EL MAESTRO ES OSCURO
Traducido y editado por: Patricia Pinto
Es sábado, pero tengo mucho trabajo que hacer. Leila está preparando nuestro
almuerzo. Tengo que repasar algunos esquemas de la telefonía celular. Quiero llevar la tecnología de
comunicación a lugares en lo que no está fácilmente disponible. Pero hay un problema técnico y me está
volviendo loco. Me gusta que las
cosas se hagan en el momento oportuno. ¡Cuando
yo lo quiero, no cuando mi equipo de ingeniería pueda reunirse! ¡Alguien va a
ser despedido por esto! ¡Esto es pura
incompetencia!
Tomo mi Black Berry y llamo al jefe del
equipo de ingeniería.
Él responde al primer tono.
_ Sí, señor Grey. ¿En qué puedo ayudarle?
_ ¡Warren! ¿Por qué tanta incompetencia? Quería
que este diseño de teléfono móvil estuviera completamente libre de necesidad de
carga. ¡No haz eliminado eso!
_ Señor Grey,
los móviles todavía tienen que ser cargados con electricidad por lo menos una
vez a la semana. Aun no pudimos
eliminar eso señor, murmura con voz débil.
_ Aquí está el problema. Contraté a su
equipo para ELIMINAR la dependencia de la red eléctrica. Debe tener la capacidad, sí. ¡Pero no la necesidad de dependencia! Te dije cuales eran los problemas. Queremos que esté disponible en
lugares donde no hay fuente de energía inmediata. Debe ser capaz de pasar semanas sin
cargarse. De esa manera puede
estar a disposición de la gente en los rincones más remotos del planeta, para
los excursionistas, viajeros, soldados por igual. ¿Cómo esperas que se los venda si le
exigimos enchufarlo? ¿Acaso crees que se lo enchufarán en el culo?
Casi puedo sentir que se estremece en el teléfono.
_ Por supuesto que no, señor, él apenas
puede pronunciar. Todavía
necesitan algún tipo de fuente de energía, sin embargo.
_ Warren, tú y tu equipo se contrataron
para resolver este problema. Al cargar este teléfono durante cinco años se
añaden 3,6 kilos de CO 2 a la atmósfera.
_ Pero señor, eso es menos de la mitad de
lo que un solo litro de gasolina produce en un coche, vuelve con aire de
suficiencia.
_ ¡Escúchame idiota! ¡No hay 2,5 millones de coches en América del
Norte! Pero sí hay 2,5 millones de cargadores de dispositivos de mano solamente
en los Estados Unidos y eso consumirá
suficiente electricidad como para generar ocho mil millones de kilogramos de
carbono. ¿Ahora entiendes pendejo? Y se supone que eres el ingeniero de energía
sustentable, le digo hirviendo de ira.
_ Entiendo, señor, dice amonestado.
_ Quiero saber que tú y tu equipo puedan
resolver el problema. ¡No te estoy diciendo para cuando puedas! ¡Te estoy diciendo
que lo hagas, no me mandes ningún prototipo si eso no está resuelto! ¡No tolero
la incompetencia en mi equipo de ingeniería!
_ Puede que no seamos capaces de hacerlo
totalmente independiente de algún tipo de fuente de energía, señor, dice con
una voz mansa.
_ Quiero que el tiempo de carga se limite
a una hora, una vez al mes. El
resto debe ser sustentable. Este
es tu objetivo. ¡Trabajar en pro
de eso! ¡Quiero esquemas
mejorados periódicamente y muestras de trabajo una vez a la semana! ¡Hazlo! ¡Si no encuentro resultados dentro de
4 semanas, tu equipo se va! ¡Ponte en
contacto con tu equipo de mierda y los quiero ver a todos el martes! ¡Así que
mejor que estén listos!
_ Sí señor, dice preocupado, y cuelgo. La ira bulle a través de mis poros. Dirijo mis dos manos por el pelo,
exasperado. ¡Han tenido seis
meses y esto es el mejor a lo que han podido llegar! Quiero distribuir esa
tecnología. ¡Y le estoy pagando a
este equipo un sueldo considerable, mucho dinero para sus investigaciones y me
dan un trabajo de medio culo!
Cuando miro el equipo y los esquemas de
nuevo oigo un golpe en la puerta.
_ ¡¿Qué?! Gruño.
Leila entra con la mirada hacia abajo. Ella se ve hermosa en su camisón de
satén.
_ Habla, le digo.
_ El almuerzo está listo Maestro, dice en
voz baja.
_ Ven aquí Leila, le digo. Necesito aliviar esta tensión y
deshacerme de este enojo. Se
acerca a mi mesa lentamente, con la cabeza aún baja. Me puedes mirar Leila, le digo en voz
baja. Ella lo hace. Sus ojos marrones están encendidos con
un poco de emoción. Vamos a comer
el almuerzo después, digo tirando de ella.
Los días que le toca estar aquí en Escala,
ella no debe usar ropa interior, a menos que yo se lo indique. Así que ahora
ella no debe llevar nada debajo de su camisón de raso. Las largas pestañas de
Leila revolotean cuando ella levanta sus ojos castaños hacia mí, y puedo sentir
su corazón latir con rapidez cuando conoce mi mirada. Está nerviosa esperando el castigo de hoy
por su comportamiento repugnante de anoche. Mi
expresión es oscura, pero impasible. Ella
humedece sus labios con la lengua instintivamente y le agarro la cara entre mis
manos y mis labios descienden sobre los
de ella y los capturo con eficacia entre los míos. Mientras moldeo mis labios a los de
ella, mi lengua entra en su boca con impaciencia. Su respuesta es automática,
pero sus brazos se mantienen caídos a un lado. Ella no puede tocarme nunca. Sólo sus labios y su lengua deben trabajar la
magia. Ella cierra los ojos
mientras moldea sus labios con los míos y por un breve momento se pierde en sí
misma y sus manos van hasta mi pecho sigilosamente acariciando. ¡Mierda! La
empujo inmediatamente como un acto instintivo y repugnante, siento como si me
hubieran pegado un mechero de fuego. La
bilis se sube a mi garganta y mis
manos van directamente a mi pecho de forma automática tratando de apagar el fuego. Me estremezco con disgusto. Leila se ve sorprendida por mi
reacción.
_ Maestro lo siento, se me olvidó, dice
gimiendo.
_ ¡Silencio! Raspo.
Ella no solo será reprendida, sino que
requerirá de un buen castigo por quebrantar mi límite infranqueable. ¡No se le
olvidó! ¡Ya tiene ocho meses conmigo! Conoce mis reglas desde la primera
reunión. ¡Tampoco es una nueva sumisa! ¡Ella conoce a la perfección los
límites! Yo camino alrededor de ella, mientras ella está con la cabeza gacha y
las manos en su cara. Me acerco a ella y con mi dedo índice le levanto la
cabeza y la obligo a mirarme a los ojos. Mis ojos están ardiendo de ira. Ella se endurece bajo la mirada dura y
como si estuviera dejando su cuerpo, su mirada se vuelve serena, está aceptando
lo que está por venir. La empujo sobre
la parte superior de mi escritorio entre los esquemas, teléfonos móviles y
planes de negocio, y pongo mi mano plana sobre su espalda apretándola hacia
abajo sobre la mesa cuando mis piernas abren sus muslos. Subo su camisón y se asoma su sexo
encerado que está abierto como una flor y exponen el estrecho agujero.
Yo sin rodeos inserto mi dedo índice y
medio, presionando su sexo y los corro a lo largo de sus pliegues con mi toque
de experto, una y otra vez. Los
labios de su sexo se hinchan en respuesta. Ella involuntariamente empuja sus
caderas y saco mi mano inmediatamente para que se quede con ganas.
_ Ya estás mojada, le digo. No es una pregunta, es una afirmación,
pero ella contesta.
_ Sí Señor, para ti.
_ ¡No tienes autorización para hablar
Leila! Le grito.
Leila ha estado tratando de intentar
romper mis reglas últimamente. Ella
está haciendo insinuaciones sutiles para obtener más de nuestro acuerdo. Yo no hago 'más' de mierda. Este es nuestro arreglo. ¡Tengo apenas 25 años de edad, tengo
intereses y objetivos singulares! Mi
negocio y mi libertad son mis prioridades. ¡No
mis sumisas! Me encanta mi
autonomía. No tengo ninguna
intención o interés de conectar emociones con las relaciones. No soy de
corazones y flores. ¡El amor es para los tontos! El objetivo final del mismo se puede
lograr sin una conexión emocional. Dom/Sub
es una relación que permite eludir toda la vulnerabilidad del amor. Le ofrezco a
Leila todo lo que necesita y mis reglas están claramente definidas y nunca deben
ser violadas. Estoy siempre en
control. Ella, sin embargo, ha
estado tratando de empujar sus límites con discreción. Leila ha sido una gran sumisa, pero
últimamente quiere que la castigue a cada momento. ¡Al menos una vez cuando
está aquí! Y cada vez quiere un castigo
más severo.
_ No te permito que te corras. Le digo
acercándome a su oído. Y no vas a hacerlo hasta que te dé mi permiso explícito
Leila. ¿Entiendes tu castigo? Ella no dice nada, se queda dócil y sin
expresión.
Le doy una palmada a su trasero duro y ella da un leve grito.
_ ¡Silencio! ¿Entiendes tu castigo? ¡Respóndeme!
_ Sí Señor, lo entiendo, respira.
_ Bueno.
_ ¡Voy a atarte y follarte en mi escritorio duro y
tú no te vas a venir! ¿Entiendes?
_ Sí, maestro, contesta con los ojos como
platos.
Me quito el cinturón y lo envuelvo alrededor
de sus muñecas, la volteo sobre mi escritorio hasta ponerla de espaldas, estiro
la correa por encima de su cabeza y termino amarrándola con el tirador de la
gaveta del escritorio. Ella está tensa, pero sus piernas todavía pueden tocar
el suelo. El cuerpo alargado de Leila se ve delicioso y las curvas de sus
caderas están expuestas. Recuesto mi creciente hombría por encima de su sexo
aunque todavía estoy en pantalones. Paso mis manos por debajo de su trasero y
aprieto las nalgas con fuerza. Ella trata de estirar sus manos, pero eso solo
aumentará el dolor. Descomprimo mis pantalones vaqueros y los dejo caer hasta
los pies. Deslizo mi longitud dentro
de ella, estirándola y llenándola, su cuerpo reacciona a la presión
involuntariamente. La vagina de Leila se contrae a mi alrededor y sé que tiene
una gran excitación.
_ ¡No te corras! Le digo con los dientes apretados, clavados en
sus ojos mientras que la bombeo en su interior. La fricción causada por cada golpe
aumenta el placer que está experimentando y la veo apretando los dientes para
evitar dejarse ir, ella está estirando sus manos para tratar de contrarrestar
el placer con el dolor.
Sus piernas aprietan alrededor de mí, ella
está gimiendo mientras estoy cavando en ella, sosteniendo sus caderas. El sexo de Leila está jugoso, y cada
una de mis embestidas hace que su culo rebote
por el impacto. Por último, un
gemido ronco rompe a través de ella, cuando sigo bombeando y mis testículos la
bofetean en repetidas ocasiones. Ella tira contra sus brazos como un
masoquista; hasta donde yo sé Leila disfruta mucho del dolor. Siento como
aprieta en mi interior y tira de mí con sus piernas.
_ ¡Maldita sea Leila! ¡Alto!
_ Trato… Maestro… dice entre su dolor y su
placer. Aumento mis golpes rápidamente y el cuerpo de Leila se retuerce en un
mar de sensaciones mientras se corre y
yo me vacío en su interior. Ella está contrariada.
_ !Vete a la mierda! ¡Carajo! ¡Te dije que no te vinieras! Leila cierra
los ojos y se muerde el labio inferior con sus dientes, tratando de detener los
estremecimientos restantes de su orgasmo.
Voy hacia la cabecera de la mesa y
desabrocho el cinturón de sus brazos.
_ Vamos a almorzar tarde hoy. Quiero que
vayas al cuarto de juegos y esperes por mí, le digo y ella sabe el significado.
_ Sí, maestro, responde ella. Su camisón de satén se resbala por su cuerpo
y se escabulle de mi estudio.
Al ser una sumisa con experiencia, Leila
sabe que la negación del orgasmo es una forma estándar de castigo. Ella sabe
cómo controlar sus impulsos, pero últimamente está tratando de obligarme a
tomar la decisión de hacerla mi novia. Yo
no hago el jueguito de novia. Nunca
lo he hecho y nunca lo haré. Me
gusta mi autonomía, me gusta mi control, y me gusta mi vida tal como está: Yo,
como el amo de mi propio destino. Cierro
los ojos, más despacio mientras mi respiración se apacigua. No he olvidado el hecho de que Leila
intentó colarse en mi cama anoche. Estaba
en medio de una pesadilla cuando sentí como sus brazos serpenteaban alrededor
de mi cintura, por lo que al despertar me sentí aterrado. Me despegué de
ella tan rápido como pude y caí al suelo del otro lado de la cama. Ella no ha
sido castigada aún por su imprudencia de anoche así que con lo de hoy van dos
strikes en menos de veinticuatro horas. Yo no voy a renovar el contrato cuando
finalice este acuerdo. Se está convirtiendo en un incesante a pesar de los castigos.
El hecho de que Leila disfruta de dolor no está ayudando a mejorar su
comportamiento, parece más bien un drogadicto en busca de su próxima dosis. Es por eso que no la castigué anoche a
pesar de su transgresión. La
mayoría de los sumisos hacen lo imposible para evitar el dolor y evitar un
castigo. Es por eso que las sociedades funcionan bien, porque la gente le tiene
miedo a las consecuencias.
Tomo una respiración profunda. He decidido que le voy a dar su castigo. Me
voy a mi habitación y saco de mi armario mis jeans desgastados. Me dirijo a mi
cuarto de juegos. Cuando cruzo el umbral de la habitación, me transformo
totalmente en el dominante que soy, Leila está desnuda sentada sobre sus
talones con las manos extendidas en su regazo. Su cabeza está hacia abajo, su
respiración es superficial, totalmente dócil y sin expresión.
Voy a los cajones donde guardo algunos de
los juguetes, y elijo las esposas de cuero. Los
coloco en el sofá. Entonces
casualmente camino de regreso hacia Leila y me quedo de pie ante ella.
_ Puedes mirarme Leila. Su cabeza
lentamente sube con una mirada serena y expectante.
_ ¿Sabes por qué vas a ser castigada?
_ Sí, amo, ella responde.
_ ¿Por qué entonces? Dime.
_ He desobedecido las reglas.
_ Estás siendo castigada porque, no es que
acabas de desobedecer las reglas, sino porque las estás desobedeciendo
continuamente. Eres una sumisa establecida y has estado en esto por años y ni
siquiera sabes controlarte a ti misma. Voy a tener que tomar otras medidas para
controlarte. Además de eso, anoche entraste en mi cama espontáneamente. Eso es
uno de mis límites infranqueables y es una transgresión importante, le digo.
Leila mueve su cabeza disgustada con mi
censura hacia ella.
_ No te he dado permiso para mirar a otro
lado Leila, y ella inmediatamente trae su mirada a mis ojos.
_ Serás castigada por supuesto, le digo
mientras traga, con un leve destello de esperanza en sus ojos. No quiero alimentar su necesidad de
excitación, porque no es una recompensa, es un castigo.
_ Vamos, le digo, llevándola hacia la gran
cama con dosel. Bajo los tirantes del techo y agarro las esposas de cuero.
_ Extiende tus muñecas, le ordeno. Ella
obedece. Cierro una esposa en una muñeca
y luego con un par separado esposo la otra muñeca. Coloco cada puño con los
tirantes que bajé y estiro hacia arriba y tenso. Sus brazos están completamente
estirados en alto. Ella no será
capaz de salir de esta posición hasta que yo la desate. Sus pechos van hacia
arriba y sobresalen hacia delante. Cuando su espalda queda un poco curva, sus
caderas salen hacia delante. Paso cada grillete por cada tobillo. Está
completamente tensa.
_ ¿Cuál es la palabra de seguridad, Leila?
_ Amarillo y rojo, Maestro, murmura.
_ Bien.
_ ¿Por qué te estoy castigando, Leila?
_ Porque fui sin su permiso a su cama
anoche señor, dice ella ahogándose con sus palabras.
_ ¿Y? Pregunto con dureza.
_ Y esta mañana traté de tocar su torso.
_ ¿Y por qué estás cosas no debes hacerla?
_ Porque son sus límites infranqueables,
Maestro.
_ ¿Entonces lo hiciste deliberadamente de
todos modos?
_ Sí, amo, ella responde cuando aprieta
sus manos sobre las limitaciones, su respiración se vuelve tan rápida que su
pecho palpita con mucha fuerza. Ella
se ve excitada y expectante; como un drogadicto que está a punto de recibir su
próxima dosis. Tengo el látigo de
nueve colas en la mano.
_ Yo te castigaré con esto; diez azotes y
voy a follarte duro. No tienes permitido
correrte. ¿Lo entiendes Leila?
_ Sí, maestro, dice ella, expectante.
Muevo el látigo varias veces hasta que
silva en el aire, entonces lo aterrizo en sus nalgas desnudas con fuerza. Las
colas de cuero extendidas cubren desde sus nalgas rodeando sus caderas hasta
llegar a su sexo y deja las primeras líneas de ribete rojo. Ella da un grito fuerte, seguido por
un gemido de placer.
_ ¡Silencio! Le ordeno.
Giro mi mano de nuevo y aterrizo el látigo
una vez más sobre sus nalgas carnosas. Sus dedos se agarran de las
restricciones apretando, su pecho agitado va hacia adelante. Me dirijo al frente y aterrizo otro
azote en sus pechos que se yerguen al tacto. Leila jadea de nuevo, pero todavía
tiene la mirada complaciente en su rostro.
La rodeo hacia un lado y dejo otra marca en su piel pálida que se
confunde con las otras. Ella se estremece. Paseo el látigo por su pecho dejando
líneas punzantes y ella grita con los ojos cerrados. Sé cuanta presión aplicar
para que el látigo deje un poderoso recordatorio del dolor y marque sin romper
la piel.
Levanto el látigo y lo dejo caer en su vientre,
ella trata de moverse, pero sus ataduras la mantienen en su lugar. Me muevo alrededor de su cuerpo, y
sumerjo mis dedos en su sexo. Ella está empapada, despierta y palpitante. Ella no se queja, está absorbiendo y
disfrutando de la sensación. Eso
es lo que pasa con Leila, su mente se va a un lugar diferente cuando ella está
recibiendo dolor. En el contexto
del juego, es un gran rasgo en una sumisa, pero los castigos tienen que ser
creativos para alguien que es masoquista supremo. Levanto el látigo y aterrizo los
cuatro azotes restantes en su trasero redondo dejando dulces líneas de color
rojo profundo.
_ Diez, le digo y me voy detrás de Leila,
y entro de golpe en ella sin preámbulos.
_ ¡Esto es para mí un placer! ¡NO tienes permitido correrte Leila,
te lo advierto! Después de cada embestida en su sexo, ella gime tratando de
reprimir su placer. Ella está
apretando su cuerpo, luchando para no sucumbir a la presión que va creciendo a
través de sus entrañas. Cuando
golpeo con fuerza ella gime de placer y dolor y sus nalgas se aprietan para
satisfacer aún más mis embestidas y se viene fuerte cuando yo llego a mi
clímax.
Desabrocho sus ataduras y la suelto. Ahora
estoy completamente loco y disgustado. Ella deliberadamente está tratando de
desobedecerme para probar algo. ¡Me importa una mierda! Traigo una loción de
Aloe Vera de uno de mis cajones, y se lo aplico en la espalda, las nalgas, el
pecho y el vientre. Yo no digo
nada. Mis ojos son acelgas de hielo,
y ella lo sabe.
_ ¿Maestro? Ella dice levantando su mano.
Levando mi dedo hacia mi boca en señal de
que pare de hablar y continúo con mi tarea mecánicamente y me pongo mis
pantalones.
_ Ponte la ropa de nuevo, vamos a almorzar,
le digo en un tono amenazador. El
miedo se apodera de sus ojos.
_ ¡Maestro, lo siento! Dice.
_ No me hables a menos que te lo diga
Leila. Deliberada y continuamente estás desobedeciendo mis reglas. Vamos a
comer, le digo y ella asiente con la cabeza.
_ Sí maestro y asume si actitud sumisa
bajando los ojos mientras salimos de la habitación.
Veinte minutos más tarde, los dos estamos
de vuelta luego de habernos duchado en nuestros respectivos cuartos de baño y
nos sentamos en el desayunador de la cocina, para almorzar. Los
tres tenores cantan "O Sole Mio"
de fondo.
O Sole Mio - Domingo, Carreras, Pavarotti
_ ¿Por qué me has estado desobedeciendo
deliberadamente en las últimas semanas?
Se encoge de hombros en respuesta.
_ ¡Habla, Leila! Le ordeno. Has
desobedecido y has sido castigada cada vez, sin embargo te mantienes en seguir
desobedeciendo y quieres empujar los límites claramente definidos. ¿Qué estás
tratando de hacer?
Ella hace una mueca mientras trata de
encontrar una posición en la que se sienta cómoda en el taburete, pero no puede
y se da por vencida.
_ Maestro, yo… dice y se detiene.
_ Tú ¿qué? Pido en un tono amenazador.
_ Quiero algo... no… necesito algo, dice
ella, y yo presto atención.
_ Lo que quieres o necesitas ¿Es la causa
de tu desobediencia? Ella asiente sin levantar la mirada.
_ ¡Mírame! Le ordeno.
_ Sí, maestro.
_ Si tienes alguna necesidad, es mi
trabajo como dominante cumplirla y eliminar todos los problemas de tu vida.
¿Por qué no me dijiste que necesitabas algo?
_ He estado tratando de hacerlo... Con
toques. Diferentes cosas... dice.
_ ¿Con qué?
Mi
iPod ahora toca "La Donna E Mobile."
La Donna È Mobile - Pavarotti
_ ¿Puedo cambiar la música, Maestro? Ella
pregunta tratando de distraerme.
_ Está bien, le digo.
Se baja rápidamente del taburete y se
acerca al iPod y cambia la canción a una de Beyoncé. Ella empieza cantando
la famosa "Crazy inLove."
Crazy in Love - Beyoncé
Camina hacia el desayunador y se acomoda
en el taburete, la miro confundido.
_ Estoy esperando, Leila.
_ Tengo que... quiero ser una prioridad en
su vida, maestro.
Mi cabeza se va a un lado.
_ Prioridad, ¿cómo?
_ Quiero significar algo en su vida,
maestro.
_ Leila, sabes que soy monógamo en mis
relaciones. Tú eres la única sumisa que
tengo.
_ Tengo que bajar la música. Es ruidosa y molesta, digo, y alcanzo
el control remoto y la bajo hasta un nivel que quede de fondo. Ella da un
suspiro.
_ ¡Yo quiero ser su novia Maestro! Ella
exclama y se me cae el tenedor de la mano.
Me doy la vuelta para mirarla dando toda
mi atención.
_ Durante todo este tiempo, tú invadiste
mi privacidad y has estado desobedeciendo todas las reglas por casi cuatro
semanas ¿Porque quieres se mi novia?
_ Sí, dice humildemente.
_ Leila, no quiero, ni necesito una novia. Nunca la he tenido y nunca la tendré. Tú y yo tenemos un contrato, uno consensual
de Dom/Sub. Yo cuidaré de ti y
cuido tus necesidades.
_ Esa es la cosa, maestro. Ella dice, como
si me va a revelar otro secreto.
_
He conocido a alguien, dice mirándome a los ojos.
_ ¿Has tenido relaciones sexuales con él?
Pregunto airadamente. No comparto
mis subs, soy monógamo con ellas, espero lo mismo de ellas.
_ ¡No! No
de esa manera. Pero él quiere
más, quiere estar involucrado conmigo. Eso
es lo que yo quiero también. Y
tú... dice tratando de sacar las
palabras de su boca. Usted no
quiere eso. Yo quiero eso para
mí. Yo quiero una relación. Como una pareja.
_ ¿Y me ofreces a mi la primera oportunidad
para cumplir esa posición? ¿Soy el primero en la fila? pregunto
Ella hace una mueca evaluando.
_ Bueno, estamos involucrados. Me gustaría que fuera con usted
maestro.
_ Leila... Ese no soy yo. Yo no tengo relaciones. Follo. Soy un Dom. Todo lo que quiero es una sub. Si quieres buscar una relación con
otra persona, no te detendré. Te
lo mereces. Pero me lo hubieras
dicho antes. Pudimos haber evitado todos los
castigos. Mi dirección no es esa. Esto es todo lo que quiero en una
relación. No quiero nada más. No estoy interesado en nada que no sea una
relación contractual, con reglas y puntos acordados. Hay una cláusula en la que
te puedes ir, tú lo sabes.
_ Lo sé. Creo
que me gustaría utilizar esa cláusula en este momento, dice.
_ ¿Es eso lo que quieres?
_ Sí, maestro. Evalúo su comportamiento. Ella se ve determinada.
_ Está bien. Sabes que una vez que se termina el contrato
no tienes permitido volver a Escala, ni a mi vida de ninguna forma o modalidad.
_ Lo entiendo, Maestro, dice en un tono apenas
audible.
_ Hemos terminado el contrato. Eres libre
de irte. Voy a depositar dinero en tu cuenta en los próximos días. Tú seguro de
salud también continuará hasta que tengas uno propio.
_ Gracias, maestro, dice desolada.
_ Taylor te llevará una vez que almuerces. Si deseas pasar la noche aquí puedes,
solo házmelo saber, le digo con una cara impasible.
_ Creo que me voy a ir hoy, dice ella.
Asiento con la cabeza.
_ Avísame cuando lo hagas.
_ ¿Maestro? ¿No puedo convencerlo de que cambie de
opinión? Ella pregunta.
_ No Leila. Yo no tengo relaciones con
novias. Yo solo follo, le digo con mi cara impasible y salgo de la cocina
dejando a Leila mirando detrás de mí con un expresión de sorpresa. Es hora de
tomar un descanso y buscar otra sub.
Que fuerte que relación tan desagradable, que lo traten a uno así es humillante, no me explico como puede existir eso, y la leila es idiota, quiere una relación con cristian y viene y le dice que conoció a alguien, sera que creía que así iba a lograr algo? que ilusa y cristian era muy frió, déspota, lo que hace el amor es BARBARO, gracias Emine fabuloso y patricia amiga gracias mil un cap especial muy interesante un beso.
ReplyDeleteEste Christian no me gusta, como Leila queria algo mas? no la entiendo, estar con un hombre que te humille asi, que te degrade asi? no es sano. Me gustó mucho como está narrado todo, gracias por acercarnos a esa lado oscuro
ReplyDeleteOh por Dios que capitulo yo no creo que aceptara una relacion asi que lo humillen y que no pueda hacer lo que quiera, no entiendo como hay mujeres que acepten este tipo de cosas.Emine eres las mejor y gracias a ti patricia tambien
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