. Era más que desearla. Era una necesidad
salvaje, primaria, irrevocable. Mi vida encontró su propósito cuando conocí a
Anastasia. Miro a mi mujer; ella es atención pura.
— Mi mundo
era ordenado, calmado y controlado; entonces llegaste a mi vida con tu boca
inteligente, tu inocencia, tu belleza y tu tranquila temeridad… y todo eso
antes de ti era gris, vacío, mediocre.. era nada.
Su rostro
se suaviza; su respiración es superfial y sus ojos muy abiertos mientras
escucha.
— Me
enamoré, —susurro. Siento que su respiración se suspende, y para de respirar
por un momento. Acaricio su mejilla.
— También
yo, —murmura. Su respuesta llena mis ojos de inmenso amor.
— Lo sé,
—digo. Hace una profunda inspiración.
— ¿Lo
sabes?, —pregunta.
— Sí,
—confirmo. Por supuesto que lo sé. El saber de su amor por mí es más que
bienvenido y la más invaluable posesión que tengo en el corazón; significa que tengo
el corazón y el alma de mi esposa.
—
Finalmente, —murmura mientras me sonríe tímidamente. Asiento.
— Y pone
todo en perspectiva para mí. Cuando era más joven, Elena era el centro de mi
mundo. No había nada que no hiciera por ella. Y ella hizo mucho por mí. Me hizo
parar de beber. Me hizo trabajar duro en la escuela… Sabes, me dio un mecanismo
para afrontar mis problemas que no había tenido antes, me permitió experimentar
algo que nunca pensé que podría.
— ‘Touché’
—murmura todavía apenada.
Sé que le
es difícil escuchar esto. Pero sin la ayuda de Elena, no sé donde estaría en este
momento de mi vida. Porque, por primera vez en mi vida, mis problemas no me
estaban ahogando y no eran una lucha constante para para mantenerme a flote y
poder respirar. No era difícil obedecerla, porque también ella tenía defectos
como yo, a diferencia de mi perfecta familia. Estaba muy consciente de su lado
oscuro empezando por la primera bofetada que me dio; pero en esa oscuridad, su
voz dominante era la única que oía y me guio, enterrando todo lo que me
atemorizaba, llevándolo a las sombras, no borrándolo o desapareciéndolo pero
mezclándolo con la oscuridad así que no lo volví a ver, y permitir afectarme
hasta que pude poner escudos de protección para protegerme por mí mismo. Elena
me enseñó a disimular y enmascarar todos mis miedos, mantenerlos a raya y
eliminar mis inhibiciones, introduciéndome a un estilo de vida que se ha convertido
en mi mecanismo de supervivencia.
No pensé o siquiera considerado los errores que esa
relación representaba sino hasta
recientemente. Recuerdo haber dejado
Harvard y regresado a casa. Mamá
y toda la familia y ‘amigos’ se renieron
para celebrar mi regreso a casa. M hermano Elliot pensó que me hacía un favor llevando a su
entonces novia y a su compañera de piso
como una posible pareja para mí. La chica era anodina para mí, trató de llegar
a mi lado bueno, era linda, le daré ese beneficio, pero no estaba en el mercado
para nadie. Tenía a Elena; era todo lo que quería y tenía. Y Elena me tenía
cogido por los cojones, literalmente. Me miraba fríamente durante la cena con
mi madre. Tomándome del brazo más tarde, dijo—, Christian,
querido, tengo que saber todo sobre tu escuela, —y me condujo al embarcadero.
Mi padres pensaban en ella como en una tía para sus hijos. Cuando llegamos a la relativa oscuridad
del embarcadero, dejó de lado el
disimulo, se dio vuelta y me abofoteó con fuerza—. Has cruzado la línea tolerando a esa zorra. No comparto, Christian.
Eso fue intolerable, y te portaste mal, y te desviaste de mis expectativas
cuando estabas lejos. Voy a hacer algo acerca de eso. Cuando me vaya en los
siguientes diez minutos, quiero que te subas a cualquier coche que puedas y que
estés en mi casa precisamente quince
minutos después que me haya ido. El señor Lincoln está fuera en viaje de
negocios, —dijo y con la luz de la luna, pude ver su enojo, sus fríos y torvos
ojos azules, y llenos de furia.
— Cuando llegues ahí, —dijo agarrando y retorciendo mi pene y testículos hasta que
mis ojos rodaron atrás de mi cabeza y—, no quiero nada sobre ti, excepto tu pene
para ponerlo en la jaula, —declara sin filtrar. Elena podía salir con los más
crueles e inusuales castigos. No sabía que esperar. Ni siquiera sabía que
excusa podía darle a mi familia para irme quince minutos después que ella se hubiera
ido y llegar a su casa a tiempo.
La puerta de su casa estaba abierta y ella llevaba
puesta su vestimenta de dominante de cuero negro. Silenciosamente fui a su
mazmorra, y me quité la ropa. Puse mi polla en la jaula para penes, que no fue
fácil y tampoco estaba libre de sentir dolor y fue una hazaña considerando que tenía
una erección impresionante dada la expectativa. Tuve que pasar por todas las
fórmulas y ecuaciones de la microeconomía para desviar mi atención de mi
excitación y contener a mi polla por el
mínimo espacio de la jaula de confinamiento.
Elena caminó detrás de mí, ordenándome ir y pararme en la pared decorada con grilletes y esposas. Ni las esposas y los
grilletes estaban sujetos a la pared, excepto una unidad con la que podías
hacer voltear a tu sumiso alrededor y aplicar castigo tanto al frente como
atrás. Me iba a sacar la mierda, sabiendo que me iba a dejar su marca en todo
el cuerpo, desde las muñecas, mi polla y hasta los dedos de los pies. Sin
pantalón corto o camiseta, me dejaría marcas para las dos siguientes semanas.
Esposó mis tobillos primero y después las muñecas, asegurándose que estuvieran
bien apretados, después tiró de las cadenas para extenderme contra la fría
pared de piedra. A pesar del castigo que iba a recibir mi polla trató de
crecer. Las fórmulas de microeconomía eran un juego de niños para mí, podía
decirlas en sueños. Tenía que pensar en algo más difícil. Empecé a recitar en
la mente la tabla periódica de los elementos en francés.
— Tableau pérodique des éléments, —empecé en la mente—.
Hidrogène, helium, lithium, bérillium, bore, carbone, azote, oxigène, flour,
néon, magnésium, aluminion, silicium, phosphore, soufre, chlore, argon,
calcium, scandium, titane, vanadium, chrome…
Pude oír a Elena eligiendo un objeto de la pared para mi castigo. Puse
la cara sobre la fría piedra y el metal de confinamiento que recluía a mi
polla, y apretando mis testículos que
también recibían el frío de la pared de piedra. Mi mente estuvo ocupada
brevemente pensando con que me iba a golpear. Traté de entreteterme pensando que
sería algo fácil como una pala o una fusta, pero Elena era brutal en sus
castigos. Sabía que podría escoger algo como un látigo, un azotador, un
cinturón de cuero mojado o un bastón… Los probó al aire detrás de mí y oyendo las
múltiples tiras volando detrás de mí, pensando—, ¡Joder! ¿Es el látigo de nueve
colas! —Y duelen como el infierno, clavándose incluso en la piel, abriéndola y
dejando múltiples marcas al mismo tiempo. Incluso la tabla periódica de los elementos
en francés no es suficiente para mantener mi mente lejos del castigo, aunque
normalmente podía soportar una buena mierda de golpes. Pero esta vez ella no se
contenía nada.
Con tal de contener el dolor, comenzaba a pensar en la tabla períodica
de los elementos incluyendo peso y número atómico, todos en francés—. Hydrogène… —inhalación profunda y contenida—,
nombre atomique: un. Groupe: un. Période: un. Configuration électronique: 1st.
Nombre d’oxydation : -1 + 1. Ëlectronégativetivité : 2.2…
Entonces sentía el pinchazo del látigo de colas de gato sobre la
espalda, los brazos y nalgas y también sentir el flujo de sangre en la media espalda.
Uno de los pinchazos alcanzó mi enjaulado
pene ya que sus golpes estaban estratégicamente calculados. ¡Mis testículos
debían estar morados ya, pero deseaba el jodido castigo! No sé cuantos
recibí sistemáticamente en mi espalda y brazos, y yendo después a mis
nalgas y piernas después volver a mi espalda, sobre mis hombros y
nuevamente y de regreso hasta que
llegaba a un punto que quería decirle la palabra de seguridad, pero temiendo
enojarla, no lo hice. ¡Quería desprenderme de mi cuerpo, ir a un lugar libre de
dolor donde mis piernas no temblaran, mis brazos no se sacudieran, que mi cara no
estuviera jodidamente rígida y en donde
no tuviera que recitar la tabla períodica de los elementos en francés! Pero no
era posible tener esa suerte porque para
superar el dolor, puse mis manos en puños –la única parte de mi cuerpo
que podía mover- tan fuertemente que las uñas se clavaban en mis palmas tan
profundamente que inconscientemente las hice sangrar!
Pero no era la primera vez que Elena ejercía su dominio sobre mí de
manera espectacular, enérgica e indudable, y tampoco fue la última vez, pero
esa fue la primera vez que me llevó a la distancia de un cabello de mi punto de
quiebre, y aún así no le podía decir ‘no’, ‘para’ o ‘rojo’. Quería
que me castigara por existir. No por una niña tonta que haya mostrado
interés en mí en presencia de Elena. Era por estar aquí, en la tierra. Castigar
al indigno de ser amado, un ser sin importancia; llenar el vacío en mí con
tanto dolor que no tuviera que pensar en el desesperado puto agujero de mi alma
que me estaba chupando la vida. Pero también fue el punto de inflexión al darme
cuenta que lo que obtuve de Elena fue una forma de lidiar con ese agujero, la
sensación de inutilidad y el no amor. Ella me permitió experimentar el contacto
humano; el tacto de una mujer con intenso placer y dolor morboso.
Pero más que eso, ese día me dio vuelta aún con los grilletes, esposado
y estirado, puso mi castigada espalda contra la pared, haciendo secarse la
sangre caliente contra la fría piedra, y usó un bastón para pegarme y excitarme
en la parte delantera. A pesar del dolor, mi cuerpo respondió y mi polla se
volvió azul y violeta tratando de lograr una erección, sin encajar en el confinamiento.
Despues de haber estado satisfecha con la golpiza que me dio, Elena abrió la jaula de gallo y procedió a
chuparme.
.
— ¡No puedes venirte! ¡Debes aguantarte; si no puedes, me aseguraré que tu
castigo te dure en las nalgas por un mes entero! —Dijo con
sonrisa depredadora. Después que terminó de mamarme, haciendo que mi polla palpitara
con el deseo de satisfacerse, me dejó. Liberó los grilletes y esposas y estuve
a punto de derrumbarme por la pared detrás de mí, pero no le di la satisfacción
de ver mi cercano quiebre.
— ¡Ahora, cógeme para mi placer exclusivamente!
—Ordenó inclinando la espalda sobre el banco de castigo, y me metí fuertemente
en ella, recitando la ‘Tableau Pérodique des éléments’ al revés hasta que gritó
al alcanzar el orgasmo, dejando mi pene lastimado y peligrosamente necesitado
de liberación. Pero el dolor de mi insatisfacción me lastimaba como el infierno
hasta los dedos de los pies, aún así de alguna manera algo se aclaro en mi
mente. Podía controlarme. Podía controlar
el dolor, podía recibir una verdaderamente dura cogida y aun así salir de ella
bien. Supe entonces que finalmente estaba en control de mi vida, de mi mundo y
todo en él. Podía ser un dominante. Podía estar bien. Finalmente rompí la
barrera del miedo. No tenía ninguna. Eso fue hasta que Anastasia entró a mi vida.
— Después de
todo era una forma de vida, —digo sin pensar, frunzo el ceño, tratando de
quitar el recuerdo. Miro a mi mujer con temor. Hay oscuridad en mi pasado.
Oscuridad con la que tuve que lidiar, oscuridad por la que tuve que atravesar
para alcanzar la luz. Oscuridad que me consumió, consumió mi vida, y todo lo
que hice, y entonces el sol salió y quitó las sombras. Y ahora mi sol me está
mirando y rogando por más.
— Si creces
con una imagen completamente negativa de ti mismo, pensando que eres alguna
clase de marginado, un salvaje no merecedor de amor, piensas que mereces ser
golpeado.
Lo sé bien;
y permití muchos castigos, golpizas, y le di la bienvenida a la sensación. ¡Le di la bienvenida! ¡Deseado, querido!
Porque esa mi norma. Eso era todo lo que sabía. Hago pausa mientras paso una
mano por mi cabello—. Ana, es mucho más fácil llevar tu pena afuera… —confieso.
Llevándola afuera, hacía juego con la tormenta que llevaba en el interior. Me
daba un morboso sentido de normalidad. Elena no se midió en sus castigos y no
me sacó ninguna mierda. Pero, sus métodos de control, aun siendo brutales, me
enseñaron como canalizar mi ira y la intensidad con que los sentía. De alguna
manera siempre lo supo y no colaboró en nada con sus castigos para recuperarme
o sacarme la mierda. Y pagó sus propias deudas con sangre, piel, carne y bolas
azules… Nada estaba fuera de límites, excepto el hecho de ir a la zona
prohibida con las manos. La única vez que rompió esa regla, dejé de ser su
sumiso. Era fuerte, controlado, y me doctoré en el arte de canalizar mis
demonios y tormentas en mi alma. Ya no era un alumno.
— Canalizó
mi rabia, —susurro mientras mi boca se convierte en una línea—. Mayormente en m
interior, me doy cuenta ahora. El doctor Flynn estuvo sobre esto una y otra
vez. Solo recientemente es que vi nuestra relación por lo que era. Sabes… en mi
cumpleaños.
Tenía la
sospecha que no era el único sumiso que Elena tenía. Estaba en Harvard y me
tomaba dos o tres semanas para verla entre visitas. Claramente tenía la
necesidad de dominar, dar dolor, y coger, no que hubiera parado de dominarme
aunque yo estuviera al otro lado del país. Había sospechado que tenía otras
distraciones además de mí, pero era su chico juguete favorito ya que era el
mejor, el más oscuro y más intenso. Le gustaba controlarme; deseando quebrar al
semental inquebrantable. Creo que continuamente deseaba ejercer su dominio
sobre mí incluso después que el sexo entre nosotros había terminado. Se las
arregló para llegar arriba desde abajo, ahora me doy cuenta. Eso se hizo claro
en mi cumpleaños cuando lo perdió completamente al confrontarse con Anastasia.
Sin tener
ningún control sobre su propio comportamiento, en casa de mis padres por el
amor de Dios, sin importarles quién la oyera, y es claro que mi madre la había
oído, Elena nos había demostrado a Anastasia y a mí que quería continuar
dominando mi vida. Cuando Anastasia y yo nos comprometimos, Elena se dio cuenta
que iba a perder toda esperanza de controlarme sabiendo que Anastasia la odiaba
con pasión y que mi chica era alguien a quién Elena no podría controlar, y por
lo tanto no me podría controlar a través de ella. Entró en pánico al saber que
estaba enamorado de Anastasia y sus esperanzas de dominarme nuevamente habían
terminado, y nuestras espantosa pelea fue el resultado. Pero no me di cuento de
esto hasta recientemente, hasta que lo pensé bien.
Fui la
relación más larga de Elena. Más larga que la que tuvo con su marido y logró
dominarme durante cinco años. Sabe que ninguna otra mujer me había hecho eso,
excepto ella. Soy uno de los hombres más sanos, capaz de mente y cuerpo y
fuerte en la tierra. Según los estándares de GQ y el People Magazine
aparentemente soy uno de los hombres más sensuales del mundo. Es claro que
habiendo jugado un papel importante para ponerme en forma, a Elena no le gusta
perderme por alguien a quién no puede dominar; alguien que definitivamente
impedirá su acceso a mí. En cierta forma me someto a mi esposa,
voluntariamente. Eso debe estar matándola. Porque Elena no es nada si no es
competitiva y posesiva. Pero soy más dominante de lo que es ella, y protejo lo
que es mío, y a aquellos que amo ferozmente. Elena es un pacto terminado; una
fase que debía suceder, pero todo en el pasado.
Un visible
estremecimiento recorre el cuerpo de Anastasia, no dudando que la mención de
Elena en mi cumpleaños, trae los feos recuerdos a su mente. Quiero que todo eso
sea borrado—. Por su parte nuestra relación era sexual y control para una mujer
solitaria que había encontrado una especie de confort con su chico-juguete.
— Pero a ti
te gusta el control, —murmura haciendo clara referencia a su marido.
— Sí. Me
gusta. Y siempre me gustará, Ana. Es lo que soy. Me sometí por un tiempo.
Permitir que alguien tomara todas las decisiones por mí. No podía hacerlo yo,
no estaba en un estado de ánimo propicio. Pero a través de mi sumisión a ella,
me encontré a mí mismo y encontré la fuerza para hacerme cargo de mi vida…
Tomar control y tomar mis propias decisiones.
—
¿Convertirte en un Dominante? —Pregunta queriendo saber si fue mi decisión.
— Sí.
— ¿Tu
decisión?
— Sí.
— ¿Salirte
de Harvard?
— Mi
decisión y fue la decisión más acertada que hice jamás. Hasta que te conocí,
—digo y su cara se transforma en una expresión de asombro.
— ¿A mí?
—Pregunta costándole mucho trabajo creerlo.
— Sí,
—susurro mientras mis labios se tuercen en una sonrisa—. La mejor decisión que
he tomado jamás es haberme casado contigo.
— ¿No al
iniciar tu empresa? —Sacudo la cabeza sin perder el contacto visual con ella—.
¿No el aprender a volar?
Sacudo la
cabeza nuevamente—. Tú, —murmuro. Indudablemente mi mejor decisión. Encontré la
mitad que faltaba a mi corazón. Mucha gente va a través de la vida sin
encontrar su otra mitad, y es desafortunado porque hasta que no sucede, van sin
rumbo, sin darse cuenta que están conformándose por el segundo, tercero, décimo
quinto, centésimo o centésimo quincuagésimo mejor. Y sin embargo, la encontré,
y me enamoré loca e irremediablemente de ella. Elena lo sabía antes que yo
tuviera un nombre para is sentimientos—. Lo supo, —murmuro.
Anastasia
no entiende. Frunce el ceño—. ¿Sabía qué?
— Qué
estaba locamente enamorado de ti. Me animó a ir a Georgia a verte, y me alegro
de que lo haya hecho. Pensó que te asustarías y me dejarías. Lo cuál hiciste.
—Posiblemente Elena pensó que una vez que Ana estuviera fuera de mi vida,
conseguiría otra sumisa, y seguiría así hasta que ella y yo retomáramos nuestra
relación sexual. Su intención solo se hizo evidente en su controladora mente y
muy bien ensayada –que no dejó de pensar en nada- en mi cumpleaños porque su
pánico al oír nuestra decisión de casarnos pensó en mi pérdida en lo profundo
de su mente. Sin embargo, Anastasia es superior a cualquier mujer que conozco.
Y ante la ausencia de Ana cuando me dejó, me di cuenta de muchas cosas: estaba
enamorado del amor de mi vida, loca, irrevocablemente, completamente y con todo
mi alma desgarrada. No podría vivir sin ella y haría todo lo necesario para
devolverla a mi vida. ¡Lo que fuera! Nunca, nunca me he sentido de esta manera
por nadie en absoluto. No por Elena, por ninguna sumisa que haya follado, por
nadie que haya conocido. Anastasia se ha convertido en mi único foco de
atención; súbitamente convirtiéndose en el ser humano más importante, porque a
nivel más profundo, supe que su alma me llamaba. Tener a Ana en mi vida ha sido
esencial para mi bienestar y cordura. Podría matarme si estuviera con alguien
más. Y dado que la mayor parte del tiempo la paso solamente pensando en ella;
se convirtió en la única mujer que me hace sentir seguro, centró mi mundo,
completó mi corazón y mi alma, y finamente me hizo normal dentro de los
estándares de Christian Grey.
Anastasia
palidece; claramente disgustada al saber que Elena tuvo mucha intervención a
pesar que no lo manifestó y lo hizo de forma encubierta—. Pensó que necesitaba
todas las formas de estilo de vida que había disfrutado.
— ¿La
dominación? —murmura Ana.
Asiento—.
Me permitió mantener a todos a distancia, me dio control y me mantuvo distante
o al menos eso pensé. Estoy seguro que has averiguado porqué, —añado
suavemente.
— ¿Tu mamá
biológica?
— No quería
ser lastimado nuevamente. Y entonces me dejaste. Y era un desastre, —murmuro
con voz apenas audible. Quería lastimarme y castigarme cuando se fue. Quería
que mi exterior estuviera a juego con la pena y tormento que sentía en mi
interior. Me salí de control, porque Anastasia se llevó el centro de mi
universo y me dejó sin rumbo, sin un propósito. Mi madre biológica murió en mí.
No es que fuera una buena mamá, pero era una mamá. Simplemente se olvidó de
vivir, tomó el camino fácil en lugar de encarar los problemas. Y Ana… Me dejó
en lugar de enfrentarme. Anastasia dejándome esa mañana fue el tercer peor
incidente de mi vida. El primero fue encontrarla casi muerta y el segundo fue
hablar con ella por teléfono desde el banco cuando me dijo que me dejaba, habiéndola
tenido como esposa, haciéndome pensar que me estaba dejando, no solo por ella
misma sino con una parte de mí en la forma de nuestro hijo—. He evitado la
intimidad tanto tiempo… No sé como hacer esto, —murmuro. Voy a cometer errores
espectaculares. No quiero que se vaya cada vez que lo joda. Y parte de la razón
por la que no le dije todo acerca de mí fue por este miedo… que podría dejarme.
Dejarme es lo más lógico que podía hacer. Soy malo, sin valor, podrido hasta el
fondo y ella es buena. No tiene sentido. Elena era diferente, porque no estaba
preocupado por perderla. Era oscura y mala como yo. Podía entender eso. Lo que es
difícil de entender es que todas estas personas me amaran y traté de
mantenerlas lejos de mi alcance, porque sabía en lo más profundo que no era
digno de ellas. Sin embargo, su amor me fue dado libremente, un regalo. No
entendía eso hasta que estuve a punto de perderla.
— Lo estás
haciendo bien, —murmura Anastasia animándome. Recorre mis labios con su dedo
índice y hago un mohín para besarlo.
— ¿Lo
extrañas? —murmura dudando.
—
¿Extrañarlo?
— Ese
estilo de vida.
— Sí,
—Replico con esta otra confesión. Su cara cae. No quiero que Anastasia piense
que no es suficiente para mis necesidades. Quiero que comprenda que eso es lo
que conozco, lo que me dio control, y que me hizo lo que soy hasta cierto
punto. Pero, lo que me da Ana es mucho más que eso. Quiero que entienda que lo
que extraño de eso y lo que no—. Pero acaso solamente extraño el control que me
proporciona. Y francamente, tu estúpido peligroso proceder… —digo dificultando
mi respiración, paro por el dolor que el recuerdo me trae, —eso salvó a mi
hermana, —susurro completamente asombrado por su forma de actuar por mí y mi
familia porque me ama, a pesar que aún no sé porque habiéndome portado
horriblemente con ella, puso su vida en peligro y la vida de nuestro hijo –un
bebé por el cual discutimos solo dos noches atrás—. Eso es cómo lo sé,
—murmuro.
— ¿Saber?
— Realmente
saber que me amas.
Frunce el
ceño—. ¿Verdaderamente?
— Sí.
Porque arriesgaste mucho… por mí, por mi familia.
Estaba
listo para amarla toda mi vida aunque no me amara, o aunque no pudiera entender
completamente sus sentimientos por mí. Pensé que amarla era suficiente. La oí incontables
veces decirme que me ama, pero tadavía teniendo esos oscuros secretos, pensé
que no le sería posible amarme, este hombre al que odio si supiera todo acerca
de mí. Aún así, me sorprende a cada momento. Me ama sin pensar en mis defectos,
todas mis jodidas estupideces, sabiendo mis más oscuros secretos.
Anastasia
frunce el ceño con su gesto habitual en V, en su entrecejo, que amo—. Se te
forma una V aquí, en tu entrecejo cuando lo frunces. Es suave para besarlo. Me
puedo portar tan mal… y a pesar de eso sigues aquí, —murmuro sorprendido por mi
esposa.
— ¿Por qué
te sorprende que siga aquí? Te dije que no te iba a dejar.
— Por la
forma que me porté cuando me dijiste que estabas embarazada, —le digo
recorriendo su mejilla con mi dedo—.
Tenías razon. Soy un adolescente.
Los ojos de
Anastasia se amplían, recordando—. Christian, dije algunas cosas horribles,
—dice tratando de morderse las palabras.
Pero pongo
mi dedo índice en sus labios y la silencio suavemente—. Silencio. Merecía
oírlas. Además este es mi cuento para dormir, —murmuro y ruedo para ponerme de
espaldas nuevamente—. Cuando me dijiste que estabas embarazada… —Digo
dirigiéndome a mi esposa, pero también invocando al más pequeño miembro de mi
familia, sangre de mi sangre, carne de mi carne, me detengo—. Pensé que
seríamos solo tú y yo por un tiempo. Había considerado hijos, pero solo en forma
abstracta. Tenía la vaga idea de que tendríamos niños en algún momento en el
futuro.
Sus ojos se
amplían con otro deseo oculto, pero no lo investigo. Porque hay cosas que
Anastasia quiere hacer y metas que quiere alcanzar. Vi su ferviente deseo en Londres,
cuando visitamos la casa de Austen. Devoró la información. Quiere descubrir a
las futuras Austen y Brontë.
— Bueno,
quitaste la alfombra debajo de mis pies. Cristo, fue inesperado. Ni en un
millón de años, cuando te pregunté que es lo que estaba mal, esperé que
estuvieras embarazada, —le digo parpadeando. Recuerdo el enojo, la ira
ardiendo, supérandome y haciéndome perder el control—. Estaba tan enojado.
Enojado contigo. Y nuevamente me llevó al pasado, a esa sensación de que nada
estaba bajo mi control. Tuve que salir. Fui a ver a Flynn, pero estaba en la
escuela de sus hijos; en la tarde dedicada a los padres. —Hago pausa y arqueo
una ceja. Incluso Flynn me dejó en el agua, medio hundiéndome y esperando que
me salvara y crecer. En retrospectiva, era lo que necesitaba.
— Irónico,
—murmura Anastasia y sonrío.
Ciertamente.
Entonces me percaté de las consecuencias—. Así que caminé y caminé y
repentinamente… me encontré en el salón. Elena estaba yéndose. Se sorprendió al
verme. Y, la verdad sea dicha, me sorprendí de encontrarme allí. Ella pudo ver que
estaba enojado y me preguntó si quería un trago. —Es ahora o nunca, debo
conseguir deshacerme de mis demonios, exorcisarlos. Deseo sentirme ligero, no
con esta pesada carga sobre los hombros. Ana abre los labios, su pecho sube y
baja en rápida sucesión. No la quiero alterar pero necesito sacar todo esto—.
Fuimos a un tranquilo bar que conozco y pedí una botella de vino. Se disculpó
por la manera en que se comportó la última vez que nos vio. Está herida porque
mamá ya no tiene nada que ver con ella, –su círculo social se ha reducido- pero
lo entiende. Hablamos de negocios, que está yendo bien a pesar de la recesión…
—Ahora, me percato del punto en el que Anastasia tiene curiosidad—. Mencioné
que querías hijos.
La cara de
mi mujer está estupefacta. No es lo que esperaba. Parpadea y frunce el ceño—.
Creí que le habías dicho que estaba embarazada.
— No, no se
lo dije.
— ¿Y por
qué no me dijiste eso? —Pregunta, completamente sorprendida. ¿Acaso mi esposa
se dio un golpe más fuerte de lo que pensé? En ningún momento me dio la
oportunidad. Nos peleamos y me aplicó la ley del hielo, se cambió de recámara,
rompiéndome el corazón, y asustándome hasta el infierno. Simplemente me encojo
de hombros—. Nunca tuve oportunidad.
— Sí, sí la
tuviste.
— No pude
encontrarte la mañana siguiente, Ana. Y cuado lo hice, estabas tan enojada
conmigo… —Digo parpadeando. Pensé que me odiaba, y estaba en su pleno derecho
si era así, pero la necesitaba desesperadamente.
— Sí, lo
estaba, —murmura.
— Bueno, en
algún momento esa tarde –a medio camino de la segunda botella- se inclinó para
tocarme. Y me congelé, —murmuro, poniendo mi brazo sobre mis ojos con renovado
disgusto y aprensión. No puedo revelar más sobre esto, pero Ana necesita
saber—. Notó que retrocedía. Nos conmocionó a ambos, —confieso. Antes le
permití que besara mi mejilla, y pudo tocarme los brazos sin crear ninguna
reacción negativa en mí. Pero siempre asumí que no expresaba ninguna
connotación sexual esa noche. A pesar de mi sopor ebrio sabía la diferencia. A
muchos niveles mi cuerpo sabía que Elena no era lo que quería o necesitaba.
Después de
su shock inicial, Anastasia tiró de mi brazo, queriendo que la mirara. Bajé el
brazo y volteé la mirada hacia sus grandes ojos azules. Debía parecer un
fantasma por la palidez. Tengo los ojos muy abiertos y tengo miedo de la
reacción de Ana.
— ¿Qué?
—Respira horrorizada.
Frunzo el ceño y trago con dificultad. Fuerte—. Se
me insinuó, —todavía escandalizado a cierto nivel. ¿Me había permitido pensar
que Elena no haría nada para atraerme nuevamente a su vida como pareja sexual?
¿Cómo podía ser tan estúpido por algo que era tan evidente frente a mis
narices?
— Fue un momento, suspendido en el tiempo. Vio mi
expresión, y se dio cuenta que había cruzado la línea. Dijo… no. No había
pensado en ella de esa manera por años y además, —digo tragando nuevamente…— Te
amo. Le dije eso, ‘amo a mi mujer’.
La mirada de Anastasia está firmemente fija en mi
rostro, buscando. ¿La verdad de lo que digo? O ver si hay algo más en la
historia. Pero está pensando…
— Retrocedió inmediatamente. Disculpándose
nuevamente, lo hizo parecer una broma. Quiero decir, dijo que está contenta con
Isaac y el negocio y que no soportaría perder ninguna de las dos cosas. Dijo
que extrañaba mi amistad, pero pudo ver que mi vida ahora es contigo. Y lo tan incómodo que fue lo que sucedió cuando
estábamos todos en la misma estancia. No podía estar más de acuerdo con ella.
Nos dimos los ‘adioses’, nuestros últimos adioses. Le dije que no volvería a
verla, y se fue. —Resumo lo más claro que puedo, pero con la entera verdad.
Las fosas nasales de Anastasia se encienden, y por un momento está
profundamente sumida en sus pensamientos. Hay temor y ansiedad en su cara—. ¿La
besaste? —Pregunta murmurando.
— ¡No! —Resoplo mi respuesta—. No podía soportar estar tan cerca de
ella. —¿Cuándo entenderá que ella es mi vida? Ella, solamente Anastasia—. Me
sentía miserable. Quería venir a casa, contigo. Pero… Sabía que me había
portado terriblemente mal. Me quedé y me terminé la botella y entonces empecé
con el bourbon. Mientras estaba bebiendo, recordé algo que me dijiste hace
algún tiemp, ‘si ese fuera mi hijo…’ Y me puse a pensar en Junior y cómo Elena
y yo empezamos. Y me hizo sentir… incómodo. Nunca pensé de esa manera antes... —No
le digo sobre mi pesadilla donde Elena tenía su mano sobre nuestro hijo. Es muy
duro pensar en eso. No quiero herirla.
— ¿Eso es todo?
— Más o menos.
— ¿Oh?
— ¿Oh? —Dejo a mi esposa simplificar y restarle
importancia a algo.
— ¿Se acabó?
— Sí. Terminó desde que puse los ojos en ti.
Finalmente me di cuenta anoche y asimismo lo hizo ella.
— Lo siento, —murmura.
— ¿Qué sientes? —Pregunto frunciendo el ceño—.
¿Sobre qué?
— Estar tan enojada al día siguiente.
Resoplo nuevamente. Escribí el libro sobre el
enojo. Trato con el enojo—. Nena, entiendo el enojo, —dijo pausando—. Mira Ana,
te quiero para mí. No quiero compartirte. Lo que tenemos, nunca lo he tenido
antes. Quiero ser el centro de tu universo, por lo menos por un tiempo.
— Lo eres. ¡Eso no va a cambiar! —Murmura con
fervor estando segura de su afirmación. Eso no es verdad. Ella es hija única.
Sé cómo otras cosas: la carrera, los niños, a veces tienen prioridad incluso
sobre el amor. Eso es porque la gente tiene problemas en su relación, porque
permiten que otras cosas gradualmente estén en primer lugar antes que sus
vidas. Temí perderla, y posiblemente caí en la trampa de la condescencia. No
quería que ese futuro fuera inevitable de esa manera. ¡Me asusté!
Sonrío tristemente, resignado a nuestro destino.
Nunca la dejaré aunque ame a otra persona más que a mí—. Ana, —murmuro, con la
voz apagada—. Eso simplemente no es verdad. Sus labios tiemblan y sus ojos
brillan con lágrimas no derramadas—. ¿Cómo puede ser? —Y la presa se derrumba—.
¡Mierda! No llores Ana. Por favor, no llores —acaricio su cara.
— Lo siento, —dice con labios trémulos.
Le recorro los labios con el pulgar, calmándola—. No, Ana, no. No te
disculpes. Tendrás a alguien más a quien amar. Y tienes razón. Es como debe ser.
— Bip también te amará. Serás el centro de Bip… el mundo de Junior, —suspira—.
Los niños aman a sus padres incondicionalmente, Christian. Así es como llegan
al mundo. Programados para amar. Todos los bebés… incluso tú. Piensa en ese
libro para niños que te gustaba cuando eras pequeño. Aún querías a tu mamá. La
amabas.
Frunzo las cejas, retiro la mano y la pongo en puño
en mi barbilla—. No, —murmuro. No, no amé a la puta. ¡Ella no me amaba!
Permitió que un hijo de puta abusara de mí. ¡No hizo nada, ni un puto intento
para pararlo! ¡Y cuando la situación la rebasó, se fue! ¡No la amé!
— Sí, si la amaste, —insiste llorando—. Claro que
lo hiciste. No había opción. Es por eso que estás tan lastimado.
La observo, incapaz y asustado para ver hacia otro
lado. Si lo hago, los horrendos recuerdos fluirán—. Adios Christian, —fueron
sus últimas palabras. ¡No, ‘buenas noches’! Adiós. Sabía que me estaba dejando
solo en el mundo. ¡Lo sabía! ¡Me
lastimó al no protegerme, dejándome! ¡Siendo la más mierda de las madres! Tengo
miedo de amarla… ¿Qué me hace eso? Continúo observando a mi mujer con una
expresión llana y dolorida.
— ¡Por eso puedes amarme! —murmura—. Perdónala.
Tenía su propio mundo de dolor con el que lidiar. Fue una madre de mierda y aun
así, la amabas.
Tuvo que lidiar con su miserable vida. Tampoco
tenía control sobre su vida. Alguien más tomó las decisiones por ella, pero malas
decisiones todas, y las elecciones que la perjudicaron. Hombres… un sinnúmero
de ellos. ¡Y el puto proxeneta! Tengo el impulso de encontrar al cabrón y
hacerle pagar por lo que le hizo. Por destruir cada fragmento de humanidad en
ella tan profundamente que no pudo encontrar la salida, excepto suicidarse
frente a su hijo de cuatro años. Fue una mala madre. Pero hizo un par de cosas
que me encantaron. Me hizo un pastel de cumpleaños de chocolate. Me sentí
especial y querido. Además me permitía peinarle el hermoso cabello. Solo
nosotros dos. Nadie más jodiendo. Un raro momento de alegría—. Solía cepillarle
el cabello. Era bonita, —murmuro.
— Un vistazo a ti y nadie podría dudar eso.
— Era una madre de mierda, —murmuro y tengo
problema para oír mi propia voz.
Asiente confirmando y cierro los ojos, el dolor es
crudo. Soy el hijo de una puta adicta al crack quien era una madre de mierda.
Una horrible madre que no tuvo la capacidad de proteger a su propio hijo. Me
han hablado de madres en medio del desierto africano donde hago envío de
comida. Mujeres que no tienen nada que ponerse, ni lugar donde dormir, sin
comida, y protegen con ferocidad a sus hijos, en las peores condiciones. ¡Y aun
así, mi maldita madre no hizo nada por mí! ¿No dicen que ‘de tal palo tal
astilla’?
— Tengo miedo de ser un padre de mierda, —murmuro.
Porque entonces habrá alguien más a quien le joda la vida.
La mano de Anastasia llega suavamente a mi cara, y
la acaricia. Me encuentro inclinándone ante su tacto, me llena de calidez y me
centra aquí y ahora—. Christian, ¿crees por tan solo un momento que te
permitiré ser un padre de mierda?
Su decidida voz es lo que me hace abrir los ojos.
La miro por toda una eternidad. Mi esposa es mi roca. Esta chiquilla puede
patearme el trasero con dos palabras. Sonrío, y siento alivio por primera vez—.
No no creo que me lo permitieras, —digo acariciando su cara con el dorso de mis
nudillos. ¿Qué hice para merecerla, merecer su amor? Mi esposa es la persona
más fuerte que conozco. Me pateó el trasero y el de Elena, a ambos el mis día
–dos duros dominantes- y sobre todo eso además desear criar sin miedo a un
pequeño. Estoy en deuda con ella, de su fortaleza—. Dios, que fuerte eres,
señora Grey. Te amo tanto. —Le beso la frente—. No sabía que podría. —¿Cómo es
posible amar a alguien más y más cada día? Pero se las arregla para
sorprenderme a cada momento.
— Oh, Christian, —murmura.
— Ahora, es el fin de este cuento para dormir.
— Vaya una historia para dormir… —murmura.
Sonrío ante su comentario, completamente aliviado
habiendo dejado atrás mi oscuridad—. ¿Cómo está tu cabeza?
— ¿Mi cabeza?
— ¿No te duele?
— No, —contesta confundida.
— Bien. Creo que ahora debes dormir. —Frunce el
ceño en desacuerdo—. Dormir. Lo necesitas, —ordeno severamente.
Se encoge de hombros—. Tengo una pregunta.
— ¿Oh? ¿Cuál? —Pregunto de nuevo receloso.
— ¿Por qué de repente te has vuelto tan… parlanchín,
a falta de una mejor palabra? —Frunzo el ceño pensando—. Me estás contando todo
eso, cuando obtener información es normalmente una experiencia bastante
angustiosa y difícil.
— ¿Lo es? —Digo en respuesta, sabiendo
perfectamente bien que no soy alguien que divulgue información.
— Lo sabes perfectamente.
— ¿Por qué estoy siendo parlanchín? No puedo
decirlo. Viéndote prácticamente muerta sobre el frío concreto, puede ser. El
hecho de que voy a ser padre. No lo sé. Dijiste que querías saber y no quiero a
Elena entre nosotros. No puede. Ella es el pasado y te he dicho eso muchas
veces. Tú eres mi presente y mi futuro.
— ¿Si no se te hubiera insinuado… seguirían siendo
amigos?
— Eso es más de una pregunta, —dijo evasivamente.
— Lo lamento. No tienes que decírmelo, —murmura
ruborizándose cohibida—. Ya me has comentado mucho más de lo que jamás hubiera
pensado.
Mi mirada se suaviza. Parpadeo—. No, no creo eso,
pero sintió que no habíamos terminado el asunto desde el día de mi cumpleaños.
Se pasó de la raya, y se acabó. Por favor, créeme. No la volveré a ver. Me
dijiste que era un límite infranqueable para ti. Ese es un término que
entiendo, —digo con la mayor sinceridad.
Anastasia suelta un suave aliento—. Buenas noches,
Christian. Gracias por el ilustrativo cuento para dormir.
Me inclino y la beso, y sus labios toman los míos
posesivamente, enciendo los fuegos artificiales, y mi sangre se enciende—. No, —murmuro—.
Estoy desesperado por hacerte el amor.
— Entonces hazlo.
— No, necesitas descansar y es tarde. A dormir, —digo
apagando la luz de la mesita de noche.
— Te amo incondicionalmente, Christian, —murmura
mientras se acurruca a mi lado.
— Lo sé, —murmuro, sonriendo tímidamente—. Pero te
amo más.
Lullaby – Dixie Chicks
Una
última confesión
¿Que
chico alegre más me complació
Todo eso
yació conmigo?
Contesto
que di mi alma
Y amé en
la miseria,
Pero tuve
gran placer con un chico
Qué amé
físicamente.
Arrojándome
a sus brazos reí
Para
pensar en su pasión
Creyó que
le di un alma
Pero lo
que di fue el tacto de nuestros cuerpos,
Y reí
sobre su pecho para pensar
La bestia
le dio a la bestia todo eso.
Di lo que
otras mujeres dieron
Quitándose
la ropa.
Pero
cuando esta alma, fuera de su cuerpo.
Desnuda a
desnuda va,
Él ha
encontrado lo que debía encontrar.
Qué no
otros saben.
Y se da a
sí mismo y toma lo suyo
Y domina
por propio derecho;
Y a pesar
de haber amado en la miseria
Cerrada y
aferrada fuertemente,
No hay un
solo pájaro en el día que se atreva
A apagar ese deleite.
William Butler Yeats
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